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“La leyenda del maíz”

Hay varias leyendas que intentan explicar el origen del maíz. En Bolivia existe una
versión que dice que al principio del tiempo existían dos pueblos enemigos, los
charcas y los chayantas. Ambos pueblos eran valientes y trabajadores, pero
desgraciadamente también les gustaba mucho luchar. En todas las competencias
convocadas por el Gran Inca, estas dos tribus eran siempre grandes rivales que
peleaban ferozmente por el título de ganador de una prueba u otra. En la
competición de flechas los charcas destacaban por sus afiladas puntas, verdaderas
obras de arte, hechas de bambú. Cuando una de estas flechas alcanzaba a un
enemigo, ya se podía despedir de la vida.
Por su parte los chayantas eran famosos por sus hondas poderosas que hacían con
tanto esmero que cualquier piedra que se tiraba con ellas era un proyectil
peligrosísimo y frecuentemente mortal. La vida tiene caprichos inexplicables.
Ocurrió que Huayru, el joven chayanta más valeroso y guapo, hijo del cacique, salió
a cazar una mañana de primavera, se acercó demasiado al campamento de los
charcas y se detuvo a beber agua en una corriente cristalina. Allí vio bañándose a
una muchacha bellísima. Era alta y esbelta, tenía largos cabellos finísimos que
brillaban como si fueran de oro con los rayos del sol. La observó fascinado y vio
cómo se vestía con ropas de color verde claro. Se le acercó tímidamente y
empezaron una bonita conversación. Supo que la chica se llamaba Maiza Chojclu y
era hija del cacique de los charcas. Además de bella, tenía un carácter dulcísimo
que cautivó al joven. Cuando sonreía, se veían sus dientecitos parejos que parecían
granos delicados.
Los dos jóvenes se enamoraron profundamente y continuaron viéndose a
escondidas, sin el conocimiento de sus pueblos. Cuando ya no podían vivir sin
verse, Maiza Chojclu accedió a escaparse de su casa, casarse e irse a vivir con los
chayantas, la tribu de su esposo. Los dos enamorados esposos no tuvieron paz por
mucho tiempo.
El padre de Maiza Chojclu se enfureció por este insulto y decidió inmediatamente
pelear contra los chayantas y quitarle a su hija. La guerra estaba declarada y Huayru
tuvo que ir a pelear contra el pueblo de su esposa. Maiza Chojclu estaba tristísima.
Rogó a su esposo, con lágrimas en sus tiernos ojos, que no fuera a luchar contra
los charcas, su propio pueblo. Pero Huayru no tenía otra alternativa y empezó a
preparar sus armas. La joven decidió ir con él, y valientemente también se preparó
para estar a su lado, pasara lo que pasara.
Pronto comenzó la batalla. Maiza Chojclu rogaba a sus dioses que solucionara este
terrible conflicto. Ella se sentía culpable de las muertes que tendrían lugar y pedía
que ocurriera un milagro. La lucha comenzó muy pronto. Una de las afiladas flechas
de los charcas cruzó el aire y se clavó en el pecho de Maiza Chojclu.
Todos se quedaron pasmados por este triste acontecimiento. El padre de la
muchacha se acercó trastornado para ver a su hija que estaba muriendo en los
brazos de su esposo. Sus oraciones habían sido escuchadas y ella era la única
víctima de una guerra sin sentido.
La enterraron en ese mismo lugar. Huayry pasó toda la noche llorando la muerte de
su esposa. Tantas eran sus lágrimas que regaron el lugar donde yacía el cuerpo de
la joven. Parecía como si de sus ojos brotara un manantial que humedeció la tierra.
Mientras más recordaba la gracia y dulzura de Maiza, más lloraba el guerrero.
Finalmente se durmió, vencido por el sueño y la tristeza. Al amanecer despertó con
el corazón oprimido por el dolor. Palpó la tierra donde habían sepultado a la
muchacha y vio con sorpresa que allí mismo había brotado una plantita cuyas hojas
eran del mismo color verde que las ropas de Maiza Chojclu. Se dio cuenta de que
los dioses le habían enviado un regalo precioso y cuidó esa plantita con amor y
paciencia. La nueva planta creció sana y esbelta como su esposa, con hojas que
recordaban sus ropas verde claro. Parecía sostenida por la flecha que le quitara la
vida. Cuando dio frutos, Huayru vio que sus granos parecían los graciosos dientes
de Maiza Chojclu y eran tan dulces como ella. Y por esa razón, esta nueva planta
se llama maíz y en ciertas regiones de América Latina sus frutos se conocen con el
nombre de “chojclu”.
“El cuento de la Pastora”
En el campo, cerca del pueblo, una pastora cuida su ganado cuando se le acerca
un joven bajo y muy bien vestido, el cual comienza a hablarle de amor. El joven
desea casarse con la pastora, pero ella no quiere.

Hacen chistes sobre lo bajo que es él. El joven le dice que pese a lo bajo que es, es
capaz de levantarla. La pastora se sube en su espalda y, con gran asombro, ve
como los largos brazos del joven se transforman en alas, para emprender el vuelo
hasta una cueva en medio de un cerro, donde era difícil llegar.

El joven curco (jorobado) era el cóndor que se volvía hombre cuando hablaba.

El cóndor deja a su amada en la cueva y sale a buscarle comida. Trae carne cruda,
pero la pastora lo rechaza, no la quiere. Vuelve a volar el cóndor y deposita la carne
sobre restos de fuego donde la sopea (carne asada sobre cenizas). Alimentando
así a la muchacha, que sigue viviendo en la cueva, pasan tres años. La pastora ya
tiene una guagua. La pastora quiere irse, pero no puede avisar a sus padres, su
cuerpo comienza ya a cubrirse de plumas.

Una tarde la pastora ve que por abajo pasa un zorro. Ella lo llama y desde lo alto de
la cueva lo grita pidiéndole por favor que avise a su padre, Urrucutu Pancho, lo que
ha pasado y dónde está.

El zorro corre por el campo gritando:


—Urrucutu Pancho, Urrucutu Pancho…
Cuando encuentra una lagartija y empieza a perseguirla para cazarla. Cuando se la
come se acuerda del encargo de la pastora, pero ve que se le ha olvidado el nombre
del padre de la pastora. Regresa a la montaña donde está la cueva. La pastora le
dice:
—Urrucutu Pancho es el nombre de mi padre.
Vuelve el zorro a correr por los cerros llamando al pastor:
—Urrucutu pancho…Urrucutu Pancho…
Pero ahora ve a un pajarito y comienza a perseguirlo, y otra vez se le olvida el
nombre del pastor. Vuelve nuevamente a los pies de la montaña donde vive la
pastora. Ella vuelve a repetirle el nombre de su padre y a pedirle por favor que
cumpla su encargo.

Gritando por el campo el zorro llega cerca del rancho donde vivía Urrucutu
Pancho. Cuando el pastor ve rondando cerca al zorro, largó los perros para que lo
corran y lo sigan, porque el pastor no sabía a lo que iba el zorro. Cuando el zorro
se ve acorralado grita al pastor:
—No te diré donde se encuentra tu hija perdida.
Urrucutu Pancho detiene a los perros y al saber lo que le había ocurrido a su hija se
apura para salvarla, siguiendo al zorro que lo lleva hasta la cueva.
Durante el día el cóndor no estaba en la cueva porque tenía que salir lejos a buscar
alimentos para su hijo y su amada. El pastor, Urrucutu Pancho, se aprovecha de
eso y sube hasta lo alto del cerro, desde ahí deja caer una cuerda hasta la cueva
donde estaba su hija. La pastora se amarra con ella y es izada por su padre junto
con su hijo.

Es tarde, ya se esconde el sol, cuando el cóndor llega cansado a su casa, en la


cueva del cerro. Ahí ve desesperado cómo no está la pastora y tampoco su hijo.
Llorando el cóndor recorre los cerros y los campos sin poder encontrarlos. Agotado,
ve un rancho y parte para allá a descansar encima del techo de paja.

Urrucutu Pancho y su hija ven acercarse al cóndor, porque era de ellos la casa.
Ligero el padre esconde a la pastora y su hijo en un huilqui (cántaro, vasija grande)
y lo tapa y hace como que está trabajando.

El cóndor llega a la casa y llora callado. De uno de sus ojos sale agua cristalina, el
otro ojo llora sangre.

Más tarde el cóndor emprende solitario el vuelo hacia la cordillera.

Al quedar solo, Urrucutu Pancho corre a ayudar a su hija a salir del huilqui. Pero ve
con gran pena que su hija y su nieto están muertos convertidos en cóndores.
“El cuento de los Dos Hermanos”
Eran dos hermanos. Uno rico y uno pobre. El hermano rico detestaba al hermano
pobre. El hermano pobre, cansado del trato que recibía de su hermano, parte de la
casa en busca de trabajo. Como no tiene alimentos para el viaje va donde su
hermano rico que bota los desperdicios y recoge una cabeza de gallo y restos de
pan.

El hermano pobre camina un día entero y, al anochecer, llega a una cueva, ahí se
decide a dormir. Se tapa con su delgado y destrozado poncho.

Al amanecer despierta de repente y ve cómo, a la entrada de la cueva, hay dos


hombres sentados que tienen todo su cuerpo y cabeza cubiertos con una coraza de
oro. En las primeras horas de la mañana los hombres se levantan y bailan. Pero,
antes de empezar a bailar, se sacan los cachos que llevaban en la cabeza. El joven
se los pone en su cabeza. El joven estaba muy asustado, cuando de repente, la
cabeza de gallo canta. Los hombres detienen su baile, se sacan la coraza y parten
corriendo.

El muchacho espera que la mañana esté avanzada para salir de la cueva. Cuando
va saliendo mira las corazas y, con sorpresa y alegría, ve que son de oro. Entonces,
vuelve a partir para la ciudad, donde vende las corazas y los cachos de oro y queda
tan rico como su hermano.

Cuando el hermano rico ve que su hermano pobre regresa con tantas riquezas como
las que tiene él, le pregunta de dónde las ha sacado, si es fruto de su trabajo o algún
robo. Tanto pregunta y contesta, que el otro le cuenta todo.

El hermano rico, lleno de ambición, quiere ir también en busca de riquezas. Mata un


gallo y reúne un poco de pan seco y parte.

Al llegar a la cueva, pasa lo mismo que había pasado antes. El hermano rico ve dos
hombres que conversan y que, al amanecer, se sacan los cuernos y bailan. El
hombre se los pone, pero el gallo no canta, aunque el hombre lo molesta y empuja.
Parece que los diablos ya están por terminar de bailar, entonces el hombre canta
como gallo y aletea igual que él.

Los diablos arrancan y lo dejan todo botado. El hombre quiere sacarse los cuernos,
pero no puede. Asustado, huye a su casa. El peso de los cuernos parece aumentar
cada vez más. Entonces decide consultar a un brujo.

El brujo le dice que tiene que colocarse en lo alto de una peña con un animal para
que el cóndor baje a robárselo: cuando el cóndor haga fuerza le pateará los cuernos
y se los irá sacando así. Pero, con cada intento del cóndor los animales caen a una
quebrada honda donde van muriendo. El hombre tiene que poner otros animales.
Cuando cae el último de los animales a la quebraba, desaparecen los cuernos, pero
el hombre queda arruinado.
Esto sirve para demostrar que los que ambicionan con malas artes más de lo que
tienen lo pierden todo.

Nota: Este cuento muestra cuán peligroso “es desear más de lo que Dios ha dado”.
Es decir, que los hombres deben conformarse con lo que tienen y aumentarlo con
su esfuerzo solamente, ya que solo es privilegio de Dios otorgar venturas
especiales. Aquel que por ambición las busca, “es castigado perdiendo todo lo que
tiene”.

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