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ANO !V. «•DRU). NUM.

4S>,

NOVELAS, «lAJES, LITERATURA, HISTORIA. CAUSAS CÉLEBRES, CHISTES, ETC., ETC.

SEMANARIO ILUSTRADO
ESCRITO

"POR D. líl. FERNANDEZ Y GONZÁLEZ. D. R. ORTEGA Y FRÍAS Y D. T. TARRAGO Y IflATEOS.


P R E C I O EN MADRID. PRECIO EN AMÉRICA, DOS REALES EL NÚIIÍIERO. P R E C I O EN PI^OVINGIAS.
Un r e a l cada s e m a n a , pagado en Real y medio cada semana.pagado
el acto de r e c i b i r el n ú m e r o . Se s u s c r i b e en Madrid, P r o v i n c i a s y Améi ica en todas en el acto de recibir el n ú m e r o .
las l i b r e r í a s , ó bien dirigiéndose á su Kdilor D. JESUÍ-
SE REPARTE UN NUMERO SEMANAL. GRACIÁ, Ottvar, a A n , • • principol, Madrid. SE LLEVA i DOMICILIO.

LOS PORDIOSEROS DE FRAC

—Fó en la Providencia... (Pág. Til.]


770 EL PERIÓDICO-TARA TODOS.

SÜBIARIO. El joven sufría y callaba; los celos volvían —¡Gielois ¡Luis!


TExrp.—Loi pordiosero» de frac, noyela original por la á torturarle. —Mi hombre se marcha hoy, señorita; yo
baronesa de Wilson. -La hija del gaitero, por doa Pe- Sus labios se negaron á expresar lo que también con él, porque jamás dejo ye á ini
dro Escamilla.— Historia de un sombrero blanco: Im- sentía y se despidió triste y confuso. marido: donde vá la soga va el caldero; que
presiones de viaje, por don Torcuato Tarrago.— La es- —Luisa,—dijo aquella tarde la huérfana; no soy yo da las que quieren libertad:
cali de la vida, por el mismo autor. - Ds amante á —necesito salir; tú me acompañarás. mire usted qué hermoso... está como una
verdugo, leyenda tralicional, p-irdon Antonio de San —Pero está usted muy débil... bendición de Dios...
Uartin.—Sección de América, por don Torcuato Tar- —El deber me dará fuirzas.
rago. —Causas célebres.—Variedades.—MisocUnea.
El niño sonreía en aquel instante, tendien-
Y envuelta en un abrigo subió á ún car- do sus manos á Celeste, cual si pidiera su
GitABADOS.—Log pordioseros.—La hija del gaitero.—La ruaje que habia enviado á buscar, sin que protección.
escala de la vida,—Remedios contra ol frió (tres gra- llamase su atención un hoffllbre que obser-
bado).) La joven se conmovió, y tomándole en
vaba, y que al verla salir lanró una esola- sus brazos y acariciándole, dijo:
maoion de sorpresa. —¿Pero no necesitaré ama?...
Una hora después regresaba Celeste con- —Come muy bien; pero ya ve usted, siem-
LOS PORDIOSEROS DE FRAC (*) tenta y satisfecha, y casi en el mismo ins- pre será mejor.
NOVELA ORIGINAL tante salla Luis de la calle de santa Clara, La portera habia permanecido en la puer-
murmurando: ta, y como todos, pensó en que la señorita
POR
—¡La infame! no puedo dudar ya. habia tenido un desliz.
LA BARONESA DE WILSON. CAPITULO XXI. —Juana, necesito me busque usted una
mujer para que crie este niño,—le dijo.
El mundo tal cual es. —La buscaré; precisamente conozco una,
(Continuación.)
Pasaron ocho días y Luis no habia vuelto; que ya ve usted, no es la primera ; ha sido
Celesta, gracias á su jurentud, ara como sin embargo, ni uno solo dejó de acechar la engañada y...
las plantas; la brisa de la primavera la daba casa de la joven, ocultándose como un mal- —Pues me conviene.
nueva vida. hechor, por temor de ser visto. —¿De modo que se queda aquí?
La casa de su tia era grande, cómoda, Comprendía que era indigno de él aquel —Sí señora, me servirá de consuelo.
con un precioso jardín, y en él pasaba horas espionaje; pero sus celos eran más podero- Mariquita abrazó á la criatura con efu-
enteras. sos que la razón. sión, y dijo: ,-^
La insistencia de Luis la liaoia creer que Damián le aconsejaba indirectamente y —Señorita, la ropa del niño ^•endrá lue-
el cariño le habla hecho comprender la in- llegó á posesionarse por completo de su con- go y mi marido se despedirá de usted.
justicia. fianza. —Mariquita, estoy cententa de su celo,
Sa corazón sencillo, nunca guardó rencor: Luis mismo seria el instrumento de su y por ello reciba usted esta media onza.
le perdonó 7 dijo á Luisa lo condujera al venganza. —¡Es usted un ángel, señorita!
jar din. Una tarde, emboscado Luis, como de cos- Y salió diciendo:
El aire era puro: la tarde encantadora, y tumbre, vio acercarse á la mujer del cobra- —Si todos fueran como ella, los pobres
las primeras ñores esparcían sus perfumes. dor con el niño en los brazos. no aborrecerían á los ricos.
Las violetas, los pensamientos, los cla- Se adelantó hacia ella. Eu la callo encontró á Luis y le refirió lo
veles. —Mariquita. que habia pasado.
' Celesta, al conocer los pasos de Luis, —Señorito. —¿Y se queda en la casa?
asintió latir su corazón con inusitada rapidez. —¿A. dónde vá usted? —¿No se lo dije á usted? Si lo quiere mu-
Temblaba. —Han empleado á mi hombre en Valla- cho; no es como otras, que abandonan á
Su corazón y sn alma, «u «er, en fin, vo- dolid, en la estación del ferro-carril, y con esos angelitos de Dios y ni saben lo que es
laba hacia él. este motivo no puedo continuar con el niño; de ellos...
—Celeste,—exclamó el joven tomándole la señorita determinará. Luis no quiso escuchar más, y sin con-
sus delgadas manos,—¡qué pálida estás, al- Luis se puso pálido: en las dos veces quo tostar á Mariquita se alejó.
ma mia, qué desmejorada! habia visto á Mariquita, y para encontrar- — ¡Qué originales este-señorito!
Sus dudas, sus sospechas, sus celos, se ol- la más propia y dispuesta á ser franca, la Instalada aquel dia la nueva nodriza y
vidaron en aquel momento. hizo creer que era pariente del padre. ocupada en la distribución de las habitacio-
Habia temido tanto por ella que su cariño —Pero ¿no podrá tenerlo en su casa? nes, no tuvo tiempo Celeste de pensar en lo
se sobreponía á todo. —Ahora veremos: como le quiere tanto.. terrible y equívoco de su situación.
—¡Qué hermosa estás!—continuo;—esa Y se encaminó al portal, entró y le dijo La caridad la llevaba siempre demasiado
palidez te haee aun.aparecer más bella: ¿pe- al portero: lejos y se volvía en contra suya.
ro te sientes restablecida? ¿No hay cuidado —Diga usted á la señorita que tengo pre- Su sed de hacer bien y sobre todo el re-
alguno? cisión de hablarla. cuerdo de la condesa , profundizaba el
—No: he querido morir y Dios no lo ha —¿Y quién es usted? abismo.
permitido: ¿trabajas mucho?—le preguntó, —Mariquita. La portera, ofuscada y aturdida, refirió
cual si quisiera alejar recuerdos tristes. —Oye, Juana; sube y da ese recado: ¿qué lo sucedido, y todos los criados y vecinos
—Sí: solo vivo para el arte y para tí. será esto? supieron que la joven, con el mayor desen-
—¡Aduladorl pero sí, estoy segura que se- La portara en dos saltos salvó las escale- fado del mundo, habia llevado á su casa el
rás un gran artista: es lo único real. ras, y sin escuchar las preguntas de Luisa fruto de su deshonra.
—No me lisonjees. entró en el gabinete en donde Celeste lela Damián, enterado por Luis, se sorpren-
—No miento nunca: cree lo que digo. —Señorita, una mujer con un niño espe- dió realmente.
—Luis clavó en ella su mirada, y una ra verla á usted. Aquel niño que sabia era de Cándida, ¿por
pregunta acudió á sus labios; pero se con- —Dice qna se llama Mariquita. qué inspiraba tal interés á Celeste?
tuvo. Sin embargo, el acontecimiento era tal,
La joven temió nuevas consecuencias en que corroboraba sus planes.
—Hoy no,—Sí. dijo:—hoy no: todavía es- »n imprudente promesa.
tá débil y pudiera perjudicarla.—Corazón Los celos de Luis no tenian ya límites.
—Que suba. Esapasion le convertía en un loco.
mío, —afiadió con ternura,—ahora te veré Mariquita se presentó.
todos los dia». Sin que se supiera cómo, llegó la noticia
El niño lloraba con ese llanto continno y al Esoorial escandalizando á todala familia.
—Mí alma, es preciso evitarhabladurías: pertinaz de It^s péqueñuelos.
dentro de algunos meses seré mayor de —Esto es demasiado: su mala conducta
—La habia dicho á usted que me escribie- dará derecho á intervenir, y servirá en fa-
edad y se abrirá el testamento: hasta en- ra, pero que jamás llegara á venir; puede
tonces no0 veremos solo una vez por comprometerme: ¡Dios mió! ¿qué ocurre? vor de la nulidad del testamento,—exclamó
semana. doflaMónica.
—Pues ya se lo he dicho á un joven quo —El honor de nuestro nombre está en
varias veces ha estado en mi casa. juego; ¡qué vergüenza! ¡esto debemos á la
(1) Hállasa de venta esta novela al precio de CUATRO —¿Un joven?
REALES en la Administración de este periódico, por me- locura de nuestra tia! ¡da tales padres tales
dio de auB repartidores ; en todas las librerías de Espa- —Sí señora: que tieno así buena presen- hijos!
lla y Ultramar. cia; ojos negros y cejas pobladas.
EL PERIÓDICO PARA TODOS. 771
— [Sin orgullo ni dignidad!—dijo Ma- de la lijereza, de la seducción, pero «s idealizas, hoy adornas á tus ídolos con cua-
riano. tuyo. lidades de que por completo esrecen, y ma-
—¿Para qué está la Inclusa? para ocultar La joven püideoió y después el carmín ñana rechazas, olvidas, yaborreces á lo que
los resultados de esas faltas: ¡qué tiempos!
de la vergüanza cubrió sus mejillas. realmente es noble, leal y bueno!
¡qué tiempos y qué oostumbi'esl —¿Lo crees y te atreves á decírmelo? el Todo habia concluido; su único amor,
Unü doncella antigua de la condesa, vesíndigQo, el cobarde, es usted: sí, cobarde, aquel hombre, consuelo de sus tristezas,
tida y con su manto, se personó en el toca-
que ÍDsultaá una mujer. fuente de sus alegrías, su sueño, su delirio
dor de Celeste algunos dias después. —Si fuera yo solo... paro es toda la fa- la rechazaba sin piedad; el cielo de su ven-
—Señorita,—la dijo, —no extrañe usted milia,,todos los que conocen á usted... tura se habia entoldado para siempre; su
que deje esta casa. —Pues usted debía defenderme contra porvenir no podia ser más triste.
La joven la miró sin comprender. todos y creer nú palabra leal á la que nun- Su sacrificio estaba onsumado, y única-
—Se dicen tantas cosas, que sin oreerlaa,
ca he faltado. mente Dios y el pobre huerfanito podrían
no puedo continuar sirviendo á usted. Celeste tomó las manos de Luis. recompensarla.
—¿Qué dice usted?—exclamó Celeste. Le emoción le impedía hablar. — ¡Ingrato!—exclamó;—al sospechar de
—Ese niño, señorito, es la causa: estoy Con su mirada hubiera deseado llevar la mí ha probado cuan pequeña era su estima-
segura que no es lo que piensan, pero... fó y la convicción hasta el corazón de aquel ción: si su cariño fuera como el mío, ¿oree-
— Salga usted, y que Franoiseo pague á hombre á quien tanto amaba. ría y condenaría solo por apariencias? De-
usted si se le debe algo. —¿No me crees?—le dijo,—¿qué haríayo bía haberme defendido si me acusaban, y
—Perdóneme usted, pero,., para convencerte? ¿qué podría decirte? haber sido mi consuelo y no mí juez; tal
—Repito que salga usted. —Nada. hubiera hecho yo si le hubieran calumnia-
Y Celeste apenas se vio sola, cayó en una —¿Y dudas de mí? do: contra todo y en todo le apoyaría mí
butaca sollozando. —Ño: no dudo; estoy seguro da que he cariño;-no ha craido mis palabras, y la ca-
—¿Y Luis?¿y Luis?—murmuró,—síselo sido engañado; de lo contrario, ¿por qué lumnia ha encontrado más eco en su cora-
dicen... poro ¿qué importa? tendré fé en mí:
negarse á revelarme ese misterio? zón que mis justificaciones: no me ama,
le daré explicaciones, es decir, le juraré —Porque no puedo; porque lo he jurado. y jamás ha sabido amarme ni compren-
que estoy inocente, y me creerá: el verda- —¿Y prefiere usted versa injustamente derme.
dero cariño no duda; pero es mejor que me acusada? El llanto del niño la salvó tal vez de sus
traslade al Escorial: Villanueva ha dicho — Desprecio esas acusaciones. crueles reflexiones.
puedo ocupar aquella casa ó esta: Madrid —Pero yo exijo... —Ángel da inocencia!—dijo,—tú eres la
me abruma: de ese modo veré á Luis autes — Juro á, usted que ese huérfano no es causa de mi pesar sin igual; pero no me
de que venga aquí... hijo mió. arrepiento... mi promesa es sagrada: la me-
Luisa, la fiel camarera, que jamás había -Entonces fácil le será á usted probar moria de tu abuola y de tu madre, y el ha-
dudado déla virtud de Celeste, preparó el su inocencia. ber hecho una buena acción, me recompen-
, viaje y al dia siguiente salieron para el Es- £1 sufrimiento de Celeste era de esos que seránde cuanto sufro; tú serás mi consuelo:
corial. no pueden describirse. Dios y mí conciencia mis jueces.
El niño con el ama los acompañaba. La vergüenza, la tristeza, la indigna- Luis la amaba; pero ofuscado por una
Su conciencia estaba tranquila y no que-
ción se reflejaban á la vez en su semblan- idea, rompia, sin consideración alguna, con
ría privar de sus cuidados al huerfanito, áte; un ancho abismo se interponía entre ella el pasado.
quien tal vez porque tan caro le costaba, y su amor. —Elpadre Cruz,—anunció Luisa, aña-
amaba con todo su corazón. El error da Luis, su obcecación, su falta diendo en voz baja:—mi señorita es un á n -
Francisco, enamorado de Enriqueta, pu- de confianza la anonadaban. gel en la tierra, y todas las calumnias no
do quedar encargado de la casa de la calle —No puado presentar prueba alguna de podrían hacerme dudar...
de la Flor baja. mi inocencia y apelo á su cariño de usted y —A tiempo llega, que pasa,—-exclamó
Cuando llogó la joven escribió á Luis. á su corazón. Celeste.
No obtuvo re&puesta. — Celeste, Celeste, una prueba, una El honrado párroco comprendió sin duda
Por Luisa pudo saber que estaba en Ma- sola. el estado de la joven, paes acercándose dijo:
drid con doña Ménica y Dolores. —¿Persiste usted? —¡Lágrimas! ¡Dolor! Hija mía, ese niño
Sin duda se ocupaban de las compras ne- —Persisto. es la prueba de que la Providencia al en-
cesarias para la boda de su prima. —Antes de que salga usted de esta casa, viársele, ha querido probarla verdadera ca-
Una mañana vio entrar á Luis y corrió á antes que los resultados puedan ser funes- ridad de usted, la caridad que se sobrepone
la escalera. tos para nuestro amor, refiexione usted si al sacrificio y que, arrostrando cuantos obs-
La espresiou de su fisonomía la asustó. en mi conducta pasada, si en mi proceder, táculos encuentra, se contenta con la satis-
Estaba más delgada. he dado á usted motivo para injuriarme con facción de la conciencia.
La cólera brillaba en sus ojos. osa sospecha. —Sus palabras de usted me fortalecen, y
Su traje y cabello parecía descuidado. —¿Pero no comprende usted quedaría mi con la seguridad de mi inocencia, dejo en
—iQué tienes?—exclamó. vida por convencerme de su inocencia? que manos de Dios haga algún di^ público mi
—¿Qué tengo? ¿y me lo preguntas? ¿crees sufro, que muero, que al perderla á usted secreto.
que hubiera venido si no fuera deseoso de pierdo lo que más amo... —Vamos á otra oosa, hija mía; el testa-
una esplioaoion franca? Ese niño ¿de quién —No es cierto: si usted me amara ó me mento debe abrirse muy pronto, y él dará
es? ¿cómo le tienes á tu lado? ¿quiénes sonhubiera amado, le bastaría mi palabra; por luz sobre muchos acontecimientos.
sus padres? habla: no me vuelvas looo; no mi amor, créame usted.
me hagas dudar de tí; esta incertidumbre —Pero entretanto todos me creen cul-
—No nos entendemos: niega usted, y pable.
me devora. guarda secreto... —Fé en la Providencia.
Celeste le escuchaba trémula y demu- —Y usted me ofende cadadia más: adiós, Las palabras del buen sacerdote tenían
dada. y sialguB dia... mágioa influencia sobre Calaste y conseguían
Sin contestar le llevó á una pieza aislada —Entonces me será ya indiferente. devolverla la paz y la tranquilidad; esperó,
y entrando en ella le mostró una cuna y en —Usted lo ha querido: adiós para siempre. pues, y ge encerró en sí misma.
ella al hijo de Cándida, dormido y tran- Luis vaciló un momento: ¿sería inocente?
quilo. (Se concluirá.)
Pero no, imposible; todo apoyaba la culpabi-
—¿Ves á esa niño?—dijo.-^pues te juro lidad, no habla duda; no podía ser, y el co-
que soy tan inocente como él. razón de Luis condenó á Celeste.
—Pero ¿sus padres?
LA HIJA DEL GAITERO.
Sostenida por la desesperación había te-
—Es mi secreto. nido, durante aquella escena, orgullo y fuer-
—Basta: mi ternura, mi cariño, no ha za de voluntad; pero al encontrarse con la CUENTO,
servido más que de juguete, y orees enga- terrible realidad, al convencerse de su des-
ñarme más aún. gracia, cayó de rodillas derramando lágri- I.
—¿Que te he engañado? mas amargas. La estrella que acompaña al plateado
—Sí: ese es hijo de una falta, del amor, ¡Corazón humano, qué pobre eres! Hoy disco de la luna no tiene destellos más bri-
772 EL PERIÓDICO PARA TODOS.

liantes que los que lanzaban los ojos de An- se iba á acostar. Así acababan generalmen- —¡Ahí ¿De veras?
drea en sus momentos de alegría, ni la ca- te aquellas discusiones, dando por resultado —Yo en tu lugar cogería mis ahorros y
léndula se balancea en su tallo á, impulsos que Andrea no se casaba, pues hasta aque- los arriesgaría bonitamente al punto más
de la brisa con tanta gracia como la joven lla fecha no habia acudido en demanda de alto.
de que os hablo, ni la tinta nacarada del su mano el hijo de ningún emperador. —¿Y si pierdo? Porque seguramente los
alba tiene tanto misterio como aquella son- escudos que se llevó aquel caballero alguien
risa que sus labios ostentaban... III. los habría perdido.
Os juro, por la corona de la Virgen, que De la noche á la mafiana se operó una —Seguramente; pero ¿quién te dice que
Andrea llevaba sus diez y seis abriles con gran revolución en casa del gaitero, en juegues todo tu dinero do una vez? Si pier-
toda la gracia que imprime la primera j u - aquella casa tan feliz y tranquila hasta en^ des hoy uno, puedes ganar diez mañana....
ventud, cuando se ostentan unos ojos negros toncas. —También puedo ganar uno hoy y ma-
como el abismo, y unos labios rojos como Felipe hacia frecuentes visitas á la ciu- fiana perder diez...
las cerezas da Junio y una cabellera rubia dad, llenándose antes los bolsillos de dinero —En fin, haz lo que te acomode; yo tehe
como el incienso... 7 regresando sin un cuarto. indicado un medio que me parece acepta-
¡Ah! ¡Qué felices eran todos los chicos Volvía sombrío, hosco y de mal humor; ble: si tú lo desprecias...
solteros da la aldea al considerar que la reñía por cualquier cosa, y sus visitas á la
muchacha pudiera fijarse en ellos y esco- taberna, y por consecuencia su embriaguez, lY.
gerlos para que la condujeran al altar! iban siendo menos periódicas por lo mismo La piedra estaba ya arrojada y el diablo
¡Cuánto rabiaban las chicas en el baile al que menudeaban más, llegando el caso de hizo lo demás.
ver que todas las atenciones y requiebros que apurados sus recursos, empezó á con- Y digo que el diablo, porque en resolu-
eran para Andrea! traer deudas. ciones de tal índole no puede andar la mano
jY su padre... el buen Felipe... el gaite- Esto por lo que ge refiere al gaitero. de Dios.
ro de la comarca, cuántas gracias daba á En cuanto á su hija, perdió la franca ale- Felipe fué á la ciudad al día siguiente, y
Dios que le habia concedido un ángel de be- gría que era antes el encanto de cuantos la perdió.
lleza y da bondad por hija! tratabsn; en vez de asistir al baile, apenas Volvió después, y volvió á perder.
salía de la iglesia; vendió su saya nueva, La hidrópica sed del desquite se apoderó
II. su collar y sus zarcillos de coral, empezó á del pobre gaitero, y jugó, no ya para reunir
No habia nadie en todo el país que le enflaquecer extraordinariamente; sus la- á su hija un dote imposible, sino para recu-
aventajase á Felipa en tocar la gaita, lo bios, descoloridos ya, se ajaban, y las lágri- perar le perdido. _...
cual daba lugar á que le ajustasen en todas mas marcaban un surco fatal en sus meji- En cuestión de ocho días, depositó en un
las bodas y funciones de les lugares circun- llas. garito infame el fruto de treinta años de
vecinos, y esto era causa de que ganase La causa de todo esto fué la idea tenaz trabajo; todos sus escudos, penosamente
muy buenos pesos duros... no tantos como que perseguía á su padre, como esos fantas- reunidos á costa de grandes privaciones, y
necesitaba reunir para el dote de su hija. mas que nos siguen en sueños á orillas de por último, el valor de la saya nueva y del
Esta idea le quitaba el sueño. | un precipicio y nos empujan basta que nos collar y zarcillos de Andrea, á quien despo-
P'elipa quería que su hija se casara con hncen caer en él. jó indignamente.
un potentado, para lo cual era preciso reu- Una mañana Felipe bebía en la taberna Entonces empezó el humor atrabiliario,
niría un buen dote, por aquello de que «di • con otro comensal, á quien confiaba sus te- los malos tratamientos, las desesperaciones
ñero llama dinero.» mores de morir sin lograr la satisfacción de y el abuso inmoderado del vino> que bebía
Pero en su profesión, aunque entonces establecer á su hija ventajosamente, des- para aturdirse.
era muy lucrativa, no era fácil realizar pués de haber apurado cuantos medios es- Felipe dio en todas las aberraciones del
aquel plan. taban ásu alcance. jugador.
Y Felipe no se contentaba con tener por —La verdad es,—le decía su interlocu- Se compró un cubilete y empezó á estu-
yerno á un labrador. tor,— que por mucho que ahorres, y por diar la maner.a de arrojar los dados para
Su ambición, muy natural en un padre, mucho que soples la gaita, no lograrás tu que saliera siempre el número más alto á
la hacia entregarse á proyectos descabella- intento. favor del que lo manejaba
dos. '—¡Ciertamente... y estoes lo que me De aquí nació su descuido y falta deonm-
A otra cosa se entregaba también Felipe, desespera!... plimiento y aun de asistencia á las funcio-
con harta y deplorable frecuencia, al vino, —En fin, ¿por qué no la dejas casar con nes, para las que le avisaban; de aquí nació
que llegó á ser una necesidad da su natura- Juan Gutiérrez?... si los chicos se aman.... el que nadie volviera á acordarse de él; de
leza. —¡Quieres callar! ¿Me crees capaz de aquí nacieron las deudas en la taberna y en
He conocido á pocos gaiteros que no ten- consentir una boda semejante? todas partes, y de aquí nació, por último,
gan muy desarrollada eiita afición. —Entonces... no veo el medio... espera; el que un día no hubiera pan en aquella ca-
Felipe frecuentaba la taberna de la aldea me ocurre una idea. sa, donde un mes antes reinaba la abundan-
con una asiduidad digna de otro objeto más — ¡A ver! Habla... cia y la alegría, que todos estos males lle-
noble. —¿Cuánto dinero tienes ahorrado? va en pos de sí la afición á enriquecerse sin
Pasar él por un sitio donde hubiera vino, —¿Qué es eso? Pretendes que te preste... trabajar.
y no beber siquiera medio cuartillo, era —¡Quita allá! Solo trato de proporcionar- Andrea conoció que su padre se habia des-
una cosa tan imposible como hallar la cua- te un buen medio para que te aproveches lizado por un mal sendero que le llevaba al
dratura del círculo, ó un inglés que no haya de él y reunas en un día lo que no podrás abismo.
pensado alguna vez en el suicidio. lograr en muchos afios. Una noche le oyó decir entre dientes:
En medio de su borrachera venia á asal- —¿Qué quieres decir?—exclamó el gaite- «que si el diablo acudiese á sus conjuros,
tarle la idea de dar á su hija un buen dote, ro aproximándose con ansiedad febril á su no tendría inconveniente en venderle su
y entonces resbalaba de lo lindo, formando interlocutor y bajándola voz. alma por una cantidad que le hiciera rico.»
proyectos á cual más impracticables. —¿Has jugado á los dados alguna vez? El miserable estaba perdido totalmente.
Andrea se reia al oírle, asegurándole for- —Nunca me ha ocurrido tentar la suerte Andrea, después que oyó aquella espan-
malmente que ella prefería por marido á por ese medio: el juego me repugna... tosa resolución, tomó su mantellina negra,
.Juan Gutiérrez, hijo de uno da los labrado- —Pues mira: en la ciudad hay una casa y se dirigió hacia la iglesia.
res más ricos de la comarca. donde admiten á todo el que se presente,
—¡Un labrador! — exclamaba Felipe; — con tal de que lleve alguna plata en los bol- V.
¡un labrador para t í ! . . . esto seria el colmo sillos: yo estuve un día en ella y me quedé Era la hora del rosario.
del escándalo. admirado al ver los montones de monedas El templo estaba sumido en nna profun-
—Pues me parece que la hija de un gai- de oro que ruedan sobre la mesa; allí se ar- da oscuridad, pues en el altar de la Virgen
tero no puede aspirar á otra cosa... os ase- riesgan sumas inmensas con el cubilete en de los Remedios solo habia dos luces de
guro que Joan Gutiérrez tiene amor, y... la mano; he visto ganar á un caballero en amortiguados reflejos.
—Te prohibo terminantemente que pien- una hora tantos ducados, que no pudiendo El señor cura empezó sus rezos, á los que
ses en ese pobre tonto. meterlos en los bolsillos, repartió unos contestaba el pueblo.
Andrea lanzaba una carcajada, y Felipe cuantos entre los que habían perdido... Andrea se colocó al pié de un enorme pi-
ÉL PERIÓDICO PARA TODOS. 77S

lar do piedra, envuelta entre la oscuridad, En aquel momento se dirigieron hacia la A ese era á quien debia castigar por su
y fijando sus ojos en la santa imagen de la sala de juego: el desconocido pidió el cubi- sacrilega conducta.
Virgen, le dirigió esta ferviente súplica: lete, y ofreciéndole á Felipe, la dijo: En esta disposición de áDÍmo llegaron á
—Virgen Santa, admite el gaorifioio de —¿Queréis tirar primero ó preferís que la aldea y ya muy entrada la noche.
mi alma por la salvación de la de mii pa- que lo haga yo? Uno y otro atravesaron en silencio las
dre; que él goce de la gloria de tu hijo; yo —Tirad... tirad vos... á mí me tiembla calles del pueblo.
admito el castigo á que él se haga acree- la mano. Las mujeres que habia tomando el fresco
dor. Virgen Santa, escucha la súplica que —¿Pero qué vas á hacer?—le dijo uno de en las puertas de sus casas le saludaban al
te dirige una hija desgraciada!... los concurrentes señalando áFelipe;—si ese pasar.
hombre no tiene un maravedí. Aun le tenían algún aprecio y cariño.
VI. —Esfe hombro me juega su hija contra Si hubieran sabido lo que acababa de ha-
Es fácil, casi seguro, que el hombre que dos mil escudos. cer le hubieran arrojado á la frente pie-
ha llevado una juventud juiciosa y morige- Y al decir esto arrojó su bolsa sobre la dras, como á la mujer adúltera; lodo, como
rada si prevarica alguna vez, vaya más mesa. á los miserables.
allá de lo probable en el camino de su per- Entonces todos los jugadores se agrupa- Llegaron, por último, ácasa del gaitero.
dición. ron en derredor de aquel padre feroz y des- Felipe empujó la puerta con mano tré-
Esto fué exactamente lo que pasó con naturalizado, y do aquel libertino sin ver- mula, y desde el zaguán pasó á una de las
Felipa. güenza. habitaciones interiores, seguido de su im-
Su intemperancia por el juego no recono- El joven asió el cubilete, le agitó por en- placable compañero.
cía límites, y como que siempre perdía, cima de su cabeza y dejó caer las bolas Al penetrar en la sala un espectáculo ex-
aquel encarnizamiento de la mala suerte le sobre el tapete. traño le hizo exhí-.kr un grito.
enoendia la sangre, haciendo que su imagi- Salió el número cuatro. Andrea se presentó á sus espantados ojos
nación, apurando ya los medios lícitos de —¡Mal punto!—exclamó encogiéndose de en Hn ataúd, flanqueado por cuatro velas
adquirir dinero, le sugiriese los más ilíci- hombros. de cera amarilla, mientras que la campana
tos y reprobados. Felipe dio un suspiro do satisfacción: de la iglesia doblaba pausadainente el cla-
Un dia llegó á reunir, Dios, sabe cómo, tenia cien probabilidades contra una de mor dolos difuntos.
cierta cantidad, y partió hacia el infame apropiarse los dos mil escudos. Felipe se precipitó hacia su hija lanzando
garito con esa tenaz esperanza que no aban- Asió con mano febril el cubilete, y des- una exclamación de alegría.
dona al jugador hasta que ha perdidoso úl- pués d& agitarle violentamente, tiró los —¡Muerta! ¡oh! ¡gracias. Dios mió!... la
tima moneda. dados y cerró los ojos. habéis sustraído á su deshonra!
La suerte no varió ni un ápice. —¡Ha perdido!—exclamaron todos á coro. Y cayó exámime al pió del ataúd.
A la media hora de entrar en la casa es- Felipe entonces vio sobro la mesa el nú- VIII.
taba sin un escudo. ro dos.
Felipe estaba en un oscuro rincón me- Andrea ya no le pertenecía. Cuando recobró el sentido se encontró
sándose los cabellos y maldiciendo su for- Cinco minutos después salia de aquella en su lecho.
tuna, presa de esa terrible calentura, que casa fatal con dirección á la suya, acompa- Andrea estaba á su lado ostentando con
hace una ñera dispuesta átodo del hombre ñado del otro jugador que iba á tomar po- alegría sus galas de desposada, porque ea
que ha perdido, cuando una mano, posán- sesión de lo que legítimamente, á su juicio, aquel alba risueña y misteriosa de un dia
dose en su hombro, le hizo salir do aquel le pertenecía. de Junio iba á casarse con Juan Gutiérrez.
estado de febril exaltación. —Vamos, padre mío,—lo dijo,— ya nos
Un hombre alto y seco estaba en su pre VII. estarán esperando en la iglesia... levantaos
sencia. y no seáis perezoso.
—¿Qué me queréis? — preguntó Felipe Caminaron en silencio toda la tarde, el Felipa se frotó los ojos y recorrió la ha-
con seco y destemplado acento. uno gozoso, el otro con un infierno en el bitación con asombro.
—¿Parece que habéis perdido? — le dijo corazón. —He tenido un mal sueño, — dijo luego
su interlocutor sonriendo diabólicamente Hasta entonces no se habia patentizado que se cercioró do la verdad;—una pesadi-
—¿Qué os importa? al gaitero lo infame de su conducta. lla espantosa.. Has de saber...pero no, con-
—Es que yo vengo á proponeros la re- ¡Había jugado á su hija!... ¡ásu amor!... viene que no lo sepas... oye, hija mía, es
vancha. ¡á aquella niña que fué la alegría, la ben- preciso que pongamos hoy dos cirios en el
—No tengo ya ni un miserable ducado.. dición de su casa durante tantos años!... ¡á altar de la Virgen de los Remedios... para
—Pero peseeis una cosa que vale muchos aquella hermosa muchacha á quien habia que nos libre de las tentaciones del demo-
—¿Qué queréis decir?—preguntó Felipe querido casar con un emperador, y que á nio.
que no recordaba que en su oa^a hubiera la sazón estaba sin pao y medio desnuda PEDRO ESCAHIIU.
un objeto que vallera un maravedí. por los desórdenes de su padre.
-Vamos, ¿queréis jugaros vuestra hija ¿No era esto horrible y espantoso? «•«<»-
contra dos mil escudos? Pues habia aun algo más espantoso y HISTORIA DE «N SOMBRERO BLANCO.
Y el desconocido acompañó estas pala- horrible: el tener que separarse de ella pa-
bras con una bolsa, por entre cuyas verdes ra siempre y entregársela á un libertino
mallas se veía brillar el oro. audaz, que el dia que se viera sin dinero la
Felipe retrocedió espantado: se le Agara- arriesgaría otra vez al juego contra un mi- IMPRESIONES DE VIAJE,
ba que habia oido mal, que era presa de serable puñado de monedas. POR DON TORCUATO TARRAGO.
una espantosa pesadilla. ¡Entregar su hija á tal hombre!...
Pero el sonido de las monedas y la pre- ¿Yquién?... ¡Su mismo padre!...
sencia de aquel hombre le probaban la rea- (Continmeion.)
¡Qué diría Andrea al verle entrar en su
lidad. casa... al saber que su padre la habia ju- Yo habia formado, ó mejor dicho, madu-
Tuvo impulsos de precipitarse sobre él y gado! rado el plan quo me proponía seguir en el
estrangularle entre sus manos. Estas tardías reflexiones levantaban una asunto del rapto, tanto más, cuanto este no
Iba á hacerlo ya, pero sus ojos se fijaron tempestad en la mente del gaitero. complicaba oon la aparición do don Pablo
en la bolsa, y conteniendo su primer movi- Tenia fiebre. Cifuentes, y contesté:
miento de indignación, preguntó con la ma- Llevaba un cuchillo oculto en el pecho, —Ya le dijo á usted anoche, que estoy
yor ansiedad: y sentia impulsos de clavársele á aquel j o - dispuesto. Croo que debemos llegar á Cór-
-Pero qué, ¿se juegan también las mu- ven en el corazón. doba á las doce del día. Como el calor es
Pero, ¿por qué? grande', descansaremos en esa población
El miserable estaba vencido, subyugado. El verdadero criminal, el verdadero in- hasta las cuatro. Es decir, que á las tres, á
—Vamos, ¿aceptáis ó no?— le dijo aquel fame no era el mancebo, sino el padre des- la hora de la siesta, en que hay la misma
hombre. naturalizado y cruel que se atreve á jugar soledad que en las horas de la noche, lleva-
—Pues bien, acepto, y el diablo sea con- lo más sagrado y querido que hay para él remos adelante nuestro pensamiento.
migo. ea 8a casa. —Pero 8s me ocurre un inconveniente,
774 EL PERIÓDICO PARA TODOS.

—observó de nuevo don Fernando. Don Fernando y yo alquilamos una lan- —¿Con que este caballero es?...
—¿Cuál? cha, y á pretesto de dar un paseo por el rio, —Su hermano de usted, su verdadero
—Como Andrea debe hacer el papel de nos hicimos conducir delante de la casa de hennano,—exclamé con toda la energía de
hermana da usted, no sé cómo la colocare- Andrea. Aunque hacia un calor sofocante, mi alma.
mos en la diligencia, pues todos los asien- mülhaya si nos cuidábamos de tal cosa. Pero don Fernando no comprendió todo el
tos están ocupados. Al cabo de algunos pasos observó que se valor de mis palabras.
—Descuide usted, amigo mió ,—contesté asomó á uno de los baleónos da la posesión La hermosa niña principió á derramar
restregándomelas manos. — En la berlina una preciosa niña, una flor en capullo, for- abundantes lágrimas, que corrían silencio-
queda un asiento ; yo he pensado tomarlo, mada por el aliento de la primavera, y que sas por sus pálidas mejillas. Se comprendía
Suplicaré al bueno del señor Ibaflez que pa- al ver á don Fernando hizo uno de esos can- que experimentaba una lucha horrenda en
se á aquel departamento, y el que deja va- didos movimientos que tanto pueden ser de tíl fondo de su corazón.
cante lo ocupará mi hermana. alegría como de dolor. Después exclamó, como sí hablara oonsi-
Di á esta frase tal expresión, que don —Hélaallí,—exclamó don Fernando.— g3 misma:
Fernando me miró algún tanto alarmado. ¡Es hermosa! ¿no es verdad? ¡Y pensar que — ¡Imposible!
Sin embargo, su satisfacción ofuscó la si este negocio me sale bien, esa quinta, — Entonces, ¿por qué me has hecho ve-
vaga inquietud que le poseía. ese jardin, esas tierras y otras muchas más nir? Si en el momento de la prueba vaoilas
pueden ser mias!... ¡mias, p^irque Andrea y dudas, ¿por qué me haces entrever la es-
VIII. es la única heredera! peranza para robármela al instante?
En e¡ que se verá cómo también hay raptos novelescos Yo conocí toda la bajeza do aquella alma; —¡Oh! comprendo que tienes razón, que
en pleno siglo XiX. pero me resigné á callar hasta el tiempo me reconvienes con fundamento; pero mi
Ya he dicho que teníamos que detenernos | oportuno. corazón no tiene fuerza para obrar.
en Córdoba durante las horas de calor, y Seguú pues, toda la aventura. —Sí, no tiene fuerz i; pero mañana ó el
que puesto en connivencia con nuestro mo- Don Fernando saltó á tierra, y yo seguí | otro vendrá tu papá, y entonces serás la víc
derno Lovelace, pensábamos robar á Andrea sus pasos. El barquero recibió orden de es- tima, entonces te impondrá un esposo, te
á eso de las tres ó tres y media de la tarde, perarnos á la sombra de un grupo de árbo- obligará áser mártir por toda la existencia.
con el objeto de que no hubiera más tiempo les, mientras que el seductor hizo señas á — ¡Dios mío, Dios mío! ¡qué desgraciada
que el que pudiera mediar para emprender Andrea para que se dirigiera alas rejas del soy!
inmediatamente la caminata para Sevilla. jardin. Don Fernando se hallaba en una^situacion
En un momento de profunda meditación, Afortunadamente la frondosidad de los penosa.
habia calculado lo que me correspondía ha- árboles nos ocultaba á la vista de los que —Por lo tanto,—continuó el joven,—es
cer; lo cual era cargar con la responsabili- por casualidad pudieran observarnos. preciso decidirse: el tiempo vuela: la dili-
dad de aquel rapto, prohibiendo en absoluto A aquella hora ardiente del medio día, gencia marchará pronto y ya no es tiempo
que don Fernando adquiriese autoridad al- nadie podía imaginarse lo que iba á pasar. de arrepentirse. Yo he venido á buscarte: yo
guna sobre la inesperta Andrea, y manifes- Don Fernando casi me miró en aquel mo- he corrido multitud de leguas para que nadie
tando en último estremo las relaciones que mento como un estorbo; paro yo le indiqué pueda quitarme el tesoro que más amo en la
me upian con la familia de esta. que era preciso no separarnos. tierra. No olvides que los momentos vuelan
No dejé de meditar que la fuga de An- Poco tiempo tuvimos que esparar. La be- y que las vacilaciones en esta ocasión puedan
drea me colocaba en una situación algún llísima señorita apareció al fin en una de ser para nosotros la eterna desventura da
tanto embarazosa; pero no me parecía pru- las rejas, pálida, convulsiva y trastornada. nuestros corazones.
dente descubrirlo todo, pues el escándalo Era de una singular hermosura. —¿Pero qué hacer?
pudiera ser mayor. — ¡Andrea!—exclamó don Fernando con —Venirte conmigo.
Si hubiese estado en Córdoba el padre de un tono declamatorio. —¿Ahora mismo?
Andrea, nada más sencillo que prevenirle el La niña estaba tan asustada, que no re- —Sí, no puede ser de otro modo.
golpe que lo amenazaba; pero este padre paró en mí. —¿Y á dónde ir?... ¿á dónde?
negligente, habia dejado á su hija entrega- — ¡Fernando! ¡Oh, Dios mío! ¡Tú aquí!— —A Sevilla, á Cádiz; en ambos puntos hay
da á criadas de confianza, y ya se sabe lo contestó la niña llena da verdadera tribula- sacerdotes que bendecirán nuestra unión. Si
que estas pueden hacer en casos semejan- ción. esto no es posible, tendremos delante de
tes. Dar parte á la autoridad era más difícil —Aquí me tienes, bien mío. Recibí tu nosotros todos los caminos del mundo. El
si se quiere: entonces no teníamos el telé- carta y he volado en alas de nuestro amor. océano será nuestro escudo.
grafo eléctrico, y por lo tanto me decidí á Ahora, los momentos corren, la ansiedad — ¡Ah!... ¡no!... ¡no!...
obrar como debía en aquella ocasión, sin crece, la diligencia espera... Ha llegado el Habia tal energía, y tan noble resisten-
perjuicio da avisar á don Pedro do Pantoja momento de huir del yugo que te amenaza; cia del pudor ofendido, qte estuve tentado
en la primera parada, para que inmediata- huir de la tiranía de tu padre, huir de la so- por echar á rodar á don Fernando y acabar
mente acudiese á Cádiz a recoger á su bija. ciedad que todo lo envenena. Sigúeme. con aquella repugnante farsa; pero la escena
No dejó de ser embarazosa para mí la cir- Andrea quedó más turbada que antes, y tomó en aquel instante un interés bastante
cunstancia de que también iba en el coche comprendió el abismo que sa abría á sus dramático, y esperó al resultado.
don Pablo Cifaentes, ó sea el presunto espo- pies. —Está bien, —gritó don Fernando con vez
so de mi conclescendíente hermana; pero —¡Huir! ¡oh!... ¡yo no tengo valor para solemne y fúnebre al mismo tiempo.—No
Cifuentas iba tan entusiasmado con doña tanto! creía que me r^ompensaras con la más ne-
Clotilde de Bustamante, que acaso no se Don Fernando me miró con terror cre- gra ingratitud. Adiós, Andrea... Adiós pa-
detendría en Córdoba tan solo por seguir al ciente; pero decidido á no perder terreno, ra siempre. Hemos terminado. Tengo des-
lado de la inconsolable viada. dijo: garrada el alma da dolor; mientras tú, ca-
Hechas todas estas reñexione8,yuna vez —¿Conque... no tienes ¡ingrata! valor pa- minarás al altar para ser del hombre que tu
en Córdoba, me puse á la orden de don Fer- ra huir en mi compañía? padre te destina. Adiós: me faltaba esta
nando. Este se hallaba trémulo y confuso, —¡Yo!... ¿y mi padre, Fernando? último y terrible desengaño! ¡Ah! tú lo
pero decidido. —¿Y nuestro amor, Andrea? quieres, ingrata!...
Como teníamos tres horas de qué dispo- —¿Y mi nombre... mi honra? ¡Imposible! Y don Fernando, á semejanza de Valero
ner, había tiempo de sobra para todo. La joven se cubrió el rostro con las ma- y del insigne Latorre, dio cuatro inseguros
Andrea de Pantoja vivia en una magní- nos, sin tener conciencia da lo que le su- pasos, levantó las manos y los ojos al cie-
fica posesión que se estendia á orillas del cedía. lo, y lanzando una especie delgruflido feroz,
Guadalquivir, y como á tres kilómetros de —¡Con que dudas de mí! ¡Tu honra y tu hizo el papel como que huía de aquel lugar
distancia de la población. Su elegante oasa nombre! ¿Cómo no respetar lounoy lootro? infortunado.
de reoreo daba frente al rio, mientras que Por eso he querido asociar á un amigo mío Yo permanooia inmóvil como una esta-
á la espalda había un dilatado jardín lleno en este negocio. Esta caballero que aquí tua, no sabiendo sí reírme ó enfadarme con
cipreces, palmeras y naranjos. Este jardín- ves, tiene el especial objeto da aparecer co- la escena que sa verificaba ante de mí.
kuerta, estaba oeroado, tenía rejas al cam- mo hermano tuyo. Entonces pasó por Andrea el sentimiento
po 7 una puerta para el paso de los horie- Miróme Andrea en aquel instante domi- del amor y de la exaltación en toda su in-
laooa. nada por el terror de las oireunstaneiai. esperienoi»; 7 dominada 7 venoida, exclamó:
4
EL PERIÓDICO PARA TODOS. 775

— ¡Fernando!.. ¡Fernando! Detente en efluvios que se aspiraban con el aire, con ¿Y Mercedes?
Hombre del cielo Escucha á esta infolíz: las emanaciones del mar, con los encantos Voy á presentársela á ustedes siete años
compadécote de las lágrimas que derramo; de la noche, produjo en nosotrc^s ose pricner más tsrde.
Sí, estoy decidida... iré donde tú ¡o exijas... eslabón de la cadena de la viJft, que consti- Paseando una tarde por el Retiro, oí una
Tu caballerosidad escudará mi nombre. tuye la primera esperanza y la primera di- voz dulce y CHriñosa que me llamaba.
Cúmplase la voiunísd del cielo! chí de la juventud. —¡Eduardo!... ¡Eduardo!
Fernando volvió loco de alegría, y en ¿Qué era yo entonces? Un triste alférez de Volví la cabeza, puesto que mi nombra
pocos instantes se arregló la fuga. Andrea infantería que estaba de guarnición en el era el que acabo de escribir, y me encontré
debía volver inmediatamente á sus habita- punto donde se hallaba Mercedes. ¿Qué era con dos señoras que para mí eran al pronto
ciones; preparar un saoo de ñocha con la Mercedes? La hija de un modesto cantador desconocidas.
t-opa más indispensable y sus joyas más pre- de Hospital ^ l i t a r que- apenas tenia bas- —¡Qué! ¿no nos conoce usted?—eiclamó
ciadas, y en seguida salirse por la puerta tante sueldo para atender á las necasidades la señora mayor.
del jardín, puesto que aquel sitio estaba de su familia. —Calla, ¡doña Cándida!—respondí asom-
completamente solitario. Ella y yo nos amamos, nos adoramos, y brado.—¡Usted por Madrid... y tamhien
Después marcharíamos á la salida del llegamos hasta el paroxismo del amor. Era Merceditas!... es decir, mi antigua amiga...
puente; j allí, yo y Andrea nos dirigiría- aquello una adoración perpetua. Lágrimas, Porque, en efecto, delante de mí, tenía á
mos á la administración de diligencias, y suspiros, enojos, celos, delirios, todo cuanto la mamá de mi olvidado amor, y al objeto
Fernando iria por otro lado. Andrea lleva- , cabe en descorazones sin malicia,existia en principal de él.
ría el rostro cubierto con un velo para no nosotros; y en prueba de ello, voy á ver si Mercedes era entonces una preciosa jo-
ser Genocida. recuerdo uno de aquellos diios de la juven- ven do veintidós á veintitrés años; de as-
La inocente muchacha desapareció de la tud, en que no cabía duda, an que la fé era pecto sentimental, bella, sí, como siempre,
reja, y entonces don Fermando exclamó sin superior. pero triste y algún tanto pálida.
cuidarse de la influencia que pudieran tener I —¿Me quieres?—decía yo ciento veinte Las dos señoras iban vestidas de lato.
estas palabras: . veces durante la noche. —Ya ve usted,—exclamó doña Cándida
— ¡Ah! esto es ya otra cosa. Siempre es , —Demasiado,—-respondía ella otras tan- suspirando. — ¿Quién habría de figurarse
bueno hacer uno esta clase de papeles, cuan- tas. que le habíamos de encontrar en esta sitio?
do media Ja mano y la fortuna de la hija del —Sin embargo, cuando me vaya, ya verás —¿Viven ustedes en Madrid?—pregunté
rico propietario don Pedrs de Pantoja. |I cómo me olvidas. con vivo interés, no sabiendo si mi pregun-
Estasjalabras me hicieron comprender —No, tú eres quien más pronto me olvi- ta era hija de la curiosidad ó de otro senti-
que don Fernando era un truhán indigno de darás. ¡Yo! ¡Jamás! miento más grande.
nn amor tan ¿amante y de una amistad co- - Y yo... nunca. Doña Cándida lanzó entonces un profun-
mo la mia. —Júralo. do suspiro, y contestó;
Me hice el desentendido, pero me encontré —Lo juro. — ¡Ay amigo mió! Hace ua año que me
más dispuesto que nunca á cumplir con mi Y ambos á dos con toda la formalidad po- quedó viuiia, y como mi esposo alcanzaba
deber. sible hicimos una cruz y la besamos, y... bastantes años de servicio, tengo una corta
A poco rato se abrió la puerta del jardín lo más gracioso del caso esj que creíamos lo viudedad, con la que vivimos mi hija y yo
y apareció la infeliz Andrea más trémula que decíamos. en esta corte. Ya no volverá para nosotros
que antes. Se conocía perfectamente que Cuatro meses estuvimos jurando y reju- aquella casita bknca que estaba siempra
aquella niña no tenia conciencia de lo que rando; pero alo mejor.... ¡Un barcol ¡El re- delante del mar como una gaviota... Pero,
estaba haciendo. levo! La desesperación, la despedida, el úl- ¿y usted, amigo raio? ¿qué ha sido de usted
(Se conlinuari.) timo adiós, nuevas promesas, juramentos y durante el largo tiempo de nuestra au-
lágrimas. sencia?
LA ESCALA DE LA VIDA. Sí, señores, ¡lágrimas! Porque yo lloré Tuve entonces el deber de referir mi his-
con ella, como se suele decir, á moco ten- ti^ria, la cual estaba reducida á muy pocos
H I S T O R I A DE TODOS LOS DÍAS dido. detalles: que habla seguido mi carrera mi-
¿Lo querrán ustedes creer? Hasta aque- litar, y que á la sazón era capitán de reem-
I. llos momentos no supe cierta virtud que se plazo.
Era Mercedes una muchacha bonita entre atribuye alas escobas. Puestas beca arriba, Mientras yo hacía mi relación, Mercedes
Jas benitas: tenia ojos negros, buca peque- y con dirección al viento, éste, siendo con- se ponía sucesivamente pálida y encen-
ña, cutis moreno claro, nariz regular y pe- trario, no varía hasta que se cae la escoba. dida.
lo negro como el azabache. Todas las gra- Mercedes logró por espacio de tres dias —Y... ¿no se ha casado usted? —acabó
cias tentadoras que siempre fueron los ene- detener al viento levante; poro un maldito por preguntarme doña Cándida, con cierta
migos capitales de los hombres, se hallaban gato derribó la escoba, y e! aire que debia curiosidad que no estaba exenta de inten-
en aquella linda chica de diez y seis favorecer nuestra aavegacion, saltó en se- ción.
afios. guida, —Señora,—contesté riéndome,— ¡quién
La noche que la conocí, era una noche de Al día siguiente, partí exclamando: se casa en estos tiempos!
primavera. Había luna, y estábamos cerca —Adiós, Mercedes, adiós esperanza mia, Mercedes me miró como sí me reconvi-
del mar: ella estaba asomada á un balcón adiós mi corazón mi alma... Yo te juro que niese, y lanzó un apagado suspiro.
pintado de verde que pertenecía á una casi no te olvidaréjamás. La conversación se hizo general y iSagní
ta muy blanca, y yo me encontraba casual- Pero resonó la lona sobre mi cabeza, y el mismo paseo que ellas. Yo no sé por qué
mente delante de aquel balcón, de algunos me alejé de aquella niña inocente y cando- causa, toda mi pasio» antigua se fué repro-
cuadros de flores y del Mediterráneo. rosa. duciendo poco apoco. Mercedei estaba mu-
El que se haya visto alguna vez entre II. cho más hermosa que cuando yo la conocí:
esas tres juventudes de la naturaleza, las ga había desarrollado; ya no era la niña
flores, las mujeres y 1» luna, sabráloque es ¿Duraron aquellos amores?— pregunta- que no tenia conciencia da sí misma, y sí
el goce misterioso y profundo del amor. rán la mayor parte ó la totalidad do mis la joven que tenia la aureola de la belleza y
Por esto se explica que yo me enamorase lectores.—Sí, duraron,., loque duran las de la juventud.
de Mercedes como si la hubiera conocido to- flores, lo que dura el crepúsculo, lo qua du- Cuando dejó á mis dos amigas en su casa
da la vida. Me acerqué á ella, la habló, le ra la felicidad. de Ja calle de Luzon, núm. 8, cuarto 3.°, so-
expliqué lo que sentía, y nos compren- Mercedes principió á esoribirma su dia- licitó permiso para visitarlas; y á los tres
dimos. rio de la vida; jo le correspondí de la mis- dias, Meroedes y yo nos amábamos da
¿Qué pasó desde entonces? Hé aquí lo ma manera. Durante quince dias, las pági- nuevo.
qjje, hoy que han trascurrido cuarenta años nas eran pequeñas para contener tanto po ¿Pero era aquel amor tan firmo, tan per-
desde entoncea, no «abré explicar. Yo le di- te amo, y tanto no te olvido: luego los ren- fumado, tan lleno de ilusiones como el pri-
je lo que sentía: yo le expliqué con todo el glones se ensancharon; y por último, las mero? No; es preciso confesarlo: Mercedes
entusiasmo de la juventud lo que me pasa- cartas quedaron reducidas á muy cortos pe- no vivia para un mundo de ideólogos y Co-
J^a, j A1Í<^> 4"^ "^ ^^^^^ también posoida de ríodos. fiadores, y con los ñños habia adquirido al-
^1(01 oi»gi>«túimo dol eovfaov, de aquellos A loa mitro meses sa aoabd todo aquello. go de las prácticas de la vida.
776 EL PERIÓDICO PARA TODOS.

Año y medio duró aquella la- LA HIJA DEL GAITERO. ñor anciano que ma miró como
na creciente de nuestro amor. un huésped importuno.
iPor qué no nos casamos? ¿Por — El señor es un antiguo
qué amándonos de veras desde amigo mío,— exclamó Merce-
la niñez no llegamos á ser el des, presentándome al recien
uno para al otro? Porque h a j llegado.—Le conozco desde que
problemas que ni el corazón ni tenia diez y seis años, y mi ma-
la sociedad pueden resolver. dre le apreciaba mucho.
Hoy ocurre todo lo contrario Yo me inclinó.
de lo que pasaba en los tiempcs —Tengo el gusto,—continuó
olásioog de nuestros padres Mercedes, dirigiéndose á mí,—
Nuestras relaciones acabaron de presentar á usted al señor
por conveniencia... conde de Tres Estrellas.
¿Por qué queriéndonos y Y luego prosiguió dirigién-
amándonos tanto... ? dose al conde:
Pues ahí verán ustedes. — El señor coronel donEduar-
III. do da Torrogrosa.
Con la nueva visita, com-
Entra Mercedes y yo hay un prendí que había algo da emba-
encadenamiento de toda la vi- razoso en todos los presentes,
da. Después de nuestro rom- y me despedí de Mercedes.
pimiento, ¿era posible que en- ¿La volví á ver después?
tre Mercedes y yo quedara la Una vez tan S' lo: poro antes
ceniza de nuestros pasados amo- da decir dónde y cómo, refe-
res? Pareóla, si no imposible, riré el presente suceso.
muy difícil al menos, y sin em-
bargo, de nuevo volvió á apa- IV.
recer en el o»mino de mi vida.
Paseaba una mañana al cabo Doce años después de mi en-
de diez años por este mismo cuentro con Mercedes y el con-
Madrid, abismo de todas las es- de de las Tres Estrellas, era
peranzas é ilusiones, cuando al yo brigadier y me encontraba
descender por la Carrera de de gobernador en una de nues-
San Gerónimo con dirección al tra.s plazas de guerra.
Prado, tropecé con dos señoras Un dia recibí una carta que
que subían en dirección opues- tenia el sello de Madrid y la
ta á la mia. abrí creyendo que era de algu-
Una de aquellas dos mujeres na de mis muchas relaciones;
más alta que la otra, volvió la pero ¿cuál seria mi sorpresa al
cabeza de repente, y se fijó ver que estaba firmada por Mer-
en mí. cedes?
—¡Eduardol —^^exclamó, con Yo no FÓ qué decir de la sen-
ese acento de íntima confianza sación que esperimenté en aquel
que inspira el buen trato y la ANDRE.\... (Pág. -/ll.) instante, pero lo cierto es que
más cariñosa amistad. tenia frío sin saber por qué.
— ¡Ah!—respondí yo admirado ¡usted Hablamos de todo, especialmente da lo Entonces leí aquella carta que tenia el co-
aquí, amiga mia! lor del otoño, si es que puedo valerme de
—Lo he conocido á usted,—contestó mi —¡Qué tiempos aquellos! Cuánta dicha '' esta frase, la cual decía lo siguiente:
antiguo amor,—y no he tenido reparo en entonces, cuánta decepción ahora! Ahora i «Mi bueno y antiguo amigo: la mujer que
detenerlo. Dispénseme usted. todo es mentira, pero con la mentira os ne- 'nuncale ha olvidado, vuelve á colocarse en
— ¡Cómo dispensarla cuando al varia de cesario vivir en este mundo egoísta y mise- j el camino de usted. Estoy pobre: llamo á
de nuevo recibo la más grata de las sor- rable. I las puertas de mis conocidos y todos me
presas! Después de este rasgo de filosofía social, ' la cierran. El dia de hoy para mí es lúgu-
Nos miramos. Sin duda debíamos estar Mercedes me dijo que era viuda; quo so ha- bre: el de mañana es horrible. Vivo... ¡dón-
desconocidos, porque diez y seis años no so bía casado por conveniencia con un rico ma- de, Dios mío! En una miserable boardilla
pasan impunemente; sin embargo, ¿quién yorazgo de 1* provincia da Salamanca: que de la calle de Lavapiés. ¿Podré merecer de
no refresca su imaginación y su espíritu con no tuvo hijos, y quo á la sazón sostenía un uf=ted un favor y un recuerdo al mismo
lo8 recuerdos pasados? ¡A.h, tiempos funes- pleito con unos sobrinos de su esposo. Me tiempo? No me atrevo á sor más explícita.
tos que pasáis para no volver! habló de sus comodidades, de su carruaje, La vergüenza ahoga á la que conserva el
Sostuvimos una lijera conversación, y de sus abonos en los teatros, de su hastío, recuerdo de usted y siempre le estima.
Mercedes, mujer ya da esperiencia y do de todo. Mercedes.»
mundo, me dijo: —¡Qué verdnd es,—prosiguió, — que el
—Vaya usted á verme, amigo mió: vivo corazón se petrifica, que el alma se hace ¡No era esto, Santo Dios, perdirme una
calle del Principéis, piinoipal; allí tiene egoísta; que hasta las ideas se hacen cóm- limosna! Yo entonces tomé una cantidad y
usted su casa, pues yaaabe que soy siempre plices de ese desprecio profundo con que vi- la remití en letra.
la misma. vimos en medio da esta soeieda'd descreída!
Este siempre la misma mo animó, y al Yo estaba admirado; y en pago de aque-
dia siguiente la visité. ¡Qué lujo! ¡qué tra- lla seria do confianzas, manifesté á Merce-
to! ¡qué mueblaje! Aquella casa tenia el tren des que también me había casado, que no V.
de un palacio. Mercedes me recibió en su era muy dichoso en la vida matrimonial, y
jabinetito forrado de raso color de perla que era coronel! Como he dicho más arriba, he vuelto á
bordado de abejas de púrpura. —¿Con que no es usted feliz? Eso consis- encontrar á Mercedes.
Mercedes era otra. Habla adoptado las te en que ni usted ni yo supimos unir núes Cuatro años más tarde, retirado ya y re-
formas y las maneras de la gran sociedad: tra respectiva media naranja. i ducido á mis achaques y á mi vejez, me diri-
tenia cuatro doncellas á su inmediato ser- Ea aquel momento sonó la campanilla; ' g í u n a tarde do invierno á uno de los ce-
vicio, aspiraba un>i8 fl ras rarAS y precio- yo vi á Mercedes algún tanto inquieta, pero I monterios de Madrid.
sas sostenidas en verdaderos jarrones del disimulando perfectamente, aguardó áque Paseábame por uno de los patios, cuando
Japón. la puerta se abriera, pres»ntándoge un s > ' trajeron un oadáveren una humilde caja de
ÉL PERIÓDICO PARA TODOS. 777

esas que haj en las parroquias L\ ESCAL\ DE LA VIDA. tarse el odio contra los enemi-
para enterrar á los pobres. gos de su patria al perder un
Colocado el ataúd en el sue- esposo amado.
lo para dar sepultura al ca- Tras este acto de valor, to-
dáver, contemplaba fríamente dos fueron héroes, y ante aquel
aquella última escena de la heroismo los enemigos huye-
existencia humana, cuando no ron como llevamos dicho.
pudeméncs de lanzar un grito. Después de la victoria, los
— ¡ Mercedes!.,, ¡Merce- valientes coruñeses acudieroná
des! dar gracias al Altísimo.
—¿La conoce usted?—excla- Las campanas de la colegiata
mó una vieja que la aoompa- lanzaban al viento sus religio-
fiaba. sos sonidos, y hombres y mu-
—¿Luego es ella? jeres derr&maban lágrimas do
—Sí señor... Ahila tiene us- agradecimiento; ese dulce can-
ted. Ella tan brillante; ella que to que conmueve las fibras más
gastó, triunfó, vivió en el lujo nobles del corazón humano.
y tuvo una existencia lleca de La misa y el Te Deum se ha-
placeres... Ahí la tiene usted. bjan terminado, y el numeroso
La infeliz ha muerto de ham- gentío que á duras penas podia
bre! contener la iglesia, se eocaminó
Pocos momentos después, la á la puerta de los Aires, lle-
tierra caia sobre aquel cadá- vando el gi'ZO más puro dentro
ver y desaparecía de mis ojos de sus pechos.
para siempre. Pasaremos por alto la cere-
—¡He aquí,— exclamé, — la monia religiosa que tuvo lugar
escala de la vida! ¡Qué lección al dia siguiente, durante la
tan terrible presenta la vida de cual, todos los individuos que
Mercedes!... componían la cofradí.-* del Ro-
sario, distribuyeron crecidas li-
mosnas entre los pobres, y co-
piaremos el voto de la ciudad,
Esto contaba en una reunión del cual hemos prometido ocu-
de amigos, en el fundo de un parnos.
café, el viejo brigadier retirado Aquel voto, que copiamos del
don Eduardo de Tcrregrosa, á manuscrito del fraile francisca-
varios de sus amigos, entre los no, decía así:
que se contaba un servidor de «Eu la Coruña, día 8 del mes
ustedes. de Mayo, dia de San Miguel,
TORCCARTO T A I I I I A C O . año del Señor de 1589, decimos
nos los vecinos y moradores da
esta ciudad, habitantes y resi-
Una de aquellas dos mujfirc? más ailaqiio la otra, volvió la dentes en ella que aquí firma-
cabeza de repente, y se fijó en mí... (Pág. 776.) mos, por nos y á nombre de los
que en ella viviesen y residie-
por la mano de un oficial inglés que habia sen, que hacemos voto solemne áÓios nues-
DE AMANTE A VERDUGO. subido el primero resueltamente por una es tro Sefl¡r, que si nos liberta de los sol-
LEYENDA TRA.DICIONAIi
caia de asalto. Entonces arrancó de sus ma- dados de la reina de Inglaterra, que nos
nos la casi vencedora enseña, é hiriéndole tienen en el mayor aprieto y estremo, des-
POR DON ANTONIO DE SAN MARTIN. con un dardo, lo arrojó con las convulsio- de este dia hasta el de Nuestra Señora de
nes de la agonía sobre los que le seguian, la Visitación, ofrecemos, en lugar déla co-
(Continuación.) pisando después la bandera con denodado mida y otros gastos profanos que en dicho
furor. dia suelen hacerse, casar á quince doncellas
Agua» aceite, pez hirviendo y grandes María Pita había sufrido el dia antes una pobres, dotándolas con 20 ducados á cada
piedras llovido sobre los enemigos, cuando gran pérdida para su cor .zon. Su esforzado una, los cuales se han de repartir de entre
los pocos guerreros quo enoeiraba la C r u esposo se ofreciera al gobernador do la ciu- los vecinos de esta ciudad que hicieron el
fia no hacían más que prestar una débil ayu dad á escaramucear con los enemigos en dicho voto, y el mayordomo de la cofradía
da, bien convencidos de k inutilidad de unión con un puñado de valientes ciudada del Rosario ha de dar de limosna á todos
cuántos esfuerzos pudiesen hacer: el des- nos tan alentados como él, y fuera ya de los pobres que vinieren á su casa, de comer
aliento se había apoderado de ellos. las murallas, un valor, si se quiere teme- y beber,, pan . y. vino, pescado y carne en
y la Coruña hubiera sido suya; pero á la rario, les impulsó á acercarse demasiado al dicho dia, por razón de la comida que el di-
vista del sexo débil, á la vista de los ino- campamento enemigo. A pesar de que era cho mayordomo solía dar á los cofrades.»
centes nifios, cuyas débiles manos también de noche y la oscuridad profunda, fueron Dios habia oído el religioso voto, y el dia
hftoian caer sobre los contrarios objetos de apercibidos por un centinela y rodeados por , de la Visitación de Nuestra Señara, los in
destrucción, todos procuraron salvarse y uii emjambré de ingleses, cuyo númerocre gleses dejaron libre nuestro suelo, cuando
salvará sus madres, á sus esposas y á sus cia por momentos. este contaba con menos medios de defensa.
hijos, quedaban una muestra de tan herói No se acobardaron por eso nuestros va- Desde entonces, todos los años se celebra
00 valor. , , , , lientes, pues arrojándose con ímpetu sobre en tal día una función religiosa, única ce-
tPreoiso es contegarlo! Las mujeres, en sus contrarios, lograron abrirse paso á tra- remonia que se conserva como _ recuerdo del
ios casos eXUemos, valen más que los hom- vés de ellos, sembrando el desorden más ^ voto hecho por nuestros antepasados
bres, y Maria de la Cámara y Pita, esa her- espantoso en sus filas.
mosa heroína i>- quien por su renombrada Sin embargo, fueron psrseguidoí con te- IV.
hazaña concedió l?elipe II el grado y sueldo son hasta lar mismas puertas de la ciudad, Hlrapto.
de alférez, trasmisíSie hasta la cuarta ge en donde el esposo de María Pita recibió Eran las nueva de la noche, y. una
--..p.„„.„
gran fo-
neraoioD, es una prueSa de esta verdad. una herida de arcabuz que le dejó muerto gata ardia en la calle de los Herreros, en
Si en ella hubieran Sicumbido los demás en «1 acto. torno de la cual saltaban alegremente mul-
guerreros, pues la bandb^a enemiga ya se Justo era, pues, el deseo de venganza de titud da honrados pecheros de la Coruña y
desplegaba dominando losuuroB, sostenida la heroína; aeoesariamente tenia que aumen- BUS oeroauias, en celebridad del fausto dia.
778 EL PERIÓDICO PARA TODOS.

Apagaban el calor producido por la foga- merece, quien la acompañe y la haga di- ro que salían de la casa, tomó, aunque con
ta con sendos tazones de vino, y volvían á chosa toda su vida. cautela, el camino más corto que conducía
danzar con más ardor al compás de una gai- —¡Señor!... ¡Señor!...— murmuró la jo- á las »fuerfts de la ciudad.
ta, instrumento que en Galicia sirve para ven bajando la vista y acercándose más y Luego que se halló en el campo, hizo so-
anunciar las principales festividades. No más al lecho de la anciana. S" v nar un silbato, á cuyo agudo son apareció
Aap pracesion sin tarasca, dice un antiguo —¿Quién son esos hombres, y j a mia?— un soldado que llevaba un caballo por la
refrán del país. preguntó esta mirando á uno y á otro con rienda.
Bn un pequeño y angostó portal que ha- asombro.—¿Quiénes, y qué no* quieren?... La joven, entonces, pudo sacarla cabeza
bía al extremo de la calle, se hallaba un jo- —Estos hombres, — contestó el capitán, de entre la capa que la envolvía, ó implo-
ven vestido con el traje militar y adornado --son dos personas quevienen á libraros de rar con voz sofocada y temblorosa la pro-
con las insignias do capitán, sin hacer caso la inquietud en que estáis pcj-el porvenir tección del soldado, que no pareció conmo-
alguno de la bulla que más abajo metían los de Inés. Y... ¡ahorremos palabras, señora! verse ni poco ni mucho al escuchar su voz
paisanos. Toda su atención estaba fija en vengo á llevarme á vuestra hijé- lastimera.
una casa de miserable aspecto, formada da — ¡Dios de bondad!—exclamó Ja anciana —Reúnete á la compañía y espérame con
tablas ennegrecidas por el humo y por los en el colmo de la sorpresa inoorporándosa ella en la encrucijada que está cerca del
afios. en el lecho con sumo trabajo.r-¿Sí estaré ventorrillo de] Pinar,—dijo el capitán al
La impaciencia que demostraban sus rá- soñando? soldado en tanto que este tenia agarrada
pidos pasos y las contenidas imprecaciones El capitán, por toda respuesta,He arrojó fuertemente a l a joven.
flU9 proferían sus labios, cedieron un tanto bruscamente sobre Inés, envolviéndole la El capitán montó á caballo, y añadió, ar-
al abrirsa una ventana, la única que tenia cabeza con su capa á fin de que no gritase, rojándole la escarcela y recibiendo luego
aquella casa. Tras ella se oyó una tosecita y salió eon ella de la estancia, á pesar de en sus brazos á la joven, cuyos esfuerzos
seca que hizo aproximarse al mancebo pre- la resistencia que oponía, mientras el embo- para librarse de sus opresores eran estre-
cipitadamente. zado del ferreruelo sujetaba á la anciana, mados :
—¿Eres tú, Inés? — preguntó alzando la que pugnando por levantarse, había adqui- — ¡Hasta la encrucijada del Pinar!
cabeza hacia la ventana. rido fuerzas sobrehumanas en vista del pe- Dicho esto, aplicó ambos acicates al ca-
— ¡Sí señor!—contestó una voz de mujer. ligro que corría su hija. ballo, que emprendió una marcha velccísi-
—Yo soy. Esperad que voy abajar ensegui- —¡Socorro! ¡socorro! — gritaba la pobre ]pa al través de las ruinosas casas de la
da, á fin d« que podamos hablar más libre- mujer arrastrando al embozado c ^ s i f o Pescadería y délas abandonadas trincheras
mente. hacía la ventana.^—¡Socorro, que roban á mi i e ]Í0J8 ingleses.
(Se continuar A.)
Dicho esto, la ventana volvió á cerrarse, hija Inés!
y se abrió cautelosamente la desvencijada Pero RUS gritos, un tanto débiles, se |if<r.-
puerta que daba á la calle; pero en el mis- dian entre los alegres sones da la g a } ^ yj ¡ S j E C d O N r > E A M : E R I O A .
mo instante, una voz cascada, aunque cari- el ruido que hacían los que bailahajn t»¡a <A'
ñosa, gritó desde lo alto: estremo de la calla. No se desanimaba por
—¡Inés! ¿En dónde estás, Inés? eso la anciana y continuaba gritandOi y<!On LAS SOLEMNIDADES DE CARACAS-
Aquí, señora, aquí,—contestó la joven todas sus fuerzas sujetaba al embozado, co-J
volviendo á subir la escalera sin observar á mo si con él huyera su última íesper^nsii.i I xLa república de Venezuela, que avanza
un hombre embozado hasta los ojos en un El del ferreruelo pugnaba en vano poc ¿JHki ¡^^^ ^^^ i^ás por las sendas del verdadero
oscuro ferreruelo, con el cual el capitán ha- «sirse de sus manos. jyogreso y de la verdadera civilización, ha
bía cambiado algunas palabras en voz baja. De pronto, un hoBii^re.Q)Mal4tfiBarMbia celebrado grandes fiestas nacionales el 28
Los dos penetraron en la casa. oido pedir socorro, subió con rapidez la es- de Octubre de este año, á causa de la apo-
¡Sigámoslos! caleray entró en la estancia, al mismo tiem- teosis verificada en honor del regenerador
En un pequeño cuarto, de desmanteladas po que el embozado, habiendo conseguido y presidente de aquella hermosa porción del
paredes, llenas de profundas grietas, había desasirse de las manos que lo sujetaban, territorio hispanoamericano, que fué el
una cama miserable, y acostada en ella una huia apresuradamente. centro de la guerra de la Independencia.
anciana de arrugado rostro y blancos cabe- —¡Andrés! ¡Andrés!—exclamó al ver al Caracas, la capital brillante de jBolivar,
llos, la cual, con las manos cruzadas sobre recién llegado la afligida madre.—Si es cier- ha tributado en vida, el triunfo de la grati-
el pocha, movía sus labios en aquel momen- to que amas á Inés, corre á librarla de las tud á la gloria de Guzman Blanco, y como
to cual si estuviese orando. Arrimada á la manos da un militar infame que ahora mis- este acontecimiento, por su importancia y
cama se hallaba una joven pobremente ves- mo acaba de arrebatármela... ¡Corre, corre trascendencia, es acaso uno de los más so-
tida, cuyos negros y hermosos ojos velaban á salvar á tu fetura esposa! lemnes que han tenido lugar en todo el Sur
entonces silenciosas lágrimas de amargura El hombre, a! oír esto se precipitó por la de América, vamos á hacer una'pálida r e -
que corrían por sus mejillas redondas y mo- escalera rugiendo ccmounleon, y blandien- seña de tal acontecimiento, con la imparcia-
renas, de donde ni los pesares ni la miseria do su palo con gesto amenazador; pero lidad de escritores españoles que saben
habían conseguido borrar los bellos colores cuando iba á salir da la casa, una ronda de amar á su patria, pero que saben también
de IR juventud. alguaciles, á cuya cabeza marchaba el al- hacer justicia á las virtudes cívicas de los
—¿Por qué afligirnos de este modo, ma- calde de la ciudad, había acudido al escu- pueblos.
dre mia?—preguntó la joven enjugando las char los gritos, le rodeó, intimándole en El Congreso de 1873, «intérprete leal del
lágrimas con el reverso de su mano y pro- nombre del rey que se diese á prisión. sentimiento público, como dice laprensa.d^
curando sonreírse.—¡Quizá muy pronto se El del ferreruelo, que le seguía cautelo- Venezuela, decretó la erección de una esta-
cambie nuestra suerte, hasta hoy miserable samente, también fué preso, sin que la va- tua al Bienhechor de la Patria,» al presi-
y desgraciada, por suerte más venturosa! liese el asegurar que estaba inocente, que dente Guzman Blanco, y con tanta fé, con
—¡Tienes razón, Inés!—afirmó la ancia- ningún delito habia cometido, y que era un tanto patriotismo se ha llevado acabo esta
na tristemente .—Pronto cambiaremos de vi- soldado. ovación del sentimiento unánime de aquel
da, porque yo habré dejado da existir, lo Los corchetes agarraron á los dos para país, que como hemos indicado más arriba,
que para mí seria una dicha, si no temiese conducirlos á la cárcel, en tanto que la in- la estatua se inauguró con un entusiasmo
el completo abandono en que quedas tan feliz madre de Inés caía desplomada sobre inmenso el referido 28 de Octubre.
luego como haya dejado esta mundo... ¡Dios ei viejo pavimento, no pudíando resistir el Trazaremos un ligero cuadro da aquellos
mío!... ¡Diosmio!... ¡hay personas que so- amargo dolor que llenaba su alma. acontecimientos para que se forme una ida»
lo vienen á él para sufrir sin descanso!,... da ellos, sin faltar al espíritu histórico que
V. dá al conjunto de estos actos públicos, al
¿Qué será de tí, pobre hija mia, qué será de
Camino de BeUnzo, severo patriotismo de ua acontedmieito
tí?... solemne.
—Por eso no tengáis la menor pena, — El robador de Inés, tan l u ^ o oomo salió
oon ella de la casa de la anciana, se metió A las dooa del dia 2?' resonaron estmen-
dijo entrando bruscamente en su estancia el dosas salvas de artii'iería en la esplaoada
joven capitán, á quien seguía el embozado. otra vez bajo al soportal para esperar allí
del paseo Guzman blanco, anunciando á Ca-
— Podéis, buena vieja, morir tranquiJa- al embozado del ferreruelo, que no era otro racas el prinoipi'de la solemnidad nacional
mente, y cuanto más antes será major, por- sino un soldado, persona de toda su oon- que se preparaba: el regimiento de la Qoar*
49* & Tti«8tra h^a BO le faltará, oomo m txau^ mas al oir los gritos pidiendo sooor-
EL PERIÓDICO PARA TODOS. 779
dia, vestido de gala, recorrió la ciudad al Los escritos y poesías hechas en honor de Vood. Después dé las ceremonias dé cos-
frente de sus banderas y de una música Guzman Blanco, se leyeron el mismo dia 28 tumbre, se encerraron multitud de objetos
marcial, publicando la alocución de la Co- de Octubre en la solemne sesión pública conmemorativos debajo de la piedra funda-
misión del Congreso, encargada de la erec- que se verificó en efecto. mental, entre los que figuran el libro de la
ción de la estatua ecuestre del Presidente. La primer composición que se leyó fué cuenta rendida por el general Guzman Blan-
Desde el instante, la ciudad suspendió sus de don Nicanor Bolet Peraza. Es una Me- co al Congreso en 1873, y una multitud de
ordinarias tareas, y un gentío inmenso llenó moria en prosa en estilo figurado, en donde recopilaciones de leyes y periódicos de los
las calles por completo, decorándose todas el autor, apoyándose en la historia, canta Estados venezolanos.
las casas con magnificas colgaduras. En los las grandezas del presidente de Venezuela. E;1 dia 31 de Octubre se verificó el acto
estableoimientoa públicos notaba la bande- El poeta Francisco Pardo leyó uua Oda de las ofrendas.
ra nacional, y.á la noche una espléndida ilu- titulada EL•poderde la idea, en donde á la Este acto no fué Otro sino el homenaje
minación pareció robar á la luz del dia sus belleza de las imágenes sa vé la rotundidad da admiración y respeto rendido al presi-
naturales resplandores. de la estrofa, y la amenidad y facilidad del dente por medio de objetos más ó menos
En la parte Norte del Capitolio ardian in- estilo. Bajoelmismo tema, leyó otra oda espléndidos y en demostración de la grati-
geniosos fuegos de artificio, producto de las el poetíi laureado Diego Jugo Ramírez; tud de aquel pueblo hacia su primer magis-
manufacturas de Filadelfia, los cuales r e - mientras que el español don Evaristo Fom- trado.
presentaban, entre otras alegorías, á Bolí- bona también hizo otra composición bajo ol Según los periódicos de la capital de Ca-
var cubierto con las irradiaciones del iris, mismo pensamiento, y la cual ha sido publi- racas, el espectáculo fué digno de verse, y
en la cumbre del Chimborazo, y á Guzman cada aparte en un elegante cuaderno, dedi- no se borrarájamás da los fastos históricos
Blanco asido de la mano por aquel antiguo cado al supremo magistrado de Venezuela. de aquel país. Los miembros del Congreso
.caudillo, protegiendo á la república, simbo- Igualmente leyó otra oda don Heraclio nacional salieron delCapitoiio acompañados
lizada por el escudo desús armas. Martin de la Guardia. de los gremios y corporaciones, y fueron á
Al brillar la aurora del dia 28 de Octu- También el señor Fombona ha escrito llevar las ofrendas que el amor público ha-
bre, todo el pueblo de Caracas estaba en una Memoria bajo el título: ¿En qu¿ con- bía depositado á los pies de la estatua de
pió, y si grande fué la animación de la vis- siste la mayor gloria del general Guzman Guzrnan Blanco.
peía, mucho mayor era la que resonaba en Blanco? que era el tema de las composicio- La marcha se emprendió por la calle del
aquellos momentos. La artillería, llenando nes en prosa, en la cual ha sabido amalga- Ccmercio, con dirección á la morada del
los vientos con alegres y sonoros estampi- mar sus sentimientos de español con los de- presidente: resonaban las músicas marcia-
dos, llevaba á todas partes los anuncios 4e beres de la historia: al terminar su traba- les, y las hermosas hijas de Caracas lucían
la solemnidad, y el pueblo respondía con jo dice: todas las galas da su hermosura, en tanto
gritos de entusiasmo. A. las siete, los re- «Dadme en el poder la santidad de las que las músicas y los gritos de júbilo reso-
presentantes y comisionados dé los Esta- «buenas costumbres, y os respondo de las naba por todas partes. Una vez en la casa
dos de Venezuela, partieron del salón de la «buenas costumbres de los pueblos. Por eso del general, fué imposible la entrada an
municipalidad para ir á presentar á Guzman »no hay espiacion, por terrible que sea, que ella de todo el pueblo; el salón principal no
Blanco el magnífico Álbum que las secciones »no la merezca el escándalo del poder pú- podia contener la multitud que en él sa api-
federales habían acordado dedicar almismo. «blico. Por eso alcanzan al poder público ñaba. El general Guzman Blanco, teniendo
Esta obra, según las noticias que hemos «escandaloso la maldición de ios pueblos y al lado ásu señora, recibió á las comisiones
podido recoger, es de lo más perfecto y es- »la maldición de Dios, para que sea unaver- y con ellas las ofrendas del pueblo.
pléndido que se conoce. Se mandó construir «dad práctica la ley moral del universo.» Conmovido el presidente, según la rela-
por medio de un decreto en donde se orde «Estudia á Bolívar el general Guzman ción da un periódico de Caracas, La Opinión
naba que fuera construida en el extranjero; «Blanco: se inspira en el Libertador: vive Nacional, «domimaba las tempestuosas emo-
pero circunstancias imprevistas hicieron »en su atmósfera gloriosísima. No busca ciones que le agitaban, y cuando oyó la
que fuese llevada á cabo por artistas vene- «modelo en tierra extraña. Como el duque voz da los oradores, desahogó su pecho por
zolanos. El artista Ramón Bolet fué el esco- «de Guisa, no toma por modelo á Escipion, completo, haciendo brotar de sus ojos mu-
gido para realizar liiobra, quien á su vez aso- «ni á Pábio como el marqués de Brissac. chas y abundantes lágrimas.»
ció á él al joyero Camilo Marrero. Los dos «La patria le ofrece modelo hermosísimo. A pueblos donde hay esta profunda ar-
han hecho una obra que es hoy objeto de los «Nadie mis resuelto marcha sobre las hue- monía entra los poderes públicos y sus ad-
aplausos da la prensa de Venezuela. El «Has del padre de la patria. Le posee un ministrados, es preciso rendirles un home-
Álbum tiene veintidós páginas, y las hojas «espíritu inmortal. Ahí el secreto do su ar- naje de admiración. Pero no son astas con-
sonde pergamino finísimo. En la portada «rogancia: la fé que lo ilumina: la gloria sideraciones, ni del momento, ni del sitio
se vé el busto en oro del presidente, cerra- »que le atrae: el quid divinum de su admi- donde hacemos asta reseña, por lo que nos
do por un óvalo de bronce: magníficas y «nistracion.» limitamos &• ser exactos cronistas de las so-
oportunas alegorías forman el resto del con- Contrarios, por decirlo así, los procedi- lemnidades que acabamos de describir.
junto. En la base hay una inscripción en mientos europeos, á estas espléndidas apo- Venezuela es hoy un pueblo que avanza
hoBor de Guzman Blanco, y al pié de la mis- teosis, confesamos que hay en todos estos por los caminos de la civilización, y cumpla
ma se ven dos plumas, dos alas y un abece- detalles,una cosa completamente nueva pa- á nuestro deber, como españoles, consignar-
dario. ra nosotros, al ser testigos del renacimiento lo en esta ocasión.
Las páginas del Álbum contienen los e s - de aquel país. No son tan solo estos actos solemne» los
cudos de armas de los Estados de la Union Pero sigamos adelante. que hablan en favor do aquel país: las obras
Venezolana, en donde el genio artístico del Terminadas las grandes solemnidades del públicas, la colonización, el oomercío y las
Beñor Bolat ha brillado extraordinaria- dia 28; inaugurada la estatua ecuestre, no artas, florecen en aquel feliz territorio: sa
mente. terminaron aquí la seria de fiestas cívicas abren caminos; y los ricos valles de la Guai-
Después de la entrega del Álbum se veri- cuya reseña vamos apuntando. ra resuenan con la voz de nuevas poblacio-
ficó la inauguración do la estatua ecuestre, El dia 29 da Octubre, á las cuatro da la nes que sa levantan en sus encantadoras
conforme al programa oficial publicado al tarde, partió de los alrededores da la plaza vertientes.
efecto, en donde la alegría fué general: pu- de Bolívar una inmensa procesión de car-^ Felicitamos al noble país venezolano por
diéndose decir que todos participaron de la ruajes en que iban los miembros da la comi- BU admirable desarrollo, y somos loa pri-
satisfacción nacional que dominaba á aquel sión del Congreso, el ministerio Ejecutivo, meros en tributar al presidenta da aquella
pueblo que avanza entre los primeros de el cuerpo diplomático y el consular: y otra república el homenaje da la justicia que es
América por las vías de la prosperidad y de multitud de corporaciones y personas nota- lo qua constituye la firme é imperecedera
la grandeza. bles, con dirección al paseo Guzman Blan- reputación de los grandes hombres de Es-
Era natural quo entre las solemnidades co, áflfí de colocar la primera piedra del tado. Venezuela comprenda su verdadera
verificadas en Caracas, tomase participa- pedestal qué debe sustentar otra estatua misión, y aun no bien ha llegado á Europa
ción el numen de la poesía vinculado á los del presidente. Esta estatua mandada eri- el rumor de sus solemnidades públicas, han
escritores de aquel país. Así ha tenido lu- gir al Regenerador de Venezuela, por acuer- llegado también disposiciones de altíeima
gar, verificándose un certamen literario an- do del Consejo municipal, ha sido cons- importancia para el desarrollo intelsotual
te m jurado nombrado ad hoc para este truida en bronca en Filadelfia por el escul- de aqual país.
caso tor francés Bailly, y fundida por Roberto Preciso 68 oofiTenir q.uefll presidente O u -
780 EL PERIÓDICO PARA ÍODOS.

man Bltnoo es hoj la primera figura histó- —¡Demonio! —¿Pero de qué modo?
rica de las antiguas eolonias españolas. —Y no solamente llegó, sino que subió Doña Petronila bajó la voz y siguió su
ToBCBATO TARRAGO. hasta el piso principal. espantoso interrogatorio.
Las des hermanas y don Lúeas quedaron —¿Qué ha dicho el tio Geromo? ¿No ha
C A U S A S GÉLBIBRKS. asombrados; miráronse con el instinto de la anunciado que en 1855 el agua llegó hasta
conservación, con ese instinto que produce el piso principal de esta hacienda?
LOS HUÉRFANOS DE ARTAL- un terror profundo en todos los corazones, —En efecto,—contestó don Lúeas.
y pasado este movimiento, doña Petronila, —Pues entonces demos por supuesto que
(Cntinmtiim.) siguió interrogando al tio Geromo, acerca la inundación se reproduce.
de aquellas inundaciones. —Y bien.
XI. —Peroeso será aprensión de usted,—le —Que el agua viene de repente á sor-
El tio Geromo habia sido nn astrónomo dijo esta última con extraña ansiedad. prendernos y nos obliga á subir hasta el te-
funesto: el temporal, en vez de disminuir —No señora,—contestó el sencillo labra- jado para salvarnüS.
arreciaba por momentos. Los arrojos y los dor.—Puede ser que no ocurra ní^da, pero —Corriente.
rios hablan salido de madre, 7 enviaban al ya tenemos un mal precedente en lá inunda- —¿Qué puede suceder en ese caso?
Ebro el tributo creciente j pavoroso de sus ción del molino. —¿Quién es capaz de preverlo?
ondas cenagosas. La conversación duró hasta bastante —Pues nada más fácil; en el trastorno
Era casi imposible transitar por los cam- avanzada la noche, en razón á que no deja- de un acontecimiento como del que voy ocu-
pos. ba de llover y que se oian los rugidos de las pándome, el que se ahoguen dos pobres ni-
Sin embargo, aunque don Lúeas habia aguas del rio, como un anuncio fatídico y ños sin que nadie pueda evitarlo.
quedado en volver el sábado á la hacienda alarmante. El horrible pensamiento de aquella mu-
del Nopal, apareció el viernes á eso de las Cuando las dos hermanas y don Lúeas se jer fué como un relámpago para aqoellcs
once de la mafiana. retiraron á descansar, la mayor de las dos, seres dominados por unu ambición insacia-
A pesar del magnífico caballo que monta- ó sfia doña Petronila, estaba siniestramen- ble.
ba, se habia visto expuesto en el camino á te iluminada, con un pensamiento desco- Don Lúeas se llevó las manos á la frente
diversos peligros. nocido. como el hombre que medita en los inconve-
Llegaba lleno de agua desde los pies á la Así es, que antes de separarse, exclamó: nientes ó facilidades de aquel asunto, mien-
cabeza; pero don Lúeas era robusto y fuer —Seguidme, tenemos que hablar. tras que doña Laura, instrumento de todas
te, y pronto se encontró como si tal cosa. Habia en el tono profundo de aquella mu- aquellas fatídicas inteligencias, quedó como
Cuando se vio á solas con las dos herma- jer una expresión tan feroz, que los demás deslumbrada ante la idea de su hermana.
nas, las dijo: interlocutores obedecieron. Porque, en efecto, ¿quién seria capaz de
—Temeroso de que trataseis de proseguir Cuando se encontraron en una salita su- conocer el fondo del drama horrible que se
en la empresa que tenemos entre manos, he perior, que servia de división á las habita- preparaba, cuando la naturaleza se portaba
precipitado mi viaje. Es, paes, imposible ciones de cada uno de aquellos personajes, como auxiliar en aquel asunto?
para el domingo la realización de nuestro prosiguió doña Petronila: Esto fué para don Lúeas la luz de la es-
plan. —Es muy importante lo que voy á deci- peranza, y corrió hacia el balcón para cal-
—Esperaremos,—dijo doña Petronila lle- ros, y por eso os he llamado. cular por el estado del temporal las proba-
na de despecho. —BWn, hable usted,—contestó don Lú- bilidades de buen ó de mal éxito de tan ter-
Mientras tanto, aquel dia fué uno de los eas que procuraba guardar las buenas for- rible acontecimiento.
más felices para Juanillo el pastor. Como mas cuando estaba delante de las dos her- Parecerá entraño, contrario aun á las le-
era imposible salir al campo, con el tiempo manas. yes de la naturaleza, el ver á un grupo de
que estaba haciendo, lo pasó al lado de los —¿Qué opináis del temporal?—volvió á personas buscar á través de exposiciones
dos huérfanos. Estos se hallaban locos de decir aquella mujer. aterradoras, buscar el término de sus lar-
contento al lado dé aquel muchacho. —Una cosa muy sencilla, — respondió gos y nebulosos afanes. Llega en tales mo-
A la tarde habia arreciado la lluvia, y el don Lúeas,—que llueve mucho. mentos á ocnvertirse el corazón humano en
Ebro principiaba á salirse de su cauce na- —Yo pienso,—añadió doña Laura,—en la un órgano tan miserable, que á trueque de
tural: aquella noche, el molinero del molino inundación de que me ha hablado el tio Ge- conseguir su intento, no ve los numerosos
que ya hemos indicado más arriba, llegó romo. inconvenientes que pueden presentarse.
con toda su familia á la hacienda del Ño- —¿Pero en qué sentido? — replicó doña La cuestión capital era, en la causa cu-
gal. Petronila. yo extracto vamos haciendo, el llegar á la
—TÍO Geromo,—exclamó éste moviendo —En el de abandonar la hacienda, si la posesión plena y absoluta de unos bienes
la cabeza.—¿Sabe usted que vamos á tener cosa va de veras. cuantiosos, y para lograr este objeto se es-
otra como la de 1855? Sonrióse despreciativamente doña Petro- taban llevando á cabo los más infernales
—¡Diantro! — contestó el labrador,—no nila, y siguió su interrogatorio. proyectos.
lo quiera Dios ni la Virgen del Pilar. —¿Y usted, don Lúeas? Basta la simple exposición del último
—Pues yo no sé lo que le diga á usted. —Yo pienso de la misma manara. pensamieqto de doña Petronila, para com-
Por ahora ya tiene usted inundado el mo- —Paes, amigos mios, piensan ustedes muy prender de lo que aquellos grandes crimi-
lino, f mal. nales eran capaces de cometer.
—¡De veras! —¿Por qué? Aceptóse en principio el pensamiento de
—Como usted lo oye. Cuando yo estoy —Porque la inundación puede salvarDos. aquella mujer, y se retiraron.
aquí con la familia, es porque el agua me —¿Cómo? La noche fué horrible: nadie durmió en
ha desalojado por completo. —¡Salvarnos! ¿De qué? la hacienda, excepto los dos niños, que le-
El tio Geromo pareció meditar algunos —De la terrible situacioa en que nos en- jos de conocer el peligro, dormían con el
instantes, y en seguida exclamó: contramos ¿Qué íbamos á hacer el domingo? sueño de los ángeles en la planta baja del
—Es decir, que las tierras bajas... Don Lúeas abrió los ojos con un modo edificio en unas preciosas habitaciones que
—Tienen ya media vara de agua. que no pudo ocultar, y doña Laura se acer- lindaban con los jardines.
—Eran testigos de esta oonrersacion to- có más á su hermana. El viento, la lluvia, las guag del rio, el
doi los que estaban en la hacienda, y don —¡Ah! el domingo... vamos állevar ade- rumor de las corrientes que por todas par-
Lúeas lo escuchaba con sombría inquietud. lante nuestro último proyecto. tes se precipitaban, formaban la más impo-
—Y dígame usted, tio GeromO,—excla- —Es verdad,—añadió doña Petronila;- nente y aterradora armonía que podia es-
mó éste de repente.—¿Qué pasó en 1855, pero con un riesgo inmenso por parte de perarse.
fara que sea citada aquella fecha en señal nuestras personas. A la madrugada, el tio Geromo llamó al
de alarma por el molinero? —Es cierto. cuarto de don Lúeas: este no dormía: su al-
—¡Quif... («na friolera, señor! —Pues en ese caso, amigo mió, la inun- ma luchaba horriblemente en aquel instan-
—Pero en suma... dación, esa inundación de que queréis huir, te con los más negros pensamientos.
—No hay más suma ni más resta, sino nos favorece. —Dispense usted, señor, que venya á
que entonces hubo una inundación terrible.: - i S Í ? molestarle á usted,—dijo el tio Gerozso al-
Elftgnallegó aquí, &ls ¿soiend» del Nogal. —No lo dudéis. gún tanto alarmado.
EL PERIÓDICO PARA TODOS. 781

—¿Pues qué ocurre? V A R I E D A D E S . más da ser padres ds la cristiandad, se de-


—Que el rio crece y seria oportuno, si k clararon padres de las artes.
usted le parece bien, que se tomen algunas Esparcióse el estudio por todo el mundo,
BELLAS ARTES. todo el mundo volvió sus ojos hasta los es-
precauciones.
Don Lúeas se incorporó de repente en la plendentes monumentos que iban decoran-
cama. La pintura es uno de los estudios donde do las paredes de las iglesia y los salones
—¡Cómo precauciones!—exclamó. el hombre ha procurado sutilizar más el de los palacios. Entonces el pueblo princi-
—Sí señor, precauciones. Ya vé usted: pensamiento, no solamente para encontrar pió á ilustrarse al visitar aquellas obras.
el temporal no cesa, y si de pronto se pre- la verdad, sino para reconocer el mérito y Allí leyeron la Biblia; allí aprendieron la
senta una inundación como la de 1855, no la inspiración. Arte divino cuyas creaciones historia; allí admiraron la mitología; allí
tendríamos lugar para salvar muchas cosas no son más que la imitación de cuanto pue- estudiáronlos poemas; allí lo supieron todo.
que hay en la hacienda. de abarcar el talento humano, ha llega- Rafael dio preciosos asuntos sagrados, y
—Perfectamente, tio Geromo. Pero ¿qué do á tal ttltura, que si fuera dable sacar á el Corregió admirables vidas de Santos; el
es lo que usted quiere salvar? un mercado público sus gloriosas obras, no Ticiano retrató á los grandes hombres y
—Los ganados: en los corrales tenemos habría dinero en el mundo para pagarlas en Alvaro pintó los asuntos más bellos de la
unas trescientas orejas. 8U estricto valor. mitología. Todo grandioso, todo superior;
—Es verdad. La pintura, á medida que ha ido avan- ya fuesen asuntos profanos, heroicos ó sa
—Además hay una porción de muías, ca- zando en la carrera de los adelantos, se grados, es lo cierto que todo nacia y palpi
ballos y burros... ha tenido que dividir en escuelas y en esti- taba bajo el pincel y el colorido, como por
—Es cierto. los, ya fundadas en las obras reunidas de otro lado veíamos revolotear las chispas
—Por oonsiguente, si usted, señor, me una nación, ya en el colorido adoptado por del mármol y el jaspe para orear hermosas
estatuas.
autoriza, tomaremos ciertas medidas antes los artistas, ya en el gusto reconocido de
de que los inconvenientes sean mayores. un maestro sobresaliente, que hiciera una Este movimiento, este progreso artístico
—Pesde luego está usted en el caso de revolución, bien en el método, ó bien en la tenia que producir su efecto desde la me-
obrar como lo crea conveniente. ¿Qué pien- reunión de todos los accesorios. trópoli álos puntos más lejanos.
sa usted hacer?... La España, la Italia, la Francia, la Ho- De aquí resulta que la pintura llega á
—Mandar á la corraliza á todos esos ani- landa, la Flandes y la Inglaterra se ha dis- Francia, ocupa los Paises-Bajos, pasa los
males. tinguido en esta noble lucha desde la bri- Pirineos, y más tarde conquista la Ingla-
La corraliza era un oaseroa viejo que llante época del Renacimiento; época glo- terra.
existia en lo alto de un cerro, pero á donde riosa que estaba señalada para arrancar de Por todas partes brilla, por todas partes
era imposible que llegasen las aguas. quicio las antiguas usanzas, y para que el es estimada; los reyes son los primeros que
—¿Pero teme usted, — preguntó don Lú- entendimiento humano hiciese progresiva- invitan á los artistas á conquistar nuevas
eas,—de que corramos algún peligro? mente su grande desarrollo. coronasen su espléndida oarrera, y de aquí
—Yo lo temo todo desde 1855. Si el espacio de que podemos disponernos el que Rubens, Vandiok, Le-Brun, LaSeur,
—Esta respuesta era lo menos tranquili- diera ancho campo para esplayar nuestras Zurbarán, Rivera, Murillo y Velazquoz
zadora posible, y desde luego, el terrible ideas, seguiríamos explicando ciertas teo- oreen inmortales obras.
amante de las dos hermanas se puso en aca- rías del arte, que si bien son conocidas por Cada uno de estos hombres, jefe de su
cho por lo que pudiera ocurrir. los inteligentes, no estarían de masen esta escuela, gloria eterna de una nación, traba-
Autorizado el tio Geromo con el permiso ocasión; pero solo nos limitaremos á una ja sin descanso para superarse, pero nadie
de don Lúeas, levantó todos los mozos y breve reseña en obsequio al oorto espacio consigse elevarse á los demás, porque si
desde luego dispuso la traslación de todos de que podemos disponer. bien es cierto que unos son admirables en
los animales á la corraliza. El siglo diez y seis fué gigante ensunaci- ciertos toques, otros están sublimes en el
En aquel momento eran las tres de la miento, en su vida y en su ña. Dio grandes colorido.
madrugada, y era la oscuridad tan espanto- reyes, insignes artistas, funestos agitadores, ¿Quién puede imitar al Poussino en esos
sa, que solo á fuerza de hachones de viento héroes sin número y hombres admirables. ouadros¡campestres, en esos crepúsculos, en
se pudo conseguir aquella operación. Rotas las cadenas del feudalismo, era claro esos peñascos teñidos con la púrpura de UD^Í
Los mozos regresaron, y solo quedaron que tenia que presentarse de pronto la bri- aurora ó de un ocaso, en eses ríos nacara-
en la corraliza, Juanillo el pastor y otro llante estrella que había anunciado su veni dos que vemos deslizarse por medio de cam-
criado, para cuidar del ganado mayor. da al siglo quince. piñas solitarias y melancólicas?
A las tres y medía se sintió un estrépito Los guerreros abrieron paso á una falan- ¿Quién puede compararse con Murillo al
espantoso: el aire parecia comprimido y es- ge de genios que habían recibido el isoplo pintar esas cabezas de ángeles; esos niños
tallaba en sordas y terribles sacudidas, y de la inspiración. rodeados de una aureola celestial, con esas
el ruido del Ebro se hizo más imponente y De aquí se esplica el que la razón huma- sonrisas puras é inmaculadas, esos cuerpo
sombrío. na, libre ya de la esclavitud señerial, diese oítos blandos y encantadores, con esas ca-
Embozado Juanillo en su manta, y cono- espacio á su reflexión, y produjese admira- belleras enanilladasy rubias, tan llenas de
cedor profundo de los accidentes de la na- bles concepciones. belleza como de verdad?
turaleza, comprendió desde luego que aque- Ariosto, Berdegan, Lorenzo y mil otros ¿Quién puede colocarse á la altura deRa
llos ruidos emanaban de una espantosa cre- habian invocado á las musas para abrir una fael, ese príncipe de la pintura, ese genio
cida , cuya extensión era imposible com- senda á cantores más ilustres. creador y brillante, que multiplica y en
prender en aquel instante. El pincel había hecho sus primeros ensa- grandece sus obras, ya en sus riquísimos
Juanillo, sin embargo, amaba de tal mo- yos en el fondo de los conventos, y el buril lienzos, ya en sus maravillosos cartones?
do á los huérfanos de Artal, qneacordóse de gótico se mudaba de forma á que renaoia la Si fuéramos á esiendernos en meras con
ellos en aquel momento, enrazon á que dur- fuerza de la inteligencia: el hombre entraba sideraciones de admiración, creo que nunca
miendo en la planta baja de la hacienda del en la plena posesión de suvoluntad. acabaríamos. La pintura tiene su historia
Nosral, en el caso da unainondacion, podían Nada de estraño tiene el que amamanta- particular, y para escribirla era necesario
correr un peligro extraordinario antes de dos los pintores con los primeros poemas, ser un Mengs.
que nadie pudiera apercibirse de tal cosa. con los primeros libros que salieron á luz, " Nosotros nos contentamos con recorrer
Las aguas crecían en silencio. con los bellos romances y gratas historias los hermosos campos de la inteligencia, pero
Dominado Juanillo por esta idea, y seguro que oyeron cantar, intentasen trasladar sin más pretensión que tributarle un culto
de que su ganado estaba á salvo, se envolvió al lienzo las impresiones que recibian en tan grande como es grande el entusiasmo
en su manta, tomó su palo y descendió hacia aquella educación rápida, nueva y esplendo- que nos inspira.
la hacienda del Nogal, cada vez más alar- rosa que naturalmente respiraban hasta en Sin tener la dicha de conocer los secre
mado en vista deque el estrépito del rio era el aire que circulaba por el espacio. tos de ese arte divino; sin haber visitado
mayor cada vez. Por lo tanto vióse á la Italia crear obras los más célebres gabinetes, hemos procura-
iSt coBlímori.) magníficas en el curso tan solo de ese siglo. do, en fuerza de nuestra afición á adquirir
Estableciéronse escuelas en Roma, Veneoia, noticias y facsímiles de los cuadros más cé-
Milán, Florencia, y cada cual tuvo sus hó lebres,, estudiar sus términos, sus perfiles,
roes, protegidos todos por los Papas, que ájaus porporoiones, sus figures y sus distintos
782 EL PERIÓDICO PARA TODOS.

géneros, tan variados como son diversas colosales concepciones, y convengamos que vidad febril con que esplotan los ingleses
las escenas de la vida privada y pública. cualquiera que sea el estilo y el gusto, cual- las riquezas del país, basta citar que desde
Así es que si bien no podemos formar pa- quiera la época, siempre serán admiradas Bombay á Baroda, distante 80 kilómetros,
ralelo entre algunas escuelas, podemos ha- esas obras que desgraciadamente han dege- se ha construido, en solos cinco meses, un
cerlo en los géneros, aunque sean distintos nerado per un culpable abandono de parte ferro-carril que está hoy en plena explota-
en países los creadores del asunto. de los gobiernos... ción.
El holandés Jusn Steen, pintor poco co- Las artes son el monumento de lo bello. *
nocido en España, si bien es cierto que ha Quiera el cielo que se eleven unos nuevos Ijeon Gozlan fué una vez á p e d i r un
dado á sus asuntos alguna libertad que pa- al lado délos antiguos que saludan los siglos anticipo á su editor, que era un millonario
rece ofender el decoro, ha^revestido 'de una y alaban todos los pueblos. en toda regla, y al verle sacar un porta-
verdad inmensa sus escenas familiares: ha moneda bastante sucio, no pudo menos da
puesto la risa en los labios y el anoor en los decirle :
ojos con una propiedad inimitable. MISC¡HIL..A.JN'H:A. —Pero, hombre, ¿cómo un capitalista tie-
Acércase á este estilo el inglés Vilkie, ne un portamonedas tan manchado?
aunque no ha procurado ingerir en sus Vamos á referir UD suceso qae bien —tesporque meto en él el sudor de los
asuntos la licencia algo maliciosa de Steen. merece conocerse. escritores, cuyas obras edito, — respondió
El ha presentado cierta filosofía que todos El Bristol, buque americano procedente el negociante.
palpamos en el corazón de nuestras mismas de Nueva-Orleans, y actualmente en Bioa- * »
familias: él ha dado el colorido de la ver- ian, traia ocho cocodrilos vivos, encargo Un mayorazgo sin liijos, por reirse de
dad y de la desconfianza, como se vé en sus sin duda de algún Museo, y como, á pesar su hermano pobre, le ponderaba lo muy bien
cuadros de Una carta di recomendación, y de sus anuncios en los periódicos, nadie pa- que le caia un vestido de paño pardo.
La apertura de un testamento, tanto en las reció á encargarse da ios referidos mons- —Mejor me estaría uno de luto, — con-
figuras oomo en los accesorios. ¿Quién no truos, tuvo y realizó la desgraciada idea de testó el pobre hermano.
vé al hombre egoísta en el caballero que arrojarles al mar. Eso ocurrió en 11 de Se
recibe la carta del pobre provinciano? ¿Quién tiambre último, á las cuatro de la tardo, .%, '
no vé la alegría en unos rostros y el pesar frente á Larmont, en la: embocadura del Un rico á r a b e envió á viajará un iii-
en otros á medida que se leen las cláusulas Garona. jo SUJO por Europa. Después de haber r e -
del testamento? Sabido es que el cocodrilo nada con ra- corrido las principales capitales, escribió el
Pero dejando ya el asunto familiar, páse- pidez espantosa. Una hora después, el per- mocito á su papá, entre otras cosas, lo si-
me» al gusto caprichoso y fantástico de Da- ro de caza de M. F . . . . fué devorado en los guiente :
vid Teniers y Pedro Brueghel, pintores in- pantanos de Freineau, y M. Goll... que per «Las principales mozas europeas llevan
fernales que han exagerado hasta de un seguía una cerceta en los cañaverales de debujo de sus vertidos un paraguas abierto.»
modo asombroso, esas creaciones deformes; Bassens, no debió su salvación más que ala • *

esus brujas aladas; esos espectros medio prontitud con que logró subirse á un árbol. Dos alumnos de B a c o esperaban a la
hombres, medio bestias, y que tienen de to- El terror reina sobre aquel litoral: los puerta de un templo la hora de que* empe -
do menos que de un ser humano. aldeanos no so atreven á abandonar sus ca- zara el sermón.
Este género es magnifico por lo raro, su- gas, y se trata de organizar batidas hacien- —Mira, Colas,—dijo uno de ellos,—mien-
perior por lo escéotrioo, sublime por lo hor- do llamamiento álos cazadores de corazón; tras viene el señor cura, podemos ir á la
rible, extraño par lo casi iiiconoebible del pero un poriódioo de la localidad dice que el taberna á echarnos un medio.
pensamiento. Teniers y Brughel alimenta- cazador de Burdeos prefiera perseguir un —Vamos.
dos con las leyendas alemanas, han pintado pinzón ó á una carruca, á ver cómo se abren —Colas, ha pasado media hora y todavía
á su modo el infierno, pero más pavoroso ante él las mandíbulas de uu aligador. no ha venido. ¿Quieres que echemos otro
que el del Dante, más feo que el que hemos medio?
podido imaginar antes de ver estos capri- Un incidente de la g u e r r a franco- —Vamos.
chos. prusiana. —¿Ves lo que te dije. Colas? Hemos vuel-
Teniers se diferencia de Brueghel eñ que Un soldado fué conducido ante su gene- to y están todavía «n la misa. Podíamos
ha mezclado cosas divinas con visiones in- ral. echar el tercero.
fernales: ha pintado á los santos tentados —Ponte esta cruz en el pacho,—le dijo el —Me opongo; no quiero que nos vean be-
por el demonio: le ha gustado cubrir el aire jafe. bidos en la iglesia.
da vapores, de bichos singulares, de mil co- El soldado abrió tamaña boca. Principia el sermón, y el orador, después
sas heterogéneas que se juntan, se enlazan, —Póntela. La has merecido, puesto que de santiguarse, exclama:
formando ya un maridage horrible, un con- permaneciste en tu puesto toda una noche —Tres medios se necesitan para salvar-
sorcio que escita risa. rodeado poruña compañía enemiga. se....
Creemos que Collin de Planoy ha bebido —¡Dios mió,—exclamó el soldado,—y yo —Lo ves, alma de cántaro,—dijo por lo
en esta fuente para describirnos los horri- creí que eran mis compañeros! bajo el primer bebedor;—no has querido be-
bles sábados de las brujas; lo mismo que * ber el tercero, y nos hemos condenado por
Brajghel, solo ha seguido su endiablado ca- tu culpa.
pricho. En 1 7 9 3 quedaron abolidos en F r a n -
» •
Estos y un inglés que nos describe los cia todos los privilegios y servidumbres. En Gregorio V i l anunció á Enrique I V
horrores da un hospital, son los que conoce- su virtud, un negro, de nombre Zimeo, tuvo
de Francia, que no conseguiría ninguna vic-
mos que se hayan dedicado á ese género que que dirigir una petición á la Cfonvencion, y toria.
raune á su gran mérito inmensos recursos firmó al pié : Zimec, ex-negro. Enrique, diez años después, le escribió
de una originalidad inagotable. •* esta carta:
Pero volvamos áesas pintaras nacaradas P o r primera vez acaba de llevarse á —Desde que me anunciasteis mis derro-
dondeRubens ha pintado hermosas mujeres; oabo el censo general de la India que arrojó tas, solo he obtenido triunfos.
volvamos los ojos hacia esos cuadros de el siguiente resaltado: Así era verdad.
Vandik; contemplemos esas obras inmorta- La población total es de 238 millones de
a *
les del Dominiquino y el Parmesano; admi* habitantes, existiendo comarcas como la
remos esos mil asuntos ricos da ooloi^do, del valla de Ganges en que la densidad es —Mira, chico, ¡qué g a n g a ! «Aquíse
llenos da fluidez, empapados ya en una san- de 480 habitantes por milla cuadrada. dá dinero.»
ta castidad, ya en un abandonoe smi-griego; £1 desarrollo de la civilización ha sido —Sí; pero es sobre prendas.
pasemos pop delante de esos cuadros gigan- tan considerable en aquellos paisas, da poco —¡Ah! yo lo quería sohrt la mano.
tescos donde ha'quedado impresa una épo- tiempo á esta parte, que, según una cor- *
ca, y marsado al asombro; admiremos esas respondenaia de Londres, cuentan hoy día Un contratista presentó á un director
alegoríasMoampestres, esos idilios armonio- más da lO.OOO kilómetros da ferro-carriles de Estancadas un ejemplar de una clase de
sos, ó bien llenémonos da entusiasmo delante que han costado unos 500 millones de pe- cigarros puros, con los cuales, decía, podía
dalas batallas de La Brun y Toledo; contem- ; sos, habiendo trasportado el año último 25 la Hacienda hacer un buen negocio, ven-
plamos á Velaquez y á Rivera en sus más ' millones de viajeros. En prueba do la acti- diéndolos sumamente baratos.
EL PERIÓDICO PARA TODOS. 783

El director encendió el cigarro, y en —Debo advertir á usted,—dijo el comer- cuerpo del delito entre las uñas, y al notar
cuanto ernpezó á fumar, empezó también á ciante así que hubo admitido su amigo,— que la recata estaba en su sitio, esclamó:
toser, escupir y hacer toda clase de exage- que en casa no solemos comer hasta las —Buen chasco te llevas, porque la rece-
raciones. ocho... ta está aquí, y sin ella no sé cómo vas á go-
—Hombre,—exclamó por fin, — ¡esto es —¡A.h! entonces no me es posible asistir, bernarte para guisar la perdiz.
detestable! —le interrumpió el inglés! *
¥ ¥
¿Sí?—'Contestóel contratista algo amos- —¿Por qué?
tazado;—pues tiene una gran ventaja. ISaltláudo.^e entre varios cazadores
—Porque me he dado palabra á mí mis- de tiros raros y de.heridas poco comunes,
—¿Cuál? mo de ahorcarme mañana álas siete y media. un andaluz, que era del oficio, les dijo:
—¡Qué se ocupan tres personas para fu- * —Nadie ha hecho en este punto lo que
mar cada cigarro! Hay en Madrid un literato que se le-
—¡Cómo! yo. De un bal«zo dejé á una cierva herida
vanta muy tarde todos los días. en la punta de la oreja derecha y en la pe-
—Sí, porque además del que fuma, se ne- Cuando sus amigos se burlan de su pere- zuña del pió izquierdo.
cesitan otros dos que sostengan á este para za, él les contesta: —No puede ser, —exclamaron á la vez
que no se caiga. —Todas las mañanas me veo obligado á los concurrentes.—¿Cómo diablos había de
* sentenciar un pleito entre la pereza y la di- estar esa cierva para recibir dos heridas
Moralejas. ligencia. Esta me exhorta á que me levante tan disparatadas?
Un hombre pobre y muy desocupado y me ocupe de cosas útiles; la otra sostiene —Poco á poco, caballeros,—repuso tran-
de su boardilla se salió al tejado; que estoy mejor enla cama, y que el descan- quilamente el hijo del Mediodía;- cuando
y empezando á tirar teja tras teja, so vale más que el trabajo. Mientras dis- yo la apunté se estaba rascando.
logró matar un perro y una vieja. putan las dos, yo las escucho atentamente
Biefí dicen que el ocioso, hasta que SB ponen de acuerdo. £!«ta es la
causa de levanlArai* tarde. Haitiendo enviudado un alcaide, qni-
^ara nadie en el mundo es provechoso. • so qua todo el ayuntamiento asistiese al en-
*

¥ ¥
. tierro. El síndico se opuso, dando por ra-
• • '

Un jugador de billar cierta tarde, Una joven mny aficionada á ios mili- zón que no era costumbre en el país.
quiso de su destreza hacer alarde; tares, cayó enferma; una amiga que vivía — Si usted fuera el muerto, — añadió,—
y al lucir su destreza, con ella, mandó llamar al médico. iríamos todos con mucho gusto.
dio al mozo con el taco en la cabeza. El doctor, después de observarla, dijo á « ¥
En la tierra española, la amiga: Cuando nombraron miniatroá una de
siempre se suele errar por carambola. —No es nada; dentro de dos días saldrá nuestras notabilidades políticas, un paisano
a l a calle; pero es menester que siga un suyo dijo en su pueblo:
Un paro real muy m'dBo buen régimen. —¡Qué fortuna para él, y qué gloria pa-
se daba mucho tono; . -T-, —Más fácil,—añadió la amiga,—la sería ra mí, que he sido su maestro!
y por lucir el frac y otrtís^í'xoeso's 'tf^uir un regimiento'. —¿Pues tú, qué pudiste enseñarle, cuan-
cayó en un jwtio y se i'ompió IdBSésos. «• do ni siquiera sabes leer? — le preguntó
La sobertí^ es un, viéio- tSobre la tiimita de un poeta se Imprn- otro.
qtte suele conducir- al precipicio. visisron varios discursos á cual más largos —Le enseñó, cuando chico, á silbar.
y tfésados. *
Un mozo ^e café, Un nuevo orador, tomó la palabra di- ¥ »

por aáorláí'elgaB, tompió nn quinqué. ciendo: Unii Joven andaluza remitió á una
Zosinvéntos del siglo diez y nueve, atniga suya, la víspera de su boda, la si-
—¡Era un hombre de ingenio, y con él guiente reseña tauromáquica de los novios
no son para tratados por la plebe. murió la inspiración! que había tenido:
—Ya se conoce, dijo uno bostezando. 1.° Pelechon,tontuelo, claro: tomó ocho
Tocando la campana,
un sacristán rompióse la sotana. cartas de mi mano, matando un napoleón
El que en di mundo quiere hacer ruido, —\ nsted, ¿no tiene cruz? en flores de primer entusiasmo; recibió tres
se rompe algunas veces los vestidos. —No tengo más que á mi mujer, á quien pares dé banderillas en plantones, y le ma-
saco á paseo todas las tardes. tó mi mamá de una buena preguntándole.
—Pues esa es la gran cruz. 2.° Peine, marrajo oscuro, con inten-
Al conducir á la iglesia * ción; tomó varios puyazos con flema; no
el cuerpo de Beraíibó, ¥ ¥ aguantó banderillas, y no mereciendo per-
dijo llorando Nemesia: Que con sus fondos corriera, ros, lo acabé con un desengaño á volapié.
—¡Muy pronto te seguiré/... Vicente á Juan encargó; 3.° Garboso, colorado, robusto; tomó
Y probó que no mentía, y tanto y también corrió. esperanza para regalar, hiriéndome la vo-
porque á poco de enviudar que en tres años de carreva luntad y las primeras dudas; sufrió dos pa-
á la iglesia le seguía... solo en la cárcel paró. res de banderillas de mí tía, y lo rematé de
para volverse á casar. dos desaires, despachándole desde mi balcón
* Gn una representación de baile, dijo á media luna.
En nn cementerio no hace macho que el maestro de una de las bailarinas que no 4." Colegial, vivaracho, exigente;llevó
leímos el siguiente epitafio: eran iguales sus pantorrillas. frescas sin cortarse, hiriéndome la última
Aquí Hacen los tiernos guesos de la niña —¿Y qué tengo yo que ver con eso?— con su respuesta; despidió algunas banderi-
F... cU T... contestó la artista;—dígaselo usted á la em- llas, y lo despachó mi papá con tres muy
presa que es la que la suministra. bajas, espantándole.
«• 5.° Militar, boyante, bravo; sufrió sais
¡Qué felicidad,—decía nna amiga á ¥ ¥ .
quejas con valentía, llevó banderillas de ce-
otra,—si los hombres fuesen ángeles! Yendo de viaje un ami^ro nuestro, lle-
— Pues, hija mía, todos los que á mí me vaba á su servicio un criado, que no era los, y lo mató su rival á media vuelta,
han querido, lo son. pariente de Salomón, pero en cambio enten- aguantándolo.
—¿Por qué?—preguntó con interés la pri- día algo de cocina. 6.* Viudo, bonachón, deshecho; tomó
mera. Un día compró una perdiz, y para que no dos preguntas de mamá, tres indirectas de
—Porque han volado. equivocase el guiso, le dio por escrito la mi tía, y lo rematé do una buena por todo
* receta de cómo la había de poner. lo alto... casándome.
Poco después, un gato más despejado que •^
Presentóse un inglés en cierta casa el cocinero, atrapó, á un velver de cabeza
distinguida de Londres, y el amo de ella, de este, ala perdiz, y sin cuidarse para na- Una m a d r e le preguntó á su hijo:
que era un viejo comerciante muy exacto da de la receta, se encaramó al tejado para —¿Por qué te has puesto las medias del
en todas sus promesas, al despedirle, le con- almorzársela allí. revés?
vidó á comer para el día siguiente. —Toma, porque por el derecho estaban
Vio ol criado al gato en el tejado con el llenas de puntos.
78é EL PERIÓDICO PARA TODOS.

Habiendo oído decir un viajero que Erase que era un nialrimonlo.


en la noche inmediata debían atravesar un REMEDIOS CONTRA EL FRÍO. Ella estaba enamoradísima de él.
bosque lleno de ladrones, dijo oon aire sa- Y él no gustaba de ella.
tisfecho: Pero lo diré en verso, que tiene más gri
—Yo, amigos míos, he tomado mis pre- oía.
cauciones, porque para evitar una sorpresa El se enojó cierto dia
he colocado mis pistolas en el fondo de la y apartaron cama y mesa;
maleta. ' ella, con mucha tristeza,
¥ ¥ tanto la ausencia sentía,
Un aguador encontró no iiace uiuciio que á un niño suyo industrió
á una muchacha paisana suya, á quien al en que le desenojase
parecer no había visto hacia algún tiempo, cuando por la puerta entrase;
y dejando la cuba en el suelo, y santiguán- y apenas el padre entró,
dose varias veces con muestras de admira- cuando á señas de la madre
ción, dijo : el chiquillo que lo vé,
—¡Dios mío! ¿Eres tú la que se ha muer- le dijo;—Padre, ¿porqué
to ó tu hermana? ro te acuestas con mi madro?
—Mi hermana es la que so ha muerto,— Él el mudo labio sella
contestó la muchacha;—pero yo he sido la sin responder ni sentir;
que he estado mala. y el chico vuelve á decir:
—¿Quiere acostarse oon ella?
«* Díjolo tercera vez,
Apurado un sacritítau porque él soio y aun cuarta, y no respondió;
no podía asistir oon puntualidad alas nece- y la mujer que advirtió
sidades del culto de su iglesia, escribió y- BU extrañeza y esquivez,
presentó al señor cura un memorial en que V^Mv^ le dijo con pecho blando:
le pedia una ayuda. —Hombre de condición dura,
El cura tomó la pluma y puso al margen —I'ues señor: el frió es horrible. ¿Podré encontrar responda á esa criatura
el decreto siguiente: abrigo envolviéndome en el paraguas de mi suegra?
Carguemos con él y hagamos el ensayo,
que se está desgañitando!
—Que 86 la echen.
CHARADAS.

1.*
Mi querido y n -
ma segunda: Le
mando á usted es-
ta carta con prima
cuarta. Déle usted
la segunda tres al
mismo, y de cami-
nóle ruego que me
mande el todo, pues
me distrae mucho.
Su respetuoso,
Tres.cuatro.
—Ni bufandas, ni gabanes, ni rusos, ni impermeables, son Quero. Para quilurseel frió, lo mejor de todo es correr patines. Hé
baslantes contra la estación! Forrémonos con una botella de aquí un ejemplo práctico: Carros en un estanque, salir chor-
vino de SJálaga, y ya veréis cómo me burlo del Norte.
Tomás Rubio. reando agua, y ya' veréis cómo sudáis.

2.» que se aplicó á una cuadrilla .s e s . n.t.r.l


^i primera con mi quinta de pillea y bandoleros. s.r d, C.nc. y n.c.r .n C..d.d-R..l.
por adjetivo lo tengo; Segunda y quinta la uso
y mí tercia con primera para llamar á 1"s perros,
sí hablas con uii arquitecto, y segunda, cuarta y /quinta üoiucion i la fuga de voealts y consonan-
te dirá que es un conducto no solamente-es un juego, tes insertas en el número anterior.
subterráneo, que á mi abuelo sino adjetivo que en números Por lí á tender ropa en el tejado,
le hizo perder un caudal e» conocido en estremo.
El todo es lugíir natal, matóse ayer la novia del Pelado.
en menos que yo lo cuanto.
Segunda, tercera, cuarta origen, acción y efecto, Esto la prueba ofrece
y quinta, también advierto y sí lo quieres más claro, de que el que ama el peligro, en él parece.
que está debajo de tierra muy cercano lo tenemos.
y si es real, di que es cemento. Almónacid. Roberto Cubero
La tercia y cuarta con quinta Solución á las charadas inserías en el
en cierta ocasión he hecho, número anterior.
y es lo que hace diariamente FUGA DE VOCALES Y COSSOMNTES,
con descaro un embustero. 1» ASTRONOMÍA.
Tertera y quinta es contrario U.a ,e..a . c e . . a 2* CONFABULACIÓN.
á la verdad, y recuerdo .a.i.a e. .iu.a.-.ea., a a .e .ue. .a. 3.* MARIANO.

riendo eite Semanario propiedad exclusiva de li Cata editorial ie />. Jesúi Gracia, se prohibe la reproducoioD j traducción ia las OOTUIM, par:< lo cual queda bectao
al depósito que maroi la ley.

MAORIO: 1875.—Imprenta de D, Uanuel Mioaesi, eall« de Júnelo, núm. 19.

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