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Universidad Autónoma del Estado de Morelos

Panorama de las teorías


Ariadna Silvia Hernández González

LA CRÍTICA FEMINISTA

La sociedad al igual que el discurso se ha construido bajo oposiciones binarias que a su vez

crean jerarquías. Esto se puede ejemplificar y comprender mucho mejor si analizamos el

trasfondo de conceptos como sexo, género y sexualidad. Sexo es aquello que define al ser

humano, como hombre o mujer a partir de caracteres biológicos (vagina o pene), el género

por su parte es la diferenciación del sujeto en lo masculino o femenino a partir de los roles

sociales que debe cumplir, la sexualidad refiere a las preferencias sexuales de cada individuo

y se suele hacer una división binaria, homosexual y heterosexual. Como vimos, cada uno de

estos conceptos, que están tan presentes en nuestra sociedad, se subdividen a su vez en dos

conceptos más; hombre o mujer, vagina o pene, masculino o femenino, homosexual o

heterosexual. Estos pares de conceptos son oposiciones binarias jerarquizadas: el hombre

siempre como superior a la mujer, el hombre es quien penetra y el heterosexual siempre

superior al homosexual. El género y la sexualidad son una construcción más de la sociedad

para crear jerarquías y hacer más vulnerable a una parte de la población, es más que claro que

ese sector está formado por los homosexuales y las mujeres.

Esta clase de estudios y discusiones son los que llevan a la creación de distintos movimientos

sociales e intelectuales que han persistido hasta la actualidad, como el feminismo. La mujer al

igual que el homosexual a sufrido de discriminación no solo en el ámbito social, sino también

en el intelectual. Por muchos siglos las mujeres no tenían poder sobre el discurso, se les

negaba escribir y aprender, solo tenían derecho a cumplir sus roles de género, que se resumen

en ser madres y amas de casa.

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A pesar de estas limitaciones las mujeres han buscado la forma de llegar al discurso, muchos

relatos, novelas y cuentos antiguos han sido escritos por mujeres, pero escribían a escondidas,

bajo seudónimos, algunas otras preferían entrar a conventos y así poder escribir y estudiar

bajo el resguardo de la religión. Sobre esto nos habla Jean Franco en Las Conspiradoras,

donde hace un análisis histórico sobre las diferentes posiciones discursivas que adopta la

mujer mexicana, sobre su lucha ´por el poder interpretativo haciendo un énfasis en en las

oposiciones binarias.

Jean Franco al igual que Hélene Cixous en su obra La risa de la medusa, menciona una de las

oposiciones binarias más importantes entre hombre y mujer, pues el hombre siempre ha sido

considerado como el único ser racional, a diferencia de la mujer que se considera irracional y

emocional. Esta era la causa por la cual las mujeres no podían escribir y se hacía una

representación errónea por parte de los hombres hacia ellas dentro del discurso. La mujer

comienza una lucha silenciosa por el discurso y por el poder interpretativo, lucha por una

escritura femenina, por una historia escrita por mujeres. Es entonces cuando comienzan a

hablar de sí mismas criticando las representaciones femeninas escritas por los hombres dentro

del discurso.

Durante la etapa colonial en la Nueva España del siglo XVII, las narraciones religiosas

abundaban, pues el continente se encontraba en un proceso de conversión al catolicismo. En

esta misma etapa existían unas mujeres dentro de la religión las cuales fueron llamadas

Místicas. Es importante recordar que durante la colonia las mujeres eran tratadas como seres

irracionales, sin sabiduría y que solo podian cumplir con dos roles: la virginidad (entregarse

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al convento) o ser madre. Muchas mujeres preferían entrar al convento para poder estudiar,

uno de los casos más conocidos es el de Sor Juana Inés de la Cruz del cual hablaremos más

adelante. Las místicas eran mujeres que utilizaban el discurso como forma de liberación,

hablaban sobre temas que para las mujeres estaban prohibidos, como el deseo, la sexualidad y

lo erótico. ¿Por que nadie las castigo siendo mojas? Se decía que Dios y poderes divinos

intercedieron en ellas, no podían ser calladas por la misma razón. Claramente apelaban el

discurso con base religiosa, engañando a la propia religión para poder producir un discurso

fuera de la ley pero al mismo tiempo dentro de ella. En contraposición existieron las ilusas

que eran mujeres marginales, predicaban fuera de las iglesias, por lo tanto estaban fuera de la

ley y podían ser fácilmente reprimidas, ellas construyen un discurso dentro de lo más bajo y

radical apoderándose de los lugares públicos y haciendo escuchar sus palabras. Sor Juana

Inés de la Cruz es otra de las figuras más importantes durante la colonia pues defendió

siempre la racionalidad de la mujer, su discurso fue más productivo que el de las místicas y

las ilusas pues no jugaba con lo sensible, es la figura de la mujer radical absoluta.

En la etapa del nacionalismo la figura de la mujer se ve reducida teniendo solo dos sujetos y

no tres como en la colonial. En primer lugar tenemos a la Malinche, que es tachada siempre

de traidora, sin recordar que ella fue traicionada primero por su pueblo, fue violada y

vendida. Pasa de ser la víctima a ser la culpable de su propia violación. Ella también creó un

discurso de poder, pues tuvo el conocimiento todo el tiempo y logró evitar la guerra durante

un año. Por ella pasó toda la información entre reinos arrebatándole la razón al propio

hombre. La segunda representación de la mujer es la Virgen de Guadalupe, la madre perfecta

que cuida siempre de sus hijos, buena, salvadora y perfecta. En esta etapa podemos distinguir

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entre las dos figuras que una siempre a sido vista como buena y la otra como mala. Y es

curioso ver que la buena es la cumple con su rol de madre y la otra que tuvo el poder del

discurso es tachada de traidora. Llegamos a la etapa moderna donde las mujeres ya tienen voz

en el ámbito público, las figuras más importantes son Frida Kahlo una mujer con su

sexualidad expuesta, Antonieta Rivas Mercado, Rosario Castellanos y Elena Garro. Para estas

tres figuras la discursividad fue mucho más fácil pues la sociedad las reprimia muchísimo

menos y esto lo podemos ver reflejado con Frida Khalo que hablaba abiertamente sobre sus

amoríos y sexualidad, muy distinto a la etapa en la que Charlotte Perkins Gilman escribió El

tapiz amarillo.

Escrito en el año 1892, El tapiz amarillo es un cuento de terror dentro de un cuento feminista

que cuenta la historia de una mujer aparentemente “enferma”. Tenemos como uno de los

personajes principales a una mujer con problemas de depresión, conforme avanza la lectura

nos podemos dar cuenta que es una depresión postparto. Ella tiene un esposo y un hermano,

ambos médicos de gran prestigio y una cuñada que la atiende y cuida a los niños.

El esposo durante toda la historia es descrito como comprensivo y cariñoso, sin embargo es

un personaje que utiliza su discurso para manipular a su esposa y que solo haga lo que él

quiere.

Es muy atento, muy cariñoso, y casi no me deja dar un paso sin intervenir. Me ha

preparado un horario con indicaciones para cada hora del día. John se ocupa de todo,

y claro, yo me siento una mezquina y una desagradecida por no valorarlo más.

(Perkins, 3)

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Ella dice que se siente una mezquina por no valorar lo suficiente a su esposo, pues hace

demasiado por ella, pero él realmente siempre utiliza su discurso de amor para reponer el

tiempo que no está con ella, la deja encerrada imponiendo así su poder. Nuevamente el

hombre es quien va sobre la mujer, el hombre es el único racional, es el único que tiene el

poder del discurso y de la verdad, aquí vemos reflejadas las oposiciones binarias que ya

habíamos mencionado. Hace creer a su esposa que se preocupa por ella pero menciona que

haga todo por el:

Y el bueno de John me tomó en brazos, me llevó arriba, me puso en la cama y me

leyó hasta que se me cansó la cabeza. Dijo que yo era la niña de sus ojos, su consuelo,

lo único que tenía en el mundo; que tengo que cuidarme por él, y ponerme bien. Dice

que de esto sólo puedo salir yo misma; que tengo que usar mi voluntad y mi

autocontrol, y no dejarme vencer por fantasías tontas. (Perkins, 9)

Dentro de la historia se encuentra otro personaje que es la hermana de su esposo John, que

representa el estereotipo de mujer perfecta. Con un rol madre, buena, perfecta y solo ama de

casa. Se recalca que no busca otra profesión más que ser madre y que se nota entusiasta.

Viene la hermana de John. ¡Qué atenta es, y qué bien me trata! Que no me encuentre

escribiendo. Es un ama de casa perfecta y entusiasta, y no aspira a ninguna otra

profesión. ¡Estoy convencida de que para ella estoy enferma porque escribo! Pero

cuando no está puedo seguir escribiendo, y estas ventanas hacen que la vea de muy

lejos. (Perkins, 7)

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El narrador que es la protagonista nos dice que le prohiben escribir y esconde lo que escribe

cuando alguien viene a su cuarto y está segura que la creen enferma por hacerlo. Nuevamente

la mujer luchando por su discursividad frente a otra mujer con ideas distintas. Podemos ver el

contraste que hay entre estas dos mujeres, mientras una se dedica a ser madre la otra solo

busca escribir.

La sociedad siempre a buscado tener una sola figura de mujer, aquella que es sumisa, que

solo tiene un propósito que es ser madre y si intenta hacer algo fuera de ese rol será juzgada y

castigada. La mujer que no quiere ser madre y no quiere dedicar su vida cuidar una familia es

descalificada pues está fuera del rol que la sociedad le ha impuesto, la sociedad le niega así su

libertad sexual y laboral. Todo esto viene inmerso en las líneas del cuento, está más que claro

que Charlotte quería expresar algo más que solo una historia de una mujer deprimida, este es

uno de los ejemplos de mujeres escribiendo de la realidad de las mujeres, logrando asi el

poder interpretativo.

El problema que sufría la mujer del cuento era depresión posparto, este trastorno se da

después de dar a luz y comúnmente comienza por un rechazo al bebé, la depresión no

comienza por parir, se da por que las mujeres se sienten culpables de no querer a su propio

hijo por que la sociedad dice que una mujer que no quiere a su hijo es mala. En la lectura se

menciona muy pocas veces al bebe y este nunca esta con su mamá, como si ella no quisiera

cuidarlo, como si no le importara. Incluso menciona entre líneas que se siente culpable por no

devolverle lo suficiente a su familia, es por eso que está agradecida con su cuñada que es una

buena madre.

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A pesar de que la mujer no quería al niño hace un sacrificio por él y lo lleva a otro cuarto

donde no está el tapiz amarillo que tanto le asustaba, le da el cuarto que ella quería ocupar,

conciliando así su dolor por no cumplir las expectativas de su esposo y de todos los que la

rodean. Sacrifica sus deseos para satisfacer a su hijo: “Una cosa me consuela: el bebé está

bien de salud y contento, y no tiene que estar en este espantoso cuarto de los niños, con su

horrendo papel de pared.”. (Perkins, 9) Ella comienza a obsesionarse con el papel tapiz a tal

punto de querer quitarlo todo pues veía a una mujer ahí detrás, esa obsesión realmente es el

comienzo de libertad por primera vez ella está haciendo su voluntad sin interrupciones, se ve

reflejada en la mujer que está detrás del tapiz, pues ambas están encerradas en un lugar

repleto de barrotes. Si tomamos el cuento desde las perspectiva del horror diremos que en ese

momento llegó a la locura, pero recordemos que toda mujer en esos años que intentaba hacer

algo fuera de sus roles se le llamaban loca. Perkins dejó muy en claro que quería hablar sobre

la situación de represión que pasaban las mujeres en esos años.

—Al final he salido —he dicho—, aunque no quisieras ni tú ni Jane. ¡Y he arrancado

casi todo el papel, para que no puedan volver a meterme! ¿Por qué se habrá

desmayado? El caso es que lo ha hecho, y justo al lado de la pared, en mitad de mi

camino. ¡O sea que he tenido que pasar por encima de él a cada vuelta! (Perkins, 18)

En el último párrafo del cuento dice que ella era la mujer tras el tapiz, la mujer en el encierro,

una mujer sin opinión pues no la dejaban escribir, se revela y pasa sobre sus represores,

quitándole el logos a su esposo. Logra por fin la discursividad que tanto anhelaba,

destruyendo la oposición binaria.

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BIBLIOGRAFÍA

Franco, Jean. ​Las conspiradoras:​ Fondo de Cultura Económica, 1994.

Cixous, Helene. ​La risa de la medusa: ​Anthropos, 1995

Perkins, Charlotte. ​El tapiz amarillo: ​Siglo XXI editores, 2006.

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