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Todos y cada uno de los elementos pueden ser y son objeto de estudio y
análisis parciales llevados a cabo por especialistas de las diferentes ciencias,
pero un aspecto muy distinto es la estructura y el funcionamiento de todo el
mosaico en conjunto. La Ciencia del Paisaje es precisamente el estudio
específico de este aspecto global.
A finales del siglo XV aparece una segunda acepción del término dentro del
lenguaje que podríamos denominar de los cultivadores de las artes
pictóricas. Su origen se encuentra en la Escuela de paisajistas holandeses.
Hacia mediados del siglo XVII aparecen definiciones del paisaje que todavía se
hallan en nuestros mejores diccionarios. Así, podemos encontrar en el
diccionario Webster que un paisaje es la imagen que representa la vista de un
sector natural (significado pictórico), superficie terrestre, relieve de una región
en su conjunto producido o modificado por fuerzas geológicas (significado de
territorio físico) y, finalmente, territorio o parte de la superficie terrestre que la
vista puede observar simultáneamente, incluyendo todos los objetos
discernidos (visión global del conjunto del mosaico). El Diccionario de la Real
Academia Española define el paisaje simplemente como un territorio visto.
2. EL PATRIMONIO CULTURAL
A primera vista, parece fácil definir el concepto de patrimonio, sin embargo no
es así. Diversos autores han analizado las distintas acepciones de patrimonio:
como propiedad en herencia que nos ayuda a conformar nuestra identidad
social y, a la vez, nos da un marco de referencia.
Coincidiendo con esa dimensión evaluables, se han definido los tipos de
valores que pueden otorgarse a los bienes culturales, dividiéndolos en tres
grandes categorías: valor de uso, valor formal y valor simbólico-significativo.
Además, las instituciones públicas, tanto de ámbito nacional-regional, como
internacional, han propuesto sucesivas clasificaciones y denominaciones,
recogidas en leyes, para los elementos que se consideran integrantes del
patrimonio cultural. El problema de base es que se trata de un concepto
relativo, que se construye mediante un complejo proceso de atribución de
valores, sometido al paso del tiempo, las modas y el propio interés de las
sociedades. Por ello, la selección de objetos a los que se otorga una serie de
cualidades superiores, que justifican la necesidad de su conservación y
transmisión para las generaciones futuras, pueden cambiar con cierta
frecuencia. Como consecuencia de ese relativismo, las personas interaccionan
de manera distinta con los bienes culturales, favoreciendo su protección en
unos casos y desentendiéndose de su cuidado en otros.
Asimismo hay que ver cómo la idea de patrimonio ha ido evolucionando a lo
largo de la vida y ha pasado de un planteamiento particularista, centrado en la
propiedad privada y el disfrute individual, hacia una creciente difusión de los
monumentos, las obras de arte y los paisajes con sus elementos patrimoniales
que dan identidad a cada pueblo.
Pero hay que intentar diferenciar qué tipo de manifestaciones culturales,
producidas por las sociedades humanas, son dignas de conocerse y
conservarse por su importancia antropológica. Así podremos comprender los
criterios histórico-artísticos manejados en cada época y en cada sociedad para
medir el valor de los objetos patrimoniales; podremos explicar cómo se han
originado las leyes dirigidas a garantizar la conservación de los bienes
culturales y podremos justificar la intencionalidad educativa latente en los
procesos de enseñanza-aprendizaje que han tratado de instruir en el
conocimiento y valoración de determinados bienes culturales como signos de
identidad y referentes de una civilización. Asimismo podremos ver cómo el
concepto de bien cultural se ha ido ampliando progresivamente y en él ya no se
incluyen sólo los monumentos históricos y obras de arte, sino también
elementos folklóricos, historias, mitos, leyendas, elementos etnológicos, etc.
cuya significación no tiene por qué ser sólo histórica o estética, sino que son
valiosos por tratarse de manifestaciones de la actividad humana en general,
aunque sean relativamente recientes.
En definitiva, podemos definir el patrimonio cultural como el conjunto de
manifestaciones u objetos nacidos de la producción humana, que una sociedad
ha recibido como herencia histórica y que constituyen elementos significativos
de su identidad como pueblo. Tales manifestaciones u objetos constituyen
testimonios importantes del progreso de la civilización y ejercen una función
modélica o referencial para toda la sociedad, de ahí su consideración como
bienes culturales. El valor que se les atribuye va más allá de su antigüedad o
su estética, puesto que se consideran bienes culturales los que son de carácter
histórico y artístico, pero también los de carácter archivístico, documental,
bibliográfico, etnográfico, etc. junto con las creaciones del momento presente y
el denominado legado inmaterial.
La función referencial de los bienes culturales influye en la percepción del
destino histórico de cada comunidad, en sus sentimientos de identidad
nacional, en sus potencialidades de desarrollo, en el sentido de sus relaciones
sociales y en el modo en el que interacciona con el medio ambiente.
La Convención del Patrimonio Mundial, adoptada por la Conferencia General
de la UNESCO en 1972, creó un instrumento único que reconoce y protege el
natural y cultural de valor universal y excepcionali. La Convención proporcionó
una definición del patrimonio muy innovadora para proteger los paisajes. El
problema estuvo en que hubo que esperar hasta diciembre de 1992, fecha en
la que el Comité del Patrimonio Mundial adoptó las revisiones a los criterios
culturales de la Guía Operativa para la Implementación de la Convención del
Patrimonio Mundial e incorporó la categoría de paisajes culturales.
Con esta decisión la Convención se transformó en el primer instrumento
jurídico internacional para identificar, proteger, conservar y legar a las
generaciones futuras los paisajes culturales de valor universal excepcional.
Esos paisajes naturales deben tener un valor patrimonial porque son
percibidos, vividos, caracterizados y transformados por las poblaciones. Y
debemos aceptar y reconocer las incorporaciones a los paisajes patrimoniales
los paisajes cotidianos, tanto rurales como urbanos. Unos y otros experimentan
importantes transformaciones morfológicas y funcionales, cuidando siempre
que las actuaciones y transformaciones procuren evitar la pérdida de
patrimonio.
Otra cuestión será analizar cómo gestionar que los paisajes susceptibles de
convertirse en patrimonio y ser incluidos en una lista, adquieran un valor
mercantil y que la mercantilización pueda tener, incluso, un valor universal en el
caso del patrimonio mundial. Sin duda, no habría cultura si no existiera
capacidad ni tiempo para disfrutarla, sin ocio y sin recreo. Pero el excesivo o
desenfocado consumo de los sitios o paisajes, declarados patrimonio, puede
conducir a su destrucción, ya que muchas actuaciones turísticas han llevado a
explotar el patrimonio como un parque de atracciones. Además, hay que tener
en cuenta que con excesiva frecuencia, la mundialización y mercantilización
conducen a la banalización por eso no hay que olvidar que Alberto Magnaghi
dice que “Bajo la colada de lava de la urbanización contemporánea, sobrevive
con gran actualidad una tradición… y sobre todo un riquísimo patrimonio
territorial,… preparado para quien lo quiera cuidar”1
1
MAGNAGUI, A. (2011): El proyecto local. Hacia una conciencia del lugar. Universidad Politécnica de
Cataluña.
concepto se asociaba casi exclusivamente a los elementos relacionados con lo
monumental, sobre todo bienes muebles y edificios grandiosos, representativos
de una sociedad elevada, sin valorarse los elementos significativos de las
clases populares.
Progresivamente el concepto se ha ido ampliando y modificando, añadiéndose
nuevos valores a los criterios monumentalistas, que respondan a los elementos
identitarios y a las formas de vida de las sociedades que la componen como el
urbanismo, la arqueología, los ambientes rurales con su patrimonio hidráulico,
la tipología de la vivienda.. Con posterioridad surge la idea de Patrimonio
Natural y las necesidades de su defensa y protección, debido a las desastrosas
pérdidas acaecidas en las últimas décadas y la necesidad de su valoración y
protección para reducir la destrucción del planeta.
Como puede apreciarse, el calificativo de patrimonio estaba relacionado con la
protección y conservación y, por lo tanto, las instituciones que lo cautelaban,
gestores y museos, demostraban esa concepción conservacionista. Así pues,
los primeros museos se convirtieron en España en lugares reservados a la
investigación e inaccesibles al público en general, con un discurso
museográfico carente de finalidad didáctica. Pero el concepto de patrimonio
sigue ampliándose, empezando a valorarse el patrimonio inmaterial. Es decir,
ante este “boom” del patrimonio, las diferentes disciplinas de estudio defienden
sus materias como patrimonializables, susceptibles de ser protegidas y
difundidas. Una vez que el concepto pasa de la fase de protección, a
relacionarse con los elementos significativos y característicos de las diferentes
sociedades, prácticamente todo puede llegar a considerarse patrimonio si se le
aporta un tratamiento oportuno. De hecho algunos investigadores defienden
que habría que incluir dentro del concepto de patrimonio cultural, todas
aquellas actividades y elementos que proporcionan los rasgos identificativos de
una sociedad en sus múltiples aspectos y variantes, debiendo incluirse el
patrimonio natural, en el cual se integran los hombres y sus relaciones
culturales y este es un concepto patrimonial mucho más enriquecedor pues el
patrimonio cultural incluye al natural y sus diferentes manifestaciones son fruto
del contexto en el que se encuentran.
En España el interés por la conservación del Patrimonio Natural o Ambiental es
tan antiguo como el de la conservación por el cultural. La primera ley protectora
data de 1916, con la que se inicia la creación de los conocidos Parques
Naturales. En 1975 comienza la orientación más moderna con la Ley de
Espacios naturales protegidos, en la que se diseñaban cuatro tipos de clases
de espacios naturales: Los Parques Nacionales, las Reservas de interés
científico, los Parajes de interés nacional y los ya existentes Parques Naturales.
Esta norma fue sustituida en 1989 por la de “Conservación de los Espacios
Naturales, Flora y Fauna silvestre”, modificada en 1997 y ambas recientemente
derogadas por la aprobación de la Ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad
de 2007, que es el texto equivalente a la LPHE en su referencia a la naturaleza,
y en la que el adjetivo cultural aparece sólo en el contexto de los recursos
asociados a la diversidad biológica y geológica.
Como ha ocurrido con el Patrimonio Cultural, las CCAA han ido publicando sus
propias normas, llamadas por lo general “Medioambientales” y ligadas al
desarrollo de las Evaluaciones de Impacto Ambientaliii. En todo caso lo que
está claro es que la protección Cultural y Natural pertenece a dos mundos
Administrativos, legal y socialmente distintos, aunque sin duda es ésta una
dicotomía especialmente dañina para todos esos bienes culturales
caracterizados por situarse en zonas no urbanas, en medio de parajes
“naturales” o, simplemente, aislados. Nos referimos, sobre todo, a los
inmuebles arqueológicos, a muchos de los etnológicos y a algunos de los
monumentales. Ninguna de las medidas de protección que se tomen para esos
bienes debe plantearse de forma independiente respecto a las que se tomen
sobre su entorno y viceversa.
La solución para este secular divorcio no es fácil, pero en todo caso, está
basada en la palabra “cooperación”, cooperación entre las instituciones
encargadas por los gobiernos de la gestión del patrimonio cultural y del
medioambiente, de manera que en los inventarios ambos tipos figuraran juntos
(ni un Espacio Natural sin su patrimonio Cultural y viceversa) que las
declaraciones de los distintos niveles de protección se unificaran y que los
programas de difusión. Como las rutas turísticas, las visitas guiadas o las
publicaciones, contemplaran ambos fenómenos.
i
PATRIMONIO NATURAL: Conjunto de seres vivos, objetos naturales y elementos intangibles que
conforman el medio natural, vistos como un bien con un valor no cuantificable. Asimismo, el concepto
patrimonio natural, como el resto de los patrimonios, conlleva de forma implícita un significado de bien
transmitido por herencia de ascendientes a descendientes para su uso y disfrute en sucesivas
generaciones. La UNESCO define PATRIMONIO NATURAL como el conjunto de valores naturales que
tienen importancia desde el punto de vista estético, científico y medioambiental, al que podríamos
añadir el valor identitario.
ii
El Convenio Europeo del Paisaje fue elaborado en Florencia el 20 de octubre de 2000. Las disposiciones
generales más importantes son:
ARTÍCULO 1 Definiciones
1. Por “paisaje” se entenderá cualquier parte del territorio tal y como la percibe la población,
cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos.
2. Por “política en materia de paisajes” se entenderá la formulación, por parte de las autoridades
públicas competentes, de los principios generales, estrategias y directrices que permitan la
adopción de medidas específicas con vistas a la protección, gestión y ordenación del paisaje.
3. Por “objetivo de calidad paisajística” se entenderá, para un paisaje específico, la formulación,
por parte de las autoridades públicas competentes, de las aspiraciones de las poblaciones en lo
que concierne a las características paisajísticas de su entorno.
4. Por “protección de los paisajes” se entenderán las acciones encaminadas a conservar y
mantener los aspectos significativos o característicos de un paisaje, justificados por su valor
patrimonial derivado de su configuración natural y/o acción del hombre.
5. Por “gestión de los paisajes” se entenderán las acciones encaminadas, desde una perspectiva
de desarrollo sostenible, a garantizar el mantenimiento regular de un paisaje, con el fin de guiar
y armonizar las transformaciones inducidas por los procesos sociales, económicos y
medioambientales.
6. Por “ordenación paisajística” se entenderá las acciones que presenten un carácter prospectivo
particularmente acentuado con vistas a mejorar, restaurar o crear paisajes.
ARTÍCULO 2. Ámbito de aplicación
El Convenio se aplicará a todo el territorio de la Unión Europea y abarcará las áreas naturales, urbanas y
periurbanas. Comprenderá asimismo las zonas terrestre, marítima y las aguas interiores. Se refiere tanto
a los paisajes que puedan considerarse excepcionales como a los paisajes cotidianos o degradados.
El Convenio fue ratificado por ESPÑA el 26 de noviembre de 2007, y entró en vigor el 1 de marzo de
2008.
iii
EVALUACIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL: Se trata de un trabajo previo a la aprobación de cualquier
planeamiento, programa o proyecto de obra que afecte al suelo. Tal trabajo se realiza con el objetivo de
prevenir los posibles daños que pueda provocar en el medio ambiente (incluido el patrimonio cultural) y
su equilibrio. Ese objetivo se puede cumplir de dos maneras: o bien no llevando a cabo el plan, proyecto
o programa previsto, o bien modificándolo de forma que los daños se reduzcan al mínimo (lo que se
denomina corrección de impactos).