Está en la página 1de 2

Jairo sirve a Dios con la mirada

Imagínese que, de todo su cuerpo, solo pudiera controlar los ojos. Pues eso es lo que le pasa a
mi hermano Jairo. Pero no piense que es infeliz: Jairo ha descubierto que merece mucho la
pena vivir a pesar de sus problemas. ¿Cómo lo logró? Permítame primero contarle su historia.

Jairo nació con un tipo de parálisis cerebral llamada cuadriplejía espástica. * Por esa razón no
es capaz de controlar su cuerpo. Como el cerebro no puede enviar señales claras a los
músculos, sus extremidades se retuercen sin parar. Hay veces que Jairo se sacude de repente y
se hace daño. Incluso quienes están cerca de él pueden recibir un golpe si no están atentos. Es
muy triste, pero a menudo hay que atarle brazos y piernas a la silla de ruedas para evitar
accidentes.

UN CAMINO DOLOROSO A LA MADUREZ

Para Jairo, crecer fue muy doloroso. Con tan solo tres meses de edad empezó a tener
convulsiones que lo dejaban inconsciente. Muchas veces mi madre lo llevó en brazos al
hospital a toda prisa creyendo que estaba muerto.

Los huesos de Jairo acabaron por deformarse a causa de la tensión muscular. A los 16 tuvieron
que operarlo del fémur, la cadera y la pelvis, pues se la había dislocado. No olvido las noches
en las que oía a Jairo gritar de dolor durante su recuperación.

Debido a su grave discapacidad, mi hermano depende por completo de los demás para hacer
cosas tan sencillas como comer, vestirse y acostarse. Papá y mamá son los que normalmente
se encargan de eso. Pero ellos siempre le recuerdan que su vida no solo depende de la ayuda
de otros, sino de Dios.

UNA NUEVA VÍA DE COMUNICACIÓN

Mis padres son testigos de Jehová y le han leído relatos de la Biblia a Jairo desde que era un
bebé. Siempre han creído que la vida es más agradable cuando Dios es nuestro amigo. Y
también sabían que Jairo podía tener una esperanza segura para el futuro, aunque estuviera
atrapado en un cuerpo frágil que no dejaba de sacudirse. Sin embargo, se preguntaban si Jairo
podía comprender lo que enseña la Biblia.

Un buen día, cuando Jairo todavía era niño, papá le dijo desesperado: “¡Jairo, por favor,
háblame! Si me quisieras, me hablarías”. En ese momento, los ojos de Jairo se llenaron de
lágrimas. Quería expresar sus sentimientos con palabras, pero lo único que salía de su boca
eran ruidos. Papá se sintió fatal por haberlo hecho llorar. No obstante, eso le demostró que
Jairo lo estaba entendiendo, aunque no pudiera hablar.
Poco después, mis padres se dieron cuenta de que a veces Jairo movía los ojos rápidamente.
Parecía como si intentara “decir” con los ojos lo que pensaba y sentía. Si no lo entendían, se
desesperaba. Pero cuando lograban descifrar las señales y le daban lo que pedía, Jairo sonreía
de oreja a oreja. Era su modo de dar las gracias.

Una terapeuta especializada en el lenguaje nos sugirió que, para comunicarnos mejor con mi
hermano, le hiciéramos preguntas del tipo sí o no y pusiéramos las dos manos frente a él. Así,
Jairo podría fijar la mirada en la mano derecha si quería decir que sí o en la izquierda si quería
decir que no.

También podría gustarte