Está en la página 1de 37

GUÍA DE ARTE CUBANO

OBRAS ESCOGIDAS
INDICE DE AUTORES.

A.E.F.: Antonio Eligio Fernandez (Tonel). Artista, curador y crítico de arte.

C.M.T.: Corina Matamoros Tuma. Curadora. Museo Nacional de Bellas


Artes, La Habana.

D.M.O. Dannys Montes de Oca. Crítica de arte y curadora.

E.C.V.: Ernesto Cardet Villegas. Curador. Museo Nacional de Bellas Artes,


La Habana.

E.V.D.: Elsa Vega Dopico. Curadora. Museo Nacional de Bellas Artes, La


Habana.

H.M.M.: Hortensia Montero Méndez. Curadora. Museo Nacional de Bellas


Artes, La Habana.

L.M.A.: Luz Merino Acosta. Crítica y profesora de Historia del Arte,


Universidad de La Habana.

N.F.A.: Niurka Fanego Alfonso. Curadora. Museo Nacional de Bellas Artes,


La Habana.

O.H.: Orlando Hernández. Poeta, curador y crítico de arte.

O.L.N.: Olga López Núñez. Curadora. Museo Nacional de Bellas Artes, La


Habana.

R.C.A.: Roberto Cobas Amate. Curador. Museo Nacional de Bellas Artes,


La Habana.

R.V.D.: Ramón Vázquez Díaz. Curador. Museo Nacional de Bellas Artes,


La Habana.
JOSÉ NICOLÁS DE ESCALERA (La Habana,1734-1804)

La Santísima Trinidad
óleo sobre tela; 180 x 202 cm
Firmado en inferior derecho: Jph Nicolaus de... pinxit Am...

José Nicolás de Escalera gozaba en su época de fama como buen pintor.


Su obra contiene retratos pero, sobre todo, cuadros religiosos en los que
bajo la influencia de Murillo pinta santos y vírgenes, vestidos a menudo con
los colores tradicionales de la escuela sevillana. Una de sus piezas más
notable es La Santísima Trinidad, obra de formato lobulado, acorde al
retablo barroco de la iglesia cubana del siglo XVIII donde estaba situada.
Escalera utiliza una composición simétrica, orientada hacia un punto
central, aligerando el peso de la misma por el movimiento ascendente de
los mantos. La obra, esencialmente valorista, presenta un colorido sobrio,
sin grandes matices cromáticos.

O. L. N.
VICENTE ESCOBAR (La Habana,1762-1834)

Retrato de Justa de Allo y Bermúdez


óleo sobre tela; 93 x 72,5 cm
Firmado en inferior derecho: Vicente Escobar fecit

Dentro del conjunto de la obra de Vicente Escobar lo más interesante son


los retratos de rostros expresivos y semblantes risueños en los que el
artista muestra preocupación por el parecido. Escobar, mestizo habanero,
fue nombrado en 1827, Pintor de Cámara del Rey por Fernando VII. En el
Retrato de Justa de Allo y Bermúdez, el mayor encanto de la obra reside
en el rostro de la criolla. El artista se detiene en la filigrana del broche que
adorna el traje de la muchacha haciendo contraste con la simplicidad y
ausencia de modelado del cuerpo. Escobar, en el primer tercio del siglo
XIX, es el continuador de la influencia española en la plástica colonial que
se desarrolla paralelamente a la influencia de la pintura francesa de los
primeros directores de la Escuela de Bellas Artes San Alejandro.

O. L. N.
ESTEBAN CHARTRAND (Guamacaro, Matanzas, 1840-Nueva York, 1883)

Paisaje marino, 1877


óleo sobre tela; 64,5 x 127 cm
Firmado y fechado en inferior izquierdo: E. S. Chartrand Habana 1877

En la segunda década del siglo XIX, cuando el romanticismo era la


corriente pictórica dominante en Cuba, la temática colonial se enriquece
con el surgimiento y la consolidación del género del paisaje. Esta expresión
transcurre desde una visión idílica de la Naturaleza, hasta la corriente
realista, influencia directa de la pintura española. Entre los pintores
paisajistas sobresale el matancero Esteban Chartrand, hijo de padres
franceses radicados en Cuba. Esteban, para realizar su paisaje, lo toma
directamente del natural, como se hacía en la Escuela de Barbizón. Con un
temperamento lírico expresa el asunto empleando un lenguaje romántico.
En Paisaje marino, el artista dibuja la costa en arco, alejando ópticamente
la línea del horizonte. Utiliza además los golpes de luz, cada vez más
tenues, para acentuar esta lejanía.

O.L.N.
VÍCTOR PATRICIO LANDALUZE (Bilbao, España, 1830-La Habana,1889)

Día de Reyes en La Habana


óleo sobre tela; 51 x 61 cm
Firmado en inferior izquierdo: Landaluze

Entre los cultivadores del costumbrismo del siglo XIX se destaca la obra del
vasco Víctor Patricio Landaluze. El pintor llega a Cuba alrededor de 1850,
se inicia como dibujante y pronto trabaja en la caricatura. De convicciones
políticas antiseparatistas, censura y ridiculiza el independentismo desde las
páginas de periódicos satíricos. Además de su obra como dibujante
humorístico, Landaluze fue pintor de costumbres. Dentro de este género
ha realizado una interesante serie de óleos, en su mayoría de pequeño
formato, en los que recoge tipos y ambientes de la segunda mitad del siglo.
En Día de Reyes en La Habana, concebido en una gama cromática de
tintas limpias y brillantes, se destaca el buen dibujante, pero también está
presente el caricaturista en la pintura, pues subyacen rasgos satíricos en
gran parte de la obra.

O.L.N.
GUILLERMO COLLAZO (Santiago de Cuba, 1850-París, Francia, 1896)

La siesta, 1886
óleo sobre tela; 66 x 83,5 cm
Firmado y fechado en inferior derecho: Collazo Havana 1886
Donado por Susana de Cárdenas.

En 1883 regresa a Cuba Guillermo Collazo, después de una prolongada


ausencia en el extranjero. Además de notable retratista, realiza también
paisajes y cuadros de composición. Una de sus obras más conocidas, La
Siesta, fue realizada en los años en que permanece en La Habana. El
artista con pleno dominio de la técnica y una rica gama cromática, capaz de
lograr grises espléndidos cargados de pigmentos, domina un dibujo
caracterizado por su elegancia. La composición se desarrolla en el interior
de una casa habanera de sobrias líneas arquitectónicas. La dama elegante
viste una bata criolla, la sensación de languidez y reposo se acentúa en las
manos hermosamente dibujadas. El interior se abre hacia un jardín, donde
Collazo prolonga la profundidad hasta la línea del horizonte que se dibuja
en el mar.

O. L. N.
ARMANDO G. MENOCAL (La Habana, 1863-1942)

Embarque de Colón por Bobadilla, 1893


óleo sobre tela; 309 x 464 cm
Firmado y fechado en inferior derecho: Menocal 1893 .

En 1983 Armando Menocal pinta Embarque de Colón por Bobadilla, obra


pensada para la exposición internacional de Chicago (1894). La pieza se
inscribe, más que en el tema histórico, en el cuadro de historia, tan en boga
como discurso pictórico en Europa desde mediados del siglo XIX, y que
resultaba el género para las justas internacionales. Menocal construye la
obra con todos los ingredientes tipológicos: grandes dimensiones, la
captación de un momento de la historicidad, la articulación de diversas
tematizaciones (retratos de grupos, paisaje e historia) en una tendencia
discursiva de estirpe realista, otorgándole el artista un tratamiento
protagónico a la luz, luminosidad que en la época se interpretó como
expresión de cubanía.

L. M. A.
LEOPOLDO ROMAÑACH (Las Villas, 1862-1951)

Marina
óleo sobre tela; 77,5 x 109,5 cm
Firmado en inferior derecho: L Romañach

Romañach está considerado como un eminente colorista, pero también dio


suprema importancia a la luz; esto se comprueba en obras fechadas en el
mismo año y que denotan haber sido realizadas en diferentes regiones y
zonas climáticas. Pero será en las vistas de las costas cubanas donde el
maestro hará gala de esta habilidad. Mares que cubren por completo la
tela, con diferentes azules y verdes, bañan las costas de la isla, límite
geográfico regulador que devela una impecable técnica –la mezcla de
colores directa en el soporte- con la cual alcanzó efectos insuperables.
Acostumbraba a trabajar in situ, por lo cual solía seleccionar soportes de
menores dimensiones. Sin embargo, Marina es una de las obras de mayor
formato, una vista real y cautivante del perfil costero, pletórica de luz y
color en arena y mar, tematización que el maestro cubano inmortalizó en su
quehacer.

E.C.V.
RAFAEL BLANCO ESTERA (La Habana,1885-1955)

Los zacatecas
óleo sobre cartón; 54,5 x 70 cm
Firmado en inferior derecho.

La predilección de Rafael Blanco por el drama, por lo terrible –que puede


ser, también, lo cotidiano- junto a su vena de humorista sarcástico, se
hacen evidentes en Los zacatecas. En esta pintura, el modo expresionista
se aviene con efectividad al asunto funerario. La solemnidad previsible en
la escena se tiñe de matices satíricos, ya sea por la fisonomía
caricaturesca de los personajes, por el rictus porfiado de la calavera
aferrada a su pipa, o por otros detalles de comicidad en la representación.
Blanco destaca en esta escena a los enterradores, los realza visualmente –
ocupan los primeros planos; el color de su vestuario es llamativo; su
gestualidad tiene algo de ridículo marcado- y también desde el título
mismo: “Zacateca” era sinónimo, en las primeras décadas del siglo veinte
cubano, de sepulturero, agente de pompas fúnebres. Fernando Ortiz
especula sobre el origen de este uso para el vocablo, y remite a la
abundante población yucateca y de “otras regiones mexicanas” establecida
en La Habana a principios de siglo, que fue usada como mano de obra
barata.

A. E. F. (Tonel)
VICTOR MANUEL GARCIA, (La Habana, 1897-1969)

Gitana tropical, 1929


óleo sobre madera; 46,5 x 38 cm
Firmado y fechado en inferior derecho: VICTOR MANUEL/París/1929

Gitana tropical es la imagen que más fascinación ha ejercido entre los


espectadores cubanos, al punto de erigirse –como se ha repetido tantas
veces- en una especie de Gioconda americana. Fue pintada en 1929
durante una segunda estancia de Víctor Manuel en París. En esta Gitana
tropical –que dio el nombre genérico de “gitanas” a la infinita serie de
cabezas o torsos de mestizas que Víctor Manuel pintó hasta el final de su
vida- están presentes los componentes esenciales de su imaginación
plástica: Gauguin, Cézanne, Modigliani, los primitivos italianos... Sin
embargo, su definitivo carácter americano fue puesto de relieve por el
propio pintor: “Es una mestiza, una mulata, pero le puse ojos rasgados de
india del Perú, de México...”. Tan heterogéneos ingredientes son
recompuestos a partir de una intuición unitaria que convirtió esta obra en el
primer clásico del modernismo pictórico cubano.

R. V. D.
MARCELO POGOLOTTI (La Habana,1902-1988)

Paisaje cubano, 1933


óleo sobre tela; 73 x 92 cm
Firmado y fechado en superior derecho: pogolotti/33

Después de enfrentarse a las vanguardias europeas e incursionar por el


abstraccionismo, el surrealismo, el mecanicismo, Pogolotti dará un giro
importante para encaminarse a su finalidad: hacer una pintura que, sin
renunciar a ninguno de los hallazgos del arte moderno, tomara un carácter
claramente social. Paisaje cubano (1933) es uno de los primeros óleos
dentro de su gran ciclo de pintura social. Concebido en plena dictadura de
Machado, no sólo alude a circunstancias cubanas sino que incluye a la Isla
en el contexto de las contradicciones del mundo contemporáneo. No rehuye
el tono propagandístico, incluso panfletario, para la enunciación de su idea.
Una sencilla estructura narrativa, a la manera de ciertas representaciones
medievales con escenas simultáneas, es suficiente para crear una especie
de fresco histórico: “Mi objeto era pintar la realidad humana en un paisaje
social”.Con cuadros como éste Pogolotti ha comenzado su difícil intento de
sintetizar en un resultado coherente fuerzas consideradas antagónicas: los
hallazgos de una larga tradición de pureza estética con el más apremiante
mensaje revolucionario.

R.V.D.
FIDELIO PONCE DE LEÓN (Camagüey, Cuba,1895-La Habana, 1949)

Tuberculosis, 1934
óleo sobre tela; 92 x 122 cm
Firmado y fechado en superior izquierdo: F. Ponce/934

Fidelio Ponce es una figura aparte en la renovación del arte en Cuba. En


medio de los desvelos por crear un modernismo cubano, Ponce evade
orgullosamente toda connotación nacional y se ciñe a una pintura sin color
con la que logra sus obras más elocuentes. Una de ellas es Tuberculosis.
El tema impone una atmósfera espectral de la que no escapa ni la figura de
la niña. Casi monocromática, es en realidad una sutilísima irisación de
sienas, ocres y blancos de plata y de oro, con reflejos rosas y azules y
pequeños toques de verde. De la espesa capa de pintura han ido
surgiendo estas figuras escurridizas. Cuando Ponce trata algunos asuntos
familiares o próximos a sus vivencias más íntimas, cuando recuerda
episodios remotos de su niñez camagüeyana, o cuando se sumerge en los
temas de la enfermedad o la muerte, que no eran para él temas literarios,
alcanza su mayor intensidad. Tuberculosis es una de sus obras claves e
integra, junto a Beatas (1934) y Niños (1938) la trilogía de sus clásicos.

R. V. D.
EDUARDO ABELA (San Antonio de los Baños, La Habana,1889-La
Habana,1965)

Guajiros, 1938
óleo sobre tela; 84 x 71,5 cm
Firmado y fechado en inferior derecho: Abela/1938

Cuando Abela vuelve a la pintura, a mediados de los años 30, después de


mucho tiempo consagrado a la caricatura, lo hace bajo el influjo del
muralismo mexicano que, desde mucho antes, era visto en la Isla como
ejemplo de autoctonía y modernidad americana. Abela favorece el tema
campesino, que consideraba más ajustado a la realidad cubana; se aleja de
las vanguardias europeas y se aproxima a la tradición clásica a partir del
muralismo mexicano; aunque adapta la nueva estética a obras de caballete
con temas alejados de lo épico o lo social.

Desde que fue premiada en la II Exposición Nacional de Pintura y Escultura


de 1938, Guajiros es una de las obras paradigmáticas de la pintura
moderna en Cuba, en la que estableció cánones representativos y
temáticos. Guajiros es una de las más certeras concreciones de la
imaginación criollista. A partir de una escena banal, despojada de
accidentes y llevada a escala monumental, Abela ha elevado a sus
personajes a la categoría de arquetipos cubanos.

R. V. D.
CARLOS ENRIQUEZ (Zulueta, Las Villas, 1900-La Habana,1957)

El rapto de las mulatas, 1938


óleo sobre tela; 162,5 x 114,5 cm
Firmado y fechado en inferior derecho, esgrafiado: CEnríquez/38

El criollismo y su interpretación plástica (1935) es una de las primeras


declaraciones programáticas de Carlos Enríquez, texto que se sitúa en un
cruce crítico – enunciativo en el cual el rol protagónico se desplaza hacia
el campesino como componente de esencias nacionales, como encuentro
de un universo incontaminado. Así irá tejiendo lo que el propio Carlos
definió como romancero guajiro,“la pintura del guajiro en su paisaje,
rodeado de ese algo misterioso y fantástico que puebla su soledad con
curiosas leyendas, que surge del contacto directo con la tierra que, como
los muertos producen fosforescencia”. El Rapto de las Mulatas (1938)
pertenece a este ciclo y posiblemente resulte la pieza más difundida y
conocida, símbolo capaz de fundir en un binomio autor y obra (Carlos-El
Rapto-Carlos). Presentada y premiada en el II Salón Nacional de Pintura y
Escultura (1938), se recepcionó como una pieza impactante por el color, la
transparencia, la violencia del tema, la sensualidad, la cubanía, la
innovación.

L. M. A.
MARIANO RODRÍGUEZ (La Habana, 1912-1990)

Unidad, 1938
óleo sobre tela; 146,5 x 117 cm
Firmado y fechado hacia inferior izquierdo: Mariano/38

Unidad es la respuesta a un momento de vida cuyo devenir


poético se potencia en la voluble y perfecta diacronía filosófica
del término, y su ubicación en un contexto temporal. Un cuadro de
época, irreductible al talante historicista que encarna y que invita
a desentrañar. El realismo en él es ilusorio; su simbolismo, más
que didáctico, es evocador. Predominan las masas pictóricas que
levitan y se superponen sin integrarse en su corpulenta
expresividad. Casa, camino, árbol, hombre, mujer. Pesan unos
sobre otros, atenuados por fútiles sombras. Cuanta fragilidad en
el apacible equilibrio y la aparente estabilidad de las figuras.
Cuanto de lucha interna. Unidad y tensión son sus claves
visuales. Tensión entre el árbol y la casa que sirven de escenario
a la pareja central, y que se reproduce en los brazos abiertos con
centro en la proximidad de los cuerpos. Hombre y mujer se unen
tan sólo en la complicidad de sus miradas, para expandirse y
abarcar una totalidad que los trasciende. La escena gravita por su
erotismo contenido, por la acción de una fuerza que es al unísono
deseo y voluntad; energía que se vuelve irradiación,
alumbramiento y premonición.

D.M.O.
AMELIA PELÁEZ (Yaguajay, Las Villas, 1896-La Habana, 1968)

Naturaleza muerta con pitahaya, 1942


óleo sobre tela; 79 x 64 cm
Firmado y fechado en inferior derecho: A PELAEZ/1942

Poco después de su regreso a Cuba en 1934, Amelia Peláez comienza a


incorporar a sus interiores y naturalezas muertas con frutas formas
tomadas de las artes decorativas y del ambiente criollos del siglo XIX. Ha
vuelto de París con los ojos entrenados y va traduciendo progresivamente
en su pintura aquellos vestigios del pasado a un lenguaje plástico moderno.
Naturaleza muerta con pitahaya es una de las primeras obras en las que
Amelia Peláez ha desplegado ya toda su morfología más personal. La
vidriera del fondo es el pretexto para un fuerte motivo decorativo. La
armonía de colores es audaz, como la combinación de ciertos mediopuntos
criollos. Las frutas se convierten, como figura central, en señal de una
naturaleza pródiga. Arabescos discretos atenúan la severidad compositiva.
La línea negra –trasposición a través del arabesco del embellotado del
vitral, del bordado del mantel o de la reja de hierro- completa el efecto,
incentivando el color y dotando al cuadro de una sólida armazón. La pintora
ha establecido su estilo definitivo y ha creado un sistema de coordenadas
formales que, lejos de convertirse en una limitante para el despliegue de su
invención, propicia uno de los desarrollos más deslumbrantes del
modernismo cubano.

R. V. D.
RENE PORTOCARRER0 (La Habana, 1912-1985)

Interior del Cerro, 1943


óleo sobre madera; 71 x 57,5 cm
Firmado y fechado en inferior izquierdo: Portocarrero/1943

“El pintor es ese hombre expulsado del paraíso de la inmediatez”, asiente


Portocarrero, por ello remuele durante un tiempo, breve pero imprescindible
y luego se adentra en un tema como el de los interiores, no mediante
bocetos sino de obras que son cual escalones ascendentes, hasta que un
día, un buen día, quita la orfandad a un lienzo cualquiera para convertirlo
en una pieza clave, en un hijo querido, en este Interior del Cerro, 1943,
profundísimo en su sereno dramatismo, en su quietud temporal pues no se
duda que en cualquier momento esta dama, apenas corpórea debido a un
fondo enervante y a ese intenso aire abarrocado del conjunto, esta dama
pues, encamine sus pasos hacia otro lugar de la casa luego de trasponer
las mamparas sin saber que quedaría atrapada por el pintor. Entonces,
“Sólo queda la poesía, pero poesía que es poesía que se anida en el rasgo
sin necesitar torcerlo”, diría Guy Pérez Cisneros, para recordarnos que
Portocarrero lleva un norte bien definido: lo cubano, más o menos
preconcebido, es su norte, sus ojos, sus manos creadoras, su corazón y su
razón.

N. F. A.
WIFREDO LAM (Sagua la Grande, Las Villas, 1902-París, 1982)
La silla, 1943
óleo sobre tela; 131 x 97,5 cm
Firmado y fechado en inferior izquierdo: Wifredo Lam/1943
Donación Lilia Esteban y Alejo Carpentier, 1976.

La silla de 1943 es la tercera que realiza Lam en distintas épocas con este tema.
La primera es un gouache sobre papel y corresponde a su etapa de París. La
segunda Silla la realiza hacia 1942 en óleo sobre papel kraft. El artista muestra su
adaptabilidad a la realidad cubana, encontrándose en franco proceso de
experimentación con el color y la luz. Surgen paulatinamente las riquezas del
verde y el ocre; asoman hojas de una vegetación que aparece timidamente. Pero
ya está instalada en su obra una vibración de oculto misterio que distinguirá su
producción caribeña. Al año siguiente, 1943, Lam realiza La silla tercera y
definitiva. La pintura, rica en empastes y texturas, constituye un paradigma de la
refuncionalización de géneros tradicionales de la pintura occidental como las
naturalezas muertas y el paisaje. Lam los adecua a una nueva dimensión, en la
que coexisten cotidianeidad y trascendencia, en una simbiosis de elementos que
permiten proyectar una nueva visión de la realidad, a la que Alejo Carpentier
definiría en el prólogo de su novela El reino de este mundo como “lo real
maravilloso americano”.

R.C.A.
ROBERTO DIAGO (La Habana, 1920-Madrid,1955)

Virgen de la Caridad, 1946


óleo sobre tela; 104 x 78,5 cm
Firmado y fechado en superior izquierdo: Diago/XLVI

La virgen patrona de Cuba, la popular “Cachita” u Oshún, como la


identifican los adeptos de la Regla de Ocha o santería, está representada
en el cuadro de Diago con una sencillez y familiaridad muy similar a la de
esas muñequitas de trapo o madera con que es reverenciada en los altares
populares, y que semeja más un juguete ataviado de santa que una
venerable imagen religiosa. Más que en el tema, es en la atmósfera
ingenua, ornamental, festiva, que envuelve y magnífica a esta virgen
mulata, donde mejor se expresa ese substrato de conciencia o
etnosicología cubana (que ya no necesita ningún prefijo afro) que informa
nuestras más auténticas creaciones culturales. Con la Caridad del Cobre –
en muchos aspectos comparable a las de Carlos Enríquez o René
Portocarrero- Roberto Diago logra una de sus obras de mayor sintetismo y
riqueza expresiva dentro de este período, y acaso una de las más notables
de toda su carrera.

O.H.
LUIS MARTINEZ PEDRO (La Habana,1910-1989)

Tempo en azul, 1952


óleo sobre tela; 102 x 153,5 cm
Firmado en inferior derecho: Martínez Pedro

Luis Martínez Pedro participa con Tempo en azul (1952) en la II Bienal de


Sao Paulo, Brasil, en la que un experimentado jurado internacional le
concede el premio de mejor exponente de arte abstracto. La obra evidencia
la simplicidad y pureza propia del arte concreto. Un acentuado sentido
racional caracteriza la construcción de la imagen. Disímiles formas
geométricas se entrelazan creando ritmos armoniosos y diferentes
contrastes oculares. Se convierte así Martínez Pedro en uno de los
primeros y principales cultivadores de este movimiento en Cuba. Su obra,
concebida dentro de una línea de diseño riguroso y colorido estricto, resalta
por su excelencia.

E.V.D.
SANDU DARIE (Roman, Rumanía, 1908-La Habana, 1991)

Multivisión espacial, 1955


óleo sobre tela; 136 x 102 cm
sin firma

En 1950 Sandu Darie exhibe sus Estructuras pictóricas, iniciando así sus
“especulaciones sobre abstracciones del forma cuadro en el espacio
tiempo” o, como también las dio en llamar, “ reflexiones estéticas”; en ellas
hay una evidente utilización de las formas geométricas y un nuevo
tratamiento del espacio. Esto constituiría el comienzo de una reflexión seria
sobre el fenómeno de la abstracción, así como una renovación en el
contexto plástico cubano de los años cincuenta. Cinco años más tarde, el
Pabellón de Ciencias Sociales y la Facultad de Arquitectura de la
Universidad de la Habana organizan la Primera exposición concreta, donde
Darie -que en 1960 forma parte del grupo Diez Pintores Concretos
Cubanos- exhibe su obra Multivisión espacial. En éste óleo, despojado de
toda vinculación con el mundo exterior, las formas se erigen protagonistas
principales del cuadro, asumiendo la geometría como expresión. En él no
hay referencia alguna a elementos figurativos o transmisores de una idea
que no sea el orden, la armonía y el equilibrio. Su objetivo es lograr una
composición netamente racional, donde la técnica y la claridad de la obra
sean absolutas.

E. V. D.
ANGEL ACOSTA LEON (Marianao, La Habana, 1930-desaparece en el
mar el 5 de diciembre de 1964)

Cafetera no. 1, 1960


óleo sobre cartón; 183,5 x 122,5 cm
Firmado y fechado en extremo inferior, hacia el centro: Acosta León/60

En 1960 el mundo de Acosta León está ya dominado por algunas de sus


imágenes distintivas: carretillas, cafeteras, carros, guaraperas,
colgantes...Cafetera no. 1 es una de sus obras capitales de este primer
momento. Acosta ha incorporado a su pintura, en una suerte de fetichismo,
objetos corrientes e inadvertidos, sacados tanto de la rutina de la vida
cotidiana como de la ciudad marginal que ha recorrido a pie o en guagua,
encontrándoles otros sentidos a los más inesperados fragmentos. Las
grandes cafeteras metálicas que se veían en muchas esquinas habaneras,
ejercieron una curiosa fascinación sobre el artista. Fueron la base de
algunas de sus invenciones más impresionantes. “A las cafeteras las tenía
delante, al dar el viaje redondo de la guagua siempre íbamos a tomar café.
Eran diosas de metal para mí”. Las reconocemos como objetos cotidianos,
pues el pintor apenas las transforma en su apariencia, pero a la vez son
aparatos terriblemente inquietantes. Son familiares y monstruosos a la vez.
Son objetos de metal, aunque a la vez han tomado los rasgos orgánicos de
un animal extraño... El objeto banal se ha convertido en un símbolo, en un
ícono con una carga expresiva de la más alta tensión, en el que Acosta ha
vaciado, como en una catarsis, no sólo su propia angustia existencial sino
el testimonio contradictorio y desgarrado de su época.

R.V.D.
SERVANDO CABRERA MORENO (La Habana, 1923-1981)

Milicias campesinas, 1961


óleo sobre tela; 140,5 x 201 cm
Firmado y fechado en inferior derecho: Cabrera Moreno/61

A lo largo de 1961 Servando trabaja febrilmente en una serie de dibujos y


lienzos de un realismo conmovedor, en la que siente se ha encontrado
finalmente a sí mismo como pintor. Los resultados obtenidos se muestran al
público en la significativa exposición realizada por el artista en el Palacio
de Bellas Artes en diciembre de 1961. El crítico y curador Gerardo
Mosquera ha señalado cómo “El resultado fue una pintura viril, inmediata,
monumental, directa, que vibra al pulso de los acontecimientos que se
precipitan. Es una pintura irrepetible, nacida del hecho histórico concreto,
cuyas esencias intentó sintetizar”. En su representación realista de
milicianos y campesinos armados hay una plasmación casi escultórica de la
figura humana; más que pintada, parece esculpida por la fuerza y
angulosidad de sus rasgos. Milicias campesinas, pintada a finales de
1961, atrapa, en una composición de estructura circular, rostros humanos y
cabezas de caballos mediante el empleo de una línea vigorosa y una
transparencia de colores superpuestos –azules, verdes y amarillos. Los
rostros de los personajes sirven al artista para escudriñar los rasgos
raciales del cubano de tierra adentro.

R.C.A.
ANTONIA EIRIZ (La Habana,1929-Miami, Estados Unidos, 1995)

Ni muertos (tríptico), 1962


óleo sobre tela; panel izquierdo: 165 x 91 cm
panel central: 148,5 x 195 cm
panel derecho: 164,5 x 91 cm
Firmado en inferior derecho (panel izquierdo): A. Eiriz
Firmado hacia inferior izquierdo (panel central): A. Eiriz
Firmado en inferior derecho (panel derecho): A. Eiriz

En 1964 Antonia Eiriz realiza su exposición Pintura/Ensamblajes en la Galería de


La Habana. En esta muestra Antonia consolida su lenguaje dentro de lo grotesco
expresivo. Exhibe una pintura marcada por lo trágico, de un dramatismo intenso y
perturbador. Sus personajes nos estremecen con sus muecas de dolor. Sus
ensamblajes, únicos dentro del arte cubano de la época, se encuentran en la
misma dirección y son auténticas instalaciones cargadas de emoción. El público
queda impactado con la sinceridad de La anunciación, Requiem por Salomón,
Las pirañas y Ni muertos, que han devenido clásicos de la pintura
contemporánea cubana. Con estas obras Antonia Eiriz se sitúa a la vanguardia de
la plástica nacional, otorgándole un perfil marcadamente expresionista. El tríptico
Ni muertos abre cronológicamente la exposición. Es una obra de ascendencia
goyesca. Con brochazos muy gestuales, Antonia compone unas figuras
desgarradas en tonos negros y grises sobre un fondo amarillo. La muerte es la
verdadera protagonista de la obra. Ella es la dueña de la situación y cobrará su
cuota de víctimas, como rastro de una época singular, movida entre la ternura y el
amor por una parte y la violencia y el odio por otra.

R.C.A.
RAÚL MARTÍNEZ (Ciego de Avila, 1927-La Habana, 1995)

26 de julio, 1964. De la serie Homenajes.


óleo, madera, impresos sobre masonite; 119 x 159 cm
Firmado y fechado en superior izquierdo: R Martínez 64

Con 26 de julio Raúl Martínez logra la feliz conjunción entre el expresionismo


abstracto y el pop art. La obra irradia una intensa energía emanada de la
integración efectiva de las manchas gestuales de color y collages. La obra
concentra lo mejor de la fuerza revolucionaria de un período histórico. Para
lograrlo Raúl Martínez realiza una personal interpretación del ambiente popular
que lo rodea. Asimila el “estilo” compositivo de los murales de los Comités de
Defensa de la Revolución, los letreros pintados por manos inexpertas en los muros
de las calles, las pancartas con las que participa el pueblo en las grandes
concentraciones. Capta con perspicacia todas estas manifestaciones, nacidas
espontáneamente del seno del pueblo que, por su propia naturaleza, están
signadas por lo efímero, y le otorga, por la magia de su arte, el don de la
perdurabilidad. Raúl Martínez abre un nuevo camino para la comprensión de un
arte pop con un sello muy personal y de alto valor artístico realizado fuera de los
grandes centros emisores, Estados Unidos y Europa.

R.C.A.
ALFREDO SOSABRAVO (Sagua la Grande, Las Villas, 1930)

Personaje frente al sol, 1967


óleo y collage sobre tela; 121,5 x 183 cm
Firmado y fechado en inferior izquierdo: Sosabravo – 67

En 1967, en un contexto de enriquecedora efervescencia cultural, Alfredo


Sosabravo realiza en Galería de La Habana una significativa exposición personal,
Óleos y cerámicas, con la que alcanza su consolidación como figura destacada
de la plástica cubana. La crítica de la época valoró positivamente el tratamiento
novedoso que el artista introdujo en sus cerámicas al concebirlas y proyectarlas
como auténticas esculturas. Sin embargo, son las pinturas que exhibe en este
mítico espacio de los sesenta las que le abren un espacio al lado de las
legendarias figuras de Acosta León, Antonia Eiriz, Raúl Martínez y Umberto Peña.
Personaje frente al sol, realizada en 1967, participa en la mencionada
exposición Óleos y cerámicas. En la obra convergen lo popular y lo culto,
dándose la mano el oficio del artesano y el rigor intelectual del pintor. Asímismo
constituye una síntesis de su apropiación de aquellos elementos que provienen del
pop -por la vía de la tira cómica- y de ciertos rasgos propios de la nueva
figuración. La obra se aparta de la habitual faceta burlesca del quehacer de
Sosabravo para indagar en inquietudes de carácter más filosófico donde la
pregunta clave parece girar en torno al hombre y el lugar que le corresponde en el
universo.

R. C. A.
MANUEL MENDIVE (La Habana, 1944)

Ollá, la dueña del cementerio, 1967


óleo sobre madera; 265,5 x 74 cm
sin firma.

Ollá, La dueña del cementerio, es una pieza representativa de la etapa primigenia


de Mendive, centrada en lo mitológico, en la cual priman las tonalidades oscuras,
severas y apagadas. Una marcada elegancia y una atmósfera sombría, misteriosa,
transmite una sensación de espiritualidad, propia de la iconografía representativa de
los orishas del panteón yoruba, afianzada aquí en la verticalidad del soporte.
Mediante una figuración de línea suave, Mendive representa a la diosa escoltada por
auras -aves simbólicas de la muerte- donde el mito representado adquiere “ una
dimensión trascendente que constituye uno de los valores de su arte.”

H.M.M.
EVER FONSECA (Guantánamo, 1938)

Juanica y los peces, 1968


óleo sobre tela; 200 x 140 cm
sin firma.

En Juanica y los peces Ever Fonseca testimonia su insistencia introspectiva


en los recuerdos de la infancia, al autorrepresentarse en un ambiente irreal
dentro de la composición. Ejemplifica su capacidad de fabulador de la
realidad al transmitir la esencia de unas preocupaciones estéticas centradas
en el ser humano y sus interrelaciones con el paisaje mediante el tema
alegórico. La integración de la flora, la fauna y los elementos constitutivos de
la conjunción sol – luna – mar – tierra, resulta síntesis de la fuerza de su arte,
expresivo de su experiencia con el mundo exterior y un espíritu romántico. Su
quehacer estético se centra en la aparición de imágenes reveladoras de
símbolos donde con el jigüe -figura antropomorfa y protagonista principal de
su mundo fantaseador- consigue atrapar los misterios de la vida para
testimoniar la fuerza de la naturaleza en sorprender al hombre y transformar
los predios de su imaginación. Ever consigue una interpretación muy personal,
lírico-descriptiva, de este ente mitológico y su medio circundante, apresados
desde un poderoso vínculo con su cubanía.

H.M.M.
NELSON DOMÍNGUEZ (Jiguaní, Granma, 1947)

Preludio de un rapto guajiro, 1974


óleo sobre tela; 200 x 190,5 cm
Firmado y fechado en inferior derecho: Nelson 74

Preludio de un rapto guajiro resume la estética de Nelson Domínguez en los años


setenta, cuando existe un predominio del estilo realista. Nelson explora y recrea las
vivencias en su tierra natal, inspirado en su origen campesino. Su acercamiento a lo
nacional parte de la acción de la memoria. Mediante un lenguaje poblado de
imágenes amables y apacibles, integra una composición lírica, de corte ingenuo y
vínculo profundo con la realidad social. Inserto en la figuración de lo grotesco-
expresivo, corriente muy fuerte en la década del 60 en la plástica cubana, Nelson se
apoya en la deformación de los rostros, lo que le otorga cierto aire caricaturesco a
sus figuras.

El crítico David Mateo ha expresado como “ Las figuraciones notables que habían en
sus primeras etapas, ligadas quizás a una necesidad de elocuencia que
correspondiera a su proyecto antropológico y reconocidamente autobiográfico, han
dado paso a una atmósfera un tanto abstracta en la que no es la totalidad, sino una
parte de ella la que le sirve para la sugestión y el recreo; y lo que en sus orígenes
parecía un expresionismo de trasfondo va siendo ahora, sin cuestionamiento alguno,
lo más preponderante en el espacio de su obra.

H.M.M.
FLAVIO GARCIANDÍA (Caibarién, Villa Clara, 1954)

Todo lo que Ud. necesita es amor, 1975


óleo sobre tela; 150 x 250 cm
Firmado y fechado en inferior izquierdo: Flavio 75

El primero de los cuadros fotorrealistas que hace Flavio es Retrato de Zaida en


1973, basado en unas fotos tomadas a Zaida del Río –su compañera de estudios en
la Escuela Nacional de Arte- por Roberto Fernández, fotógrafo de la revista
Bohemia. Posteriormente realiza otros títulos, siendo el más conocido Todo lo que
Ud. necesita es amor, con evidente influencia de la estética cinematográfica, que
devino pieza representativa del hiperrealismo cubano. De marcado carácter
introspectivo, su fuerza radica precisamente en su valor humano. Ofrece una versión
muy fresca del retrato, que recobra su auge como género con esta tendencia
artística.

Gerardo Mosquera ha escrito:


Esta imagen de plenitud –que encantaría a Walt Withman-, reproducida en
carteles, periódicos y revistas, se convirtió quizás en el cuadro más popular
de la pintura cubana en los últimos tiempos, bastó para dar renombre a Flavio
Garciandía, y resultó uno de los mejores ejemplos de cómo el fotorrealismo
cubano ha tenido la peculiaridad de trasladar un contenido humanista, lleno
de optimismo y vitalidad juvenil.

H.M.M.
TOMÁS SÁNCHEZ (Aguada de Pasajeros, Cienfuegos, 1948)

Relación, 1986
acrílico sobre tela; 200 x 350 cm
Firmado y fechado en inferior derecho: Tomás Sánchez 86
Donación del artista, 1986

El inicio de Tomás Sánchez en el movimiento fotorrealista le permitió expresar el


culto a la naturaleza desde una actitud sui-géneris; apela a su memoria visual para
recrear las ideas, quedando la foto como mera referencia. Conoce la obra de Andrew
Wyeth, con su detallismo minucioso y su aproximación al punto de vista
cinematográfico, así como la propuesta de dos pintores rusos del siglo XIX, Isaac
Levitan e Ivan Shishkin, quienes imprimen razón y emoción, respectivamente, al
paisaje. Tomás enriquece su visión sobre este tema. El XIX Premio Internacional de
Dibujo Joan Miró recibido en 1980 constituye un notable reconocimiento a su obra. A
partir de entonces, se centra en la relación del hombre con su hábitat, a la par que
consigue una atmósfera espacial relacionada con determinados sentimientos y
recuerdos. Abarca el paisaje virgen, la visión de los basureros y los conflictos del
hombre frente a la contaminación ambiental en la serie de crucifixiones, compendio
temático que ha llevado a considerarlo un artista ecologista.

En Relación, resumen en tres grandes planos de la tierra virgen, el cielo y el mar, se


verifica ese proceso de toma de conciencia. Un fuerte lirismo se desprende de esta
creación donde predominan la síntesis y el equilibrio. El propio autor, a quien se le
considera un propulsor de las concepciones renovadoras dentro del paisajismo,
sentencia: Me satisface la relación silenciosa entre el hombre y el medio. Me
interesa mucho el tema de la naturaleza limpia, sin contaminar. El hombre todavía no
ha aprendido a vivir en la naturaleza sin destruirla. Ha mantenido con ella una
relación de dominio. No la ha trabajado de manera constructiva.

H.M.M.
JOSÉ BEDIA (La Habana, 1959)

El golpe del tiempo, 1986


instalación; 303 x 401 x 69 cm.
(versión del artista para el Museo Nacional, 1991)

El universo artístico de Bedia ha girado en torno a la gran atracción


que han ejercido sobre su sensibilidad creadora, las llamadas “culturas
primitivas”, ya fueran de un pasado remoto o del presente. Todo parece
atraerle de estas culturas: su concepción del mundo, sus valores éticos,
la manera de convivir con la naturaleza, la simplicidad de sus
preceptos, sus ritos, sus instrumentos de trabajo, sus objetos de culto,
sus ornamentos, sus paisajes. Pero lejos de aislarse en un arte
indigenista, Bedia rescata estas importantes fuentes culturales para la
contemporaneidad, en un proceso que él mismo define como
“transcultural a la inversa”. En ello radica, justamente, la clave de su
poética.

C. M. T.
JUAN FRANCISCO ELSO (La Habana, 1956-1988)

La mano creadora, 1987-1988


papel amate, ramas, espejos, cera, arena volcánica y cera;
137 x 192 x 46 cm

Elso es, sin duda alguna, uno de los grandes escultores cubanos. Su corta vida y
su resonancia mítica, no han hecho sino acentuar esta condición, sin menoscabo
de su talento y de su peculiar perspectiva artística. La obra creadora de Elso
tiene un carácter fundacional, por cuanto inauguró derroteros de poética inéditos
en el arte nacional. La pieza La mano creadora, que el Museo le comprara poco
antes de morir, cuando tenía sólo 32 años, forma parte del proyecto La
transparencia de Dios. Este proyecto, que no pudo ser completado, se concreta
en una exposición que constaría de dos niveles: el macrocosmos y el
microcosmos. En el primero , según escribió Elso, “su sentido está dominado por
los conceptos de rostro y corazón, base de la pedagogía que entre los antiguos
mayas preparaba al hombre para el cumplimiento de su rol en el mundo. El rostro
es la búsqueda del camino propio; el corazón, la energización de ese camino
mediante la actitud”. La mano en particular, que simboliza la creación de los
instrumentos para conformar el universo, está realizada según la propia mano del
artista. En ella se observan incisiones con brotes de hojas secas, que significan la
sangre que mana y que se interpone a la línea de la vida. En el nivel del
microcosmos, estaría el hombre, y trataría de expresar diversas instancias de la
experiencia latinoamericana, a través de figuras claves de la historia como Martí y
Bolívar, entre otras.

C. M.T.
KCHO (ALEXIS LEYVA MACHADO) (Isla de la Juventud, 1970)

Mi jaula, 1991
fibra vegetal y metal; 189 x 350 x 70 cm

Kcho inaugura en Cuba uno de los contenidos más analizados por nuestros
artistas en los años 90: la insularidad. La condición geográfica y simbólica
de la isla, así como la historicidad de este concepto, han merecido especial
atención en la creación artística actual. Kcho construye una simple jaula
con ese material cercano e íntimo que es el junquillo cubano, portador de
significados relativos a la tradición doméstica artesanal. Pero ha convertido
esa domesticidad del objeto en otra mucho mayor y connotativa: la
geografía insular. La isla como límite, como contenedora y conformadora, la
isla inevitable de Virgilio Piñera, la isla de material humilde y frágil, la isla
como jaula, la isla como pertenencia en el mi posesivo del título... Kcho ha
repetido esta operación de construcción geográfica con las yaguas de la
palma real para hacer una enorme jaba; lo ha hecho hasta con el más
sencillo utensilio de laboreo campesino, el imprescindible garabato, que
aparta la yerba durante el corte del machete: Cuba en el centro del arte de
los noventa.

C. M. T.
BELKIS AYÓN (La Habana, 1967-1999)

La cena, 1988
collage de colografías sobre cartulina; 137 x 300 cm

Belkis Ayón es una artista centrada en un mito. En pocas ocasiones se encuentra


un apego tan absoluto a una mitología específica como en ella. Quedó
deslumbrada por el misterio de Sikán, la mujer que oyó una voz en el río Oddán,
descubriendo el secreto supremo del Pez, y por lo cual fuera sacrificada. Esta
leyenda pertenece al complejo religioso Abakuá, traído por los africanos
procedentes del Calabar, que fueron forzados a emigrar y convertirse en
esclavos en las colonias del imperio español, entre los siglos XVIII y XIX
fundamentalmente. La Secta Secreta Abakuá es privativa de los hombres, y es,
posiblemente, una de las pocas de su tipo que sobrevivió en las tierras
americanas. Belkis se acercó a esta forma religiosa desde sus tempranos años de
estudio en San Alejandro y expone sobre ella desde 1988. La herencia Abakuá es
para la artista un mundo donde asomarse, un universo profundo y lleno de
misterios del que extrae reflexiones sobre el hombre y sus conflictos. Belkis no
describe estos mitos, más bien crea imágenes para ellos, imágenes de una
majestuosidad y una estirpe sacra de gran impacto, que recuerdan los iconos
bizantinos que tanto la deleitaron.

C.M.T.
TONEL (ANTONIO ELIGIO FERNÁNDEZ) (La Habana, 1958)

Mundo soñado, 1995


tinta sobre madera; 270 x 480 cm

A través del trabajo sobre la geografía insular, el artista reflexiona sobre el


tema de lo nacional, donde parece sopesar con cuidado y a veces con
nostalgia, las variantes que este sensible rasgo suscita en nuestra cultura,
desde la sobrevaloración y el chauvinismo, hasta la más acendrada
concepción de nacionalidad. En la formidable obra Mundo soñado pueden
encontrarse todos los matices de esta reflexión, matices en los que la
ironía, la simple belleza de la imagen, y la calidez que suscita el inevitable
apego a nuestra geografía, apelan a sopesar nuestros propios prejuicios,
nuestro amor, nuestras aspiraciones o desmesuras en relación a Cuba
como nación.

C.M.T.

También podría gustarte