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Santa Cruz, Domingo.

Los cuartetos de Beethoven

Cada época parece buscar en el pasado un espejo de sí misma: nuestra inquietud


intelectual, nuestro sentimiento pagano o nuestro misticismo, se complacen en mirarse a
través de una canción polifónica, de un aria de Monteverde o un motete de Victoria. Diríase
que la evolución contemporánea nos lleva navegando ante otro continente que el que ve
alzarse la cumbre del genio beethoviano. (10)

Schönberg, el gran modernista austriaco, ha afirmado que su técnica procede de los últimos
cuartetos, y no tenemos entre los demás compositores actuales uno solo, que se declare el
heredero o continuador de las sonatas o las sinfonías. (11)

La arquitectura musical, que Beethoven tiende constantemente a ensanchar, que en las


sonatas uno siente estrechada a veces por el instrumento y que en las sinfonías se nota, por
momentos, demasiado aparente en su construcción, es en los cuartetos más ponderada y
fundida en todas sus partes. (11)

Por fin, la evolución capital del maestro, la polifonización de su escritura, alcanza en el


cuarteto, conjunto esencialmente polifónico, alturas equivalentes a las producciones
contrapuntísticas más hondas y expresivas de Bach. (11)

Debemos comprender (11) el fondo épico de su personalidad, exaltado por las ideas de su
tiempo y aislarnos de la técnica de nuestra época, para sentir su arquitectura y la fuerza que
se desprende del tonalismo absoluto que fundamenta su armonía. (12)

Beethoven es ante todo un hombre de la revolución francesa en el más alto sentido que
puede darse a este calificativo, lleno de ideales democráticos, prendado de los héroes
antiguos que habían engrandecido los pueblos. (12)

No es necesario repetir aquí la larga serie de contradicciones de todo género que habrían
aniquilado la vida a cualquier naturaleza vulgar, y que de Beethoven hicieron un hombre
superior: soledad perpetua de un alma, como él decía, inclinada al afecto y a la sociabilidad;
privaciones materiales increíbles, males físicos que no sólo arruinaron su salud sino que lo
hirieron en el órgano esencial de su arte, el oído, y lo enmurallaron en el silencio de sí
mismo. (12)

Este aspecto heroico, este estoicismo místico-humanitarista es lo primero que debemos


penetrar en la obra musical de Betthoven (sic.). De la conciencia que tiene sobre la
importancia de su ejemplo para la «pobre humanidad», para la «humanidad futura», fluye
su estilo grandioso y a la vez sencillo. Beethoven nos habla como un caudillo, con ideas
simples, capitales, que repite hasta la saciedad. De ahí la popularidad increíble que ha
alcanzado en el mundo entero, desconocida para todos los grandes compositores de la
historia. (12)

Inspiración épica del alma que, cuando las desdichas la acosan, canta la alegría de la vida;
arquitectura de grandes líneas, que exige (13) para su apreciación cierta distancia del
detalle; sentido tonal robusto y lógico, son las tres características con que debemos
comulgar para tener de la obra de Beethoven una comprensión exacta. (14)

En lo que difiere la «imitación» de un genio, que adquiere primero la técnica de los que han
precedido antes de sobrepasarlos, de la imitación vulgar del estudiante mediocre destinado
a seguir perpetuamente la rutina de las recetas y los tratadistas. (16)

Se puede decir con toda propiedad que en la segunda época el cuarteto de Beethoven
crece, ya sea en extensión, (op. 59) o en riqueza concentrada, (op. 95). Anotando
rápidamente sus características tenemos: el primer movimiento se hace más complejo, los
temas principales se subdividen aun en dos o tres elementos que contrastan entre sí, los
«puentes» (transiciones que unen los cuerpos del edificio), se individualizan en verdaderos
temas; el desarrollo no contiene sólo pequeños fragmentos modulantes de los motivos
principales sino que introduce contracantos nuevos, episodios imprevistos. El tiempo lento,
ya muy interesantes en el op. 18 (cuarteto III), toma caracteres de una expresión tal, que los
instrumentos, (cuarteto op. 59 N.1) parecen cada uno concentrar en sí mismos la razón de
ser de la composición. El scherzo a partir del op. 74 se ensancha y las tres antiguas
divisiones del minué las lleva a cinco. El rondo final propiamente dicho desaparece y se
transforma en un rondo-sonata o en un verdadero tiempo sonata. El plan de las
modulaciones también se agande, (op. 59 N.1 y 95) y los ritmos de Mozart se vuelven
inquietantes y novedosos, (scherzo del op. 59 N.2). (18)

Los grandes maestros sintieron luego que no podían prescindir de lo que, hasta pocos años
antes, había sido la base misma del arte musical, y así vemos a Mozart ir en muchas
ocasiones hacia un desarrollo propio del estilo fugado. Beethoven, sin ser un hombre que
pretendiese volver al pasado, consuma en su obra la alianza que más tarde Wagner lleva al
más alto grado, de la concepción melódica, con el estilo y prácticas de la época de Bach. (18)

El porqué del fracaso de la enseñanza musical en Chile

No puede ejecutarse técnicamente bien un solo sonido, que no responda esencial y


formalmente a un fragmento de expresión estético-musical, y todo sonido que se haga con
el fin solamente de desarrollar la fuerza de los dedos o la velocidad de los mismos terminará
fatalmente por arruinar el sentido, el alma, la función misma de la expresión musical.
Aunque se toquen cuatro notas sucesivas, en forma de escala, ellas deben estar agrupadas
rítmicamente, y deben responder a una expresión clara y definida, deben contener un
pensamiento lógico y una emoción genuina. (35)

Quien quiera dedicarse al arte, deberá comprender que tiene mucho de sacerdocio, y que,
como en las ordenes religiosas ascéticas y abstinentes, no convencen los franciscanos
gordos. (36)

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