Está en la página 1de 6

TEORÍAS ÉTICAS

La breve reseña de las teorías éticas que aquí se presenta comprende únicamente aquellas que, además de ser
importantes, han tenido o siguen teniendo mucha aceptación en el mundo occidental, entre una porción
significativa de seres humanos.

Sofistas y Sócrates.

Sócrates vivió en el siglo V a. c. el llamado Siglo de Oro de Grecia o Siglo de Pericles.


Los Sofistas integraban un grupo de maestros ambulantes muy preparados, que se
interesaban especialmente en los temas humanísticos.
Se llamaban sofistas porque se consideraban sabios (sofós significa sabio) y se valían de
sofismas en sus discusiones. Un sofisma es un “argumento falaz”, es decir, un argumento
que tiene la apariencia de correcto, pero que en realidad no lo es.
En los sofistas, predominaban el relativismo y subjetivismo, al señalar: “las cosas con para ti como a ti te
parece que son, y son para mí como a mí me parecen que son”. El mismo acto, a la vez, será bueno para mí
porque yo así lo considero y será malo para otro individuo porque a él así le parece.

En este ambiente de escepticismo, relativismo y subjetivismo vivió y actuó Sócrates. Él no estaba de acuerdo
con esto porque:
a) Si cada quien entiende a su manera lo que es bueno, lo justo, etcétera, no será posible la comunicación.
b) Si no aceptamos la validez del conocimiento, no habrá ciencia ni moralidad, porque la ciencia es la
base de la moralidad.

La teoría de Sócrates tiene tres conceptos básicos: felicidad, virtud y ciencia.

Según Sócrates, a la verdad la llevamos dentro; por tanto, para conocerla hay que darla a luz. Su método se
llama mayéutica porque mayeuomai significa “dar a luz”. Su método de investigación se basa en la célebre frase
“conócete a ti mismo”. La finalidad de la mayéutica es hacer dudar al interlocutor de sus propios conceptos
acerca del asunto que se discute.
Platón.

Este filósofo opina que la realidad total se integra con dos mundos: el inteligible y el
sensible. El mundo sensible, que es donde nos movemos, se percibe mediante los sentidos y
los seres que en él existen son cambiantes y perecederos. El mundo inteligible, sólo
accesible a la inteligencia, es de los seres inmateriales. Las matemáticas y las ideas
pertenecen a este mundo.
Para Platón, el hombre integral es el ser humano como individuo y como ciudadano. En
otras palabras, el hombre no actúa como individuo en algunos momentos y como ciudadano
en otros; por esta razón, la ética platónica comprende por igual al individual y al miembro
de la polis. El Estado es un instituto de educación, preocupado por el bien común e individual. La virtud es la
práctica del bien y medio para obtener la felicidad.
En el hombre, mediante su actuación correcta orientada al bien, se producen tres virtudes básicas y una cuarta
como resultado de las otras. Las tres virtudes básicas son la prudencia, la valentía y la templanza o
moderación. Si al alma de un individuo cumple con la función que le corresponde, es decir, si en el hombre
se dan las tres virtudes mencionadas, entonces espontáneamente aparecerá una cuarta virtud: la justicia.
Cada virtud es un camino hacia el bien, que es el ideal no sólo del mundo inteligible, sino también del hombre,
quien lleva en sí una parte de este mundo. La actividad virtuosa del hombre como individuo y como
ciudadano lo acerca también a la felicidad.

Aristóteles.

Según su doctrina teleológica, toda actividad humana tiene un fin; como nuestros actos
buscan fines y actuamos constantemente, todos esos fines, en realidad, son medios para
lograr otros fines; pero es necesario que tendamos hacia un fin último o absoluto, que ya
no sea medio.
Llegada la reflexión a este punto el filósofo se pregunta: ¿cuál es o en qué consiste el bien
supremo? Para Aristóteles, la felicidad es el bien supremo. Todos los hombres queremos
ser felices.
Efectivamente, todos queremos ser felices; pero, ¿en qué consiste la felicidad?
Aristóteles descarta varias tesis respecto a la felicidad; por ejemplo, la felicidad no puede
consistir en el placer, puesto que aun los peores hombres pueden disfrutar a veces de algunos goces, sin que
esto quiera decir que sean dichosos. De igual manera, la felicidad no puede basarse en la fortuna o en los
honores.
Aristóteles concluye que la felicidad estriba en la virtud, siempre que ésta sea ejercicio firme y constante. En
el hombre la virtud consiste en obrar de acuerdo con su intelecto. Estos actos virtuosos serán los que lo lleven
a la felicidad.
Dentro de su teoría ética, Aristóteles defiende la tesis del justo medio. Ésta se refiere a la virtud, la cual se da
como término medio entre dos extremos: uno que es exceso y otro que es defecto; por ejemplo, la virtud del
valor es el justo medio entre la temeridad y la cobardía.
Escuelas Helenísticas.

Las escuelas helenísticas son agrupaciones filosóficas que se instituyen en el siglo IV


a. C., y son predominantemente moralistas.
Las dos escuelas: epicureísmo y estoicismo, ofrecen modelos de vida bajo el nombre
de “ideal del sabio”. Ambas escuelas formulan su teoría moral tomando como base
el intelectualismo moral de Sócrates, por tanto, también señalan que sólo el sabio puede
ser virtuoso y feliz.
La diferencia entre las dos escuelas estriba en su concepto de sabio, de virtud y de
felicidad.

 Epicureísmo:
Los precursores de los epicúreos son los cirenaicos, cuya escuela fundó Aristipo de Cirene (435-356 a. C.),
discípulo directo de Sócrates. Las tesis fundamentales de la ética epicúrea son:
a) La felicidad consiste en el placer.
b) La norma básica de la moralidad es “buscar el placer y evitar el dolor”.
Epicuro considera que el ideal de la ética es practicar el acto bueno como el acto virtuoso, es decir, el que
nos conduce al placer y nos aparta del dolor.

 Estoicismo:
La escuela de los estoicos fue fundada por Zenón de Citio (342-270 a. C.), y su precursora es la escuela de
los cínicos, iniciada por Antístenes de Atenas (444-365 a. C.).
La ética estoica también sostiene que el fin del hombre es la felicidad y que ésta se logra mediante la virtud,
la cual es fundamentalmente liberación de los afectos y pasiones. Lograda la virtud, se produce la felicidad.
Esto explica el lema de los estoicos: “la virtud por la virtud”.
En las otras escuelas, la virtud es medio, porque a través de ella se logra la felicidad. En el estoicismo, la
virtud es fin, porque la felicidad consiste en la virtud.

Cristianismo.

El mayor exponente de la ética cristiana es Tomás de Aquino, filósofo y teólogo del


siglo XIII, quien sigue las tesis principales de Aristóteles en esta materia.
Tomás de Aquino basa su teoría ética en las afirmaciones siguientes, que comenta y
trata de demostrar con su sistema:
a) El hombre, compuesto sustancialmente de cuerpo y alma racional, es un ser
libre por naturaleza.
b) Existe Dios, entendido como acto puro o ser perfectísimo.
c) El orden moral carece de sentido si no se admite la libertad humana.
El hombre, como cualquier otro ser, tiende hacia lo que para él es un bien. Según Tomás de Aquino, lo valioso
del acto moral depende de su contenido, pero también de los motivos. No es posible calificar como bueno un
acto que solamente sea bueno en uno de los dos aspectos; por ejemplo, asesinar con buena intención o ayudar
al prójimo con propósitos egoístas.
En esta teoría, el fin último no radica en la felicidad, sino en la realización de lo específicamente humano. Si
el individuo, al lograr esta realización, obtiene como premio o como anexo una satisfacción superior que
mucho le place, no tiene por qué rechazarla; pero esta satisfacción no fue el móvil de sus acciones.
La filosofía cristiana sostiene además que el alma es inmortal. Esta circunstancia, si acaso, permitiría una
mejor realización del hombre, porque el alma podría captar la verdad plena y el bien en sí mismo, y se
satisfarían cabalmente sus dos potencias racionales: la inteligencia y la voluntad.

El formalismo Kantiano.

El autor del formalismo moral es el filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804). La teoría
se llama formalista porque nada más señala cómo deben ser los actos humanos para ser
valiosos; pero no dice qué se debe hacer. En otras palabras, únicamente se refiere a la forma
del acto, sin mencionar nada del contenido.
Según Kant, los actos buenos proceden de una buena voluntad. Dice: “la buena voluntad
no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar
algún fin que nos hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es buena en sí
misma…”.
Hay varios conceptos que necesitan aclararse. En primer lugar Kant distingue entre ley
objetiva y máxima. La primera existe independientemente del sujeto y proviene de la naturaleza misma. La
máxima es el móvil de la acción; es la norma subjetiva o principio del querer.

La ley objetiva prescribe el deber; indica lo que se debe hacer. El hecho de que el sujeto obedezca la ley objetiva
no da valor moral a su acto. Lo valioso de éste radica en que la voluntad quiera obedecer lo prescrito
simplemente porque es su deber.
La naturaleza de la ley máxima, o principio subjetivo del querer, da valor al acto. A ella se refiere Kant con
el imperativo categórico o principio fundamental de la moralidad, el cual dice: “Obra del tal manera que la
máxima de tu acción pueda convertirse por tu voluntad en una ley de universal observancia”. Ejemplo: “Si
quieres que un amigo te sea leal, trátalo bien”.
Todas las prescripciones de la moralidad son imperativos categóricos porque deben cumplirse. Dicho
principio indica cómo debe ser el acto moral para que sea valioso, mas no dice qué se debe hacer.
Ética Marxista.

El marxismo, entendido como el conjunto de ideas y reflexiones presentadas


sistemáticamente por Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), surgió y se
desarrolló con el propósito de explicar la realidad social.
La teoría ética marxista está contenida y se basa en el materialismo histórico. Dicha ética
consiste en la reflexión acerca del hombre real para encauzarlo hacia fines dignos.
La principal fuerza natural del hombre es la productividad o la fuerza del trabajo. La
capacidad de producir constituye la esencia del hombre. Ella lo distingue de los animales.
De igual manera, si el hombre es por naturaleza un ser social y político, se debe a que su
esencia se basa en las relaciones sociales, que son relaciones de producción.

La ética marxista parte de la enajenación del hombre en la sociedad industrial. La enajenación impide que el
proletario se realice; entonces, el fin principal de la existencia debe ser lograr la emancipación total, a la
brevedad posible. Las normas de esta moral tienen que ser revolucionarias, sociales y concretas.
a) Serán revolucionarias porque deberán cambiar radicalmente la situación, de manera que el proletario
pueda realizarse; pero esto implica no sólo recuperar la propiedad de su fuerza productiva, sino
también de los medios de producción y del poder que permita manejarlos según los intereses del
trabajador.
b) Serán normas sociales, porque deberán contener y expresar las bases para establecer las relaciones
sociales de producción, que constituyen la característica principal del hombre.
c) Serán normas concretas, porque deberán propiciar la realización de cada individuo en su ser auténtico.

Ética del Superhombre.

Entre las teorías éticas modernas hay dos que coinciden en lo fundamental: el
pragmatismo y el vitalismo. Ambas afirman que lo valioso de una conducta favorece el
desarrollo y la elevación de la vida.

La ética vitalista de Friedrich Nietzsche (1844-1900), recomienda prepararnos para


interpretar la realidad aceptando tres nuevas ideas:

a) La idea de verdad. Hasta ahora, los juicios aceptados son los verdaderos. Debemos cambiar por la idea
de provecho, prefiriendo los que favorezcan el desarrollo de la vida.

b) El lenguaje. En lugar de los conceptos y las categorías que petrifican la realidad, debemos manejar en
nuestro lenguaje la imaginación y la metáfora. Ésta, como una pantalla, filtra los hechos, suprimiendo
unos y resaltando otros.

c) Los valores. Trasmutemos la tabla de valores, teniendo en cuenta que lo más valioso es la realidad de
la vida.
Según Nietzsche, el ideal es el superhombre, entendido como un individuo con voluntad de poder; es decir,
voluntad de vivir.
A la vida hay que aceptarla como es: conjunto complicado de impulsos, pasiones y capacidades pero también
como vivencia existencial; esto es, como ansia de superación y de sobresalir para no existir como un hombre
más.
El superhombre no está obligado a someterse a las leyes de los débiles, pero sí puede ayudarlos a que
sucumban lo más pronto posible.

Ética Valorativa.

En este tema nos referimos especialmente a la teoría ética de Max Scheler (1874-1928).
La ética valorativa de Scheler es a priori y material, es decir, es a priori y tiene contenido.
No es el “debe ser” del acto lo que lo hace valioso, sino que lo valioso funda su debe ser.
Por ejemplo, un acto de caridad debe ser, porque la caridad es algo valioso. Entonces, los
valores fundamentan la ética scheleriana; pero, ¿qué son los valores?
Según esta teoría, los valores son cualidades de orden material (en el sentido de
contenido), que existen independientemente de su manifestación, ya sea que aparezcan
en cosas o en la conducta. Por ejemplo, el existir del valor fidelidad no se altera cuando se comete un adulterio.

Existencialismo.

Los representantes principales del existencialismo son el alemán Martín


Heidegger (1889-1976) y el francés Jean Paul Sartre (1905-1980). La
obra fundamental de ambos filósofos tiene el objetivo de estudiar el ser
en general; pero sobre todo, el ser del hombre.
Hay para el hombre dos posibilidades de existir, la auténtica y la
inauténtica. La existencia inauténtica es cuando el hombre escoge el
camino fácil de ser como los demás; la auténtica, por el contrario, se da
cuando él estructura su ser sobre la base de su relación con la nada.
Si el hombre, con lo anterior, adquiere conciencia clara de lo que es y procura vivir consecuentemente, sus
actos tendrán valor moral positivo.
Para Sartre: el hombre es una pasión inútil porque lo que desea es un absurdo. Parece que para la teoría
sartreana el hombre tiene que vivir con una moral imposible, o moral del absurdo, porque si se enfila a lograr
su objetivo (proyecto) fundamental, por anticipado se dará cuenta de que dirige a lo imposible.

Referencia: Chávez, P. (2007) Ética. México: Patria.

También podría gustarte