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INTRODUCCIÓN

A LOS GRUPOS OPERATIVOS

Raffaele Fischetti

En los inicios de los años 40, Enrique Pichon-Rivière, trabajando en el


hospital de Las Mercedes de Buenos Aires, tuvo que enfrentar una serie
de problemáticas. Ya había organizado grupos con enfermeros para
mejorar su capacidad profesional. En un segundo momento -a causa de
una huelga del personal del hospital- realizó una experiencia de grupo con
los enfermos menos graves o en vías de curación, para capacitarlos en
hacerse cargo de los internos más graves. Ambas experiencias resultaron
ser fructíferas y teóricamente interesantes. Es así como, de esta situación
contingente, y por obra de E. Pichon-Rivière, nace en Argentina el grupo
operativo. La teorización de este dispositivo de trabajo será profundizada
posteriormente por dos discípulos de Pichon-Rivière, José Bleger y
Armando Bauleo y, a fines de los años 60 se difundirá en toda América
latina (Uruguay, Brasil, México). Luego, desde mediados de los 70, llegará
a Europa (Italia, España, Francia y Suiza).

Lo que para Pichon-Rivière caracteriza el grupo operativo no es el hecho


de que el grupo esté centrado en el individuo, ni en el grupo mismo, sino
que esté centrado en la tarea. Su preocupación en cualquier tipo de grupo
(de formación, terapéutico, de discusión, etc.) es la de afrontar, a través
del grupo centrado en la tarea, los problemas que ella presenta y el
aprendizaje y comunicación en relación a la misma. Vemos así que el
elemento central que moviliza al grupo es la tarea, tan es así que Pichon
llega a decir que no existe grupo sin tarea. Cualquier tipo de grupo tiene
una tarea que le es propia (terapéutica, de aprendizaje, etc.). Digamos que
es la tarea la que instituye al grupo, en el sentido que un conjunto de
personas es considerado grupo porque hay una tarea que une a sus
integrantes. Si varias personas se reúnen es porque quieren desarrollar
determinada tarea. Es justamente la tarea la que permite el paso de un
conjunto de personas a una estructura grupal.

Es interesante ver que esta tarea, que inicialmente puede parecer un


elemento completamente externo, objetivo, formal, poco a poco ya no es
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tan distante y está referido a las motivaciones de cada uno de los
participantes y -al mismo tiempo- es lo que permite las transformaciones
que el grupo vive. Es en este sentido que decimos que la tarea no sólo
instituye sino que constituye el grupo. De hecho, cuando las personas
llegan a un grupo, cada una de ellas traerá su propia idea de la tarea, y no
sólo de ella sino también de lo que es un grupo y de cómo se trabaja en él.
Estas tres ideas son las tres fantasías de base en cualquier grupo y son las
ideas que comienzan a confrontarse en el paso de conjunto a estructura
grupal.

Pero, ¿de dónde provienen estas ideas? Provienen sin duda de todos los
otros grupos por los que cada uno ha atravesado, ha vivido: nadie va a un
grupo sin tener idea de lo que es. Podemos decir que nuestra vida
transcurre “atravesando grupos”, a partir del grupo familiar. Entonces,
cuando las personas llegan al grupo, cada una traerá a él su propia idea de
grupo, de tarea y del proceso para desarrollar esta tarea. Los inicios del
grupo son así; con varios monólogos, cada uno trae sus problemas y sus
experiencias. No hay escucha sino que se traen informaciones de afuera,
el otro aún no existe. Digamos que cada uno de los miembros del grupo se
presenta con su esquema de referencia -ECRO- previo.

Pichon-Rivière entiende por ECRO no sólo los conocimientos que


poseemos, sino también la posibilidad de poner en juego, de
“instrumentalizar” determinadas emociones que están ligadas a dichas
informaciones y experiencias. Con esto, él quiere subrayar que los
conceptos contienen dentro de sí la emoción que suscita el campo de la
experiencia.

Podemos representar la situación inicial como un conjunto de personas


que parecen no compartir nada entre sí, aislados con su propio esquema
referencial, un vínculo con el afuera del grupo y las propias ideas de base.
En este sentido, una tarea es lo que puede permitir a este conjunto
transformarse en grupo. Pero este pasaje no es un pasaje directo ni
unidireccional, sino indirecto y tortuoso. A veces, durante el trayecto el
grupo volverá atrás, a la situación de conjunto: es decir, el grupo jugará
siempre con este ir-y-venir entre las dos posiciones: conjunto de personas
o grupo centrado en la tarea.
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En este pasaje comenzarán a confrontarse las tres fantasías de base y los
esquemas de referencia individuales para poder trabajar con la tarea. Muy
pronto se hace evidente que el esquema singular no es suficiente para
llevar adelante la tarea grupal. A partir de esta confrontación nace la
posibilidad de que, en cierto momento del proceso, cada uno de los
integrantes pueda modificar su propio ECRO al ofrecer y recibir
informaciones de los otros, establecer una serie de intercambios afectivos
que gradualmente llevan a constituir un ECRO actual en común. Este
proceso se acompaña de cierto tipo de ansiedades y sentimientos. De
hecho hay un momento en que cada uno se pregunta qué está haciendo
ahí, por qué está ahí, quiénes son los otros. Hay una fase de confusión,
como la llamó Bleger, cuando se rompe el viejo esquema de referencia y
aún no se constituye uno nuevo. Es el momento en que cada uno
comienza a preguntarse acerca de la relación con los demás, la propia
imagen respecto a los otros y el por qué están ahí. Momento difícil para el
grupo. De hecho es el momento en que algunos abandonan. Situación
difícil pero imprescindible, que se repite cada vez que se busca resolver
conflictos entre los miembros y respecto a la tarea. ¿Por qué sucede esto?
¿Por qué un integrante del grupo, en un momento dado, no sabe dónde se
encuentra? ¿Cuál es el problema? Bleger decía que si una persona no pasa
por un estado confusional, no hay aprendizaje, no hay cambio. En cambio,
todos deseamos aprender y cambiar sin tener que pasar por esta fase.
Bion agrega que nos rehusamos a aprender de la experiencia, es decir
pensamos cambiar sin sufrimiento, se fantasea con un aprendizaje por
instinto.

Para poder llevar adelante la tarea se necesita de otro… de a poco aparece


la percepción del otro, empezamos a escuchar al otro. Del monólogo se
pasa al diálogo. Es este el momento de la desilusión, de la ruptura de una
situación narcisista. Nos damos cuenta de que nadie puede llevar adelante
la tarea por sí mismo sino que ella es un asunto grupal. La tarea requiere
del grupo cierta organización para que pueda ser elaborada. Para hacer
esto se deberán romper los ECROS de cada uno de los integrantes para así
poder construir un ECRO común. Pero este esquema referencial no está
ahí ya listo para ser usado sino que debe ser producido. Es un producto

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elaborado por el grupo. Sólo desde una posición dogmática se puede creer
que el ECRO pueda darse ya listo y elaborado.

Es evidente que las personas están hechas de afectividad, de


sentimientos… y cuando se rompe un ECRO singular se mueve mucha
afectividad que es necesario poder elaborar para que ese monto logre
formar parte de la información del ECRO actual. El proceso de
construcción y constitución de un ECRO en común requiere tiempo y
espacio interno con el cual pueda soportarse la confusión. El hecho de
decir que se ha comprendido todo y enseguida, de ya saberlo todo, es solo
un síntoma de prejuicio, de dificultad para cambiar el ECRO individual.

Este juego de interacciones en el grupo comienza a prefigurar la


estructura grupal, una organización que va más allá de los sujetos del
grupo. Al hablar de estructura se está haciendo una abstracción. La
estructura grupal es una foto, un momento, un instante del proceso
grupal. La estructura es el recorte que hacemos en un momento
determinado para observar el proceso. En esta foto se puede discriminar
un manifiesto y un latente. Manifiesto y latente significa que hay cosas
que se dirán y otras que no se dirán. Se entiende por manifiesto todos
aquellos elementos que pueden captarse a través de los sentidos, es decir
gestos, palabras, movimiento, etc. Denominamos latente de un grupo a
toda la red de interrupciones, de interinfluencias, entrecruzamientos,
identificaciones y transferencias mutuas. Lo latente se observa en los
intersticios, es por lo tanto el otro sentido del grupo, señala cierta
organización libidinal, cierto tipo de sentimientos y de ansiedades que
producen efectos en el proceso grupal.

El grupo empieza a funcionar más allá de las presencias individuales.


Cuando se constituye la estructura grupal aparece lo que llamamos la piel
del grupo. Es en este momento que el grupo organiza una frontera
imaginaria que permite una distancia entre el adentro y el afuera.

Esta función de contención que tiene el grupo permite a sus miembros


una distinción entre identidad grupal y lo que no pertenece al grupo. Se
constituye entonces un secreto y un código grupal. El secreto señala que

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se han constituido relaciones imaginarias que serán protegidas de la
colectividad y de la individualidad.

Se habla de código grupal cuando se trata del paso del yo al nosotros. No


hay que olvidar que el código grupal es doble, tanto verbal como de
acción; en el grupo no solo se habla sino que se actúa. No está solo la
escucha sino también la mirada. Y ambos códigos grupales interactúan
entre sí. Con esto queremos decir que el código funciona en dos niveles: el
temático y el dinámico: mientras la palabra da forma al primero, la
emoción-acción se refiere al plano dinámico.

El proceso grupal se plantea en el grupo operativo como una espiral


dialéctica. La imagen de la espiral dialéctica le servía a Pichon-Rivière para
romper con la idea de linealidad presente en las distintas concepciones de
grupo, con un antes y un después, una idea de etapas sucesivas a
enfrentar y superar. Pensamos que el grupo operativo presenta
momentos en los que enfrenta y resuelve lo conflictivo respecto a la tarea,
y momentos de dificultad y resistencia que, en el grupo, se presentan
como insuperables. Estos momentos de resistencia están relacionados con
la dificultad para cambiar, porque el cambio hace suponer mutaciones en
la identidad personal y profesional de los integrantes. Las resistencias
presentan dos aspectos: pueden ser de naturaleza racional e informativa,
llamándose entonces obstáculos epistemológicos, o pueden ser de
naturaleza emocional, llamados bloqueos afectivos.

En determinadas situaciones -por ejemplo- el grupo no logra resolver


determinadas problemáticas porque falta cierto tipo de información.
Hablamos en cambio de obstáculo afectivo cuando determinadas
problemáticas ligadas a la información no pueden abordarse debido a
conflictos afectivos previos, no elaborados, que necesitan que el grupo los
elabore. El grupo, para resolver aspectos de la tarea, debería hacer
algunas modificaciones, ya sea en los canales de comunicación, ya sea en
el código, ya sea en las relaciones interpersonales, ya sea porque necesita
mayores informaciones. Se presentan entonces una serie de problemas
entre lo manifiesto y lo latente del grupo, apareciendo así el bloqueo. El
máximo de la resistencia al cambio se da cuando la mitad del grupo está
ausente y la otra mitad, presente. Todos en el grupo, -presentes y
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ausentes– están en el máximo de resistencia al cambio. Esta situación no
hay que enfrentarla moralmente sino que hay que pensar en “qué le
sucede al grupo que se encuentra dividido en dos”, “qué obstáculos ha
encontrado para que se presente con esta organización”, “qué conflicto ha
quebrado al grupo en dos”. Cuando una situación se cristaliza nos
encontramos frente al estereotipo. Este es el enemigo central del grupo
porque hace imposible salir de una situación y bloquea el proceso grupal.

Trabajar con las resistencias significa elaborar las ansiedades conectadas


con las resistencias mismas. Ya hablamos de la ansiedad confusional, que
se presenta cada vez que el grupo va rompiendo modelos previamente
constituidos (instrumentos precedentes). Tenemos que señalar que se
trata de una ansiedad situacionalmente ligada a la ruptura de los
estereotipos y de un determinado tipo de pensamiento, y no de lo
confusional patológico.

Pichon-Rivière señala dos ansiedades típicas: la ansiedad persecutoria o


paranoide, que emerge cuando nos encontramos en situaciones nuevas
sin instrumentos adecuados para resolverlas. La fantasía que aparece es
de haber quedado desnudo frente a los demás y a la situación, por cuanto
se tiene la impresión de haber perdido esos elementos que están a la base
de la propia identidad. “¿Por qué me ha dicho esto?”, “¿Por qué me
sucedió esto?” Se establece un clima de oposición, de guerra. Se busca
individuar quién es bueno y quién es malo, quién es amigo y quien
enemigo. Es el momento en que se forman sub-grupos que,
inevitablemente, parecen estar en oposición. Se perdió el viejo esquema
de referencia y aún no se ha internalizado lo suficiente el nuevo esquema.
El sentimiento es de empobrecimiento.

En el grupo se escucha decir: “He perdido mi libertad… no me siento como


antes”. Es un momento transitorio que justamente señala este pasaje.

En realidad el grupo está trabajando para reforzar la propia identidad;


pero en un momento se experimenta un sentimiento de pérdida -ansiedad
depresiva-: “Me siento sin defensas”, “Me pueden atacar fácilmente”,
“Me siento completamente a merced de…”. Cuando hay un mínimo de
internalización comienza pues a aparecer un elemento de depresión,

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tristeza, reflexión. Ante el miedo al ataque se trasluce también el miedo a
la pérdida, en el sentido de la emergencia de un sentimiento depresivo
por la pérdida del viejo esquema referencial. Y entonces comenzamos a
escuchar: “¡Yo creía saber tantas cosas!”, “Era feliz, y ahora…”. Emerge
pues un sentimiento de nostalgia, de pérdida, de tristeza.

Cuando estos sentimientos empiezan a ponerse en juego, podemos decir


que el grupo comienza a funcionar. De hecho, el grupo no funciona bien
cuando no presenta ningún sentimiento, pero cuando tiene la posibilidad
de elaborar las ansiedades presentes, cuando se pueden dar las
condiciones para elaborar estos sentimientos, el terreno está propicio
para el trabajo grupal. Al mismo tiempo el grupo se da cuenta que hay una
tarea manifiesta común que necesita un tiempo y un espacio para ser
enfrentada. Pero mientras se asiste a las transformaciones respecto a la
tarea, se verifican también cambios respecto a las relaciones entre los
miembros del grupo, cambio que se presenta como un verdadero
aprendizaje. Cada integrante del grupo debe aprender a reconocer: la
asunción y adjudicación de roles, su intercambio, el logro de un rol
adecuado para que el grupo trabaje con la tarea, en general un rol distinto
al que se asumió al iniciar la experiencia. Cada uno debe afrontar e
interpretar un rol que concuerde con los otros roles presentes en el grupo
y con la tarea a abordar. Un rol que no se presente como actitud pasiva
hacia la situación, sino como correlación con la realidad y adaptación
activa a ella. El aprender a pensar se vehicula mediante la capacidad que
tienen los miembros de cambiar su propio rol, variar las expectativas,
adoptar actitudes distintas a las que se tenían en grupos previos.

Este pasaje del grupo interno primario a la internalización del grupo actual
presenta tanto elementos racionales como afectivos. En síntesis, en el
grupo los roles se estructuraron en función de los mecanismos de
asunción y asignación de roles, tomando en cuenta que el vínculo entre
mundo externo y mundo interno son “funciones contextuales
interdependientes” (Bauleo). Si al interior del grupo cada uno juega
distintas funciones, ello significa que los roles pueden rotar, que nadie se
hace cargo siempre de la misma situación. El problema será cómo
mantener el código activo, para que los roles puedan cambiar. La

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dificultad mayor se refiere al estereotipo. Estereotipo que se relaciona con
asumir siempre el mismo rol o comportamiento, aún cuando las
situaciones sean distintas. Para Pichon-Rivière esta es la enfermedad. La
salud no es la ausencia de síntomas sino la posibilidad de combinación de
los roles de acuerdo a la situación que se presenta.

A medida que el grupo sigue su proceso, también la tarea sufre cambios.


¿En qué sentido cambia la tarea? De a poco la tarea, como elemento
inicial por el cual el grupo se reunía, empieza a ser otra, se incluyen otros
significados. Empiezan a verse los otros significados que tiene la tarea
para cada uno de los integrantes. Entonces la tarea adquiere varios
significados. Tan es así que, en cierto momento nadie sabe cuál es la tarea
del grupo. Se puede entender como una metáfora, en cierto sentido un
pretexto, como un producto a elaborar. El verdadero significado de la
tarea sólo puede verse al final. Solo cuando el grupo termina su proceso
podemos saber cuál es la tarea y qué ha sido el grupo. En el trayecto sólo
podemos limitarnos a interpretarla. Digamos también que la tarea tiene su
aspecto manifiesto y su latente. El grupo, que al inicio sólo conoce el
aspecto manifiesto de la tarea, a medida que el proceso avanza se apropia
de los aspectos latentes del mismo. El inter-juego entre lo manifiesto y lo
latente de la tarea deviene así un inter-juego entre el saber y el no saber,
entre los aspectos conocidos y los que vez a vez emergen como facetas
infinitas de la tarea. Pero ello no significa disminuir el significado de la
tarea manifiesta. Cada uno debe saber claramente en qué se mete
(importancia del contrato). Sin embargo el juego se dará siempre entre
manifiesto y latente. Este inter-juego de la tarea lleva al problema de
saber cuál es el conflicto que subyace en la elaboración de dicha tarea.
¿Cómo se manifiesta este conflicto?.

Estamos hablando entonces del concepto de emergente. El emergente es


una situación, una palabra, un subgrupo, una acción, un silencio que
reclama la atención del coordinador sobre el sentido de la situación
grupal. Es a través del emergente que el coordinador se interroga o
interroga al grupo sobre lo que podría estar sucediendo. El emergente
permite individualizar qué puede haber sucedido en la estructura grupal
ante determinada tarea.

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El coordinador, la tarea y la organización grupal son los tres vértices de un
triángulo que representa la situación grupal. La función del coordinador
no es entrar en el grupo como líder, o decir a los integrantes lo que deben
hacer. Él debería interpretar el vínculo entre grupo y tarea, es decir cómo
el grupo trabaja con la tarea.

Si en el grupo existen roles bien definidos, el de los integrantes y el del


coordinador, también existen dos tareas bien diferenciadas, una para el
grupo y otra para el coordinador. La tarea del coordinador no es la tarea
del grupo, su función no es dirigir al grupo sino observar la relación grupo-
tarea.

Está claro que al comienzo el grupo insistirá de cualquier manera en hacer


entrar el coordinador en la situación grupal para hacerlo su líder. Pero la
función del coordinador será justamente la de no aceptar esta función que
el grupo deposita en él. En el contexto grupal el líder hay que rastrearlo al
interior del grupo mismo y su rol está en función de la tarea. Es el grupo el
que inconscientemente elige qué tipo de líder tener. Si el coordinador
asumiera la función de líder ya no podría interpretar las resistencias
respecto a la tarea. Por otra parte, el coordinador tampoco es la tarea del
grupo, por cuanto él no es modelo de identificación, ni de salud mental, ni
del saber. El líder es alguien que el grupo va a elegir con la posibilidad de
organizarse respecto a la tarea. Es decir, cada grupo elegirá el líder
necesario para llevar adelante determinada tarea. Podrá elegir un líder
democrático, demagógico, laissez-faire o autoritario, según lo que la tarea
necesite en cada momento. Por cierto que esta elección es inconsciente.
Lo importante para un grupo no es elegir el mejor líder, sino permitir una
rotación del liderazgo al interior del grupo. Si el grupo fuese siempre el
mismo nos encontraríamos ante una resistencia al cambio.

Además de señalar las vicisitudes del grupo respecto a la tarea, el


coordinador tiene por función ser garante del encuadre o setting. Este es
central porque es el espacio que permite ver cómo el grupo desarrolla la
tarea. El encuadre es el marco que da inicio al proceso mismo. Asimismo
es importante para poder contener las ansiedades, las emociones que se

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ponen en juego cuando se está aprendiendo, haciendo una terapia o una
investigación. El encuadre se configura a través de 4 variables: tiempo,
espacio, roles y tarea. Además el encuadre ayuda al coordinador a
mantener una posición descentrada respecto al grupo. Esto presupone de
parte del coordinador la elaboración de dos tipos de problemáticas: la de
la apropiación del producto y la del duelo. A partir del encuadre el
coordinador debe saber pues que el grupo no es de su propiedad y que -
desde el inicio- debe comenzar su separación tanto del grupo como de sus
resultados.

Debo señalar finalmente que el proceso grupal se da siempre al interior de


una institución que le da una “impronta” al grupo mismo. Pero la
institución no sólo es externa al grupo sino también interna, de hecho la
podemos observar al interior de cada miembro, colorea sus fantasmas, sus
miedos y sus deseos.

BIBLIOGRAFIA:

-Pichon-Rivière, E. El proceso grupal - Lauretana, Loreto, 1985

-Bleger, J. Psicohigiene y Psicología Institucional – Lauretana, Loreto, 1989

-Bauleo, A. Ideología, grupo y familia – Feltrinelli, Milán, 1978

-Bauleo, A. Hacia una psicología social analítica – Cacciari, Bolonia, 1983.

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