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Supuestos Básicos.
Su estructura política fue esencialmente inestable. Entre 1470-1558 (sobre todo entre
1529-1547) existió en los círculos oficiales de Inglaterra el deseo de conseguir algunos de
los instrumentos de un gobierno monárquico fuerte. Enrique VIII fue un autócrata
poderoso. Después de 1558 Isabel y sus consejeros abandonaron toda ambición de
desarrollar una monarquía como las del continente. El Estado Tudor no poseía la fuerza
bruta necesaria para destruir a la oposición. Cuando las elites lucharon entre sí fue
necesario un cambio de estructura.
Componentes ineficientes del Estado isabelino: el dinero (impuesto sobre la propiedad,
aranceles de aduana, apoderamiento de propiedades de monasterios y fundaciones; la
mayor parte vendida por costes de guerra; ingresos solo suficientes para tiempos de paz;
la Corona no puedo desarrollar fuentes alternativas de ingreso –monopolio de minerales,
cobre, sal-; cargos importantes comprados y vendido por los propios funcionarios;
debilidad administrativa; bien político > eficacia fiscal; evasión fiscal; económicamente
bloqueada); las tropas (mercenarios licenciados; milicia propia mal armada y mal
entrenada; creación de tribunales sujetos al control real; fortalecimiento de autoridad de
la gentry; crisis de la Reforma; división de responsabilidades; particularismos locales
crecientes); religión (Enrique VIII Iglesia nacional –sin éxito-; oscilaciones religiosas
incrementan confusión –erastianismo-; falta de confianza de la Iglesia oficial, desarrollo de
grupos no conformistas; no controlaba siquiera su propio clero); estructura social (nueva
aristocracia burocrática y militar; débil control sobre prensa y oratoria; censura de prensa
–poca eficacia-; conflictos ideológicos). Política isabelina llena de contradicciones y
debilidades.
Conclusión.
La guerra comenzó con la fisión de las elites tradicionales, después ocurrieron otras cosas:
toma del poder dentro del Parlamento por los partidarios de la línea dura de la victoria
militar; nacimiento de una ideología y de un partido político radical de clases bajas y
medias; destrucción de tres viejas instituciones: Monarquía, Cámara de los Lores e Iglesia
Epicospaliana; sustitución de la Commonwealth por una dictadura militar apenas
disimuladas; derrumbamiento final del régimen revolucionario.
Por primera vez en la Historia, un rey ungido fue juzgado por faltar a la palabra dada a sus
súbditos y decapitado en público, siendo su cargo abolido. Se abolió la Iglesia establecida,
sus propiedades fueron confiscadas y se proclamó la tolerancia religiosa.
Apareció un grupo de hombres que hablaban de Libertad, no de libertades; de igualdad,
no de privilegio; de fraternidad, no de sumisión.
Aunque la revolución fracasó, sobrevivieron ideas de tolerancia religiosa, limitaciones al
poder ejecutivo y una política basada sobre el consentimiento de un sector muy amplio de
la sociedad.
Bill of Rights, Tolerarion Act, electorado asombrosamente numeroso, activo y articulado.
La crisis inglesa del s. XVII puede aspirar a ser la primera “Gran Revolución” en la historia
mundial.
Representaciones y Prácticas. Revolución y Lectura en Francia s. XVIII
(Chartier)
El corpus de las ideas filosóficas fue considerado como la matriz de los acontecimientos,
su condición necesaria. Luego la concepción fue la contraria, se distendió la relación entre
revolución y filosofía.
Modelo clásico: si los franceses del s. XVIII hicieron la revolución fue porque, previamente,
los libros que habían leído habían transformado sus maneras de pensar y de ser. Los
nuevos libros habrían liberado a sus lectores del antiguo orden de cosas y les habrían
hecho concebir otro posible. Esto postula implícitamente que mediante el acto de la
lectura los lectores se convierten en lo que los textos quieran que sean.
Existencia de tres mercados del libro en Francia en s. XVIII: libros raros y curiosos
(multiplicación de ventas públicas, redacción de catálogos, especialización de
comerciantes; recorta una clase particular de obras raras, su valor depende de criterios no
estándar; se formó un mercado del libro para una clientela aristocrática y acomodada
cada vez más activo); mercado de novedades (más amplio; estabilidad de larga duración
del proceso de fabricación del libro; algunos problemas –gasto de impresión, contratación
obreros, reducidos tirajes, etc.-; edición sometida al capital comercial; mercaderes-
libreros como amos del juego; crecimiento de las novedades: aumento del número de
obras publicadas en francés, demanda masiva y numerosa, aumenta tamaño de
bibliotecas personales, libro como posesión personal, grandes bibliotecas, gabinetes de
lectura –para los pocos adinerados-, mercado para el libro “filosófico”); compradores
numerosos de arraigo popular (política editorial: imprimir a mejor precio, ediciones
baratas; libreros-impresores especializados, proponen circulación de textos a nuevos
lectores; venta ambulante como más poderosa, cuatro tipo de vendedores: las dos
primeras sometidas a reglas y formalidades –buhoneros y merceros; vendedores
ambulantes y carteleros-; las otras dos son desconocidas por los reglamentos pero
toleradas por las autoridades –vendedores que van a las casas; vagabundos de las ferias,
calles y pueblos-; la venta ambulante es masiva, el primer mercado está constituido por
las poblaciones citadinas; función de la venta ambulante: alimenta a dos mercados –el de
los letrados; lectores menos hábiles y menos afortunados-; los mercaderes foráneos son
los agentes privilegiados del primer comercio, los merceros se dirigen a los lectores de
extracción más popular).
Multiplicación de lectores, la librería del siglo ofrece una producción transformada.
Mutación más espectacular: en las demandas de permisos públicos, retroceso y caída de
los libros de religión, aumento de las ciencias y las artes. Propone doble ambición: de
inventario y conocimiento y también de crítica y reforma.
Libros “filosóficos”: impresos por sociedades tipográficas instaladas en el perímetro del
reino, introducidos clandestinamente y vendidos de forma prohibida y perseguidos por las
autoridades reales; suelen estar compuesta de una mercancía mezclada, tres repertorios:
textos propiamente filosóficos (crítica moral y política, a las creencias y autoridades);
literatura pornográfica; conjunto de sátiras, libelos, crónicas escandalosas sobre la
corrupción de los poderosos, etc.
Estos libros “filosóficos” son de un comercio peligroso. Quienes tienen trato con ellos, los
almacenan o distribuyen, corren grandes riesgos. Por ellos poseen un precio más alto.
Cerca de dos tercios de los libros fueron impresos entonces bajo el cobijo de una
autorización secreta y verbal, sin ninguna autorización, o violando una prohibición. La
mayoría de los libros franceses provenían de las prensas fuera de Francia.
Distinguir dos grupos dentro de ésta producción ilícita: libros prohibidos (quedan
secuestrados y se destruyen); libros falsificados (son o devueltos o entregados al librero
propietario de privilegio). Los lectores saben diferenciarlos.
Presencia multitudinaria de filósofos entre estos libros: Fontenelle, Hobbes, Bayle,
Diderot, Rousseau, Voltaire, etc.
División fundamental que organiza el campo literario: entre autores dignos de éste
nombre y los folicularios, funda las estrategias de distinción que hacen del desdén hacia la
“baja literatura” el signo mismo de la calidad del escritor.
Atracción de lo prohibido y seducción por la irreverencia o la transgresión.
Para Darnton los libros filosóficos habrían producido una verdadera erosión ideológica
que puso la mesa para la ruptura revolucionaria. Sería entonces estrecho el vínculo que
unía la profunda penetración de las obras prohibidas, corrosivas y profanadoras, y el
desmembramiento del sistema creencias que garantizaba al rey el respeto y el amor de su
pueblo.
Pero aquí encontramos que la lectura está investida de un poder y eficacia que quizá no
posee. Hay que considerar los límites de su ámbito social de circulación, mucho más
restringido. Además la lectura no lleva directamente a la creencia. También las mismas
lecturas filosóficas estaban presentes en lectores que harían elecciones muy
contradictorias frente al acontecimiento revolucionario.
Habría habido también un tardío apego al corpus filosófico por parte de quienes son
víctimas o enemigos de la revolución.
Todo esto quita a los libros ese poder inmediato que algunos les habían asignado. El
desamor ante el soberano no es, además, necesariamente el resultado de una operación
intelectual. Había formas mucho mas “vulgares” que degradaban la calidad del rey.
Desacralización de los atributos y símbolos de la realeza, privada desde entonces de toda
significación trascendente. Proceso de desencanto simbólico de la monarquía.
Los libros filosóficos, lejos de ser los creadores de ésta ruptura, serían por tanto producto
de ella. Primera razón para dudar de la eficacia atribuida al impreso “filosófico”.
Segunda razón: peligro de leer esa literatura a contrapelo, es decir, a partir del hecho
revolucionario y atribuirle un significado unívoco.
Las prácticas de lectura se modificaron en Francia en el s. XVIII. La lectura ha perdido la
referencia religiosa que anteriormente detentaba. Una nueva relación con el texto se
construyó, sin respetar a las autoridades.
Lo esencial está por tanto menos en el contenido de esos libros que en un modo de
lectura inédito que desarrolló una actitud crítica, desprendida de la dependencia y de las
obediencias sobre las que se fundaban las antiguas representaciones.
En Francia, en una coyuntura política específica, fue la mutación conjunta de las prácticas
y de las representaciones la que hizo concebible, comprensible y aceptable el rápido y
brutal rechazo al antiguo orden de cosas.
Descubrimiento y definición del Antiguo Régimen (Goubert)
Dos maneras de definir el AR: análisis de una estructura política y jurídica, parte de las
teorías para llegar a las instituciones; denominación global para designar todo lo que
ocurrió en Francia entre s. XVI-XVIII.
Aparición tardía de la noción de AR, nació al tiempo que la cosa real moría. Murió entre
1789-93. Marcar las etapas de su agonía y el nacimiento de un régimen nuevo, que se
afirma oponiéndose al precedente.
En zonas rurales poco penetradas por la vida moderna llamaban al régimen anterior “la
época de los señores”. Basta casi para caracterizar en el medio rural corriente lo que los
constituyentes bautizaron como AR.
Varios aspectos que se conjugan (estancamiento técnico, ascenso de los jóvenes, carestía)
para impulsar la “emoción”, a la rebelión a cierto número de campesinos, a lo largo del
reino.
La primera oleada apuntó a los diezmos, a los derechos feudales, a la nobleza (a sus
archivos y títulos feudales). El AR, para los campesinos, consistía en los señores y el
feudalismo.
Reunidos en los Estados Generales, la mayor parte de los campesinos decidió no pagar
más el diezmo. Algunas minorías atacaron violentamente algunos castillos, pero la
resistencia más efectiva era la pasiva.
Luego se les ordenó que siguieran pagando, eso originó una tercera oleada, menos
violenta pero definitiva, siguieron sin pagar nada. Así destruían lo esencial, al negarlo, del
AR, el feudalismo.
La revolución seguía su curso y arremetía contra la aristocracia, luego Europa, luego el rey,
etc. Por ley, el 17/07/1793, la abolición fue total y sin reservas.
Orígenes milenarios.
El AR sólo resulta claro por oposición a lo que lo siguió. Lo propio del AR es la confusión,
ésta se deriva de su naturaleza. Es un magma de cosas habitualmente seculares, a veces
milenarias. Fue profundamente conservador, de antigüedades a la vez respetadas,
veneradas, deformadas, olvidadas, resucitadas, etc. Sus componentes tienen todas las
edades.
Nueve rupturas vivaces, lentas, por las cuales murió progresivamente el AR: aceleración
de los transportes (economía unificada); industrialización (vapor y siderurgia); red
bancaria; unificación lingüística; instauración y aceptación del servicio militar; unificación
jurídica del país (código de Napoleón); simplificación y unificación administrativas;
revolución demográfica; retroceso de la piedad (indiferencia religiosa).
Estas rupturas ayudan a definir el AR, que es precisamente lo inverso de esa serie de
novedades.
Económicamente se caracteriza por la lentitud de las relaciones, predominio de la
agricultura, insignificancia de la metalurgia, casi nulo sistema bancario. Demográficamente
siguió siendo medieval por altos niveles de nupcialidad, fecundidad y mortalidad, y
persistencia de epidemias o hambrunas. Políticamente poseía diversidad jurídica,
lingüística, administrativa, del privilegio. Mentalmente marcado por mezcla de creencia en
prodigios y fervor cristiano, analfabetismo, vida provincial y local aisladas, concepción
débil del Estado.
La revolución no fue emprendida para destruir el imperio de las creencias religiosas, sino
que fue una revolución social y política. No tendió en absoluto a perpetuar el desorden,
sino a acrecentar el poder y los derechos de la autoridad pública.
Esta revolución no tuvo por efecto más que abolir las instituciones políticas y que se
designan de ordinario bajo el nombre de instituciones feudales, para sustituirlas por un
orden social y político más uniforme y sencillo, que tenía por base la igualdad de
condiciones. Hizo falta una espantosa convulsión para destruir y extirpar de repente del
cuerpo social una parte que afectaba a todos sus órganos.
Institución política y derecho: concepto de “estado moderno” (Clavero)
Estado Moderno, institución política imperante entre los s. XV-XVIII en los territorios
europeos. El propio término de EM históricamente surgió para identificar y calificar a la
posterior institución política de la Edad Contemporánea, extendiéndose respectivamente
a los siglos inmediatos de la Edad Moderna.
La aparición en el campo de la investigación histórica de un concepto construido de
Estado pudo deberse a la proyección de su idea contemporánea.
La historiografía del EM puede construir hoy su concepto de base con cierta autonomía e
independencia de la problemática del Estado Contemporáneo.
Hoy el concepto se intenta construir en la misma investigación histórica, sobre la propia
experiencia política de la época en cuestión.
Strayer: EM, aquel que sobre un territorio continuo constituye instituciones impersonales
y duraderas en grado de imponer su autoridad y derecho, aun sin monopolizar por ello el
poder, por encima de vínculos o de lealtades familiares, comunitarias o religiosas
anteriores.
Algo a tener en cuenta es la presunta dependencia del derecho respecto al EM.
El hecho de que el EM haya de dejar subsistir “costumbres” e instituciones de otra índole
y de no poca entidad, le parece a Strayer tan sólo una “fórmula ingeniosa” para lograrse,
sobre ellas, su propia constitución y desenvolvimiento; la presencia por encima del mismo
“Estado” de un “derecho romano” de vigencia igualmente heterónoma sólo le merece la
consideración lateral de que sin tal tipo de derecho el EM también se habría constituido.
No es mediante “leyes” precisamente como en ésta época, bien activo aquel sistema
romano-canónico “no estatal” de creación y reproducción del derecho, se establecen y
desarrollan los elementos esenciales del orden jurídico.
Maravall: se nos presentaba el “Estado” como “una creación del Renacimiento”, que había
de implicar “una organización jurídicamente establecida, objetiva y duradera, con un
poder supremo independiente en su esfera, ejerciéndose sobre un grupo humano
determinado y diferenciado de los demás, para la consecución de unos fines de orden
natural”, ésta sería “la idea del Estado territorial soberano de la Edad Moderna”. Tal idea
no podía realmente sostenerse sobre el propio testimonio de su literatura política.
Vacila Maravall en la adjudicación de contenido propiamente “estatal” a dichas
expresiones de la época.
Una consideración del “Estado referido a la dignidad Real” que se desarrollará en términos
bien poco estatales.
El más amplio “sistema político de la monarquía no fue un estado, en sentido puro; fue,
más bien, un super Estado; los territorios menores tampoco son “Estado”, sino, a lo más,
elementos de un “Estado federativo”; el resto, en suma, serían “instancias extra y
supraestatales de poder”.
El “derecho español” sencillamente no existe o no presenta sustantividad apreciable en la
época.
El estudio de las instituciones políticas modernas, equivalente recurso a aquella doctrina
más propiamente jurídica que, en su época y sobre diversos supuestos, hubo de regir y
conformar en algún grado las mismas instituciones.
El concepto de Estado sigue faltando; falta su constancia en la “mentalidad” de la época, y
falta su presencia contrastada en las instituciones del momento. Sigue faltando el análisis
de la estructura institucional efectiva de la unidad política que se quiere calificar como
Estado y la “mentalidad social” aplicada a la comprensión y al gobierno de tal estructura.
Sigue faltando el estudio del derecho en su sentido, de complejo institucional e ideológico
operativo.
El mismo concepto de Estado podrá volver a centrarse en su entidad contemporánea sin
perder toda su más específica problemática; abriendo con ello la posibilidad de que los
sujetos políticos “soberanos” anteriores resulten situados y analizados en su sustancial
dependencia de un sistema normativo cuya determinación en mayor medida se le escapa,
esto es, en su radical incapacidad legislativa de sentido mínimamente constituyente.
Orden jurídico y poder político en el AR (Garriga)
La historiografía del derecho nació como parte del complejísimo proceso de construcción
estatal.
Las razones por las que muchos obedecen a unos pocos en cierto espacio de convivencia,
y el modo como éstos deban ejercer sobre aquéllos el poder que así tienen ha sido
siempre cuestión problemática que ha requerido de una estructura de legitimación, de
argumentos capaces de crear un efecto de obediencia consentida en quienes soportaban
la dominación política. El Estado nacional es la particular solución que el mundo occidental
contemporáneo ofreció a este problema, y supone el monopolio del uso de la fuerza
legítima en un determinado espacio.
Esta tarea expropiatoria exigió una potente operación ideológica en la cual la historia
como disciplina asumió el cometido de naturalizar la idea estatal.
El Estado envuelve toda una concepción acerca de cómo debe configurarse la dominación
política, mediante un proceso complejo y muy conflictivo, el llamado Estado liberal o de
derecho. La construcción jurídico política del Estado nacional exigió la invención de la
tradición nacional bajo forma estatal.
Se asume la ordenación de la realidad jurídica conforme la dicotomía privado/público.
Paradigma bipolar. Se presupone que también en el mundo pre-contemporáneo se daba
una separación tajante entre el Estado y la sociedad civil, como sedes para la realización
del interés público y de los intereses privados. Identificando lo “público” con el Estado.
Como polo que concentra la totalidad del poder político, el Estado se concibe funcional o
internamente dividido en legislación, gobierno o administración y justicia. Los juristas
confeccionaron a partir del Estado liberal una teoría del Estado y los historiadores
convirtieron al Estado en la forma de organización política propia de toda sociedad
civilizada.
La historia del derecho pasó a ser “dogmática retrospectiva” y bajo la forma de una
“historia jurídica del derecho”, se dedicó a inventar una tradición que contribuyese a
legitimar los nacientes Estados nacionales. Podemos llamar a esto “paradigma estatalista”.