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El Romanticismo PDF
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Teoría:
El Siglo XIX
El siglo XIX es uno de los más agitados de la historia española; la literatura no puede aislarse de los diversos
movimientos políticos y sociales que se suceden uno tras otro. Sería difícil entender los diversos
movimientos literarios de este siglo, si no tenemos en cuenta los acontecimientos políticos y sociales de la
época.
Situación de España.
Acontecimientos político-sociales Movimientos literarios
• Período absolutista. • Restos del Neoclasicismo y
Prerromanticismo.
- Al comenzar el siglo XIX, el emperador francés,
Napoleón Bonaparte, invadió con su ejército nuestro - A finales del siglo XVIII aparece una
país. Los españoles reaccionan y España se reacción contra el Neoclasicismo que se
convierte en el escenario de una guerra, llamada manifiestan en:
guerra de la Independencia, que termina con la
expulsión de los franceses. · Expresión libre de los sentimientos del
poeta.
- Durante la guerra se reunieron las Cortes de Cádiz · Preferencia por los temas exóticos.
y elaboraron la Constitución de 1812, que concedía · Libertad del autor frente a las rígidas
mayores derechos y libertades para el pueblo. Esto normas que impone el Neoclasicismo.
ocasionó duros enfrentamientos entre los partidarios
de la reforma, llamados liberales, y los partidarios - El Prerromanticismo español, es representado
de que no se aplicara la Constitución, llamados por autores que, aunque primero pertenecieron
absolutistas. A la cabeza de estos últimos se al Neoclasicismo, al final de su vida inician
encontraba el propio rey, Fernando VII, que una tendencia hacia este movimiento. Nicasio
gobernaba con un poder totalmente absoluto. Álvarez Cienfuegos, Manuel José Quintana y
Alberto Lista son nombres importantes.
• Período liberal. • Romanticismo
- Después de la muerte de Fernando VII, los - El triunfo del Romanticismo en España tiene
liberales se ponen de parte de su hija Isabel, lugar con el estreno de la obra teatral del
enfrentándose a los que querían como rey a Carlos, Duque de Rivas, La conjuración de Venecia en
hermano de Fernando VII. Éste era partidario del 1834, y Don Álvaro o La fuerza del sino en
absolutismo. Los enfrentamientos entre estos dos 1835. Su apogeo fue muy corto entre 1835 y
nuevos sectores se llamaron guerras carlistas. En 1840.
este tiempo son los liberales los que tienen el poder
e intentan llevar a cabo grandes reformas en el país. - El Romanticismo se puede definir como un
La más importante es la reforma agraria y el movimiento contra el Neoclasicismo, que da
saneamiento de la economía. preferencia a los sentimientos.
• Período revolucionario y Restauración. • Realismo y Naturalismo.
- Se cierra el siglo con un nuevo desastre. En 1898 - Son dos movimientos que reaccionan contra
se sublevan las colonias españolas de Cuba y el Realismo y el Naturalismo. El primero se
Filipinas. Tras una penosa guerra, España pierde sus preocupa ante todo por el arte. El segundo
últimas posesiones en América. pretende analizar las causas de la decadencia
española y proponer soluciones a sus
problemas.
El movimiento romántico
Este movimiento literario, que transcurre en la primera mitad del siglo XIX, se originó en Alemania e
Inglaterra.
Tras la muerte de Fernando VII, en 1833, los liberales que estaban exiliados regresaron con las ideas
románticas que triunfarían en España.Contra el racionalismo francés del siglo anterior, que sometía al arte a
reglas rígidas, el escritor romántico reacciona, expresando sus sentimientos.
• Rebelión del individuo contra cualquier norma que la impida expresar sus propios sentimientos.
• Absoluta libertad en política, moral y arte.
• Mantienen una actitud idealista que no corresponde a la realidad que los rodea y los lleva a la
rebeldía contra la patria, la sociedad e incluso contra Dios.
• Como consecuencia del enfrentamiento entre su espíritu idealista y la cruda realidad, se produce la
desesperación y el desengaño.
• Si en el siglo anterior la verdad era igual a belleza, para el Romanticismo sólo la belleza es la
verdad.
Técnicas literarias
Los románticos toman como modelos los más apartados de los clásicos: la literatura medieval, el Romancero,
la Biblia, el pasado histórico...
• La poesía
Se revaloriza el romance, surgen nuevas estrofas y los poetas combinan a su gusto versos y estrofas.
• El teatro
Se mezcla la prosa con el verso, lo trágico con lo cómico y desaparece de la obra de teatro todo afán
didáctico o moralizador. Sólo se pretende conmover al espectador, provocándole entusiasmo, terror, espanto,
tristeza...
• La naturaleza
El romántico considera el paisaje como un elemento muy importante en su obra. Prefiere una naturaleza que
conecte con sus sentimientos tumultuosos; por eso buscan paisajes agrestes, noches tormentosas, mar
tempestuoso, ambientes nocturnos y sepulcrales, ruinas de castillos medievales... La naturaleza participa de
los propios sentimientos del poeta y se convierte en una compañera con la que se comunica.
Gustavo A. Bécquer
• Lo lejano y lo exótico
La poderosa imaginación del romántico choca con la realidad circundante. Como consecuencia de este
choque, el poeta busca evasión en lo lejano. La Edad Media será fuente de inspiración para el arte y la
literatura: renacen las leyendas medievales, los cuentos de hadas... Lo exótico se manifiesta en la atracción
que sienten los románticos por la España musulmana y por la mitología nórdica, que sustituye a la mitología
grecolatina.
• Resurgimiento de lo popular
La vuelta a una época lejana supone el resurgimiento de la cultura medieval. El Romancero y las leyendas
épicas son fuente de inspiración para la poesía y el teatro.
• El amor
Se idealiza el amor hasta el punto de considerar a la mujer como un ser que lleva a Dios. El amor es
considerado como un principio divino.
A la par que esa mujer angelical, los románticos también ven a la mujer como un principio de perdición,
como una fatalidad que destruye al hombre.
• La libertad
El teatro en el Romanticismo
El Romanticismo, con su imaginación, logra despertar el interés por el teatro al estrenarse en 1835 Don
Álvaro, del Duque de Rivas. El mayor éxito del teatro romántico lo alcanzó la obra Don Juan Tenorio, de
José Zorrilla, en 1844.
• Características
• Desaparecen las rígidas normas neoclásicas. Los escenarios son muy variados y el tiempo se
acorta o se alarga a gusto del autor.
• Temas. Preferencia por los temas legendarios, caballerescos o de la historia nacional.
• Técnicas. Aumenta el número de actores y se mezcla la prosa y el verso.
• El tono de la obra es vibrante. Abundan las escenas violentas, duelos, suicidios, muertes,
ambientes sepulcrales...
• Autores
• El Duque de Rivas
Escribió la obra Don Álvaro o la fuerza del sino, primer drama romántico que triunfó en
España. En 1841 publicó sus Romances históricos, en los que recrea una serie de leyendas
y personajes de nuestro pasado histórico. Utiliza un lenguaje sobrio y seguro con el que
consigue descripciones exactas de personajes, atuendos y ambientes.
• José Zorrilla
Nació en Valladolid en 1817 y murió en Madrid en 1893. Durante los años pasados en el
colegio se dedicó a leer a los grandes escritores románticos europeos. Al mismo tiempo
intervenía en las representaciones teatrales del centro. A los doce años comenzó a escribir
versos. A los veinte años leyó unos versos en el entierro de Larra, con lo que se dio a
conocer como poeta ante un público formado por los mejores escritores del momento. Fue
miembro de la Real Academia de la Lengua y reconocido oficialmente como un gran
poeta.
Zorrilla utiliza temas de la historia nacional. Sus obras teatrales presentan los rasgos
propios del drama romántico y nadie como él es capaz de construir la obra teatral ni
interesar tanto al público. Zorrilla escribe exclusivamente en verso. Su versificación es
sonora, brillante, ágil e impactante.
Escribió la obra mas representativa del teatro romántico y la más representada en los
teatros: Don Juan Tenorio; famoso aventurero y conquistador de mujeres.
Desde una princesa real ¡Bah! Pues yo os complaceré Partid los días del año
a la hija de un pescador, doblemente, porque os digo entre las que ahí encontráis.
ha recorrido mi amor que a la novicia uniré Uno para enamorarlas,
toda la escala social. la dama de algún amigo otro para conseguirlas,
¿Tenéis algo que tachar? que para casarse esté. otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas
Don Luis Don Luis y una hora para olvidarlas.
Pero la verdad a hablaros,
pedir más no se me antoja,
Sólo una os falta en justicia. ¡Pardiez, que sois atrevido! y pues que vais a casaros,
mañana pienso quitaros
Don Juan Don Juan a doña Ana de Pantoja.
Sí, por cierto; una novicia Digo que acepto el partido; Don Juan
que esté para profesar. para darlo por perdido,
¿queréis veinte días? Don Luis, lo que oído habéis.
La prosa en el Romanticismo
La prosa durante el Romanticismo se centró sobre todo en la novela y en los artículos periodísticos.
La novela histórica trata temas legendarios medievales que son reconstruidos con la mayor veracidad
posible.
Los románticos, para hacer triunfar sus ideas, solían reunirse en algún café donde intercambiaban sus
opiniones. El medio más eficaz para difundirlas en aquella época era el periódico. Se esforzaron en fundar
revistas y periódicos en los que exponían sus ideas y combatían a los neoclásicos.
• Autores
Nació en Villafranca del Bierzo (León) en 1815. Estudió en Ponferrada, Astorga y Derecho
en la Universidad de Valladolid. En 1836 se instaló en Madrid donde conoció y entabló
amistad con Espronceda y otros escritores románticos. Publicó sus escritos en varios
periódicos madrileños. A partir de 1844 trabajó como diplomático en Alemania. Murió en
Berlín en 1846 de tuberculosis.
Escribió poemas llenos de melancolía pero es más conocido como el autor de la novela
histórica más importante del Romanticismo: El señor de Bembibre.
En esta novela, Enrique Gil y Carrasco recrea en forma novelada un episodio de la historia:
la caída de la poderosa Orden Caballeresca de los Templarios. Los caballeros del Temple
habían tenido varias posesiones en la comarca del Bierzo. En la obra se mezcla una
patética historia de amor con la narración de los difíciles años del final de la Orden y con la
descripción del bello paisaje del Norte de León.
Nació en Madrid en 1809. Su padre era un médico de ideas afrancesadas que había
trabajado en la corte de José Bonaparte. Al regreso de Fernando VII toda la familia se
exilió a Francia. Mariano José paso toda su infancia y adolescencia en Burdeos, donde
recibió una sólida formación intelectual, liberal y progresista. En 1818 regresó a España y
estudió en Madrid y Valladolid. A los 19 años comenzó a escribir artículos en los
periódicos. Llegó a ser el periodista más cotizado y temido de su tiempo, a pesar de su
juventud. Se casó a los 20 años, pero su matrimonio fue un fracaso y pronto se separó de su
mujer.
Fue un hombre culto y refinado, de temperamento apasionado, que tenía que chocar con el
ambiente mezquino de la sociedad en la que vivía. Los desengaños personales unidos a los
problemas políticos y sociales de la patria para los que no veía solución, acentuaron su
pesimismo innato y su desesperación. Por todo ello se suicidó a los 28 años pegándose un
tiro en la sien ante un espejo.
Escribió algunos poemas, una novela histórica y una tragedia romántica; pero debe su fama
a los artículos que publicó en los periódicos de su época: Vuelva usted mañana, en el que
satiriza la pereza y la burocracia española; Casarse pronto y mal, en el que critica la vida
familiar siendo un reflejo de su triste experiencia matrimonial; El día de difuntos de 1836,
donde ataca diversos aspectos de la política nacional.
Así como tengo aquel sobrino de quien hablé en mi cuarto número, tenía otro también, no hace
mucho tiempo, que en esto suele venir a parar el tener hermanos. Éste era hijo de una hermana la cual
había recibido aquella educación que se daba en España no hace ningún siglo, es decir, que en casa
se rezaba diariamente el rosario, se leía la vida del santo, se oía misa todos los días, se trabajaba los
de labor, se paseaba sólo las tardes de los de guardar, se velaba hasta las diez, se estrenaba vestido el
Domingo de Ramos, se cuidaba de que no anduviesen las niñas balconeando, y andaba siempre señor
padre, que entonces no se llamaba papá, con la mano más besada que reliquia vieja, y registrando los
rincones de la casa, temeroso de que la muchacha, ayudada de su cuyo, no hubiese nunca a las manos
ningún libro de los prohibidos, ni menos aquellas novelas que, como solía decir, a pretexto de
inclinar a la virtud, enseñan desnudo el vicio. No diremos que esta educación fuese mejor ni peor que
la del día; sólo sabemos que vinieron los franceses, y como aquella buena o mala educación no
estribaba en mi hermana en principios ciertos, sino en la rutina y en la opresión doméstica de
aquellos terribles padres del siglo pasado, no fue necesaria mucha comunicación con algunos
oficiales de la guardia imperial para echar de ver que si aquel modo de vivir era sencillo y arreglado,
no era sin embargo el más divertido. ¿Qué motivo habrá, efectivamente, que nos persuada que
debemos en esta corta vida pasarlo mal, pudiendo pasarlo mejor? Aficionóse mi hermana a las
costumbres francesas, y ya no fue el pan pan y el vino vino: casóse, y siguiendo en la famosa jornada
de Vitoria la suerte del tuerto Pepe Botella, que tenía dos ojos muy hermosos y nunca bebía vino,
emigró a Francia.
Excusado es decir que adoptó mi hermana las ideas del siglo: pero como esta segunda educación
tenía tan malos cimientos como la primera y comoquiera que esta débil humanidad nunca sepa
detenerse en el justo medio, pasó del Año Cristiano a Pigault Lebrun, y se dejó de misas y
devociones, sin saber más ahora porque las dejaba que antes porque las tenía. Dijo que el muchacho
se había de educar como convenía; que podía leer sin orden ni método cuanto libro le viniese a las
manos, y qué sé yo qué más cosas decía de la ignorancia y del fanatismo, de las luces y de la
La poesía en el Romanticismo
• Características:
• Poetas románticos
• José de Espronceda
Escribió teatro (Blanca de Borbón) y novela (Sancho Saldaña); pero destacó más en
poesía, escribiendo:
Nació en Sevilla en 1836 y quedó huérfano muy pronto. Era sensible, introvertido y
soñador, de salud poco fuerte y preocupado siempre por sus problemas económicos. A los
18 años se trasladó a Madrid donde vivió de sus colaboraciones con periódicos y revistas.
Llegó a tener un importante cargo en la Administración, pero la tuberculosis hizo que se
fuera a reponer al castillo de Veruela. Su matrimonio fue un fracaso, y sus méritos como
poeta sólo fueron reconocidos durante su vida por un pequeño grupo de amigos, que
reunieron sus poemas y los publicaron a raíz de su muerte. La tuberculosis venció a su vida
en el año 1870.
Con el Modernismo llega el reconocimiento de su gran valor, que va aumentando cada día
hasta ser considerado como el verdadero precursor de la poesía moderna.
A través de un lenguaje natural, simple, fluido, Bécquer nos comunica su intimidad: sus
anhelos, sus ensueños, su melancolía, su alegría, su insatisfacción. Sus poemas son muy
breves y su rima, por lo general, asonante. Su poesía en apariencia sencilla y humilde es el
resultado de un gran esfuerzo de concentración constante, de eliminación de todo lo
innecesario, hasta llegar a la palabra justa y sincera que expresa un mundo poético rico y
profundo.
• Obra poética
• Obra en prosa
En la época a que nos referimos, los caballeros de la Orden habían ya abandonado sus históricas
fortalezas; pero aún quedaban en pie restos de los anchos torreones de sus muros; aún se veían, como
en parte se ven hoy, cubiertos de hiedra y campanillas blancas, los macizos arcos de su claustro, las
prolongadas galerías ojivales de sus patios de armas, en las que suspiraba el viento con un gemido,
agitando las altas hierbas.
En los huertos y en los jardines, cuyos senderos no hollaban hacía muchos años las plantas de los
religiosos, la vegetación, abandonada de sí misma, desplegaba todas sus galas, sin temor de que la
mano del hombre la mutilase, creyendo embellecerla.
Las plantas trepadoras subían encaramándose por los añosos troncos de los árboles; y las sombrías
calles de álamos, cuyas copas se tocaban y se confundían entre sí, se había cubierto de césped; los
cardos silvestres y las ortigas brotaban en medio de los enarenados caminos, y en los trozos de
fábrica próximos a desplomarse, el jaramago, flotando al viento como el penacho de una cimera, y
las campanillas blancas y azules, balanceándose como en un columpio sobre sus largos y flexibles
tallos, pregonaban la victoria de la destrucción y la ruina.
Era de noche; una noche de verano, templada, llena de perfumes y de rumores apacibles, y con una
luna blanca y serena en mitad de un cielo azul, luminoso y transparente.
Manrique, presa su imaginación de un vértigo de poesía, después de atravesar el puente, desde donde
contempló un momento la negra silueta de la ciudad que se destacaba sobre el fondo de algunas
nubes blanquecinas y ligeras arrolladas en el horizonte, se internó en las desiertas ruinas de los
Templarios.
La medianoche tocaba a su punto. La luna, que se había ido remontando lentamente, estaba ya en lo
más alto del cielo, cuando al entrar en una oscura alameda que conducía desde el derruido claustro a
la margen del Duero, Manrique exhaló un grito, un grito leve y ahogado, mezcla extraña de sorpresa,
de temor y de júbilo.
En el fondo de la sombría alameda había visto agitarse una cosa blanca que flotó un momento y
desapareció en la oscuridad. La orla del traje de una mujer, de una mujer que había cruzado el
sendero y se ocultaba entre el follaje, en el mismo instante en que el loco soñador de quimeras o
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imposibles penetraba en los jardines.
-¡Una mujer desconocida!... ¡En este sitio!... ¡A estas horas! Ésa, ésa es la mujer que yo busco -
exclamó Manrique-, y se lanzó en su seguimiento, rápido como una saeta.
• Rosalía de Castro
Nació en Santiago de Compostela en 1837. Pasó su infancia en una casa de campo de Iria
Flavia, término municipal de Padrón, con una familia de campesinos, pues era hija
ilegítima de una dama de Santiago. Éste hecho, descubierto a través de rumores y
comentarios confusos, hizo infeliz su infancia y volvió su temperamento triste, amargo y
melancólico para siempre. En 1885 murió de cáncer y fue enterrada en Iria Flavia y
posteriormente trasladados sus restos a una iglesia de Santiago de Compostela.
Escribió algunas novelas y dos primeros libros de poesía; pero si figura como una de las
mejores poetisas de nuestra literatura es por tres libros de versos, dos escritos en gallego:
Cantares gallegos y Follas novas (Hojas nuevas); y uno en castellano: En las orillas del
Sar.
TEXTOS
ROMÁNTICOS
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El retrato
Quien no me creyere que tal sea de él,
al menos me deben la tinta y papel.
Bartolomé Torres Naharro.
Por los años de 1789 visitaba yo en Madrid una casa en la calle ancha de San Bernardo; el dueño de
ella, hombre opulento y que ejercía un gran destino, tenía una esposa joven, linda, amable y petimetra;
con estos elementos, con coche y buena mesa puede considerarse que no les faltarían muchos
apasionados. Con efecto, era así, y su tertulia se citaba como una de las más brillantes de la corte. Yo, que
entonces era un pisaverde (como si dijéramos un lechuguino del día), me encontraba muy bien en esta
agradable sociedad; hacía a veces la partida de mediator a la madre de la señora, decidía sobre el peinado
y vestido de ésta, acompañaba al paseo al esposo, disponía las meriendas y partidas de campo, y no una
vez sola llegué a animar la tertulia con unas picantes seguidillas a la guitarra, o bailando un bolero que no
había más que ver. Si hubiese sido ahora, hubiera hablado alto, bailado de mala gana, o sentándome en el
sofá, tararearía un aria italiana, cogería el abanico de las señoras, haría gestos a las madres y gestos a las
hijas, pasearía la sala con sombrero en mano y de bracero con otro camarada, y en fin, me daría tono a la
usanza..., pero entonces... entonces me lo daba con mi mediator y mi bolero.
Un día, entre otros, me hallé al levantarme con una esquela, en que se me invitaba a no faltar aquella
noche, y averiguado el caso, supe que era día de doble función, por celebrarse en él la colocación en la
sala del retrato del amo de la casa. Hallé justo el motivo, acudí puntual, y me encontré al amigo colgado
en efigie en el testero con su gran marco de relumbrón. No hay que decir que hube de mirarle al trasluz,
de frente y costado, cotejarle con el original, arquear las cejas, sonreírme después, y encontrarle
admirablemente parecido; y no era la verdad, porque no tenía de ello sino el uniforme y los vuelos de
encaje. Repitióse esta escena con todos los que entraron, hasta que ya llena la sala de gentes, pudo
servirse el refresco (costumbre harto saludable y descuidada en estos tiempos), y de allí a poco sonó el
violín, y salieron a lucir las parejas, alternando toda la noche los minuets con sendos versos que algunos
poetas de tocador improvisaron al retrato.
Algunos años después volví a Madrid y pasé a la casa de mi antigua tertulia: pero ¡oh Dios! ¡quantum
mutatus ab illo! ¡qué trastorno! el marido había muerto hacía un año, y su joven viuda se hallaba en
aquella época del duelo en que, si bien no es lícito reírse francamente del difunto, también el llorarle
puede chocar con las costumbres. Sin embargo, al verme, sea por afinidad, o sea por cubrir el expediente,
hubo que hacer algún puchero, y esto se renovó cuando notó la sensación que en mí produjo la vista del
retrato, que pendía aún sobre el sofá. -«¿Le mira usted?» (exclamó): «¡ay pobrecito mío!» -Y prorrumpió
en un fuerte sonido de nariz, pero tuvo la precaución de quedarse con el pañuelo en el rostro, a guisa del
que llora.
En estas y las otras, la viuda, que sin duda había leído a Regnard y tendría presentes aquellos versos,
que traducidos en nuestro romance español podrían decir:
hubo de tomar este partido, y a dos por tres me hallé una mañana sorprendido con la nueva de su feliz
enlace con el don Tal, por más señas. Las nubes desaparecieron, los semblantes se reanimaron, y
volvieron a sonar en aquella sala los festivos instrumentos. ¡Cosas del mundo!
Poco después la señora, que se sintió embarazada, hubo de embarazarse también de tener en casa al
niño que había quedado de mi amigo, por lo que se acordó en consejo de familia ponerle en el seminario
de nobles; y no hubo más, sino que a dos por tres hiciéronle su hatillo y dieron con él en la puerta de San
Bernardino: dispúsosele su cuarto, y el retrato de su padre salió a ocupar el punto céntrico de él. La guerra
vino después a llamar al joven al campo del honor; corrió a alistarse en las banderas patrias, y vueltos a la
casa paterna sus muebles, fue entre ellos el malparado retrato, a quien los colegiales, en ratos de buen
humor habían roto las narices de un pelotazo.
Colocósele por entonces en el dormitorio de la niña, aunque notándose en él a poco tiempo cierta
virtud chinchorrera, pasó a un corredor, donde le hacían alegre compañía dos jaulas de canarios y tres
campanillas.
La visita de reconocimiento de casas para los alojados franceses recorría las inmediatas; y en una junta
extraordinaria, tenida entre toda la vecindad, se resolvió disponer las casas de modo que no apareciera a la
vista sino la mitad de la habitación, con el objeto de quedar libres de alojados. Dicho y hecho; delante de
una puerta que daba paso a varias habitaciones independientes, se dispuso un altar muy adornado, y con el
fin de tapar una ventana que caía encima... «¿que pondremos? ¿qué no pondremos?». -El retrato. -Llega la
visita, recorre las habitaciones, y sobre la mesa del altar, ya daba el secretario por libre la casa, cuando
¡oh desgracia!... un maldito gato que se había quedado en las habitaciones ocultas, salta a la ventana, da
un maído, y cae el retrato, no sin descalabro del secretario, que enfurecido tomó posesión, a nombre del
Emperador, de aquella tierra incógnita destinando a ella un coronel con cuatro asistentes.
Asenderado y maltrecho yacía el pobre retrato, maldecido de los de su casa y escarnecido de los
asistentes, que se entretenían, cuándo en ponerle bigotes, cuándo en plantarle anteojos, y cuándo en
quitarle el marco para dar pábulo a la chimenea.
En 1815 volví yo a ver la familia, y estaba el retrato en tal estado en el recibimiento de la casa; el hijo
había muerto en la batalla de Talavera; la madre era también difunta, y su segundo esposo trataba de casar
a su hija. Verificóse esto a poco tiempo, y en el reparto de muebles que se hizo en aquella sazón, tocó el
retrato a una antigua ama de llaves, a quien ya por su edad fue preciso jubilar. Esta tal tenía un hijo que
había asistido seis meses a la academia de San Fernando, y se tenía por otro Rafael, con lo cual se
propuso limpiar y restaurar el cuadro. Este muchacho, muerta su madre, sentó plaza, y no volví a saber
más de él.
Abismado en ellas subía por la calle de San Dámaso a la de Embajadores, cuando a la puerta de una
tienda, y entre varios retazos de paño de varios colores, creí divisar un retrato cuyo semblante no me era
desconocido. Limpio mis anteojos, aparto los retales, tiro un velón y dos lavativas que yacían inmediatas,
cojo el cuadro, miro de cerca... «¡Oh Dios mío! exclamé: ¿y es aquí donde debía yo encontrar a mi
amigo?»
Con efecto, era él, era el cuadro del baile, el cuadro del seminario, de los alojados y del ama de llaves;
la imagen, en fin, de mi difunto amigo. No pude contener mis lágrimas, pero tratando de disimularlas,
pregunté cuánto valía el cuadro. -«Lo que usted guste» -contestó la vieja que me lo vendía; insté a que le
pusiera precio, y por último me lo dio en dos pesetas; informéme entonces de dónde había habido aquel
cuadro, y me contestó que hacía años que un soldado se lo trajo a empeñar, prometiéndole volver en
breve a rescatarlo, pues según decía, pensaba hacer su fortuna con el tal retrato, reformándole la nariz, y
poniéndole grandes patillas, con lo cual quedaba muy parecido a un personaje a quien se lo iba a regalar;
pero que habiendo pasado tanto tiempo sin aparecer el soldado, no tenía escrúpulo en venderlo, tanto más,
cuanto que hacía seis años que salía a las ferias, y nadie se había acercado a él; añadiéndome que ya lo
hubiera tirado a no ser porque le solía servir cuándo para tapar la tinaja, y cuándo para aventar el brasero.
Cargué al oír esto precipitadamente con mi cuadro, y no paré hasta dejarlo en mi casa seguro de
nuevas profanaciones y aventuras. Sin embargo, ¿quién me asegura que no las tendrá? Yo soy viejo, muy
viejo, y muerto yo ¿qué vendrá a ser de mi buen amigo? ¿Volverá séptima vez a las ferias? ¿o acaso
alterado su gesto tornará de nuevo a autorizar una sala? ¡Cuántos retratos habrá en este caso! En cuanto a
mí, escarmentado con lo que vi en éste, me felicito más y más de no haber pensado en dejar a la
posteridad mi retrato, ¿para qué? para presidir a un baile, para excitar suspiros, para habitar entre mapas,
canarios y campanillas; para sufrir golpes de pelota; para criar chinches; para tapar ventanas; para ser
embigotado y restaurado después, empeñado y manoseado, y vendido en las ferias por dos pesetas...
(Enero de 1832.)