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PRINCIPIOS

Universalidad: Acceso a la salud sin discriminación cultural, social y religiosa.Equidad:


Atender las distintas necesidades de salud, en condición de igualdad y justicia. Gratuidad:
Brindar atención integral en los establecimientos públicos de salud de manera gratuita a
toda la población. Integración Social: Garantizare incentivar el registro de comunidades
organizadas, además de fomentar su participación y corresponsabilidad. Integralidad:
Brindar atención con calidad y calidez a toda la poblacion
VALORES
Honestidad: Ejecutar los planes, proyectos y demás asignaciones, de manera integral
respetando las normas y leyes establecidas.Responsabilidad: Ante los proyectos, planes,
acciones especificas, funciones y actividades que se llevan a cabo. Respeto: A la vida y a la
diversidad cultural, social y religiosa. Servicio: Brindar calidad de atención en centros
dotadosy equipados, con calidez y esmero.Compromiso: Brindar un servicio óptimo y
oportuno a la población para la prevención de enfermedades,así como la promoción y
restitución de la salud.

La relación médico-paciente siempre ha sido una cuestión de confianza, dónde el paciente

ha aceptado tácitamente una relación de ayuda por parte del médico ante un problema de

salud. Sin embargo, actualmente asistimos a un cambio o transformación en los roles que

se adoptan tanto por parte del médico como del paciente. El médico es (o debería serlo)

un profesional sanitario con vocación de servir, acitud compasiva y espítitu de ayuda

hacia la persona que está enferma o sufre. A partir de ese principio, estudia una larga y

compleja carrera científica para conocer en profundidad tanto el funcionamiento del cuerpo

humano como sus potenciales patologías y sus alternativas de tratamiento. El vasto

conocimiento que esta disciplina genera ha creado de forma paulatina la necesidad de

especializarse e incluso superespecializarse en un área muy concreta del saber médico. Esta

fragmentación del conocimiento y experteza es lo que nos ha permitido llegar a una

medicina de excelencia desde el punto de vista académico, técnico y práctico impensable

hace tan sólo unas décadas.

El paciente es aquella persona que padece una enfermedad. Puede encontrarse


asintomático o con un cortejo de síntomas o molestias que perduran en el tiempo,

atravesando así el proceso de enfermar y que le llevan a la determinación de pedir ayuda o


consultar con un médico. En este punto se inicia la relación médico-paciente y a través de

ella girará en gran parte todo el proceso diagnóstico-terapéutico.

La relación médico-paciente y la comunicación en consecuencia entre ambos puede ser,

en función de si ésta se centra en la enfermedad o en la persona, o bien si se adopta una

relación directiva o facilitadora, de cuatro tipos:

– Autoritaria: En ella el médico adopta un rol directivo sobre la enfermedad del paciente

y le indica de forma autoritaria lo que debe hacer, anulando al paciente cualquier

posibilidad de diálogo o réplica.

– Paternalista: Es la relación médico-paciente que más habitualmente ha imperado

(todavía impera) y en la que el médico adopta un rol directivo en la toma de decisiones

sobre el enfermo y su entorno, siempre bajo un propósito de no maleficiencia y protección

de su salud.

– Deliberativa: Es sin duda la relación médico-paciente más deseable. Se establece en ella

un necesario diálogo en la toma de decisiones compartida, a través de la adopción de un rol

facilitador del médico hacia el paciente. Se obtiene a través de ella una relación cordial y

respetuosa, con una comunicación empática y orientada en ayudar al paciente a tomar

conciencia de su problema y exponer posibles soluciones. Médico y paciente asumen cada

uno su parte de responsabilidad. Ello exige un compromiso ético de confianza y respeto

mutuo constituyendo el mejor modelo y el más eficiente para la comunicación mutua.

– Democrática: También llamada autonomista. Es la típica relación médico-paciente “a la

carta” o tipo clientelar. Es una relación facilitadora enfocada en la enfermedad y en la que

se abandona a su suerte al paciente a que tome sus propias decisiones, con el fin
básicamente de complacerle. Esta relación es consecuencia típica del ejercicio de una
medicina defensiva ante la posible judicialización en aquellos casos en los que los deseos o

las expectativas del paciente no se vean cumplidas.

Es posible que se opine que este esquema se considere demasiado simplista o esquemático.

Cierto, pues existe un amplio abanico de posibilidades en las que se desarrolla la relación

clínica medico-paciente. Son muchos los factores que influyen actualmente en esa relación

que está cambiando y evolucionando drásticamente como consecuencia de una mayor

accesibilidad a la información y a los cambios socio-económicos que se están

produciendo.
En la práctica clínica diaria podemos identificar muchos de los factores que intervienen

en la relación médico-paciente:

Factores dependientes del paciente:

Nivel socio-cultural
Actitud, carácter y personalidad
Creencias y expectativas
Situación biográfica personal

Factores dependientes del médico:

Personalidad rígida o dialogante


Grado de formación y especialización

Factores dependientes del entorno:

Situación familiar del paciente


Burocracia administrativa
Judialización de la Medicina
Presión asistencial
Disponibilidad de recursos y tiempo
Intervención de un mayor numero de profesionales sobre un mismo paciente
Política sanitaria
A diario, médicos y pacientes dialogan condicionados por los factores apuntados arriba. En

ese diálogo el médico con sus cualidades, pero también con sus incertidumbres y

deficiencias como ser humano que es, se aproxima al enfermo con la noble intención de

ayudarle, comprenderle y con la certeza de respetarle dentro de su vulnerabilidad


como persona adulta que es. Lograr el equilibrio no siempre resulta fácil. El médico debe

tener la suficiente amplitud de miras como para manejar a partes iguales la biología de la

enfermedad como el reconocimiento en toda su dimensión humana de la persona que tiene

delante. En esa relación de ayuda debe existir profesionalidad, escucha activa y actitud

compasiva para convertirse en el mejor guía, consejero o asesor clínico posible.

Muchos médicos consideran que se les ha arrebatado el poder de épocas pasadas y también

sucede que, a día de hoy, muchos pacientes no se sienten cómodos asumiendo un nuevo
poder en la toma de decisiones para las que no se sienten capacitados. El médico tiene la
formación y el criterio para aconsejar de forma objetiva y facilitar la información que

el enfermo precise y éste debería actuar en consecuencia de forma adulta, activa y


siempre respetuosa. Tenemos ambos ante nosotros el reto de hacerlo posible.

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