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La cuestión ambiental en

“El Capital” de Karl Marx

Fernando González
Sociólogo (UBA)

Trabajo realizado para el Seminario “Cátedra de Teoría


Sociológica” (Escuela Marxista: El Capital)

Profesor Titular: Emilio Cafassi.

Facultad de Ciencias Sociales – UBA

Febrero 2010.
Índice

Introducción. 2

Relación hombre-naturaleza en Marx. 4

Naturaleza, valor y mercancía. 7

El desarrollo de las fuerzas destructivas. 12

Reflexiones Finales 17

Bibliografía 19

1
Introducción

Desde la década del setenta, se ha comenzado a hablar de los problemas que trae
aparejado el desarrollo capitalista en términos de destrucción del medio ambiente1.
Hasta el día de hoy se han hecho numerosos aportes teórico-políticos, muchos análisis
en busca de responsabilidades. Se ha buscado pintar de verde al capitalismo, bregando
por un “desarrollo sostenible”. Cuatro décadas después llegamos Copenhague2, donde
miles de personas se manifestaron pidiendo cambios y donde incluso se escucharon a
presidentes latinoamericanos decir que: “la causa sin duda es el sistema metabólico
destructivo del capital y su modelo encarnado: el capitalismo” (Chávez, 2009).
Ante este estado de situación, creemos apropiado pensar que el El Capital posee
una relevancia teórica innegable para el estudio de esta temática por lo que es preciso
recuperarlo. Pensamos que esta empresa es necesaria por dos motivos. En primer lugar,
para poder complementar la propia teoría marxista, desarrollando aquello que Marx y
Engels no pudieron analizar, pero que sí llegaron a observar como tendencias y/o
posibilidades. En este punto es importante recalcar (aunque parezca evidente) que desde
el materialismo histórico no se plantea la posibilidad de analizar problemas que todavía
no existen. Marx plantea que “aunque una sociedad haya descubierto la ley natural que
preside su propio movimiento [...] no puede saltearse fases naturales de desarrollo ni
abolirlas por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto” (Marx, 2002:
8). Por lo tanto, es necesario que el propio desarrollo de las fuerzas productivas muestre
las contradicciones, para que puedan ser analizadas. Segundo, y en estrecha relación con
el anterior, para defender a Marx de aquellas visiones que ven imposibles de conciliar
sus razonamientos con los análisis actuales sobre el medio ambiente. Aquí no se trata de
ofrecer un Marx “ecologista”, sino de aportar los elementos que su visión totalizadora
contiene para abordar la problemática. Creemos que esto es inaplazable, máxime en un
momento histórico en el que priman las miradas fragmentarias de la realidad, y que son
éstas las que orientan la aplicación de las políticas.
Elaboramos el trabajo considerando que, antes de adentrarnos en el sendero
propuesto, debemos primero indagar brevemente el significado del término
“naturaleza” en este autor. Veremos su concepción sobre la relación del hombre con la
naturaleza y de la naturaleza con las creaciones del hombre. Para rastrear esta
concepción apelaremos a textos como los “Manuscritos Económicos y Filosóficos”,
también a “La ideología alemana”, y a otros materiales complementarios. Seguidamente
nos introduciremos al texto que nos convoca, intentando apreciar el lugar que la
naturaleza ocupa en la teoría del valor elaborada por Marx. También trataremos de
analizar su relación con el carácter fetichista que adquieren las relaciones sociales.
Luego veremos cómo Marx caracteriza al capital como destructor de fuerzas

1
Tomamos como un hito inicial la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano realizada
entre el 5 al 16 de junio de 1972, en Estocolmo, Suecia. Es de destacar que antes de esta conferencia, en
el mundo “solo habían unos diez ministerios de medio ambiente, mientras que en 1982 unos 110 países
contaban con un ministerio o una secretaria específica para la materia” (Muñoz Flores, 2006: 47).
2
XV Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, realizada en esa ciudad de
Dinamarca del 7 al 18 de diciembre de 2009.

2
productivas. Para finalizar, dejaremos planteadas algunas reflexiones y veremos algunos
aportes que otros estudiosos del tema han realizado para elaborar un "marxismo
ecológico".Si bien este es un tema poco tratado en las Ciencias Sociales y más aún en la
academia argentina, no ha faltado quien se dedique a investigar esta relación entre
marxismo y ecología.

3
Relación hombre-naturaleza en Marx

“El hombre es la naturaleza que toma


conciencia de sí mismo”.
Elisee Reclus3

Es una idea muy difundida, incluso en el mundo académico, la de un Marx que


nunca tuvo en cuenta a la naturaleza, más que como un recurso que inevitablemente
sería utilizado en el desarrollo de las fuerzas productivas. Es corriente pensar que el
padre del materialismo histórico solo se ocupó de temas económicos y políticos, o a lo
sumo filosóficos. Quienes defienden esta postura tienden a afirmar que dentro de sus
preocupaciones nunca estuvo la naturaleza. Veremos que esta posición es sesgada, por
no decir, falsa. Si bien, como dijimos anteriormente, no ha centrado su mirada en esta
cuestión, su interés por el tema estuvo presente desde un principio en sus
investigaciones. Para quienes sostienen que hay desinterés en Marx por el tema, debe
ser un dato de menor importancia que su tesis doctoral se haya titulado “Las
diferencias entre las filosofías de la naturaleza de Demócrito y Epicuro” 4. Luego, en
los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 su indagación sobre esta cuestión
aparece explícitamente. Vale aclarar que los manuscritos se publican recién en el año
1932, y esta “desaparición” de casi 100 años es importante para entender porqué las
corrientes que dominaron el pensamiento marxista (el leninismo, el stalinismo, entre
otras), prestaron tan poca atención al tema. En esos fragmentos que Marx dejó escritos
nos deja claros indicios sobre su concepción de la naturaleza y sobre la relación que el
hombre establece con ella.
Varias preguntas podemos hacernos para guiar esta indagación. ¿Qué es la
naturaleza para Marx? ¿Es algo externo al hombre? ¿Que los diferencia? ¿Cómo se da
la relación entre ambos? En primer lugar, conviene aclarar que “el uso que hace Marx
del lenguaje es más del tipo relacional que absoluto. Quiere ello decir que una ‘cosa’ no
puede comprenderse ni discutirse independientemente de las relaciones que tiene con
otras cosas” (Harvey, 1978: 86). Podemos precisar ahora que su abordaje sobre el
concepto de naturaleza, parte de su propio análisis de la contradicción capital-trabajo.
Siendo más específicos, es la propia indagación de la condición de enajenado del
trabajo la que guía sus reflexiones sobre el tema. Por lo tanto, no se puede pensar la
naturaleza sin el trabajo, y viceversa.
Para responder las preguntas que nos formulamos, veamos cómo Marx va
desglosando su concepción de la naturaleza."El trabajador no puede crear nada sin
la naturaleza, sin el mundo exterior sensorial. Esta es la materia en que se realiza el

3
Elisee Reclus (1830-1905). Geógrafo francés, miembro de la I Internacional. Adversario de Marx en
ésta, ya que era un declarado anarquista, adhesión que le mereció el repudio de varias Sociedades
Geográficas de la época. Entre sus libros se puede nombrar: El hombre y la Tierra; La Tierra,
descripción de los fenómenos de la vida en el globo, entre otros.
4
El 15 de abril de 1841 Marx se doctora in absentia en Jena con esta tesis. (Vedda, 2006, XXXVI). La
Editorial Sexto Piso la publica en el año 2004, aunque es un texto difícil de conseguir. Su lectura podría
aportar nuevos elementos a un abordaje del marxismo como el que presentamos.

4
trabajo de aquél” (Marx, 2006: 107). Esta afirmación puede ser leída de una manera
que consideramos errónea, y habilitar una mirada sesgada acerca de lo que es la
naturaleza para Marx. Una de ellas puede derivar en que la naturaleza es el mundo
exterior del trabajador, o sea que el hombre no es parte de la naturaleza. Es el propio
autor el que dará por tierra con una interpretación de ese tipo, como veremos
seguidamente. Luego se refiere a la naturaleza como “cuerpo inorgánico del hombre” y
al hacerlo aclara: “La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre, es decir, la
naturaleza, en cuanto no es ella misma cuerpo humano. El hombre vive de la
naturaleza, esto quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el debe permanecer en
un proceso continuo, a fin de no perecer. El hecho de que la vida física y espiritual del
hombre depende de la naturaleza, no significa otra cosa sino que la naturaleza se
relaciona consigo misma, ya que el hombre es una parte de la naturaleza” (Ibíd.: 112).
Acá se despeja el camino, al ver cómo dentro del corpus teórico que fue elaborando
Marx desde sus primeros escritos, la noción del hombre como parte de la naturaleza
está presente.
Ahora es el momento de evaluar qué lugar ocupa el hombre en aquella. Sin
duda la idea del segmento anteriormente citado, al considerar a la naturaleza como
cuerpo inorgánico del hombre, es una idea antropocéntrica, factor que puede alejar a
muchos ecologistas de la concepción marxiana. Sin embargo, creemos que las
derivaciones de esta concepción son fértiles a la hora de analizar la relación que en la
sociedad capitalista tenemos con lo natural, ya que nos puede allanar el camino en
algunos debates actuales. Por ejemplo, hoy en día es común escuchar en algunas
discusiones ambientales opiniones que sostienen que en la actualidad el hombre no
tiene relación con la naturaleza, sobre todo el hombre urbano (que es hoy la mayoría
de la población mundial). Sobre esta idea se han construido prácticas que buscan re-
conectar al hombre con la naturaleza. Algunas de estas propuestas llegan a considerar
al hombre genérico como responsable de esa carencia, y buscan crear espacios de
naturaleza virgen que sean conservados, o sea, no afectados por el quehacer humano 5,
a lo que Marx llama industria6. Afirma así que “la elaboración de la naturaleza
inorgánica, es la prueba de que el hombre es un ser genérico consciente; es decir que
se relaciona con el género como con su propio ser [...]. Sin duda, también el animal
produce. [...] (pero) el animal se produce sólo a sí mismo, mientras que el hombre
reproduce la naturaleza toda. [...] A través de dicha elaboración la naturaleza aparece
como la obra y la realidad del hombre” (Ibíd.: 113). Consideramos así que en este
armado teórico la naturaleza excede lo “verde”; no es naturaleza solo lo que brindan

5
Dentro de esa(s) concepción(es) podemos englobar a muchas corrientes del ambientalismo. Por ejemplo,
la Fundación Vida Silvestre (WWF a nivel internacional) impulsa una política de “conservación en tierras
privadas” para la “conservación de los recursos naturales, en particular la flora, la fauna, el patrimonio
cultural, arqueológico y paleontológico” (ver en http://www.vidasilvestre.org.ar).
6
Aquí no hay que confundir industria con Gran Industria, error que muchos cometen al leer algunos
fragmentos. En varios párrafos, Marx utiliza el término industria como sinónimo de habilidad, destreza,
trabajo manual o mediado tecnológicamente.

6
las fuerzas productivas naturales7 sin intermedio de la industria humana. También se
puede considerar naturaleza todo aquello que es transformado por el hombre. Esto
quiere decir que también son naturaleza las viviendas que el hombre se edifica, su
vestimenta, y todo aquello que el hombre construye para satisfacer sus necesidades.
Por otro lado, en La Ideología Alemana, está presente la idea de que la naturaleza es
algo en permanente transformación y que esos cambios van de la mano con los
cambios en la industria8.
Entonces, ¿qué separa al hombre de la naturaleza? No es la falta de relación
física con los bosques, con las sierras, con el mar. Lo separa el carácter enajenado del
trabajo, que en la sociedad capitalista le quita al productor su relación con el
producto,9 y por lo tanto con la naturaleza. La consecuencia de esta doble alienación
es, según estos manuscritos, la propiedad privada. Y es ahí donde se asienta para Marx
el conflicto del hombre con la naturaleza. Por lo tanto, de la misma manera que propone
superar la contradicción capital-trabajo, con la eliminación de la propiedad privada de
los medios de producción (y el consecuente desenlace en el comunismo) se
solucionaría el conflicto del hombre con la naturaleza10. Conflicto en el que cada
necesidad es una trampa con la que un hombre intenta poner a otro en una situación de
dominación: “cada nuevo producto es una nueva potencia del reciproco engaño y el
saqueo recíprocos” (Ibíd.: 156). Luego, aclara que en este régimen económico el
hombre pierde sus necesidades en tanto que necesidades humanas, pero también ‘se
extinguen las necesidades animales’11. Estas reflexiones tienen estrecha relación con
lo que 20 años después publicará en El Capital, y que veremos en el apartado
subsiguiente.
En síntesis, la concepción de Marx sobre la naturaleza evidencia que el hombre
es parte de ella, pero al mismo tiempo es una negación de esa pertenencia. Esta se
expresa en que el hombre con su intervención niega cualquier tipo de determinación

7
Esta expresión es utilizada por Marx, en varias partes de sus explicaciones, como por ejemplo cuando
analiza la renta de la tierra.
8
Pareciera ser que esta concepción activa de la naturaleza es una herencia de su tesis doctoral, ya que al
analizar la filosofía de los antiguos dice que la vida absolutamente dinámica de los estoicos “responde ya
a su propia concepción de la naturaleza, que es la concepción heraclitana, dinámica, viva, en desarrollo,
mientras para los epicúreos es la mors inmortalis (muerte inmortal)” (Marx, 2005: 154)
9
“Por ende, en la medida en que el trabajo alienado, despoja al hombre del objeto de su producción, lo
despoja de su vida genérica, su verdadera objetividad genérica y transforma su preeminencia por sobre el
animal en la desventaja de que le es arrebatada su vida inorgánica, la naturaleza.” (Marx, 2006: 114)
10
En primer lugar vale recordar que el comunismo es para Marx el ‘movimiento real de la historia’ y no
lo que la experiencia soviética mostró. “Este comunismo es, en cuanto naturalismo pleno = humanismo,
en cuanto humanismo pleno = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto que el hombre sostiene
con la naturaleza y con el propio hombre” (Ibíd.: 142)
11
“Luz, aire .etc., las mas simple necesidad animal dejan de ser una necesidad para el hombre,
La suciedad [...] será para el hombre un elemento vital. El completo desamparo desnaturalizado, la
naturaleza corrompida, se convierten en su elemento vital. [...] No sólo el hombre no tiene ninguna
necesidad humana, incluso se extinguen las necesidades animales. [...] Hasta el salvaje, el animal, tienen
la necesidad de la caza, del movimiento, etc., de la sociabilidad. La simplificación de la máquina, del
trabajo, se aprovecha para convertir en obrero al hombre [...] en un niño totalmente abandonado. La
maquina se acomoda a la debilidad del hombre para convertir al hombre débil en máquina”.(Ibíd. 147)

7
naturalista. Siendo así claramente una concepción no determinista de la relación del
hombre con la naturaleza. Por lo tanto, el hombre, al poder conocer las leyes de
funcionamiento de la misma y con su propia actividad, puede transformar la
naturaleza. Así “una inteligencia humana no alienada es en sí misma capaz de
fomentar la evolución de la naturaleza e incluso acompañar el desarrollo propio de
ésta” (Kovel, 2006: 122).

Naturaleza, Valor y Mercancía.

En este apartado intentaremos rescatar los análisis referidos a la naturaleza


como generadora de valor en El Capital. En la teoría marxista, la tentativa por
establecer de manera clara el papel de la naturaleza en la formación del valor está
enmarcada en la voluntad de quitar el velo que, en el capitalismo, logra ocultar el
carácter social del proceso productivo. De esta manera, se postula la idea de
“fetichismo de la mercancía”, con la que “Marx cuestiona la reificación de la realidad
que produce el modo de producción capitalista y su aparente naturalidad que hace ver
las relaciones sociales como relaciones entre cosas” (Leff, 2004: 5).
Para develar el verdadero carácter de las mercancías, diferencia dos factores
que las mismas contienen: la sustancia y la magnitud. Al primero, lo llama valor de
uso, y al segundo, valor de cambio. Nos proponemos a lo largo de este apartado
mostrar cómo la naturaleza participa de ambos.
Una primera apreciación que realiza en torno al lugar de la naturaleza en la
formación de valor es que tanto ésta como el trabajo son sus elementos esenciales:
“(…) En este trabajo de transformación, el hombre se ve constantemente apoyado por
las fuerzas naturales. El trabajo, por tanto, no es la fuente única y exclusiva de los
valores de uso que produce, de la riqueza material. El trabajo es, como dice William
Petty, el padre de la riqueza, y la tierra, su madre” (Marx, 2002: 53). Con ésta
afirmación, Marx engloba las tradiciones económicas anteriores a él en una sola,
sumándole a la teoría smithiana, centrada básicamente en el valor-trabajo, la “ilusión
fisiocrática” (así se refiere a esa corriente en un fragmento de la obra) que creía que
todas las riquezas brotaban de la tierra. En este sentido, Marx ofrece una teoría del
valor que bien se podría considerar global, pero dado que no profundizó sus análisis
sobre la naturaleza, muchos opinan que es similar a la de Smith, sólo una teoría del
valor-trabajo12. Haremos varios análisis para ver como esas críticas se basan en
miradas parciales de la obra marxiana.
Un producto cualquiera, sea cual fuere su materia, no puede convertirse en
mercancía, o sea no puede devenir en valor de cambio (en adelante utilizaremos, como
hace el autor, valor –a secas – para referirnos a esta forma), si no es primero un valor de
uso. Esto quiere decir que debe reportar alguna utilidad para la sociedad que lo

12
“Según algunos activistas ecológicos, Marx, siguiendo a Ricardo, asigna el origen de todo valor y toda
riqueza al trabajo humano y desatiende la contribución de la naturaleza” (Lowy, 2003).

8
crea13. Ese producto solo puede adoptar la forma mercancía cuando es mediado por el
trabajo. En ese trabajo incorporado es donde el valor adquiere su magnitud, su unidad
de medida. No se refiere al que se agrega a cada mercancía, sino que es el trabajo
socialmente necesario, término medio, para producirla. De esta manera, en la magnitud
del valor solo cuenta la naturaleza si ésta es transformada por el trabajo.
Entra en tanto es la materia prima sobre la que se crean las mercancías, por ejemplo es
el algodón con el que hace la vestimenta. Ahora bien, los críticos podrán objetar que
aquí ya se deja de lado la naturaleza. Habrá que recordar primero lo explicado
anteriormente, respecto a que no solo es naturaleza lo que brota del suelo o del mar,
sino también aquello que es transformado por el metabolismo14 surgido de la acción
del ser humano con ella. Luego aclara que la naturaleza, (ahora sí, entendida como la
consideran quienes con su mirada ingenua solo logran ocultarla) solo es un valor de
uso, y no es, en cambio, valor, dado que no incorpora trabajo. “Una cosa puede ser
valor de uso sin ser valor. Es éste el caso cuando su utilidad para el hombre no es
mediada por el trabajo. Ocurre ello con el aire, de la tierra virgen, las praderas y los
bosques naturales, etc.” (Ibíd.: 50). Huelga decir que para el marxismo, el objetivo de
la economía debería ser la creación de valores de uso, y no de valores (de cambio).
Muchos podrán decir que hasta aquí llega la valoración positiva que Marx
efectúa de la naturaleza, como generadora de valor. Sin embargo, veamos como nos
advierte al respecto del desgaste de los medios de producción, entre ellos la tierra.
Dentro de la división que realiza para explicar como se valoriza el capital, está la
diferenciación entre capital constante y variable. El capital constante son los medios
de producción, el variable es la fuerza de trabajo. Como dijimos anteriormente, el
trabajo, o mejor dicho la fuerza de trabajo, que para el capital es el factor variable de
la producción, agrega valor incorporando trabajo humano (gasto de fuerza humana).
En cambio, los medios de producción, tanto las materias primas, como las
herramientas o medios de trabajo, transfieren valor. Específicamente trasladan el valor
del desgaste producido en la transformación del bien en cuestión, “el valor de uso que
pierde en cuanto medio de producción”. Sin embargo, “si él mismo no fuera, a su vez,
producto del trabajo humano, no transferiría valor alguno al producto. Serviría como
creador de valor de uso pero no como productor de valor. Es este, por consiguiente, el
caso de todos los medios de producción preexistentes en la naturaleza sin intervención
humana, como la tierra, el viento, el agua, el hierro en el yacimiento, la madera de la
selva virgen, etc.” (Ibíd.: 246-247). ¿Esto quiere decir que nadie paga por el desgaste
que la actividad humana, en el capitalismo, generó sobre los medios de producción
naturales? La respuesta puede ser si y no. En la medida en que ese perjuicio no influya

13
La concepción de utilidad la define cada sociedad. En cada una de ellas se establecen ideas dominantes
que definen lo útil/inútil. Por ejemplo: una sociedad donde el tiempo para cumplir con las exigencias es
cada vez menor, valorará mercancías que hagan más rendidor ese tiempo, como automóviles, celulares,
entre otras.
14
Pareciera ser que en El Capital, Marx utiliza más la noción de metabolismo trabajo-naturaleza para
referirse a la relación entre el hombre y la naturaleza, suplantando así la idea del “cuerpo inorgánico”. Se
puede pensar aquí que separa al hombre de aquella, sin embargo lo que quiere demostrar es la capacidad
de transformar la naturaleza, reforzando lo expuesto anteriormente.

9
en el normal desarrollo del proceso productivo, pareciera ser que no, ya que el capital
no tiene otro interés que la ganancia15. Sin embargo, en otro momento nos define a la
tierra como “el medio de trabajo general [...], pues brinda al trabajador el lugar donde
estar y a su proceso el campo de acción” (Ibíd.: 219). Considerando esta frase
podríamos suponer que cuando las fuerzas productivas naturales lleguen al límite de
encontrarse “atrofiadas” (tal como se atrofia la fuerza de trabajo, siendo este un límite
natural), no solo se daña la fuerza productiva, sino el propio medio de trabajo en el
que el capital se valoriza. Siendo esto así, un nuevo costo deberá ser asumido como
elemento en la teoría del valor16.
Ahora vemos acá una nueva tensión en el funcionamiento del sistema, que se ve
reflejada también en la mirada que Marx propone del mismo en su obra. Si añadimos el
factor de la tecnología, los resultados pueden ser aún más graves. Hemos visto que el
capital agrega valor por medio de la puesta en función, bajo su dirección, de la fuerza
de trabajo. Ésta puede aportarle mayores rendimientos cuando aumenta su fuerza
productiva. Así, el capital puede valorizarse a mayor velocidad, cuando el obrero
realiza una misma tarea en un tiempo más breve. Esto se logra con la incorporación de
tecnología. Ahora el capitalista logra extraerle al obrero mayor plusvalía (relativa). Sin
embargo, al mismo tiempo reduce el valor unitario de las mercancías por ese obrero
generadas (por la menor incorporación de trabajo socialmente necesario). Por ese
motivo, el capital, debe incrementar la cantidad de producto generados por el obrero
colectivo, con el objetivo de solventar las perdidas
de valor por unidad del producto. De esta manera, se aumenta el volumen de
mercancías, lo cual requiere un mayor consumo de materia prima, de energía, etc. A
este fenómeno, lo llama el carácter bifacético del trabajo. Ese incremento del
producto global es soportado por el desgaste de las fuerzas productivas naturales, o
sea de la naturaleza, que como dijimos anteriormente, solo en determinadas
circunstancias es tenido en cuenta en el coste del proceso productivo. Podemos
considerar a este análisis de Marx como un anticipo, o un anuncio, de la inevitable
llegada de “la sociedad de consumo”, vista muchas veces como una de las causas del
deterioro ambiental planetario.
Veamos ahora cómo, mientras que el capital, en el proceso de generación del
valor, no toma real dimensión de la naturaleza (salvo en aquellas circunstancias
excepcionales), es un comportamiento normal el aprovecharse de lo que ella brinda al
exigir el precio de la “renta de la tierra”. Marx define a la renta del suelo como una

15
En la diferencia que traza entre el capitalista y el atesorador, marca que “nunca pues, debe considerarse
el valor de uso como fin directo del capitalista. Tampoco la ganancia aislada, sino el movimiento
infatigable de la obtención de ganancia” (Marx, 2002: 186-187).
16
En este sentido hay una gran discusión en la llamada “Economía Ecológica” para incorporar como un
nuevo elemento las llamadas externalidades. “Una externalidad, es un costo no incluido en las cuentas de
una empresa, o de un país o de una región. El concepto ha alcanzado en particular la discusión ambiental y
social (en general identificado como daños), al ser estos, valores generalmente no incluidos” (Pengue,
2009: 11). Un ejemplo puede ser las externalidades de la agricultura industrial con agrotóxicos: esta
industria genera alimentos baratos, porque prescinde de mano de obra, entre otros motivos, pero en lo que
nos concierne, no tiene en cuenta el desgaste que genera en los suelos, los desmontes que provoca y las
subsiguientes inundaciones.

10
“suma dineraria determinada que el terrateniente obtiene anualmente a partir del
arriendo de una porción del planeta” (Marx, s/f, 257). Si bien el desarrollo más
completo de este asunto se encuentra en El Capital, en los mismos Manuscritos
Económico-Filosóficos de 1844 aparece mencionada la cuestión. En esos fragmento
nos dice que “la renta de la tierra no está en relación con lo que el arrendatario puede
hacer con la tierra, sino de lo que pueden hacer la tierra y el mar juntos” (Marx, 2006:
88). Ahora es conveniente recordar que la posesión privada de las tierras en manos de
una clase, la clase terrateniente, es un producto histórico. El proceso que desencadena
en esa situación es la llamada “acumulación originaria”, la cual “desempeña el mismo
papel en la economía política aproximadamente que el pecado original en la teología”
(Marx, 2008: 891). “La expoliación de los bienes eclesiásticos, la enajenación
fraudulenta de las tierras fiscales, el robo de la propiedad comunal, la transformación
usurpatoria, [...] de la propiedad feudal [...] en propiedad privada moderna, fueron otros
tantos métodos idílicos de la acumulación originaria. Esos métodos conquistaron
el campo para la agricultura capitalista, incorporaron el suelo al capital”17 (Ibíd.: 917-
918). Incluso siendo así, los modernos dueños de la tierra quieren recibir como pago
por lo que la naturaleza ofrece en sus terrenos, un precio que no se comparece con el
trabajo que tiene incorporado. Para referirse a este problema recupera los argumentos
de Smith, que “cita como ejemplo del último caso el caramillo (un tipo de alga que
luego de ser quemada, da una sal alcalina con la que puede hacerse vidrio, jabón, etc.).
Crece (…) sólo sobre rocas que están bajo la marea y el flujo, son cubiertas dos veces
al día por las olas, y cuyo producto, por tanto, no ha sido aumentado por la industria
humana. Sin embargo, el dueño de una parcela en la que crece este tipo de plantas
exige una renta que vale tanto como la de los terrenos cerealeros”18 (Marx, 2006: 87).
Los elementos surgidos de este análisis pueden ser muy útiles para situaciones
que se plantean en nuestro momento histórico, ciento cincuenta años después de la
escritura de estos textos. Por ejemplo, para realidades como la siguiente: hay una
propuesta desde la ecología convencional, que circula ya en varios países de América
Latina, conocida comúnmente como “pagos por los servicios ambientales”. Los
servicios ambientales son el conjunto de aquellos beneficios y bienes que la
naturaleza otorga. Estos pueden ser tanto la absorción de carbono por parte de los
bosques, la estabilidad climática que proporcionan los humedales, la función anti-
erosiva de los montes, entre otros. La propuesta puede ser entendida con una lectura
del siguiente párrafo que la expresa de una manera bastante cruda: “A medida que los
hábitats naturales y silvestres van disminuyendo, los servicios ambientales antes
ofrecidos de manera gratuita por la Madre Naturaleza se ven cada vez más
amenazados. Esta creciente escasez los vuelve sujetos potenciales de
comercialización. La idea central del pago por servicios ambientales es que los

17
Notemos que antes, en los Manuscritos, aclaró que “el derecho de los terratenientes tiene su origen en
el robo” (Marx, 2006: 87).
18
“Cerca de las islas de Shetland, el mar es extraordinariamente rico. Una gran parte de sus habitantes
vive (II) de la pesca. Pero para obtener ganancia de los productos del mar hay que tener una vivienda en
la tierra vecina (Smith, Lomo I, págs. 301—302).” (Marx, 2006:88).

11
beneficiarios externos de los servicios ambientales paguen de manera directa,
contractual y condicionada a los propietarios [...] por adoptar prácticas que aseguren la
conservación y restauración de ecosistemas”19 (Wunder, 2006: 1). De esta manera los
propietarios de la tierra, recibirán una renta extraordinaria, ya no en relación a la
fertilidad de sus suelos, sino por mantener superficies de tierra sin actividad humana
alguna. Estas propuestas ecologistas no ven como un problema la obtención de esa
nueva renta, siempre y cuando se conserve a la naturaleza de la manera que ellos la
conciben, es decir, sin la intervención del hombre.20
Para concluir este apartado nos queda una idea que creemos necesario realizar
y que está estrechamente relacionado con el vínculo que se establece entre naturaleza,
valor y mercancía. Al mismo tiempo tiene relación con lo desarrollado en el apartado
anterior, donde vimos cómo se concibe al trabajo alienado y por lo tanto a la propiedad
privada como causante del conflicto del hombre con la naturaleza. Habíamos dicho
que la alienación del trabajo crea necesidades nuevas, sobre las que se montan las
nuevas mercancías, los nuevos valores. Esa alienación trastoca la relación entre la
naturaleza y los seres humanos, modifica el metabolismo de la misma. Se subordina la
naturaleza al trabajo. Al ser enajenado el producto de este último, y adoptar la forma
valor de cambio, se subordina el trabajo a la forma mercancía. Seguido a ese proceso,
la mercancía se subordina a la forma dinero y ésta al capital. De esta manera, se
establece lo que Marx llama la ‘anarquía de la producción’ donde productores
independientes no producen valores de uso, para
satisfacer necesidades sociales, sino mercancías, con el objetivo de valorizar el capital,
o sea con el crudo objetivo de la ganancia. En síntesis, el fetichismo de la mercancía
opera, en la práctica, como algo exterior a la propia naturaleza, acompañado de
innovaciones técnicas que subsumen la fuerza productiva de la naturaleza, con el
objetivo de aumentar la fuerza productiva del trabajo a límites inimaginables.
Hemos visto hasta aquí la concepción marxista de la naturaleza, que no es una
concepción de la naturaleza en sí, sino de la relación que a través del trabajo se entabla
con el ser humano, aunque éste sea parte de ella. Intentamos exponer cómo esa
pertenencia se ve negada por la enajenación del trabajo, y del establecimiento del
reino de las mercancías que, apareciendo como deidades, no solo ocultan el carácter
social del trabajo, sino que también esconden la materia natural de la que son
portadoras. A continuación veremos cómo, en consecuencia, se abren las puertas a un
proceso que es potencialmente destructor de las fuerzas productivas.

19
La cursiva es nuestra. Los “beneficiarios externos” somos todos los seres humanos, y esos pagos
generalmente son realizados por los Estados.
20
Podrá objetarse aquí que la utilización del término renta para esta situación no se condice con los
desarrollos de Marx sobre el tema. Aunque la profundización de esta cuestión excede nuestro trabajo, nos
permitimos la licencia para llamar la atención sobre estas nuevas situaciones que están profundamente
relacionadas con los problemas ecológicos actuales y sus posibles “soluciones”.

12
El desarrollo de las fuerzas destructivas

De aquí en adelante intentaremos plantear, a modo de discusión, las


concepciones de Marx acerca de la potencialidad destructiva de las relaciones sociales
de producción por sobre las fuerzas productivas. Cualquier persona que realice una
lectura superficial de los textos de Marx, puede pensar que el propio Marx era
partidario de un dominio absoluto sobre la naturaleza, y del progreso ilimitado de las
fuerzas productivas, que con el agregado de la tecnología, liberaría al hombre de la
necesidad de trabajar, haciendo trabajar a las maquinas y dedicando ese tiempo a
actividades más placenteras. Sin embargo, nos permitimos suponer que no era tan
optimista con respecto a esa posibilidad. Ya en La Ideología Alemana sentenciaba que
“estas fuerzas productivas, bajo el régimen de propiedad privada, solo experimentan
un desarrollo unilateral, se convierten para la mayoría en fuerzas destructivas y gran
cantidad de ellas ni siquiera pueden llegar a aplicarse con la propiedad privada”
(Marx, 2005: 69). Podemos pensarlo así solo si adherimos a lo expuesto en los
apartados anteriores, y vemos a la naturaleza como una fuerza productiva, que juega
un rol fundamental en la creación de riquezas. Contrariamente, en ciertas versiones del
marxismo (al ser la naturaleza concebida no como parte de esas fuerzas productivas,
sino como aquello de lo que éstas se apropian para erigir su proceso de transformación
de la materia), se piensa la transformación (revolución) como el advenimiento de un
momento específico del desarrollo en el que “las fuerzas productivas materiales de la
sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes” 21 (Marx,
2001 [1859]). Estas corrientes (que dominaron el llamado “socialismo real”) pensaron
la tensión solo como una contradicción entre la fuerza de trabajo y el capital. Veremos
cómo en muchas afirmaciones de El Capital se puede rastrear una idea totalizadora de
las fuerzas productivas y en consecuencia algo más que la contradicción capital-
trabajo.
Para elaborar sus conclusiones sobre el desarrollo de las fuerzas productivas,
Marx realizó un análisis pormenorizado de sus diversos estadios, en los que la
tecnología juega un papel clave. Lejos de caer en la ceguera de creer que ésta es la
simple invención de individuos aislados y de mentes superiores, convoca a construir
una “historia crítica de la tecnología”. Reivindica a Darwin que “ha despertado el
interés por la historia de la tecnología natural”, pero cree necesario hacer lo mismo
con “la historia concerniente a la formación de los órganos productivos del hombre en
la sociedad”, ya que “la tecnología pone al descubierto el comportamiento activo del
hombre con respecto a la naturaleza, el proceso de producción inmediato de su
existencia” (Marx, 2009: 453). De esa exploración nos interesa rescatar las reflexiones
sobre los impactos que las formas adoptadas por el proceso productivo (cooperación,
manufactura y gran industria) tuvieron, tanto para los hombres como para las fuerzas
naturales. Ya vimos que las últimas son gratuitas para el capital. Ahora, en este
camino de apropiación de la naturaleza, con la implementación de la maquinaria, el

21
“[...] De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas,
y se abre así una época de revolución social” (Marx, 2001 [1859]).

13
capital logra incorporar definitivamente las fuerzas naturales dentro del proceso de
producción22. Un ejemplo de esta subordinación lo da en otra nota al pié, en la que
explica que en Holanda “la inexistencia de caídas naturales de agua, en parte, y en parte
la lucha contra el exceso de agua, obligaron a los holandeses a emplear el viento como
fuerza motriz. (…) ‘El aire hace siervo’, se decía en Alemania, pero el viento hizo
libres a los holandeses. Al que en este caso hizo siervo no fue al holandés, sino al
suelo, en beneficio del holandés” (Ibíd.: 456). Con estos molinos de viento lograron
utilizar el viento para no depender de la fuerza humana. Lo mismo hará el capital en
adelante con las sucesivas maquinas creadas. Esas maquinas se transforman “de
instrumentos del organismo humano en herramientas pertenecientes a un aparato
mecánico, a la máquina-herramienta [...] completamente emancipada de las barreras
inherentes a la fuerza humana” (Ibíd.: 460), es decir, fuera del control humano. Luego
de analizar cómo se da esa relación entre la maquina y la naturaleza, podemos ver los
efectos que ello genera en esta última.
Es sabido que la incorporación de la tecnología en la forma de maquinaria,
cualquiera sea la rama de la actividad económica donde ella se aplique, reduce la
cantidad de tiempo socialmente necesario para la producción de una mercancía. Por
ende, reduce la cantidad de empleos disponibles en esa rama de actividad. En la
agricultura, la llegada de la maquinaría fue notoriamente destructiva según marca el
autor. Los obreros rurales, que a lo largo de este proceso fueron quedando en
condición de supernumerarios, fueron forzados a transformarse en asalariados, en
mayor parte industriales, y dedicarse a la fabricación de las mismas maquinas que los
han volcado a esa nueva situación. Esto se debe a que “al multiplicarse los inventos y
crecer la demanda por las máquinas recién inventadas se desarrolló cada vez más, por
una parte, la diferenciación de la fabricación de máquinas en múltiples ramos
independientes, y por otra, la división del trabajo en las manufacturas dedicada a la
construcción de máquinas” (Ibíd.: 465). Esto llevó a los economistas burgueses a creer
que había una compensación para los obreros desplazados por la maquinaria. Marx
refutó esos argumentos simplemente con mostrar que la suma de las personas
ocupadas en las diferentes ramas no era mayor que la de los empleados domésticos23.
Pero en lo que concierne al objetivo de nuestro trabajo, es de notar que estos hombres
que tradicionalmente trabajaron en la agricultura pasaron a formar parte de los
contingentes urbanos, transformando a las grandes ciudades en espacios de
concentración de las fuerzas productivas, en especial, de la fuerza de trabajo. Pero
también en ámbitos de consumo y agotamiento de ellas; aquí ocupan un lugar
importante las fuerzas de la naturaleza. De ese modo, “con la preponderancia

22
Por lo tanto, la maquinaria no solo logra extraer el saber obrero de los trabajadores que antes realizaban
esas tareas, sino que se agrega esta función de incorporar las fuerzas de la naturaleza (viento, agua, sol,
etc.)
23
“Si sumamos el número de todas las personas ocupadas en la totalidad de las fábricas textiles al del
personal de las minas de carbón y de metales, obtendremos como resultado 1.208.442; y si a los primeros
les sumamos el personal de todas las plantas metalúrgicas y manufacturas de metales, el total será de
1.039.605; en ambos casos, pues, un guarismo menor que el número de los esclavos domésticos
modernos. ¡Qué edificante resultado de la maquinaria explotada de manera capitalista!” (Ibíd.: 544)

14
incesantemente creciente de la población urbana, acumulada en grandes centros por la
producción capitalista, ésta por una parte acumula la fuerza motriz histórica de la
sociedad, y por otra perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra, esto es, el
retorno al suelo de aquellos elementos constitutivos del mismo que han sido
consumidos por el hombre bajo la forma de alimentos y vestimenta, retorno que es
condición natural eterna de la fertilidad permanente del suelo” (Ibíd.: 611). En esta
frase se puede notar la preocupación de Marx por la alteración de los ciclos de la
naturaleza, entre los que se encuentra la alimentación de la Tierra a partir de los
materiales que ella misma genera, como pueden ser los elementos de la producción de
cereales, de frutas, etc. que al ser enviados para consumo a las grandes ciudades, en
buena medida no son reinsertados en ese ciclo vital.
Sin embargo, no es ahí donde reside exclusivamente según Marx el problema
en cuanto a la destrucción de las fuerzas productivas. No es solo un tema de
circulación e intercambio de la materia, sino que se trata sobre todo de la aplicación de
maquinaria que está construida, no para facilitar el trabajo del hombre, sino para
hacerlo más eficiente, o sea que obtenga más materia de las fuerzas naturales (aún no
incorporadas a la maquinaria), en el menor tiempo posible. Por eso es que sostiene que
“todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte de
esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo. (…) Este proceso de
destrucción es tanto más rápido, cuanto más tome un país (…) a la gran industria
como punto de partida y fundamento de su desarrollo. La producción capitalista, por
consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de
producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la
tierra y el trabajador” (Ibíd.: 612-613). Dado que la gran industria tiene su fundamento
en la propiedad privada, ve inconcebible la posibilidad de desarrollo de una
agricultura racional24, de la misma manera que no cree posible una producción
racional de las industrias manufactureras bajo el régimen de la propiedad privada.
Aquí podemos rastrear el paralelo que Marx suele realizar, en varios
fragmentos de su obra, entre la situación del obrero y la de la tierra. Tal como vimos
anteriormente, ambos son concebidos como las fuentes de donde emanan las
verdaderas riquezas, también depredadas por el capital, que “no pregunta por la
duración de la vida de la fuerza de trabajo. Lo que le interesa es únicamente qué
máximo de fuerza de trabajo se puede movilizar en una jornada laboral. Alcanza este
objetivo reduciendo la duración de la fuerza de trabajo, así como un agricultor
codicioso obtiene del suelo un rendimiento acrecentado aniquilando su fertilidad”
(Marx 2002: 320). Es así que parafraseando a Marx podemos decir que el capital no
solo tiene una hambruna de plustrabajo, sino también de bienes naturales. El obrero
puede exigir una jornada normal de trabajo, como lo hace en el extraordinario párrafo

24
Incluso “químicos agrícolas totalmente conservadores, como por ejemplo Johnston, admiten que una
agricultura realmente racional encuentra barreras insuperables por doquier en la propiedad privada.(…)
Johnston, Comte, etc., ante la contradicción entre la propiedad y una agronomía racional, sólo tienen en
vista la necesidad de cultivar la tierra de un país como si fuese una unidad” (Marx, s/f [1984]: 270).

15
del capítulo 8 de El Capital25; la tierra, en cambio, no puede negarse a ser explotada.
Sin embargo bien podría el autor haber hecho hablar a la tierra, en un ejercicio
literario, que nos atrevemos a realizar aquí, tomando la idea realizada por Marx:

Dejando a un lado el desgaste natural, propio de los ciclos en los que


recibo y entrego mi materia y mi energía, en el mañana debo estar en
condiciones de entregar los mismos alimentos, el aire puro, el agua, etc.
con los que hoy has producido. ¡De acuerdo! Quiero economizar el uso de
mis bienes, a la manera de un administrador racional y ahorrativo de mi
único patrimonio (que también es tuyo), y abstenerme de todo derroche
insensato de los mismos. Mediante la incorporación de tecnologías
puedes extraer de mí en un día mayor cantidad de bienes de los que puedo
reponer en tres días26. Día a día quiero realizar, poner en movimiento, en
acción, sólo la cantidad de aquéllos que sea compatible con mis ciclos
normales, en un equilibrado desarrollo de fuerzas productivas y no de
fuerzas destructivas. Exijo pues la utilización racional de lo que de mí
brota (tu fuerza vital entre otras cosas) y parece que la tendré que exigir
sin apelar a tu corazón, ya que tu forma de vida alienada, no entiende de
benevolencia alguna.

Creemos que este fragmento, que nos permitimos inventar, puede ser un buen
ejemplo de aquello que Marx no pudo llegar a analizar. Y creemos que hay sobradas
razones para decirlo, ya que él mismo muestra preocupación por el legado que dejará
una generación a la siguiente en un mundo donde tanto el trabajo como la naturaleza
están subsumidos a la lógica del capital. En lo que respecta al objetivo de nuestra
indagación, sin duda que la siguiente frase lo muestra claramente: “Ni siquiera toda
una sociedad, una nación o, es más, todas las sociedades contemporáneas reunidas,
son propietarias de la tierra. Sólo son sus poseedoras, sus usufructuarias, y deben
legarla mejorada, como boni patres familias [buenos padres de familia], a las

25
“(…) se alza la voz del obrero: La mercancía que te he vendido se distingue del populacho de las demás
mercancías en que su uso genera valor, y valor mayor del que ella misma cuesta. (…) Por intermedio de
su precio diario de venta yo debo reproducirla diariamente y, por tanto, poder venderla de nuevo. Dejando
a un lado el desgaste natural por la edad, etc., mañana he de estar en condiciones de trabajar con el mismo
estado normal de vigor, salud y lozanía que hoy. Constantemente me predicas el evangelio del "ahorro" y
la "abstinencia". ¡De acuerdo! Quiero economizar la fuerza de trabajo, a la manera de un administrador
racional y ahorrativo de mi único patrimonio, y abstenerme de todo derroche insensato de la misma. Día a
día quiero realizar, poner en movimiento, en acción, sólo la cantidad de aquélla que sea compatible con su
duración normal y su desarrollo saludable. Mediante la prolongación desmesurada de la jornada laboral,
en un día puedes movilizar una cantidad de mi fuerza de trabajo mayor de la que yo puedo reponer en tres
días. (…) Exijo, pues, una jornada laboral de duración normal, y la exijo sin apelar a tu corazón, ya que
en asuntos de dinero la benevolencia está totalmente de más. Bien puedes ser un ciudadano modelo,
miembro tal vez de la Sociedad Protectora de los Animales y por añadidura vivir en olor de santidad, pero
a la cosa que ante mi representas no le late un corazón en el pecho. Lo que parece palpitar en ella no es
más que los latidos de mi propio corazón. Exijo la jornada normal de trabajo porque exijo el valor de mi
mercancía, como cualquier otro vendedor” (Marx, 2002: 280-281).
26
El número utilizado es el mismo que utiliza Marx en ese alegato; ciertamente debe ser mucho mayor,
pero valga la licencia en uso del recurso literario que el propio Marx realizó.

16
generaciones venideras” (Marx, s/f: 370). Puede objetarse, en cambio, que en los
fragmentos analizados hasta aquí la preocupación del autor es la tierra en tanto tierra
cultivable y por ende la fertilidad de la misma. Posiblemente no encontremos muchos
indicios en El Capital que refiera a algo más que esto. Sin embargo, podemos
identificar en otros textos algunas pistas más amplias respecto al término “tierra”.
Creemos que aquí son validos ciertos descubrimientos que aún no demasiado
reconocidos. José Aricó27 publicó en el año 1981 una serie de cartas que habían sido
guardadas en el Museo Británico; correspondencia de Marx y Engels con un
economista ruso llamado Nicolai Danielson28. Este último en diversas cartas discutió
con Marx sobre el modelo de desarrollo ruso, y alertó a éste por el estrago que estaban
causando los ferrocarriles. Decía el ruso: “Inmediatamente al tendido de los
ferrocarriles comienza una intensa tala de los bosques cercanos; las cargas de madera
aumentan rápidamente en pocos años; luego, a medida que se opera el exterminio de
los bosques en los alrededores de la estación, [...] ocurre una disminución de las
cargas de madera. Esta reflexión se puede aplicar también para las cargas de trigo,
pero en este caso el período del agotamiento del suelo resulta más largo. El resultado,
sin embargo, es el mismo: por un lado el aniquilamiento forestal, por el otro la mala
cosecha o la hambruna” (Alimonda: 2006: 79). Si bien pareciera que Marx no se
sorprendió por los resultados de la llegada de los ferrocarriles, muestra su visión
crítica en la respuesta que le envía: “no cabe la menor duda de que en esos estados el
ferrocarril ha acelerado la desintegración social y política (…). En general, los
ferrocarriles dieron un inmenso impulso al desarrollo del comercio exterior, pero en
los países que exportan principalmente materias primas, el comercio aumentó la
miseria de las masas [...] en tanto que la producción misma se transformó de acuerdo a
su adaptabilidad a la exportación” (Ibíd.). Por último, Danielson bajo el impulso de
Marx de publicar un artículo con sus investigaciones, escribe que “el capitalismo ha
liberado a muchos millones de trabajadores, pero sólo ha dado trabajo a un millón; al
agotar los suelos, al aniquilar bosques sobre grandes extensiones, al desecar las
fuentes de todos los ríos, originó sus propias crisis [...], su base se encuentra en el
agotamiento de los suelos, son crisis que dependen de la completa sumisión del hombre
a la naturaleza, crisis que subsumen la forma capitalista de producción en dependencia
de fenómenos meteorológicos, de tal modo que el último año 40% de la población rusa
conoció el hambre” (Ibíd. : 82). Marx lo felicita en la última carta por su trabajo, lo
cual da señales de una preocupación suya que va más allá de la fertilidad de la tierra.
Muchas líneas abiertas por indagaciones de este tipo pueden ser ampliadas por
otras obras que se han sucedido en el marxismo. Incluso podemos afirmar que Engels,
a pesar de haber seguido un camino marcadamente más productivista (en términos de

27
Investigador del marxismo latinoamericano y traductor de varios pensadores marxistas europeos, entre
ellos Antonio Gramsci. Entre sus libros figuran: Marx y America Latina y Mariátegui y los orígenes del
marxismo latinoamericano.
28
Las cartas originales se pueden consultar en Aricó, José (org.), Karl Marx, Nikolai Danielson,
Friedrich Engels - Correspondencia 1868 - 1895, Siglo XXI, México, 1981. Nosotros solo pudimos
acceder a esta discusión a través del texto de Alimonda (2006)

17
dominio del hombre sobre la naturaleza) que el propio Marx29, logró avizorar
problemáticas similares a las que vivimos en la actualidad. Así, el mismo sentencia:
“No debemos, sin embargo, lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas
sobre la naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le
inferimos. (…) Quienes desmontaron los bosques de Mesopotamia, Grecia, el Asia
Menor y otras regiones para obtener tierras roturables no soñaban con que, al hacerlo,
echaban las bases para el estado de desolación en que actualmente se hallan dichos
países, ya que, al talar los bosques, acababan con los centros de condensación y
almacenamiento de la humedad. Los italianos de los Alpes que destrozaron en la
vertiente meridional los bosques de pinos tan bien cuidados en la vertiente
septentrional no sospechaban que, con ello, mataban de raíz la industria lechera en sus
valles, y aún menos podían sospechar que, al proceder así, privaban a sus arroyos de
montaña de agua durante la mayor parte del año, para que en la época de lluvias se
precipitasen sobre la llanura convertidos en turbulentos ríos. (…) Todo nos recuerda a
cada paso que el hombre no domina, ni mucho menos, la naturaleza a la manera como
un conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien que es ajeno a la
naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra carne, nuestra sangre y
nuestro cerebro, que nos hallamos en medio de ella y que todo nuestro dominio sobre
la naturaleza y la ventaja que en esto llevamos a las demás criaturas consiste en la
posibilidad de llegar a conocer sus leyes y de saber aplicarlas acertadamente” (Engels,
2006: 40).

Reflexiones Finales

Las reflexiones que dejamos planteadas aquí no buscan ser originales. Ya


diversos autores han desarrollado análisis en este sentido, y en sus textos se pueden
encontrar muchos conceptos que pueden ser utilizados para el estudio de las
problemáticas ambientales. Así, John Bellamy Foster recuperó el concepto de
metabolismo de Marx y comenzó a hablar del “metabolismo social”, que intenta ser
una herramienta para analizar las relaciones que cada sociedad tiene con su entorno
natural. Por otro lado, James O’Connor ha aportado la “segunda contradicción” del
capital (capital-naturaleza), llegando a hablar de la existencia de una crisis de
subproducción (en paralelo a la crisis de sobreproducción propia de la contradicción
capital- trabajo). Otros autores también (Alimonda, Altvater, Bensaïd, Kovel, Leff,
Lowy, Schmidt, Lipietz) han hecho sus aportes al desarrollo de un “marxismo
ecológico”.
En el presente trabajo, de carácter pedagógico, no nos propusimos hacer
contribuciones de tales dimensiones. Sin embargo creemos que podemos realizar

29
En nuestra recorrida por los textos de Marx, no hemos encontrado referencia al hombre como
dominador de la naturaleza, si de transformador, pero nunca una relación de dominio. En cambio Engels
nos dice que “el animal utiliza la naturaleza exterior e introduce cambios en ella pura y simplemente con
su presencia, mientras que el hombre, mediante sus cambios, la hace servir a sus fines, la domina. Es esta
la suprema y esencial diferencia entre el hombre y los demás animales; diferencia debida también al
trabajo” (Engels, 2006: 270).

18
algunas afirmaciones y preguntas. Primero, sostenemos el interés que ha suscitado la
naturaleza en el pensamiento de Marx. En segundo lugar, una mirada como la que
proponemos nos puede ayudar a establecer responsabilidades. Se suele decir que el
hombre es el responsable de la actual crisis ambiental. Sin embargo, se omite
referencia alguna al hombre del que se habla, no se lo sitúa en tiempo y espacio. Menos
aún se habla de las relaciones sociales en las que está inmerso, que son las que
configuran la sociedad de la que éste forma parte. Podemos hablar así de una
responsabilidad no ya del hombre en abstracto, sino de un hombre concreto, un ser
alienado en su relación con la naturaleza. En consecuencia, también podemos ver como
responsable no a simplemente a la sociedad, sino a una sociedad donde el motor de la
actividad humana es la ganancia. Una sociedad gobernada por el capital.
En el sentido de lo que acabamos de decir, nos surge un interrogante en torno
al sujeto histórico que podrá llevar a cabo transformaciones para frenar la depredación
que el capital impone. Lamentablemente, la Tierra sola no puede defenderse, la
mayoría de la humanidad, como dijimos, se encuentra alienada y forma parte de ese
circuito de creación y consumo de mercancías. Es así que cuesta ver a los obreros,
tradicionales sujetos de cambio para el marxismo, siendo quienes impulsen propuestas
de cambio en esta dirección. Podemos pensar que, ya que “el reino de la libertad (...)
está más allá de la esfera de la producción material propiamente dicha” (Marx, s/f:
397), quienes no estén completamente implicados en esa producción también tendrán
un lugar en ese sujeto social. “La libertad en este terreno sólo puede consistir en que el
hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese
metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo, en vez de
ser dominados por él como por un poder ciego, que lo lleven a cabo con el mínimo
empleo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza
humana. (...) La reducción de la jornada laboral es la condición básica” (Marx, s/f:
397-398). Por lo que tampoco puede pensarse que estos cambios se lograrán sin la
lucha obrera.
Muchas otras reflexiones pueden y deben hacerse, dada la amplitud y la
importancia de la temática. Creemos que esa misión es imprescindible, y nos permiten
desarrollar las armas de la crítica ecológica y política, para poder aportar soluciones
prácticas a los múltiples problemas que la actual crisis ambiental nos plantea.

19
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