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La revolución de las reformas (1835):

Este movimiento surge como una rebeldía contra los poderes nacionales constituidos y contra el Presidente
José Maria Vargas por dos razones: primero, los jefes militares (caudillos) no permitían que la máxima
autoridad estuviese a cargo de un civil, cuando los poderes locales se encontraran en sus manos. Segundo,
por las ambiciones personales de algunos militares defensores de la separación, esta coalición tiene como
objetivo derrocar al Presidente y no a los principios que antes defendían; no se trataba de mejorar la
institucionalidad, sino controlar el poder.

Entre los cabecilla de estos levantamientos se encontraban Diego de Ibarra, Justo Briceño, Pedro Briceño
Méndez, Luis Perú de la Croix, José Laurencio Silva, Santiago Mariño, Carlos Maria Ortega, Andrés Ibarra y el
coronel Carujo. Estos pretendían cambiar la Constitución de 1830 y establecer un gobierno militar
desconociendo la autoridad de José Maria Vargas.

La revolución estalló el 7 de julio de 1835 en Caracas, extendiéndose a casi todo el país en donde habían
muchos comprometidos en la conspiración.

El gobierno tratando de reforzar el orden constitucional, llamó a filas a unos 10.000 hombres bajo las ordenes
de José Antonio Páez.

En tal situación el presidente Vargas decide renunciar ante el Congreso Nacional, además promete nombrar a
otro militar para la Jefatura Suprema del Ejército y convocar una Convención.

Sin embargo, los insurrectos exigieron al gobierno los siguientes puntos:

1.- Reunión de una Convención constituida por miembros escogidos por el Presidente de acuerdo a los
reformistas.

2.- Designar al general Santiago Mariño para la Jefatura Suprema del Ejercito con amplias facultades.

3.- Los cargos debían quedar en manos de los jefes del movimiento.

4.- Vargas debía entregar la Presidencia ante una Convención.

5.- La gobernación de la Provincia de Caracas sería provista por un Secretario General.

6.- La Constitución de 1830 seguiría vigente en aquellos aspectos que no lesionasen los intereses de la
Revolución.

Los alzados del grupo reformista de otras regiones del país se plegarían a lo resuelto por los máximos
jefes del movimiento.
Las fuerzas militares reformistas deciden encarcelar y expulsar del país a José Maria Vargas junto con el
Vice-presidente Narvarte, pero antes de ser expulsado, reúne al Consejo de Gobierno para nombrar al general
José Antonio Páez Jefe del Ejército Constitucional. En tal situación Páez se impone sobre el golpe de Estado,
rescata la Constitución y obliga a los reformistas a abandonar la capital y el gobierno que habían usurpado
inconstitucionalmente.

Vargas regresa y se encarga poder, reconociendo los méritos de Páez y demás constitucionalistas. Después
de ocho meses de haber regresado del exilio, renuncia el 24 de abril de 1836 ante el Congreso, encargándose
de la Presidencia el Vice-presidente Andrés Narvarte el cual duró hasta el 20 de enero de 1837.

Carlos Soublette Luego, el Congreso elige al nuevo Vice-presidente que resultó ser el general Carlos
Soublette, este regresa de España en donde era embajador. La agitación social continúa a causa de las
políticas económicas y sociales incapaces de satisfacer las necesidades básicas, alimento, vivienda y salud.
En medio de esta tensión social el Congreso entra en una fuerte polémica en relación a las políticas que se
debían aplicar para controlar esta agitación, luego de intensos debates se impone la posición mas radical,
sentando las bases de una constante inestabilidad política y social.

La insurrección campesina de 1846 fue un movimiento insurreccional de carácter popular y social que estalló
en varias zonas agropecuarias de Venezuela en septiembre de 1846 y que se extendió hasta mayo de 1847.
En términos generales, dicha insurrección no fue más que la expresión de una situación que tenía sus raíces
en la grave crisis económica que sufría el país desde 1842; en el descontento de diversos sectores del agro
(hacendados, arrendatarios, arrieros, peones, esclavos entre otros) con respecto a las medidas económicas y
fiscales aplicadas por el gobierno presidido desde 1843 por Carlos Soublette; en las campañas oposicionistas
del Partido Liberal, cuyo máximo líder, Antonio Leocadio Guzmán, acusaba de oligarca a Soublette, al ex
presidente José Antonio Páez, quien seguía siendo el hombre fuerte del régimen, y a sus partidarios que
controlaban el comercio y las finanzas de Caracas

Guerra Federal

La Guerra Federal fue la lucha armada que, con carácter de guerra civil, sostuvieron los liberales contra el
gobierno de los conservadores entre 1859 y 1863. Por su duración se llama también Guerra Larga o Guerra
de los Cinco Años. El nombre de "Federal" se debe a que los liberales tenían como bandera el federalismo o
autonomía de las provincias.

El ámbito que abarcó el enfrentamiento fue todo el país. El carácter general que mantuvo fue el de guerra de
guerrillas, es decir, de ataques de pequeños grupos armados contra el ejército gubernamental.

Los protagonistas fueron los generales Ezequiel Zamora y Juan Crisóstomo Falcón, por el lado liberal, y José
Antonio Páez por el bando del gobierno conservador. Zamora y Falcón fueron seguidos por las masas
populares.

Los liberales ofrecieron un programa que repetía, en forma más radical, las reformas impuestas en la
hegemonía de los Monagas, cuando estuvieron al lado del gobierno:

Voto universal, directo y secreto en la elección de todos los poderes.

Abolición total de la pena de muerte.

Abolición de la esclavitud para siempre

Eliminación de la prisión por deuda.

Garantías individuales (libertad de prensa, de tránsito, de asociación, de cultos; inviolabilidad de la


correspondencia, del domicilio, de la propiedad).

Igualdad ante la ley.

Protocolo de Urrutia (destinado a ofrecerle a José Tadeo Monagas asilado en la legación francesa una serie
de garantías que lo salvaban de la justicia venezolana.)

El 26 de marzo de 1858 el Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, Wenceslao Urrutia y los


representantes diplomáticos de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Brasil, los Países Bajos y España
acreditados en el país firman en Caracas el Documento que se conoce como el Protocolo Urrutia.

Este Protocolo está enmarcado dentro de la llamada Revolución de Marzo. Se produce precisamente por el
asilo del Presidente José Gregorio Monagas en la Legación francesa, a raíz de esta revolución; una vez
instaurado el nuevo gobierno con Julián Castro a la cabeza, Monagas exige unas condiciones para salir de allí,
a lo que Wenceslao Urrutia en nombre del Gobierno convoca a los representantes diplomáticos mencionados
y firma el Protocolo.

El ejecutivo no se sintió representado por Urrutia y pretendió desconocer las condiciones acordadas además,
una inmensa poblada va a protestar frente a la Embajada, produciéndose disturbios y ocasionando una grave
crisis, tanto política como diplomática.

Se establecen en este pronunciamiento como “principios del Gobierno Federal”; la abolición de la pena de
muerte, la libertad absoluta de la prensa, la libertad de tránsito, de asociación, de representación y de
industria, la prohibición perpetua de la esclavitud, la inviolabilidad del domicilio, exceptuando los casos de
delitos comunes judicialmente comprobados, la inviolabilidad de la correspondencia y de los escritos privados,
la libertad de cultos, el derecho de residencia a voluntad del ciudadano, la independencia absoluta del Poder
Electoral, para que ni antes de su ejercicio ni después de él dependa de ninguno de los funcionarios de los
demás ramos de la administración, la creación de la milicia armada nacional, la administración de justicia
gratuita en lo secular, la abolición de la prisión por deuda, el derecho de los venezolanos a la asistencia
pública en los casos de invalidez o escasez general, la libertad civil y política individual, la seguridad individual,
la prohibición del arresto o prisión sino por causa criminal precedida evidencia de la comisión de un delito y los
indicios vehementes de la culpabilidad.

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