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El presente ensayo, a través de dos apartados y una conclusión, ofrece una mirada
desde el enfoque interseccional, sobre la mirada del hombre, sus formas de
vulneración y vulnerabilidad, pero al mismo tiempo, formula, quizá una hipótesis
enmarcada en la Aparición, como alternativa de cambio de la invisibilidad del
hombre como víctima.
"El tipo me estaba tocando el glúteo, en ese momento lo que hice fue gritarle,
lo empujé y pues a nivel que le empecé a hablar fuerte, el tipo en un principio
me negaba las cosas y ya después dijo que pena que lo disculpara", agregó
el periodista.
He dejado la noticia completa porque allí se encuentran tres elementos que entraré
a discutir en este primer apartado del presente ensayo. El primero de ellos sobre la
relación víctima de acoso-hombre, el segundo, la invisibilidad del hombre en los
hombres y el tercero, la reacción de los hombres frente a un hombre víctima de
acoso.
Es interesante leer que la nota hace referencia al joven como “víctima” y no como
victimario. En general, los hombres han sido vistos como victimarios frente a las
situaciones de abuso o acoso. Si la nota periodística no identificara el género de la
víctima, lo más probable sería pensar que se trata de una mujer de 24 años (edad
de Santiago) quien fue ultrajada por un hombre en un sistema de transporte público.
La abogada Kimberlé Crenshaw, en 1989 hizo ver que las mujeres negras “estaban
expuestas a violencias y discriminaciones por razones tanto de raza como de
género” hecho que permitió que hoy se hable de “interseccionalidad”. El concepto
es interesante porque no habla de un número de casos, sino que centra su discusión
en formas de opresión determinadas por dos factores que pueden considerarse,
aumentan la vulnerabilidad: ser mujer y ser mujer negra.
En el caso aquí presentado, ¿podría dar espacio a pensar que la vulnerabilidad por
ser hombre es no poder hablar de un caso de acoso perpetrado por otro hombre?
Ese temor ser burlado, se fundamenta en los sistemas de opresión silencian las
vulnerabilidades masculinas, no so lo por las que paradójicamente enfrente por una
suponer tener una postura privilegiada en el sistema social, sino por la que
realmente experimentan.
Estas cifras, en efecto implicaría en pensar en acciones con perspectiva género, sin
embargo, lo que deseo significar es que por ejemplo en el informe del INMLyCF, se
utiliza la frase “llama la atención”, (Forensis, 2018, p. 141), para referirse a que en
la violencia intrafamiliar en el rango de edad de 5 a 9 años son los niños más
afectados que la niñas, lo cual es inexacto, pues según el mismo informe los niños
entre los 0 a 4 son víctimas de violencia en 18,89% en relación con un 14,44% para
la niñas en el mismo rango de edad. La frase “llama la atención”, es aun más
inquietante cuando el patrón de la violencia intrafamiliar hacia los niños y niñas ha
tenido el mismo comportamiento desde hace diez años.
Al respecto, La descripción del juego, por parte de sus creadores deja interrogantes
interesantes “la mecánica del juego es bastante sencilla; Violeta, la protagonista del
juego, va tarde a una entrevista de trabajo y en su camino debe evitar agresivos
acosadores, personajes frecuentes en el transporte público” (Torres, Cuervo &
Florez, 2019, pág. 208). Violeta -como mujer-, es vista aquí como desempleada o
en busca de mejores oportunidades laborales, mientras los hombres –en general-,
son vistos como “agresivos” “acosadores”. Si bien, la intención es adecuada en tanto
que busca que las mujeres estén atentas ante cualquier situación de acoso por su
condición de género, no es cierto que ellas deban evadir a cualquier hombre que se
atraviese en su camino. No todos los hombres están pensando en cometer un delito,
no todos tienen intención de acosar a las mujeres. También hay hombres que
piensan en ofrecer su mano para colaborar, para ponerse de pie y dejar su silla a
una mujer.
Imagen 1 Portada Comportamiento del suicidio. Colombia, año 2018. FORENSIS 2018 DATOS PARA LA VIDA
.
Esta segunda imagen que representa una tabla muestra el espejo de una realidad
que no representa la imagen 1. Como se puede observar en la imagen 2, el número
de hombres que acabaron con su vida es muy superior que el número de mujeres.
Sin embargo, lo interesante del caso es que el número de muertos no es suficiente
para crear (visibilizar) la imagen con la que se presenta el capítulo sobre lo que está
pasando en materia de suicidios en Colombia.
Si, como lo plantea Brea (2010), las imágenes producidas “observan así a sus
contempladores –con una mirada espejo, que rebota invertido hacia el mundo, el
mismo cono escópico que la produjo, devolviéndoles idéntico privilegio que el que
a ellas se les concedió–” (pág. 17), valdría la pena preguntarse ¿si la imagen frágil
de las zapatillas de ballet rosadas corresponde a los datos? El problema vuelve a
radicar, por un lado, en la visibilidad de la vulnerabilidad de la mujer frente a
cualquier acto y, por otro lado, a la relación del suicidio con un acto de fragilidad. La
misma que ha sido criticada por la educación de la virilidad. ¿Acaso suicidarse es,
realmente un acto frágil? ¿un hombre que se suicida es frágil?
una analogía entre el concepto de vulnerabilidad y el estereotipo habitual que existe en torno a la
masculinidad y la feminidad; los hombres son invulnerables e impermeables, mientras que con las
mujeres sucede lo contrario. Hay algo de cierto en esta amplia generalización, pero también es
verdad que no es lo bastante precisa. Aun así, de alguna manera, la forma en la que se produce el
género, la masculinidad y la feminidad, es a través de la distribución de la vulnerabilidad. Esta
distribución desigual es parte del proceso de la producción y de la regulación del género. Si se reduce
la vulnerabilidad a un atributo femenino o la invulnerabilidad a
un atributo masculino, especialmente en el campo teórico, se institucionaliza (y naturaliza) el
problema en lugar de abrirlo a una comprensión crítica.
Se puede deducir que aquellas instituciones o grupos que buscan exponer a otros a la vulnerabilidad,
es decir, asignar la condición de vulnerabilidad a otros o intentar mantenerse como invulnerables,
están, de hecho, negando una vulnerabilidad que vincula a todos los seres humanos (Caverna, 2014.
Pagas 110 -101)
En este orden, la imagen podría remitir a estereotipos, que para Cavarero (2014),
sugieren que los “sujetos siempre estamos insertados e incorporados en el lenguaje
y en el orden simbólico, así que, para hablar de conceptos, se tiene que tener en
cuenta que estos están inmersos en construcciones culturales”. (p. 113).
De esta forma, siguiendo, Arango (2015), la interseccionalidad permitiría
comprender cómo operan “las categorías simbólicas y normativas (ideas, normas,
creencias, lenguajes, visiones y divisiones del mundo)”, (p.13), en relación con como
clase, género, raza, etnicidad.
Son estas categorías simbólicas que nos llevan comprender tal vez a invisibilizar
con una imagen lo que dicen los hechos y por tanto a reforzar la idea que una
imagen vale más que mil palabras.
el INMLyCF, refiere que “En Colombia, al igual que en otros países del mundo, los
varones se suicidan a un ritmo mayor que las mujeres, representan el 81,49% de
las defunciones por suicidio” (Forensis, 2017). Este comportamiento ha sido similar
durante los últimos diez años en Colombia.
El fenómeno del suicidio al igual que el del homicidio evidencia que la vulnerabilidad
de goce del derecho a la vida es significativa, en este sentido el INMLyCF, señala
que la mayoría de los suicidios en Colombia (44,73%) se produjeron en edades
comprendidas entre los 20 y los 39 años y entre los 40 y los 59 años (25,13%). En
los adultos mayores (60 años o más) se registró el 14,0%. La desagregación de las
cifras por sexos muestra que entre los varones es mayor la vulnerabilidad en el
rango de edad de 75 a 79 años (16,55 casos por 100.000 habitantes), y 14,45 por
100.000 habitantes, a partir de los 80 años (Forensis, 2017, pág. 354).
Es por ello que la imagen 1 fabrica, un espejo de la realidad equivocado, que deja
de lado lo que sucede con los hombres, invisibilizando la realidad plasmada en la
imagen 2.
Palabras, imágenes son reclamos por una voz, desde la interseccionalidad para los
hombres. Ellos, víctimas también paradójicamente de su “hombría” , “su virilidad”.
Es por este motivo que me he interesado por el concepto de Hanaah Arendt de la
“Aparición”. Comprender que los hombres están vinculados, igual que las mujeres,
a mecanismos de opresión, cambiarían el pensamiento que se tiene de la virilidad,
la hombría, en general, lo que es el hombre. Al respecto Cabra (2016), expresa:
Dicho ideal, se marca paradójicamente como una cadena de opresión al varón, que
históricamente se puede ubicar desde la antigüedad, tal como se cita en Duch &
Mèlich, 2005), al referirse al “mundo Romano de la antigüedad precristiana”:
nunca era suficiente con ser varón: un hombre tenía que esforzarse para
mantenerse «viril». Tenía que aprender a excluir de su carácter y de su
porte y temple corporales todos los rasgos evidentes de «blandura», que
delataran que estaba sufriendo una transformación femenina. (p.114).
Por tanto, si bien es cierto, la condición de la mujer se ha visto afectada por las
acciones de desigualdad entre varones y mujeres, existen mecanismos de opresión
culturales que afectan al varón a partir de la construcción social que se le otorga a
lo masculino y que sin duda alguna, maltratan las relaciones hombre –mujer,
hombre – hombre, por ello, en necesario, reconocer la vulnerabilidad masculina
para que desde esta perspectiva también se puedan leer las vulnerabilidades1 de
la mujer.
Por lo anterior, ha de considerarse que lo se válida como ser varón, ser mujer, es
una construcción intersubjetiva e interrelacional que nos constituye e instituye, por
ello, en ese proceso constitución habrá que resignificarse la dialéctica que se
soporta en la socialización de lo que se define y entiende en la sociedad occidental
por ser hombre y ser mujer.
Desde esta óptica, el género es, por encima de todo, una cuestión de relaciones
sociales en las que los y los grupos actúan”. (p.59). De hecho, considerar el género
desde una perspectiva relacional, implica abordar el género de forma que favorezca
superar las “las paradojas de las diferencias. (Connell y Pearse, 2018, p. 59).
Traspasar la visión de género como una categoría que define cualidades biológicas,
ontológicas y sociales, implica, considerar que el “género no es una clasificación
sino un acto creativo que se tensiona, que desplaza sus límites hasta quebrarlos, y
nos mueve a explorar más allá de cualquier borde”. (Cabra, 2016, p. 169).
1
Vulnerabilidades no como categoría que beneficia, sino como categoría de cuidado.
Actividad característica de la especie humana que incluye todo lo que
hacemos para conservar, continuar o reparar nuestro “mundo” de modo
que podamos vivir en él lo mejor posible. Este mundo incluye nuestros
cuerpos, nuestras individualidades (selves) y nuestro entorno que
procuramos entretejer conjuntamente en una red compleja que sostiene la
vida. (p. 5).
Referencias