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Revueltas en la Monarquía Española (Elliot)

1640-49: período de revueltas para monarquía española (Cataluña en primavera 1640,


luego Portugal). En la propia península ibérica disturbios de carácter local y no muy
peligroso. Levantamientos populares en Sicilia y Nápoles; la monarquía capeó esos
temporales pero en momentos la situación fue crítica.
En ésta década el corazón de la monarquía, Castilla, se mantuvo firme. Las revueltas se
produjeron en la periferia.
Cuatro principales revueltas (Portugal, Cataluña, Sicilia, Nápoles). El portugués fue el más
revolucionario por sus resultados a largo plazo. En algunos casos las precondiciones de las
rev. son más “importantes” que ellas mismas. Acontecimientos casi fortuitos y
accidentales en Sicilia, aquí los precipitantes de la revuelta son más fuertes que las
precondiciones. Éste y el de Nápoles son mas bien motines provocados por el hambre,
ayudados por la debilidad de la monarquía y la presencia de líderes carismáticos.
Se pueden agrupar en dos tipos de turbios: revuelta popular (insurrecciones de masas por
el hambre y la miseria, acentos religiosos, protesta violenta); revuelta de la nación política.
Se pueden dar simultáneamente, una sin la otra, o una provocar la otra.
Sicilia y Nápoles pertenecen a la primera categoría (mov. populares sin elite); Portugal a la
segunda (sin pueblo pero con su apoyo); Cataluña una mezcla de ambas.
Una precondición importante puede ser la existencia de precedentes y ejemplos (de
revueltas).
Cataluña y Portugal más peligrosos porque la elite apoyaba la insurrección o no actuaba
en ningun sentido. Desastrosos para Felipe IV: alienación de la clase dirigente respecto de
la Corona. Problema en España por su división en reinos con diferencias entre ellos.
Señales de cambio: el príncipe dejaba de vivir en su pueblo (reinos sin rey); rey fuente de
justicia, administración y patronato (al no estar presente, como iba a cuidar a sus
súbditos?), causa de malestar y confusión. La ausencia del rey se suplía con otro símbolo
de lealtad, la “patria”.
En la Europa de los s. XVI-XVII ese concepto es incierto. Se solía aplicar a una comunidad
local, no nacional. Pero Portugal y Cataluña tenían una concepción fuerte de sus
comunidades nacionales, con la que medían la actuación del Gobierno (Cataluña basada
en el recuerdo de un pasado magnífico; Portugal por una soberanía e independencia
desaparecidas recientemente). Había en estas imágenes elementos de autoengaño y una
negación de realidades desagradables.
También mantuvieron una identidad por el sistema constitucional en que vivían. Cada país
tenía sus Cortes (los catalanes poseían su diputació; portugueses al duque de Braganza,
noble de sangre real) aunque tuvieran efectividad limitada por la presencia del rey.
Clero parroquial, guardián de memoria colectiva, cercano al pueblo y educado, transmite
a las masas las tradiciones nacionales y las incita a defenderlas.
Cataluña y Portugal conservan sus propias lenguas, aspecto no definitorio.
Precondición esencial: comunidad provincial (catalana y portuguesa) alienadas del
Gobierno central desde tiempo atrás. Los nobles se consideraban fuera del patronato,
oligarquías urbanas veía descuido de sus intereses por el gobierno absentista, la nación
política no miraba bien a un Gobierno desde Madrid.
Años de 1620, cambio en las relaciones entre Madrid y grupos dominantes de Cataluña y
Portugal: transición de la negligencia a la intervención, de la indiferencia a excesivo interés
en asuntos catalanes y portugueses.
En la época de indiferencia la aristocracia local aprovechaba para actuar con cierta
impunidad. Los virreyes en Sicilia y Nápoles actuaban de manera descomedida con sus
gobernados.
El gobierno de Felipe IV, con Olivares a la cabeza, no era nada bien visto y no hizo nada
por disipar las inquietudes.
Las exigencias de la guerra en el exterior imponían al Gobierno de Madrid una nueva
política con independencia de la personalidad de los ministros. Necesitaban movilizar
muchos recursos, y para ello presionaba por demás a sus reinos.
1620-29: mayor presión de Madrid sobre las comunidades provinciales. Las elites catalana
y portuguesa la asociaban con las intenciones agresivas de Castilla. Los castellanos habían
monopolizado a la persona real, se habían apoderado de los cargos y empleos más
lucrativos. 1625-26: rumores de “un rey, una ley, una moneda”, el rey era ya un
castellano. Las medidas de Olivares aumentaron los recelos y reforzaron la determinación
de catalanes y portugueses de conservar la identidad de sus propias comunidades.
La barreras legales tras las que se ocultaban portugueses y catalanes dificultaron la
realización de los planes de Olivares de establecer una uniformidad en cuanto al esfuerzo
militar; se sentían ofendidos con Olivares por su insistencia. En 1637 hubieron dos
acontecimientos (uno en cada región: levantamiento contra un nuevo tributo en del Evora
en Portugal; contra la campaña contra Francia en Cataluña) que podrían haber servido de
aviso a Castilla.
En 1640 ambos grupos sociales dominantes estaban encolerizados y asustados. Miedo
egoísta, a perder sus privilegios; en peligro la identidad de sus comunidades nacionales.
En ese momento ambas clases dirigentes podían aceptar o tolerar la ruptura decisiva con
Madrid.
Desde 1620 ambas economías venían siendo afectadas por las guerras, la peste, el
hambre, etc. En 1640 ambos reinos habían conocido tiempos mejores pero veían que
podrían enfrentarse a aún peores, pues aunque su grado de prosperidad no fuera mucho,
sin duda era mucho mayor al de Castilla. El principal motivo de alarma era la inestabilidad
de la moneda castellana y el posible sistema único de moneda.
En 1630-39 las ventajas de los mercaderes iban desapareciendo. Portugal no podía
marchar peor sin Castilla.
Las precondiciones económicas de las revueltas se basaron más en expectativas que en
realidades. Un Portugal independiente tenía mas posibilidades de recuperación y
expansión que Cataluña; además la clase gobernante portuguesa poseía mayores
incentivos económicos para la revuelta que Portugal.
La última precondición para la revuelta de la clase dirigente es tener la oportunidad de
actuar con cierta probabilidad de éxito. El debilitamiento de la Monarquía española en
1639-40 ofrecía esta oportunidad. La reputación del ejército español estaba disminuida.
En Cataluña, en 1640, el comportamiento del ejército real allí ubicado provocó un
levantamiento de los campesinos que los llevaron por delante.
La clase gobernante catalana se había alienado en grado extremo del Gobierno, por ello o
bien apoyaron la diputació o simplemente observaron pasivamente.
En Portugal la decisión fue más sencilla, pues no había ejército acantonado y los peligros
inmediatos eran mínimos. La nación política portuguesa estaba preparada para lanzarse a
la lucha.
Durante 1640 ambas clases dirigentes se mostraron dispuestas a apoyar una revuelta
contra la autoridad real o participar en ella. Estas precondiciones eran comunes a casi
toda la Monarquía, pero las aristocracias napolitana y siciliana no siguieron el ejemplo de
sus colegas.
Durante 1640, en Sicilia y Nápoles, hubo indicios de una vaga aspiración a la
independencia. Pero en ninguno de los dos territorios se encuentra esa profunda
alienación de la nación política respecto de la Corona que hizo posible en las otras dos
regiones que se pronunciaran a favor de una nueva dirección política. Tampoco tenían un
claro sentimiento de comunidad ideal o de patria que sirviera de foco alternativo de
lealtad.
Ambos parlamentos eran manejados por los virreyes; eso provocó también falta de unión
política, falta esencial como precondición revolucionaria. Ambas carecían de espíritu
comunitario y de defensas constitucionales. Fueron explotados sistemáticamente por
Madrid.
Hubo un cambio en el equilibrio de poderes, un abandono gradual de las funciones del
Estado, asumidas por las aristocracias locales (venta de cargos). La administración virreinal
de Nápoles se vendió a la aristocracia. El poder real se derrumbó en Nápoles en los
primeros años de 1640, los nobles tenían el control en sus manos. Esto destruyó (también
en Sicilia) la posibilidad de un movimiento de independencia al estilo Portugués.
La posición de mando lograda por los nobles con la ayuda real durante 1630-50 redujo
mucho la posibilidad de un serio conflicto con Madrid; pero la ausencia relativa de
conflicto político estaba más que compensada por el agudo conflicto social que producía
el abuso de la aristocracia. Guerra civil constante en el campo napolitano.
A medida que las pasiones populares iban alcanzando el punto de explosión fueron
surgiendo líderes entre el populacho. Simbolizaban el triunfo del pueblo sobre sus
opresores, los nobles. También simbolizaba la restauración de la supuesta alianza histórica
y tradicional entre el rey y el pueblo.
En algunas partes de la Monarquía una historia idealizada ayudó a suministrar un plan de
acción y una justificación teórica de los movimientos de la revuelta.
Mientras que la revuelta aristocrática iba contra el poder de la Corona, la revuelta popular
iba contra el poder de la aristocracia y aspiraba a reinstaurar una edad de oro.
La revuelta urbana fue un ataque contra los grupos dominantes. En 1647 el precipitante
de la revuelta de N y S fue la subida de precios de los alimentos. Las precondiciones se
deben buscar en las injusticias sociales y económicas que unieron ciudad y campo en un
gran movimiento de protesta contra un sistema social injusto y opresivo.
Paradoja: Madrid mismo había creado las condiciones para estas revueltas pero eran las
que menos peligro traían. En N y S se da un amplio movimiento popular pero no así de los
grupos dominantes. En P se moviliza la nación política pero no el pueblo, más allá de dar
su apoyo. En Cataluña se da un mix.
En C la revolución popular fue provocada por el ejército del reya, alojado en hogares
catalanes. Los trastornos sociales fueron la continuación del levantamiento popular, hasta
que fueron controlados con ayuda francesa.
En 1640, en C y P, los sentimiento anticastellanos eran lo bastante poderosos en todos los
estratos como para proporcionar una base temporal de acción a escala nacional.
Todas, P C S N, fueron sometidas a fuertes presiones fiscales y militares, gobernadas a
control remoto desde M, cada vez eran más explotadas. C y P consiguieron evitar que la
explotación fuera excesiva, no así N y S.
Los levantamientos de N y S nacieron del descontento de una población explotada. Los de
P y C del temor, a que sus sociedades siguieran como N y S.
Detrás de las 4 revueltas está el mismo fenómeno: la presión fiscal ejercida por un
gobierno ajeno.
La Revolución Inglesa (Stone)

Supuestos Básicos.

Primero: la disolución del gobierno fue la causa de la guerra y no la guerra la causa de la


disolución del gobierno. Las instituciones del Estado y la Iglesia se habían derrumbado dos
años antes de la guerra.
Segundo: es algo más que una simple rebelión contra determinado rey. Hubo un cambio
fundamental en la organización política y en el mito predominante del orden social.
La naturaleza revolucionaria se puede demostrar por hechos y palabras. No sólo ejecutó a
un rey sino que abolió la monarquía; no solo ajustició a nobles sino que abolió la Cámara
de los Lores; barrió la Iglesia oficial y se apoderó de las propiedades del episcopado.
Revolución fecunda en escritos, choque de ideas e ideologías, nacimiento de conceptos
radicales. El movimiento fue conservador si tenemos en cuenta la definición de
“revolución” actual, ya que tanto reformadores como reaccionarios buscaban el retorno a
un pasado mítico idealizado (los puritanos hacia la Iglesia de los Primeros Padres; los
juristas a la situación del Medioevo –teoría del Yugo Normando-; Carlos y sus consejeros a
un orden anterior donde la jerarquía social era respetada y cada cual conocía su lugar en
la sociedad).
Los líderes de la oposición parlamentaria eran reformadores más que revolucionarios en
lo político y religioso, y conservadores en lo social.
Cuando el Gobierno se vino abajo en 1640 ya existía entre un gran número de nobles y
caballeros, conservadores en circunstancias normales, el deseo de un cambio amplio: para
abandonar el Derecho Divinos de los reyes; acabar con el ejecutivo omnipotente y
establecer una constitución equilibrada con una autoridad mejor distribuida; un cambio
en los poderes y riquezas de la Iglesia.
Tercero: la teoría marxista es de aplicabilidad limitada. Su gran aportación ha sido la de
acentuar la extensión e importancia del temprano crecimiento capitalista en el comercio,
la industria y la agricultura. Relacionar el cambio social con la revolución a través de la
teoría de la inconsistencia del status, con muchos individuos sometidos a alto grado de
movilidad. Status poco cristalizado. Esas personas se vuelcan a ideas nuevas y exigen
cambios en muchas facetas.
La revolución no fue de pobres contra ricos. Pasividad de las masas rurales, los
arrendatarios y los trabajadores agrícolas. Los clubmen. En las ciudades los asalariados
urbanos estuvieron igual de pasivos; en los yeomen, los aprendices, artesanos, etc. hubo
una clara tendencia a apoyar al Parlamento. Las oligarquías de ricos mercaderes en
ciudades permanecían neutrales, o se ponían de parte del rey.
La burguesía permaneció neutral o se dividió. La división se daba según líneas de riqueza
y de acceso a privilegios. La gentry estaba dividida o permanecía neutral; los más
acomodados apoyaban al rey. La gentry: la de mentalidad monetaria, emprendedora y
empresarial (burguesa) se inclinaba por el Parlamento; la paternalista, conservadora y
rentista (feudal) tendía hacia el rey.
Conclusión: existía una tendencia clara entre los yeomen en el campo y los grupos
intermedios en las ciudades a apoyar al Parlamento, y una tendencia menos marcada
entre la aristocracia y las oligarquías de mercaderes a apoyar al rey.
Antes de que estallara la guerra civil, las principales instituciones del gobierno central
perdieron su prestigio y se derrumbaron.
No es una crisis dentro de la sociedad, sino una crisis dentro del régimen. Alienación de
grandes sectores de las elites respecto de las instituciones políticas y religiosas vigentes.
La primera parte fue una pugna entre elites, revolución política con consecuencias sociales
potenciales pero frustradas.

Las Precondiciones, 1529-1629.

La Inestabilidad de la Política de los Tudor.

Su estructura política fue esencialmente inestable. Entre 1470-1558 (sobre todo entre
1529-1547) existió en los círculos oficiales de Inglaterra el deseo de conseguir algunos de
los instrumentos de un gobierno monárquico fuerte. Enrique VIII fue un autócrata
poderoso. Después de 1558 Isabel y sus consejeros abandonaron toda ambición de
desarrollar una monarquía como las del continente. El Estado Tudor no poseía la fuerza
bruta necesaria para destruir a la oposición. Cuando las elites lucharon entre sí fue
necesario un cambio de estructura.
Componentes ineficientes del Estado isabelino: el dinero (impuesto sobre la propiedad,
aranceles de aduana, apoderamiento de propiedades de monasterios y fundaciones; la
mayor parte vendida por costes de guerra; ingresos solo suficientes para tiempos de paz;
la Corona no puedo desarrollar fuentes alternativas de ingreso –monopolio de minerales,
cobre, sal-; cargos importantes comprados y vendido por los propios funcionarios;
debilidad administrativa; bien político > eficacia fiscal; evasión fiscal; económicamente
bloqueada); las tropas (mercenarios licenciados; milicia propia mal armada y mal
entrenada; creación de tribunales sujetos al control real; fortalecimiento de autoridad de
la gentry; crisis de la Reforma; división de responsabilidades; particularismos locales
crecientes); religión (Enrique VIII Iglesia nacional –sin éxito-; oscilaciones religiosas
incrementan confusión –erastianismo-; falta de confianza de la Iglesia oficial, desarrollo de
grupos no conformistas; no controlaba siquiera su propio clero); estructura social (nueva
aristocracia burocrática y militar; débil control sobre prensa y oratoria; censura de prensa
–poca eficacia-; conflictos ideológicos). Política isabelina llena de contradicciones y
debilidades.

Desarrollo de las “disfunciones”.

Cambios económicos originaron nuevas fuerzas sociales. Aumento considerable de


población y de recursos económicos. Crecimiento rápido de producción agrícola.
Desde 1604 el comercio de Ultramar aumentó considerablemente y diversificó sus
mercados. Aumentó el comercio interior por organización del transporte, carreteras y
mercados especializados. No se puede hablar seriamente de una “primera revolución
industrial”, Inglaterra en el x. SVII seguía siendo una sociedad subdesarrollada.
Transformaciones de la distribución de la renta nacional: la propiedad de la tierra pasó de
la Iglesia a los laicos, y de la Corona al laicado (mayoría gentry). Luego de la alta
aristocracia a la gentry, y de arrendatarios y jornaleros a campesinos propietarios y
terratenientes. También a comerciantes y a mercaderes ricos. Se produjo un
desplazamiento masivo de las riquezas de la Iglesia y la Corona a manos de la clase media
y media alta. Originado todo esto por las medidas políticas de un Gobierno abrumado por
los costes de la guerra, por la inflación de precios, por el tren de vida de los nobles y por
actividades empresariales de los nuevos ricos. Surgen roces entre los titulares
tradicionales del poder y las fuerzas en ascenso.
Lucha abierta entre el Parlamento y el rey (primeros años s. XVII).
En la segunda mitad del s. XVI las elites dirigentes se habían mantenido unidas por un
triple temor: jacquerie de los pobres (no se dio por crecimiento de población, mayor
salario, menos impuestos, mas mano de obra exigida, ayudas a pobres); guerra civil (por
motivos sucesorios y religiosos, no se dio por coronación de Jacobo I); invasión extranjera
(no sucedió por paz firmada en 1604). A comienzos del s. XVII los temores se despejaron.
A comienzos de 1630 las tres grandes presiones habían casi desaparecido, por ello éstas
elites no tenían más razones para permanecer unidas (luchas intestinas). Comenzó a
erosionarse la sensación de confianza en los sectores públicos. Pérdida de credibilidad.
Éste clima de opinión afectó al clero, los obispos sobrevivieron con poderes nominalmente
intactos pero con fortunas disminuidas y prestigio en decadencia.
A fines del s. XVI y principios del s. XVII la mayoría de los obispos procedían de la clase
media baja, de miras estrechas y con poca experiencia. Descenso de individuos que
ingresan al clero entre 1540-1560. Los individuos más fuertes del clero abrigaban fuertes
sentimientos reformistas. Triunfo del anglicanismo. Fomentaron el proceso de
fragmentación de la lealtad religiosa al provocar la división puritanos/anglicanos.
Dos grupos resueltos y consagrados en el clero: clero secular (nobles, caballeros, siervos);
clérigos y predicadores puritanos. (apoyo de influyentes pares, cortesanos y gentry).
La Iglesia oficial no disfrutaba oficial no disfrutaba de la lealtad de todos sus miembros,
lucha en dos frentes: contra católicos y sectarios.
También disminuía el prestigio de la aristocracia. Los nobles fueron perdiendo su
poder militar, los gigantescos dominios de los antiguos magnates fueron fragmentados y
así desapareció el control sobre grandes masas de soldados potenciales. Perdían la
confianza en sí mismos. La aristocracia sufrió una gran pérdida de capital en tierras a
finales del período isabelino. Concesión de títulos nobiliarios a cambio de dinero, enojaba
a los nobles tradicionales y a los que no obtenían cargos. Pérdida de influencia electoral
de la aristocracia.
Tercer clave del establishment: la corte. Grupo cambiante de servidores, consejeros,
funcionarios, etc. en número cada vez mayor. Aumento de ingresos fiscales y de
burocracia. La corte se transformó en el centro del poder político y de un mercado de
dinero, puestos de trabajo, monopolios, favores, etc. Equilibrio extremadamente
complicado. Durante Isabel la Corte englobó un solo sistema político con múltiples frenos
y contrapesos a los representantes de ideas e intereses en conflicto.
Después de 1600 esto se vino abajo, se generaron sentimientos de hostilidad entre los
grupos, se organizaban localmente y formaban bandos, independientemente de la Corte.
Alienación política de la Corte respecto del “país”. La Corte inglesa atrajo odios como las
demás Cortes pero sin sus ventajas compensatorias. Cuando la crisis llegó no pudieron
resistir los ataques de fuera.
Disminuían el respeto y la confianza en la burocracia en la medida que ésta se identificaba
con la Corte y los cortesanos. La corrupción aumentaba rápidamente en el Gobierno. Los
servicios público empeoraron, la indignación pública se elevó de tono.
El segundo factor que minó la confianza pública de la administración fue el uso que Isabel
y los primeros Estuardo hicieron de sus poderes para la regulación económica. Estos
poderes estaban en manos de concesionarios cortesanos que actuaban en su propio
beneficio económico. El monopolista se convirtió en la figura del mal.
La propia monarquía cayó en descrédito. Hacia 1640 ya no quedaba gran cosa de “la
divinidad que debe rodear a un rey”.
La contrapartida de todas estas desconfianzas fue el crecimiento de una agresiva
confianza en si misma de la oposición. La base de la misma era el Parlamento y la Cámara
de los Comunes. La Cámara ocupaba un lugar estratégico para exigir reparaciones de
agravios. A finales del s. XVI aumentaron los poderes del Parlamento (también sus
miembros y la participación de la gentry). Ganaron experiencia y sentido de continuidad
por la mayor frecuencia de las sesiones. A comienzos del s. XVII aparecieron los 1ros
líderes. Por la misma época aparecen las primeras señales de una oposición formal entre
Parlamento y Corona. Los parlamentarios se autodenominaban “el país”. Capacidad para
paralizar las actividades del Gobierno. Mejora de la educación de la gentry. Difusión de la
educación.
Luchas feroces entre juristas y jueces en los diferentes tribunales.
Una verdadera revolución necesita ideas que la alienten. Puntales intelectuales e
ideológicos de la oposición al Gobierno: puritanismo (independencia de juicio, lectura de
la Biblia; purificación de la Iglesia, reducción de su riqueza; elemento esencial: certeza en
la rectitud de la causa de la oposición e indignación moral ante la maldad del
establishment; justificación teórica del reto al orden existente; proporcionó organización y
liderazgo; clérigos propagandistas, líderes de la oposición); el Derecho común (repetidos
pleitos, intenso legalismo; mejora del conocimientos de las leyes; barreras que protegían
la propiedad privada contra los abusos del Estado; mito de la Carta Magna); “el país”
(antítesis del grupo negativo de la administración; contraposiciones positivas/negativas);
escepticismo (nuevas actitudes y descubrimientos científicos, destrucción de antiguas
convicciones; actitud de duda e interrogación; derrumbamiento de los viejos esquemas de
autoridad –religión, Estado, familia-). Crisis de confianza.
1620: tanto el Gobierno como la Iglesia mostraban su incapacidad para adaptarse a las
nuevas circunstancias. Los enemigos del régimen no eran fuertemente perseguidos.
Alienación de los intelectuales respecto del poder.
Grado excesivo de movilidad social, el individuo sufría una sensación de inconsistencia de
status; resultado perturbador. Brecha entre dos culturas: gran masa de la nación; minoría
cortesana. Obediencia vs conciencia; derecho divino de los reyes vs constitución
equilibrada; belleza del culto vs austeridad puritana; Corte vs país.
El éxito de la política isabelina constituyó una importante fuente de problemas para los
Estuardo. El éxito en evitar una guerra alimentó una confianza excesiva en las clases
propietarias. En el Parlamento permitió que el número de miembros de la Cámara de los
Comunes aumentara de forma alarmante. Isabel ganó muchas batallas pero murió antes
de pelear la guerra.

Los Precipitantes, 1629-39.

Insensatez e intransigencia del Gobierno, ciega negativa a responder de un modo


constructivo a las críticas y provocar el choque. Reacción religiosa propulsada por el
arzobispo Laud. Amistosas relaciones con el papado por parte de Carlos e Isabel. La
impresión sobre el pueblo era la del papismo del Gobierno, efectos catastróficos sobre la
confianza del pueblo. Razón principal de que las tropas se negaran a luchar contra los
escoceses, causa directa de la caída del régimen.
Reacción política paralela, en el grado de participación en el gobierno de la nación política
de campesinos propietarios y gentry. Carlos disolvió el Parlamento, gobernar sin él,
tergiversando poderes de prerrogativa. Esto suscitó fuerte oposición, anticonstitucional,
se lo juzgaba inmoral.
Reacción social: Carlos quería poner un freno a la movilidad social, cortó radicalmente la
venta de títulos, castigó al que insultara a un aristócrata. Comienzo de una reacción
aristocrática. Hostilidad y recelo de la Cámara Baja frente a la de los Lores.
Reacción económica: organización en gremios había sido impuesta desde arriba. Toda la
vida económica padecían la interferencia burocrática. Política del thorough system: no
hacer concesiones a la oposición; acciones y declaraciones que ofendían a individuos o
grupos; persecución que creaba mártires; el principal resultado fue excitar la furia de la
oposición y hacerla ganar partidarios.
Las elites dirigentes empezaron a fragmentarse. Lo mismo para la aristocracia, por nobles
expulsados de la corte o que no concurrían más. Oligarquías mercantiles de ciudades
divididas por afiliaciones religiosas.
Década de 1630: logran unirse las variadas fuerzas de la oposición, enorme aumento del
sentimiento puritano. El gobierno, en su locura, dio a la oposición los mártires que
necesitaba. También les proporcionó slogans incendiarios. Y finalmente concentró los
odios en dos personas: Laud y Wentworth.
La crisis de 1620-21 asestó un golpe tremendo al principal comercio de exportación. Luego
siguieron malas cosechas. Sería un período (comienzos de s. XVII) de inicial prosperidad y
luego marcada caída. Expectativas económicas frustradas de la sociedad.
Falta de control sobre los gobiernos locales, falta de unidad religiosa, falta de un ejército
permanente, carencia de recursos financieros independientes.

Los Disparadores, 1636-42.

Ni el rey ni sus consejeros se dieron cuenta de la existencia de estas potencialidades. El


derrumbamiento del Gobierno en 1640 fue una consecuencia directa de la decisión de
Laud y Carlos de tratar de imponer al clero escocés el sistema inglés de culto y de
amenazar a la nobleza escocesa con la pérdida de dominios. Provocó una guerra a gran
escala.
Las elecciones parlamentarias de 1640 fueron mucho más amplias y disputadas que
ninguna de las anteriores. Los partidarios de la Corte salieron perdiendo en todos los
lugares. El antiguo sistema aristocrático daba señales de resquebrajamiento.
Cuando se reúne el Parlamento Largo (1640) Carlos estaba casi solo. La jerarquía
eclesiástica se encontraba aislada y despreciada. Administración central y Corte
desmoralizadas y no merecían confianza. Contra el rey se alzaba una alianza de enemigos
a quienes alentaban ideales poderosos: Iglesia reformada, Commonwealth piadosa, Carta
Magna, antigua Constitución, “el país”.
El primer período del PL desmanteló de hecho las instituciones centrales de gobierno sin
poner nada en su lugar. La guerra se hizo inevitable por una serie de accidentes y
decisiones personales inspirados en la insensatez, la hipocresía y el temor.
La inesperada muerte del líder moderado, Bedford, destruyó los planes para una especia
de gobierno de coalición. La rebelión irlandesa fue completamente inesperada. Hizo
necesario resucitar el poder central en su forma más extrema y peligrosa: un ejército.
Esta necesidad obligó a la oposición a pedir control sobre las fuerzas militares. Entraron en
juego factores personales. Un gran número de opositores regresaron al partido real. En
1642 Carlos tenía un grupo numeroso de partidarios.
En 1642 el escenario estaba listo para un guerra civil a causa de ciertas exigencias que se
habían hecho innegociables para muchos de los líderes, aunque no para los seguidores, de
ambos bandos.

Conclusión.

La guerra comenzó con la fisión de las elites tradicionales, después ocurrieron otras cosas:
toma del poder dentro del Parlamento por los partidarios de la línea dura de la victoria
militar; nacimiento de una ideología y de un partido político radical de clases bajas y
medias; destrucción de tres viejas instituciones: Monarquía, Cámara de los Lores e Iglesia
Epicospaliana; sustitución de la Commonwealth por una dictadura militar apenas
disimuladas; derrumbamiento final del régimen revolucionario.
Por primera vez en la Historia, un rey ungido fue juzgado por faltar a la palabra dada a sus
súbditos y decapitado en público, siendo su cargo abolido. Se abolió la Iglesia establecida,
sus propiedades fueron confiscadas y se proclamó la tolerancia religiosa.
Apareció un grupo de hombres que hablaban de Libertad, no de libertades; de igualdad,
no de privilegio; de fraternidad, no de sumisión.
Aunque la revolución fracasó, sobrevivieron ideas de tolerancia religiosa, limitaciones al
poder ejecutivo y una política basada sobre el consentimiento de un sector muy amplio de
la sociedad.
Bill of Rights, Tolerarion Act, electorado asombrosamente numeroso, activo y articulado.
La crisis inglesa del s. XVII puede aspirar a ser la primera “Gran Revolución” en la historia
mundial.
Representaciones y Prácticas. Revolución y Lectura en Francia s. XVIII
(Chartier)

El corpus de las ideas filosóficas fue considerado como la matriz de los acontecimientos,
su condición necesaria. Luego la concepción fue la contraria, se distendió la relación entre
revolución y filosofía.
Modelo clásico: si los franceses del s. XVIII hicieron la revolución fue porque, previamente,
los libros que habían leído habían transformado sus maneras de pensar y de ser. Los
nuevos libros habrían liberado a sus lectores del antiguo orden de cosas y les habrían
hecho concebir otro posible. Esto postula implícitamente que mediante el acto de la
lectura los lectores se convierten en lo que los textos quieran que sean.
Existencia de tres mercados del libro en Francia en s. XVIII: libros raros y curiosos
(multiplicación de ventas públicas, redacción de catálogos, especialización de
comerciantes; recorta una clase particular de obras raras, su valor depende de criterios no
estándar; se formó un mercado del libro para una clientela aristocrática y acomodada
cada vez más activo); mercado de novedades (más amplio; estabilidad de larga duración
del proceso de fabricación del libro; algunos problemas –gasto de impresión, contratación
obreros, reducidos tirajes, etc.-; edición sometida al capital comercial; mercaderes-
libreros como amos del juego; crecimiento de las novedades: aumento del número de
obras publicadas en francés, demanda masiva y numerosa, aumenta tamaño de
bibliotecas personales, libro como posesión personal, grandes bibliotecas, gabinetes de
lectura –para los pocos adinerados-, mercado para el libro “filosófico”); compradores
numerosos de arraigo popular (política editorial: imprimir a mejor precio, ediciones
baratas; libreros-impresores especializados, proponen circulación de textos a nuevos
lectores; venta ambulante como más poderosa, cuatro tipo de vendedores: las dos
primeras sometidas a reglas y formalidades –buhoneros y merceros; vendedores
ambulantes y carteleros-; las otras dos son desconocidas por los reglamentos pero
toleradas por las autoridades –vendedores que van a las casas; vagabundos de las ferias,
calles y pueblos-; la venta ambulante es masiva, el primer mercado está constituido por
las poblaciones citadinas; función de la venta ambulante: alimenta a dos mercados –el de
los letrados; lectores menos hábiles y menos afortunados-; los mercaderes foráneos son
los agentes privilegiados del primer comercio, los merceros se dirigen a los lectores de
extracción más popular).
Multiplicación de lectores, la librería del siglo ofrece una producción transformada.
Mutación más espectacular: en las demandas de permisos públicos, retroceso y caída de
los libros de religión, aumento de las ciencias y las artes. Propone doble ambición: de
inventario y conocimiento y también de crítica y reforma.
Libros “filosóficos”: impresos por sociedades tipográficas instaladas en el perímetro del
reino, introducidos clandestinamente y vendidos de forma prohibida y perseguidos por las
autoridades reales; suelen estar compuesta de una mercancía mezclada, tres repertorios:
textos propiamente filosóficos (crítica moral y política, a las creencias y autoridades);
literatura pornográfica; conjunto de sátiras, libelos, crónicas escandalosas sobre la
corrupción de los poderosos, etc.
Estos libros “filosóficos” son de un comercio peligroso. Quienes tienen trato con ellos, los
almacenan o distribuyen, corren grandes riesgos. Por ellos poseen un precio más alto.
Cerca de dos tercios de los libros fueron impresos entonces bajo el cobijo de una
autorización secreta y verbal, sin ninguna autorización, o violando una prohibición. La
mayoría de los libros franceses provenían de las prensas fuera de Francia.
Distinguir dos grupos dentro de ésta producción ilícita: libros prohibidos (quedan
secuestrados y se destruyen); libros falsificados (son o devueltos o entregados al librero
propietario de privilegio). Los lectores saben diferenciarlos.
Presencia multitudinaria de filósofos entre estos libros: Fontenelle, Hobbes, Bayle,
Diderot, Rousseau, Voltaire, etc.
División fundamental que organiza el campo literario: entre autores dignos de éste
nombre y los folicularios, funda las estrategias de distinción que hacen del desdén hacia la
“baja literatura” el signo mismo de la calidad del escritor.
Atracción de lo prohibido y seducción por la irreverencia o la transgresión.
Para Darnton los libros filosóficos habrían producido una verdadera erosión ideológica
que puso la mesa para la ruptura revolucionaria. Sería entonces estrecho el vínculo que
unía la profunda penetración de las obras prohibidas, corrosivas y profanadoras, y el
desmembramiento del sistema creencias que garantizaba al rey el respeto y el amor de su
pueblo.
Pero aquí encontramos que la lectura está investida de un poder y eficacia que quizá no
posee. Hay que considerar los límites de su ámbito social de circulación, mucho más
restringido. Además la lectura no lleva directamente a la creencia. También las mismas
lecturas filosóficas estaban presentes en lectores que harían elecciones muy
contradictorias frente al acontecimiento revolucionario.
Habría habido también un tardío apego al corpus filosófico por parte de quienes son
víctimas o enemigos de la revolución.
Todo esto quita a los libros ese poder inmediato que algunos les habían asignado. El
desamor ante el soberano no es, además, necesariamente el resultado de una operación
intelectual. Había formas mucho mas “vulgares” que degradaban la calidad del rey.
Desacralización de los atributos y símbolos de la realeza, privada desde entonces de toda
significación trascendente. Proceso de desencanto simbólico de la monarquía.
Los libros filosóficos, lejos de ser los creadores de ésta ruptura, serían por tanto producto
de ella. Primera razón para dudar de la eficacia atribuida al impreso “filosófico”.
Segunda razón: peligro de leer esa literatura a contrapelo, es decir, a partir del hecho
revolucionario y atribuirle un significado unívoco.
Las prácticas de lectura se modificaron en Francia en el s. XVIII. La lectura ha perdido la
referencia religiosa que anteriormente detentaba. Una nueva relación con el texto se
construyó, sin respetar a las autoridades.
Lo esencial está por tanto menos en el contenido de esos libros que en un modo de
lectura inédito que desarrolló una actitud crítica, desprendida de la dependencia y de las
obediencias sobre las que se fundaban las antiguas representaciones.
En Francia, en una coyuntura política específica, fue la mutación conjunta de las prácticas
y de las representaciones la que hizo concebible, comprensible y aceptable el rápido y
brutal rechazo al antiguo orden de cosas.
Descubrimiento y definición del Antiguo Régimen (Goubert)

Dos maneras de definir el AR: análisis de una estructura política y jurídica, parte de las
teorías para llegar a las instituciones; denominación global para designar todo lo que
ocurrió en Francia entre s. XVI-XVIII.

Los Constituyentes definen el AR.

Aparición tardía de la noción de AR, nació al tiempo que la cosa real moría. Murió entre
1789-93. Marcar las etapas de su agonía y el nacimiento de un régimen nuevo, que se
afirma oponiéndose al precedente.

Junio de 1789: emergencia de la Nación.

Estados Generales reunidos en Versalles. La Asamblea declara ilegales los impuestos


reales que no ha consentido.
En el pensamiento de los que van a instaurar un “nuevo régimen”, la subsistencia de la
monarquía no es cuestionada. Harán falta los gruesos errores políticos de Luis XVI para
provocar un divorcio grave entre una parte de los franceses y su rey. La noción de AR no
está, pues, ligado al carácter monárquico del gobierno.
La Nación se afirma bajo los auspicios del monarca pero distinta de él. La emergencia de la
idea de nación como uno de los factores de la revolución. Esa idea de nación es extraña a
la naturaleza del AR.
La Asamblea Nacional establece fijar la Constitución del reino. El AR no tenía constitución.
Francia no tenía texto constitucional escrito de un solo tenor ni textos dispersos. Una
verdadera constitución debe responder a ciertos principios: soberanía de la nación,
derechos naturales, igualdad de nacimiento, separación de poderes, etc.

Agosto-Septiembre de 1787: entera destrucción del régimen feudal.

Asamblea General Constituyente. Aparecen clasificados por la misma como partes


integrantes del “régimen feudal” y del AR: todo rastro de servidumbre personal; los
derechos feudales (o señoriales); todas las justicias señoriales; los diezmos de toda
especie (base del AR); los cargos venales de judicatura y municipalidad, venalidad y
carácter hereditario de los cargos; los privilegios pecuniarios en tributaciones, el privilegio;
las desigualdades de nacimiento y de aptitud para los empleos.
El carácter cristiano y católico del régimen anterior a 1789 no es puesto en discusión.
Lo que lo marca y condena, para los constituyentes, es su carácter señorial, decimal, la
venalidad de los cargos, la desigualdad en el campo fiscal, en el derecho, en su concepción
del hombre, etc.

Toque de agonía del AR: el preámbulo de la Constitución de 1791.

Constitución jurada por el rey el 14/09/1791. Preámbulo. El régimen que acababan de


destruir era para ellos feudal, cuyo respeto por la propiedad y la monarquía conservaban;
eclesiástico, cuyo respeto por la religión retenían; de venalidad y de herencia
administrativa del que no mantenían nada; de desigualdad de nacimiento y privilegios de
todas clases, del que nada preservaban.
Luego se incorporan nuevos elementos condenados: las corporaciones de profesiones,
artes y oficios; la interdicción de los votos religiosos, juzgados como contrarios al derecho
natural, escasa estima por el clero regular; condena de toda la nobleza.
Los hombres de la Constituyente definían al AR por sus caracteres sociales, jurídicos y
psicológicos más que por los políticos y religiosos. Condenaban una sociedad, leyes, usos,
costumbres. No a la monarquía o a la fe.

El AR: nacimiento póstumo del término en 1790.

La expresión fue rápidamente adoptada, utilizada y transportada a muchas lenguas


extranjeras. El AR es ante todo una forma de sociedad. El AR es una sociedad de una pieza,
con sus poderes, tradiciones, usos, costumbres, mentalidades, instituciones, etc. Y al estar
todo ello firmemente ligado desapareció muy lentamente.

Los Campesinos definen el AR.

En zonas rurales poco penetradas por la vida moderna llamaban al régimen anterior “la
época de los señores”. Basta casi para caracterizar en el medio rural corriente lo que los
constituyentes bautizaron como AR.

Las quejas campesinas en marzo de 1789.

Repetidamente publicados y asiduamente utilizados, esos documentos presentan dos


defectos: reúnen “quejas” que a menudo se reducen a una colección mal ordenada de
recriminaciones; los campesinos pobres, más numerosos, casi siempre estuvieron
ausentes de su redacción.
El análisis sistemático de los cuadernos proporcionar indicaciones masivas de imposible
recusación: fidelidad y amor hacia el rey y la monarquía; hostilidad hacia el sistema
financiero; protesta contra algunos derechos feudales; hostilidad contra las realidades de
la percepción del diezmo, su desigualdad, sus irregularidades; no hostil hacia la religión;
quejas por el desprecio en que los nobles tienen a los labradores y los paisanos.
Una de las grietas fundamentales de AR: la que separa trabajo rural y nobleza; confusión
de mucha gente entre nobleza y señorío.
Para los campesinos ni la monarquía, ni la religión ni la propiedad están en discusión. Sí lo
están las injusticias del sistema fiscal, los derechos señoriales, el diezmo, la nobleza, parte
de los privilegios y la conducta habitual de la nobleza. Pero los campesinos se han
expresado mejor con actos revolucionarios.

La primera oleada de rebeliones campesinas: invierno y primavera de 1788-89.

Varios aspectos que se conjugan (estancamiento técnico, ascenso de los jóvenes, carestía)
para impulsar la “emoción”, a la rebelión a cierto número de campesinos, a lo largo del
reino.
La primera oleada apuntó a los diezmos, a los derechos feudales, a la nobleza (a sus
archivos y títulos feudales). El AR, para los campesinos, consistía en los señores y el
feudalismo.

La segunda oleada: julio de 1789.

Reunidos en los Estados Generales, la mayor parte de los campesinos decidió no pagar
más el diezmo. Algunas minorías atacaron violentamente algunos castillos, pero la
resistencia más efectiva era la pasiva.
Luego se les ordenó que siguieran pagando, eso originó una tercera oleada, menos
violenta pero definitiva, siguieron sin pagar nada. Así destruían lo esencial, al negarlo, del
AR, el feudalismo.
La revolución seguía su curso y arremetía contra la aristocracia, luego Europa, luego el rey,
etc. Por ley, el 17/07/1793, la abolición fue total y sin reservas.

Los Historiadores definen el AR.

Orígenes milenarios.

El AR sólo resulta claro por oposición a lo que lo siguió. Lo propio del AR es la confusión,
ésta se deriva de su naturaleza. Es un magma de cosas habitualmente seculares, a veces
milenarias. Fue profundamente conservador, de antigüedades a la vez respetadas,
veneradas, deformadas, olvidadas, resucitadas, etc. Sus componentes tienen todas las
edades.

Muerte lenta, por rupturas sucesivas (aprox. 1750-1850).

Nueve rupturas vivaces, lentas, por las cuales murió progresivamente el AR: aceleración
de los transportes (economía unificada); industrialización (vapor y siderurgia); red
bancaria; unificación lingüística; instauración y aceptación del servicio militar; unificación
jurídica del país (código de Napoleón); simplificación y unificación administrativas;
revolución demográfica; retroceso de la piedad (indiferencia religiosa).
Estas rupturas ayudan a definir el AR, que es precisamente lo inverso de esa serie de
novedades.
Económicamente se caracteriza por la lentitud de las relaciones, predominio de la
agricultura, insignificancia de la metalurgia, casi nulo sistema bancario. Demográficamente
siguió siendo medieval por altos niveles de nupcialidad, fecundidad y mortalidad, y
persistencia de epidemias o hambrunas. Políticamente poseía diversidad jurídica,
lingüística, administrativa, del privilegio. Mentalmente marcado por mezcla de creencia en
prodigios y fervor cristiano, analfabetismo, vida provincial y local aisladas, concepción
débil del Estado.

Revolución y AR: tesis de Tocqueville.

La revolución no fue emprendida para destruir el imperio de las creencias religiosas, sino
que fue una revolución social y política. No tendió en absoluto a perpetuar el desorden,
sino a acrecentar el poder y los derechos de la autoridad pública.
Esta revolución no tuvo por efecto más que abolir las instituciones políticas y que se
designan de ordinario bajo el nombre de instituciones feudales, para sustituirlas por un
orden social y político más uniforme y sencillo, que tenía por base la igualdad de
condiciones. Hizo falta una espantosa convulsión para destruir y extirpar de repente del
cuerpo social una parte que afectaba a todos sus órganos.
Institución política y derecho: concepto de “estado moderno” (Clavero)

Estado Moderno, institución política imperante entre los s. XV-XVIII en los territorios
europeos. El propio término de EM históricamente surgió para identificar y calificar a la
posterior institución política de la Edad Contemporánea, extendiéndose respectivamente
a los siglos inmediatos de la Edad Moderna.
La aparición en el campo de la investigación histórica de un concepto construido de
Estado pudo deberse a la proyección de su idea contemporánea.
La historiografía del EM puede construir hoy su concepto de base con cierta autonomía e
independencia de la problemática del Estado Contemporáneo.
Hoy el concepto se intenta construir en la misma investigación histórica, sobre la propia
experiencia política de la época en cuestión.
Strayer: EM, aquel que sobre un territorio continuo constituye instituciones impersonales
y duraderas en grado de imponer su autoridad y derecho, aun sin monopolizar por ello el
poder, por encima de vínculos o de lealtades familiares, comunitarias o religiosas
anteriores.
Algo a tener en cuenta es la presunta dependencia del derecho respecto al EM.
El hecho de que el EM haya de dejar subsistir “costumbres” e instituciones de otra índole
y de no poca entidad, le parece a Strayer tan sólo una “fórmula ingeniosa” para lograrse,
sobre ellas, su propia constitución y desenvolvimiento; la presencia por encima del mismo
“Estado” de un “derecho romano” de vigencia igualmente heterónoma sólo le merece la
consideración lateral de que sin tal tipo de derecho el EM también se habría constituido.
No es mediante “leyes” precisamente como en ésta época, bien activo aquel sistema
romano-canónico “no estatal” de creación y reproducción del derecho, se establecen y
desarrollan los elementos esenciales del orden jurídico.
Maravall: se nos presentaba el “Estado” como “una creación del Renacimiento”, que había
de implicar “una organización jurídicamente establecida, objetiva y duradera, con un
poder supremo independiente en su esfera, ejerciéndose sobre un grupo humano
determinado y diferenciado de los demás, para la consecución de unos fines de orden
natural”, ésta sería “la idea del Estado territorial soberano de la Edad Moderna”. Tal idea
no podía realmente sostenerse sobre el propio testimonio de su literatura política.
Vacila Maravall en la adjudicación de contenido propiamente “estatal” a dichas
expresiones de la época.
Una consideración del “Estado referido a la dignidad Real” que se desarrollará en términos
bien poco estatales.
El más amplio “sistema político de la monarquía no fue un estado, en sentido puro; fue,
más bien, un super Estado; los territorios menores tampoco son “Estado”, sino, a lo más,
elementos de un “Estado federativo”; el resto, en suma, serían “instancias extra y
supraestatales de poder”.
El “derecho español” sencillamente no existe o no presenta sustantividad apreciable en la
época.
El estudio de las instituciones políticas modernas, equivalente recurso a aquella doctrina
más propiamente jurídica que, en su época y sobre diversos supuestos, hubo de regir y
conformar en algún grado las mismas instituciones.
El concepto de Estado sigue faltando; falta su constancia en la “mentalidad” de la época, y
falta su presencia contrastada en las instituciones del momento. Sigue faltando el análisis
de la estructura institucional efectiva de la unidad política que se quiere calificar como
Estado y la “mentalidad social” aplicada a la comprensión y al gobierno de tal estructura.
Sigue faltando el estudio del derecho en su sentido, de complejo institucional e ideológico
operativo.
El mismo concepto de Estado podrá volver a centrarse en su entidad contemporánea sin
perder toda su más específica problemática; abriendo con ello la posibilidad de que los
sujetos políticos “soberanos” anteriores resulten situados y analizados en su sustancial
dependencia de un sistema normativo cuya determinación en mayor medida se le escapa,
esto es, en su radical incapacidad legislativa de sentido mínimamente constituyente.
Orden jurídico y poder político en el AR (Garriga)

Preliminares: en el principio fue el Estado.

La historiografía del derecho nació como parte del complejísimo proceso de construcción
estatal.
Las razones por las que muchos obedecen a unos pocos en cierto espacio de convivencia,
y el modo como éstos deban ejercer sobre aquéllos el poder que así tienen ha sido
siempre cuestión problemática que ha requerido de una estructura de legitimación, de
argumentos capaces de crear un efecto de obediencia consentida en quienes soportaban
la dominación política. El Estado nacional es la particular solución que el mundo occidental
contemporáneo ofreció a este problema, y supone el monopolio del uso de la fuerza
legítima en un determinado espacio.
Esta tarea expropiatoria exigió una potente operación ideológica en la cual la historia
como disciplina asumió el cometido de naturalizar la idea estatal.
El Estado envuelve toda una concepción acerca de cómo debe configurarse la dominación
política, mediante un proceso complejo y muy conflictivo, el llamado Estado liberal o de
derecho. La construcción jurídico política del Estado nacional exigió la invención de la
tradición nacional bajo forma estatal.
Se asume la ordenación de la realidad jurídica conforme la dicotomía privado/público.
Paradigma bipolar. Se presupone que también en el mundo pre-contemporáneo se daba
una separación tajante entre el Estado y la sociedad civil, como sedes para la realización
del interés público y de los intereses privados. Identificando lo “público” con el Estado.
Como polo que concentra la totalidad del poder político, el Estado se concibe funcional o
internamente dividido en legislación, gobierno o administración y justicia. Los juristas
confeccionaron a partir del Estado liberal una teoría del Estado y los historiadores
convirtieron al Estado en la forma de organización política propia de toda sociedad
civilizada.
La historia del derecho pasó a ser “dogmática retrospectiva” y bajo la forma de una
“historia jurídica del derecho”, se dedicó a inventar una tradición que contribuyese a
legitimar los nacientes Estados nacionales. Podemos llamar a esto “paradigma estatalista”.

Estado Moderno, institución política de la modernidad: crítica y crisis.

Estado moderno: suele caracterizarse a partir de la forma que adquirió en su etapa de


madurez, como la entidad que por soberana monopoliza el poder político sobre un
determinado territorio.
El Estado sería el resultado de un proceso de concentración del poder político disperso en
el cuerpo social hasta configurar un sujeto soberano capaz de definir e imponer el derecho
sobre un cierto territorio. El Estado es la entidad que monopoliza la creación del derecho,
reducido a la ley. Hay Estado donde hay soberanía; instancia de poder que concentra la
potestad legislativa.
La categoría “Estado moderno” fue sometida a severas críticas, especialmente por parte
de la historiografía jurídica. El concepto sería el resultado historiográfico de proyectar
categorías pertenecientes al orden político actual sobre las formaciones del pasado.
Ajenidad de la sociedad y el derecho moderno a toda lógica estatal.
La dimensión política del AR puede leerse en clave estatalista o no estatalista.

¿Genealogía del Estado o dimensión política del AR?

La mejor historiografía jurídica italiana asume expresamente el nombre “Estado moderno”


para designar una cosa que, bajo la forma de un llamado Estado jurisdiccional, poco tiene
que ver con aquel modelo historiográfico. Buena parte de la última historiografía europea
ha optado por mantener esta categoría, obviamente al precio de desdibujar o de atenuar
el perfil del Estado resultante.
La categoría “Estado moderno” implica de suyo todo un programa investigador
precisamente en relación con el derecho, condicionando muy fuertemente resultados a
alcanzar. Consecuencias:
 Al afirmar su especificidad moderna obliga a marcar la discontinuidad medieval-
moderno; plantea como prioritario el problema de la génesis del Estado. Los
“medieval” no desaparece sustituido por lo “moderno”, sino que a lo sumo se
superpone a aquello. Se daría un escenario de integración corporativa que permite
la formación de unidades mayores sin disolución de las menores y da lugar a las
“monarquías compuestas”. Límites del poder soberano, se localizan en la
constitución tradicional de la sociedad, en ciertas condiciones políticas y jurídicas
forjadas en la baja edad media que perduran en la moderna.
 Estado moderno, momento fuerte de discontinuidad que supone pasar de una
sociedad sin Estado a una con entre la edad media y la moderna, y no entre ésta y
la contemporánea. Elementos pre estatales, lejos de ser residuales, muchos de
ellos son estructurales de la sociedad que llega hasta el alborear mismo de la
revolución. Pluralismo jurídico e institucional en los siglos modernos, , tiende a
plantearse en términos de superación o sustitución por el poder del princeps,
primando el estudio de los elementos más estatales sobre los menos. Dicotomías:
ley-jurisprudencia, administración-justicia, burocracia-feudo, centro-periferia,
público-privado, correspondientes al estado naciente y sus frenos o resistencias,
los lastres medievales. Concepción voluntarista del derecho, que no se compadece
con el mundo pre-contemporáneo. Parece que una vez pensada la ley, la
realización histórica del Estado fuese ineluctable. El Estado moderno no parece
más que un proyecto de Estado contemporáneo lastrado por las adherencias
medievales.
 Diferencias entre mundo moderno y contemporáneo sin romper la identidad
sustancial del Estado que los aúna. El paso de uno a otro período es un asunto de
transformaciones, vistas como otras tantas fases de una entidad que se concibe
esencialmente igual. El mundo contemporáneo se sustanció en la liberalización del
Estado. La sucesión de las edades media, moderna y contemporánea tendría una
correspondencia perfecta en el plano político, mediante la secuencia: sociedad sin
Estado, sociedad con Estado absoluto, sociedad con Estado liberal. Estado
moderno europeo: jurisdiccional, de derecho, y constitucional. El Estado es
producto, y productor, de cultura estatal. Construye una visión finalista, que lleva a
leer el pasado desde el presente. Punto de vista diacrónico. La dimensión política
de la época moderna queda en buena medida reducida a la historia de la
construcción del Estado. Genealogía del Estado. Historiografía jurídica: ha
propuesto atender a la jurisprudencia para reconstruir una suerte de antropología
del AR que permita comprender el contexto cultural de lo político y lo jurídico. La
dimensión política del AR sólo puede comprenderse reconstruyendo otra cultura.

Cultura jurisdiccional y sus dispositivos institucionales.

Frente a estatalismo, jurisdiccionalismo. Cultura jurisdiccional, formada en la baja edad


media y desarrollada en los siglos modernos, desplegó sus efectos durante todo el AR.
La clave de esta cultura reside en concebir el poder político como iurisdictio y, en
consecuencia, circunscribirlo a la potestad de decir el derecho. Quienes tiene poder
político poseen la facultad de declarar lo que sea el derecho. El poder político se
manifiesta como lectura y declaración de un orden jurídico asumido como ya existente y
que debe ser mantenido. Idea de que el poder político está sometido al derecho, el
derecho es anterior e independiente del poder.
Esta concepción jurisdiccionalista responde a una arraigada cosmovisión de base religiosa
que se expresa en la idea de ordo (orden). El imaginario del AR está dominado por la
creencia que abarca todo lo existente, asignando a cada parte una posición y destino en el
mundo. La cultura del AR es una cultura de orden revelado, fundamentalmente por la
tradición, textual (libros de autoridad) e histórica del territorio. Aquel etéreo orden
natural aparecía objetivado en la constitución tradicional. Ni individuos ni estado, sino
personas como estados y corporaciones con capacidad para auto-administrarse
(pluralismo institucional).
El poder político es un instrumento del orden: va trenzando un conjunto de dispositivos
constitucionales (procedimientos, mecanismos, instrumentos, etc.) para realizar la
concepción J del poder político. Este conjunto de dispositivos encierra todo el juego de
posibilidades y límites del poder soberano.
El tránsito entre la edad media y la moderna se caracteriza por el desarrollo de un intenso
proceso de integración corporativa.
Parece innegable que hubo un proceso de fortalecimiento del poder real, pero fue
realizado con los dispositivos de carácter jurisdiccional ensayados en la baja edad media.
La composición política resultante se atuvo a los cánones jurisdiccionales. Se sustanció en
construir Estados jurisdiccionales, estados no-estatales. Se avienen muy mal a la lógica
estatal.

Características del orden jurídico.

#1. Preeminencia de la religión: el derecho sólo puede comprenderse como parte de un


complejo normativo más vasto e intrincado, que tiene matriz religiosa que integra a los
distintos órdenes que disciplinan a la sociedad. La religión es omnipresente en el derecho.
#2. Orden jurídico tradicional y pluralista: el derecho tiene una configuración pluralista,
está integrado por distintos órdenes dotados de contenidos normativos y legitimidades
diferentes. Derechos natural, divino y de gentes. La ley real es apenas un componente del
derecho.
#3. Orden jurídico probabilista: tarea del jurista como interpretación de un orden dado, se
orienta hacia la fijación y solución de problemas, concepción del derecho anti legalista.
Antepone el derecho a la regla. El derecho resulta construido caso a caso mediante la
tópica. Los juristas son maestros de una técnica apta para organizar el consenso entre
perspectivas diferentes y alcanzar soluciones o decisiones justificadas.
Los juristas como sacerdotes de la iuris religio organizaban el consenso en que el derecho
viene a consistir o resolverse. El jurista actúa a modo de guardabosques, ocupado en
mantener un orden dado, que se vive como natural y se entiende esencialmente
invariable.
Configuración del poder político.

El derecho cumplía en el AR una función constitucional, se impone a todo poder político.


La razón de ser del poder político: decir el derecho. Espacio muy limitado a la voluntad. No
era entonces concebible un poder ordenador capaz de conformar jurídicamente a la
sociedad. No había otro poder constituyente que el divino en el acto de la creación.
El princeps se concibió mas como dispensador que como legislador, desarrollar su
actividad soberana no tanto en leyes como en rescriptos. La gracia había de servir para
perfeccionar y no para destruir el orden constituido.
Hacer justicia: perpetua y constante voluntad de dar a cada uno lo que es suyo;
mantenimientos de los equilibrios sociales establecidos y, por tanto, de cada uno en su
derecho.
Orden de derechos judicialmente garantizados. Poder político, su ejercicio ha de consistir
en la resolución de conflictos entre esferas de intereses diversas.
Modelo judicial de gobierno: el poder de juzgar y el de mandar, aunque distinguibles, eran
inseparables. Sociedad administrada por juristas, poseedores de un saber práctico sobre el
derecho.
Construir un aparato apto para la conservación del orden. La concepción J del poder
político del AR hace del orden jurídico el fin y el límite de un poder político que se
entiende constituido como tal para mantenerlo.

Monarquía administrativa y dinámica estatal.

Absolutismo: relación entre poder y derecho. Término AB como opuesto a


constitucionalismo. Se suele usar el término para calificar aquellos regímenes en los que el
soberano legisla por sí solo, son el concurso de los estados del reino.
Es más fructífera la idea que refiere al AB como al cumplimiento del derecho, no a la
potestad legislativa, sino a la capacidad regia de gobernar o imponer efectivamente sus
decisiones. Descartar ideas de omnipotencia regia.

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