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CONTEXTO ENERGÉTICO EN LA REGIÓN

Actualidad y potencialidad de la integración energética


La matriz de consumo energético de América Latina es bastante diferente a la existente
en el resto del mundo. En el siguiente gráfico se observa la distribución de la energía
primaria consumida.
Gráfico Energía Primaria Consumida

Datos al 2009 del BP Statistical Review of World Energy 2010


Como se muestra, el consumo energético de Latinoamérica depende principalmente de
los hidrocarburos, con valores superiores al promedio mundial. La diferencia radica en
la utilización del petróleo ya que la participación del gas natural es similar en ambos
casos. Debe tenerse en cuenta que esta distribución esta fuertemente condicionada por
los mayores países de la región y que existen grandes diferencias entre ellos. Esto es
evidente en la utilización del gas natural que en Argentina representa el 53% (sólo
superado a nivel mundial por Rusia y algunos miembros de la OPEP - Organización de
Países Exportadores de Petróleo) y en Brasil apenas llega al 8%.[1]
Otra característica de la estructura energética de América Latina es que tiene un mayor
uso de energía hidroeléctrica y una menor participación del carbón. Mientras que en el
mundo apenas el 6% de la energía consumida proviene de represas, en Latinoamérica la
energía hidroeléctrica llega al 23%. Esto es producto de que más de la mitad de la
generación de electricidad en nuestra región es hidráulica, llegando al caso de Brasil
cuyas represas representan un 76% de su capacidad instalada de generación eléctrica.
Aún México y Venezuela, países con grandes reservas de hidrocarburos, generan parte
importante de su electricidad mediante centrales hidroeléctricas (22% y 66%,
respectivamente). En cambio, el resto del mundo utiliza mucho más carbón (29%) a
pesar de ser no renovable y mucho más ‘sucio’. Por tanto, gracias al fuerte uso de la
hidroelectricidad podemos decir que América Latina tiene un mayor consumo de
energías renovables que el resto del mundo.
La fuerte utilización de la hidroelectricidad, si bien permite la generación de energía
utilizando un recurso natural renovable, pone el sistema energético en manos de las
inclemencias meteorológicas ya que ante años hidrológicamente pobres, los países con
mayor consumo y desarrollo tienen dificultades para garantizar el suministro de
electricidad. Esto sucedió, por ejemplo, en el año 1999 – 2000 en Brasil, cuando debió
importar electricidad e implementar un drástico plan de ahorro energético.
Sin embargo, por la complementariedad de las cuencas y el desfasaje (horario y
estacional) de los picos de consumo, es posible un intercambio equilibrado entre los
países mediante la interconexión de los sistemas eléctricos. Además, la Cuenca del Plata
tiene para realizar varios emprendimientos hidroeléctricos con gran potencial
generador, entre los que sobresalen Corpus entre Argentina y Paraguay; Garabí,
Roncador y San Pedro entre Argentina y Brasil. Como se observa, los mayores
aprovechamientos hidroeléctricos pendientes son binacionales. Por estos motivos, la
integración energética latinoamericana, tanto en el transporte y como en la generación
eléctrica tiene amplio margen para crecer y mejorar los sistemas nacionales.
En cuanto a la energía nuclear (1% del total), en la región sólo es utilizada por Argentina,
Brasil y México obteniendo el 1,5% de su energía por este medio. En cambio, a nivel
mundial la energía nuclear llega al 5,5%. Si nos limitamos a los países desarrollados del
OCDE, el 9,4% de la energía proviene de centrales nucleares, liderados por Francia
donde la energía nuclear llega al 39% de su consumo. [2]
Como se mostró, los hidrocarburos son la principal fuente energética utilizada en la
región. Pero además de esto son una de sus principales riquezas naturales estratégicas
de la región pero con grandes asimetrías en su distribución. Venezuela, segunda reserva
petrolera mundial, tiene el 82% de las reservas de petróleo de la región. Conjuntamente
con Brasil y México concentran el 92%. En cuanto al gas, Venezuela cuenta con el 66%
de las reservas regionales y con Bolivia, México y Trinidad & Tobago llegan al 86%. Estas
reservas representan 62 y 40 años de extracción (lo que se conoce como ‘horizonte de
reservas’), cifras inversas al promedio mundial (46 y 62, respectivamente). Si bien el
horizonte está lejos de los 85 años de reservas de petróleo de los países de Medio
Oriente, supera al resto de las regiones.
Como la extracción es mayor al consumo interno, una parte importante del petróleo
latinoamericano es exportado. Actualmente, existen en la región dos países miembros
de la OPEP: Ecuador y Venezuela (que además fue fundador de la institución). Así es
como en el año 2009, América Latina exportó 3.360 miles de barriles diarios de petróleo
crudo (aproximadamente 7 veces el consumo anual de Argentina). La mayor parte (casi
3 de cada 4 barriles), se dirigió a los Estados Unidos. [3]
Asimismo, existen grandes diferencias dentro de los grandes países con reservas.
Mientras que Venezuela es una potencia petrolera mundial (segunda reserva mundial y
en camino a certificar sus reservas de petróleo extra-pesado que la catapultarán como
la mayor reserva petrolífera del mundo), Brasil no sólo es el primer consumidor de la
región, sino que se encuentra entre los 10 mayores consumidores del mundo superando
a países desarrollados como Francia y Reino Unido3. México y Ecuador, por su parte,
dependen de las importaciones de combustible a pesar de exportar petróleo crudo.
Sin embargo, a pesar de su proximidad, complementariedad y de las características
culturales y económicas compartidas por los países latinoamericanos, no existe un
intercambio importante de hidrocarburos en la región. Los grandes exportadores se
concentraron en ubicar su petróleo en los países desarrollados (especialmente Estados
Unidos) en vez de abastecer al mercado regional. Así es como se presentan
transacciones irracionales tanto desde el punto de vista de la integración regional como
de la utilización de los recursos energéticos. Estados Unidos, a pesar de ser un
importador neto de petróleo y el principal comprador del crudo americano, abastece
con 583.000 barriles diarios a los países latinoamericanos importadores (algo más que
el consumo de Argentina). Tanto los importadores como los exportadores prefirieron
relacionarse con Estados Unidos en vez de mirar dentro de la región. Lo cual tiene causas
políticas e históricas que van desde la falta de avance en la real integración
latinoamericana como en las relaciones de las burguesías y burocracias locales con los
capitales norteamericanos. [4]
Esto muestra lo atrasado que se encuentra la integración energética latinoamericana.
Aún en la comercialización de petróleo y derivados, mercado mundialmente
desarrollado, la interacción interregional es muy limitada. El ‘mercado’ no ha tenido
voluntad de desarrollar el intercambio interno de hidrocarburos. Los países
exportadores prefirieron dirigir su petróleo y subproductos a los seguros y rentables
mercados de Estados Unidos y Europa, abandonando los restantes países
latinoamericanos por ‘antieconómicos’.
La otra cara de esta falta de integración aún en productos tradicionales como el petróleo
y los combustibles es que existe en la región una gran potencialidad de intercambios
energéticos. Los requerimientos, la estructura y la oferta ya existen, sólo se deben
redireccionar los intercambios hacia el interior de Latinoamérica. Asimismo, las
diferentes disponibilidades y estructuras energéticas y el hecho de que tanto en los
países exportadores como en los importadores las empresas estatales dominen los
mercados petroleros, posibilitan una real integración (más allá de los intercambios
mercantiles), con intercambios de hidrocarburos que respondan a acuerdos planificados
y donde la ganancia del comercio no se limita al ingreso de divisas sino que se logren
reales beneficios mutuos, de acuerdo a las necesidades y capacidades de cada sociedad.
Como se mostrará más adelante, en la última década Venezuela ha comenzado a llevar
adelante una estrategia de integración hidrocarburífera de este tipo aunque resta
mucho para que se desarrolle el gran potencial de integración energética de la región.
Tampoco están desarrolladas la integración o cooperación energética entre los países
de América Latina en energías no tradicionales. A pesar de que los tres países más
importantes de la región utilizan la tecnología nuclear y han hecho desarrollos
endógenos con tecnología propia, son muy escasos los casos de políticas conjuntas o
cooperación tecnológica. En el área nuclear, estos países prefirieron firmar acuerdos con
Canadá, Estados Unidos o Europa antes de acercarse a los desarrollos locales.
Lo mismo puede decirse de los llamados ‘biocombustibles’. Brasil cuenta con una gran
experiencia en la producción y desarrollo de agrocombustibles, especialmente en la
generación de etanol con base a caña de azúcar. Sin embargo, no han existido políticas
ni acuerdos para la difusión de estos desarrollos tecnológicos.

CONTEXTO ENERGÉTICO EN EL ECUADOR


Las medidas para remplazar el uso de combustibles fósiles por energías consideradas
limpias no han generado mayores resultados. La producción del recurso energético del
país aún depende, principalmente, del petróleo. Según el último Balance Energético
Nacional, que presentó el Gobierno en el 2017, un 88% de la energía provino del
petróleo, mientras que la que se obtuvo de recursos renovables como: agua, sol o viento
representó un 6%. Este esquema, según especialistas consultados, demuestra que la
iniciativa de cambiar la matriz energética, que impulsaba el Gobierno anterior, no se ha
concretado. Entre el 2007 y 2017, el uso de petróleo se redujo en apenas 2 puntos
porcentuales. “Lo único que se hizo es construir hidroeléctricas, pero no se
complementó con otras medidas para modificar la balanza energética”, refirió José Luis
Fuentes, docente e investigador en Políticas Públicas de la Universidad de las Américas
(UDLA). Tras la incorporación de cinco de las ocho hidroeléctricas previstas, el país
cuenta con una capacidad total para producir energía (potencia) de 7 018 megavatios
(MW). Se trata del doble de lo que se contaba en el 2007. Sin embargo, esto no ha
modificado la balanza energética. Esto ocurre porque en los últimos años no se han
promovido cambios significativos en el sector del transporte, que es el que más recursos
consume. Este segmento demanda de alrededor de 45 millones de barriles de
equivalentes de petróleo al año, de acuerdo con cifras del Balance Energético Nacional
2017. Luego están el sector industrial y el residencial. Además, las acciones que se
impulsan desde el 2016 para incentivar la compra de vehículos eléctricos no han tenido
una mayor acogida. Entre el 2016 y febrero del 2019 se han comercializado solo 337
unidades que funcionan con electricidad. Esto representa menos del 1% del total de
ventas que se produjeron en este período, refirió la Asociación de Empresas
Automotrices del Ecuador (Aeade). A nivel local, la incorporación de unidades de
transporte público que usan energías limpias ha sido puntual. Por ejemplo, en Guayaquil
se adquirieron recientemente 20 buses eléctricos, Cuenca tiene un tranvía y Quito
cuenta con troles, que operan con diésel y electricidad, y próximamente con el Metro.
Pero esto aún no evidencia una reducción del consumo de combustibles en este sector.
Entre enero y marzo del 2019, el consumo de derivados en el sector automotor subió
1,5% en relación con el mismo período del año previo, según cifras de Petroecuador.
Para obtener cambios se requiere optimizar el transporte pesado, que es el de mayor
consumo, indicó Fuentes. Esto se puede obtener con la mejora de los combustibles,
porque hasta ahora no se ha desarrollado una tecnología para producir camiones o
tráileres que funcionen con electricidad. Otro factor que puede contribuir a dar el salto
en el uso de energía renovable es que las políticas gubernamentales incluyan a los
ciudadanos y que sean permanentes. En la actual Ley de Eficiencia Energética, que está
vigente desde marzo del 2019, se plantean incentivos para las personas y empresas que
apuesten por sistemas más limpios en el transporte y en las construcciones, pero aún
está pendiente el reglamento para conocer cómo funcionarán estas compensaciones. Si
estas nuevas propuestas dan resultados, el cambio de la matriz energética se
evidenciará en dos o tres décadas, porque son procesos lentos, explicó Fernando Salinas,
presidente del Colegio de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos de Pichincha. El cambio de
matriz, precisó Salinas, requiere contar con una nueva infraestructura para abastecer de
energía a los vehículos o cambiar los procesos que se realizan en la industria. Y esto
demanda de inversiones considerables. Solo en el sector camaronero, por ejemplo, se
estima que para electrificar estas instalaciones se debe contar con alrededor de USD 4
000 por cada hectárea de producción. Mientras esto no se modifique, en el país se
seguirán empleando los recursos petroleros, que se aprovechan desde la década de los
70. Actualmente, se producen alrededor de 536 920 barriles diarios. Ecuador tiene las
terceras reservas más altas de la región, después de Venezuela y Brasil, según British
Petroleum. Sin embargo, se trata de un recurso no renovable

El Ecuador a través del su Plan del Buen Vivir 2009 – 2013 tiene establecidos objetivos en
los que señala que la participación de las energías renovables debe incrementarse en la
producción nacional. Para el cumplimiento de este objetivo,
los proyectos hidroeléctricos del Plan Maestro de Electrificación deben ejecutarse sin
dilación; y, adicionalmente, debe impulsarse los proyectos de utilización de otras
energías renovables: geotermia, biomasa, eólica y solar.
En este contexto el Ecuador ha logrado avances significativos en materia de energías
renovables no convencionales. Proyectos de generación eólica en varios sectores del
país y otros de tipo como la solar lo ratifican.
Las instituciones del Estado se centran en el aprovechamiento del potencial hídrico que
llega aproximadamente a los 20 GW de lo cual se encuentra instalado solamente 2.25
GW (2012) con grandes proyectos e inversiones en marcha.
En la ciudad de Loja, Ecuador, el Parque Eólico Villonaco ubicado a 2.720 metros sobre
el nivel del mar; es actualmente el más grande en su clase en el país. Once (11)
aerogeneradores instalados en el cerro Villonaco tienen una capacidad instalada de 16.5
MW, producen energía limpia desde inicios del 2013.
Fotografía: Parque Eólico Villonaco Loja - Ecuador

Los principales cambios en la matriz energética a través de las energías renovables se


han consolidado en las provincias de Loja, Carchi y Galápagos, con proyectos avanzados
en energía eólica, fotovoltaica y biocombustibles.
En octubre del 2012 se inició la construcción de un nuevo parque eólico en Baltra con
capacidad de 2.1 MW. Además, están en estudios los proyectos de otros dos parques
eólicos, en Salinas, entre Carchi e Imbabura (15 MW), Minas de Huascachaca y el
hidroeléctrico Mira.
Desde el 2004, la Agencia Alemana de Energía en convenio con el Gobierno Ecuatoriano
lanzó el programa Cubiertas Solares para promover proyectos piloto de energía
renovable en regiones de alta radiación solar.
Con los paneles de techo solar, Ecuador se ha puesto a tono con lo último
en tecnología fotovoltaica y térmica. Como ejemplo, el Gobierno implementa paneles
solares fotovoltaicos en ocho comunas del Golfo de Guayaquil. El proyecto Eurosolar
pretende dotar de electricidad a 91 comunidades aisladas con ayuda de la Unión
Europea.
Entre 2013 y 2016 se incorporarán al sistema nacional interconectado 3.223 MW
esencialmente de energía renovable con inversión pública. Hasta el 2018 se estima se
incorporarán 394 MW de inversión privada. Esta inversión mediante la construcción de
ocho (8) centrales hidroeléctricas con una inversión de USD 4,983 millones, casi que
duplicará la capacidad instalada que actualmente es de 5.8 GW. [5]
La demanda de energía en el Ecuador que en el 2012 fue de 100.7 millones de BEP, se
estima crecerá hasta el 2016 llegando a 114.7 millones de BEP, con la incorporación de
las nuevas fuentes hidroeléctricas, la demanda en el 2017 se reducirá a 106.2 millones
de BEP, esto como consecuencia del mejor uso de los energéticos (ver Figura 13). A partir
del 2018 hasta el 2050 se prevé un crecimiento sostenido de la demanda de energía del
3.2%, anual algo menor al PIB estimado en 4.6% anual.
Escenario Ecuatoriano. Giro energético hacia energías renovables hasta el 2050

Fuente: Cifras del Sector Petrolero Ecuatoriano. Banco Central del Ecuador. Cálculos del
Autor.
De mantenerse estas tendencias, la demanda de energía en el 2050 será de 301.4
millones de BEP. La composición sería de la siguiente manera: gasolinas 23.1%; diesel
15.4%; fuel oil # 4 de 4.7%; GLP; 2.7%; hidroelectricidad 25.4%; electricidad proveniente
de otras fuentes 9.8%; electricidad renovable 1.8%; leña y carbón vegetal 0.2%; gas
natural 3.8%; y otros 13.1%. De esta manera la participación de energía renovable
dentro de la matriz energética será del 27.4%.

BIBLIOGRAFIÁ

[1] BANCO CENTRAL DE ECUADOR. Cifras del Sector Petrolero Ecuatoriano


(http://www.bce.fin.ec/documentos/Estadisticas/
Hidrocarburos/indice.htm).
[2] BANCO INT ERNACIONAL DE RECONST RUCCIÓN Y FOMENT O/BANCO MUN DIAL
(2010): Desarrollo y Cambio Climático. Coedición del Banco Mundial, Mundi-Prensa y
Mayo I Ediciones.
[3] CONSEJO NACIONAL DE ELECTRICIDAD, Análisis de Costos para Empresas Eléctricas
Sujetas a Regulación de Precios, CONELEC, Quito, 2012.
[4] CONSEJO NACIONAL DE ELECTRICIDAD, Estadísticas y Mapas. Indicadores de Energía
Eléctrica Anuales, CONELEC, Quito, 2013.
[5] HERRERA HERRERA, Alfonso, Tesis Gerenciamento da Demanda Mediante
Substituição Energética na Cocção Residencial, Instituto de Eletrotécnica e Energia da
Universidades de São Paulo, São Paulo, 1996.

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