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Seminario

"Antropología de
la Infancia"
10 de marzo de 2014 · · Tomadas en El Colegio De Michoacán (COLMICH)
El pasado 20 de febrero, con una gran audiencia, se llevó a cabo el Seminario-Taller "Antropología
de la Infancia", sede El Colegio de Michoacán.
El Dr. Salvador Pérez Ramírez, Coordinador del Seminario, agradeció la presencia del Dr. Dr.
Martín Sánchez Rodríguez, presidente de esta institución, a la Dra. Rosa Lucas González,
Coordinadora del Centro de Estudios de las Tradiciones, por el apoyo brindado a la organización
de este evento.
Dijo además, dar un amplio reconocimiento a la Dra. Neyra Solís profesora investigadora de El
Colegio de San Luis por su gran labor organizativa y su motivación constante. También destacó la
participación de la Dra. Elodie Razy del Laboratorio de Antropología Social y Cultural de Francia
(LASC, ULG, ISHSY) la cual nos compartió “Hacer antropología de la infancia: trabajo de campo y
ética” Conferencia Magistral. Y al Dr. Charles-Edouard de Suremain, y resaltar la invaluable
cooperación y compromiso de la Mtra. Leticia Díaz Gómez, del Centro de Estudios Rurales de este
Colegio.

Compartimos algunos de los comentarios de las Mesas 1 y II

Los niños y la tecnología digital comunicación México-Estados en una localidad en el occidente de


Michoacán

Mtra. Leticia Díaz Gómez


CER/COLMICH

El objetivo de este trabajo es entender el papel que juegan algunos elementos tecnológicos de la
globalización en la dinámica sociológica del circuito migratorio en una localidad rural en el
occidente michoacano. Comparo dos momentos históricos de la migración y sus recursos de
comunicación, muestro los cambios y los contenidos de cada uno, los cuales he nombrado: etapa
analógica y etapa digital. A su vez, esto hace referencia, en tiempo, a dos periodos ubicados entre
la década de los ochenta y la de los noventa, el primero; y la década del 2000, el segundo.
He considerado dentro de la etapa analógica la presencia de los medios de almacenamiento,
reproducción y formatos que se dieron después de los años ochenta, a saber el video en cinta
magnetofónica y los cambios en la fotografía, que permitió llegar a amplios sectores de la
población. En la etapa digital, hay también presencia de los videos y fotografías, pero además se
suman otras tecnologías como el internet, la telefonía celular y los nuevos modos y formatos de
almacenamiento de datos, imágenes y video.
Me enfoqué en un grupo de niños de entre 8 a 14 años de edad. Mi propuesta era entender cómo
estos elementos configuran el proceso de socialización de la migración y se forman las
expectativas de migrar a Estados Unidos como su principal proyecto de vida.
Estos medios de comunicación cumplen la función de mantener en contacto a los familiares y son
tomados en cuenta por los niños y niñas para ir construyendo en su imaginario su idea del Norte.
Diversas miradas. Niños con madres ausentes por migración laboral temporal internacional.
Dra. Elizabeth Juárez Cerdi.
CEA/COLMICH

Resumen
Se presenta un primer acercamiento a las percepciones, emociones y sentires que las
trabajadoras, las/los cuidador@s y las/los niñ@s expresan sobre la ausencia de la madre que
migra contratada por varios meses para trabajar en la agricultura en Estados Unidos o Canadá.
Las percepciones y sentires infantiles están mediadas, por una parte, por el tipo de interacción
(armónica o conflictiva) que tenga con los cuidadores (abuelos, tíos, hermanos mayores), por la
expectativa de los bienes materiales que pudiera recibir al regreso de su madre, por el tiempo que
dura la ausencia materna; y por otra parte, por los sentimientos que le provoca dicha ausencia.

Infancia, de la Exclusión al Desarrollo


Dr. Ricardo Fletes Corona
Universidad de Guadalajara

A edades más tempranas las niñas y los niños son más vulnerables, en la medida que se
aproximan a su mayoría de edad sus capacidades y posibilidades de exigencia se elevan
convirtiéndolos, en el mejor de los casos, en personas maduras, conscientes, conocedoras de
todos sus derechos y, sobre todo, con un enorme potencial de capacidades desarrollados desde su
infancia más temprana.
Sin embargo, las condiciones sociales de exclusión en las que casi el 50% de los niños, niñas y
adolescentes del país crecen, revelan carencias múltiples de satisfactores de todo tipo, que van de
lo físico a lo afectivo.
Vivimos en una sociedad que empobrece, margina, estigmatiza, excluye a un conglomerado
enorme de población infantil y sus familias. La sobrevivencia de estas personas obedece, más que
a los programas gubernamentales, a la capacidad de agencia de los niños y sus familias.
El sistema jurídico es laxo y permite violaciones a los derechos de los niños en rubros
fundamentales como salud, educación, recreación, alimentación, protección, etc. Inclusive algunas
prácticas institucionales violentan los derechos de este sector de población. La existencia de leyes
nacionales e internacionales no son suficientes aún para tornar realidad la efectividad de los
derechos de la infancia.
Las peores formas de exclusión social son un síntoma que eclosiona en la infancia, pero con
frecuencia se ve a los niños como la causa de su marginalidad. La principal causa de existencia de
esta población en situación es estructural, vamos, social y poco se hace para modificarla. Hacia
ese punto deberían encausarse los esfuerzos sociales para lograr revertir la tendencia creciente de
población excluida.
El desarrollo social, entendido como una mejora de las condiciones de vida de la población, resulta
ser un excelente antídoto para la exclusión.
Queremos una infancia sin adjetivos, niños y niñas que sean eso: niños y niñas.

Erradicar el trabajo infantil, ¿con decretos y celebraciones?


Dr. J. Luis Seefóo Luján
Cer/COLMICH
Tanto las autoridades de todos los niveles de gobierno como las organizaciones de la sociedad
civil invocan (invocamos) a la magia de las leyes y los homenajes para solucionar problemas
importantes. En el caso del trabajo que realizan los niños, en febrero de 2002 se publicó en
Michoacán la Ley de los Derechos de las Niñas y Niños y, años después, el 12 de junio de 2007,
en el marco del Día mundial contra el trabajo infantil, se dedicó la celebración a su eliminación en
la agricultura.

Tal restricción gubernamental es plausible aunque en las condiciones regionales actuales puede
tener efectos negativos no esperados para los presuntos beneficiarios. Prohibir el trabajo infantil
asalariado sin resolver la pobreza de las familias, la causa principal, puede incentivar una mayor
explotación de los mismos niños, menor capacidad de negociación de los trabajadores n la
contratación laboral cotidiana y más presión hacia la baja de los precios de la pequeña producción
campesina.

El término “trabajo infantil” se aplica a todo trabajo que priva a los individuos de su niñez, su
potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico. Se trata de un
trabajo que es perjudicial para su bienestar físico, mental o moral; o que interfiere con su
escolarización obligando a abandonar la escuela de forma prematura, o exige combinar el estudio
con labores pesadas y/o que insumen mucho tiempo. Un elevado porcentaje de los trabajadores
infantiles está empleado en el sector agrícola que presenta situaciones peligrosas como aspersión
de plaguicidas, posiciones corporales, cargas excesivas, horarios prolongados y transporte
inseguro.

La duda frente a la eliminación discursiva –legal- no se alimenta en el desacuerdo con el respeto a


los derechos de la niñez, sino en la convicción de que las políticas generales promueven la
pobreza. Dos hechos relevantes consignados en la información gubernamental sugieren por qué
las familias necesitan del salario de los niños: uno es el desempleo, particularmente apremiante en
el sector primario (agricultura) y otro es el bajo nivel salarial. De la primera condición tenemos que
la población económicamente activa ocupada (PEA) en Michoacán en el III trimestre de 2005 sumó
357 mil personas y un año más tarde bajó a 327 mil. En Zamora, desde 1990 la PEA del sector
primario se mueve entre los 11 y 11.5 mil trabajadores. En cuanto al ingreso se resalta que el 16%
de la PEA de Zamora perciba menos de un salario mínimo (INEGI, marzo de 1990) o que un 56%
tenga ingresos menores o iguales a dos salarios mínimo sugiere por qué las familias necesitan del
salario de los niños.

También es interesante considerar que la cosecha de algunas hortalizas como la fresa, trabajo
aparentemente inocuo, a menudo es visto como una actividad lúdica que no afecta a los infantes y
que, más bien les beneficia. En la concepción de las agencias oficiales como la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) es positiva la participación de los niños o los adolescentes en
trabajos que no atentan contra su salud y su desarrollo personal, como la ayuda prestada en el
hogar, la colaboración en un negocio familiar o las tareas que realizan fuera del horario escolar o
durante las vacaciones. Este tipo de actividades son provechosas para el desarrollo de los
pequeños y para el bienestar de la familia; les proporcionan calificaciones y experiencia, y les
ayuda a prepararse para ser miembros productivos de la sociedad en la edad adulta.

El Programa Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT estima que más
de 100 millones de niños, niñas y adolescentes laboran en campos y plantaciones de todo el
mundo expuestos a riesgos asociados a la manipulación y aplicación de pesticidas, el uso de
herramientas afiladas, la realización de tareas bajo temperaturas extremas, y la operación de
vehículos y maquinarias pesadas.

No se sabe con precisión cuántos niños trabajan en el campo mexicano, sin embargo tanto las
organizaciones no gubernamentales como las oficiales, a inicios del 200, calculaban la cifra en 2
millones 634 mil de los cuales el 40% no percibe ingresos. ¿De qué grupos sociales proceden
estos trabajadores? Hay evidencias suficientes para pensar que los jornaleros agrícolas infantiles
son una porción de los 6.9 millones de niños y niñas que viven con familias cuyos recursos son
insuficientes para garantizar su alimentación. Esa es la condición esencial: los grupos domésticos
en pobreza abastecen de trabajadores –de cualquier edad- para un mercado laboral precario.
Familias precarizadas de baja escolaridad son la fuente que abastece de trabajadores infantiles.

En las zonas rurales se estiman mayores tasas de participación laboral de niños y adolescentes:
dos de cada 10 entre los primeros y la mitad de los segundos y es ligeramente mayor entre las
niñas que entre los niños, y similar entre los adolescentes de ambos sexos. En la campiña
michoacana laboran más de 100 mil jornaleros de los cuales unos 40 mil son niños.

Parece que tiene poco sentido restringir el trabajo de los infantes sin resolver el desempleo y bajos
salarios de los adultos y sin aplicar efectivas medidas de seguridad social y laboral.

Remediar sólo con leyes y declarando “día del niño”, “día de la madre” o “día del árbol” sólo queda
en eso: una celebración más en la efemérides nacional.

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