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Comisión 8

Enseñanza y profesiones jurídicas

EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIA JURÍDICA: ¿DIALECTIZAR LA


DOGMÁTICA?

Jorge Foa Torres


jorgefoatorres@gmail.com

“… toda nuestra experiencia (…) nos aparta de


concebir el yo como centrado sobre el sistema
percepción-conciencia, como organizado por el
“principio de realidad” en que se formula el
principio realista más opuesto a la dialéctica del
conocimiento…”
Jacques Lacan. 1985. P. 92

“Lo que falta a las ciencias gestionarias de la era


hiperindustrial es saberse efímeras, es decir
histórica y legalmente fundadas.”
Pierre Legendre. 1994. P. 167

Resumen
En el presente trabajo me propongo abordar un aspecto central en la construcción
de conocimiento en la ciencia jurídica: las raíces epistemológicas desde la que suelen
construir sus objetos y problemas de investigación los juristas o científicos del derecho.
Desde la caracterización del modelo positivista para las ciencias sociales abordo lo
que considero son su correlato en la ciencia jurídica: las perspectivas ensayadas por
Hans Kelsen y Alf Ross, a los fines de remarcar los específicos caracteres realistas y
estáticos en que, a través de tales concepciones, se suele encerrar el pensamiento
jurídico. Parto de entender a los modelos de ciencia jurídica como productos de
estructuras sociales, relaciones de poder y luchas simbólicas que moldean a los agentes
y a sus instituciones, influyendo decisivamente en la profesión de los científicos del
derecho también llamados dogmáticos.
Las tesis centrales del presente son, por un lado, que la ciencia jurídica a partir de
los modelos construidos por sus principales teóricos, se encuentra más proclive a
ubicarse como espacio sometido al campo jurídico que como disciplina dentro del
campo científico. Por otro, la distinción de los objetos de la teoría general del derecho,
de la sociología jurídica y de la ciencia jurídica mediante la metáfora espacial referida a
los diversos terrenos de cada cual, obsta a la ruptura de la base teórica de la ciencia del
derecho. Ruptura capaz de posibilitar la construcción de nuevas problemáticas teóricas
susceptibles de revelar como “visibles” a aquello que la dogmática ha establecido como
sus no-objetos.

Breve aproximación acerca del surgimiento del derecho privado burgués.


El descubrimiento de América representó la apertura, para el mundo occidental
europeo, a un universo de posibilidades constituyendo un punto de partida para la
configuración de un sistema de alcances inéditos. En los siglos subsiguientes, el modo
de producción feudal será reemplazado, en un proceso que llevará al menos dos siglos
en los principales Estados europeos, por un modo de producción diferente, mucho más
dinámico, que necesitará para su imposición de la desactivación de los principales
rasgos del anterior sistema. La escasez de mercados, la explotación extensiva y pobre
del campo, la industria artesanal y la propiedad nobiliaria de la tierra, son características
de un modo de producción feudal que desaparecerá paulatinamente bajo el surgimiento
de un nuevo sistema basado en el modo de producción capitalista, como modelo
orientado centralmente a la maximización de ganancias y a la acumulación incesante de
beneficios. Al mismo tiempo, el racionalismo cartesiano constituye un hito en este

2
proceso, al elevar la razón humana a un sitial anteriormente reservado para la teología y
para Dios. Surge la idea de la posibilidad de acceder a conocimientos y principios
universales a través de la razón, en tanto facultad o don capaz de construir saberes
absolutos, infalibles. Es que el desarrollo verificado en las ciencias naturales a partir del
modelo galileano en los S. XVII y XVIII se extendió a otras esferas del pensamiento y
desbordó de optimismo a filósofos y científicos que vieron en su saber una herramienta
para la explicación y predicción totales.
Hacia el siglo XVI en Europa la nobleza aristocrática dominante comienza a
perder terreno frente a una burguesía incipiente. En este siglo el escaso valor de las
tierras permitirá a los primeros capitalistas adquirir predios que serán objeto de una
explotación agrícola más productiva que la generada hasta ese momento por la nobleza.
En el siglo XVII, el escenario económico europeo cambiará de tal manera que los
capitales burgueses se invertirán principalmente en la industria, constituyendo estos los
primeros pasos que desembocarán en el revolucionario desarrollo del siglo XVIII. Este
período señala la instancia en que un nuevo conocimiento es necesario, un conocimiento
capaz de brindar insumos a la industria floreciente y al nuevo modo de producción
establecido. Es que la moderna industria supone un sustento técnico en permanente
revolución a diferencia de los anteriores modelos cuyas bases técnicas eran
esencialmente conservadoras. Los industriales modernos encuentran en el desarrollo
tecnológico la herramienta que les permitirá hacer crecer la capacidad productiva de sus
empresas y, de ese modo, verificar el aumento de su plusvalía y, por ende, el engorde de
sus tasas de beneficio. Es así que, a medida que el sistema mundo capitalista se expande
desarrollando sus principales rasgos, la ciencia moderna comienza a ocupar un lugar
cada vez más destacado en el mundo social y en el pensamiento de los hombres.
Occidente comienza a estructurarse sobre la referencia obligada al lugar de la ciencia y
técnica como lugar de la verdad, de lo apodíctico: “… bajo el imperio de la ciencia-
técnica-economía, la ciencia pasó a ser objeto de devoción social, sustituto
ultramoderno del Dios todopoderoso que, como afirmaba el Acto de fe cristiano, “no
puede ni engañarse ni engañarnos.”1
Al mismo tiempo surge el derecho privado burgués y se abandonan las relaciones
orgánicas patriarcales y los privilegios propios del sistema feudal. La esfera de la
circulación mercantil toma un papel decisivo y, de regulaciones legales aplicables solo a
1
LEGENDRE Pierre. El tajo. Discurso a jóvenes estudiantes sobre la ciencia y la ignorancia.
Amorrortu. Bs. As. 2008. P. 29.

3
ciertos territorios, se pasa a categorías y concepciones jurídicas con vocación de
universalidad. Este nuevo derecho se presenta como una forma jurídica capaz de, al
decir de Pashukanis, “garantizar la marcha más o menos libre de la producción y de la
reproducción sociales que, en la sociedad de producción mercantil, se realizan
2
formalmente a través de una serie de contratos jurídicos privados.” La mediación
jurídica comienza a ser indispensable para el tráfico privado y la circulación mercantil.
Esta forma jurídica supone al sujeto jurídico en tanto propietario de mercancías dotado
de la suficiente libertad y autonomía como para decidir racionalmente participar del
intercambio. Las formas jurídicas embrionarias anteriores (la feudal por ejemplo) a la
mercantil encuentran su expresión más desarrollada en aquella, llamada a convertirse en
universal y a conformar un aspecto natural de las relaciones humanas.
Pero el optimismo generalizado en la ciencia se expande hacia el siglo XIX al
desarrollo de las ciencias sociales y, entre ellas, al derecho cuyo campo también intenta
construir un saber capaz de gozar de las mieles del saber apodíctico y de responder a los
modelos de las ciencias exactas expresados, en sus desarrollos más destacados, por la
física newtoniana.

Positivismo. Caracterización general.


Gastón Bachelard considera en su “Filosofía del No” la existencia de diferentes
epistemologías a lo largo de la historia de las ciencias. Estas son susceptibles de ser
ordenadas en un desarrollo que evidencia el arribo a instancias de cada vez mayor
coherencia racional, con un papel más destacado de las teorías. Así, desde concepciones
animistas, realistas y positivistas, la ciencia encontraría sus expresiones más destacadas
en los superracionalismos.3 El animismo se reduce a conceptos que son simples
descripciones; el realismo empirista se construye a partir de la consideración de que los
instrumentos de medición y experimentación preceden a su teoría; el racionalismo
newtoniano o kantiano positivista admite dos órdenes de realidad: la realidad de las
cosas y la realidad de las leyes científicas. El racionalismo complejo de Einstein se abre
al análisis de las nociones o átomos en los que se sustentaba el racionalismo
newtoniano, descubre las determinaciones del espacio-tiempo complejizando los

2
PASHUKANIS E. La teoría general del derecho y el marxismo. Grijalbo, trad. Carlos Castro.
México. 1976. P.20.
3
En particular la física es el objeto de análisis de Bachelard. Ver: BACHELARD Gastón. La filosofía del
no. Ensayo de una filosofía del nuevo espíritu científico. Amorrortu. Bs. As. 2003.

4
conceptos antes absolutos y estancos. El racionalismo dialéctico, por último, concibe en
su ser científico al compromiso implicado en la disposición a la transformación de su
espíritu a través de la oposición a sus nociones fundamentales: “…es acción polémica
incesante de la razón.” 4
A partir de estas consideraciones, intentaré a continuación caracterizar al modelo
positivista de las ciencias sociales para abordar luego, lo que considero son su correlato
más o menos exacto en la ciencia jurídica: las perspectivas ensayadas por Hans Kelsen y
Alf Ross. Todo ello a los fines de remarcar los específicos caracteres realistas y
estáticos en que, a través de tales concepciones, se suele encerrar el pensamiento
jurídico.
El modelo construido por Comte para las ciencias postulaba la existencia de una
ley fundamental que rige al conocimiento humano en la que se pueden observar tres
estadios de desarrollo de las mismas: el primero el teológico o ficticio, el segundo el
metafísico o abstracto y por último, el científico o positivo. Esta ley que rige el
desarrollo del pensamiento humano implica, además, la jerarquía del último estadio
como el fijo y definitivo del pensamiento humano: “… en el estado positivo, el espíritu
humano, reconociendo la imposibilidad de alcanzar nociones absolutas, renuncia a
buscar el origen y destino del universo y a conocer las causas intrínsecas de los
fenómenos, para dedicarse exclusivamente a descubrir -con el uso bien combinado del
razonamiento y la observación- sus leyes efectivas, es decir, sus leyes invariables de
sucesión y similitud.”5
Este modelo parte del axioma del monismo metodológico representado por el
ideal de las ciencias naturales exactas. Este método parte del reconocimiento de
regularidades y de la formulación de leyes generales capaces de brindarnos los datos
suficientes para predecir consecuencias a partir de la ocurrencia de ciertas condiciones o
presupuestos: “… considerar todos los fenómenos como sujetos a leyes naturales
invariables, cuyo descubrimiento preciso y la posterior reducción al menor número
posible constituyen la finalidad de nuestros empeños.”6 En el proyecto propuesto por
Comte, la filosofía positiva debe abarcar todos los fenómenos naturales y, desde los
dominios de la física, la astronomía, la fisiología y la química, extenderse hacia los

4
BACHELARD Gastón. La filosofía del no. Ensayo de una filosofía del nuevo espíritu científico.
Amorrortu. Bs. As. 2003. P. 112.
5
COMTE A. Curso de filosofía positiva. Ed. Need. Bs. As. 2004. P. 22.
6
Ídem. P. 30

5
fenómenos sociales bajo la forma de “física social”. El interés principal está en el
método científico entendido como un conjunto de reglas destinadas a ser respetadas a
raja tabla, si se quiere arribar al rigor científico exigido por el consenso académico.
En el campo de las ciencias sociales el positivismo se define principalmente por
negarse a admitir otra realidad que no sean los hechos. Estos hechos son entendidos
como “cosas”, en el sentido de objetos físicos pasibles de ser descriptos fielmente, y no
como verdaderos objetos de conocimiento construidos a partir de la misma existencia
social y las significaciones que del mundo elaboran los investigadores. El positivismo
científico parte del supuesto ontológico de que existe un mundo independiente al sujeto
cognoscente y al cual podemos acceder directamente a través de los sentidos. En otras
palabras, se concibe una clara separación entre sujeto y objeto, entre lo conocido y el
cognoscente: “El modo positivista de pensamiento comienza con los supuestos realistas
de que existe un mundo físico, que está allí lo percibamos o no, y que podemos
conocerlo”7. En definitiva, establece una supremacía entre el espacio llamado “real” y
el espacio representado. Pero, cabe destacar, que esta ingenua consideración no ve que
ni siquiera este espacio llamado “real” carece de organización racional, sino que en su
configuración responde al sentido común de la vida cotidiana y de la filosofía
espontánea, de la experiencia básica.8
A la vez, el investigador es concebido como un observador externo a los hechos
sociales capaz de registrar objetiva y neutralmente a los fenómenos. La experimentación
está guiada sencillamente por el rigor metodológico científico, pero de modo alguno por
interés político, económico o de otro género. El ideal científico se haya en el despojarse
de las pasiones y deseos individuales a través de la utilización neutral de la razón, la
observación de hechos empíricamente verificables y su adecuación a modelos
matemáticos capaces de eliminar incertidumbres e inexactitudes teóricas. Pero, ¿es
posible de asir tal objetividad? La postulación de la explicación subsuntiva causal
implica la reducción de los sujetos a ser registrados, sus conductas y al mismo
observador a meros prototipos de una colección científica vacía de comprensión de las
significaciones que tales individuos son capaces de construir en su vida cotidiana y sus

7
QUINNEY R. “Una filosofía crítica del orden legal”. En: Delito y sociedad, año 14, nº 21.
Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe. 2006. P. 6.
8
Ver: BACHELARD Gastón. La filosofía del no. Ensayo de una filosofía del nuevo espíritu
científico. Amorrortu. Bs. As. 2003.
La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo. Ed.
Siglo XXI. Bs. As. 2007

6
relaciones con otros sujetos: “la razón que adopta como ideal de conocimiento la ley
social de corte matemático es, en tal objetividad, razón subjetiva; el sujeto sólo se
reduce a ejemplar si, como ocurre en el concepto de necesidad estadística, se elimina
todo sentido objetivo. Sólo la razón obtusa que se conforma con registrar y clasificar
los casos y con extrapolar leyes sale victoriosa en la feliz y desesperada concordancia
de todos los casos con la sociedad, y por eso ya no necesita en absoluto de la reflexión
sobre ésta.”9 Como consecuencia, tales estudios tienden a la homogeneización de los
objetos estudiados y a su matematización, a la elusión de variaciones científicas por la
simple verificación de variedades “reales”.
Siguiendo a Bachelard podría decirse que esta concepción aúna, por un lado,
ciertos supuestos realistas por los cuales los conceptos son considerados como meros
sustitutos de experiencias inmediatas, claras y distintas. 10 Por otro lado, se desenvuelve
bajo consideraciones propias de la física newtoniana en la cual la explicación de una
noción se mueve entre un conjunto de nociones, sin analizar esas nociones o axiomas
hacia su interior. Muchos de estos supuestos y concepciones son sostenidos aún hoy
desde diversos ámbitos científicos. En este caso la pregunta es: ¿de qué manera la
ciencia moderna positivista se traslada al mundo del derecho? Vale aclarar que la
ciencia jurídica presenta particularidades sumamente interesantes algunas de las cuales
intentaré abordar. En especial, la relación entre la filosofía del derecho (o teoría general
del derecho) y la ciencia jurídica, así como el vínculo entre el campo jurídico (con su
ciencia jurídica a cuestas) y la estructura simbólica y material del sistema mundo
capitalista.

Positivismo y ciencia jurídica: los modelos de Kelsen y Ross.


Las múltiples separaciones provocadas por la ontología realista se expresan en la
división del trabajo académico a través de diversas disciplinas. Cada una de ellas
constituyó un determinado objeto y método capaz de distinguirla de las restantes. En
cada cual, el objeto se refiere a un aspecto determinado de esa realidad separada del
sujeto y susceptible de ser reflejada, explicada y predecida.

9
ADORNO Theodor. Sobre la objetividad en ciencias sociales. En: Epistemología de las ciencias
sociales. Ed. Cátedra, trad. Vicente Gómez. Madrid. 2001. Pp. 41- 42.
10
BACHELARD Gastón. La filosofía del no. Ensayo de una filosofía del nuevo espíritu científico.
Amorrortu. Bs. As. 2003. P. 24.

7
El objeto de la ciencia jurídica se circunscribe al universo de las normas jurídicas,
siendo las principales actividades del cientista del derecho la descripción de las mismas
y la predicción de las reacciones de los órganos jurídicos. En función de esta división,
se destinan al ámbito del sociólogo las cuestiones referidas a los factores que inciden en
el dictado de las normas o a las consecuencias sociales que ellas desencadenan. El
derecho se escinde drásticamente de la sociedad, las normas se convierten en verdaderos
objetos o cosas a las que el científico debe describir ciñéndose a las reglas
metodológicas estipuladas por la academia.
A continuación, analizo dos modelos de ciencia jurídica paradigmáticos en la
historia contemporánea del derecho: el de Hans Kelsen, por un lado, formulado en su
“Teoría pura del derecho” y, por otro, el de Alf Ross contenido en “Sobre el derecho y
la justicia”.
a. El modelo kelseniano.
Para Hans Kelsen, la ciencia jurídica tiene por objeto al derecho. Es decir, a las
normas jurídicas y a las conductas humanas en tanto y en cuanto éstas estén contenidas
en la norma y solo en virtud de ello: “…concebir algo como jurídico no puede querer
decir otra cosa sino concebir algo como derecho, y ello implica como norma jurídica, o
como contenido de una norma jurídica; como determinado por una norma de
derecho.”11 De este modo la ciencia jurídica se deberá encargar de producir enunciados
jurídicos que, a diferencia de las normas jurídicas, “…son proposiciones condicionales
que expresan que, conforme a un orden jurídico, nacional o internacional, dado al
conocimiento jurídico, deben producirse ciertas consecuencias determinadas por ese
orden, bajo determinadas condiciones que el orden jurídico determina.” 12 La diferencia
está dada en que la norma jurídica está dotada de autoridad jurídica en tanto avalada por
el poder coercitivo estatal, obligando o facultando a sujetos de derecho. Mientras que
las proposiciones de la ciencia del derecho no obligan por sí mismas a nadie, sino que se
limitan a describir la regla.
Pero, en esta línea, ¿de qué manera la ciencia jurídica puede responder a los
postulados positivistas de ciencia, en particular al de explicación-predicción causal?
Resulta más claramente aplicable el método positivista al universo de las conductas
humanas, en tanto las mismas sean reducidas de tal manera que sean explicables al

11
KELSEN H. Teoría pura del derecho. Ed. UNAM, trad. Roberto Vernengo. México. 1982. P. 83.
12
Ídem. P. 84.

8
modo causa-efecto. Pero en el caso de la ciencia del derecho si su objeto es la sociedad
en tanto “… orden normativo de la interacción humana”13, ¿de qué modo las
proposiciones descriptivas-condicionales que establecen un deber ser no dotado de
autoridad jurídica servirían de explicación en términos de causa-efecto? Es que las leyes
de las ciencias exactas se refieren a hechos deducibles de sus axiomas, cosa que resulta
inaccesible al científico del derecho que, en función de esta concepción, enuncia un
deber ser y no hechos que necesariamente podrán ser verificados si se cumplen las
condiciones teóricas establecidas. El nexo en las proposiciones que componen los
enunciados jurídicos está dado por la autoridad jurídica, por la potestad estatal de la
coacción, y no por la relación necesaria entre dos acontecimientos físicos o biológicos:
“Dado que la afirmación de que una norma, que ordena, autoriza o permite
(positivamente) determinada conducta se encuentra “en vigencia” o tiene “validez” no
puede querer decir que esa conducta efectivamente se produce, sólo puede decir que
esa conducta debe producirse.” 14
Kelsen responde afirmando que la diferencia está dada centralmente en que los
enunciados jurídicos son gobernados por el principio de imputación, al afirmar que ante
la ocurrencia de tal o cual acontecimiento se deberá producir una consecuencia
determinada. En cambio, bajo el principio de causalidad las proposiciones se unen
necesariamente de tal modo que, ocurrido A, su consecuente será, necesariamente, B.
Sin embargo, ambos tipos de enunciados son similares en tanto que, para Kelsen, son
igualmente neutrales las actividades científicas del científico del derecho y las del físico
o del químico quienes no emiten juicios de valor acerca de su objeto de estudio: “El
enunciado jurídico permanece como una descripción objetiva; no se convierte en
prescripción. Sólo afirma, como la ley natural, que la conexión entre dos circunstancias
de hecho, es una relación funcional.”15
La forma jurídica y las normas son consideradas como un objeto de estudio
absolutamente autónomo del mundo social. La ciencia jurídica entiende de esta manera
al orden legal como un objeto de conocimiento científico por sí mismo y a la tarea del
científico como una labor neutral carente de motivaciones ideológicas o políticas. El
dogmático, según el modelo kelseniano, es un ser capaz de liberarse de toda ideología e

13
Ídem. P. 90.
14
Ídem. P. 92.
15
Ídem. P. 94.

9
interés y que, movido por su neutralidad, encara su labor técnica de descripción del
conjunto de normas dado, buscando únicamente responder a la pregunta: ¿qué debe
suceder conforme a derecho?
La teoría pura del derecho en palabras de Kelsen expone un proyecto
antiideológico. Concibe a la ideología como aquello que no es “realidad natural” o
descripción y, en función de ello, supone la posibilidad de un conocimiento verdadero
del derecho a través del modelo descriptivo de ciencia. El aspecto de la realidad
atribuido a la ciencia jurídica se limita al mundo de las normas que para Kelsen deben
distinguirse rigurosamente del mundo de lo fáctico correspondiente a la sociología
jurídica y referido al relevamiento de las causas por las que sancionó tal o cual norma o
por las consecuencias sociales que generó: “La teoría pura del derecho como ciencia
jurídica, dirige (…) su visual a las normas jurídicas; no a hechos reales, es decir, no al
querer, o a la representación de normas jurídicas, sino a las normas jurídicas como
contenidos significativos queridos o representados.”16 Kelsen niega carácter ideológico
a su modelo científico mediante la apelación a la división del trabajo académico: la
cuestión relativa al origen y consecuencias de las normas son objeto de la sociología.
Como dije, se concibe al observador como un sujeto capaz de registrar un objeto.
Aquí reluce aquel postulado realista sobre el que me detuve anteriormente: “lo real”, o
lo normativo aislado en este caso, tiene preeminencia por sobre toda otra construcción
teórica consciente posible. Es que se olvida que tal evidencia real implica también una
configuración representacional que, en su caso, al eludir o reducir la teoría, encuentra la
verdad en el saber cotidiano de la filosofía espontánea y sus experiencias primeras.
Kelsen iguala el mundo de las normas al mundo de la naturaleza, es su manera de
justificar una ciencia del derecho respetuosa del modelo de las ciencias naturales. Al
igual que la ocurrencia de un fenómeno climático, un orden normativo deberá ser
explicado mediante proposiciones que, en lugar de establecer efectos necesarios de
causas observables, imputará un deber ser carente de autoridad jurídica. Esa constituye
para Kelsen, en su “Teoría pura del derecho”, la principal diferencia entre la ciencia
normativa y las demás ciencias. Siguiendo a Ost y van de Kerchove más que una teoría
pura del derecho se arriba a una teoría de derecho puro, de derecho purificado alejado
del derecho realmente aplicado y vivido.17

16
Ídem. P.118.
17
OSZT Francois, VAN DE KERCHOVE Michel. “La referencia a dios en la teoría pura del derecho
de Hans Kelsen”. En: Materiales para una teoría crítica del derecho. MARÍ E., CÁRCOVA C. M. y

10
b. El modelo de Alf Ross.
Ross pone en cuestión la afirmación de Kelsen relativa a que los enunciados
jurídicos solo se refieren al deber ser y no al ser como las ciencias naturales, en tanto
entiende que las proposiciones de la ciencia jurídica son verdaderas aserciones acerca de
cuál es el derecho vigente. Sin embargo, no debe perderse de vista que para Ross la
ciencia del derecho “dirige su atención al contenido abstracto de las directivas y no a
las realidades de hecho del derecho en acción”.18 Éste último ámbito es el que estudia
la sociología interesada, según la concepción del jurista danés, en la ideología y el
estudio de la interacción entre el derecho y la sociedad. Pero la ciencia jurídica no tiene
por objeto postular normas sino “establecer que éstas son derecho vigente” 19. Para
Ross la delimitación de los objetos de estudio de cada una de estas disciplinas no es una
cuestión sencilla, en tanto que si bien “el jurista no se ocupa del nexo que conecta la
doctrina con la vida real, este nexo, sin embargo, existe.”20 Es que si la cuestión es
establecer cuál es el derecho vigente, entendido como “la efectividad de las normas en
tanto que constituyen un hecho social” 21, resultará más dificultoso distinguir sociología
de ciencia jurídica que en la teoría meramente descriptivista del derecho positivo de
Kelsen. La dificultad es zanjada por Ross en los puntos relativos al enfoque e interés de
las disciplinas: la dogmática se ocupa del derecho vigente actualmente en una sociedad
determinada, la sociología jurídica en las “notas típicas de la estructura y función del
derecho en acción (…) en particular la mecánica de la motivación jurídica y la
interacción entre el derecho y otras fuerzas sociales.”22
A diferencia de Kelsen, para Ross las proposiciones doctrinarias establecen un ser
y no un deber ser no dotado de autoridad jurídica. Pero, además y en razón de ello, estos
enunciados son capaces de predecir las decisiones de los tribunales. Por lo cual, la
ciencia jurídica tiene por objeto según el danés, la función de determinar qué normas
están vigentes y pronosticar los criterios que probablemente adoptarán los órganos
judiciales al resolver casos concretos, incluso recurriendo al auxilio de otras ciencias
como la sociología, la psicología, etc. El esfuerzo de Ross por adaptar la dogmática a

otros. Abeledo perrot, 2º ed. Ampliada. Bs. As. 2006. P. 64.


18
ROSS A. Sobre el derecho y la justicia. Eudeba. Bs. As. 2006. P. 42.
19
Ibídem.
20
Ídem. P.43.
21
Ibídem
22
Ídem. P. 46.

11
los cánones positivistas de ciencia implica que, si un sistema jurídico es asimilable a la
naturaleza y a sus propiedades cuantitativas, entonces podrá ser descripto objetivamente
y predecidas sus consecuencias: podrá ser homogeneizado el objeto de estudio como tal
pudiéndose advertir variedades en el mismo, sin poder ser aceptadas variaciones en sus
conceptos fundamentales convertidos en axiomas.
Entre otras tantas distinciones disciplinares que plantea Ross, se ocupa de la que
corresponde a la filosofía del derecho. La entiende no como teoría de una ciencia
empírica sino como un método, el análisis lógico, que tiene por objeto al lenguaje
científico. De esta manera “El filósofo del derecho investiga problemas que a menudo
constituyen premisas que el jurista da por sentadas.”23 La filosofía del derecho
(término que Ross prefiere trocar por “problemas iusfilosóficos”) es así, un estadio
superior del pensamiento en relación a la dogmática, al ocuparse en sus análisis de la
mismísima ciencia jurídica y de los conceptos fundamentales del derecho. El postulado
positivista que distinguió ontológicamente a la ciencia empírica de la filosofía y, por
ende, en muchos casos separó a la ciencia social de modelos teóricos conscientes, se
expresa aquí en el discurso de Ross que pretende reducir en múltiples sectores al
conocimiento de los diferentes fenómenos sociales relacionados con un sistema jurídico
particular. Pero si el jurista solo reproduce o describe un derecho vigente en un
momento dado, nunca llegará a preguntarse acerca de la conveniencia o la eticidad de
ese derecho, ni sobre sus conceptos fundamentales. Igualmente, si el sociólogo solo se
preocupa del derecho en acción, nunca prestará atención al derecho vigente en tanto
construcción simbólica producida en un específico espacio social relacionado
estrechamente con el campo del poder. Por último, si el filósofo del derecho (y esto por
más que Ross no lo quiera) sólo se dedica a construir modelos teóricos capaces de
justificar al derecho vigente e incluso en ocasiones a criticarlo, nunca podrá acceder a la
verificación ni al enriquecimiento de sus teorías con los datos de la realidad social.
La teoría general del derecho se constituye así en una filosofía cerrada incapaz de
dialectizarse a partir de su aplicación y, como correlato, la ciencia jurídica en una
dogmática incapaz de inquirir en los axiomas provistos por esa filosofía. Así, el
científico del derecho suele estar más predispuesto a considerar que su actividad surge,
al decir de Bachelard, de un “espíritu sin estructura, sin conocimiento”.24 En tanto que

23
Ídem. P. 49
24
BACHELARD Gastón. La filosofía del no. Ensayo de una filosofía del nuevo espíritu científico.
Amorrortu. Bs. As. 2003. P.11

12
el filósofo del derecho tiende a considerar su saber como un algo estático que ha
encontrado la evidencia: “una sola verdad basta para salir de la duda de la ignorancia,
del irracionalismo.”25
En definitiva, una verdadera ciencia-filosofía que acepta la variedad y la evolución
y que, al poner en cuestión lo dado y dudar sobre todas las cosas como proponía
Decartes, sea capaz de elucidar y deconstruir los más profundos e inconscientes
entramados sociales, será imposible en estos términos. No sólo en razón de los
supuestos ontológicos y epistemológicos expuestos, sino además por las mismas
estructuras burocrático-académicas que se produjeron y que cumplen una estricta
función de control y censura del pensamiento.

La ciencia jurídica como dogmática gestionaria.


En el mundo del derecho el positivismo pretende que la preocupación se enfoque
en la forma jurídica mediante la construcción de reglas, doctrinas, interpretaciones y
sistematizaciones que hallen en sí mismas sus propios fundamentos y legitimidad. La
labor del dogmático se relaciona con la provisión de los insumos que el jurista práctico
necesita para argumentar su posición o justificar sus necesidades profesionales de
coyuntura. No sólo la hermenéutica de ciertos aspectos del sistema jurídico, de leyes o
artículos sino la elaboración de definiciones reales de las entidades jurídicas y de
clasificaciones fundadas en la esencia de las mismas, la sistematización de normas
mediante su reducción a principios generales y la elaboración de teorías acerca de la
coherencia interna de un sistema dado. 26
De este modo, el sistema normativo suele presentarse para el normativista como
una estructura pura en virtud de la cual las sociedades y los individuos organizan sus
conductas según sus propias motivaciones e intenciones libres y racionales. Si las
normas o los objetos existen como cosas más allá de las construcciones y prenociones
de los individuos entonces es que es posible conocerlas sin preguntarnos acerca de esas
prenociones y supuestos. Pero ¿tal evidencia de la experiencia acerca de las normas y el
mundo es incuestionable? Husserl en sus “Meditaciones cartesianas” pone en duda tal
aseveración: “… la evidencia de la experiencia del mundo necesitaría (…) a los fines de
una fundamentación radical de la ciencia, de una previa crítica de su validez y alcance,

25
Ibídem.
26
Ver: CACERES NIETO Enrique. Lenguaje y derecho. Las normas jurídicas como sistemas de
enunciados. UNAM. México. 2000.

13
o sea, que no podemos tomarla incuestionablemente como apodíctica.”27 No es
suficiente para Husserl poner en duda a las ciencias sino también a la base positivista de
todas ellas, al mundo de la experiencia, porque: “¿y si el mundo no fuese a la postre la
base absolutamente primera de todo juicio, sino que con su existencia se hubiese ya
dado por supuesta una base real anterior en sí?”28 Es decir, si lo que se nos presenta
como evidentemente existente en tanto vivencia primitiva del mundo no es más que una
representación simbólica construida a partir del lenguaje y el sentido común, entonces,
ese universo de subjetividad merece ser estudiado. El jurista que se propone solo
describir las normas o, a lo sumo, sistematizarlas “creativamente” sin preguntarse
acerca de la verdadera entidad social oculta de las mismas corre el riesgo de dar por
sentado este aspecto del a priori y lo dado que no es más que imposición ideológica de
una específica formación social. En definitiva de esta manera el jurista tiende a
reproducir inconscientemente los esquemas oficiales del orden establecido, sin
preguntarse acerca de ellos ni, mucho menos, convertirlos en objeto de su indagación.
Al decir de Quinney: “se da por sentado el orden legal, con una investigación dirigida
hacia una comprensión de cómo opera el sistema. Se dedica poca atención a preguntas
sobre por qué existe la ley, si realmente la ley es necesaria, o cómo sería un sistema
justo.”29 Así, el normativismo trata de responder al cómo se aplica o interpreta una
norma y tenderá a eludir al qué, al por qué y al para qué se lo hace. La consecuencia
política más trascendente de este tipo de estudios será la fijación de los mismos a lo
dado: al reificarse la norma y ubicarla como objeto de conocimiento autónomo se
impide la puesta en valor del orden que la ha impuesto. Me atengo a las palabras de
Enrique Marí quien expresaba: “La suposición de que la posibilidad de una
construcción lógico formal no prejuzgue sobre el sistema de valores admitido, es
ilusoria.”30
Esta configuración inicial del conocimiento jurídico, a partir de las epistemologías
aquí estudiadas, determina los modelos teóricos y métodos que se utilizarán al momento
de estudiar al orden legal. Lo que implica que este positivismo legal asegura que las
investigaciones de los juristas pierdan de vista al universo de lo apriorístico, y que los

27
HUSSERL E. Meditaciones cartesianas. Ed. Fondo de cultura económica, 2º ed. México. 1942. P. 32.
28
Ídem. P. 33.
29
QUINNEY R. “Una filosofía crítica del orden legal”. En: Delito y sociedad, año 14, nº 21.
Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe. 2006. P.8
30
MARI Enrique. Neopositivismo e ideología. Eudeba. Bs. As. 1974. P. 144.

14
filósofos del derecho deriven en una labor meramente especulativa en el sentido de
aquel saber proclive a caer en sutilezas o exposiciones sin base real. Tenemos, entonces,
por un lado, una filosofía cerrada y, por el otro, una ciencia dogmatizada. Ambas
complementarias y estáticas incapaces de concebir sus respectivas dialectizaciones. Es
decir, de tolerar aquella disposición espiritual que concibe su propia transformación a
través de la oposición entre nociones y teorías aparentemente inconciliables. Asimismo,
resulta ajena a las concepciones estudiadas la complejización de sus nociones, es decir,
el esfuerzo por analizar sus axiomas más básicos. Como si en economía fuese
impensable analizar la noción de valor, en la ciencia jurídica sería impensable, desde
estas concepciones, analizar la noción de sujeto jurídico o de norma. Tal labor podría
corresponder a la filosofía del derecho que, como dijimos, tiende, en estos términos, a
alejar de sus investigaciones al sustrato empírico, corriendo el riesgo de perderse en
confirmaciones de principios generales a partir de tomar su objeto en bloque sin
preocuparse de sus variaciones o fluctuaciones.
En definitiva, de esta manera, se cierran las puertas a la ruptura como “…mutación
por la cual una ciencia nueva se establece en una nueva problemática, distante de la
antigua problemática ideológica.”31 Es que el desacierto de la ciencia jurídica como la
hemos presentado, no es que su objeto sea reducido o meramente normativo. La falta
estriba en el mismísimo dogmatismo a la que se auto-reduce, es decir, al marco teórico
avalado en el campo de conocimiento “ciencia jurídica”. Estas maneras de “ver” que
establecen lo que puede observarse y lo que no, fijan estrictísimas fronteras que
moldean, a su vez, los objetos y problemas sobre los cuales los agentes tenderán a
ocuparse.
Cabe resaltar, en este sentido, que el etiquetamiento que suele efectuarse en el
campo académico-jurídico de todo estudio no dogmático como de “sociología jurídica”,
puede entenderse como la elusión de toda posibilidad de alterar la base teórica o
problemática teórica de la ciencia jurídica y, por consiguiente, de plantear nuevas
preguntas al objeto de estudio o de responder de manera diferente a preguntas ya
efectuadas. Tal etiquetamiento se efectúa, como vimos en Kelsen y Ross, mediante la
metáfora espacial que distingue los terrenos de la ciencia jurídica, la teoría general del
derecho o filosofía del derecho y la sociología jurídica.

31
ALTHUSSER Louis, BALIBAR Etienne. Para leer el capital. Ed, Siglo XXI , trad. Marta Harnecker.
México. 2006. P. 166.

15
La ciencia jurídica, a partir de los modelos abordados, desemboca en lo que
llamaré “dogmática gestionaria”32 entendiendo por tal a aquel conocimiento que
sostiene una sumisión absoluta y sin examen a determinado texto-autoridad que, en la
civilización occidental capitalista, es revelado por el órgano indiscutible del saber: la
razón del ego cartesiano. Cabe aclarar que no utilizo el concepto “dogmática” por
oposición al de “ciencia” sino que, por el contrario, en el desarrollo cientificista ambas
se funden en la práctica teórica que a partir de la cuantificación y mensuración de sus
objetos construye aquellas aplicaciones útiles a la reproducción de la sociedad
industrial. La denominación podría ser también “ciencia gestionaria”, sin embargo
entiendo más gráfica esta denominación (dogmática), que no implica la toma de partido
a favor de la “ciencia positivista” que a partir de la ilusión de la no existencia de a priori
alguno busca la verificación experimental de lo mensurable y el culto al instrumento de
medición. Asimismo, en cuanto a dogmática no estoy haciendo referencia a la
dimensión dogmática, saber ordenador de saberes, nivel de organización de la vida que,
como enseña Pierre Legendre, esencialmente “…introduce el hiato, la incomprensión
en la médula de la relación del individuo consigo mismo, la inarmonía en la relación
entre interlocutores, así como la idea fundamental de que el lazo humano depende de
33
una lógica que se sustrae a la libre disposición.” En definitiva, intento elucidar la
perversión de la dogmática jurídica que implica la constitución de una dogmática
gestionaria tal como aquí la presento.
Esta dogmática se adjetiva como gestionaria a los fines de denotar sus específicas
funciones sociales relativas a la provisión de aplicaciones técnicas y a la consolidación
del sistema de creencias que da sustento al mercado universal dominado por el principio
supremo de la eficiencia economicista. Pierre Legendre precisa: “Sin las grandes
invenciones jurídicas, sin el contrato ni la resolución de conflictos por los jueces, no
habría Management (…) Los montajes del derecho transforman el teatro de la
competencia en escena deportiva planetaria.” 34 El imperio del management eficientista

32
Las “Funciones Gestionarias” del gobierno moderno son precisadas por Pierre Legendre acudiendo al
texto de la carta del papa Alejandro VI dirigida a Cristóbal Colón en el año 1493 a poco del
descubrimiento de América: “aplicación, esfuerzo y diligencia, no ahorrando trabajos, gastos ni peligros;
incluso derramando la propia sangre” (Lo que occidente no ve de occidente. Conferencias en Japón.
Amorrortu. Bs. As. 2008. P. 39.)
33
LEGENDRE Pierre. Lo que occidente no ve de occidente. Conferencias en Japón. Amorrortu. Bs.
As. 2008. P.104.
34
LEGENDRE Pierre. Dominium Mundi. El imperio del Management. Amorrortu. Bs. As. 2008. P. 47
y 48.

16
supone la cientifización positivista de la dogmática jurídica y la dogmatización de la
ciencia, a través de la referencia acrítica a un lugar de la verdad: el de la ciencia-técnica-
economía35 en tanto enorme usina de diagnósticos y soluciones a medida para todo y
para todos. Esta referencia postula su exclusividad su ser único y superior en base a su
sustento: el orden racionalista que, no menos mitológico que los de sociedades
“primitivas”, “inferiores” o “coloniales”, es presentado como el camino idóneo para la
liberación del ser humano. Ilusión ésta que transita peligrosamente hacia el reino de la
no-ley, de la lucha de todos contra todos, del principado del individuo egoísta, hedonista
e ilimitado.36 Detrás del telón ilusorio del fanatismo cientificista del puro racionalismo
formalista resurge nuestra historia genealógica velada: “… el mito fundador de
occidente, la puesta en escena de una omnipotencia divina que engendre a la
humanidad y legitima su existencia.”37 Es que entre lo más específico de la dogmática
gestionaria se halla aquel afán por circunscribir su práctica teórica “al cumplimiento
jurídico del gobierno de los sujetos” 38 antes que “hacer progresar nuestro análisis del
hecho humano.”39
En este punto se hace necesario abordar aquellas relaciones existentes entre toda
esta ingeniería científico-jurídica y el mundo social y sus específicas e históricas formas
de dominación. En definitiva, la cuestión gira en torno de la necesaria investigación
acerca de las luchas de poder que determinan las especiales características de una
disciplina, que aparece como condenada a la petrificación. Siguiendo a Michel Foucault,
la cuestión estriba en derrumbar en este caso el mito que sostiene la antinomia entre
saber y poder: “El poder político no está ausente del saber por el contrario está
tramado con éste.”40

35
Ver: LEGENDRE Pierre. Dominium Mundi. El imperio del Management. Amorrortu. Bs. As. 2008.
36
El cientificismo gestionario se desenvuelve como un fanatismo “por la abolición y el cambio que tanto
marcó a la modernidad creando la ilusión de un poder de dominar todas las coacciones, incluidas las de
salirse del tiempo, con un horizonte último: el poder de vencer a la nada mediante la abolición de la
muerte.” (LEGENDRE Pierre. Lo que occidente no ve de occidente. Conferencias en Japón.
Amorrortu. Bs. As. 2008. P. 45 y 46)
37
LEGENDRE Pierre. Lo que occidente no ve de occidente. Conferencias en Japón. Amorrortu. Bs.
As. 2008. P. 46.
38
LEGENDRE Pierre. “Los amos de la ley. Estudio sobre la función dogmática en el régimen
industrial”. En: Derecho y psicoanálisis. Teoría de las ficciones y función dogmática. Edicial. Bs. As.
1994. P. 141.
39
Ibídem.
40
FOUCAULT Michel. La verdad y las formas jurídicas. Gedisa. Barcelona. 1996. P. 52.

17
Mediación jurídica y poder simbólico.
En particular, para responder a la última cuestión planteada, conviene aclarar la
relación entre el derecho, entendido como discurso dotado de autoridad jurídica y
espacio social específico, y las relaciones de poder y dominación social a nivel macro-
estructural. 41
En primer lugar, y siguiendo a Pierre Bourdieu, el discurso jurídico no es un
simple discurso más presente en el campo social. Es discurso que goza de autoridad
jurídica como forma por antonomasia del poder simbólico. El poder simbólico se
presenta en palabras de Bourdieu como aquel “poder para hacer que algo, que
previamente solo existía en un estado implícito, exista en estado objetivado, público y
formal.”42 Es el poder propio del campo jurídico de objetivar ciertos enunciados a
través de la codificación, de dar formas, de instituir y nombrar, de otorgar jerarquía y
poder de coerción, de oficializar y universalizar. Es que entre lo más específico del
espacio jurídico se halla aquel interés por dotar de neutralidad, universalidad y
desinterés al discurso jurídico y, a través de ello, lograr la legitimación y consenso
social sobre determinadas concepciones impuestas por determinada clase social. La
cualidad más eficaz del campo se manifiesta en la legitimación cuasi mágica de
determinado estilo de vida y orden social, a través de la incorporación de estos valores e
intereses, bajo la apariencia neutral en normas legalmente sancionadas o producidas. En
este sentido Pierre Bourdieu señala que el campo jurídico es aquel espacio social
relativamente autónomo de las demandas externas, caracterizado por la competencia
interna en pos del monopolio de decir qué es el derecho y por ser el ámbito por
excelencia de producción y ejercicio de la violencia simbólica legítima a cargo del
Estado.43 Esta violencia se desarrolla a través de la imposición de representaciones
simbólicas, y cumple una específica función social que entrelaza al campo jurídico y al
campo del poder al universalizar los intereses propios de los dominadores, conformando
uno de los componentes más destacados en la estructuración de las ideologías. Todo
ello posibilita el desarrollo de una eficacia simbólica caracterizada por la

41
Como señalaba Enrique Marí, al moverse el problema de las proposiciones jurídicas al discurso
jurídico, se abre la posibilidad de analizar las luchas simbólicas y las relaciones de poder que las
sustentan. Ver: MARÍ ENRIQUE. “Problemas abiertos en la filosofía del derecho”. En: Doxa nº 01.
1984. Pp. 159-167.
42
BOURDIEU Pierre. Poder, derecho y clases sociales. Desclée de Brouwer, 2° edición. Barcelona.
2001. P. 124.
43
Ver: La Fuerza del Derecho: Elementos para una sociología del campo jurídico. En: La fuerza
del derecho. Siglo del hombre Editores. Bogotá. 2005.

18
“…aprehensión del orden establecido como natural (ortodoxia) a través de la
imposición enmascarada (por tanto desconocida como tal) de sistemas de clasificación
y estructuras mentales objetivamente ajustadas a las estructuras sociales.” 44
Pero a más de este aspecto simbólico (que conlleva sus específicos efectos
concretos en la constitución del campo jurídico, la jurisprudencia, la ciencia jurídica y el
monopolio de “lo judicial” y “lo judiciable”) resulta interesante señalar el papel que
cumple el derecho privado en el mundo social relacionado con su actuación como
mediación jurídica en el intercambio mercantil. En palabras de Pashukanis: “… el
derecho representa la forma, envuelta en brumas místicas, de una relación social
específica.”45 Las diferentes relaciones sociales propias del sistema capitalista se
caracterizan por revestirse de la forma jurídica como mediación que hace posible y
enmascara el intercambio mercantil entre propietarios de mercancías. La relación entre
sujetos jurídicos (es decir, entre propietarios de mercancías) es sostenida por la teoría
general del derecho con la imagen del encuentro entre voluntades libres que eligen lo
que les es más conveniente según diferentes valoraciones, no ven en tales relaciones las
determinaciones y condicionamientos propios de un sistema de dominación
históricamente constituido, sino una expresión más de propiedades naturales a los seres
humanos. Tal vínculo es enunciado por Pashukanis: “La relación jurídica entre los
sujetos no es sino el reverso de la relación entre los productos del trabajo convertidos
en mercancías.”46 Desde esta perspectiva el derecho no es solo ideología es, además,
pilar fundamental en el intercambio mercantil junto a los propietarios de mercancías y al
dinero, en tanto constituye la mediación contractual-retributiva (avalada
coercitivamente) necesaria para el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción
y explotación. La forma jurídica supone el enfrentamiento entre los intereses privados,
la conflictividad social surgida de la desigualdad estructural enmascarada tras el valor
universal de la igualdad ante la ley. Pero al mismo tiempo se encarga de desactivar esos
conflictos mediante la integración de los mismos y su sintetización en la ideología
dominante.47

44
BOURDIEU Pierre. Sobre el poder simbólico. En: Poder, derecho y clases sociales. Desclée de
Brouwer, 2° edición. Barcelona. 2001. P. 97.
45
PASHUKANIS E. La teoría general del derecho y el marxismo. Grijalbo, trad. Carlos Castro.
México. 1976. P. 62.
46
Ídem. P. 61.
47
Cabe como ejemplo la retribución tarifada prevista en la legislación laboral argentina de los daños-
destrucciones del cuerpo del obrero, que se presenta al momento de la sentencia como contraprestación

19
Estas funciones a la vez simbólicas y materiales del derecho 48 son vitales para el
sostenimiento de la hegemonía burguesa y han posibilitado el desarrollo de la sociedad
industrial. Pero con ello no se ha construido socialmente solo al derecho como discurso
y como campo sino, además, se han conformado criterios legales precisos,
sistematizaciones clarificadoras, extensas casuísticas y sofisticadas interpretaciones. Ha
sido necesaria la constitución de un saber con ciertos signos o apariencias apodícticas,
propias de las ciencias modernas gestionarias, capaz de legitimar un plexo teórico
estático. Todo ello incluso al precio de abandonar a la ciencia jurídica a un eterno
espacio de inferioridad dentro del campo de las ciencias, viéndose continuamente
cuestionada su categoría de tal para ser menospreciada (incluso frente a las demás
ciencias de factura funcionalista) como dogmática expresión de una racionalidad formal
escindida de la racionalidad capaz de pensar los fines de las prácticas. El campo
académico jurídico, desde las concepciones de Kelsen y Ross (y en gran parte de sus
diferentes expresiones), rechaza toda postura capaz de romper con sus aparatos teóricos
para construir nuevas visiones dentro de su seno, capaces de hacer visible lo que la
misma dogmática (lo mismo podría decirse de gran parte de las expresiones de la
filosofía del derecho desde sus posicionamientos como filosofías cerradas) se esfuerza
en hacer invisible. De este modo se hace inaccesible la dialectización de estos modelos
científicos en los términos planteados por Gastón Bachelard: “Dialectizar el
pensamiento significa aumentar la garantía de crear científicamente fenómenos
completos, de regenerar todas las variables degeneradas o ahogadas que la ciencia,
como el pensamiento ingenuo, había descuidado en su primer estudio.”49 Por el
contrario, de este modo y bajo estas premisas se allana el establecimiento del monopolio
por parte del campo jurídico de la competencia jurídica que escinde de forma
meramente lingüística (y no conceptual) a los criterios de equidad vulgares de los de los
agentes autorizados a pertenecer al campo jurídico. Este monopolio es la clave de la
autonomía de la que goza el campo jurídico respecto del resto de los espacios sociales. 50

pecuniaria capaz de encarnar socialmente el “justo” veredicto.


48
Aquí no apunto a dos espacios diferentes de la sociedad autónomos uno de otro y capaces de
determinarse entre sí. Más bien, “lo simbólico” y “lo material” son dos niveles de análisis. De manera
similar Enrique Marí en “Racionalidad e imaginario social” distingue el análisis de “lo endógeno” y “lo
exógeno” del dispositivo del poder (“Racionalidad e imaginario social”. En: Derecho y psicoanálisis.
Teoría de las ficciones y función dogmática. Edicial. Bs. As. 1994).
49
BACHELARD Gastón. La filosofía del no. Ensayo de una filosofía del nuevo espíritu científico.
Amorrortu. Bs. As. 2003. P.17.
50
Ver: La Fuerza del Derecho: Elementos para una sociología del campo jurídico. En: La fuerza

20
Sin embargo, el campo jurídico cumple además específicas funciones difíciles de
advertir desde una sociología fisicalista o un análisis puramente materialista. Como bien
señalaba Nicos Poulantzas el sistema de valores y normas que conforman la
superestructura jurídica nunca es un ideal no-real sino que influye eficazmente “por
medio de su especificidad axiológica y normativa (…) sobre los niveles real-materiales
de la base.”51 Es que tras aquellos telones habita otro carácter, al decir de Slavoj Zizek:
“El carácter externo de la máquina simbólica (“autómata”) no es (…) simplemente
externo: es a la vez el lugar en el que se representa de antemano y se decide el destino
de nuestras creencias más “sinceras” e “íntimas”.”52 Tal cuestión inicia el estudio del
ámbito de intersección entre el inconsciente y lo social: el imaginario social en tanto
específica cosmovisión que aúna las ideologías teóricas y prácticas y ejerce su función
de, siguiendo a Enrique Marí: “operar en el fondo común y universal de los símbolos,
seleccionando los más eficaces y apropiados a las circunstancias de cada sociedad,
para hacer marchar al poder. Para que las instituciones del poder, el orden jurídico, la
moral, las costumbres, la religión, se inscriban en la subjetividad de los hombres, para
hacer que los conscientes y los inconscientes de los hombres se pongan en fila.”53
La función más trascendente de una dogmática gestionaria como la planteada y de
sus disciplinas complementarias estriba justamente en establecer como sus no-objetos,
entre otros, a estos aspectos mencionados.

Consideraciones finales.
En primer lugar cabe considerar que la ciencia jurídica, a partir de los modelos
construidos por sus principales teóricos aquí estudiados, se ha ubicado más como
espacio sometido al campo jurídico que como disciplina dentro del campo científico.
Ello en razón de, al menos, dos motivos. Por un lado al servir al sostenimiento de las
funciones simbólico-ideológicas del derecho ya analizadas centrales en la construcción
de la escasísima autonomía de la misma respecto de los aparatos ideológicos
imperantes. En el supuesto perfeccionamiento purificador de un sistema lógico-formal

del derecho. Siglo del hombre Editores. Bogotá. 2005.


51
POULANTZAS NICOS. “El examen marxista del Estado y del derecho actuales y la cuestión de la
alternativa”. En: Marx, el derecho y el estado. Ed. Oikos-tau. Barcelona. 1969. P. 85.
52
ZIZEK Slavoy. El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI. Bs. As. 2003. P. 73.
53
MARÍ Enrique. “Racionalidad e imaginario social”. En: Derecho y psicoanálisis. Teoría de las
ficciones y función dogmática. Edicial. Bs. As. 1994. P.64.

21
sustentado en la ilusoria escición entre juicios de hecho y juicios de valor 54, se
desarrolla la reproducción del orden establecido. Por otro, al no permitir la
transformación de sus bases teóricas manteniéndose como saber cerrado y aislado, se
aparta de la posibilidad de acumular el capital de recursos colectivos de tipo teórico-
formal capaces de suministrarle entidad respetable en el campo científico.55
En segundo lugar, la clasificación como “sociológicos” a los estudios jurídicos no
dogmáticos responde a la necesidad de sostener la base teórica de la ciencia jurídica e
impedir su problematización y dialectización, reservando un espacio inalterable a la
ciencia jurídica. La distinción de los objetos de la teoría general del derecho (conceptos
fundamentales del derecho), la sociología jurídica (el derecho en acción) y de la ciencia
jurídica (el derecho positivo o el derecho vigente) mediante la metáfora espacial referida
a los diversos terrenos de cada cual, hace imposible la ruptura de la base teórica de la
ciencia jurídica para la construcción de una nueva problemática teórica capaz de revelar
como “visibles” a lo que la dogmática ha establecido como sus no-objetos.
De esta manera he denominado “dogmática gestionaria” a la práctica teórico-
técnica caracterizada por la construcción de un saber cerrado y sometido acríticamente a
un texto-autoridad, e incapaz de poner cuestión sus axiomas. Por el contrario, el espíritu
crítico-dialéctico aquí propugnado implica la disposición a favor de variaciones
científicas. Ello no debe confundirse con un ataque desde la ciencia a la dogmática del
derecho, sino que responde a la voluntad de lucha desde la epistemología contra el
racionalismo formal jurídico que, día a día, construye las condiciones propicias para el
imperio de la ley del mercado, o mejor dicho, de la no-ley del mercado; al contrario de
lo que cree Alain Supiot en “Homo juridicus” al entender aberrante cualquier ataque a la
dogmática jurídica confundiendo a ésta con un saber diferente del de las ciencias
gestionarias,56 es que si como postula el autor francés el derecho es “una técnica de
humanización de la técnica” 57, la pregunta es quién o cómo se humaniza la técnica del
derecho.58 Lo dicho implica la concepción de una ciencia capaz de no reconocerse a sí

54
A este respecto Enrique Marí señala el auténtico “jibarismo social” que acarrea “… una técnica
separada de la sociedad y no de una sociedad con su técnica que tiene sus juicios de valor.”
(Neopositivismo e ideología. Eudeba. Bs. As. 1974. P. 145)
55
Ibídem
56
Ver: SUPIOT Alain. Homo juridicus. Ensayo sobre la función antropológica del derecho. Siglo
XXI. Bs. As. 2007. P. 80.
57
Ídem. P. 173.
58
En particular, teniendo en cuenta que el significante técnica remite en la sociedad industrial al saber
apodíctico de la ciencia moderna, como mera aplicación mecanicista de ese saber.

22
misma como El lugar de la Verdad, como la referencia obligada y dogmática en las
sociedades industriales occidentales. Sino como una forma de conocimiento que, al
igual que otras, carece de la llave maestra de la vida y la muerte.

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23
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