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Abbé Verneaux - Philosophie de L'homme PDF
Abbé Verneaux - Philosophie de L'homme PDF
BA R CELO NA
E D IT O R IA L H ER D ER
1970
V ersión ca stellan a de L. M e d r a n o , de la o b ra de R o g e r V e r n e a u x , Philosophie de Vhomme,
T o d a p etició n co ncerniente a los derechos de tra d u cció n o a d a p ta c ió n , sea cu al sea ¡a lengua
o la m a n era en q u e se h ag a , deberá dirigirse o b lig ato riam en te a
«B eauchesne et ses fils, 177* rué d e R ennes, P aris V IC»,
e d ito res de la edición original francesa
N ih il o b s ta t: El censor, J u a n R o i g G i r o n e l l a , S .L
P o r m a n d a to de su E xcia. R vd m a.
A le ja n d ro P ech, p b ro ., C an ciller S ecretario
Es p ro p ie d a d D e p ó s ito l e g a l : B. 2810-1967 P r in t e d in S p a in
P ag
I n t r o d u c c i ó n ................................................................................................................ 7
I. El objeto de la p s ic o lo g ía ................................................" . . 7
II. Los tipos de p s ic o lo g ía ........................................................................ 9
B i b l i o g r a f í a ................................................................................................................ 15
C apítu lo 1: L a v i d a ................................................................................................ 17
I. D efinición de la vida ................................................................ 17
II. N aturaleza del ser v i v o ................................................................ 20
III. Origen de la v i d a ................................................ . . . 24
IV. La vida v e g e t a t iv a ................................................................................ 27
C apítu lo II: Clasificación de lo s fenóm en os psíquicos . . . . 31
I. N ecesidad de una c la sific a c ió n ........................................................ 32
II. La clasificación c o r r ie n t e ................................................................ 33
III. La clasificación a r i s t o t é l i c a ........................................................ 35
C apítu lo III: L o s fenóm enos fundam entales de la vida consciente . . 37
I. El co n o c im ien to ........................................................................................ 37
II. El a p e t i t o ................................................................................................ 43
C apítu lo IV : El conocim iento sensible e x t e r n o ........................................ 53
I. El objeto de los s e n t i d o s ........................................ ....... 54
II. Los sentidos . ........................................................................ 56
III. La s e n s a c i ó n ........................................................................................ 58
C apítu lo V: L o s sentidos internos . . . . ................................ 65
I. El sentido c o m ú n ................................................................................ 65
II. La im a g in a c ió n ................................ ........................................ 68
III. L a e s t i m a t i v a ........................................................................................ 71
IV. La m e m o r ia ................................................................................................ 73
C apítu lo VI: El apetito s e n s ib l e ........................................................................ 77
I. Clasificación de los a p e tito s................................................................ 78
II. L as p a s i o n e s ........................................................................................ 79
III. Clasificación de las p a s io n e s ........................................................ 81
C apítu lo V il: E l a lm a de las b e s t ia s ................................................................ 85
C apítu lo V III: El conocim iento in te le c tu a l................................................ 89
I. Punto de vista e x p e r im e n ta l........................................................ 89
II. Punto de vista b i o l ó g i c o ................................................................ 91
5
filo so fía del hom bre
Págs.
6
INTRODUCCIÓN
E L OBJETO D E LA PSICOLOGÍA
7
F ilo so fía del h o m b re
8
Introducción
II
9
F ilo so fía del h o m b re
10
Introducción
11
F ilo so fía del h o m b re
12
Introducción
13
F ilo so fía del hom bre
14
BIBLIOGRAFÍA
15
F ilosofía del hom bre
16
C A P ÍT U L O PRIMERO
LA VIDA
17
V eril., H o m b r e 2
F ilo so fía del hombre
los seres en los que la vida es manifiesta, ya que sería un mal mé
todo empezar por aquellos de los que no se sabe de cierto si viven
o no; su caso sólo puede dilucidarse si previamente se tiene una
noción precisa de la vida.
18
La vida
19
F ilo so fía del hom bre
II
20
L a v id a
b) El mecanicismo.
21
F ilo so fía del h o m b re
c) El vitalismo aristotélico.
22
L a vida
23
F ilo so fía del h o m b re
III
ORIG EN D E LA VIDA
1. T eo r ía de la g e n e r a c ió n espontánea.
24
L a vida
25
F ilo so fía d el h o m b re
rior». Esto es evidente, pero hay que precisar más. El primer prin
cipio es sólo verdadero si existe una diferencia de orden; dicho de
otro modo, si nos colocamos en un punto de vista ontológico y no
cuantitativo. En cuanto al segundo, toma el término «explicar» en
su sentido intenso de causar, producir, o inversamente, reducir, ya
que lo inferior puede muy bien proporcionar cierta explicación de
lo superior en la medida en que es condición de su existencia.
Puede parecer muy osado por parte del filósofo poner a priori
límites al progreso de la ciencia. Pero es cierto que la metafísica
proporciona unas certezas que son absolutas y rebasan toda certeza
científica. Sus principios son intemporales y conciernen al futuro
solamente porque expresan las leyes del ser.
2. T eo r ía de la p r e e x is t e n c ia .
26
L a v id a
3. T eo r ía de la c r ea c ió n
Queda aún que la vida haya sido creada por Dios cuando el
universo ha proporcionado las condiciones de su posibilidad. Nada
obliga por lo demás a admitir que Dios haya creado a la vez todas
las especies vivientes, ni tampoco que haya creado directamente a
cada una en momentos diferentes de la historia del mundo. No existe
razón metafísica que prohíba admitir una evolución de las especies
partiendo de un germen primitivo, entendiendo siempre que Dios
dirige la evolución por medio de su providencia y que el hombre
está excluido de ella porque tiene un alma espiritual que puede pro
ceder solamente de una creación directa de Dios, no solamente para
el primer hombre, sino para cada hombre en particular.
IV
27
F ilo so fía del h o m b re
28
L a v id a
29
C A P ÍT U L O II
31
F ilo so fía del h o m b re
NECESIDAD D E UN A CLASIFICACIÓN
32
C lasificación d e los fen ó m en o s psíquicos
II
LA CLASIFICACIÓN C O R R IEN TE
33
V e rn , H o m b re 3
F ilo so fía del h o m b re
34
C lasificación d e los fen ó m en o s psíquicos
III
35
F ilo so fía del h o m b re
36
C A PÍT U L O III
E L CONOCIM IENTO
37
F ilo so fía d el h o m b re
38
F e n ó m en o s fu n d am en ta le s
39
F ilo so fía del h o m b re
hecho clásica en la escuela tom ista3. Pero hay que advertir que
solamente es verdadera para el conocimiento directo que el hombre
tiene del mundo. Cuando estudiemos el conocimiento reflejo que el
espíritu tiene de sí mismo, habrá que modificar muchos puntos en
la descripción precedente. Y con mayor razón cuando, en teología
natural, se intenta definir la ciencia divina, hay que modificar pro
fundamente las fórmulas.
40
F e n ó m en o s fu n d a m e n ta le s
41
F ilo so fía d el h o m b re
42
F en ó m e n o s fu n d a m e n ta les
II
E L A PETITO
1. D e fin ic ió n .
43
F ilo so fía del h o m b re
44
F en ó m en o s fu n d am en tales
2. E l a pe t it o natural.
45
F ilo so fía d el h o m b re
3. O r ig en de los a pe t it o s naturales.
46
F e n ó m e n o s fu n d a m e n tale s
47
F ilo so fía d el h o m b re
mos sido creados por un genio maligno que nos dé una naturaleza
pervertida. Pero la hipótesis del genio maligno se destruye por sí
misma. Como objetaba el joven Burman a Descartes: A uctor con
tradictoria loquitur si dicat potentissimum et malignum, quia sum-
ma potentia et malignitas consistere non possunt. Para crear, el ge
nio debería ser todopoderoso, pero si es todopoderoso es infinito,
y si es infinito es necesariamente bueno. Por otra parte, la cuestión
de origen es segunda: sólo se plantea una vez dilucidada la noción
de naturaleza: ¿es pensable, es posible una naturaleza intrínseca
mente pervertida? Con el padre Garrigou-Lagrange4, sostenemos
que la rectitud de la naturaleza es un principio analítico, inmediata
mente reductible al principio de finalidad.
Con todo, no creemos que este principio permita demostrar po
sitivamente la existencia de Dios como Bien beatificante, pues la
beatitud del hombre no es de orden natural, no es accesible más
que por la gracia. Para que la naturaleza sea recta, no es necesa
rio que alcance su fin siempre y sola, sino solamente que no esté
condenada a no poder alcanzarlo nunca. Así, cuando analizamos el
apetito de felicidad que es natural al hombre y que lo lleva hacia
un Bien infinito, la única conclusión que nos parece autorizada es
la siguiente: no es imposible que exista un Bien accesible al hombre.
Al afirmar la rectitud de la naturaleza, se toma posición respecto
de la filosofía del absurdo. Para Sartre, el hombre tiene un «pro
yecto fundamental», que es convertirse en Dios; éste es el fin de
todas sus acciones. Pero este fin es irrealizable; por lo tanto, el hom
bre está condenado al fracaso. ¿Y por qué el hombre no puede
llegar a ser Dios? Ante todo, porque ninguna suma de actos finitos
puede producir un infinito. Después y especialmente porque la idea
de Dios es contradictoria: Dios debería ser a la vez en sí y para sí,
lo que es imposible. Sobre ello, nosotros diremos lo siguiente: Es
falso que el hombre tenga un deseo natural de ser Dios; tiene un
deseo natural de beatitud que sólo puede encontrarse a la vista de
Dios, pero esto es muy distinto. Es verdad, no obstante, que existe
en el hombre un deseo de ser Dios; pero no es «natural», precisa-
48
F e n ó m e n o s fu n d a m en ta le s
49
''e r n . H om bre 4
F ilo so fía d el h o m b re
5. E l a p e t it o e l íc it o .
50
F e n ó m en o s fu n d am en ta le s
51
r
C A P ÍT U L O IV
53
F ilo so fía del h o m b re
54
E l co n o cim ien to sensible ex terno
55
F ilo so fía del h o m b re
II
LOS SENTIDOS
1. E x is t e n c ia de los s e n t id o s .
56
E l co n o cim ien to sensible ex tern o
2. N aturaleza de los s e n t id o s.
57
F ilo so fía del h o m b re
III
LA SENSACIÓN
58
E l co n o cim ien to sensible ex tern o
a) Naturaleza de la sensación.
59
F ilo so fía dei h o m b re
60
El conocim iento sensible externo
b) Explicación de la sensación.
61
F ilosofía del hom bre
62
El conocim iento sensible externo
Conclusión.
63
F ilo so fía del hom bre
64
CAPÍTULO V
EL SENTIDO COMÚN
65
V e rn , H o m b re 5
F ilosofía del hom bre
1. F u n c io n e s d e l s e n t id o común.
66
L os sentidos internos
67
F ilo so fía del hom bre
II
LA IM AGINACIÓN
1. D e s c r ip c ió n .
2. C o n s e r v a c ió n y r e p r o d u c c ió n .
68
Los sentidos internos
69
F ilosofía del hom bre
3. I l u s ió n y a l u c in a c ió n .
70
Los sentidos internos
III
LA ESTIM ATIVA
1. F u n c io n e s de la e s t im a t iv a .
71
F ilo so fía del hom bre
2. F u n c io n e s de la c o g it a t iv a .
72
Los sentidos internos
IV
LA M EM ORIA
1. O b je t o .
73
F ilo so fía del hom bre
2. C o n d ic io n e s .
74
Los sentidos internos
3. M e m o r ia e in t e l ig e n c ia .
75
CAPÍTULO VI
EL APETITO SENSIBLE
77
F ilosofía del hom bre
78
El apetito sensible
II
LAS PASIONES
79
F ilo so fía del hombre
80
E¡ apetito sensible
III
1. M o v im ie n t o s del a p e t it o c o n c u p is c ib l e .
2. M o v im ie n t o s d e l a p e t it o ir a s c ib l e .
81
Ver». H ombre 6
F ilosofía del hombre
3. E n c a d e n a m ie n t o de las p a s io n e s .
C o n c l u s ió n .
82
El apetito sensible
83
CAPÍTULO VII
85
F ilosofia del hom bre
2. El alm a es ú n ic a en cada a n im a l .
3. El alm a a n im a l no es e s p ir it u a l .
86
El alm a de las bestias
4. El alm a a n im a l es engendrada y c o r r u p t ib l e .
5. El alm a a n im a l es m u l t ip l ic a b l e .
87
F ilo so fía del hombre
C o n c l u s ió n .
EL C O N O C IM IE N T O INTELECTUAL
90
El conocim iento intelectual
II
91
F ilosofía del hombre
92
El conocim iento intelectual
C o n c l u s ió n .
93
CAPÍTULO IX
EL OBJETO DE LA INTELIGENCIA
95
F ilo so fía del hom bre
A d v e r t e n c ia s .
96
\
Objeto de la inteligencia
P rueba.
C o r o l a r io s .
Esta tesis constituye uno de los puntos centrales del tomismo.
En este punto se dividen las grandes tendencias de la filosofía.
97
V e rn . H o m b re 7
F ilosofía del hom bre
1. El ser es po r sí in t e l ig ib l e .
2. L a NADA ES IM PENSABLE en s í m is m a .
98
Objeto de la inteligencia
II
O b s e r v a c io n e s .
99
F ilo so fía del hombre
P r uebas.
100
Objeto de la inteligencia
101
F ilosofía del hom bre
C o r o l a r io s .
102
Objeto de la inteligencia""
103
F ilosofía del hom bre
104
Objeto de la inteligencia
III
O b s e r v a c io n e s .
1. L a in t e l ig e n c ia se conoce a s í m is m a .
105
F ilo so fía del hom bre
106
Objeto de la inteligencia
cipio de contradicción que dirige todos los pasos del espíritu porque
es la primera ley del ser; pero nada podemos deducir de él. Cada
sección de la filosofía parte de algunos hechos que son para ella
verdades primeras, de suerte que hay varias entradas posibles en el
sistema y el orden no es lineal, sino «estelar», es decir, en estrella.
El cogito no es tampoco el punto de partida de la psicología, pues
ésta comienza con la experiencia que hay en el mundo de los seres
vivos; ni tampoco el punto de partida de la psicología de la inteli
gencia, porque los actos son conocidos antes que las potencias, y la
esencia objetiva antes que el acto.
Para terminar, hay que añadir que santo Tomás admite un co
nocimiento habitual del alma por sí misma que se funda en la simple
presencia del alma en sí misma, y 110 necesita pasar por el meca
nismo que hemos indicado. Mens, antequam a phantasmatibus abs-
trahat, sui notitiam habitualem habet, qua possit percipere se esse
(D e Veritate, 10, 8). Comprendemos este conocimiento habitual
como un conocimiento implícito, como un sentimiento confuso y
continuo, por lo tanto inconsciente y que no se actualiza más que
por reflexión sobre la actividad de conocimiento directo.
2. L a in te lig e n c ia c o n o c e l o sin g u la r .
107
F ilosofía del hom bre
108
Objeto de la inteligencia
3. L a in t e lig e n c ia c o n o c e s e r e s e s p ir itu a le s .
109
F ilosofía del hom bre
110
Objeto de la inteligencia
C o n c l u s ió n .
111
CAPÍTULO X
NATURALEZA DE LA INTELIGENCIA
O b s e r v a c io n e s .
113
Y erir H ombre 8
F ilo so fía del hom bre
P ruebas.
114
Naturaleza de la inteligencia
115
F ilo so fía del hom bre
C o r o l a r io s .
116
N a tu ra le za de la in te lig e n c ia
C o n c l u s ió n .
117
F ilosofía del hombre
118
CAPÍTULO XI
LA SIMPLE APREHENSIÓN
DESCRIPCIÓN
119
F ilo so fía del hom bre
120
La sim ple aprehensión
II
E X IS T E N C IA D E L C O N C E PT O
a) C oncepto e imagen.
121
F ilosofía del hom bre
b) C oncepto y palabra.
122
La sim ple aprehensión
Conclusión.
ni
F O R M A C IÓ N D E L C O N C E P T O
123
F ilo so fía del hom bre
124
La sim ple aprehensión
125
F ilo so fía del hom bre
126
L a sim ple aprehensión
127
cr
4. P ara acabar este tem a, no q ueda más que decir una palabra
sobre la generalización (De A nim a n , 12; n.° 378; M eta, v il, 13;
n.° 1570).
P o r el solo hecho de que u n concepto sea abstracto, es univer
sal. P ero sólo lo es aún negativamente, en el sentido de que no está
restringido a un individuo, y lo es sólo en potencia, en el sentido de
que es aplicable a u n núm ero indefinido de individuos. E s lo que se
llam a el universal directo.
P a ra que el concepto sea conocido com o universal, positiva y for
m alm ente, se necesita u n a reflexión que lo com pare con los indivi
duos de los que h a sido obtenido. E sta reflexión es la intentio uni-
versalitatis, y el resultado recibe el nom bre de universal reflejo. N o
hay diferencia real entre el universal directo y el universal reflejo.
L a reflexión consiste solam ente en reconocer como universal lo que
es ya universal.
IV
E X P L IC A C IÓ N M E T A F ÍS IC A D E L A A B ST R A C C IÓ N
128
La simple aprehensión
1. E l in t e l e c t o p o s ib l e .
2. L a e s p e c ie im p r e s a .
129
V e ra , H om bre 9
F ilosofía del hom bre
3. E l verbo m ental.
130
La sim ple aprehensión
O b s e r v a c io n e s .
131
F ilo so fía del hom bre
I*
II
Ii
132
C A PÍT U L O XII
EL JUICIO
D E S C R IP C IÓ N D E L JU IC IO
133
F ilosofía del hom bre
134
El juicio
II
JU IC IO Y C O N C E PT O
135
F ilosofía del hom bre
136
El juicio
III
N A T U R A L E Z A D E L JU IC IO
137
F ilo so fía del hom bre
IV
L A S C A U SA S D E L JU IC IO
1. L a e v id e n c ia .
138
El juicio
2. L a voluntad.
139
F ilo so fía del hom bre
3. L a e f e c t iv id a d .
4. L a p r á c t ic a .
140
E l juicio
EL ACTO D E FE
1. E l acto de fe es un juicio.
E s m uy im portante p a ra la vida espiritual situar exactam ente la
íe . E s de orden intelectual y no de orden afectivo, un juicio y no
u n sentim iento. E l acto de fe, en efecto, es el asentimiento a una
v erd ad revelada, y p o r lo tan to , como todo juicio, la afirm ación de
u n a relación entre dos ideas, en cuanto verdadero o real. L a fórm ula
tip o no es, com o h aría creer el título de u n a o b ra reciente: «Creo
en ti, Dios m ío», sino: «Dios existe», o «Jesucristo es D ios». N o es
necesario form ular: «Yo c re o ...» , pues la afirm ación: «Jesucristo
■es D ios», es u n acto de fe, p o r razón de su contenido o de su objeto.
E s falso hacer en trar en la fórm ula u n a invocación cualquiera diri
gida a D ios, pues la piedad, la adoración, la oración se siguen de
la fe, p ero n o la constituyen. P u ed e m uy bien hacerse u n acto de fe
-sin ninguna piedad, y aun sin ninguna caridad, si se está en seque
d a d o en estado de pecado m ortal. M uchas personas creen haber
«perdido la fe» p o rq u e los sentim ientos de piedad de su infancia se
141
¥
2. E l juicio es m otivado.
Según la d octrina católica, la fe es «razonable», está racional
m ente m otivada, no es un acto ciego, u n «salto a lo absurdo», como
lo llam a K ierkegaard, eco fiel de L utero.
L a fe es racional prim ero negativamente, en el sentido de que el
objeto no es intrínsecam ente contradictorio, im posible o absurdo.
Es la prim era condición p a ra que sea creíble. Y por ello los teólogos
se preocupan de m ostrar que los dogm as más difíciles, como el de
la T rinidad o de la encarnación, no contravienen al principio de
contradicción.
A dem ás, la fe es positivam ente razonable en el sentido de que
hay «razones p ara creer», «motivos de credibilidad». E s m isión de
la apologética exam inar estas razones: es la obra de un creyente que
extiende ante él, si así podem os decirlo, las razones que tiene para
creer.
L a apologética aparece así com o u n a parte integrante de la teo
logía. N o está en m odo alguno destinada a convertir a los no cre
yentes. Si ocurre que las razones que un cristiano tiene para creer
parecen satisfactorias a un no creyente, tanto m ejor, pero esto es
accidental, no es el fin de la apologética. E l cristiano sabe perfecta
m ente que la conversión del corazón es u n a obra que trasciende
todos los recursos de la apologética, y que se obtiene ante todo por
la oración y el sacrificio, y después sobre todo por el ejem plo y
p o r la sim ple presentación del m ensaje cristiano que lleva en sí
m ism o la luz. Es p o r su propio bien que el cristiano debe reflexionar
sobre los fundam entos de su fe.
E n el fondo, todas las razones de creer se reducen a u n a sola:
el testim onio de los apóstoles y de la Iglesia. Pero la fe lleva m ás
allá del testim onio de los hom bres. E n él, a través de él, percibe la
p alab ra de D ios, de m odo que, en definitiva, no es sobre u n a au to
ridad hum ana sino sobre la autoridad de Dios que reposa, propter
142
El juicio
3. L a fe es oscura.
E l objeto de la afirm ación nunca puede llegar a ser evidente; la
fe versa sobre m isterios que no pueden ni ser dem ostrados ni com
prendidos. Si los dogmas pudiesen ser dem ostrados, entonces habría
ciencia y no je. N o podem os a la vez saber y creer (el mismo obje
to, al m ism o tiem po, desde el m ism o pun to de vista).
Algunos dogm as pueden ser hallados p o r la razón, dem ostrados
de u n m odo riguroso: especialm ente la existencia de Dios, creador
del cielo y de la tierra. D urante el tiem po que tenem os ante nuestros
ojos la prueba, sabem os que D ios existe, no creemos en Él. Pero
muy pronto, dejando a un lado las pruebas, volvemos a un acto
de fe.
4. L a fe es libre.
Del hecho de que las razones no hacen evidente el juicio, se
sigue que éste no tiene carácter de necesario, pero supone u n a in
tervención de la voluntad. Se ve evidentem ente que hay que creer,
pero falta poner el acto de fe. É ste se pone librem ente, si se quiere,
sin estar obligado a ello. P o r ello la fe es u n a virtud y es m eritoria.
L a voluntad interviene, com o en todo juicio, de un m odo indi
recto p a ra aplicar la intención y ap a rta r las objeciones. Pero tiene
adem ás u n a acción directa, «m anda» el juicio mismo que las razo
nes no b astan a determ inar.
E n conclusión, señalarem os dos cosas. Prim ero, que es inútil
querer utilizar la introspección p ara saber si tenem os fe. N o hallare
mos nada, p orque la fe, com o habitus, es inconsciente. L a concien
cia sólo puede cap tar los actos de fe, a m edida que los vam os rea
lizando. L a vida, la conducta, la práctica son más reveladoras,
aunque sea posible, al m enos por un tiem po, cum plir las exigencias
de la Religión sin adherirse interiorm ente a ella. El habitus sola
m ente se distingue p o r la facilidad con la que se realizan los actos
de fe.
143
F ilo so fía del hom bre
144
C A P ÍT U L O XIII
EL RA ZO N A M IEN TO
D E S C R IP C IÓ N D E L A IN F E R E N C IA
145
V em . Hombre 10
F ilosofía del hom bre
P ara que haya razonam iento, es necesario que los juicios depen
dan los unos de los otros, y no en virtud de las disposiciones del
sujeto, sino en virtu d de lo que cada uno afirma. E sta dependencia
objetiva recibe el nom bre de lógica; se expresa en general en el len
guaje p o r las conjunciones: ahora bien, pues, porque, por consi
guiente, etc. E s abu sar de las palabras hab lar de la «lógica de las
pasiones», según el título de u n a o b ra clásica de R ibot. Pues, si la
conclusión de los juicios está determ inada por u n a pasión y no por
la necesidad objetiva, se quita to d a lógica y no queda más que una
apariencia de razonam iento.
A sí el acto de razonar consiste, no en poner juicios, prem isas o
conclusión, ni tam poco en pasar del uno al otro, sino en ordenarlos
de tal m odo que se encadenen, o relacionarlos por un lazo necesario,
o incluso sim plem ente en v er su dependencia. D e ahí se sigue que,
si tom am os las cosas estrictam ente, el razonam iento es indiferente a
la verdad. Y , en efecto, un razonam iento puede ser correcto, rigu
roso, aunque sean falsas sus prem isas y su conclusión. «Dios no
existe; p o r lo tan to , el m undo es absurdo», es un razonam iento co
rrecto. Pero si consideram os no el razonam iento en sí mismo, sino
la intención del que razona, el razonam iento tiene como fin probar,
dem ostrar, u n a verdad. Psicológicam ente, pues, podem os decir que
todo razonam iento es una dem ostración, está hecho con esta in
tención.
146
El razonam iento
pre son dadas com o prem isas del razonam iento; de hecho, raras
veces nos preocupam os de explicitarlas; pero están im plicadas en el
razonam iento mismo. A sí el razonam iento tipo de las m atem áticas:
A = B , B = C, por lo tanto A = C, supone el principio: «Dos canti
dades iguales a u n a tercera son iguales entre sí.» Podríam os subra
yar el principio form ulando el razonam iento del m odo siguiente:
«Dos cantidades iguales a u n a tercera son iguales entre sí; ahora
bien, A y C son iguales a B, p o r lo tanto A y C son iguales.»
II
E L S E N T ID O D E L T É R M IN O «RA ZÓ N »
1. S e n t id o e t im o l ó g ic o .
2. S e n t id o o b je t iv o .
1. C f. Vocabulaire... d e L a la n d e , en la p a la b ra Raison.
147
F ilo so fía del hombre
3. S e n t id o su b je t iv o .
E s el sentido m ás corriente y que nos interesa principalm ente
aquí. Se tra ta en general de u n a facultad de conocim iento, pero con
num erosos m atices.
a) L a razón puede ser ante todo el conocim iento natural, que
engloba todas las facultades, incluso los sentidos. E n esta acepción,
la razón se opone a la fe, conocim iento sobrenatural que tiene por
objeto las verdades inaccesibles a la razón.
b) L a razón puede designar tam bién la facultad de juzgar
bien; entonces equivale al b uen sentido, a la inteligencia o al juicio
(tener juicio). E s el sentido cartesiano: «la razón o facultad de dis
tinguir lo verdadero de lo fa lso ...»
c) L a razón designa tam bién la facultad de lo absoluto, por
oposición a la sensibilidad, que qued a lim itada al plano de los fenó
m enos, y al entendim iento, que crea la ciencia. Es el sentido kan
tiano, con la reserva de que K an t no adm ite que la razón pueda
conocer su objeto.
d) E n su sentido m ás estricto, la razón es la facultad de razo
nar, la función «discursiva». Se opone entonces a la inteligencia,
facultad de com prender, de cap tar intuitivam ente la esencia. E s el
sentido to m is ta 2.
e) P o r últim o, p o r extensión podem os llam ar razón a la facul
ta d que capta los prim eros principios, evidentes p o r sí mismos y b a
ses del razonam iento. E n lenguaje tom ista, esta función intuitiva
se llam a intellectus principiorum . Se opone, p o r u n a parte, a la ex
periencia; p o r o tra parte, a la razón com o función discursiva.
148
El razonam iento
III
N A T U R A L E Z A D E LA RAZON
149
F ilosofía del hom bre
150
C A P ÍT U L O XIV
LA V O L U N TA D
D E S C R IP C IÓ N D E L A C T O V O L U N T A R IO
1. Q uerer y d eseo . i
151
F ilo so fía del hom bre
2. A n á l is is d e u n a< t u o jlu n ta r io .
U n acto voluntario com pleto tiene doce fases 2. Com o hay inter
ferencia constante entre la inteligencia y la voluntad, seis de estas
fases conciernen a la inteligencia y seis a la voluntad:
2. Cf. S e r t i l l a n g e s , La Philosophie inórale de Si. Thomas, p. 21, resumiendo
S.Th. m i, 8-19.
152
La voluntad
153
F ilosofía del hombre
154
La voluntad
3. E x p o s ic io n e s c o m p l e m e n t a r ia s .
155
F ilosofía del hombre
todos. Es cierto p ara los tem peram entos impulsivos, que deben con
tenerse de actuar p a ra deliberar sus actos. Pero no es cierto para
los tem peram entos apáticos que no tienen espontaneidad y se que
darían inertes si no decidiesen actuar.
P o r últim o, se h a observado que, en la ejecución de un m ovi
m iento físico, la voluntad no se aplica al m ecanism o fisiológico: la ^
inervación, la contracción de los m úsculos. Su esfuerzo consiste
sim plem ente en m antener en la conciencia la imagen del acto global
a efectuar («Y o voy a salir de paseo»): los movim ientos siguen en
virtud del autom atism o psicológico, m ovilidad de las imágenes, re
flejos, hábitos. E sto es com pletam ente cierto.
II
N A TU RA LEZA D E LA VOLUNTAD
1. T e o r ía s e n s u a l is t a .
156
La voluntad
2. T e o r ía in t e l e c t u a l is t a .
3. T e o r ía t o m is t a .
a) El objeto de la voluntad.
157
F ilosofía del hombre
158
La voluntad
159
F ilo so fía del hom bre
160
La voluntad
b) L a espiritualidad de la voluntad.
161
V ern. H om bre 11
F ilo so fía del hom bre
III
E L P R O B L E M A D E L A M O R PU R O
162
La voluntad
163
F ilosofía del hom bre
164
La voluntad
165
F ilo so fía del hom bre
166
La voluntad
167
F ilo so fía del hom bre
168
La voluntad
IV
L A V O L U N T A D Y LA S D E M Á S FA C U L T A D E S
a) La voluntad y la inteligencia.
169
F ilosofía del hom bre
170
La voluntad
171
F ilosofía del hom bre
172
La voluntad
173
C A P ÍT U L O XV
LA LIBERTAD
i*— .—— ....... ..
^ __
L A S F O R M A S D E L IB E R T A D
174
La libertad
a) L a libertad de actuar.
1. U n acto puede ser llam ado libre cuando está exento de toda
coacción exterior, cuando no lo hace necesario u n a intervención de
fuera, o no está determ inado p o r u n a fuerza superior. E sta libertad
recibe el nom bre de libertas a coactione. Bajo la fórm ula negativa
se dibuja u n a noción positiva. Pues, si un m ovim iento dado no está
coaccionado, es que es «natural». L a libertad reside, pues, en el
m ovim iento al que u n a cosa tiende por naturaleza y que realiza
cuando se la aban d o n a a sí m ism a. Poco im porta que este acto esté
determ inado desde dentro por la naturaleza de la cosa. D e este m odo
se habla de un «globo libre» p o r oposición a un «globo cautivo»,
o de un a «caída libre» p o r oposición a u n a «caída acelerada».
E n este sentido, p ara que u n a acción hum ana se llam e libre,
basta que no esté obligada desde fuera. L a noción se aplica enton
ces tanto al acto autom ático, reflejo, hábito, com o al acto pasional
y al acto voluntario. P ero esta libertad es esencial al acto volunta
rio, pues un acto violentado no es evidentem ente un acto volun
tario. Haec igitur coactionis necessitas omnino repugnat voluntad.
Natn hoc dicimus esse violentum quod est contra inclinationem rei.
Ipse autem m otus voluntatis est inclinatio quaedam in aliquid. E t
ideo, sicut dicitur aliquid naturale, quia est secundum inclinationem
naturae, ita dicitur aliquid voluntarium quia est secundum inclina
tionem voluntatis. Sicut ergo im possibile est quod aliquid sit simul
violentum et naturale, ita impossibile est quod aliquid sit coactum,
sive violentum, et voluntarium (S.T h. I, 82, 1).
175
F ilo so fía del hom bre
b) L a libertad de querer.
176
L a libertad
177
V ern. H om bre 12
F ilosofía del hom bre
II
P R U E B A S D E L L IB R E A R B IT R IO
1. P rueba m o ral.
178
L a libertad
2 Prueba po r el c o n s e n t im ie n t o u n iv e r s a l .
179
F ilosofía del hom bre
3. P rueba p s ic o l ó g ic a .
180
L a libertad
4. Prueba m e t a f ís ic a .
181
F ilosofía del hom bre
182
La libertad
183
F ilo so fía del hom bre
III
184
L a libertad
185
F ilo so fía del hom bre
IV
N A TU RA LEZA D E LA LIBERTA D
1. L a l ib e r t a d d e in d if e r e n c ia .
186
La libertad
2. L a l ib e r t a d de e s p o n t a n e id a d .
187
F ilosofía del hom bre
188
L a libertad
3. E l L IB R E A R B IT R IO .
189
F ilosofía del hom bre
190
La libertad
191
F ilosofía del hom bre
192
La libertad
193
Y ern. Hombre 13
F ilo so fía del hom bre
194
La libertad
195
F ilosofía del hombre
196
La libertad
197
F ilosofía del hombre
1. L ib e r t a d y p r e s c ie n c ia .
198
La libertad
2. L ib e r t a d y c o n c u r so .
199
F ilosofía del hombre
VI
N A TU R A LEZA Y LIBERTAD
200
La libertad
201
F ilosofía del hombre
202
La libertad
dad profunda. El hombre no llega a ser más que lo que es, verdad
más profunda todavía.» Y, si precisamos aún más las cosas, vemos
que la libertad se injerta en una tendencia al bien, sobre la que no
tiene medios de influir, porque vive de ella, si podemos decirlo así.
El hombre elige los fines de su acción, pero no elige su fin último,
que es para él una necesidad de naturaleza. Y sobre esta ley natural
se fundamenta toda la moral: es buena moralmente la acción que
está en la línea del fin último; mala, la acción que está libremente
desviada de él.
Así, la noción de naturaleza lleva consigo múltiples realizacio
nes, que constituyen una especie de escalonamiento. Santo Tomás
proyecta sobre la cuestión toda la luz deseable en el artículo de la
Suma teológica en que indaga «si la vida conviene a Dios» (S.T h.
i, 18, 3). Supone la definición aristotélica de la naturaleza: el prin
cipio intrínseco de la actividad de un ser. Después distingue tres ele
mentos en la actividad: el fin al que tiende la acción, la forma de la
que deriva y, por último, la misma ejecución del acto. Dicho esto,
veamos el escalonamiento de las naturalezas.
En un cuerpo bruto, todo está determinado, fin, forma y ejecu
ción. El ser vivo se caracteriza por una cierta espontaneidad, se
mueve a sí mismo. Pero los seres vivos a su vez se reparten en tres
planos. Las plantas tienen un fin y una forma naturales: sólo la eje
cución de los actos es espontánea. Inveniuntur quaedam quae mo-
vent seipsa, non habito respectu ad formam vel ad finem quae inest
eis a natura, sed solum quantum ad exercitium motus. Sed forma
per quam agunt, et finis propter quem agunt, determinantur eis a
natura. E n los animales, el fin es natural, pero la forma y la ejecu
ción no lo son. No sólo se mueven en cuanto a la ejecución de los
actos, sino que se dan la forma de su actividad gracias a su sensi
bilidad. Quaedam vero ulterius m ovent seipsa, non solum habito
respectu ad exercitium m otus, sed etiam quantum ad formam, quae
est principium motus, quam per se acquirunt; et huiusmodi sunt
animalia quorum principium m otus est forma, non a natura indita,
sed per sensum accepta. L a actividad hum ana es indeterminada en
todos los aspectos, en cuanto a la ejecución, en cuanto a la forma
y en cuanto al fin que el hombre elige libremente. Supra talia ani-
203
F ilo so fía del hom bre
malia sunt illa quae m ovent seipsa etiam habito respectu ad finem
quatn sibi praestituunt. Q uod quidem non fit nisi per rationem et in-
tellectum.
He aquí, según parece, expresada la noción de naturaleza en lo
que concierne al hombre. Pero no absolutamente. Aunque el hom
bre se mueva en todos los aspectos de la actividad, dos cosas son
una naturaleza para él: los primeros principios que determinan
todos los movimientos de su inteligencia y el fin último que determi
nan todos los movimientos de su voluntad. Quamvis intellectus nos-
ter ad aliqua se agit, tamen sunt el praestituta aliqua a natura: sicut
sunt prima principia, circa quae non potest aliter se habere, et ulti
m as jinis, quem non potest non velie.
Esto sólo son ideas directrices. Pero, según creemos, basta ahon
darlas y desarrollarlas para elaborar una teoría perfectamente satis
factoria de la naturaleza humana.
C A P ÍT U L O XVI
FACULTADES Y HÁBITOS
LAS FACULTADES
205
F ilosofía del hombre
2. El sentido de este texto es el siguiente: El alma por esencia es acto. Así, pues,
si la esencia del alma fuese principio inmediato de operación, mientras está pre
sente deberían hallarse las operaciones de la vida, del mismo modo que un ser que
tiene alma está vivo en acto. Ahora bien, se encuentran seres vivos (que tienen un
alma) que no realizan constantemente las operaciones de la vida (como pensar, ver
y oír, comer, andar, etc.). Por lo tanto, entre el alma y las operaciones hay que
admitir unas facultades.
206
Facultades y hábitos
207
F ilosofía del hombre
208
Facultades y hábitos
209
Veniu H om bre 14
F ilosofía del hom bre
II
LOS HÁBITOS
3. C f. D e R o t o n , Les Habitus.
210
Facultades y hábitos
211
F ilo so fía del feombre
212
Facultades y hábitos
213
r
214
C A PÍT U L O XVII
EL ALMA HUM A N A
N A TU R A LEZA D E L A LM A
215
F ilo so fía del hom bre
216
Facultades y hábitos
217
F ilosofía del hombre
218
F acultades y hábitos
219
F ilo so fía del hom bre
pues, que el alma sea creada por Dios, pues Él es el único capaz de
dar existencia a un espíritu. Más simplemente: Toda generación se
produce ya ex materia, ya ex nihilo. Pero un espíritu no puede pro
ceder de una transformación de la materia. Así, pues, es sacado de
la nada, lo que equivale a decir que es creado {De Potentia 3, 9).
Observemos que esta creación no es un milagro. En efecto, un
milagro es una derogación de las leyes naturales, mientras que la
creación del alma es según las leyes naturales: es natural que un
hombre engendre a un hombre, incluso si esta generación requiere
una intervención especial de Dios. Pero esta idea permite apreciar
en su justo valor la nobleza y dignidad del alma hum ana: cada una
de ellas resulta de una voluntad particular, de un acto de amor úni
co de Dios.
¿En qué momento es creada el alma? L a única cosa cierta es
que no preexiste al cuerpo. Contra Platón, seguido por Orígenes,
hay que negar la preexistencia de las almas. Primero, porque no hay
ningún argumento en favor de la hipótesis. Platón invoca la «re
miniscencia»: Un joven esclavo cuyo dueño garantiza que no ha
aprendido la geometría, hábilmente interrogado por Sócrates, halla
una serie de teoremas; es, pues, que él ya sabía la geometría antes
de su nacimiento y que su alma existía antes de estar unida a un
cuerpo. Pero basta leer el M enón para darse cuenta de que Sócrates
sugiere al niño todas las respuestas que debe dar: «¿No crees tú,
niño, que...? — Sí, Sócrates.» Por otra parte, existen motivos para
negar la preexistencia. Desde el punto de vista teológico, la Iglesia
ha condenado la teoría de Orígenes (Dz 203). Desde el punto de
vista filosófico, si el alma es por naturaleza la forma de un cuerpo,
como vamos a demostrar, no tendría razón de ser si existiese antes
de vivificar un cuerpo. La preexistencia se comprendería si el alma
fuese una substancia completa, un puro espíritu, no sólo capaz de
existir sin el cuerpo, sino que no tuviese naturalmente relación con
un cuerpo. Es, pues, si no imposible, al menos improbable, inconve
niente, la hipótesis contraria. A nim a, cum sit pars humanae natu-
rae, non habet naturalem perfectionem nisi secundum quod est cor-
pori unita: unde non fuisset conveniens anima sine corpore creari
(S.Th. i, 90, 4).
220
E l alm a hum ana
221
F ilo so fía del hombre
II /
222
El alm a hum ana
223
F ilo so fía del hom bre
224
El alm a humana
quod eorum quae sunt diversa secundum esse, sit operatio una. Dico
autem operationem unam, non ex parte eius in quod terminatur
actio, sed secundum quod egreditur ab agente... Quamvis autem
animae sit aliqua operatio propria, in qua non communicat corpus,
sicut intelligere; sunt tamen aliquae operationes communes sibi et
corpori, ut timere, irasci et sentire, et huiusmodi. Haec enim acci-
dunt secundum aliquam transmutationem alicuius determinatae par
tís corporis. E x quo patet quod sunt simul animae et corporis ope
rationes. O portet igitur ex anima et corpore unum fieri, et quod non
sint secundum esse diversa ( C .G . n , 57).
El hombre no es, pues, ni un cuerpo, ni un espíritu, sino un
tertium quid, un ser compuesto de un alma y un cuerpo. Y cuando
se dice «un ser» debe entenderse la expresión en su sentido estric
to, un ser uno, una substancia.
225
Vertí Hombre 15
F ilosofía del hombre
226
El alma humana
227
Vern, Hombre 15’
I
F ilosofía del hombre
228
i
I
El alm a humana
229
F ilosofía del hombre
230
El alma humana
231
I
III
Para concluir, sólo nos falta decir unas palabras del hombre
como persona 2.
No podemos aceptar, ante todo, definir a la persona por la
autonomía. Es la concepción de Kant, y se comprende muy bien en
Kant porque, por una parte, la razón teórica no puede elevarse a la
metafísica y porque, por otra parte, la razón práctica da ella misma
sus leyes de acción. El deber emana a priori de la razón y el hom
bre en definitiva no está sometido más que a las leyes que él mismo
ha dado. A esto objetaremos simplemente que el hombre es inca
paz de ser el fundamento último de la obligación moral.
¿No puede definirse la persona por la libertad '? Puede hacerse,
sin duda, pues la libertad es una «propiedad» de la persona. Si no
se quiere entrar en el campo metafísico, si queremos quedarnos en
el plano de los fenómenos, es probablemente la mejor aproxima
ción que puede obtenerse, porque la libertad supone la inteligencia
o, digamos, la razón. Pero no impide que esta definición deje es
capar lo esencial.
Pues lo esencial es de orden metafísico. Persona est rationalis
naturae individua substantia. Esta definición de Boecio se ha hecho
clásica en la escuela tomista. Encierra la noción de persona en
medio de tres círculos concéntricos. La persona es una substancia,
primero, un ser que existe «en sí», por oposición al accidente que
sólo existe en otra cosa. Es después una substancia completa e in
dividual, una «substancia primera», según el vocabulario de Aris
tóteles, o un «supuesto», según el vocabulario de la escolástica. Di
gamos, simplemente, que una persona es un individuo. Pero no cual
quier individuo: una substancia individual de naturaleza racional,
un individuo dotado de razón. Inter caeteras substantias, quoddam
speciales nomen hábent singularia rationalis naturae, et hoc nomen
232
E l alma humana
233
I
234
ln
:Ì /
teórica. Consiste en comprender los
hechos humanos, según, el doble sen
tido de la palabra comprender: de
terminar su esencia y explicarlos por
sus causas. De aquí que la psicolo
gía metafísica se vincule, por una
parte, a la psicología fenomenológica
y, por otra, a la psicología científica,
sin identificarse con ninguna de las
dos. Asume a la prim era como una
parte de su tarea, y trasciende a la
segunda en la medida en que se re
monta por la razón a principios que
no son observables en sí mismos.
La obra está dividida, al modo
clásico, en capítulos que tratan de
los diversos fenómenos de la vida
psíquica y en el último capítulo se
estudia el alma como sustancia y
causa de dichos fenómenos. A tra
vés del estudio de los hechos psí
quicos Verneaux muestra que la filo
sofía necesita de la psicología para
construir una concepción del m un
do, una Weltanschauung. Además
la psicología es uno de los pilares de
la moral, pues ésta cambia según la
concepción que se tiene del hombre.
En resumen: la psicología es indis
pensable para situar al hombre en
su lugar en el universo y para res
ponder a las cuestiones esenciales
corcemientes a su naturaleza y a su
bien.