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ASIGNACIÓN

Estimados Participantes del Introductorio,

¿Qué son los valores?


Los valores son proyectos ideales de comportamiento. Son características de la acción humana que mueven la
conducta, orientan la vida y marcan la personalidad”. Es lo que está como base de lo que se ha venido formando en nosotros
desde nuestra niñez y que nos predispone a pensar, sentir, actuar y comportarnos de forma permisible, coherente y estable.
Es la convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo y de que nos conviene más o menos. “Los valores son
principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Son creencias
fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de
otro. También son fuente de satisfacción y plenitud. Nos proporcionan una pauta para formular metas y propósitos,
personales o colectivos. Reflejan nuestros intereses, sentimientos y convicciones más importantes”. Si analizamos
detenidamente estas definiciones, notaremos que los valores se desarrollan en nosotros desde la niñez, que marcan la vida
de la persona desde su formación básica, y esto ocurre en la casa, con los padres o tutores, en el entorno social inmediato.
Todo lo que pasa en ese entorno socio-familiar impacta la vida y la moldea, tanto si es positivo o negativo.
1. Una sociedad necesitada de valores
Hablar de “valores” se ha convertido en un tópico, casi en una moda. Se oye decir casi en todos los ámbitos que en
nuestra sociedad se han perdido los valores, que la juventud ya no tiene valores, que lo hay que hacer es potenciar los
valores y, sobre todo, educar en valores. Hasta en las iglesias evangélicas se habla de valores. Incluso circula un material
para la educación en valores “cristianos” de adolescentes y jóvenes. Lo que hay detrás de estas expresiones es un
sentimiento bastante generalizado de que se ha producido un “deterioro moral” en la sociedad, y en relación con distintos
aspectos de la vida.
Lo que ya resulta más problemático es poner de acuerdo a todos los que dicen que se han perdido los valores,
acerca de cuáles son los valores que verdaderamente “valen”, esos “verdaderos valores” que se supone que valían antes y
que ahora ya no valen. Cuando llegamos a este punto unos piden justicia, otros libertad, igualdad y fraternidad, otros orden
público y seguridad… La lista podría ser tan larga como el listín de teléfonos, porque cada persona, o cada grupo, tiene sus
criterios acerca de lo que verdaderamente tiene valor para su vida. Entonces advertimos que no es que se hayan “perdido
los valores”, sino que los valores han cambiado. Lo que “antes” (¿hace quince años, antes de la democracia, antes de la
guerra…?) tenía valor para las personas que en aquellos momentos constituían la mayoría de la sociedad, ahora ha dejado
de tenerlo para quienes ahora forman la mayoría, que no son las mismas personas que “antes”, ni siquiera sus hijos o sus
nietos. Y mientras se ha dejado de valorar lo que para muchos era valiosísimo, las mayorías de hoy valoran otras cosas que
antes resultaban impensables.
Ni siquiera los pensadores “de oficio” se ponen de acuerdo acerca de qué cosa son los valores, ni de si existen o no
como tales valores. Porque para unos los valores, que no dejan de ser cosas abstractas (como la bondad, la justicia, la
amistad, el esfuerzo, etc.) serían “realidades” que están ahí y que sólo hay que aplicarlas a la vida, mientras que para otros,
en cambio, no existen “realmente”, y sólo serían criterios totalmente subjetivos y, por tanto, relativos. Lo que único que está
más o menos claro es que los valores tienen que ver con la bondad o maldad de los comportamientos humanos y son, por
tanto, necesarios para la vida, porque tienen el carácter de normas de actuación y funcionan como una especie de
“fundamentos” de nuestras actitudes y de nuestros comportamientos, marcando así una especie de camino para la felicidad
que da sentido a nuestra vida como seres humanos.
2. A la búsqueda de “valores evangélicos”
Como ya apuntaba hace un momento, ni siquiera los evangélicos nos escapamos de este tema de los valores.
Porque no podemos Formar parte de la manera de hablar, y por lo tanto de la manera
de ver el mundo, de la cultura en la que hemos nacido y de la que formamos parte. Lo normal es que también nosotros,
hombres y mujeres de nuestra época, utilicemos este mismo lenguaje.
Lo que ya no es tan normal es que a la hora de hablar de esa “pérdida de valores” los cristianos estemos de acuerdo
con los que no lo son (digo, cristianos), porque creo que tampoco nos pondríamos de acuerdo acerca de los valores que
verdaderamente “valen”. ¿Tenemos los mismos valores los cristianos y los no cristianos? ¿Hemos coincidido alguna vez en
cuestión de valores? ¿Existen unos valores específicamente “cristianos” o “evangélicos”? Y si existen, ¿cómo podemos
saber cuáles son los valores del evangelio?

INBIMEXTA FACILITADORA: Lic. Shirley Mora

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Fax 0412.018.9621 Escuela “Alfredo Revette” Ibmextensiontaguay@gmail.com
Aquí nos podemos encontrar con un problema. Porque en relación con esto de los valores habría dos maneras (por
lo menos) de leer los textos de los evangelios. De entrada podemos hacer una lectura “moral”: leer los evangelios buscando
directamente “qué tenemos que hacer”. Buscar todos los principios, normas, consejos, frases escritas con el verbo en
imperativo… Así encontraríamos un montón de cosas que habría que hacer, se supone, para “ser buenos” y conseguir así
“la felicidad”, entendida, más o menos, como una vida tranquila, sana, apacible, “de buen rollo”... Que, en el fondo, son
algunas de las cosas que busca la gente. En este planteamiento se trataría de seguir a Jesús de Nazaret como si fuera un
maestro de moral, como alguien muy sabio que nos habría dado una lista de enseñanzas que nos llevarían… ¡Al fracaso!
Porque las enseñanzas de Jesús le llevaron, desde el punto de vista humano, es decir, desde los valores de su
época tanto como los de la nuestra, a la incomprensión de sus familiares, al abandono y la traición de sus amigos, al
enfrentamiento con las autoridades religiosas y a la condena de las autoridades civiles y militares. Las hermosas enseñanzas
de Jesús le llevaron a la cruz. ¿Es eso lo que quiere la gente? ¿Lo que de verdad queremos para nosotros y para nuestros
hijos? ¿Una vida que lleve a la incomprensión y al fracaso, con el riesgo de acabar igual de mal que Jesús? Es un absurdo,
¿verdad? Hacer una lectura “moral” de los evangelios nos lleva al absurdo. ¿Quién puede creer que de verdad sean valores,
como señalan las Bienaventuranzas, la pobreza, la tristeza, la mansedumbre, el hambre y la sed (es decir, la búsqueda
apasionada) de la justicia, la misericordia, la rectitud de conciencia, el compromiso por la paz, la persecución, los insultos o
la calumnia? ¿Quién puede creer que todo eso nos puede hacer felices? ¡Todo eso es humanamente absurdo!
Pero hay otra manera de leer los evangelios. Yo la llamo “teológica”: se trata de ponernos en el punto de vista de
Dios, que al principio del ministerio de Jesús proclama “Este es mi Hijo amado en quien me complazco” (Mt 3,17). Consiste
en no fijarnos, de entrada, en todas y cada una de las enseñanzas morales concretas de Jesús, sino en la persona misma
de Jesús. Consiste en prestar atención al mensaje global de Jesús: “El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el reino de
Dios. Convertíos y creed en la buena noticia” (Mc 1,17). Se trata de aceptar la buena noticia anunciada por Jesús y de
seguirle como el (mi/nuestro) Señor, como el que viene de parte de Dios para traernos un gran regalo. Es decir, se trata de
creer/confiar en Jesús. No es aceptar unas verdades morales más o menos sabias que hay que seguir, sino de creer en
Jesús, Aquél que muere y resucita. Aquél que pasa por la cruz, por la muerte, por el fracaso, por el absurdo, hacia la vida
exaltada en Dios, su Padre.
3. ¿Tiene “valor” la cruz?
Los cristianos no partimos de una enseñanza moral, ni siquiera la de Jesús, sino de la aceptación creyente de la
proclamación de los discípulos y discípulas la mañana de Pentecostés: “A este, que es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos
nosotros somos testigos de ello. El poder de Dios lo ha exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido,
lo ha repartido en abundancia, como estáis viendo y oyendo” (Hch 2,32-33). Los cristianos partimos de que lo que menos
valor puede tener para los seres humanos, la muerte humillante, maldita y excomulgada en una cruz, un instrumento de
tortura de los poderosos de este mundo, se convierte para nosotros en un valor, en el valor más valioso y sublime porque
por ella podemos contemplar el inmenso amor de Dios por sus criaturas. “El lenguaje de la cruz es, ciertamente, un absurdo
para los que van por sendas de perdición; mas para nosotros, los que estamos en camino de salvación, es poder de Dios
[…] Por eso Dios ha decidido salvar a los creyentes a través de un mensaje que parece absurdo. Porque mientras los judíos
piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros anunciamos a Cristo crucificado que para los judíos es una piedra
en la que tropiezan, y para los paganos es cosa de locos. Pero para los que Dios ha elegido, sean judíos o griegos, ese
Cristo es poder y sabiduría de Dios” (1 Cor 1,18.21b-24).
La muerte y la resurrección de Jesucristo invierten todos los valores humanos. Porque lo que parecía el gran fracaso
de Jesús se manifiesta como su gran victoria, como la victoria de Dios sobre los poderes de este mundo. Nos están diciendo
que lo que tiene “valor” no es el éxito de los que se salieron con la suya matando a Jesús. Tampoco tiene “valor” el poder
económico o político de los grandes sacerdotes de Jerusalem, ni siquiera el poder religioso de los escribas y fariseos. Lo
que de verdad tiene “valor” para los seres humanos es el amor de Dios que se ha manifestado en la resurrección de su Hijo,
y que le ha dado la razón, que ha declarado como buena su actuación y su enseñanza.
Lo que verdaderamente tenía valor para Jesús, y lo que verdaderamente tiene valor para los hombres y las mujeres
era y es Dios. Dios mismo. Y también los hombres. Los hombres y mujeres de carne y hueso, porque cada uno de ellos y
ellas son imágenes de Dios. Los discípulos y discípulas, claro, los que le acompañaron en su ministerio. Pero también los
enfermos y los poseídos por espíritus malos a los que sanó. Y los publicanos, y los pecadores, y las prostitutas, a los que
acogió en su comunidad. Y los enemigos que lo ejecutaron, por quienes pidió perdón al Padre desde la cruz. Para Jesús lo
que de verdad tiene valor es Dios, y aquellos a quienes Dios ama.
Lo que tiene valor para Jesús es el Reinado de Dios, es decir, lo que Dios quiere para nosotros, su proyecto para
los seres humanos, que es que seamos felices en comunión con él, y que sólo se realiza cuando lo ponemos a él, a Dios
mismo, en el centro de nuestras vidas. Ése era el secreto de Jesús, y ese es el gran valor que Jesús nos propone en el
centro del Sermón del la Montaña: “Vosotros, antes que nada, buscad el Reino de Dios y su “dikaiosine” (= “todo lo que lleva
consigo”, “el hacer lo que es justo delante de Dios”), y Dios os dará, además, todas estas cosas” (Mt 6,33). Jesús entregó
su vida precisamente por poner en primer lugar el Reinado de Dios y todo lo que tiene que ver con él, hasta las últimas
consecuencias. Y como garantía del “valor” de su elección y su decisión, de que éste el auténtico camino, el Padre lo exaltó.
El acontecimiento de la Pascua de Jesús cambió la vida de sus discípulos. A partir de ese momento, con la fuerza
y la iluminación del Espíritu Santo, su vida estuvo verdaderamente centrada en el servicio al anuncio de Dios y de su Reino,
definitivamente manifestado en Cristo. A partir de ese momento, por la fe, por la confianza en el Dios que había resucitado
a Jesús, la vida de los discípulos estuvo centrada en Dios.
4. Una nueva comprensión de los “valores evangélicos”
Y a partir de aquí, por el Espíritu Santo que recibieron, los discípulos adquieren una nueva comprensión de las
enseñanzas de Jesús. A partir de aquí, por la iluminación del Espíritu, los discípulos descubren el auténtico “valor” de los
“valores” propuestos por Jesús, y que son considerados como “antivalores” por quienes no han descubierto todavía el amor
de Dios.
A la luz de la cruz y la resurrección de Jesús se descubre una “nueva justicia”, una nueva manera de tener una
“relación justa” con Dios, pero también con los demás, con las cosas creadas y con nosotros mismos. “Si vosotros no cumplís
la voluntad de Dios mejor que los maestros de la ley y que los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5,20). No
se trata de cumplir unas normas, sino de vivir de acuerdo con lo que Dios quiere para nosotros, que coincide que es lo mejor
para nosotros. No basta con no matar, no cometer adulterio, repudiar a la mujer legalmente, no jurar en falso o no pasarse
de la ley del talión. Ni siquiera basta con amar a quienes nos aman. Jesús pide la perfección, la excelencia: “Vosotros tenéis
que ser perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5,48). La versión de Lucas nos aclara cuál es esa perfección:
“Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo” (Lc 6,36). Ésa es la perfección de Dios: su amor que regala
el sol y la lluvia a justos e injustos; su amor que nos ha amado cuando todavía éramos pecadores.
El “valor” máximo es el mismo Dios. El amor de Dios. El amor con el que Dios nos ha inundado el corazón al darnos
el Espíritu Santo (Rom 5,5). El amor de Dios que nos capacita para vivir como vivió el mismo Jesús, y que es lo más absurdo
a los ojos de los seres humanos: amar a los enemigos. “Dios nos ha dado la mayor prueba de su amor haciendo morir a
Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores” (Rom 5,8). Ese amor es el que nos transforma y nos hace hijos de Dios,
capaces, como su Hijo, de amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persigan (Mt 5,44).
Ésa es una justicia superior a la ley. Repasad el sermón del Monte: Una manera de hacer el bien sin que los demás
nos alaben, de orar sin pasar públicamente por piadosos, de arrepentirse de corazón sin poner cara de penitente. Es una
manera de vivir acumulando “letras del tesoro” de Dios, adquiriendo “valores garantizados”, “acciones” y “obligaciones” que
sólo cotizan en la bolsa del Reino, desprendiéndonos de todo con generosidad, movidos por la gratitud a Aquél que nos ha
dado gratis lo que más valor tiene: una vida nueva, una vida de calidad, que ni la muerte puede destruir. Una vida que vale
más que la comida de los mejores “chefs” de moda, y más que la ropa de las supermodelos. Una vida liberada del miedo al
futuro, porque sabe que en el futuro está Dios esperándonos, a la vez que nos sujeta ahora de la mano para que no
caigamos. Una vida liberada para poder amar, sin miedo a la pobreza, a la tristeza, a la violencia... Una vida sin miedo. Dios,
en este mundo, no nos libera del dolor y de la muerte. Nos libera del miedo al dolor y a la muerte, el miedo que nos impide
amar como él y ser felices como él.
5. Construyendo la vida sobre Dios mismo
Cuando descubrimos en Jesucristo el valor del amor de Dios, que supera todas nuestras expectativas, nos damos
cuenta (de nuevo sigo las Bienaventuranzas) de cómo Dios ha abierto su Reino a los pobres, de cómo consuela a los tristes,
de cómo los mansos reciben el cumplimiento de las promesas, de cómo Dios colma toda hambre y sed de justicia, de que
su misericordia nos convierte en misericordiosos, de que los que miran con la conciencia limpia son hechos capaces de ver
a Dios (precisamente en los “otros”: en los pobres, hambrientos, desnudos, encarcelados… en los prójimos… en los que
Jesús quiere ser servido), y de que los que construyen entre las personas, los grupos y las naciones puentes para la paz se
convierten en hijos de Dios. Y entonces adquieren sentido, y “valor”, la incomprensión, la persecución, el insulto, la calumnia
e incluso la muerte. Por la muerte y la resurrección de Jesucristo.
¿Hay “valores” cristianos? ¿Cuáles son los “valores” evangélicos? Es importante
saberlo, porque donde cada uno tiene sus “riquezas”, sus “valores”, allí ponemos el
corazón. ¿Cuáles son de verdad nuestras riquezas? ¿A qué le damos verdaderamente
valor en nuestras vidas? ¿Qué es lo que está detrás de nuestras actitudes y mueve
verdaderamente nuestras acciones? Cada uno tiene que contestarse a sí mismo estas
preguntas.
Jesús nos muestra el valor central: Dios, el Dios de Jesús. El único que merece ser amado con todo nuestro ser.
Jesús nos lo ha dado a conocer. Él lo llamaba “Abbá”, “Papaíto”. En el supermercado de la vida podemos escoger los valores
que queramos. Jesús nos invita a “invertir” acertadamente, a buscar el mejor “terreno” sobre el que construir nuestra vida:
la roca. Y la Roca, en la Biblia, es Dios.
Termino con las mismas palabras de Jesús: “El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el Reino de Dios. Convertíos
y creed en la buena noticia”. (Mc 1,15).

Ilustración ejemplo de los valores de Jesús en Mateo 8:5-13


(Mateo 8:7-14 LBLA ) Y Jesús le dijo*: Yo iré y lo sanaré. (8) Pero el centurión respondió y dijo: Señor, no soy digno
de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra y mi criado quedará sano. (9) Porque yo también soy hombre
bajo autoridad, con soldados a mis órdenes; y digo a éste: "Ve", y va; y al otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo
hace. (10) Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en Israel no he hallado en nadie
una fe tan grande. (11) Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham,
Isaac y Jacob en el reino de los cielos. (12) Pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera; allí será el
llanto y el crujir de dientes. (13) Entonces Jesús dijo al centurión: Vete; así como has creído, te sea hecho. Y el criado fue
sanado en esa misma hora. (14) Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste que yacía en cama con fiebre.

Aquí Jesús se maravilla de la “gran fe” del centurión romano. Hay muchos valores de Jesús registrados aquí, como
la dureza de Israel, la salvación de los gentiles y el poder de su mandato para que un enfermo sanara, pero ninguno de
estos valores son la base de su impresión del centurión. Jesús esta reaccionando a la presencia de gran fe donde no la
esperaba – un gentil y un soldado, un hombre que estaba fuera de pacto y cuyo trabajo era matar personas y que en parte
era responsable de la ocupación de Su nación.
única ocasión donde se registra que Jesús se “maravilló de algo”
Esta fue la reacción de un sistema de valores hacia otro sistema de valores. El centurión expresó sus creencias
sobre a) el no ser dignó como Gentil (aunque era un hombre poderoso) de que Jesús le visitara y b) Su creencia en la
autoridad de Jesús y el poder de Sus palabras de autoridad. Cuando el centurión expresó estas creencias, Jesús a su vez
razonó con ellas. Como la dureza del Corazón de los fariseos le molestaban, como la poca fe de los discípulos lo
decepcionaba, la gran fe del centurión le motivó y lo asombró. Fue un “descubrimiento raro” en verdad les digo, que no he
encontrado fe tan grande, ni en Israel.
Aquí vemos que estructuras de valores y creencias reaccionan unas a otras y se evalúan unas a otras. Cuando
vemos a alguien que está lleno de una fe impresionando, no regocijamos. Cuando encontramos a alguien duro y cínico, nos
desmotivamos o molestamos. Como Jesús buscamos a aquellos que razonen con nosotros. Son un descubrimiento raro y
un tesoro. La forma de interactuar con otros dependerá grandemente en lo que valoramos y creemos sobre lo que ellos
valoran y creen. Muchos malos entendidos inter-denominacionales se revuelven al rededor de “lo que creemos sobre lo que
ellos creen” y las fuertes reacciones emocionales que resultan. Es un área crítica de salud mental y es por la razón de que
algunas clase de fundamentalismo, aunque fuertes en muchas áreas son increíblemente dañinas psicológicamente.

ASIGNACIÓN PARA EL 01/03/2020


Según ejemplo anterior, SE REALIZÓ UN ANÁLISIS DE LO QUE CRISTO HIZO EN CUANTO A:
1. Percibe la vida espiritualmente, justamente, verdaderamente y con una perspectiva de Reino.
2. Reaccionar en nuestra alma y espíritu. Ser movido por la vida, no desconectado, frió o duro.
3. Expresa las reacciones con dignidad, poder y equilibrio. Emocionalmente es expresivo, pero esta expresión debe
ser llevada con sabiduría.

AHORA REALIZA UN ANÁLIS DEL SISTEMA DE VALORES Y


CREENCIAS EN LAS SIGUIENTES CITAS BÍBLICAS, SEGÚN TU
PERCEPCIÓN, TU REACCIÓN Y TU EXPRESIÓN:
1.- LA LIMPIEZA DEL TEMPLO:
(Marcos 11:15-17 LBLA) Llegaron a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo comenzó a echar fuera a los que
vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían las palomas; (16)
y no permitía que nadie transportara objeto alguno a través del templo. (17) Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito:
"mi casa sera llamada casa de oracion para todas las naciones"? pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
(Juan 2:13-17 LBLA )La Pascua de los judíos estaba cerca, y Jesús subió a Jerusalén, (14) y encontró en el templo
a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los que cambiaban dinero allí sentados. (15) Y haciendo un azote de
cuerdas, echó a todos fuera del templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los cambistas y volcó las
mesas; (16) y dijo a los que vendían palomas: Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre una casa de comercio.
(17) Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: el celo por tu casa me consumira.
2.- DURANTE UNA TORMENTA EN EL LAGO DE GALILEA.
(Mateo 8:24-26 LBLA) Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca;
pero Jesús estaba dormido. (25) Y llegándose a El, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos , que perecemos! (26) Y
El les dijo ¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe? Entonces se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y
sobrevino una gran calma.
3.- LAMENTO DE JESÚS SOBRE JERUSALÉN
(Lucas 13:31-35) Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere
matar. (32) Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer
día termino mi obra. (33) Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es
posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. (34) ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que
te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
(35) He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
4.-JESÚS EN EL HOGAR DE SIMÓN EL FARISEO
(Lucas 7:36-50)Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se
sentó a la mesa. (37) Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del
fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; (38) y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con
lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. (39) Cuando vio esto el
fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca,
que es pecadora.(40) Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.(41)
Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; (42) y no teniendo ellos con qué
pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? (43) Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien
perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.(44) Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu
casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.(45)
No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.(46) No ungiste mi cabeza con aceite; mas
ésta ha ungido con perfume mis pies.(47) Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó
mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.(48) Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.(49) Y los
que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona
pecados?(50) Pero él dijo a la mujer:Tu fe te ha salvado, vé en paz.

5.- LA OFRENDA DE LA VIUDA


(Lucas 21:1-4) Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. (2) Vio
también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. (3) Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más
que todos.(4) Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó
todo el sustento que tenía.

Agradezco abran el entendimiento,


Lic. Shirley Mora
Facilitadora

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