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Orange is the new whistleblower (denunciante)

¿Quién vería una serie donde una chica latina es consignada por vender papelitos de colores
en lugar de drogas, donde la pobreza y la ignorancia cocinan a fuego lento la locura fanática de
una convicta homicida? ¿Quién querría poner el dedo en la llaga para hacer sangrar nuestros
ojos de racismo, clasismo, homofobia? ¿Quién se embarcaría en denunciar abiertamente la
corrupción en el sistema penitenciario de EEUU, su privatización, los atropellos a los derechos
humanos y su peor abominación la persecución de los migrantes y los centros de detención?

“Dicen que no dormía que nomás se le iba en puro llorar”

La vida en prisión, damos por hecho, es dura y debe serlo. Las que están ahí son criminales, han
cometido delitos y su estancia en ese lugar no debe ser como ir de vacaciones, pero cuando nos
presentan como protagonista a una chica bonita, rubia y clasemediera, que recién graduada se
enamoró perdidamente de una narcotraficante y por ese amor la hizo de mula, queremos
perdonarle la deuda; todos cometemos errores, todos hemos hecho cosas, más o menos graves,
de las que nos arrepentimos, y hasta algunos hemos tenido suerte de no pagarlas. Los roces
de esa chica con las “verdaderas criminales”, los riesgos de estar junto a mujeres violentas, locas,
fanáticas, resentidas sociales, negras, pobres, sucias, drogadictas, nos hacen pensar que ella
no pertenece ahí. Ella tan blanca, culta, sexy, dulce, pero la cámara se mueve y nos hace ver
otras chicas menos blancas, menos delgadas, pero también dulces, solitarias, incómodas. Otras
tan brillantes que parecieran dominar la prisión con su sonrisa y desparpajo, otras tan bravas,
tan líderes, otras deprimidas pero con una historia como de película con final decadente. La
cámara se mueve y de pronto nos damos cuenta que nadie pertenece ahí, que el ser humano no
nació para estar recluido, que se supone que la cárcel debe ser dura pero que tal vez podría ser
menos miserable, podría ser incluso un lugar esperanzador donde se pueda dejar de ser lo que
se ha sido y ser algo ¿mejor?

“Dicen que no comía, nomás se le iba en puro tomar”

Las drogas que no faltan y cuando faltan matan y cuando llegan matan y cuando matan matan
mucho. La familia que no sabe qué hacer y a veces hace daño y otras abandona y otras acuchilla.
La tristeza, la desesperanza, la violencia tan humana, tan hormonal y femenina. El amor siempre
tan antisistema pero en prisión tan ilegal. Todo eso no es suficiente porque ser criminal, ser
mujer, -y si además eres pobre, negra o latina-, es como el olor a sangre para los depredadores,
para los acosadores, violadores, los golpeadores, que desde su papel de macho rector, autoridad
y señor de la porra, son capaces de hacer más profundo el infierno, más desgraciado. Orange
is the new black no tuvo reparo en mostrar lo sistémico del machismo, lo estructural que es en
el pensamiento de la sociedad gringa -y en la de cualquier cultura-, que justifica como castigo la
saña, el odio a lo femenino, a su olor, a sus formas, a su existencia en cualquiera de sus
manifestaciones: sexualidad, maternidad, oficios socialmente femeninos como cocinar, cuidar,
limpiar. Y en un espiral descendente, temporada tras temporada, va dejando caer a nuestros
personajes, cada vez más entrañables, en un inodoro lleno de mierda y sin aparente fondo.
“Juran que el mismo cielo se estremecía al oír su llanto,
Cómo sufrió por ella que hasta en la muerte la fue llamando”

En estos siete años Orange is the new black nos mostró que las “criminales” convictas y
nosotros los “de afuera” no somos muy distintos, si nos cortan sangramos, que igual nos duele
el desamor o la traición, que si nos humillan, abusan y afligen, el corazón que nos late en el
pecho nos hará pararnos en la mesa y resistir, pelear incluso cuando tengamos sólo la opción de
perder, que si nos matan a alguien que amamos vale la pena incendiar todo, incluso nuestro
mundo entero, con tal de que alguien nos escuche. Esta serie escrita por mujeres, tuvo el coraje
de mostrar la humanidad que yerra, destruye, tortura, asesina, pero también que se resiste a
dejar de ser humana, a dejar de creer, de amar, de esperar aunque sea un poco de dignidad, la
necesaria para levantarse el siguiente día, dar el siguiente paso. Y también tuvo la letalidad de
decirnos que a veces, terriblemente, no se puede, sólo queda la muerte, el dolor, la injusticia.

“Ay ay ay ay ay paloma
Ay ay ay ay ay no llores
Las piedras jamás paloma
Qué van a saber de amores”

Gracias Piper Kerman por contar tu historia, gracia Jenji Kohan por seguir escribiendo y producir
esta serie.

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