Está en la página 1de 4

Maria Isabel Ospina Muñoz

CC 1036675593
Seminario de arte rupestre
Departamento de antropología
Universidad de Antioquia
2019-1

El arte como mímesis y representación


Introducción

Cuando se habla de arte rupestre o de representaciones rupestres, se hace referencia a cualquier tipo
de grabados y pinturas en las paredes de una superficie pétrea. Sin embargo, al mencionarlas, ya sea
en materia de divulgación o en materia científica, es difícil desprenderse de la denominación de “arte
rupestre”. El problema de cómo referirles de esta manera yace en el concepto de “arte” en sí mismo.
Pues, principalmente, no se tiene el conocimiento de unas costumbres y tradiciones culturales que
corroboren la intencionalidad de su fabricación relacionada a fines estéticos.

La arqueología, tiene la capacidad de reconstruir costumbres y tradiciones culturales a partir del


registro material y se han visto casos en los que se habla de los fines utilitarios del arte rupestre. De
esta manera, existe con fines de comunicación con seres no humanos y como comunicación con seres
humanos (Arguello y Botiva, 2003). Mientras no existen evidencias irrefutables que lleven a
encasillar las imágenes que se encuentran en las rocas, en un concepto occidental como es de “arte”.
La mayoría del “arte” indígena es “arte” solo porque nosotros pensamos que lo es, no porque quienes
lo produjeron pensaran que lo era (Gell, 2016).

Sin embargo, la anterior es solo una de las muchas implicaciones que existen alrededor del uso de la
palabra arte en este contexto. A continuación se anunciarán algunas de estas en relación con sus usos
dentro de la arqueología como disciplina, los problema de su estudio e interpretación, el uso de
herramientas como la semiótica, y una clara definición de lo que, finalmente, entendemos por arte
rupestre.

Consideración acerca del Arte Rupestre

Desde la arqueología se ha tratado el estudio del arte rupestre desde una preocupación por el ámbito
simbólico que surge con la corriente postprocesual. De esta manera, se convierte en un objeto de
estudio que tiene un carácter bidimensional: es cultura material en la materialización de un formación
socio-cultural, y por otro lado, es un proceso inserto en la construcción social de la realidad
(Troncoso, 2002). Las representaciones de arte arqueológicas integran la única evidencia material a
partir de que se pueden fundar múltiples discursos sociales, económicos e ideológicos.

Ahora bien, ¿de qué manera se podría decodificar dicho universo simbólico que integran dichas
representaciones visuales? El problema aquí, es que son elementos hallados y estudiados dentro de
un sistema totalmente occidental, en el marco de una disciplina revelada en un discurso científico por
lo que cualquier recurso que los arqueólogos lleguen a usar para su estudio está el peligro de llegar a
ser un ejercicio interpretativo ya que estos reflejan las categorías cognitivas de los arqueólogos, no
de los productores o consumidores de los artefactos (Bednarik, 2004).

La manera en la que se puede estudiar el arte rupestre, su relación con el mundo occidental, donde no
fue creado pero en el que finalmente termina inserto, integra de manera esencial un debate acerca de
su denominación como arte, debido a las múltiples definiciones que existen alrededor de dicho
concepto. Sin embargo, con lo expuesto anteriormente, se puede evidenciar que, por lo menos en el
ámbito de la arqueología, como disciplina que reconstruye el pasado a partir de la cultura material, lo
único que es relevante considerar al respecto es la diferencia entre dos acepciones del concepto de
arte cuando aparece antes de la palabra rupestre.

Por eso, en primer lugar, es importante entender que al llamar arte al arte rupestre no se está
nombrando una corriente artística. Es decir, no necesariamente se está diciendo que las
manifestaciones de arte rupestre integren un grueso de producción artística, expresada en obras de
arte que habla de un momento y estilo característico, tal y como lo es el Arte Barroco, el Arte
Neoclásico o el Arte Renacentista. Por lo tanto, la denominación de arte rupestre no lo inserta en el
juego del arte como institución.

Sin embargo, es cierto que tal y como un historiador de arte puede reconstruir el contexto de una
época a partir de una obra de arte (del estilo barroco o renacentista, por ejemplo), el arqueólogo se
encarga de reconstruirla a partir de unas manifestaciones rupestres. En el ejercicio, ninguna está
ejerciendo un posible papel como obra de arte en su función estética, en vez de eso, hacen las veces
de documento histórico y prehistórico. Las evidencias y documentos históricos abren, además, la
posibilidad de estudiar una obra de arte en muchos más niveles interpretativos, cosa que es imposible
con el arte rupestre.

Para ilustrar lo anterior es necesario partir del método de análisis iconológico que se utiliza dentro de
la historia del arte como disciplina, muy cercano a los métodos semióticos que se han llegado a usar
dentro de la arqueología. La iconografía es una rama de la historia del arte que se ocupa del contenido
temático o significado de las obras de arte en cuanto algo distinto de su forma (Panofsky, 1997).

Resultaría útil para la arqueología a la hora de investigar acerca del contenido temático o significado
de las representaciones gráficas, que hacen parte de las evidencias materiales del pasado, partir del
método de análisis iconológico que propone Erwin Panofsky (1972). Quien toma como punto de
partida para su propuesta, la manera en la que los seres humanos perciben el mundo de las formas, le
otorgan un significado, y posteriormente, a partir de una tradición cultural (occidente para él), las
interpretan. Para esto define tres niveles significativos (primario, secundario y terciario). Teniendo
en primer lugar, en torno al nivel significativo primario, una clasificación preiconográfica. Se
enumeran las configuraciones entre línea y color que se percibe en la obra (significado fáctico), y se
relacionan estas con temas o conceptos (significado expresivo).

El problema aquí, es que, con el segundo nivel de significación, donde se habla de la existencia de
otro tipo de comprensión, que no solo parte del mundo practico de los objetos y las acciones, sino
también del mundo de las costumbres y tradiciones culturales, peculiar de una civilización
determinada que trasciende lo práctico (Panofsky, 1972). El significado secundario o convencional,
plantea un problema que parece imposible de resolver sobre el arte rupestre. No se tiene la certeza de
unas costumbres o tradiciones culturales que nos lleven a saber qué significaban, estas
representaciones construidas por líneas y colores, para quienes las realizaron.

En este sentido se resalta la intencionalidad con la que se decide emprender un análisis del arte
rupestre, como una herramienta arqueológica en la que se toma al arte rupestre como un dato a partir
del cual sacar información para responder a una pregunta más grande, o al arte rupestre como la
pregunta sobre la cual se recogen datos.

En este caso puntualmente, efectuar un ejercicio como este resulta útil en un momento preliminar de
recolección de datos. El registro y la construcción de unos antecedentes arqueológicos para el tema y
la zona estudiada, que permitieran la búsqueda de esa certeza de costumbre y tradiciones culturales.
Este finalmente, es el propósito de la arqueología.

Al respecto, la misma línea que propone Panofsky (1972) para el análisis del arte rupestre se
desarrolla considerándolo un sistema semiológico, puesto que se parte de que para que este sistema
de representación visual sea eficaz simbólica y comunicativamente dentro de su contexto, debe ser
configurador de un código con unas normas específicas que lo permita decodificar (Troncoso, 2002)
“Es decir, al ser el arte rupestre un fenómeno comunicativo, debemos entender que el proceso de
comunicación no se basa en el envío de un mensaje para ser decodificado por un receptor, sino por el
contrario, en la existencia de una lógica interna, unas reglas semióticas que permiten y posibilitan la
comunicación al proveer de un conjunto de códigos y principios que tornan inteligible una materialidad
dentro de su contexto social” (Troncoso, 2003, en Rupestreweb)

Como se entiende, el estudio del arte rupestre integra un discurso simbólico que evidencia un universo
cultural a partir de lo visual en el ejercicio de la representación que finalmente solo se puede sintetizar
con la palabra arte sin que ello signifique la ejecución de un discurso invisibilizador desde occidente.
Son representaciones visuales que la arqueología está en la tarea de decodificar.

Conclusiones
Pese al debate existente en torno a si considerarlas arte o no (debido al carácter occidental del
concepto), no es necesario aquí validar o no dicho enunciado. Lo que sí es posible afirmar, sin lugar
a dudas, es que son imágenes, son líneas, colores y formas; Lo gráfico comunica acontecimientos
históricos, vivencias, pensamientos, creencias, y sus imágenes transmiten mensajes visuales
(Arguello y Botiva, 2003). En ese sentido, son un ejercicio de representación, desdoblamiento y
mimesis en cuanto es la naturaleza que la cultura utiliza para crear una segunda naturaleza, la facultad
de copiar, imitar, hacer modelos, explorar diferencias, ceder y convertirse en otros, necesario para el
proceso mismo de conocer (Taussig, 1993). Más allá del factor utilitario o material que lo caracteriza,
tiene otras características que, de hecho, también están relacionados con elementos funcionales
sociales.

De la misma manera, es lo que se entiende como “un fenómeno que es creado por el hombre
específicamente con un propósito relacionado con una facultad sensorial humana sólo puede
constituirse de variables cruciales que determinan sus externalizaciones fenomenológicas y que son
accesibles a la percepción humana.” (Bednarik 1991).

Bibliografía

1. Argüello, P.M. y Botiva, A. (2003) Significado, comunicación y patrimonio cultural: Arte


rupestre en Colombia. En: Revista La Tadeo No. 68. Bogotá, D.C. Pág. 79-87.
2. Bednarik, R.G. (1991). Standardisation in rock art terminology. In Rock art and posterity, C.
Pearson and B. K. Swartz (eds.), pp. 116-18. Occasional AURA Publication 4. Australian
Rock Art Research Association, Melbourne.
3. Bednarik, R.G. (2004). Arte rupestre, tafonomía y epistemología. En Rupestreweb,
http://www.rupestreweb.info/bednarik2.html

4. Gell, A. (2016). Definición del problema: la necesidad de una antropología del arte. En: Arte
y Agencia: una teoría antropológica. Buenos Aires: SB. Pp. 31-42.
5. Panofsky, E. (1972). Introducción. En: Estudios de Iconología. Madrid: Alianza. Pp. 13-44.
6. Taussig, M. (1993). In Some Way or Another One Can Protect Oneself From The Spirits By
Portraying Them. En: Mimesis and Alterity. A Particular history of the Senses. New York:
Routledge. Pp. 1-18.
7. Troncoso, A. (2002) A propósito del arte rupestre. Werken 3: 67–79. Santiago de Chile,
Universidad Internacional SEK.

También podría gustarte