Está en la página 1de 19

LOS DELITOS CONTRA LA SALUD POR EL TRÁFICO Y CONSUMO DE

SUSTANCIAS ESTUPEFACIENTES Y PSICOTRÓPICAS.

RESUMEN
Los Delitos contra salud pública en España se ha mantenido en una constante
evolución desde el punto de vista doctrinario y jurisprudencial jurídico tanto el nacional como el
internacional, en virtud de los cambios que la realidad social impulsada dentro la sociedad viéndose
obligada actualizar su legislación para armonizar sus efectos. En el régimen penal no ha sido la
excepción, la necesidad de combatir a las acciones negativas que afecte a salud colectiva permite
incorporar continuamente modificaciones a fin de hacer efectiva esta garantía constitucional,
mediante ajustes de los tipos penales o de las sanciones aplicables a estas acciones negativas que
puede ocasionar desequilibrios graves que al final afecten la convivencia ciudadana y la organización
de la sociedad. El objetivo de la presente investigación es analizar los factores de cambio de la
política- criminal, que desarrolla en la normativa legal en el Estado español, en relación con la salud
pública y en especial el relacionado con el tráfico y consumo de sustancia psicotrópicas y
estupefacientes, que nos permita determinar algunos factores que nos arroje información útil para
construir recomendaciones que contribuyan a preparar propuestas jurídicas que aporten al
perfeccionamiento de la legislación penal en materia del tráfico y consumo de drogas.

PALABRA CLAVE: La Salud Publica- Delitos contra el tráfico y consumo de estupefacientes y


sustancias psicotrópicas- Delitos contra la Salud.

INTRODUCCIÓN
Los delitos contra la sociedad en relación con los de tráficos y consumo de drogas
han experimentado una constante transformación en su defensa de los bienes jurídicos protegidos.
En un primer momento el consumo y tráfico de drogas concentro el rechazo de grupos religiosos y
morales, que propicio su primeros pronunciamientos de prohibición pero por motivos estrictamente
morales.
De este hecho, podemos evidenciarlo en la primera normativa sobre esta materia
que se dio con el Concilio XVII de Toledo, que expuso su prohibición por ir en contra de la religión.
Posteriormente, en otro instrumento de la época como lo fue el Líber Iudiciorum se prohibió también
el consumo y tráfico de drogas por afectar su cultura ceremonial.
Pero sin duda alguna su instrumentación permitió que en la época contemporánea
se pueda aún ver vestigios de esa influencia, como en el caso del contenido de la Convención Única
de Estupefaciente de 1961en la cual se incluye no solo la salud física como tema afectado sino la
salud moral de la humanidad. (Paz & López, 2008)
En un pasado no muy remoto nuestra legislación penal en España era del criterio
que los delitos de tráfico de drogas se orientaban a encasillarlos en los denominados delitos de riesgo
en general, por lo que se incorporaron en su desarrollo sistemático dentro del campo de delitos que
tributaban contra la salud pública y el medio ambiente

1
Para estos tiempos se comenzó a reforzar, en la doctrina y la jurisprudencia, la idea
de que el bien jurídico protegido en el contexto de los delitos de drogas debía ser la salud pública de
la sociedad. Pero en el transcurso de estos años se han venido incorporando la opinión de autores que
refuerzan la tesis de la necesaria incorporación de nuevos bienes jurídicos de protección penal en este
tipo penal, como lo sería la seguridad ciudadana, los intereses fiscales y la propia libertad. (Paz &
López, 2008)
En reformas continuas que recibió la legislación penal desde que se mantuvo ese
criterio, permitió su primera gran evolución sistemática en el régimen legal penal del año 1995, que
le dio cabido a su establecimiento definitivo dentro de los delitos orientados a la seguridad colectiva
pero en el capítulo específico de los delitos contra la denominada salud pública.
Sin embargo, en la doctrina jurídica se mantuvo el debate sobre la necesario
incorporación de otros bienes jurídicos a proteger dentro de la configuración de los delitos de droga,
permitiéndose obtener; para esta época, respaldo jurídico internacional en diversos instrumentos de
ratificado por España con Organismos Internacionales que se pronunciaron sobre este tema. Los
cuales mantenían la tendencia a considerar que en este tipo de delitos se comparte otros intereses y
valores a parte de la salud pública.
Esto se puede observar en los contenidos de los instrumentos suscritos y ratificado
por España sobre esta materia en los años 60,70 y 80, como el Convenio sobre uso de sustancias
psicotrópica de 1971, La Convención Única de 1961 y La Convención contra el Tráfico Ilícito de
Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas de 1988. En dicho instrumentos internacionales se
reconoce la presencia de bienes jurídicos a proteger por estos delitos a parte de la salud pública, entre
los que resalta como relevantes los siguientes (Paz & López, 2008):
- La toxicomanía elemento perturbador del individuo y un peligro social y económico para la
sociedad.

- Los problemas sociales y sanitarios que conlleva el uso indebido de estas sustancias.

- El tráfico de drogas como fuente de amenaza a la salud y bienestar ciudadano con fuerte
impacto negativo sobre las bases económicas, culturales y políticas de cualquier sociedad.

En la misma tendencia, parte de la doctrina jurídica argumenta que la libertad


debe ser un bien jurídico de protección penal en este tipo de delitos, porque consideran que los
individuos pueden crear un estado de dependencia que afectaría su voluntad y en consecuencia su
capacidad de auto determinarse libremente.
Ante todos estos factores que la doctrina nacional e internacional fueron
agregando para el eficaz combate de los delitos de tráfico y consumo de drogas, se fue construyendo
todo un debate sobre los bien jurídicos a proteger y la eficacia de la legislación para combatir este
flagelo.
Por lo que este trabajo tiene como objetivo la determinación de los elementos que
han generado los cambios en la política- criminal y legislativa penal en el transcurrir de estos últimos
cincuenta años en el régimen penal español. Para procurar obtener información que nos ayude a
construir aportes significativos para generar recomendaciones que contribuya al debate jurídico sobre

2
las mejores prácticas y posibles nuevos modelos de política-criminal para el combate de los delitos
de tráfico y consumo de sustancias psicotrópicas y estupefacientes en nuestra sociedad.
Para lo cual trataremos de realizar un análisis jurídico de la evolución de estos
delitos en la legislación penal española, mediante la conceptualización de estos delitos y su posterior
caracterización a fin de desglosar sus componentes para estudiar de forma separada el efecto de los
cambios y modificaciones de su tipo penal y sus sanciones. Con lo que por último, nos enfocaremos
en ubicar todo los elementos teóricos dentro del contexto legislativo penal español, mediante el
análisis de las normas contenidas en el código penal sobre este tipo delitos.

OBJETIVO GENERAL
Análisis de la evolución de los Delitos contra la Salud Pública por el Tráfico y Consumo de Sustancias
Psicotrópicas y Estupefacientes en la legislación penal española.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS
- Conceptualización de los Delito contra la salud Pública por el tráfico y consumo de sustancias
psicotrópicas y estupefacientes en la legislación española e internacional.

- Caracterización de los delitos por el tráfico y consumo de sustancias psicotrópicas y


estupefacientes en la legislación española.

- Determinación de los tipos penales sobre los delitos por el tráfico y consumo de sustancias
psicotrópicas y estupefacientes en el Código Penal Español en los últimas cinco décadas.

JUSTIFICACIÓN
El presente trabajo lleva como fin el estudio y análisis de los factores que motivan
los cambios y transformación de los modelos de político- criminal aplicado en la legislación penal
española para los delitos contra el tráfico y consumo de sustancias psicotrópicas y estupefacientes.
El interés del autor es determinar los hitos relevantes que motivaron los cambios
y evolución de los tipos penales y sus sanciones, para obtener elementos que nos ayuden a su
comprensión y posterior construcción de recomendaciones que coadyuve al perfeccionamiento
teórico de las políticas- criminales sobre la materia de drogas.
Consideramos que la política- criminal con relación a esta materia todavía se
encuentra en formación, porque aún se evidencia que la aplicación legislativa penal se hace
insuficiente para el combate y erradicación definitiva de este flagelo.
Estos delitos han demostrado ser bastante resistente a las formulas y modelos de
las políticas-criminales que se han aplicado, pero también han develado su grado de flexibilidad y
adaptación a todas las formas de combate que se implementan hasta ahora, provocando la necesidad
de nuevos enfoques doctrinarios y jurisprudenciales que presente una fórmula más eficaz y eficiente
para su erradicación.

3
Por consiguiente, consideramos que todos los esfuerzos por buscar las causas y
motivos de los cambios de los últimos años ha experimentado la política-criminal sobre los delitos
sobre drogas colocan a este tema como punto relevante y pertinente para cualquier trabajo de
investigación, por consiguientes del interés especial de este autor.

MARCO TEÓRICO
La salud pública se encuentra protegida por la normativa constitucional de 1978,
siendo considerado como uno de los principios rectores de la política social desplegada por el Estado.
La salud pública se ha entendido por la doctrina y la jurisprudencia como sinónimo de la salud
colectiva, por lo que se entenderá como la salud física y psíquica de cada uno de los miembros de la
sociedad.
El concepto de salud pública tiene diversas connotaciones, pero la más relevantes
es en la que se considera como la ausencia de enfermedad, con una profunda orientación a la política
pública, nos referiríamos a conceptos como salubridad, higiene o sanidad. La salud, particularmente,
se ha comprendido como un estado de bienestar físico, mental y social de un individuo. En la sociedad
la salud se viene considerando como un elemento para medir su progreso por implicar necesariamente
el mejor cumplimiento de las expectativas de vidas de los individuos miembros de esta. (Paz & López,
2008)
En el enfoque actual de la salud en más avanza por considerar elementos como la
adecuación del individuo a la comunidad que pertenece y la armonía de todas sus funciones a lo que
se le ha denominado bienestar. El bienestar se incorpora como un elemento intrínseco de una persona
que se materializa como un valor susceptible de ser garantizado y potenciar. (Paz & López, 2008)
Bajo estas consideraciones, el concepto de salud pública se ha orientado a
entenderse como la función asumida por un Estado de mantener en el mejor estado de salud a su
comunidad, porque se encuentran consciente que la salud puede ser afectada a todos sus miembros y
su bienestar debe ser el fin de su protección. Por lo que la salud pública deberá desarrollarse como
una política pública que concentre aspectos médicos, sociales y económicos para la protección y
bienestar de la salud del conglomerado social. (Paz & López, 2008)
La salud dentro del ámbito constitucional se erige como uno de sus principales
valores dentro de los derechos y libertades fundamentales, donde se otorgan derecho a la vida,
integridad física y moral, siendo evidente la disposición clara de la constitución a salvaguardar el
estado de salud de las personas. Asumiendo en consecuencia que la salud es un derecho de
personalidad y característica vital de la persona humana, se convierte en figura esencial para el
reconocimiento constitucional la salud colectiva. (Paz & López, 2008)
En este sentido, la Constitución ha reconocido a la salud como un derecho que
deber proteger y estableció la obligación a los poderes públicos de la tutela de estos derechos mediante
medidas preventivas, prestaciones y servicios esenciales. Por esto se delega constitucionalmente el
desarrollo legislativo de derechos y deberes de sus ciudadanos para el logro de estos fines, pero
delinea a la salud pública como base primordial de toda la política social y económica de la gestión
del Estado. (Paz & López, 2008)
La normativa constitucional en definitiva establece principios rectores para su
protección, que serán los que se convertirán en factores que ordenaran la vida social y política sobre

4
esta materia, siendo la base en consecuencia del ejercicio legislativo, actuación judicial y actividad
de los poderes públicos hacia este ámbito de salvaguarda. (Paz & López, 2008)
La protección estricta de la salud pública se convierte en objeto principal de todas
sus políticas de Estado, porque al ser vulnerada afecta los presupuestos necesarios para que los
individuos pueden sostener un estado óptimo de salud. La transgresión de la salud pública no se
evidente de forma inmediata porque empieza inicialmente afectar la salud de individual de los
ciudadanos, por lo que su materialización por una conducta transgresora podrá afecta inicialmente un
grupo indeterminado de individuos y posteriormente la convivencia y organización de la sociedad.
(Paz & López, 2008)
Desde la misma forma, el derecho penal se fue formando mediante los referentes
constitucionales y son su base hegemónica para ubicar los bienes jurídicos a salvaguarda por una
norma de carácter penal. Pero el régimen penal inicialmente considero que la protección hacia las
eventuales enfermedades a una pluralidad de individuos era la garantía de la suma de la salud
individual de varios miembros, pero posteriormente, evolución su enfoque ya no se refiere a
enfermedades en sí, sino a una variación de condiciones efectivas que garantice al individuo este
objetivo, por los que son incluidas los factores sociales en este esquema de intervención penal. En
consecuencia, la intervención penal se dirigirá a mantener una protección de la salud en la ciudadanía,
combatiendo cualquier actividad que la afecte o la coloque en peligro. (Paz & López, 2008)
El régimen penal fue sistematizando los delitos contra la salud pública mediante
la agrupación informal de delitos de diversa naturaleza en un solo cuerpo, siendo denominador común
que no tenían elementos que los referenciara entre sí para justificar su agrupación. Con lo que
inicialmente se podría verificar su acumulación normativa con los delitos contra el ambiente, sobre
inhumaciones y sepulturas, seguridad de tráfico, seguridad en el trabajo, sobre los alimentos, sobre
medicamentos, sobre sustancias nocivas, y de nuestro referente investigativo, como lo es el tráfico de
drogas toxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas. (Romeo Casabona, 2001)
Posteriormente, la evolución del régimen penal fue obligando a la sistematización
de los delitos por su bien jurídico de protección penal, permitiendo poder ubicar solo los delitos que
tengan elementos comunes con el bien jurídico de protección de la salud pública. Estos delitos se
fueron consagrando como agresiones contra la salud pública de nuestra sociedad, que a fin de cuenta
es el bien jurídico protegidos por nuestra constitución. Por lo tanto, la salud pública se convierte en
un bien jurídico penalmente protegido, entendido por consiguiente como la salud colectiva que el
régimen legal se obliga a su protección. (Romeo Casabona, 2001)
En esta perspectiva se viene observando la tendencia de la sociedad a controlar
conductas y comportamientos de sus ciudadanos que pudieran tener efectos nocivos a sus miembros,
dentro de este caso se puede determinar al tráfico y consumo de drogas. Este tipo de sustancias que
por un lado pudieran ser sumamente dañina por su toxicidad y por el otro se pueden encontrar con
beneficios puntuales por su efectos curativos y acción farmacológica, por lo cual tiende a ser ubicado
dentro de un marco regulatorio especial que en principio depende de cada Estado y sus contextos
político, cultural y social. (Alonso Pujiula, 2009)
Los antecedentes históricos de las drogas en general no las ubica siempre en
sustancias que afectaran de forma dañina a la sociedad, en sus comienzo su uso fue de tipo comercial
para la obtención de beneficios económicos al cual no se le imprimía importancia a sus efectos
sanitarios y sociales sobre la sociedad, siendo en cierta época productos tradicionales en las relaciones
comerciales en el ámbito nacional e internacional. (Alonso Pujiula, 2009)

5
Pero a comienzo del siglo XX se inició una corriente de pensamiento internacional
que coincidía en la necesidad de implementar medidas para controlar y limitar el consumo de drogas.
Es fuente de pensamiento internacional exponía la necesidad de unificar criterios en el orden
internacional mediante el establecimiento un marco regulatorio común para restringir el uso de las
drogas para fines exclusivamente médico y científico, pero restringiendo su uso para solo estos fines
teniendo evitando y castigando su consumo por usos recreativos. En este esquema comenzó a
desarrollar el aumento de las sustancias consideradas fiscalizable y el aumento de las restricciones de
en las medidas adoptadas por esta regulación común. Posteriormente, mediante el desarrollo de esta
política internacional se fue constatando que sus fue tomando una actitud más prohibitiva en las
acciones, debido que se evidenciaba la falta de efectividad de las medidas tomadas inicialmente.
(Alonso Pujiula, 2009)
Las recomendaciones de los organismos internacionales sobre esta materia fueron
alineando cierta homogeneidad en la mayoría de las políticas nacionales, pero el mercado de las
drogas ilícitas fue tomando un auge a nivel global y creando problemas políticos, sociales,
económicos y sanitarios que se convirtieron en un gran esfuerzo para su combate de la acción
gubernamental en cada país. En consecuencia, estas políticas para combatir el uso indebido de las
drogas en la actualidad deben su origen a una corriente política de nivel internacional, la cual fue
evolucionando en estas últimas cinco décadas hacia un esquema que se fundamenta en la prohibición
punitiva de las conductas asociada a consumo o uso ilícito de determinadas drogas. Por lo que muchos
países que suscribieron y aprobaron en su régimen local los convenios internacionales de fiscalización
de drogas tienen el deber de implementar normativas locales adaptadas a este esquema internacional.
(Alonso Pujiula, 2009)
El consumo de drogas se ha vuelto un problema común en el mundo, por los altos
niveles de consumo por fines recreativos de estas sustancias que ha evidenciado la mayoría de las
estadísticas globales, según fuentes internacionales, más de 1900 millones de personas que son
asiduos consumidores de alcohol, según las cifras (OMS) son el 38,3% de la población
occidental; por otra parte, 1067 millones de personas consumen tabaco, suponiendo según la cifras
(OMS) el 21% de la misma muestra occidental; por último, pero no menos importante, conseguimos
que 250 millones de personas, entre 15 y 64 años, consumen alguna droga de tipo ilegal, para engrosar
más de 5% de esta población.(ONUDD). (Alonso Pujiula, 2009)
En escala global también se vienen dando las estadísticas de las consecuencias
negativas de este comportamiento y el uso indebido de sustancias nocivas, los cuales incluyen
problemas sanitarios, sociales y criminales. Solo con relación al consumo de alcohol, se pudo registrar
más de 3.3 millones de personas fallecidas relacionadas con este consumo; que según la estadística
(OMS) acumula el 5,9 % del total de las defunciones de un año. Por el uso de tabaco, se registraron
más de 6 millones de fallecido por esta causas. Por último, podemos indicar que los fallecidos por
causas imputable al consumo de drogas ilegales se registraron más de 250 mil al año (ONUDD).
Siendo el caso que nos ocupa, el mercado de sustancias ilegales, se puede
evidenciar que la población afectada por este fenómeno es de considerable cuantía y genera una
alarma cierta en la sociedad. En especial por la importancia que se le ha dado en la agenda política
internacional producto de la relevancia que tiene en la opinión pública. Pero lo que sí es evidente es
la necesidad que tiene la sociedad de encontrar soluciones sociales y políticas que ayude a manejar y
erradicar este flagelo. (Alonso Pujiula, 2009)

6
Este flagelo ha demostrado ir más allá que un simple problema individual y
personal del consumidor, debido a que su consecuencia involucra a todo el colectivo social. En este
tipo de conflicto la intervención gubernamental es la llamada a tomar medidas para evitar estos daños
al ámbito público de la sociedad, por lo que mediante las políticas públicas se trata de dar repuestas
a esas demandas sociales. Las políticas de drogas aparecen para dar respuestas a esos problemas
derivados del consumo y comercio indebido de estas sustancias ilícitas. (Alonso Pujiula, 2009)
Pero el enfoque de la política puede tomar varios rumbos, porque las
consecuencias de estos hechos puede derivar dentro del ámbito sanitarios pero otros pueden impactar
en las actividades delictivas, por lo que se pueden inferir que las mayorías de las políticas públicas
dirigidas a combatir este flagelo se enmarca dentro de la política de salud pública y la política
criminal. (Alonso Pujiula, 2009)
En España por ejemplo, se puede evidenciar la aplicación de políticas de salud
públicas con destino a la prevención y rehabilitación como una estrategia efectiva para combatir el
consumo de droga, el cual consiste en programas para el tratamiento de adictos y su recuperación o
curas de enfermedades asociadas. Por otra parte, se ha diseñado programa que ayudan a proteger a
sus familiares y allegados que se puedan ver afectados de los daños que estas personas puedan
producir, tales como programas de información, educación, reinserción social- laboral, entre otros.
(Alonso Pujiula, 2009)
Se ha verificado por los organismos internacionales (OEA) que los problemas que
genera el consumo de droga no deja de ser un problema individual, pero también con mucha
repercusión colectiva. Para lo cual se necesita su combate con herramientas multidisciplinaria como
las epidemiologia, bioestadísticas, psicología, sociología, económica, entre otras. Por otra parte,
organismo de salud internacional (OMS) son del criterio que la adicción es una enfermedad, pero
además del problema sanitario que por esta causa procede se puede agravar su daño físico por los
métodos de consumo, su frecuencia, existencia de agentes externos en los productos o elementos
ambientales. (Alonso Pujiula, 2009)
Bajo este esquema se visualiza a la salud pública como un problema de tipo social,
por el cual su solución de primera mano seria dentro de un sistema social, por ser los responsables de
la salud pública los encargados de implementar este sistema y las medidas sociales de
acompañamiento que ayude a solucionar este problema, siendo la prevención la base de esta política
pública. (Alonso Pujiula, 2009)
Paralelamente a la implementación de la política de salud pública, España,
mantiene una política criminal orientada al control del mercado ilícito de sustancias estupefacientes
y psicotrópicas, mediante el cual trata combatir el tráfico ilegal de drogas y toda la violencia que
genera esta actividad. Las implementaciones de medidas que ayuden a armonizar los problemas de
seguridad ciudadana son una de las principales herramientas para el combate de los robos a personas
y sus propiedades que deriva de este flagelo, apoyadas con medidas dirigidas a la prevención mediante
programas formación profesional, integración social y oportunidades laborales que motive otras
expectativas al individuo y lo aleje de estas prácticas tan dañinas para su salud y la sociedad. (Alonso
Pujiula, 2009)
Dentro de este esquema, la política criminal ayuda a mantener el orden público y
la seguridad ciudadana alterada por este flagelo, mediante la disminución del comercio ilegal de
drogas y sus derivados como lo es el blanqueo de dinero proveniente de este negocio. Y como ya lo
habíamos mencionado, el combate contra todas las consecuencias derivada de este flagelo como la

7
existencia de delitos de robo para obtener recurso para comprar drogas. Es por estos motivos que la
legislación penal se vuelve uno de los principales recurso con que cuenta el Estado para combatir
estos flagelos, siendo uno de los instrumento que creara un equilibrio entre los derechos
fundamentales de la libertad y la seguridad. (Alonso Pujiula, 2009)
La política criminal puede implementar herramientas para el ejercicio de la
denominada violencia estatal y en armonía con un sistema democrático que garantice los
principios de legalidad, el respeto a la dignidad humana y los derechos fundamentales, mediante
mecanismos de actuación como su organización de justicia, actuación policial, formas procesales
y articulación con otras políticas del Estado. Su función será la prevención de acciones lesivas
de los individuos para la subsistencia de una sociedad. (Alonso Pujiula, 2009)
La política criminal siempre deberá tener una base racional, que permita su
conexión racional con la realidad social para poder ser eficaz. En este mismo orden de ideas, hay
autores que son del criterio que la legislación penal no está formada para resolver problemas
sociales debido a que su función es mantener un equilibrio entre el mantenimiento del orden
público y a seguridad ciudadana por un lado y las libertades públicas y derechos fundamentales
por el otro. (Alonso Pujiula, 2009)
Para comienzo de los años sesenta, se presenta La Convención Única de 1961,
un Protocolo y El Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas, los cuales buscan sistematizar todos
los instrumentos sobre esta materia que hay hasta la época, tratando de dar modelo de orden
normativo internacional para el combate contra la droga. (Bunster, 1993)
La Convención Única reconoce en su contenido la posibilidad de los usos
médicos de la droga en pacientes que sufran de dolor crónico, pero genera alerta sobre los daños
que puede ocasionar la toxicomanía el cual si deberá ser combatido. En consecuencia, la
producción, tráfico y el consumo de estupefacientes y sustancias psicotrópicas se deben permitir
solo para casos médicos y científicos, siendo necesario la erradicación cuando sus actividades
son para otros fines, mediante el establecimiento de mecanismos de fiscalización de la
producción, tráfico y consumo de drogas. Por lo que exige a los Estados miembros del Tratado
que se comprometan a reprimir en su legislación penal mediante la tipificación de estas conductas
y adjudícales penas muy rigurosas. (Bunster, 1993)
Esta Convención Única prevé la obligación de los Estados a acoger todas las
medidas legislativas y administrativas para adaptar a sus territorios a todas estas medidas, pero
fundamentalmente incentivar la cooperación y acciones coordinadas con los demás Estados para
la lucha contra las drogas. (Bunster, 1993)
La lista de drogas declaradas ilícitas se estructura en la Convención Única en
cuatro renglones según su régimen de fiscalización, pero solo las dos primeras son sustancias
estupefacientes y las otras dos listas son derivadas de los componentes de la dos primeras lista
señalados, en los cuales ya aparecen registradas la coca, cannabis y la dormidera que no
estuvieron en convenios anteriores. En cuanto a los psicotrópicos, los define como sustancias
capaz de producir dependencia, estimulación o depresión del sistema nervioso central los cuales
ocasionan alucinaciones, de juicio, comportamiento, percepción, trastornos de función motriz,
afecta el estado de ánimo, el cual administrado de forma indebida se convierte en problemas
sanitarios y social graves. A lo cual se agrupan en 4 listas, que según su grado de importancia se

8
restringe su uso, fabricación, comercio, distribución, prescripción, propaganda, registro, tráfico
internacional, limitaciones en la importación y exportación, inspección, entre otras. (Bunster,
1993)
Las Convenciones anteriores habían definido las comisiones especiales de la
ONU encargadas de ciertas funciones, como la Comisión de estupefacientes del Consejo
Económico y Social de la Naciones Unidas en cuyas manos está la elaboración de las listas de
sustancias estupefacientes y psicotrópicas; por otra parte, se encuentra la Junta Internacional de
Fiscalización de estupefacientes encargada del control de la estadística y el flujo de las sustancias
permitidas, así como proporcionar los límites de su uso y comercialización. (Bunster, 1993)
En cuanto al combate contra el tráfico ilícito, la Convención Única expone a
los miembros el deber de tomar medidas mediante la tipificación como delitos de acciones
internacionales de cultivo, producción, fabricación, extracción, preparación, posesión, oferta en
general, oferta de venta, distribución, compra, venta, despacho, corretaje, expedición en tránsito,
transporte, importación y exportación no adaptado a este instrumento. Así como la coordinación
de sanciones como la privativa de libertad, la incriminación de la participación, la tentativa, los
actos preparatorios y apoyo financieros. (Bunster, 1993)
En el plano internacional, Organizaciones como las Naciones Unidas se han
pronunciado en resoluciones 39/141 y 39/142 de fecha 14 de diciembre 1984, cuya títulos fueron
“Campaña Internacional contra el Tráfico de Drogas” y Declaración sobre la lucha contra el
narcotráfico y el uso indebido de drogas”, donde fijan posición sobre la prioridad de fijar medidas
contra el narcotráfico y el uso indebido de drogas, previniendo sobre la amenaza que este flagelo
implica para la seguridad y el desarrollo de los pueblos y sus ciudadanos, en especial a los
jóvenes. En su contenido se califica al consumo y demanda, su producción y el tráfico, como
actividades ilícitas e criminales que necesitan medidas de sanción y prevención inmediatas. (Díez
Ripollés, 1987)
El enfoque de estas resoluciones buscan calificar el tráfico ilícito de drogas
como un delito de gran daño hacia la humanidad, los cuales deben ser imprescriptible su accionar
y con una sanción penal de mucha rigurosidad. Considerándolo como una amenaza a la identidad
e integración de los pueblos por el daño que ocasiona a sus estructura políticas, económicas y
social, que inclusive afecta su soberanía. (Díez Ripollés, 1987)
Los países miembros de la mayoría de estos Tratados Internacionales sobre
materia antidrogas han construido un régimen legal interno muy coherente con las recomendaciones
y líneas de estos órganos internacionales. Sin embargo, en la construcción de una normativa sobre
esta materia influyen sus procesos de transformación social, dentro de este esquema adquieren su
propio contexto e idiosincrasia. Esto doto a muchos países de unas características propias sobre esta
materia, en el caso español los sistemas políticos han tenido por sus circunstancias particulares de
cada periodo de Gobierno, debido a su interesada política de integración internacional se logró
desarrollar una normativa sobre drogas de mucha identidad con el modelo global. (Alonso Pujiula,
2009)
En España ha desarrollado una convivencia del manejo de las drogas desde muy
vieja data, por ser inicialmente un producto que obtuvo una acogida en su sector comercial y base
de ciertos tributos en los siglos XVIII y siguientes, porque se usaba para la fabricación de

9
productos en la manufactura o de forma recreativa y terapéutica. Hay evidencia de viejos
instrumentos normativos de este siglo que regularon la actividad de los Boticarios y se
presentaban restricciones de uso de alucinógenos y estupefacciones que llegaban de sus colonias
americanas. Un ejemplo de estos casos, fue el carácter estratégico que tuvo el manejo de los
cultivos de cáñamo en la fabricación de cuerdas y lonas para el cuerpo de la Marina de esa época.
(Alonso Pujiula, 2009)
Situación similar se puede evidencia en el Real Ordenanzas de 6 de abril de 1828,
cuyo contenido reguló el cultivo de opio para su exportación, siendo posteriormente reconocido un
monopolio estatal que comercializo este producto en el plano internacional, en especial a China. Su
monopolio en España generó grandes beneficios económicos por lo producido en sus colonias. Para
esta época se manejaron las primeras Comisiones especiales para el estudio de impacto sobre la salud
de este producto, el cual arrojo que no tenía mayor efecto adverso que el uso de tabaco o alcohol en
las personas. (Alonso Pujiula, 2009)
Ya para comienzo del siglo XIX, nace los primero movimientos en el régimen
penal sobre esta materia, donde en su Código de Penal de 1822 se incorpora un capítulo sobre los
delitos contra la salud pública en el que se desarrolla un grupo de prohibiciones para la venta de
drogas sin la respectiva receta médica por los equipos farmacéuticos de las Boticas. En los posteriores
Códigos de año 1848- 50 se fueron incorporando sanciones para evitar la elaboración de drogas sin
los respectivos permisos, siendo el Código Penal de 1870 que mantuvo su modelo de sanciones y
agravación de penas por el incumplimiento de todo un andamiaje legal de sector de la salud que se
había impuesto para el manejo de farmacias y sus actividades. (Alonso Pujiula, 2009)
Con el Convenio de la Haya sobre drogas, se fue ajustando la normativa legal en
la Real Orden de 27 febrero y 31 julio de ese año, sobre las medidas para la dispersión y comercio de
drogas como la coca, la cocaína, opio y sus compuestos. Siendo el instrumento legal que prohibió la
posesión del opio para fines recreativos, lo cual fomento un mercado ilícito de ventas de drogas sin
recetas y la creación de mecanismo de control sobre el tráfico ilegal. (Alonso Pujiula, 2009)
Sin embargo, en este periodo las drogas como el opio, la morfina, cocaína o el
hachís era de venta libre en los comercios y tenía una fuerte tendencia de uso terapéutico en los una
parte relevante de la población. Por otra parte, su consumo para esta época se realizaba sin ningún
efecto social ni comunicacional. (Alonso Pujiula, 2009)
Después apareció la Real Orden de 1924, que comenzó a castigar con cárcel las
conductas dirigidas traficar y consumir drogas en locales públicos, para después darle entrada a la
Real Orden de 1927 sobre políticas de registro de personas con características de toxicómanos para
el control y seguimiento. (Alonso Pujiula, 2009)
En el siguiente año mediante otro Real Decreto de fecha 30 de abril, se restringió
el comercio de este tipo de sustancias por el Estado y se agravaron las sanciones a los traficantes y
consumidores de drogas. En este mismo año, se reformó el Código Penal cuyo fin fue adáptalo a estos
cambios y a las condiciones del recién ratificación Convención Internacional de Opio ocurrido ese
año. (Alonso Pujiula, 2009)
En el año 1932, se comenzó a ver una tendencia prohibicionista internacional que
provoco la aprobación del Decreto de 3 agosto de ese año, donde se prohibió la importación y
fabricación de diacetil-morfina y su clorhidrato en todo el territorio español y en sus colonias de ser
el caso. (Alonso Pujiula, 2009)

10
Para el año 1932 pasa algo muy particular, se logra promulgar una reforma del
Código Penal que trajo una amputación sobre la prohibición del tráfico ilícito de drogas tóxicas o
estupefaciente en su cuerpo legal, con el consuelo que se podía apoyar el la novísima Ley de Vagos
y Maleante de 4 agosto de 1933 pero sirvió para combatir a los consumidores y traficantes de drogas
como complemento de la ley penal hasta los años 70´.
Dentro de periodo correspondiente a la Dictadura Franquista se ratificaron la
adhesión de España a la ONU en 1955 y la su ingreso en la Organización para Cooperación
Económica Europea en 1958. En esta temporada de estrategia de integración a la comunidad
internacional organizada por el Gobierno de Franco, se ratificó el Protocolo para Limitar y
reglamentar el cultivo de la adormidera y la producción, el comercio internacional, el comercio al por
mayor y el uso del opio en el año 1956. (Alonso Pujiula, 2009)
Esta estrategia política de ir encajando en el esquema internacional del Gobierno
Franquista permitió en el año 1966 la ratificación de la Convención Única de 1961, sin ningún tipo
de reserva, lo que significó la aceptación de todo los objetivos del marco internacional con la implícita
obligación de reformar su régimen interno para ajustarlo a estas condiciones. Estas nuevas líneas del
enfoque internacional sobre las drogas se incluyeron en reformas penales como Ley 17/1997, de 8 de
abril, sobre el Servicio de Control de Estupefaciente y su Brigada Especial de Investigaciones; y por
otro lado la reforman del Código Penal de año 1971. (Alonso Pujiula, 2009)
En este nuevo Código Penal de 1971, se retoma en el régimen penal la tipificación
de delitos de tráfico de drogas y sustancias estupefacientes con el establecimiento más severo de una
pena de prisión mayor. Se expuso en este Código que la tenencia se constituía como un hecho punible,
pero por aclaratoria de Tribunal Supremo se especificó que solo será en la tenencia con el tráfico de
drogas. Sin embargo, esta Codificación mantuvo una influencia muy severa del marco internacional
por lo que se caracterizó por tener una multiplicidad de conductas penadas y un enfoque muy
represivo. (Alonso Pujiula, 2009)
Otro cambio que se dio en este periodo fue la promulgación de la Ley 16/1970, de
4 agosto, sobre la peligrosidad y rehabilitación social. En remplazo de la Ley de Vagos y Maleantes,
introdujo la prohibición de las conductas que promuevan o realicen el trafico drogas y fomente su
consumo, cuyo concepto se había incorporado en el Código Penal. (Alonso Pujiula, 2009)
Para el año 1973, el Gobierno de Franco continúo con su política de
internacionalización por lo que también ratifico el Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971,
poniéndose en vigencia un año después de la muerte del General Franco. La adaptación de esta
Convención del año 1971 en el régimen legal interno se desarrolló en el Real Decreto 2829/1977, de
6 de octubre, en donde se reguló todo lo concerniente a las sustancias y preparados medicínales
psicotrópicos y su modo de fiscalización e inspección en su fabricación, distribución, prescripción y
dispensación. (Alonso Pujiula, 2009)
Con la reforma del Código Penal de 1971 se dio una redacción confusa que coloco,
de ahí en adelante, al Tribunal Supremo como actor necesario en las políticas de drogas española. Su
participación para la aclaratoria por redacción confusa del Código sobre el significado e interpretación
de la tenencia en la tipificación sobre las drogas, lo involucro en la formación de las políticas de
drogas en el país. (Alonso Pujiula, 2009)
Por lo que este Tribunal Superior en fecha 21 de noviembre de 1973, aclaro que
existe atipicidad en la tenencia de drogas para el consumo y fijo que se podían reconocer porque solo

11
traen una cantidad suficiente hasta para tres días. Dentro de este mismo criterio, posteriormente, fue
presentado por la Fiscalía General una Circulas 1 /1984, donde se fija las cantidades adecuadas para
reconocer la tenencia para un consumo o tráfico. Para esta precisión también se agregó, el grado de
adicción del consumidor, el porte de dinero significativo, portar herramientas para su elaboración o
el tráfico, la forma como está dispuesta la droga. (Alonso Pujiula, 2009)
Con la reforma de Código Penal mediante Ley Orgánica 8/1983, de 25 junio, sobre
la Reforma Urgente y Parcial del Código, hubo una reducción significativa de las penas impuesta a
los delitos. En este cuerpo legislativo se ajustaron y conceptualizaron de manera precisa las conductas
punibles con la estipulación del cultivo, fabricación y tráfico de drogas. Entre las conductas que
fueron catalogadas de irrelevante fue la donación, por considerarse que dejo de ser punible; asimismo,
se eliminó la famosa expresión de indiscriminación abierta que expresaba “de otro modo”, que fue
muy criticada por la amplitud de uso que se fueron colando en este término. (Alonso Pujiula, 2009)
En su contenido típico este Código de 1983 dejó de forma taxativa la doctrina
jurisprudencial sobre la tenencia para tráfico como hecho punible. Pero lo que más relevante se hizo
en esta reforma fue la indicación expresa los castigos para las drogas duras y blandas. Sin embargo,
esta modificación del Código se llevó una fuerte crítica por parte de la doctrina por no establecerse
en este régimen legal qué tipo de drogas se consideraban ilegal, por lo que se desconoce cuáles
sustancias prohibidas se refiere a Ley. (Alonso Pujiula, 2009)
En la práctica judicial se demostró que el artículo 344 de este Código no contenía
todo los elementos para describir la conducta sancionable, tal como se infiere de la utilización de las
autoridades judiciales de otro tipo de normas para poder configurar el delito. En estos casos, en la
práctica se apoyaban en el artículo 2 de la Ley 17/1967 y el artículo 1 del Real Decreto 2819/1977, a
fin de justificar la utilización del catálogo de clasificaciones de estupefacientes y psicotrópicos que
contenía la Convención Única de 1961 o el Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971. (Alonso
Pujiula, 2009)
En el régimen penal español (CP 80´) se estableció distinciones en el castigo penal
por delitos de drogas con relación al tipo de sustancias utilizada en el delito. En cuanto a los tipos de
sanciones más graves se mantuvo para el que utilizara delitos drogas denominadas duras, las cuales
se refería a las drogas que ocasionan un grave daño a la salud. Para los delitos con sanciones menos
graves solo se referían a drogas con un efecto menos dañino para la salud, siendo denominadas drogas
blandas. (Alonso Pujiula, 2009)
La gravedad del uso de las drogas se pudo graduar por el impacto sobre el
organismo de una persona sobre su afectación psíquica y física. Sin embargo, esta distinción pudiera
perder sus efectos porque en ningún norma legal se pudo señalar que sustancias pertenecían a cada
grupo, pero la jurisprudencia poco a poco fue creando un catálogo que obtuvo a realizar un análisis
de las características, el grado pureza y su niveles concentración. Dentro del grupo de drogas duras
incluyo al opio, la morfina, la heroína, la metadona, la codeína, la hoja de coca, las anfetaminas, los
barbitúricos, la LSD y la cocaína. Y en el grupo de drogas blandas se incluyó al cannabis, la
metacualona, el dextropropoxifeno, alprazolam y el flunitrazepam. (Alonso Pujiula, 2009)
La política criminal española sobre el tráfico ilegal de drogas tuvo un nuevo
cambio de enfoque con la reforma del Código Penal en Ley Orgánica 1/1988, de 24 de marzo, donde
se mostraba su fuerte orientación hacia sistema más represivo como medio de combate de este flagelo.
En este Código se aumentaron de manera relevante las penas y ajustaron de forma restringida la
diferencia entre drogas blandas y duras, que dando casi iguales de gravedad. Igualmente, crearon un

12
grupo de nuevos tipos penales y retomaron la famosa clausula abierta de incriminación con inclusión
de más agravantes. (Alonso Pujiula, 2009)
Este reforma del año 1988 incluyo muchos principios y referentes de la Conferencia de Viena
de ese año, pero se tuvo que realizar otra reforma del Código Penal de 1992 para incluir detalles más
profundo de esa Convención que no se hizo en ese año 1988. Sin embargo, ya para el año 1995 se
produjo otra reforma que realizo mayor agravación las penas y la inclusión de nuevas conductas
delictivas sobre esta materia. (Alonso Pujiula, 2009)

Nuestro Código Penal desde entonces no ha sufrido mayores cambios en la tipificación de las
conductas prohibidas, sin embargo le ejecutaron adaptaciones breves para ajustarla a las Directivas
de la Comunidad sobre los temas de drogas y otras de carácter especificas por los cambios de criterios
de la política criminal y jurisprudencial sobre la manera de combatir este flagelo. (Molina Pérez,
2005)

Entre estas modificaciones realizadas al Código Penal de 1995 nos encontramos la que se
implementó con la Ley Orgánica de 15/2003, de 25 de noviembre, donde solo se hacen ajustes a por
la incorporación de programas de rehabilitación para los procesados en la política para el combate de
este delito.

Posteriormente, con la Ley Orgánica 5/2010, de 22 de junio, se procede a transponer las líneas
de armonización de la Directiva Marco 2004/757/JAI de Consejo, en fecha 25 de octubre de 2004,
donde se refuerza el principio de proporcionalidad de las penas para los delitos de drogas y se ajusta
los criterios jurisprudenciales sobre las sanciones. Por último, en Ley Orgánica 1/2015, de 30 de
marzo, se incorpora condiciones específicas para el pago de las indemnizaciones por parte de los
procesados de estos delitos.

En la actualidad la normativa penal sobre el tráfico y consumo de drogas se mantiene en el


Capítulo III del Título XVII de su Libro II, donde desarrolla los delitos contra el tráfico y uso de
estupefacientes y sustancias psicotrópicas de la siguiente manera:

CAPÍTULO III

De los delitos contra la Salud Pública

(Omissis)

Artículo 368.

Los que ejecuten actos de cultivo, elaboración o tráfico, o de otro modo


promuevan, favorezcan o faciliten el consumo ilegal de drogas tóxicas,
estupefacientes o sustancias psicotrópicas, o las posean con aquellos fines,
serán castigados con las penas de prisión de tres a seis años y multa del tanto al
triplo del valor de la droga objeto del delito si se tratare de sustancias o
productos que causen grave daño a la salud, y de prisión de uno a tres años y
multa del tanto al duplo en los demás casos.

No obstante lo dispuesto en el párrafo anterior, los tribunales podrán


imponer la pena inferior en grado a las señaladas en atención a la escasa entidad
del hecho y a las circunstancias personales del culpable. No se podrá hacer uso
de esta facultad si concurriere alguna de las circunstancias a que se hace
referencia en los artículos 369 bis y 370.

13
Artículo 369.

1. Se impondrán las penas superiores en grado a las señaladas en el artículo


anterior y multa del tanto al cuádruplo cuando concurran alguna de las
siguientes circunstancias:

1. ª El culpable fuere autoridad, funcionario público, facultativo,


trabajador social, docente o educador y obrase en el ejercicio de su cargo,
profesión u oficio.

2. ª El culpable participare en otras actividades organizadas o cuya


ejecución se vea facilitada por la comisión del delito.

3. ª Los hechos fueren realizados en establecimientos abiertos al público


por los responsables o empleados de los mismos.

4. ª Las sustancias a que se refiere el artículo anterior se faciliten a menores


de 18 años, a disminuidos psíquicos o a personas sometidas a tratamiento de
deshabituación o rehabilitación.

5. ª Fuere de notoria importancia la cantidad de las citadas sustancias


objeto de las conductas a que se refiere el artículo anterior.

6. ª Las referidas sustancias se adulteren, manipulen o mezclen entre sí o


con otras, incrementando el posible daño a la salud.

7. ª Las conductas descritas en el artículo anterior tengan lugar en centros


docentes, en centros, establecimientos o unidades militares, en establecimientos
penitenciarios o en centros de deshabituación o rehabilitación, o en sus
proximidades.

8. ª El culpable empleare violencia o exhibiere o hiciese uso de armas para


cometer el hecho.

En este artículo del Código vigente se mantiene las inconsistencias para la determinación del
denominado objeto material del delito y su especificación directa sobre las sustancias prohibidas en
este régimen legal. Sin embargo, si se estableció un criterio legal para determinar cuáles son las
características de este tipo de droga, describiéndola como aquellas que demuestren se nocivas por el
daño que ocasiona a la salud de las personas. Pero este criterio ha demostrado ser insuficiente en la
práctica judicial para determinar cuáles son las drogas consideradas como toxicas, estupefacientes o
psicotrópicas. (Molina Pérez, 2005)

La doctrina ha considerado que esta inconsistencia afectaba los principios de seguridad


jurídica y de reserva legal que garantiza la Constitución Española en su artículo 9 para la materia
penal, el cual ha sido ratificado por la jurisprudencia del Tribunal Supremo al establecer como criterio
que la seguridad jurídica deberá ser garantía en la definición de los tipos en materia penal. (Molina
Pérez, 2005)

La necesaria precisión que se utiliza para determinar una definición ideal que encuadre en la
tipicidad de estos delitos, convierte su conceptualización en una difícil tarea, pero las corrientes
doctrinarias y jurisprudenciales han podido mostrar algunas propuesta que sirven de base para la
práctica jurídica. (Molina Pérez, 2005)

La Organización Mundial de la Salud mantiene que la droga es una sustancia que l ser
introducida a un organismo vivo puede alterar el funcionamiento de algunas de sus funciones

14
pudiendo provocar que se cree una dependencia y tolerancia a esta. Por otro lado, una parte de la
doctrina jurídica la define como cualquier sustancia química que afecte el estado de ánimo,
percepción o el conocimiento de una persona, cuyos efectos negativos impactan en perjuicio a la
sociedad. (Molina Pérez, 2005)

La comunidad médica o farmacéutica han intentado precisar una definición de droga pero
cuando se contrasta con las definiciones de la doctrina penal tienden a diferir de forma relevante,
como sucede cuando se intenta dividir entre las drogas licitas o ilícitas las cuales pierden efecto en
el campo medico por no existir en esta área ningún tipo de división parecida entre ellos. Por otra
parte, su enfoque de ver las drogas es de aplicación médica y en general todas son beneficiosas, por
lo que no se considera su uso abusivo como una opción. (Molina Pérez, 2005)

Este punto por no poder ser aclarado en una tipificación adecuada tiende a ser resuelta bajo
la óptica de las interpretaciones jurisprudenciales, por este motivo es que se considera que el articulo
368 del Código Penal se ha convertido en una norma penal en blanco y su desarrollo prohibitivo se
apoya en otras leyes y decisiones fuera del área penal, las cuales ameritan su ratificación y
publicación oficial para considerarlo con fuerza obligatoria según lo establecido 96.1 de la
Constitución Española. (Molina Pérez, 2005)

En consecuencia, cuando nuestra legislación penal necesita aclarar sobre las sustancias
toxicas, estupefacientes y psicotrópicos se remite a los Tratados internacionales suscritos en el
Gobierno de España, donde se puede conseguir un catálogo de los dos tipos de drogas como son los
estupefacientes y psicotrópicos cuyas características las expone como tipo de drogas ilícitas. (Molina
Pérez, 2005)

El Convenio Único de Estupefacientes de la Naciones Unidas es una de las normativas que


trata de armonizar en el ámbito internacional sobre la materia de drogas, este Convenio fue ratificado
por España en los años 1967 y 1977. Su contenido expresa una definición de estupefacientes referido
a sustancias naturales y sintéticas, cuya incorporación en las 4 lista que manejan lo hacen ser
considerados prohibidos y no pueden ser producidos, fabricados, traficados, uso sin la autorización
debida para fines médicos y científicos. Pero las sustancias más comunes en esta lista de
prohibiciones son el opio, sus alcaloides, la coca, el cannabis y todos sus derivados. (Molina Pérez,
2005)

El Convenio de Viena de 1971 es un Tratado que maneja todo lo concerniente a las sustancias
psicotrópicas, reconociéndola como cualquier sustancia de forma natural o sintética que produce en
el ser humano una dependencia, estimulación o depresión del sistema nerviosos central que provoque
alucinaciones o afecte su función motora y de razonamiento. Estas sustancias psicotrópicas son los
alucinógenos sin efectos terapéuticos, las anfetaminas, los barbitúricos y los tranquilizantes. (Molina
Pérez, 2005)

Por otra parte, en este articulo 368 se encuentra descrita la conducta delictiva sobre delitos
de droga, el cual consiste en la prohibición de la ejecución de actos de cultivos, elaboración y tráfico
de drogas consideradas toxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas. Como también las
actividades que tiendan a promover, favorecer el consumo o posesión de las personas de este tipo de
drogas. (Molina Pérez, 2005)

15
La actividad de cultivo y producción de drogas se puede encontrar su definición en la
Convención Único de 1961, donde se describe como el cultivo de adormidera, arbusto de coca o la
planta de cannabis. En los que respecta a la producción, se define como la separación del opio, de las
hojas de coca, de los cannabis y de su resina. En la Ley 17/1967, se incluyó esta definición en nuestro
interno, en el cual solo se permite el cultivo y la producción con autorización del Servicio de
Restricción de Estupefacientes. (Molina Pérez, 2005)

En los que respecta a la definición del concepto de elaboración, en el Convenio de 1971, se


explica que son los procesos que busquen obtener sustancias psicotrópicas, preparar la refinación de
la sustancias o la transformación de sustancias psicotrópicas en otro modelo de drogas. Siendo en
este documento establecido que la fabricación de drogas se deberá entender como los procedimientos
que permitan extraer sustancias estupefacientes y su transformación en otro tipo de drogas. (Molina
Pérez, 2005)

En la Ley 17/1967, se trata este concepto como el conjunto de operaciones que buscan
obtener los estupefacientes mediante la purificación y transformación de la materia prima mediante
síntesis químicas, siendo incluido en otro concepto sobre la fabricación de preparados para la
elaboración de las mismas. Por último, en el Código Penal también se hace una referencia a este
concepto, siendo reconocido como la obtención de drogas mediante la mezcla de sustancias
estupefacientes, toxicas y psicotrópicas. (Molina Pérez, 2005)

En este mismo artículo 368 podemos señalar otra conducta prohibida como lo es el tráfico,
siendo su desarrollo muy escueto, pero según la doctrina, se considera como el procedimiento de
traslado de drogas de una a varias personas, cuyo fin es trasladar la droga aun sin ánimo de lucro en
ciertos momentos. En la Ley 17/1967, le refiere a el tráfico como “…las operaciones de cultivo,
adquisición, enajenación, importación, exportación, deposito, almacenamiento, transporte,
distribución y tránsito de sustancias estupefacientes que se realizan contrariamente a las
disposiciones de esta Ley”, siendo apoyado este concepto por la jurisprudencia del Tribunal Supremo
y agregando su característica de no ser netamente mercantil su esencia. (Molina Pérez, 2005)

Del anterior desarrollo podemos inferir el eventual carácter no mercantil del tráfico de
drogas, esto se debe a la posibilidad que abrió la Ley de incluir en el tipo el concepto de donación.
La donación para la doctrina y la jurisprudencia es muy similar en la definición del concepto de
tráfico, porque ambos conceptos se manejan como la traslación de la propiedad de las drogas a otra
persona. (Molina Pérez, 2005)

Pero partiendo de la idea que la donación no se realiza para repartir a un colectivo su


consumo, siendo está dirigida solo para repartir cantidades pequeñas a consumidores habituales
debido a las existentes relaciones de amistad o familiar, que en mucho caso se realiza con fines de
evitar el famoso síndrome de abstinencia que sufren los adictos de la droga. Para la doctrina, estos
hechos pueden definir el carácter ilícito o no de una donación, por considerar que la donación más
común se realiza para surtir a un consumido, en consecuencia si el consumo no es penado en este
Código la donación correría la misma suerte por ser accesorio al hecho principal, que en este caso es
el consumo. (Molina Pérez, 2005)

El elemento central de este tipo penal se puede conseguir en ciertos actos prohibidos
en este artículo, tales como la de promover, favorecer o facilitar en consumo ilegal de drogas a los
ciudadanos. Estas conductas prohibidas se encuentran integradas a las actividades de tráfico, cultivo

16
o elaboración de drogas, en consecuencia se dirigen a realizar el tráfico ilegal en disconformidad de
la ley. En el caso del transporte, la doctrina la ha considerado como una actividad que conlleva a la
transmisión de las sustancias prohibidas, por consecuencia y en sintonía con los Convenios
Internacionales figura como manifestación del tráfico. (Molina Pérez, 2005)

Por otro lado, es necesario comentar sobre el concepto de posesión de la droga, nuestro
código lo califica como un delito de peligro abstracto, siendo su posibilidad una causa de peligro
eventual hacia la colectividad. Este delito es de consumación anticipada, es decir, el solo hecho de
poseer para traficar se considera suficiente para ser sancionado sin importar que produzca
determinado resultado en protección de la salud pública. La jurisprudencia ha respaldado que el bien
jurídico protegido es el bien común y por eso no se necesita la posesión material de una droga para
considerar la conducta como sancionable. Pero es de vital importancia aclarar que esta posesión de
ser de muy baja su cantidad manipulada puede ser calificado a el poseedor como un consumidor y
por consiguiente una eventual atipicidad de la conducta. (Molina Pérez, 2005)

Como hemos visto hasta ahora, los actos que se mencionan en el artículo 368 de Código
Penal de 1995 son todos configurados para regular solo el consumo ilegal. Por lo que su ejecución
sin los respectivos permisos del Estado para fines industriales, terapéuticos, científicos y docentes lo
convierte en una acción punible se refleja en el consumo ilegal de drogas toxicas, estupefacientes u
psicotrópicas. (Molina Pérez, 2005)

En cuanto al elemento subjetivo de esta conducta ilícita se espera que el actor actué en
conciencia que está realizando una actividad nociva para la salud y estimulando de distintas formas
el consumo ilegal de drogas a terceras personas. Este tipo de reflexiones llevo a la doctrina a
considerar que se necesitan dos elementos para configurar la actitud subjetiva del actor; por un lado,
que las sustancias que está facilitando es droga y por el otro, la intencionalidad de facilitar a terceros
para su consumo. Así mismo, la jurisprudencia se ha pronunciado que es necesario el ánimo de
traficar la droga junto con la intención de facilitarla a terceros con el ánimo de lucro o solo poner a
disposición de la droga. (Molina Pérez, 2005)

Estos delitos por consiguientes no aceptan una existencia dolosa, porque la naturaleza de lo
explicado nos lleva a compartir con la doctrina mayoritaria que en sí mismo es necesario el dolo. En
la dogmática del dolo penal se considera que existe un elemento intelectual y otro volitivo, los cuales
son necesario y se configuran perfectamente en este tipo de delitos. (Molina Pérez, 2005)

RESULTADOS
El Código Penal Español ha demostrado tener una estrategia de adaptación a las realidades y
transformaciones sociales sobre el delito de tráfico y consumo de estupefacientes y sustancias
psicotrópicas, pero se pudo evidenciar que la conceptualización y creación de los tipos penales no
hubo una investigación profunda desde nuestros institutos científicos y sociales para configurar lo
que inicialmente se presentó como los catálogos de delitos contra el tráfico de droga.
Esta afirmación la podemos extraer de los orígenes y antecedentes de la configuración de la
tipología delictual para el combate de la droga en nuestros comienzos legislativos del siglo XIX y
XX. En esta época, se pudo ir construyendo los tipos penales mediante la constante repetición de las
líneas normativas que indicaban los Convenios y Tratados Internacionales sobre la materia, al punto
de verse en la actualidad en la normativa una falta de consistencia en la formulación que solo se puede

17
remediar con el uso complentarios o aplicación directa de los conceptos desarrollados de los tipos
penales de los tratados.
Esto fue debido a la falta de investigaciones profundas sobre la materia, y de haberlas habido,
que fue afectada por la influencia de las circunstancias políticas y sus crisis temporales. Mucha de
esta aceptación tácita de las condiciones de estos instrumentos se tuvo que permitir por las decisiones
políticas, que en esos momentos mantenían un política pública de integración internacional por
diferentes razones y en diferentes épocas.
La forma como la política criminal fue enfocando el problema también fue influenciado por
los Convenios Internacionales en esta materia, porque se tomó una actitud represiva sobre estos
delitos, en especial acciones específicas sobre la oferta, contradiciendo eventualmente informes
espaciales que se realizaron mediantes comisiones creadas por el ejecutivo. Uno de estos desaciertos
fue la política de represión hacia las acciones de oferta de las drogas, en la cual estos informes
especiales llegaron a recomendar su fortalecimiento de programas de prevención y control de las
demanda por ser más efectivos y económicos que las acciones tomadas en ese momento.
Pero su adhesión casi automática también se debía a la presión social e internacional de
obtener mejores resultados para asegurar la estabilidad institucional que muchos de estos informes
especiales advertían que se estaban comprometiendo, esto en virtud de la fortaleza de las
organizaciones criminales que se expandían en este medio y el potencial económico que amenazaba
en desequilibrar las economías de muchos gobiernos.
En muchos de estos informes especiales de las Comisiones se recalcó la importancia para
combatir este flagelo de la atención al toxicómano, los cuales se veían como un problema social que
se debía rehabilitar desde las víctimas de estos delitos como sus victimarios.
El establecimiento de políticas criminales dirigidas a condicionar sanciones según el tipo de
drogas utilizaba, como fue las drogas blandas y duras, provocó cierta visión de tolerancia del
Gobierno sobre cierto tipo de drogas que creo una confusión que obligo a la política criminal a
endurecer las acciones y penas en contra de este delito. Sin embargo, era evidente que las políticas
implementadas en ese entonces y hasta el momento han sido insuficiente para combatir este flagelo.
CONCLUSIONES

En este trabajo se pudo obtener todos los objetivos que se plantearon en la investigación, los
cuales nos hace inferir como conclusión que el actual enfoque de la política criminal para el combate
de los delitos sobre drogas está resultando insuficientes para enfrentar estos delitos.
Las políticas actuales se siguen enfocando en erradicar y controlar este delito mediante en
aumento continuo la represión con la rigurosidad de las sanciones y la creación de nuevos tipos
penales. Sin embargo, se mostró que diferentes criterios de autores estudiosos del tema han presentado
estudios donde presentan una situación que no tiene ni a mejora y menos erradicarse, para lo cual se
han hecho múltiples propuestas para su mejor ataque mediante los programas preventivos y de
rehabilitación de estos ciudadanos víctimas y victimarios.

18
Trabajos citados
Alonso Pujiula, s. (2009). La política de drogas La política de drogas en España y Países Bajos: un
análisis comparado desde la perspectiva neoinstitucionalista. [Tesis]. Obtenido de
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID:
https://eprints.ucm.es/view/people/Alonso_Pujiula=3ASergio=3A=3A.html21

Bunster, Á. (1993). El régimen de la droga en México: una visión panorámica. Boletín Mexicano de
Derecho Comparado, 1(76). Recuperado el 21 de 3 de 2019, de
https://revistas.juridicas.unam.mx/index.php/derecho-comparado/article/view/3034

Díez Ripollés, J. L. (1987). La política sobre las drogas en España, a la luz de las tendencias
internacionales: Evolución reciente. Anuario de derecho penal y ciencias penales, 40(2),
347-400. Recuperado el 21 de 3 de 2019, de
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=46306

Lázaro, F. G. (2010). Deconstruyendo el riesgo permitido: delitos contra la salud pública, principio
de precaución, delitos contra la seguridad vial. Revista Penal(25), 136-150. Recuperado el
21 de 3 de 2019, de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3129116

López, G. G., & Martínez, I. A. (2014). La condición del sujeto activo como agravante de primer
grado en el delito de tráfico de drogas. Ius: revista del Instituto de Ciencias Jurídicas de
Puebla(34), 182-197. Recuperado el 21 de 3 de 2019, de
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5028852

Molina Pérez, T. (2005). El elemento objetivo y subjetivo en el delito de tráfico de drogas. Anuario
jurídico y económico escurialense(38), 93-116. Recuperado el 21 de 3 de 2019, de
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1143004

Paz, M. Á., & López, G. G. (2008). Moderna revisión del delito de tráfico de drogas: estudio actual
del art. 368 del Código. Revista penal(22), 8-108. Recuperado el 21 de 3 de 2019, de
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2666909

Romeo Casabona, C. M. (2001). Los delitos contra la salud pública: ¿Ofrecer una protección
adecuada de los usuarios? Revista de derecho y ciencias penales: Ciencias Sociales y
Políticas, 3, 219-236. Recuperado el 21 de 3 de 2019, de
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6466691

19

También podría gustarte