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4- POLÍTICAS MEDIOAMBIENTALES
5- BIBLIOGRAFÍA
decirse que si durante el Paleolítico la acción antrópica apenas es reconocible sobre el espacio
(con una densidad de población de aproximadamente 0,3 a 1 habitante por Km 2), el posterior
nomadismo que supuso la Revolución Neolítica será el comienzo de un gigantesco proceso
erosivo del suelo, acompañado por la profunda modificación del terreno que el traslado de
materiales y recursos a la ciudad supone, y finalmente por la metabolización parcial de los
mismos, que se traduce en la generación de cuantiosos desechos urbanos: factores todos ellos,
como veremos, determinantes en la modificación del medio natural.
empobrecimiento del suelo, acentuado por la tipología de los productos propios del régimen de la
agricultura de plantación o especulativa: cacao, café, ananas, bananas, etc.
De la misma forma, amplias zonas de los bordes del desierto del Sáhara son producto de un uso
pertinaz del arado, que intentó sustituir una tierras tradicionalmente de pasto seco por
explotaciones agrarias inadecuadas pero incluidas en el circuito de la agricultura monetarizada.
Uno de los ecosistemas más productivos del planeta, como es el manglar (hábitat que se produce
en las zonas tropicales en las que el agua salada de las mareas penetra en el interior de las
cuencas de los ríos y tierras aledañas, rico es peces y moluscos) está siendo arrasado en países
como Ecuador y otras zonas costeras africanas, por culpa de la explotación masiva de las
empresas industriales camaroneras (langostinos y camarones). Según la FAO, la Organización
de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, desde 1980 se ha perdido un 25 por
ciento de la superficie de manglares en todo el mundo. Según FAO, en casos extremos como el
de Honduras, uno de los principales productores mundiales de langostino cultivado, se ha pasado
de 156.000 hectáreas de manglar en 1980 a tan sólo 40.000 en el año 2010. Por su parte.
Vietnam, el quinto productor mundial ha perdido más de la mitad de sus manglares en el mismo
periodo. Indonesia, tercer productor mundial, el 30 por ciento.
2.2- La presión sobre la tierra
Las consecuencias de esta presión sobre la tierra no sólo son a largo plazo. No faltan ocasiones
en las que estas catástrofes se manifiestan de forma casi inmediata: en Oklahoma en 1924,
debido a la sobreexplotación agrícola del suelo, asociada a una prolongada sequía, el viento se
llevó por los aires el manto de tierra cultivable, quedando amplias zonas inutilizadas para todo
aprovechamiento agrícola. Era la consecuencia de acabar con la plantas que fijan la tierra al
suelo, de una roturación que no tuvo en cuenta, como es frecuente, factores como la composición
del terreno, la incidencia climática, etc. En cambio, en las mismas zonas devastadas por el viento,
las áreas que conservaron su cobertera de pradera natural por no haber sido puestas en
explotación, no sufrieron las consecuencias catastróficas dichas.
También las zonas explotadas mediante un excesivo regadío son susceptibles de sufrir
problemas. Si dicho regadío es extenso pero descuidado y excesivo en su aplicación, se provoca
que la capa freáticas suba en la tierra así irrigada, lo que supone anegar las raíces y su
destrucción por falta de aireación. Por otra parte, el regadío proveniente de niveles del terreno
calizos o ricos en sales puede provocar una salinización del suelo. Pero incluso la aplicación de
aguas con composiciones centesimales adecuadas al regadío pueden tener como efecto la
disolución de las sales de las rocas del sustrato inmediatamente inferior a la capa edafológica,
formando igualmente costras salinas: así pasó en el Creciente fértil de Asia Menor, que hoy
presenta unos rendimientos sin duda menores a los de hace mil años, y se encuentra gravemente
erosionada, a lo que tampoco son ajenos los imperios históricos que se fueron asentando entre las
cuencas del Tigris y Éufrates.
Por último, debe hacerse mención a la fracasada política de desparasitación de los campos. El
recurso a venenos baratos (ya desde tiempos del altamente nocivo D.D.T., hoy en día prohibido),
a la generalización de prácticas fumigatorias sin estudiar las consecuencias que introducen sobre
los ecosistemas, se ha traducido en una eficacia a corto plazo, pero una irrentabilidad a plazo
medio: matando determinados insectos, se envenena frecuentemente a sus predadores naturales,
que decrecen en número; y cuando los insectos supervivientes (existe una ley biológico-evolutiva
según la cual cuanto mayor es una comunidad de seres vivos más probabilidad existen de
adaptación a las variaciones del medio: los insectos tienen una enorme capacidad de adaptación a
los fungicidas, plaguicidas y cualquier forma de veneno) van recuperando sus colonias, no se
encuentran la oposición natural de sus predadores, lo que implica que el rebrote de la comunidad
de insectos supera en número la cifra de los existentes antes de la fumigación: es lo que se
conoce con la denominación de alteraciones en las cadenas fitofágicas. Los pesticidas, larvicidas,
fungicidas y herbicidas, además de su efecto indiscriminado sobre especies necesarias para la
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prospecciones las marismas del río Odiel -Huelva-, el Delta del Ebro, la Albufera de Valencia
(reducida de 30.000 a 2.000 hectáreas), las Lagunas de Gallocanta, etc.
Otro de los grandes problemas del medio agrícola es la erosión del suelo, elemento básico del
equilibrio, y cuya formación y recuperación requiere un proceso extraordinariamente largo.
Algunos suelos especialmente complejos tardan en formarse miles de años: la reposición de una
capa de 20 cm. necesita de 2.000 a 7.000 años.
Entre 1882 y 1952 el planeta ha perdido un 36,8% de sus masas de bosque, mientras que el
desierto ganó un 140,6%. A este proceso se une el de continuas pérdidas de suelo (sólo en España
cada año se desprende un volumen de suelo similar al del Peñón de Gibraltar). La tierra
arrancada va a parar al mar o fondo de los lagos, lo que constituye un problema añadido. Según
la Conferencia Mundial Sobre Desertización celebrada en Nairobi en 1977, 20 millones de
hectáreas es el volumen de tierra equivalente a la arrancada de su soporte a lo ancho del mundo
durante el último siglo. Los efectos de la falta de cobertera vegetal son la mayor probabilidad de
inundaciones. De seguir a este ritmo, España no dispondrá en el 2010 de una hectárea por
habitante, por debajo por tanto del mínimo aceptado internacionalmente.
No es una situación enteramente inevitable: el sudeste español (con Almería y Granada afectadas
en casi el 50% de sus provincias por la desertización), con la participación de la UNESCO, se ha
convertido en vanguardia del campo de la experimentación en la lucha contra la desertización,
haciendo extensiva su experiencia a los países del Tercer Mundo.
En la base de la desertización se encuentra la deforestación, proceso paulatino (que tiene en el
caso de Europa un momento apicular durante la Edad Media) en el que son determinantes el
impacto de la ganadería, la búsqueda de leña y madera de construcción, la creación de flotas
marinas (los quejigales sorianos serán esquilmados para la construcción de la Armada Invencible
de Felipe II), por motivos defensivos y por roturación de tierras. Los múltiples incendios
forestales han esquilmado especialmente las zonas más secas, como el área mediterránea europea
(España sufrió en el peor año de incendios, 1981, más de 11.000 incendios, lo que supone
300.000 hectáreas de pérdidas). Los incendios provocan una disminución de las lluvias que caen
en la región, una menor absorción de energía solar (y por tanto aumento de las temperaturas, y
consiguientemente mayor evaporación), menos elementos de freno a la circulación de los
vientos, etc.
Los criterios imperantes en la reforestación del suelo quemado han sido productivistas: plantar
especies baratas, xerófilas y de crecimiento rápido, como el pino o el eucalipto, en lugar de
especies autóctonas (en el caso de España, hasta 1980, el 90% de lo reforestado correspondía a
pino, el 8 a eucalipto y el 2% a especies autóctonas). Sin embargo de los resultados aparentes de
esta política de rápida reforestación a partir de pinos o eucaliptos (que sólo favorece a la industria
papelera) son nocivos: siendo especies con una gran capacidad de absorción de los nutrientes (lo
que explica su rápido crecimiento), no dejan que proliferen otras especies, ni arbustos, con los
consiguientes problemas de aterrazamiento.
3- Países y sociedades industriales.
3.1- La contaminación atmosférica.
La contaminación atmosférica constituye la mayor preocupación ecológica. Se trata de la
consecuencia impersonal de la sociedad industrial. Hasta el siglo XIX eran las grandes
aglomeraciones industriales las productoras de los principales focos de contaminación del aire,
fundamentalmente por la emisión de emanaciones químico-metalúrgicas y por la combustión del
carbón.
Un segundo paso, iniciado a partir de la segunda fase de la revolución industrial, lo constituye la
era de los hidrocarburos, con una componente más gaseosa y pulverizada que la contaminación
proveniente del carbón: también millones de toneladas de contaminantes procedentes de los
desechos industriales son vertidos, junto a la acción de las calefacciones, tubos de escape, etc. No
se trata sólo de una cuestión estética: la contaminación atmosférica es en las áreas más
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densamente industrializadas la principal causante de las bajas laborales, con las consiguientes
pérdidas económicas que genera.
Entre los países más contaminantes del planeta (en cuanto a toneladas de C02 por habitante) se
encuentran Qatar, Emiratos Árabes. Kuwait y otros países petrolíferos, seguidos de cerca por
EEUU y los restantes países desarrollados; mientras que los últimos lugares los ocupan los países
africanos.
La acción mecánica del viento como introductora de partículas, el vertido de contaminantes
debidos a una reacción sin combustión (propio de las fábricas) y los contaminantes por
combustión química, forman parte de este cuadro de agentes contaminantes. Respecto a los
hidrocarburos, una de las principales desventajas que presentan es la poca eficacia en su quema:
de cada litro de gasolina empleada se generan nada menos que 400 gramos de gases
contaminantes.
La existencia de anticiclones asociada al momento de uso de las calefacciones provoca con
frecuencia la formación de una cubeta o paraguas, capaz de condensar la contaminación. En la
actualidad se tiene en consideración este aspecto para conceder permiso de instalación a las
industrias.
De esta forma en Donora, Londres, Los Ángeles o México se han producido graves accidentes
industriales a lo largo de nuestro siglo, vertiéndose cantidades inusitadas o provocándose
concentraciones de contaminantes superiores a los tolerables. En 1930 una niebla mortal
provocará más de 100 muertos en Lieja. En Donora (Estado de Pensilvania) en 1948 morirán
más de 600 habitantes por la existencia de dióxido de azufre. Londres sufrirá en 1952 uno de los
momentos más críticos de su existencia: la niebla ácida provocará entre 3.000 y 4.000 muertos.
En Madrid en 1979 se produjo la mayor amenaza de contaminación urbana de la historia
española: una boina química se situará entre los 70 y 400 metros de altura, debida a la acción de
la calefacción y coches, registrándose 1.600 microgramos de dióxido de azufre por metro cúbico.
En octubre de 1997 en París se tuvo que tomar la medida de dejar circular únicamente a la mitad
de los coches cada día, debido a la amenaza de contaminación, y pese a la bonanza climática.
La solución pasa (como en parte se está poniendo en práctica) por potenciar el transporte público
(crear aparcamientos vigilados en las estaciones de ferrocarril de cercanías de las grandes urbes,
carriles para coches con dos o más pasajeros, crear buenos enlaces entre distintos medios de
transporte, peatonalizar los centros históricos de las ciudades, etc.)
Los efectos sobre la salud son patentes: aumento de la bronquitis crónica, asma, efisema y
carcinoma pulmonar, etc.; y, si van añadidos a la acción del tabaco, patologías cardiovasculares,
oculares, óseas, fatiga crónica y todo tipo de lesiones a largo plazo. Sobre los vegetales los
efectos son igualmente nocivos, como pone de manifiesto la sintomática desaparición de los
líquenes de las piedras de las ciudades, siendo una planta muy sensible. También en los edificios
se hace notar la erosión destructiva de los acúmulos de puluentes sulfurados (como sucede en la
Acrópolis de Atenas, pese a la campaña de la UNESCO para preservar esta ciudad declarada
patrimonio de la humanidad, en la Catedral de León, Il Duomo o en las pirámides egipcias), que,
a partir de determinadas concentraciones, pueden dar lugar incluso a la lluvia ácida, como sucede
en la Selva Negra.
Las medidas para un control de la contaminación gaseosa pasan por la selección de los
combustibles atendiendo a su nivel de contaminación (sólo la sustitución de la gasolina por otra
sin plomo tiene una incidencia notoria en el descenso de la contaminación), la aplicación de las
soluciones técnicas que ya existen pero son costosas de generalizar para el saneamiento de los
tubos de escape de los vehículos, el precipitado y eliminación no gaseosa de los vertidos fabriles,
el control de contaminantes como el dióxido de azufre de las calefacciones, etc. En definitiva, se
trata de conjugar la imposición de medidas racionales destinadas a disminuir la contaminación
con la realidad económica, no proponiendo planes inalcanzables, sino medidas realistas. Por
ejemplo, en New York los autos debe pasar obligatoriamente una revisión anual del sistema de
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privilegiados quieren ahora solucionar un problema del que son causa en primera instancia,
deben contribuir a posibilitar el que los países pobres adopten tecnologías energéticas menos
nocivas.
El concepto de contaminación acústica es relativamente reciente. Sin embargo, existe un
consenso sobre el talante pernicioso sobre la salud y la calidad de vida de la existencia de ruidos
por encima de los niveles aconsejables. Automóviles, aeronavegación, industria y construcción
son los causantes principales de esta proliferación de ruido, cuyos efectos se dejan notar según
detecta la sociología aplicada en la menor propensión a la comunicatividad interpersonal en las
ciudades, o como hacen notar la medicina preventiva, en un receso de la capacidad auditiva
alarmante: 250 millones de personas padecen sordera leve en todo el mundo. Por otra parte, la
fatiga auditiva también inciden en enfermedades y patologías psicofisiológicas, como el estrés, la
ansiedad, los brotes psicóticos, el exceso de adrenalina, etc. Sin embargo, evitar los ruidos no es
tarea técnicamente compleja: instalación de pantallas silenciadoras, aislamiento acústico en las
viviendas, etc.
La contaminación de las aguas adquiere en las sociedades urbanas tintes dramáticos, debido a la
escasez progresiva del agua y al aumento del consumo: en la actualidad existe un consumo de
40-50 litros por persona y día en el mundo desarrollado, que asciende a 500 si se cuenta el uso
agrícola del agua. Por contra, todavía casi una tercera parte de los habitantes de países del Tercer
Mundo apenas tiene acceso al agua. La contaminación hídrica viene propiciada por usos muy
distintos: el empleo de plaguicidas y pesticidas, las aguas residuales urbanas, los vertidos
industriales (desde cianuros hasta fenoles y alcoholes, lejías, etc.) y otras prácticas que impiden
la reoxigenización del agua, e incluso acaban afectando a la red de aguas subterráneas. En
España son ejemplos de acusada contaminación las rías gallegas, Bilbao, Avilés, el río Llobregat.
Pero lo mismo se puede decir de la zona norteamericana de los Grandes Lagos. Como ejemplo de
recuperación de un espacio fluvial puede citarse el operado sobre el Támesis, y a escala más
modesta, el llevado a cabo con el río Manzanares.
También el mar sufre una contaminación que excede los altos niveles de regeneración del agua
propios de un medio con gran insolación, provisto de agentes salinos, depredadores de bacterias,
etc. (y por tanto poco propicio para el crecimiento de los organismos patógenos). Pero los
residuos depositados interceptan la captación de oxígeno y provocan una irremediable asfixia al
dispersarse los aceites en la superficie del mar. Las zonas costeras difunden incalculables
cantidades de virus y bacilos que ya no pueden ser neutralizados por las bacterias marinas, en
regresión. Por otro lado, el mar sufre contaminaciones específicas de gran gravedad, como el
vertido de residuos petrolíferos (por no hablar ya de las mareas negras) en las operaciones de
limpieza de los mercantes o buques cisterna, en las pérdidas habituales de los motores de
navegación, a causa de los efluentes de fábricas y refinerías costeras, etc. El Mar del Norte,
ambas costas norteamericanas, el Canal de la Mancha y todo el Mediterráneo ("mar enfermo",
según Cousteau), son algunas de las zonas más afectadas. El Mediterráneo es un mar cerrado con
una anchura máxima de 800 Km., de mareas poco intensas (40 cm. de altura) y débiles corrientes
costeras, por lo que la contaminación de acumula en las líneas litorales, haciendo de algunas
especies marinas animales no comestibles (por el alto contenido de mercurio de algunos peces
migradores), mostrando un continuo retroceso del nivel de plancton. La firma en 1980 del Plan
de Acción sobre el Mediterráneo no ha dado de momento los frutos esperados.
Como medidas paliativas deberían unificarse las rutas de navegación, extremar la vigilancia de
las condiciones técnicas de los barcos, unificar las legislaciones marinas, investigar disolventes
de petróleo con menor grado de toxicidad general (como se hace en EE.UU.), emplear bacterias
específicas en la lucha contra la marea negra (como se hace en la Comunidad Europea), limitar el
transporte de cadmio, cobre, plomo, cinc y mercurio (que, vertido en Minamata, en Japón,
provocó una de las mayores catástrofes marinas de la historia)
3.3.- Las "otras" contaminaciones.
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Algunas aguas también sufren una contaminación térmica, una elevación excesiva de sus
temperaturas, afectando a determinadas especies de peces. La causa es el aumento de la
producción de energía térmica, especialmente en el caso de las centrales nucleares, que exigen la
disponibilidad de ingentes cantidades de agua para su refrigeración. Según Clark, desde el año
2000 las centrales termonucleares de EE.UU. exigen casi un tercio del total del agua superficial
del país para su refrigeración, lo que provocará un aumento considerable de su temperatura, que
se revela favorable a la proliferación de organismos patógenos. El problema se resolvería
parcialmente si este calentamiento de las aguas provenientes de las centrales térmicas fuera
aprovechado para un uso positivo (calefacción, etc.), logrando que las aguas descargasen al
menos una parte de ese exceso de calor.
La radiación nuclear no puede incluirse en rigor entre las formas urbanas de contaminación, pero
sí aparece ligada al alto consumo energético que dichas concentraciones de población demandan.
Existe un tipo de radiación natural, que siempre ha convivido con el hombre: descubierta por
Becquerel y luego por los Curie, la radiación ionizante resulta inicua para nuestro sistema
genético (según Beadle). Sin embargo, la elevación de los niveles de radiación como
consecuencia de las explosiones nucleares o de los usos pacíficos mal controlados de la energía
atómica es susceptible de provocar profundas alteraciones genéticas, traducidas en enfermedades
como el cáncer, leucemia, etc.
La desaparición de la capa de ozono (O3) por culpa de su reacción con compuestos
fluorocarbonados implica un riesgo por la desprotección respecto a la radiación solar perniciosa.
Margalef afirma que la vida no puedo aparecer en la Tierra hasta que la intensa radiación solar no
fuera mitigada por la existencia de una pantalla de ozono, dispuesta en una capa que protege la
Tierra desde una altura de unos 20 a 40 Km. El O3 está dispuesto en ínfimas proporciones
(0,08%: a mayores concentraciones resultaría tóxico), por lo que una pérdida de pequeñas
cantidades es susceptible de convertirse en un grave problema. Desde 1975 la Conferencia
Metereológica Mundial estudiando su destrucción y los efectos que conlleva sobre el planeta: en
1992 se habla de la extensión del agujero de la capa de ozono fuera de su inicial órbita polar,
afectando a EE.UU. y Europa. El recurso a propulsores como el freón, el vuelo de los aviones
supersónicos, o el uso de abonos nitrogenados incrementa su desaparición. Las recientes medidas
prohibiendo su empleo (crucial hasta entonces en frigoríficos, sprays de todo tipo, aislantes en las
casas, y un alto número de usos) no implica definitivamente la desaparición del problema, pues
se ha comprobado la lentitud en la regeneración de la capa de ozono.
Descubierta en 1938, la fisión atómica ha supuesto desde entonces una carga de contaminación
atómica: no sólo por el empleo de la energía atómica en Hirosima y Nagashaki, sino por los
incontables experimentos científico-militares llevados a cabo. Por otra parte, existen 358
centrales nucleares en funcionamiento en todo el mundo, a las que se unen 467 proyectadas.
Estados Unidos, con 78 centrales, es la mayor potencia atómica del mundo. En el año 2020 se
crearán 0,7 Megawatios provenientes de la energía atómica.
Los efectos de la radioactividad se dejan notar en múltiples facetas, desde los bosques tropicales
al incremento de las enfermedades genéticas. El hombre está expuesto a unos 100-150 milirems
(el rems es la unidad de medida de la radioactividad) en condiciones naturales. Tal vez tolere
hasta la exposición puntual a 1.000 milirems sin resultar dañado. Sin embargo, las áreas cercanas
a las centrales nucleares suelen radiar dosis de 400-600 milirems, que si bien a corto plazo no son
perjudiciales, a largo plazo son susceptibles de provocar hemorragias subcutáneas, distintas
formas de cáncer, destrucción de leucocitos, lesiones de médula ósea, daños en el bazo o nódulos
linfáticos, mutaciones genéticas (también provenientes del abuso de los rayos X).
Recientemente también han sido denunciados los efectos perniciosos que el abuso de otras
fuentes de baja radiación suponen para la salud: teléfonos móviles, ordenadores personales, etc.
El peligro del abuso de la energía atómica tiene también que ver con los desechos radiactivos,
con un período (tiempo necesario para que su actividad se reduzca a la mitad) superior en
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ocasiones a los 10.000 años. Las medidas adoptadas consisten en la concentración de los residuos
en el menor espacio posible, almacenándolos allí donde se estima que no puedan llegar a causar
peligro. Hasta el presente ha sido usual la práctica de su enterramiento en depósitos de acero,
arrojados en estructuras del suelo estables como las minas de sal, a varios centenares de metros
bajo la superficie, y recubiertos de hormigón. Sin embargo, el problema es garantizar la
estabilidad del terreno en períodos tan extensos. Frente a las costas de Finisterre, a 750 Km., en
la vertiente oriental de la gran dorsal noratlántica, y a 40 Km. de profundidad, se encuentra uno
de los mayores vertederos de residuos atómicos del planeta. La corrosión de los contenedores, las
corrientes marinas o los movimientos sísmicos podrían suponer un peligro gravísimo en tales
circunstancias.
Los accidentes de Chernóbil, y más recientemente la catástrofe medioambiental de Fukoshima I
o Fukoshima Daiichi creó, a partir de los estragos de un tsunami sucedido el 11 de marzo de
2011, explosiones en los edificios que albergan los reactores nucleares, fallos en el circuito de
refrigeración, liberación de partículas radiactivas (como plutonio, registrado en el mar, y de alta
incidencia cancerígena), ha cambiado la sensibilidad respecto a la energía atómica. En contra de
su anterior propuesta, la canciller alemana Ángela Merkel ha anunciado el cierre programado de
las centrales nucleares alemanas. Este país se une así a Bélgica, Suiza, Suecia o Filipinas (desde
2004 se potencia el gas natural o, anecdóticamente, el coco-diesel)
Algunos autores hablan de otro tipo de "contaminación relacional" que tiene que ver con las
formas de socialización usuales en el medio ambiente urbano: crecimiento de la población
imparable en el Tercer Mundo, retroceso de la calidad de vida especialmente para la población
infantil, aumento de los riesgos de esquizofrenia y brotes psicóticos, rígida jerarquización social
provocada por las diferencias del precio del suelo de las distintas áreas urbanas, urbanismo
tendente a la insolidaridad, soledad, superficialidad de las relaciones interpersonales, agresión
estimulativa generalizada, estrés, etc.
Como conclusión, podría decirse que el crecimiento económico ha estado hasta nuestros días por
encima del respeto al medio natural. La sociedad de consumo, tal como ha sido planteada,
conlleva su propia carga perniciosa. Como denuncia desde 1968 el Club de Roma, si no se
detienen las condiciones y tendencias actuales, la población y el crecimiento industrial podrían
incluso verse amenazadas: porque el respeto al medio ambiente no es una cuestión estética, un
postulado romántico (último refugio de la protesta), sino básicamente una cuestión económica,
productiva: las distintas formas de contaminación suponen también una merma a corto plazo de
los recursos.
Las tendencias medioambientales Globales han alcanzado una encrucijada peligrosa al inicio
de la segunda década del XXI, según el Worldwatch Institute, organización de investigación
domiciliada en Washington. Las señales de aceleración del declive ecológico han coincidido
con una pérdida de la importancia política de los temas del medio ambiente, como se evidenció
por la reciente ruptura de las pláticas acerca del clima global. Este fracaso nos interpela sobre
si el mundo será capaz de revertir estas tendencias antes de que la economía sufra un daño
irreparable. Nuevas evidencias científicas indican que muchos ecosistemas globales están
alcanzando umbrales peligrosos que superan las apuestas de los políticos. La capa de hielo del
Ártico ya se ha adelgazado hasta principios del año 2003 el 42% (según la NASA, en 2010 se
había adelgazado un 40%), y los arrecifes del coral del mundo se han perdido un 32%, lo que
sugiere que algunos importantes ecosistemas del planeta están en declive, dicen los
investigadores del Instituto. La degradación del medio ambiente también está llevando a
desastres naturales más severos, lo qué ha costado el mundo cerca de 1.000 billones de $ entre
1992 y principios de 2011, más del cuádruple que hace tres décadas. Como vemos, el trasfondo
del problema no sólo afecta a qué tipo de condiciones queremos que nos rodeen, sino que es
una cuestión desde luego también económica. Y de supervivencia: a menos que descienda
dramáticamente el uso de combustible fósil, la temperatura de la Tierra en el año 2100 podría
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subir 6 grados respecto a la de 1990, según los últimos modelos climáticos. Un aumento tal
podría conducir a la escasez aguda de agua, disminución de la producción de alimento y la
proliferación de enfermedades mortales, tales como la malaria, tuberculosis y fiebre del
dengue, que en las últimas décadas ya han experimentado un peligroso incremento en regiones
donde se creía superada la pandemia.
En la actualidad 1.300.000 millones de personas no tienen acceso al agua potable y cientos de
millones respiran aire contaminado. Y personas pobres en países como Filipinas y México son
empujados a destruir bosques y arrecifes de coral en un esfuerzo desesperado por alcanzar
estándares de vida. El crecimiento de la población ha llevado a muchas personas a establecerse
en valles proclives a inundaciones y en laderas inestables, donde la deforestación y el cambio
del clima ha aumentado su vulnerabilidad hacia los desastres, tales como el Huracán Mitch,
que en Centroamérica en 1998 produjo pérdidas económicas por $8.5 millardos -igual a los
PIB de Honduras y Nicaragua en conjunto.
4- Políticas medioambientales
En cambio, algunos primeros signos de progreso constituyen cierta esperanza: en diciembre de
2001, negociadores de 122 los países acordaron un histórico compromiso legal que restringirá
severamente 12 persistentes contaminantes orgánicos. Islandia lanzó un esfuerzo pionero al
abrir el camino para aprovechar su energía geotérmica e hidráulica para producir hidrógeno,
que será usado como combustible para sus automóviles y barcos pesqueros. Ha surgido un
cultivo orgánico, que evita el uso de fertilizantes sintéticos y pesticidas, con expectativas de un
mercado mundial de 22.000 mil millones de $ al año. Al mismo tiempo, a comienzos del 2002
tres compañías petroleras anunciaron que se están moviendo "más allá de petróleo" hacia una
cartera más amplia de inversiones de energía.
Aunque no hay un acuerdo global internacional respecto a la política ambiental a implementar,
sí se han producido en las últimas décadas consensos respecto a los principios generales que
deberían regir la misma:
- Principio de desarrollo sostenible: el desarrollo económico no puede “hacerse el hara-kiri” a
sí mismo: la producción debe ser compatible con la posibilidad de regeneración del medio
natural
- El principio de responsabilidad, tanto sobre el presente (reparación de los daños causados en
el medio ambiente) como sobre el futuro: dejar para las generaciones devineras un mundo al
menos igual al que nos encontramos.
- El principio de prevención, o prospectiva: las políticas adoptadas deben anticiparse al
desarrollo de posibles problemas o catástrofes
- El principio de sustitución implica la sustitución de sustancias peligrosas por otras menos
contaminantes.
- Política ambiental coordinada: por ejemplo, el desarrollo de infraestructuras, la política de
orientación económica de un país, o las ordenanzas municipales, no pueden concebirse
desligadas de una planificación mediambiental transversal a todas ellas.
- Principio de la cooperación, tanto dentro de un país como a escala internacional.
Para la consecución de los objetivos de la política ambiental, los países y organismos
internacionales disponen de distintas herramientas:
- Ordenación jurídica, tanto a nivel local, regional, nacional e internacional.
- Instrumentos administrativos, como autorizaciones, evaluaciones de impacto ambiental,
normas (como la ISO) sobre calidad ambiental, y regulaciones. También existen instrumentos
no institucionales de certificación de sostenibilidad, como es la etiqueta de “producto
ecológico”, o la de “comercio justo”
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- Instrumentos económicos y fiscales, como pueden ser subvenciones (ejemplo: las otorgadas a
las empresas eólicas en España, pese a la polémica que la misma ha generado), impuestos,
tarifas y tasas que penalicen las acciones que perjudican al medio para internalizar los costes
ambientales.
- Instrumentos sociales de sensibilización de los ciudadanos, como campañas informativas,
contenidos curriculares en distintas etapas educativas, etc.
Frente a las posibilidades de intervención de las políticas ambientales nacionales, se suscitan
distintos problemas. Por una parte, los gobernantes buscan un equilibrio entre el desarrollo
económico del país y el cuidado medioambiental: una política muy restrictiva contribuye a
deslocalizar industrias contaminantes, que pasan a acomodarse en países más permisivos
(como los menos desarrollados) El mismo equilibrio debe ser sostenido entre la promoción de
la agricultura, piscicultura y ganadería (los prurines o excrementos del ganado son uno de los
principales agentes contaminantes del mundo rural) y el sostenimiento del medio ambiente.
La inestabilidad política provoca que con frecuencia se pongan en juego las distintas
sensibilidades respecto al medioambiente. En general, los partidos conservadores (republicanos
en EEUU...) se han mostrado menos restrictivos en sus políticas de control ambiental. Los
vaivenes de la alternancia política, y el hecho de que es inútil una política muy restrictiva en un
sólo país, restan eficicacia a las acciones propuestas.
La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano (también conocida como
Conferencia de Estocolmo) fue pionera en 1972 de los acuerdos internacionales sobre medio
ambiente.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada
en Río de Janeiro, 1992 (conocida como cumbre para la Tierra), se acordó que la protección del
medio ambiente y el desarrollo económico y social eran esenciales para lograr el desarrollo
sostenible teniendo en cuenta los "Principios de Río". Para conseguirlo, los líderes de todo el
mundo aprobaron un plan general titulado Programa 21, un conjunto de acciones para que el
mundo abandonara su actual modelo de crecimiento económico insostenible para dedicarse a
actividades que protegieran y renovaran los recursos ambientales de los que dependían el
crecimiento y el desarrollo.
Diez años después, en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo sobre el Desarrollo Sostenible de
Johannesburgo (2002) se pasó revista a los progresos conseguidos desde la Cumbre de Río, y
se acordó un "Plan de Aplicación", en el que se afirmó la importancia fundamental del
desarrollo sostenible y se contrajeron compromisos sobre objetivos con plazos fijos, incluidas
nuevas metas relacionadas con el saneamiento, la utilización y producción de sustancias
químicas, el mantenimiento y la restauración de las poblaciones de peces y la reducción del
ritmo de desaparición de la diversidad biológica. Además, se prestó particular atención a las
necesidades especiales de África y de los pequeños Estados insulares en desarrollo.
También fueron importantes la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático que
se celebró en Copenhage, Dinamarca, a finales de 2009 (o, un año antes, la Conferencia de
Poznań de 2008,y en 2010 la celebrada en Cancún, México)
De estas conferencias han salido algunos de los convenios ambientales internacionales más
destacados:
- Convenio de Estocolmo sobre contaminantes orgánicos persistentes
- Convenio para la protección del mar Mediterráneo contra la contaminación o Convenio de
Barcelona
- Convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático
- Convención marco de las Naciones Unidas sobre la diversidad biológica
- Convención marco de las Naciones Unidas de lucha contra la desertificación y la sequía.
5- BIBLIOGRAFÍA