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"De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo"

Cuando llegan a la venta, la mujer del ventero, su hija y una joven asturiana poco
agraciada "del un ojo tuerta y del otro no muy sana" que se llama Maritornes le curan
las heridas a don Quijote en una cama bastante incómoda y chapucera.

En vez de admitir que las heridas son el resultado de los golpes que les dieron los
arrieros, Sancho dice que su amo se cayó de una peña y que él está dolorido por el
sobresalto que sintió al verlo lesionarse de esa manera.

Entonces, Sancho le explica a Maritornes que don Quijote es un caballero aventurero


quien "hoy está la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y
mañana tendría dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero".

Al caer la noche, toda la venta está en silencio, pero el arriero que comparte la
habitación con don Quijote y Sancho está en su cama despierto esperando a
Maritornes, ya que la asturiana había acordado visitarlo para "satisfacerle el gusto en
cuanto le mandase" después de que se durmieran los otros huéspedes. Aquí Cervantes
menciona que el autor de esta historia, Cide Hamete Benengeli, conocía a este arriero
muy bien y que era pariente suyo.

Don Quijote y Sancho también están en sus camas despiertos ya que no pueden
conciliar el sueño por estar tan doloridos. En esto, don Quijote comienza a imaginar
que la hija del señor del castillo (el ventero) se enamora de él y viene a visitarlo de
noche, pero se promete no serle infiel a Dulcinea.

Mientras que don Quijote fantasea, entra Maritornes en camisa, descalza y andando de
puntillas en busca del arriero. Don Quiote, le escucha entrar a Maritornes y se sienta
en la cama con los brazos extendidos para recibir a la "doncella". En la oscuridad,
Maritornes se topa con don Quijote y él le agarra la muñeca y hace que se siente a su
lado.

Imagina que su camisa es de una tela fina, que las cuentas de vidrio de su pulsera son
perlas orientales y que su aliento, que "olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le
pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático". No obstante, don Quijote
le explica a Maritornes que no puede satisfacer sus deseos por estar tan dolorido y por
su compromiso con Dulcinea.

El arriero, quien había escuchado toda esta conversación sin entenderla muy bien, se
pone muy celoso y se levanta de la cama. Cuando se acerca al lecho de don Quijote,
ve que éste está tratando de retener a la fuerza a la muy angustiada Maritornes, por lo
que comienza a atacarlo. La cama poco sólida y de muy mala calidad no puede
soportar el peso de los tres y cae al suelo con un fuerte ruido que despierta al ventero.
Maritornes trata de esconderse en la cama de Sancho y lo asusta tanto que el escudero
comienza a dar puñadas en todas direcciones y ella naturalmente se defiende. El
arriero se suma a la riña con la intención de defender a Maritornes mientras que el
ventero se tira encima para castigar a la joven asturiana. Se apaga la lámpara del
ventero y todos comienzan a dar puñetazos por doquier en la oscuridad.

Uno de los huéspedes de la venta es un cuadrillero de la Santa Hermandad, quien se


despierta por el alboroto y entra a la habitación. Cree que don Quijote está muerto y
separa la pelea, pero entonces se le apaga el candil por lo que sale de la habitación
para ir a encenderla.

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