Está en la página 1de 8

El llamado de Nuestra América

Por Osvaldo Saldaña Torres

Introducción

En el marco del análisis de problemáticas abordadas durante el curso Historia de la

Idea de América, con este texto pretendo, primero, hacer una exposición del ensayo

Nuestra América, del pensador cubano José Martí, a través de una interpretación

propia que resuma las diversas metáforas que utiliza el autor para plantear el estado

en que se encuentra esta región del orbe y sus prospectivas al respecto.

Posteriormente trataré de mostrar el planteamiento esencial martiano en este

ensayo y resaltaré los puntos más destacados de la propuesta del autor, que, desde

mi lectura, se enfocan en la construcción de una identidad política e institucional

como solución a las problemáticas derivadas de la dinámica gobierno-gobernados.

El planteamiento de Nuestra América

Con un llamado a tomar las ideas como armas, al uso del juicio y del

autoconocimiento, el pensador y revolucionario cubano José Martí (1853-1895)

lanza una gesta para tomar la conducción del destino de Nuestra América en manos

1
de los verdaderos pobladores de estas tierras, una lucha en la que se han de

hermanar los despojados, los vencidos, los castigados.

A través de las líneas que componen el ensayo Nuestra América1, el también poeta

evidencia y fustiga a los cobardes que se avergüenzan y reniegan de su tierra y de

su madre, a los malagradecidos faltos de honor que abandonan a la progenitora

enferma, a la patria, ante el peligro que representan las nuevas potencias europeas

de finales del siglo XIX -Francia, sobre todo-, así como ante el creciente avance

colonizador de los Estados Unidos de Norteamérica. Y frente a dicha realidad de

Nuestra América, aborrecida por sus hijos criollos, se desvela la presencia del indio

y del negro como el verdadero sostén de esta adolorida tierra.

Critica Martí a los que ven en estas nuevas naciones el lugar para saciar opulentos

deseos y buscan gobernarlas con modelos políticos y tradiciones de gobierno

importadas, que en nada coinciden con la historia, la realidad y las necesidades de

los pueblos y el territorio de Nuestra América.

Es por ellos que el pensador cubano recalca la necesidad de gobernantes que, más

allá de conocer cómo se gobierna en otras naciones, conozcan cómo está

conformado su país e impulsen instituciones originales que permitan “…llegar a

aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos

de la abundancia que la naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con

1
Martí, José. “Nuestra América”. Ensayo incluido en Obras escogidas José Martí, Tomo II. Editorial Política,
La Habana, 1979.

2
su trabajo y defienden con sus vidas”2. El espíritu del gobierno, subraya Martí, ha

de ser el del país.

Es así que el filósofo nacido en La Habana en 1853 reivindica al mestizo autóctono,

al bárbaro, al natural, sobre el falso erudito. El primero, dice Martí, es noble ante la

inteligencia superior, mientras ésta no se le impone como instrumento de sumisión

u ocultamiento, en cuyo caso no dudará el natural en revelarse mediante el uso de

la fuerza.

“La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que

la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacuden y gobierna ella”3.

Es por ello que el cubano remarca la necesidad de universidades en América, en

las que se enseñe a conocer y comprender a los pueblos de esta región en su

complejidad; sólo a quienes posean este saber debería permitírsele gobernar,

precisa: “Conocer es resolver”.

De esta manera las naciones pueden estar libres de tiranías, con políticos de origen

que conozcan a conciencia sus pueblos y a partir de estos comprendan el resto del

mundo.

Pero esta utópica prescripción de gobierno duerme aún, reconoce Martí; Nuestra

América padece todavía por prácticas políticas impuestas e incompatibles con la

realidad local, heredadas de un régimen colonial despótico que durante tres siglos

2
Ibid., p. 521
3
Idem.

3
mantuvo velados, oprimidos, a quienes no se conducían por una razón hegemónica,

porque la desconocían.

Y aunque, como escribió Martí, la colonia continuó viviendo en la república, el autor

mantiene un rayo de esperanza libertaria, que surge del interés de los pueblos de

esta región por cuestionarse entre ellos para conocerse; nace de los nuevos jóvenes

interesados en revolver su propia tierra, de una naciente postura de estas

generaciones que comienzan a rechazar la imitación, y prefieren la creación original.

Reitera el filósofo que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus

elementos naturales, condiciones que permiten la cristalización de una libertad

plena y sincera, que es la única manera de que ésta sea viable. Y es, además, bajo

un gobierno de dicha naturaleza que se puede gestar una república que acoja a

todos sus integrantes, si es que quiere perpetuarse, siempre ejerciendo la

autocrítica, como un método para prevenir males nocivos para los pueblos.

Para Martí es posible el surgimiento de “estadistas naturales”, sujetos enfocados en

el estudio directo de la naturaleza y ocupados en comprender sus naciones para

gobernar en consecuencia y no copiar formas de gobierno aprendidas en la fría

teoría o del ejemplo extranjero. En esta sintonía se han de ubicar también los

artistas y las artes, al procurar darle expresión a los caracteres nativos en sus obras.

Sin embargo, con este amplio viraje, Nuestra América no queda a salvo de todo

peligro, apunta el pensador, pues persiste la amenaza de que un pueblo

emprendedor y pujante, como lo es el América del Norte, la desconozca y la

desdeñe.

4
Es por ello que el deber urgente que se le impone a Nuestra América, es el de

mostrarse cómo es: “vencedora veloz de un pasado sofocante”4. Urge que el vecino

la conozca pronto, sentencia Martí.

En ese sentido, abunda que aunque quede salvado el odio entre las razas, es

natural que entre los pueblos, diversos entre sí, con impulsos y ambiciones

peculiares de ensanche y adquisición, derive de un desorden interno del país del

norte y de su carácter acumulado, un impulso que lo lleve a convertirse en una

amenaza para Nuestra América, al verla aislada, débil, perecedera e inferior.

No obstante, para José Martí el futuro de Nuestra América, con sus pueblos unidos,

pinta promisorio, con la guía de jóvenes herederos de libertadores sublimes que

dejaron sembrada en la América trabajadora la semilla de la América nueva.

Conclusión

En este breve, pero sustancioso ensayo, José Martí deja ver, por un lado su amor y

entrega hacia la región que lo vio nacer y desarrollar su pensamiento libertario, al

tiempo que expresa su reconocimiento hacia una tierra que, considera, ha superado

tal vez la etapa más oscura de su historia, a saber, la colonia, y que se encuentra

en el proceso de instaurar instituciones pensadas desde y para los pueblos de

Nuestra América.

4
Ibid., p. 526

5
Para José Martí, la mayor batalla se encuentra en el campo de la ideas, ya que

desde esas trincheras, “que valen más que las trincheras de piedra” 5, se puede

derrocar el pensamiento opresor, estamentario y exótico que generó el

empobrecimiento de los pueblos y la expoliación de las riquezas humanas y

naturaleza en esta región.

Como vimos en el texto, el pensador cubano recalca en más de una ocasión la

importancia de que los gobernantes conozcan a conciencia la naturaleza de los

pueblos que han de dirigir para conducirse de acuerdo a las necesidades reales de

los gobernados, y lo mismo reclama de los estadistas quienes han de tener a su

cargo la vital tarea de construir las instituciones originales necesarias para soportar

y desplegar un estado republicano que pueda dar cabida y respuesta a la diversidad

de pueblos que agrupe.

En el mismo sentido, el filósofo chileno José Santos Herceg encuentra en este

ensayo martiano el planteamiento de Nuestra América como un proyecto político

que funge como dispositivo de resistencia para enfrentar tanto los peligros externos,

personificados en las nuevas potencias colonizadoras, a saber, Estados Unidos, así

como para hacer frente a los peligros internos que representan la falta de

integración, de autorreconocimiento y autovaloración de los americanos6.

Para Santos Herceg como para Martí, los peligros externos se vuelven más

amenazantes por la presencia de los problemas internos, que sólo se pueden

5
Ibid., p. 519
6
Santos-Herceg, José. Conflicto de representaciones. América Latina como lugar para la filosofía. FCE, Chile,
2013

6
afrontar con cultivando el autoconocimiento y dándonos a conocer ante el mundo

como ente político, de ahí la importancia, recalca el chileno, de construir un

“nosotros latinoamericano”7 a partir de volver a lo originario, de sumergirnos en

nuestra historia y despertar el amor propio y la autoconfianza. Todo en un clima de

hermanamiento que no implique subsumir al otro, si no vincularse entre sí

respetando las diferencias.

De esta postura se desprende, de acuerdo con Herceg, la idea de Nuestra América

como la utopía por realizar: “Nuestra América es el sueño de un pueblo de

hermanos”8.

En este sentido, Nuestra América emerge como un sujeto político que después de

cargar con la colonización, se sacude la opresión para reclamar autonomía e

independencia, para liberar a sus hijos y a sus hermanos, invitándoles a crear

caminos propios por donde dirigir sus destinos.

7
Ibid., p. 164
8
Ibid., p. 162

7
Bibliografía

Obras escogidas José Martí, Tomo II. Editorial Política, La Habana, 1979

Santos-Herceg, José. Conflicto de representaciones. América Latina como lugar

para la filosofía. FCE, Chile, 2013

También podría gustarte