Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ciencia y política
en Herbert Marcuse y Bruno Latour1
Para lograr eso, el texto será estructurado de la siguiente forma. Empezará con la
interpretación de la teoría de Marcuse, que será seguida por la interpretación de los
postulados de Latour. Estas partes serán divididas en dos secciones, que son: ciencia y
ser/debe ser del orden político y ciencia y lenguaje político. Luego de eso, se criticará a
1 Ponencia presentada en septiembre del 2016 con ocasión del IV Congreso Colombiano de Ciencia Política.
2 Estudiante, Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes. Correo: re.vega10@uniandes.edu.co
1
Latour desde postulados marcuseanos y se terminará con una conclusión. Ahora bien, los
textos usados serán interpretados usando una metodología que sintetiza la aproximación de
Quentin Skinner (1969) con la de Jürgen Habermas (1993). De esa forma, y tomando como
base la hermenéutica de Skinner, se entenderán no sólo en lo escrito, sino también en lo que
se quiso significar. Para eso, es necesario tener en cuenta el contexto intelectual, histórico y
político y la adscripción teórica del autor. Eso permite aproximarse a los textos de Marcuse
y Latour de una forma más compleja, en tanto se tiene en cuenta lo escrito y lo significado.
Igualmente, se tendrá una postura crítica como la de Habermas, en la que se considera que el
conocimiento siempre tiene intereses y que la teoría política es un conocimiento
inherentemente político. Lo anterior implica que las teorías de Marcuse y de Latour tienen
intereses políticos y buscan construir un orden político específico. Eso posibilita criticar a
Latour por tener intereses políticos problemáticos desde una postura marcuseana.
Herbert Marcuse considera que el orden político capitalista es problemático y muy criticable.
Para el teórico político alemán, este está basado en relaciones de poder y de dominación que
son hegemónicas y que permiten el control total y autoritario de la clase y los grupos
dominantes sobre los dominados. Eso implica que se establecen mecanismos de
subordinación, mediante los cuales la política se vuelve unidimensional y se anula el
conflicto. De esa forma, se impone hegemónicamente el interés de quienes dominan y se
constituye la sociedad de una manera en la que se garantiza la reproducción de dicha
hegemonía como la única forma de orden político. En palabras del autor, “[…] la sociedad
industrial contemporánea tiende a ser totalitaria. […] Opera a través de la manipulación de
las necesidades por intereses creados, impidiendo por lo tanto el surgimiento de una
oposición efectiva contra el todo” (Marcuse, 1991, p. 3). A la vez, eso deriva en que se
unidimensionaliza la política en su totalidad. Es decir, esta sólo se entiende y se puede pensar
dentro de los cánones del liberalismo. Así, nociones como las de libertad y democracia tienen
un único significado, que es el asignado y naturalizado por dicha aproximación de
pensamiento político. Asimismo, eso imposibilita las alternativas, pues estas se vuelven una
2
utopía imposible de realizar al buscar trascender el orden político establecido (Marcuse,
1991, pp. 19–21).
Ese orden político se relaciona con la ciencia, debido a que ese tipo de conocimiento es un
mecanismo de dominación que permite su reproducción. Según Marcuse, tanto lo científico
como lo político (y todas las dimensiones de la vida en el capitalismo) se ven permeadas por
la racionalidad instrumental. Esta última posibilita que la ciencia y la política se vinculen
para mantener la hegemonía del capitalismo. Además, dicha racionalidad es funcional al
capitalismo, pues se configura únicamente dentro de ese orden y lo muestra como el más
racional y el único posible. Siguiendo a Marcuse (1991), “[…] la racionalidad asume una
forma de control metódica; organización y manejo de la materia como simples elementos de
control, como instrumental que se presta a sí misma para todos los propósitos y fines” (p.
156). En ese orden de ideas, una ciencia y una política basadas en la racionalidad instrumental
son totalmente hegemónicas y protectoras del statu quo. Su lógica interna está construida
sobre un tipo de racionalidad inherentemente hegemónica, por lo que siempre van a
reproducir el orden establecido. Como dicho orden tiene tendencias de control autoritario y
unidimensionalización política, entonces lo científico y lo político estarán inmiscuidos dentro
de esas tendencias. Por lo tanto, la relación entre ambos conceptos se da gracias a la
racionalidad instrumental y en clave de mecanismos de dominación capitalista.
3
operacional y behaviorista, practicado en general como “hábito del pensamiento”,
se vuelve el modo de ver del universo establecido de discurso y acción, de
necesidades y aspiraciones” (p. 15).
De ahí que la relación entre lo científico y lo político sea de reproducción del orden político
capitalista. Ambos conceptos se constituyen mediante una lógica en la que funcionan como
mecanismo de dominación y control autoritario y afirman al capitalismo como el único orden
posible. Entonces, normalizan esa forma de estructurar la sociedad y disciplinan a los
individuos dentro de esta.
Ahora bien, Marcuse propone un deber ser del orden político y de la ciencia, que es la
emancipación del capitalismo y la transformación de la sociedad en socialista y democrática.
Para eso, es fundamental repensar y resignificar a lo científico y a lo político, para que se
posibilite construir una nueva ciencia y una nueva política (Agger, 1976). Estas serían justas
y legítimas, puesto que permitirían trascender los mecanismos de control autoritario y
dominación establecidos para reproducir el capitalismo. Siguiendo al teórico político alemán,
“[…] la racionalidad científica, traducida en poder político, parece ser el factor decisivo en
el desarrollo de alternativas históricas” (Marcuse, 1991, p. 230). En ese sentido, lo científico
y lo político son fundamentales para la pacificación de la existencia. Esta última implica la
capacidad de los individuos de aminorar su lucha por existir, al usar los recursos de una forma
que permita vivir democráticamente y no a partir de mecanismos de dominación autoritaria.
Ese proceso exigiría una gran negación, pues se debería rechazar de forma absoluta al
capitalismo, a sus relaciones sociopolíticas y a sus formas particulares de constituir a la
ciencia y a la política. De esa manera, se podría pensar en un orden político alternativo,
porque se buscaría una transformación absoluta del capitalismo al negarlo en su totalidad.
Dicha negación no sería realizada por los obreros de las fábricas de los países industriales,
sino por los marginados y excluidos del sistema. Esas clases, razas y géneros son los únicos
que pueden afirmar una oposición total al capitalismo, en tanto están afuera de este y les es
posible rechazarlo en su totalidad. En últimas, Marcuse no niega a la ciencia ni a la política,
sino que busca reconfigurarlas para que tengan un carácter emancipador y sean centrales en
la construcción de las alternativas históricas al orden político capitalista (Marcuse, 1991, pp.
220–257).
4
Ciencia y lenguaje político
“[…las] palabras y [los] conceptos tienden a coincidir o, más bien, que el concepto
es absorbido por la palabra. El primero no tiene más contenido que el designado
por la palabra en el uso publicitado y estandarizado y se espera que la palabra no
tenga otra respuesta que la del comportamiento publicitado y estandarizado”
(Marcuse, 1991, p. 87).
5
de democracia. Lo democrático es elecciones con competencia entre dos candidatos que
tengan bloques de votantes, electores independientes e interés por competir, ganar y tener
éxito. Dicha definición es operacional y unidimensional, puesto que se corresponderse
absolutamente con la democracia liberal existente, la toma como dada y la naturaliza. Por lo
tanto, no le da otras dimensiones a la política democrática y anula cualquier potencial
transformador de ese concepto (Marcuse, 1991, pp. 115–120).
6
Ciencia y política en Bruno Latour
Bruno Latour sostiene que el orden político se constituye a partir de una red conformada por
actantes. Es decir, quienes forman las relaciones de poder son humanos y no humanos y, así,
se genera el orden. La red es fluida y va cambiando de acuerdo a los cambios en las
asociaciones que se dan entre los actantes. En ese sentido, el orden político no es fijo, sino
que varía de acuerdo a las transformaciones en cómo se vinculan quienes lo conforman. De
igual modo, no está compuesto por una sola red; hay múltiples redes que lo configuran y
reconfiguran. Dichas redes pueden tener lógicas de funcionamiento separadas, ya que los
actantes que las conforman son distintos. Eso no implica que estén totalmente aisladas una
de la otra. Pueden relacionarse si los actantes que hacen parte dos redes separadas se
empiezan a relacionar o si el orden cambia y se reconfigura de tal forma que separadas se
vinculen. Asimismo, lo político (así como lo social) no se puede tomar como una categoría
dada que significa algo específico y equiparable a lo biológico o lo mental. Más bien, es una
categoría que existe, en tanto hay asociaciones que la forman al establecer relaciones de
poder. No hay una esencia de lo político, sino que esto se puede rastrear de acuerdo a cómo
sea configurado el orden por los actantes (Latour, 2008).
7
científico se vuelve inherentemente político al ser una de las fuentes que ensamblan el orden
político.
Ahora bien, la ciencia y la política se relacionan por su vínculo en la razón como poder. Esta
última es lo que le da el poder a la ciencia y le permite ser un conocimiento que influye en
las diferentes dimensiones de las dinámicas sociopolíticas. Se afirma que ese conocimiento
al tener razón es superior a todo lo demás y que se puede arrogar una autoridad más legítima,
más válida y con mayor superioridad que cualquier otro tipo de conocimiento. Eso deriva en
que la ciencia sea tomada como la única verdad absoluta y total, que tiene la mayor capacidad
para decidir cómo constituir el orden político de la sociedad. Siguiendo a Latour (2001b), “la
distinción entre el conocimiento y el saber-hacer práctico es lo que le permite [a la ciencia]
apelar a una ley natural de orden superior con la que callar todas las bocas” (p. 276).
Claramente, esa posición política de la ciencia genera exclusión, pues todo lo no científico
se representa como algo inferior, con menor capacidad de decisión y de influencia en la
configuración y reconfiguración de las relaciones de poder. También, esa posición de
superioridad de lo científico imposibilita reconocer el carácter cosmopolítico de lo político.
A pesar que la ciencia es tomada como superior, eso se hace en clave antropocéntrica, por lo
que los actantes no-humanos no son reconocidos y representados en las actividades políticas
(Harman, 2014). A la vez, la razón permea a la política y la intenta volver científica. Es decir,
busca que los procedimientos como la estandarización, la regularización de procedimientos
o la primacía de la experticia se tomen y naturalicen en el campo político. Así, el discurso
político pasa a ser de expertos (Latour, 2001d, pp. 284–287).
Bruno Latour plantea que hay oportunidades de transformación de la ciencia y del orden
político. Para el teórico social, es necesario resignificar ambos conceptos, para así separar las
dinámicas políticas de la ciencia de la exclusión y reconocer el carácter cosmopolítico del
universo político. En el caso de la primera, esta debe ser entendida como “la máxima
distancia entre puntos de vista tan diferentes como quepa imaginar […e integrada] en la vida
diaria y en los pensamientos de tantos humanos como sea dable abarcar” (Latour, 2001d, p.
310). Lo anterior permitiría que la ciencia no fuera políticamente excluyente. Al reconfigurar
su significado como lo plantea Latour, su posición política dejaría de ser de experticia de
unos pocos y de superioridad y pasaría a ser de inclusión de una gran gama de ideas
8
científicas, políticas y de humanos y no humanos. En el caso de la segunda, debe ser
reconocido su carácter cosmopolítico. Es decir, que la influyen actantes humanos y no-
humanos y que todos deben ser representados y tenidos en cuenta en la arena política.
Asimismo, debe ser separada de los procesos de estandarización, regulación de los
procedimientos y primacía de la experticia. Eso permitiría rescatar su condición pública y
democrática, en tanto habría una representación general de todos los actantes y no
antropocéntrica y de expertos (Latour, 2001d, pp. 312–318). En síntesis, Latour considera
que la ciencia y la política se relacionan en una red de actantes que conforman el orden
político. Sin embargo, el entendimiento actual de ambos conceptos es problemático, por lo
que deben ser resignificados para que lo científico y lo político sean democráticos.
Bruno Latour plantea que la ciencia es eminentemente lenguaje. Para el autor, las disciplinas
científicas existen como una serie de conocimientos estandarizados y comprensibles, ya que
generan códigos lingüísticos como enunciados, conceptos, ecuaciones o medidas que les
permiten tener unos referentes con los cuales interpretar los objetos de estudio, procesos y
resultados. Lo anterior ocurre gracias a las comunidades científicas, en las que una serie de
personas (a través del lenguaje) interpretan ciertas partes del mundo, las clasifican, analizan
y ordenan en clave científica. Además, hay una comprensión universal dentro de la
comunidad científica, pues esas personas aprender a leer, escribir y comunicarse con el
lenguaje de la ciencia. Eso implica que todos los que se desempeñan dentro de una rama de
la ciencia (la biología, por ejemplo) van a entender su lenguaje y clasificar al mundo a partir
de los parámetros y categorías dados por este último. Igualmente, ese lenguaje no es
únicamente una creación humana. Los actantes no-humanos de la ciencia son responsables
en su proceso de constitución. Los objetos son fundamentales, en tanto estos dan medidas o
categorías que son centrales en dichos códigos lingüísticos. Así pues, para Latour, el lenguaje
no es sólo una construcción social, sino que también posee elementos objetivos. Es, entonces,
una referencia circulante en la que median la interpretación y la construcción social, junto
con la materia y los objetos. De igual manera, siempre está circulando y los significados y
significantes se van transformando conforme a cómo cambie la disciplina científica y la red
de actantes que la constituye (Latour, 2001c).
9
En ese sentido, el lenguaje de la ciencia es también lenguaje político. Esto, porque dichos
códigos lingüísticos ordenan al mundo de cierta forma, al plantear una manera específica de
interpretarlo y representarlo. Eso deriva en la generación de relaciones de poder, en tanto se
plantea una serie de formas de ver el mundo, lo que implica que tienen la capacidad para
apropiárselo, ordenarlo y estructurarlo a partir de sus representaciones. Siguiendo a Latour
(2001c),
10
En últimas, Latour sostiene que el lenguaje científico es político. Posee formas específicas
de representar el mundo, a través de las cuales lo aprehende y ordena. Eso es una
manifestación de poder. Asimismo, sus características, que son inicialmente algo
correspondientes a la ciencia, permean a la política en su conceptualización teórica y su
praxis.
En cuanto a la relación entre ciencia y lenguaje político, Marcuse (1991) hace una crítica
total a esta en la sociedad capitalista. Para el teórico de la Escuela de Frankfurt, el lenguaje
es un mecanismo de dominación, en el cual se construye y afirma el operacionalismo
científico y la unidimensionalización política. En ese sentido, lo lingüístico permite la
dominación científico-política capitalista, ya que reproduce los mecanismos de control
autoritario. Marcuse cuestiona eso y considera que debe haber una reformulación del
lenguaje, con el cual se posibilite una emancipación de la ciencia y la política capitalistas.
Mientras que para Latour (2001c), el lenguaje no está relacionado con la exclusión política
que se logra a través de la ciencia. El teórico francés no plantea que los códigos lingüísticos
de la ciencia sean mecanismos de dominación. Más bien, considera que estos son necesarios
y normales en la formación del conocimiento científico. Es decir, la ciencia existe y debe
existir con un lenguaje estandarizado, que permita operacionalizar al mundo y comparar
resultados. De ahí que el proyecto político alternativo que plantea Latour no tenga una
dimensión lingüística, pues este último no necesita ser transformado.
En ese orden de ideas, la relación que plantea Latour entre la ciencia y el lenguaje político es
criticable desde una postura marcuseana. Lo lingüístico hace parte del orden político
capitalista, por lo que funciona a través de esas lógicas. Así pues, es un mecanismo de
dominación y control autoritario y no puede ser desligado de eso. Al naturalizar el lenguaje
científico existente como el único posible, como lo hace Latour (2001c), se toman como
dadas las características políticas de dicho lenguaje y, por lo tanto, se afirma su dominación.
11
Eso redunda en una teoría cuya postura política es, al menos parcialmente, hegemónica. Esto,
puesto que no establece una crítica total y una negación absoluta del orden político existente,
por lo que está relacionada con su reproducción. Por ende, siguiendo a Marcuse (1991),
Latour relaciona al lenguaje político con la ciencia de una forma problemática, al no tener en
cuenta cómo lo lingüístico es garante de la dominación científico-política y de la
reproducción del capitalismo.
Ahora bien, la teoría de Latour también es criticable por cómo relaciona a la ciencia con la
dominación. El teórico social considera que la ciencia permite la dominación, a través de la
exclusión política de los no expertos y de concentrar casi que la totalidad del poder en los
científicos (Latour, 2001b, 2001d). Entonces, lo científico se relaciona con la dominación
política, pues garantiza la marginación de la gran mayoría de actantes de la configuración de
las relaciones de poder y dominación. En este punto, hay una coincidencia con Marcuse, pues
para este último lo científico también es dominación política. Sin embargo, para el teórico
político alemán la ciencia establece una dominación mucho más fuerte que la que plantea
Latour. A través de la racionalidad instrumental, lo científico y lo político establecen un
control autoritario sobre la totalidad de la existencia de la sociedad y de los individuos. Así,
todo se vuelve funcional al capitalismo y dicho orden se vuelve el único posible. Igualmente,
la política se unidimensionaliza mediante el pensamiento científico operacional, lo que
legítima la existencia de mecanismos de control autoritario y dominación, que mediante la
subordinación, afirman totalmente al capitalismo (Marcuse, 1991). Por consiguiente, la
manera cómo Latour relaciona a la ciencia con la dominación política es cuestionable desde
la teoría de Marcuse. El autor francés no conceptualiza a la ciencia cómo un mecanismo de
dominación total y afirmación absoluta del capitalismo, por lo que teoriza de una forma
problemática su función en la reproducción de la hegemonía. Sólo la ve como una fuente de
exclusión política, pero no de control total. De ahí que su teoría sea limitada para entender
cómo se relacionan lo científico y lo político en la dominación hegemónica del orden
existente.
12
reconfigurarla. Es decir, Latour no plantea una transformación total de lo científico y lo
político, sino sólo una resignificación. Ambas deben permitir la inclusión y representación
de todos los actantes y no sólo de los expertos, lo que implica sólo una transformación
parcial, pues no es necesario constituirlas con unas lógicas diferentes y alternativas, para que
logren incluir y representar a la generalidad de los actantes (Latour, 2001d, pp. 308–318).
Eso es problemático desde una postura marcuseana, pues es un proyecto político que tiene
una emancipación limitada. No permite trascender el estado de control autoritario anti-
democrático del capitalismo en su totalidad, por lo que la sociedad sigue teniendo un orden
científico-político que lo favorece. Así, permanece entrampado dentro de las lógicas de este
tipo de orden y no construye una ciencia, una política y una sociedad alternativas. En últimas,
la teoría de Latour es criticable desde la de Marcuse, pues su forma de relacionar a la ciencia
y a la política y de buscar una transformación sigue siendo hegemónica, al no configurar una
gran negación del capitalismo.
13
la ciencia reproduce al neoliberalismo, pues sólo es posible hacerla de forma legítima y válida
dentro de ese orden. Entonces, la ciencia continúa siendo un mecanismo de dominación y
reproducción del oren político capitalista, como lo planteaba Marcuse. Asimismo, la política
en el neoliberalismo es unidimensional. Su única manera de existir y entenderse es la que se
ajusta a la racionalidad y a los procedimientos consensuales y burocráticos liberales. Las
maneras alternativas de conceptualizar las relaciones de poder se toman como inviables,
falsas e imposibles de existir (Mouffe, 2007). De esa forma, y como lo teorizó Marcuse, en
el capitalismo la política sólo se legitima de acuerdo a los postulados liberales. En últimas,
la teoría política de Marcuse permite entender de forma acertada la relación entre lo científico
y lo político. Además de eso, da horizontes de emancipación, que aunque no son perfectos y
tienen puntos cuestionables, sí permiten pensar una ciencia y una política anticapitalistas,
democráticas y justas.
Bibliografía
Agger, B. (1976). Marcuse & Habermas on New Science. Polity, 9(2), 158–181.
Fine, B. (2005). From Actor-Network Theory to Political Economy. Capitalism Nature
Socialism, 16(4), 91–108.
Habermas, J. (1993). Conocimiento e interés. En Ciencia y técnica como ideología (pp. 159–
181). México D.F.: Rei.
Harman, G. (2014). Bruno Latour: Reassembling the Political. Londres: Pluto Press.
Latour, B. (2001a). <<¿Cree usted en la realidad?>> Noticias desde las trincheras de las
guerras de la ciencia. En La esperanza de Pándora: Ensayos sobre la realidad de los
estudios de la ciencia (pp. 13–37). Barcelona: Gedisa.
Latour, B. (2001b). La invención de las guerras de la ciencia: El pacto de Sócrates y Calicles.
En La esperanza de Pandora: Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia
(pp. 258–281). Barcelona: Gedisa.
Latour, B. (2001c). La referencia circulante: Muestreo de tierra en la selva amazónica. En La
esperanza de Pandora: Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia (pp.
38–98). Barcelona: Gedisa.
14
Latour, B. (2001d). Una política liberada de la ciencia: El cuerpo cosmopolítico. En La
esperanza de Pandora: Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia (pp.
282–318). Barcelona: Gedisa.
Latour, B. (2008). Reensamblar lo social: Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos
Aires: Manantial.
Marcuse, H. (1991). One-Dimensional Man: Studies in the Ideology of Advanced Industrial
Society (2a ed.). Boston: Beacon Press.
Masías, R. (2014). Los investigadores sociales en Colombia: producción, productividad y
diferenciación social. Revista colombiana de sociología, 37(1), 123–156.
Mouffe, C. (2007). En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de cultura económica.
Skinner, Q. (1969). Meaning and Understanding in the History of Ideas. History and Theory,
8(1), 3–53. https://doi.org/10.2307/2504188
15