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1. Las tres cuartas partes de la humanidad tienen ya un celular.

En Colombia,
el Dane registró que, en 2016, en el 96,4 % de los hogares del país algún
miembro contaba con teléfono celular. Es decir, es evidente que el uso de
estas tecnologías se ha multiplicado tanto que hoy es raro encontrar a
alguien —niño, joven o adulto— que no tenga uno. Con la expansión del
internet inalámbrico, la explosión de las redes sociales y las millones de
‘apps’ desarrolladas para hacernos la vida más cómoda y fácil, el
‘smartphone’ ha pasado de ser un simple teléfono o un gadget para
convertirse en la extensión de nuestros deseos y fantasías. Un fetiche con
el que nos acostamos todas las noches y nos levantamos todas las
mañanas. Para muchos es una extensión de sí mismos.
Y esto, definitivamente, está cambiando la manera en que nos relacionamos
con el mundo, desde la forma en que trabajamos y hacemos negocios, hasta el
modo en que nos divertimos, tomamos fotografías, almacenamos o compartimos
información, pasamos el tiempo libre, hacemos amigos y amamos. Su empleo está
infiltrado en cosas tan personales y triviales como caminar y dormir.

Umberto Eco, en un relato del 2015 titulado ‘El teléfono celular y la reina
malvada’, contaba el caso de una mujer que iba por la vereda con su rostro
pegado al móvil, sin mirar a ningún lado, y que él, en vez de esquivarla, decidió
interrumpir su camino. “Si yo no me hacía a un lado, chocaríamos. Como en
secreto soy una persona malvada, me detuve de golpe y me di la vuelta. La dama
chocó con mi espalda dejando caer su teléfono. Rápidamente, se dio cuenta de
que se había topado con alguien que no podía verla y que ella debería haber sido
quien se apartara. Balbuceó una excusa, mientras yo amablemente le decía que
no se preocupara porque estas cosas pasan todo el tiempo en estos días”,
escribió el semiólogo.

Mientras aconsejaba con sarcasmo que todos deberíamos hacer lo mismo en


situaciones similares, añadía: “Si pensamos en ello con claridad por un
momento, simplemente es asombroso que casi todos hayamos caído presa
del mismo frenesí. Apenas sostenemos ya conversaciones cara a cara, ni
reflexionamos sobre los temas apremiantes de la vida y la muerte, o siquiera
vemos hacia el campo cuando pasa frente a nuestra ventanilla. En vez de ello,
hablamos obsesivamente en nuestros teléfonos celulares, rara vez sobre algo
particularmente urgente, mientras malgastamos la vida en un diálogo con alguien
a quien ni siquiera podemos ver”.

Pero eso que sorprendía a Eco tres años atrás —¡parece un tiempo ya lejano!—
ahora es casi una norma de convivencia social. Es usual que la gente camine
con la mirada fija en el celular o que en una fiesta tres de cada cinco
personas hablen y sonrían con el aparato sin siquiera mirar a quienes tienen
al lado. En las reuniones laborales es natural que todos pongan los dispositivos
sobre la mesa como armas listas para ser usadas en el momento necesario. Más
allá de escribir o grabar mensajes por WhatsApp o de interactuar por Facebook o
Twitter, el celular parece estar diseñado para que experimentemos sensaciones
distintas a las que habíamos sentido con cualquier pantalla anterior.

Es usual que la gente camine con la mirada fija en el celular o que en una fiesta

tres de cada cinco personas hablen y sonrían con el aparato sin siquiera mirar a

quienes tienen al lado


 FACEBOOK
 TWITTER

“Se ha convertido en un control remoto universal”, dice el director de Inictel-


UNI, el ingeniero José Oliden. Como en esa vieja película de Jim Carrey en la que
con un artefacto minúsculo se podía alterar la realidad, el celular se ha vuelto un
artilugio que es mágico y tecnológico a la vez. “Es un microcomputador adherido a
nosotros mismos que cumple y amplía las funciones que antes tenían muchos
otros equipos —explica—, como los relojes, las alarmas, las calculadoras, las
cámaras fotográficas, los escáneres, las agendas, los mp3, el televisor, las
consolas de videojuegos…, pero además se vuelve una interfaz capaz de ejecutar
miles de aplicaciones, desde aquellas que nos sirven para comunicarnos o
entretenernos hasta otras que cuidan de nuestra salud, como las que miden las
calorías que quemamos al correr”.

Con toda esta variedad de usos no es difícil caer en la adicción, en el consumo


desmedido que, como explican múltiples estudios, está cambiando nuestras
relaciones sociales e íntimas, no solo las que transcurren en calles y bares, sino
dentro de la casa, con los hijos, con los padres y la propia pareja. Hace un año,
‘The New York Times’ publicó un estudio en el que aseguraba que un adulto en
promedio revisa su ‘smartphone’ 47 veces al día, cifra que casi se multiplica por
dos entre los ‘millennials’, quienes lo hacen 82 veces.
Más que una adicción
Una encuesta difundida este año por la empresa Motorola —realizada entre
octubre del 2017 y junio del 2018— preguntó a más de 126 mil personas en seis
países latinoamericanos, entre ellos Colombia, si preferían renunciar durante un
mes a su ‘smartphone’ o al sexo. El resultado es sorprendente (¿o ya no debería
serlo?): el 48 % de los colombianos prefieren renunciar a tener sexo durante
un mes antes que a su teléfono móvil. Esto va a la par con otros indicadores.
Hace dos años, la revista ‘Psychology of Popular Media Culture’ encontró que el
70 % de las mujeres estadounidenses declaraba que el celular interfería con su
relación de pareja. Y otra encuesta de la empresa informática Kaspersky
descubrió que el 55 % de parejas discutía por el uso excesivo del dichoso
dispositivo.

Esa imagen, un cliché, en la que una pareja joven aparece acostada en la cama,
en silencio, mientras ambos miran hipnotizados las respectivas pantallas de sus
teléfonos, no está lejos de representar la realidad.

A mediados de la década del 2000 se comenzó a popularizar en Australia la


palabra ‘phubbing’, que une las voces inglesas ‘phone’ y ‘snubbing’ (despreciar) y
que definía eso que ya entonces se vislumbraba como un problema en las
relaciones contemporáneas: el ignorar a la pareja o a los amigos por el uso del
celular. Desde entonces, el término —aceptado en el 2012 por el diccionario
australiano Macquarie (aunque Fundéu prefiere el extraño neologismo
‘ningufoneo’)— no solo se ha vuelto popular, sino que se ha empleado para
definir una especie de patología que está destruyendo matrimonios y
relaciones.

El australiano Alex Haigh se ha vuelto conocido por haber creado la página


StopPhubbing, en la que se reportan cifras elocuentes: el 87 % de los
adolescentes del primer mundo prefiere el contacto a través del celular que cara a
cara, y el 97 % de parejas que se quejan por no haber disfrutado una cena
responsabiliza de esto al ‘phubbing’. Según la psicóloga mexicana María
Obregón Soto —autora de la tesis ‘Phubbing y las relaciones interpersonales entre
adolescentes’—, esta tendencia no es, como podría creerse, inofensiva, sino que
se trata de “un malestar clínicamente significativo”, que está deteriorando la vida
íntima, social y laboral de los individuos.

¿Pero es el ‘smartphone’ el culpable del fin de una relación o el instrumento


que agudiza algo que ya estaba deteriorado? El sexólogo y psicólogo clínico
Christian Martínez Monge responde: “En la mayoría de los casos, lo que sucede
es que las nuevas tecnologías evidencian un problema ya existente en las parejas
y que antes se expresaba de otras formas, pero que ahora lo hace a través del
celular. Lo que el mundo digital está poniendo en evidencia son las dificultades
para establecer vínculos saludables”, dice.

“Antes, tras una pelea, él o ella se iban a dormir a otro cuarto o al sofá –continúa
el experto–, pero ahora no: ambos prefieren quedarse en la cama y sacar el
celular. Y el desplante es mucho más fuerte. Es como decirle a la pareja: ‘Me
importa muy poco tu presencia, pues yo puedo divertirme con mi teléfono,
chatear con mis amigos, etc.’. Eso que empieza como una huida se convierte,
con el tiempo, en una costumbre”.

Según Martínez, las parejas que más se quejan de este problema son las que se
encuentran entre los 30 y los 40 años, las que no han crecido con la tecnología,
sino que la han ido adquiriendo en el transcurso de su vida. “En cambio —
sostiene—, las de 20 años son mucho más tolerantes a esta situación, pues es
muy probable que se hayan conocido, seducido y enamorado a través del celular;
entonces lo ven como parte del juego amoroso. Incluso, el ‘smartphone’ les puede
traer beneficios: hay prácticas como el ‘sexting’ o los mensajes por WhatsApp que
preceden al encuentro íntimo. Para ellos es normal que antes de dormir ambos
estén en la cama con su celular. Es parte de la dinámica de la relación”.
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Los problemas no son solo de parejas quebradas o de padres de hijos


adolescentes ensimismados en sus luminosas pantallas, sino que también están
afectando a los niños. Los pequeños comienzan a familiarizarse con las
pantallas incluso desde antes de cumplir el primer año. Parece que el primer
recuerdo que guardarán en sus memorias será el de su madre o padre pegados al
celular. Hace cuatro años, la revista ‘Pediatrics’ alertaba ya de esta nueva realidad
y divulgó una investigación que concluía que más del 75 % de los padres
norteamericanos usaba sus móviles mientras cenaba con sus hijos. El estudio
recogía las respuestas de los niños, quienes se quejaban de la falta de atención y
de que tenían que aprender a entretenerse solos.

Obviamente que esta soledad se agudiza con la aparición del ‘streaming’. Si


antes la familia o pareja se reunía frente al televisor para ver los mismos
programas o escuchar la misma música, ahora cada integrante tiene su propio
aparato y se entrega a él por largos períodos, con los audífonos puestos. Esto que
en apariencia otorga ‘libertad’ y ‘personaliza’ el entretenimiento, lo que refuerza,
en el fondo, es el aislamiento más absoluto.
Medidas extremas
La adicción al celular es algo que ya no solo preocupa a psicólogos,
sociólogos o estudiosos de la vida contemporánea, sino también a las
compañías que los producen y venden. Existe un movimiento llamado
‘Bienestar Digital’, que busca reducir el tiempo que la gente pasa frente al teléfono.
“El celular es una herramienta superútil y, de hecho, es el invento más importante
de los últimos tiempos, pero ciertas cosas, como las redes sociales, han terminado
saliéndose de control y generan adicción en muchos individuos”, dice Arturo Goga,
experto en nuevas tecnologías que desde su canal de YouTube promueve el uso
responsable de las aplicaciones.

Según él, más que el mismo aparato, son ciertas ‘apps’ las que generan adicción,
pues han sido desarrolladas para crear dependencia y hacer que no nos
despeguemos de ellas ni un solo minuto. Esto, por supuesto, tiene un límite: “Los
nuevos sistemas operativos de Android y el iOS 12 de Apple vienen con nuevas
opciones de Bienestar Digital incorporadas a los dispositivos. Por ejemplo, si uno
pasa demasiado tiempo en Facebook o Instagram, el sistema envía una alerta e
incluso puede bloquear la ‘app’ después de media hora o una hora de uso, si así lo
quiere el usuario”, dice Goga.

2. 03/09/2014.- Banksy es sinónimo de denuncia social; de llamamiento a la


sociedad. El polémico y misterioso artista callejero lleva años retándonos a
meditar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor con sus obras.

Guerras, censura, violencia callejera... No hay palo que el británico no haya


tocado. Por supuesto, la revolución tecnológica que hemos vivido en lso últimos
años, también ha tenido un peso en su obra, especialmente la influencia que el
smartphone ha tenido en nuestro día a día.

De hecho, su mural, Los amantes del móvil, fue vendido recientemente por más
de medio millón de euros. Una clara crítica a como estos dispositivos nos alejan
cada vez más de las personas que nos rodean.

En esta misma línea, Banksy ha publicado recientemente una imagen en su


cuenta de Twitter en la que podemos ver cómo un smartphone echa raíces en el
brazo de una persona. Una metáfora perfecta de cómo los teléfonos móviles son
ya una extensión más de nuestro cuerpo; un órgano más al que prestar atención.

La ilustración, que Banksy no ha aclarado si es suya, invita a la reflexión. ¿Tan


prisioneros somos de los smartphones? ¿Qué pasaría si, de la noche a la
mañana, estos dispositivos dejaran de funcionar?
3. Lo ideal sería alcanzar el "phone-life balance", un equilibrio justo entre el
uso del smartphone y la vida personal. Es por eso que Motorola se
propuso, mediante un estudio global, conocer este impacto. La
investigación se realizó en colaboración con la doctora Nancy Etcoff, una
reconocida experta de la conducta mente-cerebro y ciencia de la felicidad
de la Universidad de Harvard.

El estudio, publicado por la empresa de investigación independiente Ipsos, analiza


los comportamientos y hábitos de uso del teléfono en diferentes generaciones
para comprenderel impacto de los smartphones en nuestras relaciones con
uno mismo, con los demás y con el entorno físico y social.

"Para la mayoría de los usuarios de teléfonos inteligentes, los comportamientos


problemáticos consisten en respuestas inconscientes y malos hábitos que
requieren de ayuda para superarlos", aseguró Etcoff. "Los pequeños cambios de
conducta, el control del entorno y la atención plena son herramientas útiles
para este propósito, al igual que los esfuerzos que realizan las empresas de la
industria de los smartphones. El amplio patrón social que revela esta encuesta
llevada a cabo en varios países señala la necesidad del entendimiento y accionar
colectivo".

4. Para quienes creíamos que esto de la adicción al celular eran sólo rumores
o exageraciones; México es uno de los países con mayores problemas en
el uso de dispositivos móviles en los salones de clase, según un estudio
de Forbes, el cual indica que el crecimiento anual de uso de
smartphones es por encima de 40% anual, con 40 millones de teléfonos
utilizados por jóvenes entre 15 y 29 años.

Pero esta situación no sucede sólo en México sino en todo el mundo. Muestra de
ello es la preocupación que recientemente hicieron pública grandes líderes de la
industria tecnológica como Tim Cook, CEO de Apple, quien afirmó: “No creo en el
uso excesivo de la tecnología. No soy de los que cree que se va a tener éxito por
usarla todo el tiempo…” “No tengo hijos, pero tengo un sobrino (de 12 años) al que
le pongo algunos límites. Por ejemplo, no quiero que esté en redes sociales”.

También Jonathan Ive, quien fuera uno de los hombres de confianza de Steve
Jobs y Vicepresidente de Diseño de Apple, declaró a un diario estadounidense
que ya había establecido límites muy estrictos a sus gemelos de 13 años para
evitar exposiciones prolongadas a las pantallas.

Así como ellos, otros expertos han manifestado sus preocupaciones alrededor de
este tema, así como la importancia de que padres de familia y maestros, guíen a
los niños y adolescentes a tener autocontrol en el uso de los dispositivos
tecnológicos.

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