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Insectos y paseantes :
Pensamientos
contemporáneos de la
cosificación
Tesis presentada para la obtención del grado de
Licenciado en Sociología
Cita sugerida
Iuliano, R. M. (2004) Insectos y paseantes : Pensamientos
contemporáneos de la cosificación [en línea]. Trabajo final de
grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades
y Ciencias de la Educación. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.656/te.656.pdf
Licenciamiento
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TRABAJO FINAL
DE LICENCIATURA
Octubre de 2004
2
Índice
V. Un rizoma argentino 34
VI. Bibliografía 47
3
I. Exordio: el ser y la cosa
Esa es nuestra condena, la de los seres finitos. Sobrellevarla es una faena perpetua,
levemente cansadora. Aligerar esta dulce carga dependerá de la fortuna y las mañas que
atesoremos en la aventura de dar con algún blanco seductor –sabrá disculparse la
belicosidad de la figura-. A ello aspiran estas líneas, catapultando su interés hacia una
región que se insinúa cautivante. Comarca donde retumban ecos de antiguos revuelos,
de preocupaciones desveladas que los años consiguieron enmohecer sólo parcialmente.
Las páginas que siguen se ofrecen, entonces, como una excusa para revisar
algunos pensamientos contemporáneos forjados al calor de estas cavilaciones. La
relación del hombre y su obra, que la modernidad reconoce en su extravío por los
laberintos de la cosificación, será interrogada a partir de la sociología fatalista de Georg
Simmel, antesala tentadora de las reflexiones que sobre el tema realizaran Max Weber y
Georg Lukács, a las cuales les dedicaremos otro apartado.
El capítulo frankfurtiano -ramificación consabida de este tronco preocupacional-
es desplazado aquí por uno autóctono. Brota, de este modo, un rizoma argentino,
balbuceando sus intuiciones desde la ensayística de Ezequiel Martínez Estrada.1
1
La arbitrariedad de esta determinación, que posterga para futuras escrituras el diálogo con aquella
tradición crítica del pensamiento, puede edulcorarse en alguna medida, si tomamos en cuenta que
Martínez Estrada compuso su obra desconociendo por completo los desarrollos de sus contemporáneos de
la Escuela de Frankfurt, referidos al problema de la cosificación. Ver GONZÁLEZ, Horacio, Cien años
de sociología argentina: la leyenda de un nombre, en GONZÁLEZ, Horacio (comp.), Historia crítica de
la sociología argentina, Colihue, Buenos Aires, 2000, pág. 60.
4
Finalmente, las imágenes poéticas de Kafka y Baudelaire irrumpen en esta tertulia
de voces teóricas, y se quedan con la última palabra, dejando una estela de
aproximaciones metafóricas al acecho de los significados esquivos del problema
contemporáneo de la cosificación.
5
II. La cosificación como tragedia de la cultura
2
Dice Simmel "El <carácter de fetiche> que Marx adscribe a los objetos económicos en la época de la
producción de mercancías es sólo un caso peculiarmente modificado de este destino general de nuestros
contenidos culturales", SIMMEL, Georg, "El concepto y la tragedia de la cultura", en Sobre la aventura.
Ensayos filosóficos, Ediciones Península, Barcelona, 1988, pág. 225.
3
VERNIK, Esteban, El otro Weber, filosofías de la vida, Colihue, Bs. As., 1996.
4
El alma y las forma será el título de una obra de juventud de Georg Lukács, escrita en diálogo con las
principales categorías simmelianas.
5
SIMMEL, Georg, Op. Cit., pág. 209.
6
La relación del sujeto con el mundo, siempre tensa, se redacta en estos textos con
la gramática alemana de la filosofía de la vida. Simmel se pronuncia, en contienda con
la escuela neokantiana, a favor de una teoría del conocimiento dinámica, reacia a las
figuras acabadas de la razón pura (Vernik, Op. Cit.). Para ello, reescribe
sociológicamente las categorías vitalistas -vida, alma, forma, etc.- en busca de un
utensilio hermenéutico apto para discurrir sobre lo humano, sin cristalizar sus flujos.
Flujos que rehuyen al existir en el reino natural, y en ese movimiento dan a luz
objetos y representaciones que troquelan las fronteras de lo social. Ciencia y religión,
arte y técnica, se erigen cual formas del mundo objetivo, ostentando su porte
imperecedero frente a la finitud del alma que otrora las concibiera. Como un puente
entre ambos términos se eleva la cultura, decretando la condición esencial de los dos
polos para la existencia de lo humano.
El hombre comulga con la cultura en un viaje que sólo acaba con la muerte. Se
trata de un movimiento en el que el alma se despliega en busca de sí misma, de su
realización. Para ello recorre un camino que roza al de la Fenomenología del
Espíritu hegeliana, sin llegar a coincidir nunca con su matriz de negatividad.
Simmel configura una imagen del sujeto en la que las materializaciones de su
quehacer -sean objetuales o morales-, dan forma a la cultura. Sin embargo, la
existencia de ese mundo de símbolos y utillajes depende de las posibilidades que el
sujeto tenga de apropiarse de su obra y sus significaciones. Distanciándose del
imaginario iluminista, que pudo representarse el diálogo del hombre con su cultura
como una palanca para el progreso de la civilización, el berlinés acusa con gesto
algo desencantado, una posible contradicción en dicho proceso: la creación -pieza
6
Op. Cit., pág. 208.
7
esencial al mecanismo cultural- se rebela del yugo autoral de su creador, quien
paradójicamente, para realizarse en la cultura depende de manera visceral de la
apropiación significativa de aquel producto.7
Esta especulación, capaz de inspirar la obra de algún trasnochado amante de la
ciencia ficción, señala desde el campo sociológico la tensión esencial que constituye
la tragedia de la cultura moderna.8 Puesto en palabras de Simmel...
"La gran empresa del espíritu, vencer al objeto como tal por
el hecho de que se crea a sí mismo como objeto, para regresar
a sí mismo con el enriquecimiento conseguido mediante esta
creación, tiene éxito innumerables veces; pero el espíritu
debe pagar esta autoconsumación con la trágica posibilidad de
ver producirse en la legalidad propia del mundo creado por él
mismo, legalidad que tal autoconsumación condiciona, una
lógica y una dinámica que aleja a los contenidos de la
cultura del fin de la cultura, con una aceleración cada vez
más elevada y una distancia cada vez mayor".9
Simmel compone una sociología que imagina al hacer subjetivo como evento
capital del drama humano, reservando a sus frutos un segundo plano, siempre
instrumental, como escalones para el ascenso del ser hacia su realización en la
cultura. Sin embargo, las condiciones que la modernidad impone para la concepción
7
El escepticismo de Simmel no deja de ser un pensamiento del progreso, pues la cultura aparece como
una herramienta de la realización del ser, que sólo bajo determinadas contingencias de la modernidad
deviene en una serie de estructuras cosificadas. Con la desaparición de dichas contingencias, la cultura se
purgaría de aquellas estructuras, y asumiría la función de puntal para el desarrollo humano -esta
representación se aleja de aquellas otras que conciben fatalmente a la cultura como tierra en la que
arraigan los dispositivos de control o, en todo caso, la disputa entre las clases para la construcción de la
hegemonía).
8
Simmel percibe en la expansión de la división del trabajo y el consecuente desarrollo de la
especialización, un momento de la génesis de la tragedia antedicha -llegando a postular con Ruskin las
bondades de una organización artesanal para las distintas esferas sociales-. El problema se halla en que el
hombre se entrega a su tarea ciego frente a la labor del otro. Da vida a un producto y una técnica que no
tardan en conquistar su autonomía, al tiempo que esconden su valor cultural al sujeto, su identidad de
objetos infundidos de actividad humana. Disimulan, de ese modo, sus anudamientos profundos con la
trama de la cultura, ofreciendo al hombre sólo su discreto rostro de cosas. Se trata de "una
especialización separada de la vida, [que llega] hasta la autocomplacencia de una técnica que ya no
encuentra el camino de regreso a los sujetos", SIMMEL, Georg, Op. Cit. pág. 230. Polemizando con la
academia que lo marginó durante años, Simmel ilustra esta escena caricaturesca con el rito de la
investigación científica, capaz de embarcarse en pesquisas sobre materias irrelevantes, aunque
justificándose siempre a partir de la rigurosidad metodológica de las técnicas aplicadas.
Estas elucubraciones, donde los artefactos culturales aparecen como fetiches dispuestos para ser
venerados, pudieron encontrar algún eco en la teoría weberiana de la burocracia, como veremos en el
siguiente apartado.
9
Op. Cit., pág. 232.
8
de la obra, vaticinan un derrotero trágico. Los retoños culturales se emancipan de la
paternidad del hombre, mutando hacia figuras jeroglíficas, indescifrables incluso
para el alma que les dio vida. Y es en las sociedades complejas donde esta escena
consigue representar mejor la fatalidad de su libreto, mediante la proliferación
incesante de saberes y objetos que se arrogan la soberanía plena sobre sus propios
destinos, consolidando lógicas de reproducción con cierto grado de autonomía. Así,
el mundo objetivo de la cultura se presenta inconmensurable y atiborrado de
pliegues en sus significaciones, condenando al sujeto a un estado de perplejidad e
insatisfacción. La desmesura de ese mundo termina sofocando al hombre, que no es
capaz de asimilar la multiplicidad de sus manifestaciones particulares, aunque
tampoco pueda rechazarlas por completo, ya que forman parte de su horizonte de
desarrollo cultural.
9
desbordada por su obra y la de sus antepasados; condenada, finalmente, a la esterilidad
creadora. De este modo, el ser es invitado a reposar su existencia en la sedante butaca
del espectador de la historia.
Este diagnóstico de principios de siglo, galvanizado al calor de la sofisticación
técnica de posguerra, abrevará -entre otras- en las páginas de La sociedad del
espectáculo, obra clave de Guy Debord, cuya fervorosa lectura de los ensayos
lukacsianos obrará también como un pasadizo de acceso hacia las especulaciones
simmelianas o, en todo caso, hacia las inquietudes que pudieron haberlas inspirado.
El pensamiento del parisino, influyente al punto de promover un movimiento
intelectual y estético como fue la Internacional Situacionista (fundada en 1957),
contribuyó al apuntalamiento de una teoría sobre la espectacularización de la vida
moderna,13 como camino para repensar la pregunta clásica sobre la alienación.
Las sociedades complejas habrían organizado las relaciones sociales sobre la base
de imágenes, haciendo de la existencia una empresa contemplativa. La escenificación
audiovisual del mundo se habría desprendido de la realidad no virtual, presentándose
como lo real en sí mismo. De este modo, se proyectaría un cosmos coherente y unitario,
confinando al mundo de los espectadores a un territorio reticulado, inhibiendo así la
posibilidad de encuentro entre las miradas.14 Se trata de un régimen de gestión y
disciplinamiento de la visión que culmina en un monólogo del poder, donde el
espectador ha sufrido una atrofia en su capacidad de réplica.
10
sociedad de consumo, con el objeto de descolocar las significaciones calculadas para el
lucro. Incluso, llegó a proponer al ejercicio del habla como un conjuro contra el efecto
hipnótico del dispositivo espectacular -fundado en el control efectivo de las miradas-.
En el mismo sentido, y condenando también el reinado moderno de los imperativos
utilitarios, Simmel invitaría a la conversación sin objeto, al evento de juntarse sólo
porque sí.16
16
Ver VERNIK, Esteban, Op. Cit.
11
III. La conciencia cosificada y la jaula de hierro
Supuestos y episteme:
12
Política y ciencia son para Weber vocaciones, aunque también oficios (beruf), que
pueden articularse pero nunca confundirse. El político deberá guardarse de invocar a la
ciencia para fundamentar y legitimar sus opciones prácticas puesto que, desde esta
perspectiva, el terreno axiológico sería ajeno a los designios del conocimiento. Esta
tesis, forjada en discusión con antiguos maestros -aunque también con el marxismo de
la época- podría leerse como un reparo frente a los intentos totalitarios. En este sentido,
la política pertenecería al campo del conflicto y la negociación entre fuerzas
enfrentadas, y la ciencia sólo podría poner a disposición de aquella sus conquistas
intelectuales, sin pronunciarse jamás sobre verdad o falsedad, tino o desacierto de las
facciones en pugna.
Lo expuesto hasta aquí no es otra cosa que la tesis de la neutralidad valorativa
weberiana, cuyo concepto es aplicable también al caso del científico que impregna de
valoraciones su discurso en la academia.
17
“El sentido de la <neutralidad valorativa> en las ciencias sociales y económicas”, en Ensayos sobre
metodología sociológica, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1993, pág. 226.
18
Ver LUKÁCS, Georg, Asalto a la razón. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler,
FCE, México, 1959.
13
Como decíamos arriba, en tanto heredero del linaje filosófico hegeliano, el
marxista húngaro bien podría criticar el modelo escicionista que acabamos de presentar,
contraponiéndole un modelo unificador.
El principio heredado del pensamiento hegeliano sostiene que sujeto y objeto se
encuentran en una relación para nada estable. Aprehender el objeto es transformarlo, y
en ese mismo momento desplegar la instancia de la subjetividad. Objeto y sujeto se
participan, y no permanecen inmutables frente al acto de conocimiento. Este es uno de
los perfiles de la dialéctica hegeliana que el marxismo reescribe, ya no en términos del
devenir del espíritu absoluto, sino más bien, en clave materialista.
Esta clave de lectura inspira a Lukács su osada crítica de la “filosofía y la ciencia
burguesas” -en cuyo seno no duda en incluir, tanto los desarrollos de weberianos, como
las intuiciones sociológicas de Simmel-. La herramienta con que desmonta dicho corpus
de saber, es la categoría de totalidad.19
19
Muchas han sido las críticas formuladas contra la ontología hegeliana y sus retoños sociológicos -la
categoría de totalidad sería uno de ellos-, especialmente desde el campo la filosofía filiada a la tradición
nietzscheana. Queda para otra oportunidad la discusión de este frondoso corpus de pensamiento. Una
exposición somera del debate en cuestión aparece en DESCOMBES, Vincent, Lo mismo y lo otro,
Ediciones Cátedra, Madrid, 1988.
20
Rosa Luxemburg como marxista, en Historia y conciencia de clase, Grijalbo, México, 1969, págs. 29-
30.
14
La categoría de totalidad funciona en la cosmovisión lukacsiana como un incisivo
instrumento heurístico que persigue, obstinado, la inscripción de los acontecimientos
particulares en el devenir histórico y en la trama social. El punto de vista de la totalidad,
en tanto prisma dialéctico, entiende cada fenómeno parcial como momento del todo.
Los fragmentos, entonces, sólo adquieren su sentido profundo en el todo.21
La ciencia burguesa opera, precisamente, en sentido contrario. Trabaja
abstrayendo parcelas aisladas del concreto social. En cada una de ellas consolida una
disciplina con su objeto de estudio, sus instituciones y sus especialistas. Finalmente,
cada saber especializado se obsesiona en el análisis de un tema puntual y se desentiende
de su posible vinculación con la totalidad.22 A decir verdad, no sólo el objeto se entiende
como un fragmento no relacionado, sino que el mismo sujeto investigador se representa
por fuera de todo colectivo concreto.
La ciencia burguesa encara sus estudios partiendo de un supuesto: la existencia
concreta del individuo. Sin embargo, dicha presunción no es explicitada como tal, de
modo que se convierte en un dato de la naturaleza: ya no expresa la condición
contingente y arbitraria que define a todos los presupuestos, sean analíticos o
axiológicos.
La perspectiva de totalidad pone en duda la racionalidad antedicha desde el
momento en que postula al colectivo -más que al individuo- como realidad última, tanto
ontológica como metodológicamente. La tradición marxista postula la concritud
(síntesis de múltiples determinaciones) de la condición social del ser, de modo que, la
entidad de aquellas figuras individuales sólo puede conformarse en un plano abstracto.
21
"Y del mismo modo que la economía del capitalismo se detiene en esa inmediatez por ella misma
producida, así también les ocurre a los intentos burgueses de tomar conciencia del fenómeno ideológico
de la cosificación. Incluso pensadores que no pretenden en absoluto negar el fenómeno ni desdibujarlo,
sino que tienen más o menos claros los efectos destructivos del fenómeno, se detienen en el análisis de la
inmediatez de la cosificación [...] separan las formas vacías aparienciales de su suelo natural
capitalista, las independizan y las eternizan como tipo atemporal de posibilidades de relaciones humanas
en general [...] Esta tendencia se manifiesta del modo más perceptible en el libro de Simmel, tan
interesante y agudo en sus detalles, Filosofía del dinero", en LUKÁCS, Georg, Historia y conciencia de
clase, "La cosificación y la conciencia del proletariado", Op. Cit., págs. 102-103.
22
La simiente de simmeliana de la condena a la especialización y al culto de fetiches científicos, fructifica
en esta teoría del conocimiento de matriz hegeliana. Si se sigue el planteo de Lukács, no resulta
descabellado especular que ese reticulado abstracto en que la ciencia burguesa convierte a la sociedad,
también se manifiesta al seno de cada disciplina específica. Pongamos por caso, la operatoria de las
ciencias jurídicas, o bien -como sostiene Debord- del dispositivo comunicacional, cuya lógica es la de
fragmentar y descontextualizar los acontecimientos. Por ejemplo, podría entenderse en esta dirección el
procedimiento por medio del cual estos saberes consensuales desconectan la protesta social de sus
anclajes en las “relaciones de producción”, al tiempo que interpretan el conflicto social en términos
jurídicos. Luego, la consecuencia necesaria de dicha judicialización sería la criminalización.
15
Acusando a Bernstein de practicar un oportunismo monográfico propio de los
especialistas sin espíritu, Lukács pone en claro que la noción de totalidad no se dirime
exclusivamente en el plano conceptual, sino que implica una articulación dialéctica
entre pensamiento y praxis histórica. La socialdemocracia buscó asilar los aspectos
científicos de la teoría de Marx, pero de ese modo neutralizó la peligrosidad constitutiva
de la perspectiva de totalidad: el principio del cambio social. Dicha perspectiva,
embebida de materialismo dialéctico hasta sus entrañas, persigue la reunión de
pensamiento y ser.23
Weber no es afecto a este tipo de modelos unificadores, que religan saber y praxis
histórica, ciencia y política. Sin embargo, mayor es su desconfianza respecto de las
interpretaciones holistas de la realidad. Su epistemología se basa, precisamente, en que
la totalidad no es aprehensible desde la mirada parcial de los mortales. Esta limitación,
de estirpe eminentemente kantiana, sería la condición de posibilidad del conocimiento.
Sólo la resignación conciente y el ejercicio de abstracción respecto de la infinitud del
concreto, brindarían al investigador la herramienta para confeccionar algún saber acerca
del mundo.24
23
Aventurándose en el análisis de la lógica interna de los “desarrollos de la filosofía burguesa”, Lukács
explora en profundidad las posibles causas por las cuales una ciencia forjada bajo los cánones del
pensamiento burgués se ve imposibilitada de desplegar sus conceptos hasta sus consecuencias más
radicales. La ausencia de una perspectiva de totalidad la inhabilitaría para representarse la apropiación
práctica del mundo, indispensable a los fines de fusionar ser y pensamiento. La ciencia y el pensamiento
burgueses se estancarían en un momento contemplativo, sus enunciados habrían nacido impotentes desde
el punto de vista práctico. Ver La cosificación y la conciencia del proletariado, especialmente el apartado
II “Las antinomias del pensamiento burgués”, en Historia y conciencia de clase, Op. Cit.
24
En una de sus ficciones, Borges documentó la tragedia de las existencias favorecidas con la facultad de
la conciencia plena -o del insomnio eterno, su figura-. Se trata del caso de Ireneo Funes, el oriental dotado
con el don de la memoria absoluta. Podía recordarlo todo, pero no podía olvidar. Estaba condenado a
vivir en un mundo abarrotado de detalles minuciosos e imágenes insólitas, que no conseguía descartar
-pesaban sobre su conciencia con el lastre agobiante de la totalidad-. Cada evento a rememorar le
demandaba un día completo de narración, equivalente a la jornada que albergara aquella anécdota. La
consecuencia lógica de su prodigiosa memoria no podía ser otra que la parálisis radical... "No sólo le
costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos
tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo
nombre que el de las tres y cuarto (visto de frente).”; “Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés,
el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar
diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi
inmediatos.”, BORGES, Jorge Luis, Ficciones, Emecé, Buenos Aires, 1956, págs. 115, 116.
16
De acuerdo con Karl Löwith,25 el proceso de secularización que habría trastocado a
la civilización occidental en los últimos siglos, impactaría fuertemente en la
cosmovisión weberiana. El progresivo desgarramiento de las tradicionales ataduras
religiosas habría liberado al hombre moderno de las ilusiones del pensamiento mágico,
arrojándolo al mundo desprovisto de toda contención supraindividual, con la única
potestad del libre albedrío sobre su propio destino. Este proceso, acompañaría la
gestación y alumbramiento de un singular tipo humano: el individuo moderno. Un
sujeto que, ya libre de impulsos místicos, se habría vuelto capaz de interactuar con su
entorno a partir cálculos racionales. Este sería, para Weber, el modelo arquetípico del
hombre moderno.
Ocurre que, en las representaciones weberianas del mundo, la figura del novel
individuo autosuficiente llega a convertirse, por oposición a los abrumadores agregados
sociales, en el estandarte irrecusable de la libertad humana. De este modo, una sentencia
que no puede pertenecer más que al terreno de las valoraciones, o en todo caso, de los
presupuestos analíticos, es presentada como un dato de la realidad, contradiciendo todos
los reparos epistemológicos y morales que planteara el propio autor.
Uno de los intereses cardinales en la obra de Max Weber se orienta a discernir las
singularidades del desarrollo de la civilización occidental. En este sentido, su tesis más
25
LÖWITH, Karl, Max Weber and Karl Marx, Routledge, London, 1993, pág. 61.
26
HABERMAS, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa, Taurus Ediciones, España, 1987.
27
EAGLETON, Terry, Ideología, Paidós, Barcelona, 1997.
17
reconocida sostiene que el rasgo característico en la “evolución” de las sociedades
occidentales ha sido el drástico proceso de racionalización al que fueron sometidas gran
parte de sus instituciones. Dicho proceso, estuvo estrictamente ligado al desarrollo de
un tipo singular de actividad económica, como es el caso de la actividad capitalista.
Siguiendo las intuiciones simmelianas Weber sostiene que el moderno capitalismo
se caracteriza por una racionalización, no sólo de las prácticas económicas, sino también
de la técnica, el derecho y la burocracia, de la ideología y el ethos contemporáneo.
Ocurre que dicho proceso no se explicaría a partir de la pujanza del afán de lucro
capitalista, como factor excluyente. La descomunal transformación de occidente que
significó el desencantamiento del mundo, la destrucción de las principales instituciones
tradicionales y del pensamiento mágico prevaleciente hasta entonces, no podría
interpretarse sobre la base de una pasión, que por su universalidad, no tendría potencia
explicativa alguna.
El camino que toma Weber para abordar este enigma, es bastante conocido: se
dispone a investigar las afinidades electivas existentes entre religión y capitalismo.
Marianne Weber arriesga las posibles motivaciones que llevaron a su marido a plantear
el problema desde esta perspectiva...
28
WEBER, Max, Historia económica general, FCE, México, 1997, págs. 298-299.
18
mundo. [ ...] Desde luego Weber no se proponía reemplazar la
visión materialista de la historia por otra espiritualista.
Ambas eran igualmente posibles, pero “ambas prestarían un mal
servicio a la verdad”. Antes bien Weber deseaba iluminar en
cada fenómeno importante la interrelación de las fuerzas
heterogéneas que formaban la existencia".29
19
suyos la posibilidad de un lucro, lo hace con algún fin; por
tanto, al cristiano creyente no le queda otro camino que
escuchar el llamamiento y aprovecharse de él”.31
20
concebidas como medios orientados a satisfacer determinadas necesidades de los
hombres, se habrían vuelto fines en sí. Pongamos por caso, las referencias que hace
Weber a la curiosa forma en que el hombre se relaciona con el dinero -tópico inspirado,
según Esteban Vernik (Op. Cit.), en la Filosofía del dinero simmeliana-: lejos de
considerarlo como un medio de cambio útil para satisfacer sus deseos y necesidades, lo
toma como un fin en sí mismo y se vuelca desenfrenadamente a su acaparamiento.
Estaríamos ante uno de los tantos ejemplos que dan cuenta de las actitudes irracionales
surgidas en el seno mismo del proceso de desencantamiento y racionalización de la
sociedad. O en los términos de Löwith...
21
Cuando Habermas rescribe la teoría weberiana de la acción social, detecta ciertas
limitaciones en el original. Al desarrollar Weber, su perspectiva sobre la creciente
racionalización del mundo moderno, estaría pensando en un tipo específico de razón: la
razón instrumental, concepto que apunta a la calculabilidad y previsibilidad de las
acciones sociales. En este sentido, la Teoría de la acción comunicativa implica una
crítica al planteo weberiano, en tanto que mutilaría las potencialidades de la razón al
circunscribirla a una noción formal de racionalidad que estaría sesgada por una
impronta calculatoria, mediatizada por elementos deslingüistizados, como son el dinero
y el poder. La inquietud habermasiana se dirige, precisamente, a explorar la posibilidad
de una racionalidad desplegable en el terreno práctico, sobre la base de un ejercicio
argumentativo.
que se oculta tras esas analogías, sino que desliga los <
fenómenos de cosificación de la base económica de su
34
HABERMAS, Jürgen, Op. Cit., pág. 454. El problema del orden de determinación de las esferas
sociales es un punto de discordancia entre los autores en cuestión. Recordemos que Weber enfatiza, en
sus ensayos metodológicos, su elección de una idea de pluricausalidad. Los fenómenos sociales tendrían
una especificidad propia que los vuelve irreductibles a otras esferas de lo social. En este mismo sentido,
acusaría a Lukács de pereza intelectual, o bien de falta de rigurosidad analítica, por el hecho de no
esforzarse en asir la especificidad del fenómeno en cuestión, para caer en un reduccionismo
economicista. Sin embargo, el húngaro no dudaría en argumentar que el ejercicio analítico de escisión
practicado por Weber es propio de las limitaciones del pensamiento burgués, incapaz de trascender la
perspectiva de cuasi-totalidad.
22
La tesis más significativa de la obra de Lukács que venimos estudiando gira en
torno a la idea de la universalización de la forma mercancía en la sociedad capitalista.
Los más diversos aspectos de la experiencia humana serían sometidos a una
mecanización, cuantificación y deshumanización profunda.
Esta interpretación lukacsiana parte de conjugar la teoría del fetichismo de la
mercancía de Marx,35 con las teorizaciones weberianas acerca de la racionalización que
acabamos de exponer.36
23
producción tienen que estar plenamente dominadas por el
propietario de las mercancías. Las posibilidades de
beneficio, las leyes del <mercado>, tienen sin duda que ser
también racionales en el sentido de la calculabilidad, del
sometimiento al cálculo de probabilidades. Pero no tienen que
someterse a una <ley> igual que los fenómenos singulares, ni
pueden estar en modo alguno organizadas de un modo racional
completo. Eso sólo no excluye, por supuesto, el dominio de
alguna <ley> sobre el todo. Pero esa ley tendría que ser, por
una parte, producto inconsciente de la actividad autónoma de
los varios propietarios de mercancías en su independencia
recíproca, o sea, una ley de casualidades en interacción, y
no una ley de organización realmente racional. Por otra parte
esa ley no tiene que imponerse por encima de los individuos,
sino que ha de mantenerse e imponerse de forma tal que no sea
nunca plena y adecuadamente cognoscible. Pues el pleno
conocimiento del todo proporcionaría al sujeto de ese
conocimiento una posición de monopolio tal que equivaldría a
la supresión de la economía capitalista".39
24
basa esencialmente en dicha parcialidad del punto de vista. El abandono de esa
condición alienada implica la desaparición de la burguesía misma como clase
dominante.
25
que en el estricto sentido de “falsedad”. La falsa conciencia se define por su impotencia
para captar las conexiones y tendencias profundas de lo social.
Para Lukács, fiel hermeneuta de los textos originales (Hegel-Marx), la verdad
reside en el todo. Por eso la inscripción del acontecimiento en la totalidad es, de toda su
artillería teórica, el arma letal por definición. La “conciencia verdadera” surge en la
ruptura del plano de la inmediatez.44 Lo fenomenológico accede, de este modo, a la
dimensión esencial de lo social: el lazo social, los anudamientos entre las partes. Es la
conciencia de la racionalidad, de la concatenación del todo y su dinámica.
Podemos decir que uno de los esfuerzos característicos del marxismo hegeliano
apunta a iluminar las relaciones humanas eclipsadas por las sombras que emanan las
estructuras cósicas. Para ello, la premisa materialista del marxismo impone al
pensamiento la tarea rastrear la historicidad -ligada a la contingencia fáctica de la
reificación capitalista- que subyace a los fenómenos de falsa conciencia. Pero dicha
44
Veremos luego el papel determinante que Lukács asigna a las vanguardias, en este despertar.
45
LUKÁCS, Georg, Conciencia de clase, en Historia y conciencia de clase, Op. Cit., pág. 50.
46
Op. Cit. pág. 53.
26
historicidad hace referencia más que a la "base material", "reflejada" en la conciencia de
los hombres, a la conciliación dialéctica del fragmento con la totalidad.
La garantía de existencia de las estructuras reificadas se apoya en la naturalización
de una inteligibilidad parcial del mundo. Como vimos hasta aquí, la burguesía como
clase, aunque también como filosofía, estaría condenada a padecer esa minusvalía, ya
que de esa ilusión depende nada menos que su existencia histórica.
Siendo esto así, Lukács erige al proletariado como el sujeto capaz de subvertir un
mundo cosificado que se ha declarado en rebelión. De acuerdo con su perspectiva
teórica, no resultaría descabellado interpretar al proletariado como la encarnación del
espíritu absoluto hegeliano, que despliega su potencialidad de universal transitando
estadíos de conciencia superadores, hasta conquistar la instancia definitiva de su
realización.
27
"[...] La conciencia de clase es la reacción racionalmente
adecuada que se atribuye de este modo a una determinada
situación típica en el proceso de producción. Esa conciencia
no es pues ni la suma ni la media de lo que los individuos
singulares que componen la clase piensan, sienten, etc. Y,
sin embargo, la actuación históricamente significativa de la
clase como totalidad está determinada en última instancia por
esa conciencia, y no por el pensamiento, etc., del individuo,
y sólo puede reconocerse por esa conciencia".48
28
cuando consigamos dar la relevancia adecuada a los esfuerzos de Lukács por obtener de
las tipificaciones sociológicas del alemán –higiénicas por definición-, un destilado
conceptual más acorde al paladar de un materialista hegeliano.
29
"Desde el punto de vista de la sociología, el Estado moderno
es una ‘empresa’ con el mismo título que una fábrica: en esto
consiste precisamente su rasgo histórico específico [...] Así
como la independencia relativa del artesano, del pequeño
industrial doméstico, del campesino con tierra propia, del
comanditario, del noble y del vasallo se fundaba en que eran
propietarios ellos mismos de los utensilios, las existencias,
los medios monetarios o las armas con que ejercían sus
respectivas funciones económicas, políticas, o militares y de
los que durante su ejercicio vivían, así descansa también la
dependencia jerárquica del obrero, del empleado de
escritorio, del empleado técnico, del asistente académico de
instituto y del funcionario estatal y el soldado, exactamente
del mismo modo, en el hecho de que los untensilios,
existencias y medios pecuniarios indispensables para la
empresa y su existencia económica están concentrados bajo la
facultad de disposición del empresario, en un caso, y del
soberano político en el otro [...] La ‘separación’ del
trabajador de los medios materiales del trabajo [...] es
común [...] tanto a la empresa político-militar estatal
moderna como a la economía capitalista privada".52
"[...] El ‘progreso’ hacia lo burocrático, hacia el Estado
que juzga y administra asimismo conforme a un derecho
estatuido y a reglamentos concebidos racionalmente, está en
la conexión más íntima con el desarrollo capitalista moderno.
La empresa capitalista moderna descansa internamente ante
todo en el cálculo. Necesita para su existencia una justicia
y una administración cuyo funcionamiento pueda calcularse
racionalmente, por lo menos en principio, por normas fijas
generales con tanta exactitud como puede calcularse el
rendimiento probable de una máquina". 53
52
Op. Cit. pág. 1061, (El subrayado es nuestro). Lukács retoma literalmente estos desarrollos del alemán
para pensar los efectos antropológicos del proceso de racionalización, sobre las subjetividades en la era
taylorista... “La burocracia significa una adaptación del modo de vida y de trabajo, y, por lo tanto,
también de la conciencia, a los presupuestos económicos-sociales de la economía capitalista análoga a
la que hemos comprobado para el trabajador en la empresa. La racionalización formal del derecho, el
estado, la administración, etc., significa desde el punto de vista material objetivo una descomposición de
todas las funciones sociales en sus elementos, una búsqueda de las leyes racionales y formales de esos
sistemas parciales tajantemente separados unos de otros y, por lo tanto, unas consecuencias concientes
subjetivas de la separación del trabajo respecto de las capacidades y las necesidades individuales de los
que lo realizan, una división del trabajo racional-inhumana análoga a la que hemos visto en el terreno
técnico-maquinista de la empresa”, LUKÁCS, Geog, Conciencia del proletariado, en Historia y
conciencia de clase, Op. Cit., pág. 107.
53
WEBER, Max, Op. Cit. págs. 1061-1062, (El subrayado es nuestro).
30
Weber encuentra en la figura de la empresa -y en su génesis expropiatoria- un
modelo de potente valor heurístico para comprender los rasgos distintivos de la
economía y la política modernas. Por momentos, parece asomar una definición
funcional de Estado moderno, en la medida en que su existencia sería explicada por la
función que cumple como garante de un ordenamiento estable, necesario a los fines de
la empresa capitalista. Sin embargo, se esboza también otra tendencia interpretativa,
que acaso despierte un mayor interés.
Ya no se trata exclusivamente de una dimensión política, que se explica por la
función que cumple como enmarcado formal con relación a la esfera económica; sino
de un proceso más profundo, que estigmatiza a todas las esferas de la sociedad, sin
excepción. Estamos hablando del proceso de racionalización social, que instituye la
calculabilidad como una suerte de "invariante" de la modernidad capitalista.
Lukács retoma esta línea interpretativa, aunque acentuando el papel activo de la
burguesía en la forja de la burocracia estatal. Este matiz adquiere toda su relevancia
cuando el húngaro presenta su tesis acerca de la alienación de la burguesía en la
burocracia. Pero, antes de entrar en este terreno, unas últimas palabras del sociólogo
alemán, que permiten delinear mejor los contornos del problema en cuestión...
54
Op. Cit. pág. 1062.
31
Aquí aparece un elemento de reciprocidad que agrega una arista más a la
explicación weberiana de la génesis del Estado: las formas específicas del capitalismo
moderno, basadas en la organización racional del trabajo, podrían florecer gracias a la
preexistencia de un Estado racional avocado a desmalezar de irracionalismos el terreno
destinado a los retoños del lucro ascético. Sin embargo, la tranquilidad de una
coceptualización acabada de ese estilo se desvanece cuando se plantea el siguiente
contraste: el corpus legal que se articula con aquel Estado desmalezador toma forma
sólo cuando los juristas confeccionan códigos racionales, respondiendo a los
requerimientos de su clientela burguesa.
Sea como sea, lo concreto es que la dinámica del capitalismo demanda
previsibilidad en las reglas de juego. Es una condición necesaria para la proyección de
esquemas calculados de lucro, sobre la base de la organización técnica del trabajo. Sin
embargo, un aspecto merece ser destacado: la pieza clave de este rompecabezas es el
burócrata. La figura arquetípica en la que reposa todo el ordenamiento previsible del
sistema, es el autómata de párrafos trabajando maquinal y anónimamente en su bureau.
Pensando en estos funcionarios kafkianos, en su capacidad de condensar -incluso
de manera no conciente- importantes cuotas de poder, podemos figurarnos cuál es la
preocupación de Lukács al momento de encarar el problema de la enajenación de las
clases dominantes en la burocracia.
Si tenemos en cuenta que Lukács considera al Estado y su burocracia como una
creación voluntaria de la burguesía, se nos manifiesta entonces, con mayor claridad, la
génesis de aquella enajenación. La necesidad de previsibilidad impulsa a la burguesía a
configurar un aparato técnico-legal capaz de imponerse a la sociedad como una
estructura acabada. De ese modo, la institución estatal comienza adquirir un vigor y una
racionalidad propia, hasta el punto de presentarse ante la conciencia de la burguesía
como una entidad autónoma.
32
especialista, el vendedor de sus capacidades objetivadas y
cosificadas, no sólo es espectador del acaecer social [...],
sino que se sume en una actitud contemplativa respecto del
funcionamiento de sus propias capacidades objetivadas y
cosificadas". 55
55
LUKÁCS, Geog, Op. Cit. pág. 108.
33
IV. Un rizoma argentino
56
En 1923, pocos años después de su aparición en alemán, se publica en Argentina la traducción que
Astrada llevó a cabo en la Universidad Nacional de Córdoba del último ensayo de Simmel El conflicto de
la cultura moderna (1918), siendo ésta una de las primeras traducciones a la lengua española de la obra
del sociólogo berlinés. Una sinopsis detallada de las versiones que se publicaron en español de los
trabajos de Simmel, aparece en VERNIK, Esteban, Notas sobre las ediciones de la obra de Simmel en
Argentina, en GONZÁLEZ, Horacio, Historia crítica de la sociología argentina, Colihue, Buenos Aires,
2000, págs. 279-283.
57
Ver MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, Radiografía de la Pampa, Losada, Buenos Aires, 2001.
Publicado por vez primera en 1933.
34
la sociedad como un organismo enfermo, cuyo tratamiento demanda indagaciones
etiológicas previas.58 La cabeza de Goliat traza posibles rutas en esa dirección...
35
Desde el subtítulo mismo,62 la obra nos informa sobre el instrumental que será
necesario, para conformar una mirada diestra en la faena de elucidar las narraciones que
descansan en las exiguas partículas del entramado social. Se trata de una perspectiva
microscópica,63 empeñada en desentrañar los saberes cifrados en las cosas de la vida
diaria, casi imperceptibles bajo su atuendo de cotidianeidad. Para ello se pone en
funcionamiento un dispositivo óptico -cuya lente de aumento no es sino la prodigiosa
imaginación sociológica del ensayista- capaz de sacar a la luz los añejos relatos de los
objetos de la ciudad, sus biografías escritas en otro tiempo por el esfuerzo del hombre.
En este trajín de interrogar a las cosas, exprimiendo la humanidad que las habita y
que otrora les dio vida, decantan sugestivos perfiles de la existencia en las sociedades
tecnificadas...
36
de viaje; reduce a su esquema mecánico el acto de ir de la
casa a la tarea; supone una fuga de la realidad ciudadana;
tiene implícito un carácter de orgulloso encubrimiento de la
condición servil del ciudadano (los pasajeros parecen
desligados de su obligación de trabajar; no se los mira desde
afuera, por lo que no tienen deberes a horario que cumplir;
forman todos una suerte de miembros de una familia, o de una
clase, etc.); [...] no se experimenta la tentación de la
libertad; [...] es casi imposible el encuentro fortuito con
personas desagradables, o siendo inevitable se establece una
tolerancia propia de toda necesidad extraña al personal
arbitrio; llega a constituir un acto involuntario mucho más
parecido a la alimentación y a la tarea del empleo que a
moverse pensando en lo que se hace".65
Con astucia simmeliana, Martínez Estrada escruta las zonas torvas de la sociedad
técnica, a partir de las miniaturas ciudadanas. La metrópoli traza su urbanística
escondiendo bajo el asfalto los flujos humanos, recelosa de exhibir públicamente el
ritual cotidiano de ingesta vital. Deglute al hombre, y en su digestión lo descompone en
sustancias cósicas. Desde entonces, circula como un autómata por los causes intestinales
de la ciudad, ajeno al control conciente de las propias derivas existenciales.66
65
Op. Cit., pág. 42.
66
Este extrañamiento del ser respecto de sí y de su despliegue vital, ofrece en La cabeza de Goliat otro
de sus rostros, representado a través de la figura del domador de Cronos: "La maquinaria de la ciudad es
el reloj. [Sus habitantes] han perdido el sentido de la realidad aunque hayan adquirido el sentido
microscópico del tiempo. Han cuadriculado su vida y ahora tienen que medirla con el reloj de
segunderos porque en verdad carece de todo sentido eterno y está desmenuzada en partículas sin
cohesión, como un puñado de arena. El reloj simbólico de la urbe es el despertador", MARTÍNEZ
ETRADA, Ezequiel, Op.Cit., pág.48,50. Costaría dar con una exposición más clara del concepto
lukacsiano de la cosificación en tanto pérdida de la perspectiva de totalidad. El reloj encarna no sólo la
previsibilidad y la regulación social del tiempo, sino también la descomposición de la vida en una serie
de fragmentos aislados, sin historia. Segundos que aniquilan a otros segundos, sin dejar rastros.
En medio de este reticulado aparece el reloj con alarma, el despertador. No conforme con la invención de
artefactos que dosifiquen su vida en fracciones minúsculas, los hombres se proveen mecanismos de
alerta, llamados de atención acerca del transcurrir del tiempo. En definitiva, tácticas para conjurar las
grietas que se abren cuando el ciudadano "se queda dormido"; es decir, cuando se reapropia de un tiempo
que de antemano le había sido expropiado. El despertador, entonces, como un centinela del orden...
-imagínense las repercusiones sistémicas, en cuanto a disciplina y acumulación, de una jornada laboral en
que fallen todos los despertadores.
67
Su especulación sobre las ruinas puede citarse como ejemplo: "Mientras dura la agonía de la
demolición y se desarma brutalmente y con cuidado lo que se hizo con esperanza y fervor, van quedando
al descubierto las entrañas del edificio. Entonces advertimos que no era una casa lo que se demolía, sino
37
fetichismo de la mercancía, siempre que se destaquen sus diferentes matices
axiomáticos. En consonancia con el pensamiento marxista, el registro teórico del
argentino supone en los productos del hombre una importante potencia explicativa del
entramado social. Sin embargo, se distancia de ciertas ontologías radicales, tildadas
muchas veces de reduccionistas (la tesis lukacsiana de la cosificación podría ser una de
ellas), que conciben a la mercancía como la figura estructurante de lo real en todas sus
dimensiones.68
Tampoco concede demasiado crédito a las prescripciones de los positivismos
caricaturescos, que sólo admiten un conocimiento como válido cuando adjunta
certificado de cuna empírica, fiscalizando que su linaje no haya sido bastardeado por los
artificios de la especulación. La cabeza de Goliat ingresa al campo de interés
sociológico, precisamente, por el camino de la apropiación especulativa del mundo
observable. En este sentido, la ciudad es presentada como la alegoría madre, la materia
a partir de la cual se infieren originales hipótesis sobre el extravío de la vitalidad en un
mundo edificado por la acción del hombre...
un hogar, la residencia de una familia, un lugar para nacer y morir", MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel,
Op. Cit., pág. 75. De este modo, los vestigios aparecen como lo inerte que revela, casi impúdicamente, la
vida que lo habitaba. También Simmel ensayó una reflexión sobre las ruinas -conocida, con toda
seguridad, por Martínez Estrada- donde las presenta como el momento del reencuentro de la naturaleza
consigo misma, su revancha secreta frente a las fuerzas edificantes del espíritu, que la habrían doblegado
otrora a fuerza de obras arquitectónicas. Ver SIMMEL, Georg, Ensayos de estética, en Sobre la aventura.
Ensayos filosóficos, Op. Cit. págs. 117-125.
68
De todos modos, como se verá más adelante, en su Análisis funcional de la cultura se admitiría una
fundamentación ontológica de esta naturaleza.
69
MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, La cabeza de Goliat, Op. Cit., págs. 55, 56.
38
apresarían. Comparte, incluso, con el sociólogo berlinés cierto gesto romántico, que
señala a lo moderno como una amenaza ante normatividades de otro tiempo, acaso
arcaicas, que habrían potenciado formas humanizadas de sociabilidad. De hecho, la
interpretación personal del argentino sobre el drama histórico nacional, pone en duda la
esencia progresista que los hombres de estado postularon en lo europeo-moderno; esto
es, invierte la dicotomía sarmientina que se erige desde el Facundo (civilización o
barbarie), encontrando en la ciudad, supuesta meca de la civilización, la apoteosis
misma de la barbarie.
Martínez Estrada hilvana los retazos que componen el texto a partir de la pregunta
por el desempeño funcional de la cultura, en este proceso de hundimiento ruinoso del
ser genérico.
La dinámica del universo cultural es entendida aquí como una tensión entre un
elemento civilizatorio -inscripto en la historia de la técnica, en diálogo con el mundo
objetual- y uno específicamente cultural -estampado por obra del espíritu, y dispuesto
para la apreciación estética-, que se amalgaman en la creación del hombre. La página de
70
MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, Análisis funcional de la cultura, Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires, 1992.
71
"Los nahuas calificaron de "bárbaros" (y de "monos" y "cerdos hambrientos") a los españoles cuando,
después de adorarlos como dioses descubrieron la ambición y la crueldad con que realizaban la
conquista. El estupor de algunos pueblos polinésicos que ignoraban la guerra y otras prácticas
habituales en los pueblos civilizados, delata que los contenidos ideológicos y las tácticas
institucionalizadas de Europa ofrecíanles la imagen de un artefacto diabólico. Cotejadas las costumbres
y los códigos consuetudinarios de juzgar, pactar, convivir, prosperar de los pueblos prealfabetos con
algunas de las expresiones típicas de la civilización mecanizada, el veredicto imparcial no puede
decidirse por el mejor valor de ésta", MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, Op. Cit., pág. 36.
39
la cosificación en la cultura comienza a escribirse cuando el patrón civilizatorio
evoluciona hacia la automatización industrial del mundo, extendiendo su manto
mecánico sobre la esfera cultural.
72
Op. Cit. págs. 43, 46.
73
La única referencia a Lukács en este trabajo, alude a su defensa de la razón moderna como herramienta
de redención social frente a los pensamientos irracionalistas (entre ellos el de Simmel, glosado aquí por
Martínez Estrada) que habrían conducido a Alemania al nazifascismo. Ver MARTÍNEZ ESTRADA,
Ezequiel, Op. Cit., pág. 44.
40
resentirse la calidad en compensación de la cantidad como se
elucida en el último capítulo de este ensayo".74
41
En definitiva, y para concluir, Martínez Estrada exhorta al hombre cultivado a
traficar los productos de la alta cultura con los sectores populares, en un intento de
contrapesar la influencia degradante que sobre estos ejercen los educadores de aula,
propagandistas y demás rodajes de la maquinaria cultural, a través de la vulgarización
de las obras del espíritu, y del consecuente disciplinamento de las masas para el
consumo de las mismas. Se trata de un imperativo moral y político, de singular matriz
ilustrada, que postula para el intelectual humanista una responsabilidad -y una potencia-
en el rescate de la civilización, del atolladero mecánico y desvitalizado en que habría
atascado fatalmente su destino.
pueblo que, efectivamente, nos parecía extraño y extranjero", Op. Cit., pág. 27. "Nadie que no sea un
fanático o un impío puede culpar a un pueblo que después de siglos de vivir como paria en tierra
extranjera, hallo al mesías que le ofreció más que dinero y poder, amor, solidaridad, compañerismo, que
es lo que nunca se le había ofrecido", Op. Cit. pág. 36. Sobre el debate al seno del antiperonismo puede
consultarse "Peronismo y modernización", en TERÁN, Oscar, Nuestros años sesentas, El cielo por asalto,
Buenos Aires, 1993; y "Psicología social de las multitudes: Ramos Mejía, Scalabrini Ortíz y Martínez
Estrada", en GONZÁLEZ, Horacio, Restos pampeanos, Buenos Aires, 1999.
77
Op. Cit. pág. 43.
42
43
V. Final: voces poéticas
78
Reescritura personal, a partir de las primeras líneas de La metamorfosis de Kafka.
79
KAFKA, Franz, La metamorfosis, en Relatos completos, Losada, Buenos Aires, 2003.
44
Kafka sabía de nuestros destinos de insectos sometidos a rituales cósicos. Una
época turbulenta enmarcó sus intuiciones. El cambio social había sido domesticado -se
dibujaban los contornos glaciales del stalinismo-. La razón técnica, la democracia de
masas y el fascismo constreñían la libertad y neutralizaban la soberanía del hombre
sobre su propia existencia. El occidente del capital asomaba sus colmillos... y la novela
kafkiana no dejaba de padecerlo.
***
personajes desencajados u olvidados en los márgenes- "el bulevar es la vivienda del <
flaneur>, que está como en su casa entre fachadas, igual que el burgués en sus cuatro
paredes".81
En sus dos extensos ensayos sobre Baudelaire,82 Benjamin reflexiona en torno al
problema del fetichismo de la mercancía, a partir de la dinámica de la multitud en la
gran urbe. En este sentido, propone a la figura del flaneur -y su decadencia- como una
alegoría del moderno encorsetamiento del hacer en una serie de funciones productivas...
"desocupado, [el flaneur] se las da de ser una personalidad y protesta contra la
división del trabajo que hace a las gentes especialistas. Hacia 1840 fue, por poco
80
BAUDELAIRE, Charles, El crepúsculo de la tarde, en Las flores del mal, Losada, Buenos Aires, 1997,
pág, 149.
81
BENJAMIN, Walter, Poesía y capitalismo. Iluminaciones II, Taurus, Madrid, 1993, pág 51.
82
"El París del Segundo Imperio en Baudelaire" y "Sobre algunos temas en Baudelaire", en BENJAMIN,
Walter, Op. Cit.
45
tiempo, de buen tono llevar de paseo por los pasajes a tortugas. El <flaneur> dejaba de
buen grado que éstas le prescribiesen su <tempo> [...] Pero no fue él quien tuvo la
última palabra, sino Taylor que hizo una consigna de su <abajo el callejeo>".83
Este perfil del flaneur baudelaireano, con sus caminatas ociosas y su economía de
apremios temporales, culmina -siguiendo la interpretación de Benjamin- en el ser
arquetípico de las sociedades de consumo, cuyos desplazamientos públicos se reducen a
la inspección sistemática de las vidrieras que cobijan potenciales adquisiciones. En
otros términos, Benjamin concibe los itinerarios del paseante contemporáneo como una
alegoría de la circulación de mercancías, de su coreografía de objetos embrujados.
83
BENJAMIN, Walter, Op. Cit., pág 70.
46
VI. Bibliografía
LÖWITH, Karl, Max Weber and Karl Marx, Routledge, London, 1993.
47
MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, Análisis funcional de la cultura,
Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1992.
48
WEBER, Max, La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
Editorial Entrelíneas, Buenos Aires, 1996.
49