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REVELAN NUEVOS DESCLASIFICADOS DE LA “GUERRA SUCIA” ARGENTINA

OPERACIÓN CÓNDOR: LOS “ASESINATOS


SELECTIVOS” QUE IMPLICAN A
PINOCHET Y A MANUEL CONTRERAS
09.01.2020

Por Peter Kornbluh

TEMAS: Augusto Pinochet, Donald Trump, Manuel Contreras, Mauricio


Macri, Operación Cóndor
Índice

 INICIO
 LA “DIPLOMACIA DE LA DESCLASIFICACIÓN”
 LA NOVEDAD: APARECEN NOMBRES
 CÓNDOR 1
 LA CONTRIBUCIÓN DE LA DESCLASIFICACIÓN

Más de 7 mil registros secretos de Estados Unidos sobre la “Guerra Sucia” en Argentina
fueron desclasificados en abril pasado. Por primera vez aparecieron documentos que
vinculan directamente a Augusto Pinochet y Manuel Contreras con “asesinatos selectivos”
planificados y ejecutados por la red Cóndor, creada y dirigida por Contreras para coordinar
la represión de los servicios de inteligencia de las dictaduras del Cono Sur. En julio de 1976
un informe de la CIA informó que una de las operaciones de Cóndor era “liquidar
individuos seleccionados” y que Chile tenía “muchos objetivos en Europa”. Otro cable
secreto de la CIA indicó que Contreras y Pinochet coordinaban las “listas de objetivos”.
También incluyen revelaciones sobre los crímenes de Letelier-Moffitt y el general Prats y
su esposa, ejecutados por la DINA en Washington y Buenos Aires.

Entre julio y principios de agosto de 1976, pocas semanas después de que el régimen de
Pinochet fuera anfitrión de una reunión clave de la Operación Cóndor en Santiago, la CIA
obtuvo información que vinculó al general Pinochet directamente con las operaciones de
asesinatos que planificó y ejecutó la red Cóndor. Una fuente de la CIA informó que entre
los planes de Cóndor (coordinación de los servicios secretos de las dictaduras del Cono
Sur) estaba el “liquidar individuos seleccionados” en el extranjero. “Chile tiene ‘muchos
objetivos’ (no son identificados) en Europa“, le informó una fuente a la CIA a fines de
julio de 1976.

En otro cable secreto de inteligencia de la CIA, la misma fuente entregó información


adicional sobre los complots para ejecutar asesinatos: “Juan Manuel Contreras, el hombre
que originó todo el concepto de Cóndor y ha sido el catalizador en su creación,
coordinará los detalles y las listas de objetivos con el presidente chileno Augusto
Pinochet Ugarte”.

Por esta precisa razón, la CIA estimaba que mientras algunos líderes de los países que
integraban la Operación Cóndor “no serían informados de estos planes de operaciones de
asesinatos en Europa”, era poco probable que esa situación se repitiera en Chile.

Manuel Contreras y Augusto Pinochet


Estos reveladores reportes de inteligencia sobre la Operación Cóndor fueron desclasificados
en abril pasado, junto con cerca de 47 mil páginas de archivos secretos de la inteligencia
estadounidense sobre la “Guerra Sucia” en Argentina. Más de 7.000 registros de la CIA, el
FBI, el Pentágono y el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) arrojan nueva y cuantiosa luz
sobre el estado de terror que existía en Argentina entre 1976 y 1983, cuando los militares
estaban en el poder.

Los detallados documentos, desclasificados por la administración de Donald Trump,


entregan nueva y extensa evidencia de la infraestructura de la represión, el destino de
cientos de desaparecidos que fueron secuestrados, torturados y asesinados. Además,
detallan el rol de Argentina en la campaña de terrorismo internacional conocida como
Operación Cóndor.

Algunos de esos documentos -hasta ahora desconocidos- revelan también importante


información sobre el rol de la dictadura chilena en la coordinación de la represión criminal
que se ejecutó a través de la Operación Cóndor.

LA “DIPLOMACIA DE LA DESCLASIFICACIÓN”
El “Proyecto de Desclasificación de Argentina”, como es conocido oficialmente en los
círculos del gobierno estadounidense, es uno de los raros casos en que el presidente Donald
Trump no revirtió una política iniciada por su predecesor (Barack Obama), sino que la
completó. Fue durante la preparación de la visita de Estado que realizaría el presidente de
Argentina Mauricio Macri a Estados Unidos, en abril de 2017, cuando Fernando Cutz,
director senior del Consejo Nacional de Seguridad para Asuntos del Hemisferio Occidental,
informó a Donald Trump que Macri le había pedido personalmente a Obama esa
desclasificación especial cuando este visitó Buenos Aires un año antes.

Trump tenía antiguos vínculos personales con Macri: décadas antes, habían salido juntos de
bar en bar en Nueva York mientras sus padres hacían negocios inmobiliarios. Años más
tarde, la Organización Trump buscó la ayuda de Macri para concretar su plan de construir
una Torre Trump en Buenos Aires.

Esa relación, “ayudó a poder presentar el proyecto como una solicitud de Macri en lugar de
una iniciativa de Obama”, recordó Cutz.

Aunque hay que decir que la verdadera génesis del “Proyecto de Desclasificación de
Argentina” comenzó con un error de programación presidencial. En efecto, todo se originó
en la primavera de 2016, cuando la administración Obama organizó un viaje histórico de
dos días para el presidente a La Habana y luego un viaje de tres días a Argentina. Las
fechas de las visitas de Estado de alto perfil fueron determinadas, en parte, por el hecho de
que eran las vacaciones de primavera de las dos hijas de Obama y él quería que ellas
pudieran disfrutar de unas cortas vacaciones en Cuba y en la Patagonia, en el sur de
Argentina.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mantuvo la iniciativa de desclasificación
iniciada por Barack Obama debido a su especial relación con Mauricio Macri.

Pero el anuncio de la Casa Blanca de que el presidente de Estados Unidos estaría en Buenos
Aires el 24 de marzo de 2016, coincidiendo con el 40 aniversario de la sangrienta toma de
control militar, provocó una protesta de las agrupaciones de derechos humanos en
Argentina. Estados Unidos era percibido, en palabras del Premio Nobel de la Paz argentino
Adolfo Pérez Esquivel, como “un cómplice de golpes de Estado en esta región”. Las
protestas masivas, con pancartas que decían “El Día de la Memoria: Fuera Obama”,
fueron vistos como una amenaza.

Fue entonces que, en una reunión con el presidente Mauricio Macri, activistas de derechos
humanos, liderados por las famosas Abuelas de Plaza de Mayo, le exigieron que le pidiera a
Obama que desclasificara los registros de inteligencia que podrían ayudarlas a localizar a
sus hijos e hijas desaparecidos. También a los nietos que habían nacido en centros de
detención secretos y luego adoptados por familias militares después de que sus madres
fueron ejecutadas.

Para corregir esta grave afrenta a las familias de las víctimas, la Casa Blanca y el gobierno
de Macri organizaron una ronda de “diplomacia de la desclasificación”: el uso de
documentos secretos de Estados Unidos para avanzar en las relaciones bilaterales. Así, en
la mañana del 24 de marzo de 2016, Obama y Macri visitaron el Parque de la Memoria en
Buenos Aires para presentar sus respetos a las víctimas de la Guerra Sucia.

-Hoy, en respuesta a una solicitud del presidente Macri, y para continuar ayudando a las
familias de las víctimas a encontrar algo de la verdad y la justicia que merecen, puedo
anunciar que el gobierno de los Estados Unidos desclasificará aún más documentos de ese
período, incluyendo, por primera vez, registros militares y de inteligencia. Creo que
tenemos la responsabilidad de enfrentar el pasado con honestidad y transparencia -declaró
Obama en un discurso conmovedor.

Solo tres meses más tarde, en junio de 2016, la Casa Blanca emitió una “tarea” para todas
las agencias de seguridad nacional de Estados Unidos, titulada “Proyecto de
Desclasificación de Argentina”: ordenó una búsqueda de archivos durante 18 meses y una
revisión de los registros relevantes. “La Administración continúa apoyando los esfuerzos
para aclarar los hechos que rodean las violaciones de derechos humanos, los actos de
terrorismo y la violencia política en Argentina durante el período de la Guerra Sucia de
1975 a 1984”, se lee en la directiva, en la que, además, se pidió a las agencias “que
prioricen el apoyo para este esfuerzo”.

Según John Fitzpatrick, quien dirige la Oficina de Administración de Registros de la NSC,


casi 400 archiveros, analistas, oficiales de FOIA (Ley de Libertad de Información) y
administradores de registros provenientes de 16 agencias gubernamentales diferentes
participaron en la búsqueda y el procesamiento de los documentos, usando
aproximadamente 30 mil horas de trabajo para completar el proyecto.

Antes de que Barack Obama dejara la presidencia de su país, su administración publicó las
dos primeras partes de los registros. Luego, en abril de 2017, durante su propia reunión
cumbre con Mauricio Macri, el presidente Trump le entregó personalmente un pendrive que
contenía la tercera parte. Como era de esperar, Donald Trump marcó el lanzamiento final
de estos documentos proclamándolo como el más grande de la historia.

“La publicación de los registros constituye la mayor desclasificación en la historia de los


registros del gobierno de los Estados Unidos directamente a un gobierno extranjero”,
escribió Trump en una carta enviada a Macri el 11 de abril de 2019.

LA NOVEDAD: APARECEN NOMBRES


Cuando los documentos de inteligencia se desclasifican, generalmente están repletos de
párrafos tachados: franjas de información ocultas en virtud de la seguridad nacional o para
proteger “fuentes y métodos” encubiertos. Pero debido al meticuloso control de calidad
ejercido por un administrador de registros NSC llamado John Powers, los últimos registros
publicados por la CIA, el FBI y la Agencia de Inteligencia de Defensa en Argentina están
mucho menos censurados que las desclasificaciones especiales anteriores. Esta
transparencia excepcional los ha convertido en documentos mucho más valiosos para los
historiadores, así como para los investigadores legales que continúan persiguiendo estos
crímenes contra la humanidad.

Como colección, los documentos constituyen un catálogo del sadismo que caracterizó el
terrorismo de Estado en Argentina. Por ejemplo, un cable de la CIA informó que varios
meses después del golpe de Estado de 1976, la policía federal detuvo y asesinó en masa a
30 militantes y luego dispersó partes de sus cuerpos -utilizando dinamita- en un campo
abierto “como una advertencia a los extremistas de izquierda”.

Otro informe del FBI proporcionó detalles sobre cómo las fuerzas de seguridad
interceptaron y robaron una carroza fúnebre con los restos de Marcos Osatinsky, líder del
grupo guerrillero Montoneros, “para evitar que el cuerpo fuera sometido a una autopsia, la
que habría demostrado que había sido torturado”.

Al menos media docena de cables del FBI y la CIA registran una operación del SIDE
(Servicio de Inteligencia del Estado que tuvo en Argentina una función similar a la DINA
en Chile), para secuestrar, torturar y ejecutar a dos oficiales de la embajada cubana
sospechosos de ayudar a militantes de izquierda en Argentina. Después de que los cubanos
fueron asesinados, según un informe del FBI marcado como “Secreto / solo para sus
ojos”, “sus cuerpos fueron arrojados con cemento en un gran tambor de
almacenamiento y arrojado al río Luján”, cerca de Buenos Aires.

Otro cable del Departamento de Estado describió cómo los agentes de seguridad argentinos
detuvieron y torturaron a una psicóloga en silla de ruedas para obtener información sobre
uno de sus pacientes.
Extracto de uno de los documentos desclasificados.

La tortura fue rutina, afirmó Patricia Derian, subsecretaria de Estado para los Derechos
Humanos durante la administración del presidente estadounidense James Carter, después de
un viaje de investigación a Argentina.

“La picana eléctrica, algo así como una picana de ganado sobrecargada, sigue siendo
aparentemente una herramienta favorita de tortura, como lo es el tratamiento del
‘submarino’ (inmersión de la cabeza en una tina de agua, orina, excremento, sangre o una
combinación de estos)”, según el resumen de abusos que surgen de los documentos
desclasificado que hizo Derian. “Ya no hay ninguna duda de que Argentina tiene el peor
historial de derechos humanos en América del Sur”, concluyó.

Muchos de los documentos recientemente desclasificados van más allá de una descripción
de las violaciones de los derechos humanos e identifican a los infractores. “Estos
documentos entregan nombres. Identifican a los perpetradores y a sus víctimas”, observa mi
colega Carlos Osorio, analista senior del Archivo de Seguridad Nacional, quien
proporcionó una amplia experiencia y apoyo al “Proyecto de Desclasificación de
Argentina”.

-Y debido a que entregan esos nombres, proporcionan un nivel de verdad y responsabilidad


que muchos otros proyectos de desclasificación no han logrado -afirma Osorio.

Por ejemplo, un informe de la CIA sobre una reunión de los participantes de la Operación
Cóndor en diciembre de 1976, realizada en Buenos Aires, “para discutir operaciones de
guerra psicológica”, proporciona los nombres de los dos oficiales de la DINA que
asistieron: el teniente coronel Enrique Cowell Mansilla, quien se desempeñó como
subdirector de Operaciones Psicológicas de la DINA; y el teniente Arturo Mejías, del
mismo departamento de la DINA chilena.

Además, cientos de cables del agente del FBI Robert Scherrer, quien constantemente
proporcionó la información más detallada sobre las operaciones y los abusos de las fuerzas
de seguridad argentinas, contienen las identidades no censuradas de sus fuentes
confidenciales, proporcionando así una lista maestra de las personas que presenciaron,
tuvieron conocimiento o estuvieron directamente involucrados en el aparato de represión.
Aunque muchas de sus fuentes han fallecido, los registros sin censura permitirán a los
investigadores de derechos humanos determinar quién dentro del Ejército, los Servicios de
Inteligencia y la policía argentinos tenían conocimiento en detalle sobre atrocidades
específicas. Esa información ayudará ahora a avanzar en una serie de investigaciones en
curso sobre derechos humanos.

CÓNDOR 1
No obstante tener su sede del FBI con asiento en Buenos Aires, Robert Scherrer se
convirtió en el investigador principal del asesinato con un coche bomba del ex embajador
chileno Orlando Letelier y su colega en el Instituto de Estudios de Política, Ronni Moffitt,
de tan solo 25 años. El atentado terrorista tuvo lugar en Washington el 21 de septiembre de
1976.

El famoso informe de “Chilbom” [bombardeo de Chile] de Scherrer fue el primer – y


durante años el único- documento parcialmente desclasificado que mencionaba la
participación de la Operación Cóndor, identificándola como una “organización
[recientemente establecida] entre los servicios de inteligencia cooperantes en América del
Sur”. La inteligencia que Scherrer reunió sugería que el asesinato de Letelier y Moffitt era
una posible misión de “fase tres” de Cóndor, encabezada por el general Augusto Pinochet
de Chile y su policía secreta, la DINA.

Orlando Letelier, ex embajador chileno asesinado en Estados Unidos junto a su colega,


Ronni Moffitt.

El cable “Chilbom” de Scherrer ahora ha sido desclasificado por completo, y la identidad


de su fuente revelada: un agente de Inteligencia del Ejército argentino involucrado en los
esfuerzos de los escuadrones de la muerte en Europa. “La fuente es el Dr. Arturo Horacio
Poire, quien es miembro del grupo especial argentino que posiblemente participará en la
tercera fase de la ‘Operación Cóndor'”, se lee en el informe de Sherrer. La identificación
de Poire ha abierto la puerta a una nueva investigación sobre los esfuerzos de Cóndor para
extender su represión al exterior.

Pero la versión no editada del cable de Scherrer es solo uno de las docenas de registros
excepcionalmente detallados del FBI y la CIA sobre la Operación Cóndor que se
encuentran en la colección de Argentina. Proporcionan una historia mucho más completa
de la infraestructura y la capacidad operativa de Cóndor de lo que se conocía anteriormente.
Entre las nuevas revelaciones sustantivas están:

 Argentina -y no el Chile de Pinochet, país que ideó por primera vez el concepto de
colaboración de las policías secretas de las dictaduras del Cono Sur-, fue
designado “Cóndor 1”. Los registros desclasificados de la CIA dejan en claro que
los “distintivos de llamada” numéricos para los países miembros eran en realidad
alfabéticos: Argentina fue Condor-1; Bolivia, Cóndor-2; Chile, Cóndor-3; Paraguay,
Cóndor-4; Uruguay, Cóndor-5. Estas designaciones se usaron en comunicaciones
encriptadas entre los países miembros de Cóndor.
 Luego del asesinato de Orlando Letelier y Ronnie Moffit en Washington DC, altos
oficiales de las Fuerzas Armadas argentinas se preocuparon porque la investigación
en Estados Unidos renovara la atención en otro asesinato similar y el rol de militares
argentinos en ese hecho: el atentado con un carro bomba que acabó con la vida del
general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert en Argentina, en septiembre de
1974.
La CIA supo que el comandante en jefe de la Armada argentina, almirante Emilio
Massera, recibió varios reportes sobre el asesinato de Letelier que discutían “el
probable curso de la investigación, cómo esta afectaría al régimen chileno, y la
posible aparición de información sobre el asesinato de Prats”.
De acuerdo a fuentes de la CIA en Argentina, las Fuerzas Armadas estaban
preocupadas de que el gobierno del entonces presidente de EEUU, Jimmy
Carter, “va a intentar crear un escándalo por el caso Prats en Argentina” y
decidieron que “deben adoptarse medidas para ocultar cualquier responsabilidad
de Argentina” en el asesinato del ex comandante en jefe chileno y su señora.
 La “oficina central de archivos” de la Operación Cóndor se estableció en Santiago,
según fuentes de la CIA. Pero Argentina fue la sede operativa de un programa
especial de Cóndor llamado “Teseo” (el mítico rey griego que mató al temible
Minotauro y otros enemigos del orden social), cuya misión era “liquidar individuos
seleccionados” en el extranjero. Los cables secretos de la CIA describen a
“Teseo” como “una unidad establecida por la organización cooperativa Cóndor
de servicios de inteligencia sudamericanos para realizar ataques físicos contra
objetivos subversivos”, primero en París y luego en otras ciudades europeas.
 En septiembre de 1976, las naciones de Cóndor firmaron un acuerdo
titulado “Regulación de Teseo, Centro de Operaciones”, para ratificar su
cooperación en planificación, financiamiento, logística, comunicaciones
y “selección de objetivos”. La CIA obtuvo una copia del acuerdo que describe, con
detalles banales, cómo cada servicio de inteligencia contribuiría al programa
internacional de asesinatos. El Centro de Operaciones estaría compuesto
por “representantes permanentes de cada servicio participante”. Su horario de
trabajo sería de 9:30 a.m. a 12:30 p.m. y de 2:30 p.m. a 7:30 p.m. Cada país haría
una contribución de US$10.000 para gastos operativos, con cuotas mensuales de
US$200 pagadas “antes del 30 de cada mes”.

Los equipos para ejecutar asesinatos enviados a Europa estarían compuestos por
cuatro individuos, “eventualmente con una mujer incluida” presumiblemente para
ayudar a proporcionar cobertura para la misión. “Los costos operativos en el
extranjero se estimaron en US$3.500 por persona durante diez días”, describió el
acuerdo, “con US$1.000 adicionales para la primera vez, para asignación de
ropa”. En la sección clave titulada “Ejecución del objetivo”, el acuerdo establece
que los equipos operativos “a) interceptarán el objetivo, b) llevarán a cabo la
operación y c) escaparán”.

 Los funcionarios de la CIA vieron estos complots de Cóndor para asesinar en


Europa como un posible escándalo para la agencia y se movieron proactivamente
para frustrarlos. “Los planes de estos países para emprender acciones ofensivas
fuera de sus propias jurisdicciones plantean nuevos problemas a la Agencia”,
escribió Ray Warren, entonces jefe de la División de América Latina. A fines de
julio de 1976, Warren activó la alarma del subdirector de la CIA: “Se deben tomar
todas las precauciones para garantizar que la Agencia no sea acusada injustamente
de ser parte de este tipo de actividad”.

Un mes después, Warren volvió a advertir a sus superiores de las “ramificaciones políticas
adversas para la Agencia en caso de que Cóndor participe en asesinatos y otras
violaciones flagrantes de los derechos humanos”. Pero también informó sobre
la “acción” que los agentes de la CIA estaban realizando para “evitar” esas
ramificaciones “en caso de que los países de Cóndor procedan con el aspecto europeo de
sus planes”.

Si bien esa sección del memorándum de Warren todavía está censurada, otro documento
desclasificado basado en el memorándum de Warren y otros registros de la CIA -un
informe del Senado sobre Cóndor calificado como de alto secreto-, fue publicado sin
modificaciones. “La CIA advirtió a los gobiernos de los países en los que es probable que
ocurran los asesinatos, Francia y Portugal, que a su vez advirtió los posibles objetivos”, se
lee en el informe sin censura. “La trama fue frustrada”, concluye.
Ge

neral Carlos Prats, asesinado en un atentado con coche bomba en Buenos Aires.

Estos registros revelan la habilidad de la CIA para contrarrestar las misiones asesinas de
Cóndor en Europa, y revive las preguntas sobre por qué y cómo fracasó en detectar y
disuadir una misión similar en el centro de Washington, DC: el atentado con coche bomba
de septiembre de 1976 que cobró la vida de Letelier y Moffitt.

Hasta ahora, “la Operación Cóndor ha sido un misterio mortal”, dice el periodista de
investigación John Dinges, que está utilizando los registros desclasificados para reeditar su
libro pionero “Los años del cóndor”. “Durante décadas, tanto la CIA como el FBI nos
mantuvieron en la oscuridad sobre lo que sabían y cuándo lo supieron”. Pero con los
documentos recientemente publicados, “esa pregunta central puede ser respondida, y es
vergonzoso para el gobierno de los Estados Unidos”, afirma Dinges.

-Hubo un enlace íntimo de la CIA con los funcionarios de Cóndor, y una amplia
inteligencia temprana de los planes de Cóndor que pudieron haber evitado el asesinato en
Washington -concluyó.

LA CONTRIBUCIÓN DE LA DESCLASIFICACIÓN
Como muchos registros, en el “Proyecto de Desclasificación de Argentina”, los
documentos sobre la Operación Cóndor entregan nombres, fechas, lugares de reunión y
descripciones vívidas de los programas clandestinos llevados a cabo por los servicios de
inteligencia y seguridad de las dictaduras del Cono Sur.

Este tesoro de nuevas evidencias ayudará a los investigadores de derechos humanos en


Chile, Argentina y los otros países de Cóndor que continúan persiguiendo los delitos de
terrorismo patrocinados por el Estado en la era de los regímenes militares.
De hecho, desde que se publicaron los documentos en abril de 2019, equipos de
funcionarios argentinos los han evaluado por su valor probatorio en los enjuiciamientos de
derechos humanos. A mediados de septiembre, según funcionarios de la embajada
argentina, el Ministerio de Justicia de ese país transmitió un conjunto de consultas y
solicitudes de aclaración a Washington. Los funcionarios estadounidenses que trabajaron en
el proyecto de desclasificación están ahora examinando esas preguntas.

Los documentos “ya fueron aportados en causas en curso tanto en etapa de investigación
como de juicio”, según un comunicado del Ministerio Público Fiscal en Argentina. Han
revelado “nuevos datos sobre el funcionamiento de las instituciones durante la última
dictadura“, así como “datos sobre la responsabilidad de funcionarios que participaron en
violaciones masivas a los derechos humanos”.

Las organizaciones de derechos humanos, así como las familias de las víctimas, para
quienes los documentos pueden proporcionar un cierre triste pero conmovedor, también
están revisando este material. Y con mucho interés y expectativa ya que gran parte de los
propios archivos de la represión de Argentina también han desaparecido: fueron quemados,
enterrados o tal vez arrojados al océano, al igual que muchas víctimas.

Como dijo Carlos Osorio en la audiencia con motivo de la publicación de los registros, el
12 de abril pasado: “En varios casos estos documentos proporcionarán a esas familias la
única evidencia que hayan tenido sobre el destino de sus seres queridos”.

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