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ONU Mujeres

Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y


el Empoderamiento de las Mujeres
Ana Güezmes, Representante de ONU Mujeres en Colombia

Agencia de Renovación del Territorio ART


Mariana Escobar Arango - Directora General

Elaboración de Contenidos:
RIMISP - Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural

María Ignacia Fernández Gatica - Directora Ejecutiva


Ángela María Penagos Concha - Directora, Oficina Colombia
Valentina Cortínez O’Ryan - Investigadora adjunta, coordinadora
Milena Umaña Maldonado - Investigadora adjunta
Vivián Díaz Allendes - Investigadora adjunta
Mónica Machado Valencia - Experta en participación y pedagogía ciudadana
Lilia Alejandra Sánchez Valbuena - Asistente de Investigación

Revisión de contenidos ONU Mujeres:

Diana Espinosa Martinez - Oficial Nacional de Programas


Ana Burgos González - Coordinadora de Liderazgo e Inclusión Política
Paola Gómez Puerta - Coordinadora de Políticas Públicas

Revisión de contenidos Agencia de Renovación del Territorio - ART:

Diana Téllez Delgado - Coordinadora enfoque diferencial de género - Mujer Rural.


Dirección general Agencia de renovación del territorio ART/Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO.
María Clara Pardo: Asesora - Dirección de intervención en el territorio

Edición, Diseño e Impresión

Claudía Andrea Valencia Sánchez - Comunicaciones Rimisp Colombia

Diseño
Sergio Andrés Solarte Cabrera

Impresión
Gráficas Ricaurte

Con el apoyo de:


Este documento es posible gracias al apoyo de la Embajada de Suecia y del pueblo de
Estado Unidos a través de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional
(USAID). Los contenidos son responsabilidad del Centro Latinoamericano para el Desarrollo
Rural - RIMISP y de ONU Mujeres y no reflejan necesariamente las opiniones de USAID o
del Gobierno de los Estados Unidos

Derechos Reservados © Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el


Empoderamiento de las Mujeres, ONU Mujeres, Centro Latinoamericano para el desarrollo
Rural-RIMISP, Agencia de Renovación del Territorio, ART 2017.

Bogotá D.C. 2017


TABLA DE
CONTENIDOS

Presentación Pag. 6

1. Mujeres y desarrollo territorial Pag. 7

2. Enfoque de género en el Acuerdo


Final: Garantías y obligaciones del
Estado colombiano frente a las mujeres Pag. 14

3. Desafíos para la igualdad de género


según los pilares PDET Pag. 18

4. Consideraciones para la
participación de las mujeres y sus
organizaciones en las instancias de
planeación participativa Pag. 38

Referencias Pag. 48
PRESENTACIÓN
Esta publicación ha sido elaborada por Rimisp- Centro Latinoamerica-
no para el Desarrollo Rural, en conjunto con ONU Mujeres y la Agencia
de Renovación del Territorio, para apoyar la incorporación del enfoque
de género en la implementación de los Programas de Desarrollo con
Enfoque Territorial (PDET) desde un enfoque de género. En particular,
esta cartilla busca facilitar la comprensión de las desigualdades de
género que enfrentan las mujeres en los distintos territorios para ejer-
cer su derecho a la participación y que podrían limitar que aquellas se
beneficien de manera equitativa del Acuerdo Final.

La cartilla desarrolla conceptos y propone preguntas para que las


personas que se encuentran en los territorios puedan realizar un
análisis acerca de la situación de las mujeres que considere el con-
texto particular de cada una de las zonas en las que se desarrollan
los PDET, identificando barreras para su participación, y los recursos
con que cuentan las mujeres y sus organizaciones para participar
plenamente en el desarrollo de los PDET en sus distintos niveles.

En la primera sección, se desarrollan conceptos clave en la discu-


sión de género, y se abordan las barreras que limitan la participación
de las mujeres en espacios de planeación. En el segundo capítulo,
se analiza el enfoque de género establecido en el Acuerdo Final y
los lineamientos establecidos para los PDET. En la tercera sección se
describen los ocho ejes temáticos (pilares) alrededor de los cuáles se
concentrarán los procesos de planeación participativa, se analizan
las inequidades de género por cada uno de ellos y se proponen pre-
guntas para identificar cómo se expresan esas desigualdades en los
distintos territorios priorizados. Finalmente, en el cuarto capítulo, se
revisa la ruta de planeación de los PDET y se sugieren acciones en
cada uno de los niveles para asegurar la participación plena y efecti-
va de las mujeres y sus organizaciones.

6
Esperamos que este material sea de utilidad para quienes se encuen-
tran trabajando en los territorios por el logro de un país más justo,
equitativo y en paz.

1. MUJERES Y DESARROLLO
TERRITORIAL
Las mujeres constituyen el 51% de la población en Colombia y un
48% de la población que habita en áreas rurales dispersas (DANE,
2014). A pesar de su importante presencia y contribución al desa-
rrollo del país, las mujeres en Colombia no se han beneficiado en
igual medida que los hombres de los avances en bienestar y calidad
de vida, lo cual se observa en las persistentes brechas entre ambos
grupos en distintas dimensiones del desarrollo.

Las desigualdades de género se basan en las creencias sobre el rol


que debe desempeñar la mujer y el hombre en las esferas políticas,
económicas y sociales. En general, el rol de la mujer se asocia a todas
aquellas tareas vinculadas al espacio doméstico y de cuidado, tales
como la alimentación, la salud de las personas, la educación de niñas
y niños, y el cuidado en general de personas dependientes. En con-
traposición, las mujeres han estado sub representadas en el espacio
público, en el acceso a bienes y servicios sociales, en la toma de de-
cisiones sobre desarrollo local, en las instancias de participación po-
lítica, en las organizaciones y coaliciones locales. Esto ha provocado
que la visión, los intereses, y las ideas de las mujeres queden ausen-
tes, más aún en las zonas rurales, generando un desarrollo territorial
desequilibrado y sesgado.

7
Conceptos clave

Sexo: se refiere al conjunto de características biológicas que permi-


ten distinguir si una persona es mujer, hombre o intersexual (ONU
Mujeres, 2017).

Género: el género se refiere a los roles, comportamientos, activi-


dades y atributos que una sociedad determinada en una época de-
terminada considera apropiados para los hombres y las mujeres.
El género determina qué se espera, qué se permite y qué se valora
en una mujer o en un hombre en un contexto determinado, lo cual
varía de lugar en lugar y también en distintos momentos históricos
(ONU Mujeres, 2017).

Por ejemplo, hace 60 años en Colombia se consideraba que las mu-


jeres no debían participar en política, y se les estaba negado el de-
recho al voto. Hoy en día no solo pueden votar, también hay mujeres
ocupando altos cargos públicos y de elección popular.

Desigualdades y brechas de género: se refiere a las desventajas que


enfrentan las mujeres por razón de su sexo, y que las mantiene
en una situación de mayor precariedad frente a los hombres. Estas
desigualdades se expresan en brechas en distintos ámbitos de la
vida económica, política y social. Por ejemplo, a nivel mundial, las
mujeres ganan en promedio un 23% menos que los hombres y, en
los países en desarrollo, el 75% de los trabajos que ocupan per-
tenecen a sectores informales o están desprotegidos. En junio de
2016, tan solo el 22% de todos los representantes parlamentarios
eran mujeres (Oxfam, 2016).

También en los distintos territorios del país se pueden ver estas des-
igualdades entre hombres y mujeres. Sin embargo, dependiendo del

8
lugar, su cultura, la composición poblacional, el nivel de ruralidad, en-
tre otras características, esas desigualdades pueden ser más amplias y
profundas. Observar las desigualdades de género desde un enfoque te-
rritorial implica entender el modo en que las desigualdades en el acce-
so a oportunidades y derechos entre hombres y mujeres se expresan en
los distintos territorios, restringen la calidad de vida de las mujeres y
afectan las oportunidades de desarrollo de las localidades (Paulson &
Equipo Lund, 2011). En este sentido, ciertas configuraciones territoria-
les van a favorecer o restringir dinámicas de inclusión para las mujeres,
que a su vez van a abrir o cerrar oportunidades de desarrollo territorial.

Por ejemplo, territorios donde solo existen oportunidades laborales


de calidad para los hombres y/o que excluyen a las mujeres (mine-
ría, construcción, actividades extractivas en general) o las sitúan solo en
actividades extensivas a lo doméstico (trabajadoras domésticas, cocina,
limpieza) difícilmente van a generar dinámicas de igualdad entre los
géneros. En cambio, en territorios donde la estructura productiva consi-
dera el trabajo de las mujeres como un recurso valioso y/o donde ellas
constituyen un actor económico importante (agricultura, artesanía, turis-
mo), es más probable que las brechas entre hombres y mujeres se acor-
ten, no solo en lo económico sino en lo político y social (Paulson, 2013).

En la misma línea, en los territorios donde existen políticas locales


o iniciativas de igualdad de género se pueden modificar dinámicas
territoriales en favor de la igualdad entre hombres y mujeres, frente a
territorios donde las autoridades locales no están sensibilizadas con
el tema o desarrollan programas que reproducen estereotipos sobre
las mujeres. En esta línea se observa que los programas de capacita-
ción que ofrecen los gobiernos locales para mujeres, pocas veces se
promueve que las mujeres aprendan de maquinaria pesada, plome-
ría, mecánica, oficios que tienen una mejor salida laboral y ofrecen
mejores oportunidades económicas. Estas acciones reproducen los
estereotipos pues encasillan a las mujeres en actividades similares al
trabajo doméstico que además son mal remuneradas (Rimisp, 2015).

9
Por otro lado, la presencia de redes y agrupaciones de mujeres en
los territorios es fundamental para generar dinámicas favorables a la
igualdad de género (Rimisp, 2015; Cortínez, 2016). Cuando las muje-
res se asocian les es más fácil aparecer en el espacio público con sus
demandas e incidir en el desarrollo local, así como iniciar actividades
productivas y beneficiarse de programas y servicios públicos. En este
sentido, potenciar el empoderamiento colectivo de las mujeres impac-
ta no solo en reducir brechas de género, sino que también posibilita un
desarrollo territorial diverso económicamente e inclusivo socialmente.

Finalmente, los elementos culturales propios de un territorio pueden


ampliar o disminuir las brechas entre los géneros. La violencia, las con-
ductas machistas, y en general el grado de rigidez de los roles y relacio-
nes entre hombres y mujeres puede hacer la diferencia entre un terri-
torio y otro.

En síntesis, la igualdad de género no depende de las mujeres y sus


capacidades individuales, sino también de las características de los
territorios donde ellas habitan. Las estructuras productivas, las ins-
tituciones, la cultura y las organizaciones de un territorio inciden en
que estas brechas entre hombres y mujeres en lo económico, político
y social se amplíen o se reduzcan.

Enfoque interseccional

Aunque todas las mujeres de alguna u otra manera sufren discri-


minación de género, existen otros factores como la raza, la edad, la
etnicidad, el idioma, la orientación sexual, la clase socioeconómica,
la cultura, la localización geográfica, que al combinarse amplían la
discriminación dada por ser mujer e influyen sobre el acceso que se
pueda tener a derechos y oportunidades (AWID, 2008). Por ejemplo,
una mujer mestiza, de una gran ciudad y de clase alta va a tener más

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posibilidades de vivir con bienestar que una mujer indígena rural pobre
que habita en un territorio en conflicto. De este modo, al sumarse las dis-
criminaciones se amplían las brechas de desigualdad no solo entre hom-
bres y mujeres si no entre distintos grupos de mujeres: mujeres mestizas
frente a mujeres afrodescendientes; mujeres urbanas frente a mujeres
rurales; mujeres indígenas frente a mujeres no indígenas. A esta mirada
integrada de las discriminaciones se le ha llamado enfoque interseccional
y tiene como objetivo exponer los diferentes tipos de discriminación y des-
ventaja que se dan como consecuencia de la combinación de identidades.

Mujeres, participación y planeación territorial

La participación de las mujeres en la planeación territorial es crucial


para visibilizar su aporte e incidir con sus visiones en la construcción
de territorios, instituciones y políticas más representativas e inclusi-
vas. Si bien, la presencia de las mujeres en las esferas de la familia,
el hogar y la comunidad es fundamental en todos los territorios, no
sucede lo mismo en los asuntos que tienen que ver con el trabajo, la
economía y las definiciones más estratégicas del desarrollo.

El trabajo de las mujeres suele ser invisible: en todas partes del


mundo las mujeres realizan una gran cantidad de trabajo que no
es considerado como tal porque no es remunerado y/o no se tran-
sa en el mercado. Dentro de esta categoría cabe gran parte del
trabajo doméstico y el cuidado de personas, la ganadería y agri-
cultura de traspatio, entre otras. Otras veces las mujeres trabajan
con sus esposos o compañeros permanentes pero son considera-
das como “ayudantes”, aunque trabajen la misma cantidad de ho-
ras. Esta invisibilidad se amplifica para las mujeres rurales donde
el límite entre el trabajo productivo y reproductivo es más difuso.

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Diversas investigaciones acerca de la participación política de las mu-
jeres en América Latina (Ranaboldo y Solana, 2008; Cliche et al., 2015)
evidencian que las mujeres, en el espacio local, se relacionan con menos
instituciones y organizaciones, o se vinculan con aquellas desde su rol de
cuidado doméstico, y están aisladas de los principales procesos de toma
de decisiones, a partir de lo cual les es difícil incidir con sus visiones en
el desarrollo del territorio, abrir oportunidades y beneficiarse de aque-
llo. Esta menor participación se encuentra cruzada por desigualdades
estructurales tales como la menor propiedad de activos, la invisibilidad
del trabajo que realizan y la sobrevaloración del trabajo remunerado
sobre el trabajo doméstico y de cuidados, que directa o indirectamente
generan la exclusión de las mujeres de los espacios de decisión.

Por ejemplo, en muchos territorios la participación en las organiza-


ciones productivas está limitada para quienes tienen la propiedad de
la tierra, en su mayoría hombres, quienes son dueños por herencia o
simplemente por tener más posibilidades de comprar en el mercado.
Sin embargo, muchas mujeres son trabajadoras agrícolas sin ser due-
ñas de la tierra o de otros activos productivos.

Asimismo, las mujeres tienen más dificultades para participar de or-


ganizaciones o instancias decisorias porque cargan con el peso del
trabajo familiar. La ausencia de las mujeres de estas instancias va
consolidando una visión sesgada del desarrollo territorial, donde el
protagonismo recae en un grupo particular, que toma las decisiones,
promoviendo sus intereses y cierto tipo de actividades.

Junto a esto, la presencia mayoritaria masculina en los cargos eje-


cutivos a nivel local “permite aseverar que los hombres participan
decisivamente del diseño y la instrumentación de políticas públicas y
gozan de un mayor acceso a los recursos derivados del poder político
territorial. Esto es problemático dado que los cargos subnacionales
han ganado niveles de autoridad política y autonomía fiscal sin pre-
cedentes históricos en la región” (CEPAL, 2016, p.135).

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La evidencia señalada previamente da cuenta de la necesidad de
incorporar el enfoque de género en los procesos participativos de
planeación territorial. De lo contrario, iniciativas como los PDET se-
guirán reproduciendo las desigualdades pre- existentes, relegando a
las mujeres a incidir sobre los temas relacionados a lo doméstico, y
generando aún más limitaciones para que se beneficien en igualdad
de condiciones del desarrollo territorial y de la inversión del Estado.

En este escenario, la planificación territorial con perspectiva de género


debe reconocer las brechas, barreras y desigualdades de género y su ex-
presión territorial para desarrollar estrategias que apunten a un desarro-
llo territorial balanceado entre los diversos actores, que mejoren el posi-
cionamiento de las mujeres como colectivo y de otros actores excluidos.

Barreras e inequidades que limitan la participación de las mujeres


en el desarrollo territorial

• Estereotipos sobre los roles de las mujeres: pensar que la partici-


pación de las mujeres es relevante solo en ámbitos extensivos al
doméstico, como educación, salud, cuidados, pequeña agricultura.
• Invisibilidad del trabajo de las mujeres: no reconocer las múl-
tiples actividades económicas que realizan las mujeres impi-
de que estas sean sujetas de políticas de fomento o incluidas
en organizaciones de productores.
• Trabajo doméstico y de cuidados: gran parte del trabajo en el
hogar recae en las mujeres. Esto reduce el tiempo que ellas
pueden destinar a otras actividades.
• Menor acceso a educación y capacitación.
• Menor conocimiento de los mecanismos de participación ciudadana.
• Menor acceso a la propiedad de la tierra y a otros activos productivos.
• Poca valoración de los aportes y opiniones de las mujeres
• Menor representatividad en cargos públicos de elección popular.

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2. ENFOQUE DE GÉNERO
EN EL ACUERDO FINAL:
GARANTÍAS Y OBLIGACIONES
DEL ESTADO COLOMBIANO
FRENTE A LAS MUJERES
La incorporación del enfoque de género de manera transversal en el
Acuerdo Final constituye un hecho histórico en las negociaciones de Paz
en el mundo, así como una oportunidad de promover la participación
plena y efectiva de las mujeres en los procesos de implementación.

La incorporación del enfoque de género en el Acuerdo implica el re-


conocimiento de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres
y de las distintas circunstancias que enfrentan cada uno, especial-
mente las mujeres. El Acuerdo reconoce que “las mujeres enfrentan
mayores barreras sociales e institucionales para el ejercicio de la
participación política como consecuencia de profundas discrimina-
ciones y desigualdades, así como de condiciones estructurales de ex-
clusión y subordinación, lo que genera mayores retos para garantizar
su derecho a la participación” (OACP, 2016, p.35).

Entre las barreras, se encuentran aquellas relacionadas con:

1. El trabajo doméstico y de cuidados, su desigual distribución y su


no reconocimiento como trabajo.

2. La exclusión histórica de los espacios de poder y esferas de decisión.

3. El menor acceso a redes y la desigual distribución de los recursos.

14
4. La falta de formación de las mujeres y sus organizaciones para la
participación e incidencia política.

5. La resistencia a incluirlas como sujetas activas y necesarias en la


creación de políticas, basadas en estereotipos que las anulan, las
invisibilizan o las sitúan solo como víctimas o agentes pasivos.

6. La violencia de género y el impacto desproporcionado del conflic-


to sobre las mujeres.

Ante esta constatación, se plantea la necesidad de incorporar medi-


das afirmativas en todos los puntos del Acuerdo y en las iniciativas
que se lleven a cabo, es decir, llevar a cabo esfuerzos adicionales y
acciones específicas para asegurar que las mujeres participen y se
beneficien plenamente del Acuerdo Final.

El Acuerdo también reconoce que la situación y condición de las


mujeres, y las barreras que enfrentan para la participación, varían
según sus contextos y particularidades, por lo que resulta clave ana-
lizar tales procesos desde un enfoque interseccional que visibilice
la diversidad de experiencias y roles de las mujeres en el conflicto
(como víctimas, combatientes, desplazadas, entre otros), así como
otras causas de discriminación como raza, etnia, clase, edad y te-
rritorio. Esto implica que en la implementación se debe aplicar el
enfoque diferencial, es decir que las acciones que se ejecuten se
ajusten y respondan a las características diversas de las mujeres en
cada territorio y de acuerdo con cada población.

En esta línea, el Acuerdo estableció que la realización de los PDET


debe contemplar mecanismos especiales y afirmativos, con el fin de
incorporar la perspectiva de género con énfasis en la mujer rural
(OACP, 2016: p.,2), y enfatiza la relevancia de incluir a las organizacio-
nes de mujeres rurales, para que sean actores de primera línea de la
transformación estructural del campo (OACP, 2016, p.22),

15
Finalmente, para contribuir a garantizar el enfoque de género en la
implementación del Acuerdo Final se crea una Instancia Especial
conformada por representantes de seis (6) organizaciones de muje-
res colombianas nacionales y territoriales que tendrá interlocución
permanente con la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación
a la Implementación del Acuerdo Final (CSIVI).

Lineamientos transversales para garantizar la equidad de género


en la implementación del Acuerdo Final

• Ampliar y garantizar la representatividad equilibrada de las


mujeres y sus organizaciones.
• Adoptar medidas específicas y diferenciadas para la participa-
ción plena y efectiva de las mujeres y sus organizaciones.
• Incorporar acciones afirmativas que garanticen la participación
efectiva de las mujeres en los diferentes espacios de represen-
tación política y social.
• Visibilizar las mujeres rurales, sus aportes, necesidades y posi-
bilidades de desarrollo.
• Garantizar el posicionamiento territorial de las mujeres rurales
y sus organizaciones.
• Promover el empoderamiento y liderazgo individual/ colectivo
de las mujeres en los proyectos productivos, de reactivación
económica ambientales y forestales.

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Enfoque de género en los PDET

• Procesos de convocatoria, asistencia y delegación amplios y re-


presentativos.
• Apoyo a la participación cualificada e informada en cada uno de
los niveles PDET.
• Identificación de la oferta y aliados estratégicos de la temática
mujer rural en las 16 regiones.
• Visibilización de la situación específica de las mujeres rurales en
el Plan de Acción para la Transformación Regional - PATR y sus
insumos.
• Visibilización de las mujeres rurales, sus aportes, necesidades y
posibilidades de desarrollo en cada uno de los pilares.
• Inclusión de necesidades, iniciativas y proyectos en cada pilar
con clave de género.
• Promoción de delegaciones representativas del territorio con
base en criterio de equidad.

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3. DESAFÍOS PARA LA
IGUALDAD DE GÉNERO
SEGÚN LOS PILARES PDET

Pilar 1: Ordenamiento social de la propiedad rural y


uso del suelo

Corresponde al conjunto de procesos, reglas y acciones


para organizar las dinámicas alrededor de la propiedad
de la tierra. Busca su distribución equitativa y protección jurídica, a partir de
la promoción del acceso equitativo, su formalización, restitución y la admi-
nistración de los predios rurales.

En el primer punto del Acuerdo se plantea que las mujeres “tienen ac-
ceso en condiciones de igualdad con respecto a los hombres a la pro-
piedad de la tierra y proyectos productivos, opciones de financiamiento,
infraestructura, servicios técnicos y formación, entre otros; atendiendo
las condiciones sociales e institucionales que han impedido a las muje-
res acceder a activos productivos y bienes públicos y sociales”.

Esta declaración es clave pues existe una brecha histórica entre


hombres y mujeres rurales en el acceso y formalización de la propie-
dad de la tierra, así como en el tamaño de la propiedad que hombres
y mujeres detentan. La información sobre la tenencia indica que el
65% de los derechos sobre tierras protegidas de población en ries-
go o situación de desplazamiento, entre 2003 y 2010, corresponde
a hombres, frente al 33% que corresponden a mujeres. De estas, el
26,1% son propietarias, el 42,4% poseedoras, el 18,7% ocupantes y el
9,4% tenedoras que solicitaron protección en forma individual. Esto
evidencia una gran brecha en la propiedad de la tierra entre hombres

18
y mujeres, así como un alto grado de informalidad en la tenencia de
la tierra entre las mujeres (CONPES, 2013).

Respecto del tamaño de las tierras, el 74% de las mujeres pertenecientes


a la zona rural dispersa son responsables de Unidades Productoras Agro-
pecuarias en las 16 subregiones priorizadas por los PDET se concentran
en terrenos pequeños, de menos de 5 hectáreas, frente a un 57% de los
hombres, lo que también da cuenta de la brecha de género en este ámbito.

Tamaño de las Unidades de Producción Agropecuaria según sexo del


responsable de la producción

3% 6%
2% 5%
12% 20% 1% De 50 a < 100 HA.
De 50 a < 100 HA.
De 100 a < 500 HA.
De 100 a < 500 HA
De 500 a < 1000 HA.
< 5 HA.
< 5 HA.
9% De 5 a < 10 HA. 11%
74% 57% De 5 a < 10 HA.
De 10 a < 50 HA.
De 10 a < 50 HA.

PDET - UPA con responsables de PDET - UPA con responsables de


la producción solo mujeres la producción solo hombres
Fuente: Elaboración propia con base en Censo Nacional Agropecuario, 2014

Esta brecha se basa sobre prácticas de exclusión de las mujeres en


relación con la tenencia de la tierra, entre ellas por ejemplo las prác-
ticas de transmisión de la herencia que favorecen la sucesión para el
hijo varón, o el sesgo masculino en los mismos programas estatales
de distribución de tierras y en el mercado de tierras.

Promover y facilitar el acceso de las mujeres rurales a la propiedad de


la tierra es clave para reducir desigualdades de género. Ser propieta-

19
rias visibiliza su rol como productoras, generando el reconocimiento
social de su trabajo agrícola y facilitando su participación en organiza-
ciones productivas. Asimismo, detentar la tierra les permite ser sujetas
de políticas de fomento productivo, crédito, tecnología, entre otras.

De la misma manera, avanzar en la propiedad de la tierra de las mu-


jeres rurales es clave para el desarrollo territorial. La mayor parti-
cipación de las mujeres en la economía genera trayectorias de de-
sarrollo más diversas, inclusivas y sostenibles pues amplía la gama
de actividades económicas del territorio y propicia la participación,
reconocimiento y valorización de otros actores marginados.

Círculo virtuoso entre acceso a la tierra de las mujeres rurales


y desarrollo territorial

Beneficios de favorecer el acceso de


las mujeres rurales a la tierra

IGUALDAD DE GÉNERO DESARROLLO TERRITORIAL

Visibiliza su rol como productoras Diversifica la economía territorial

Incrementa autonomía económica Valorización de recursos naturales y


culturales
Facilita su participación social
en el territorio Inclusión de otros actores territoriales

Sujetas de políticas de fomento productivo

20
En relación a este pilar se deben tener presentes en el diagnóstico
y en el levantamiento de información en las instancias veredales,
municipales y regionales los siguientes aspectos:

Diagnóstico

• Identificar necesidades y demandas específicas de las muje-


res rurales.
• Identificar las brechas de género en la propiedad de la tierra.

Preguntas clave para el levantamiento de información en instancias


(veredales, municipales y/o subregionales)

• ¿Qué barreras específicas enfrentan las mujeres rurales


a la formalización, acceso, administración y/o restitución
de la tierra?
• ¿Se identifican condiciones que generan mayores brechas o
barreras? Por ejemplo: ¿Hace diferencias ser mujer rural con
pertenencia étnica, o de origen afrodescendiente? ¿Hace di-
ferencia la edad, o el territorio en estas inequidades?
• ¿Se observan municipios donde estas brechas y barreras
de género son más importantes, de modo de priorizar ac-
ciones en aquellos?
• ¿Se observan conflictos sobre la propiedad de tierra y el
uso del suelo en el territorio? ¿Se identifican conflictos
específicos según género?

Pilar 2: Infraestructura y adecuación de tierras

Comprende la infraestructura física básica (vías, co-


nexión a energía y a internet) y la infraestructura de
producción, comercialización, riego y drenaje para las
actividades agropecuarias. Busca crear los medios productivos y la tec-
nología para que la economía agrícola sea rentable y sostenible; así

21
como para alcanzar el bienestar de la población rural y la disminución
de las diferencias en la calidad de vida entre el campo y la ciudad.

Las mujeres rurales ven afectada su disponibilidad de tiempo por la


falta de infraestructura, y con ello sus posibilidades de generar in-
gresos complementarios. Ellas pagan un alto costo en términos del
tiempo que tienen que dedicar a conseguir agua para uso doméstico
y agrícola, procesar y comercializar alimentos y otros productos, agrí-
colas o no, recoger leña y acceder a servicios de salud para sí mismas
y sus familias (FAO, 2010).

En los temas asociados a infraestructura las necesidades especí-


ficas de las mujeres suelen quedar invisibilizadas, ya sea por su
ausencia en los espacios de discusión, por falta de conocimiento
técnico, o porque simplemente se cree que sus intereses son re-
presentados por sus parejas.

Una planificación y provisión de infraestructura que toma en con-


sideración las demandas, intereses e ideas de las mujeres rurales
puede mejorar considerablemente su calidad de vida. Considerando
la relevancia de la infraestructura para el desarrollo territorial, es
necesario que este pilar considere las demandas específicas y los
intereses de las mujeres rurales, para que las inversiones que se
hagan en el marco de los PATR ayuden a avanzar hacia la igualdad
y a mejorar la calidad de vida de las mujeres rurales.

Diagnóstico

• Identificar las brechas de género en el acceso a infraestructura.


• Identificar déficits específicos para las mujeres rurales, in-
dígenas y afrodescendientes en infraestructura de riego.

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Preguntas clave para el levantamiento de información en instancias
(veredales, municipales y/o subregionales)
• ¿Cuáles son las necesidades y demandas específicas que
tienen las mujeres rurales en infraestructura?
• ¿Cuáles son las diferencias de intereses y prioridades entre
hombres y mujeres en materia de inversión en infraestructura?
• ¿Cuáles son las rutas prioritarias de comercialización para
los distintos actores territoriales- específicamente las mu-
jeres? ¿Existen necesidades específicas de las mujeres ru-
rales, mujeres indígenas, mujeres afrodescendientes?
• ¿Cuáles son las prioridades de las mujeres rurales en las
acciones e iniciativas para mejorar el estado de las vías?

Pilar 3: Salud rural

Integra las medidas y acciones que, reflejando las


realidades de los pobladores del campo, lleven a
los habitantes del territorio a un estado de com-
pleto bienestar físico, mental y social. Integra tanto el acceso como la
calidad de los servicios de salud en zonas rurales del país.

La deficiencia de infraestructura y servicios de salud rural afecta es-


pecialmente a las mujeres. En primer lugar, son las mujeres quienes
mayoritariamente se hacen cargo de los cuidados y la salud de niños/
as y personas mayores, así como de personas dependientes o enfer-
mas. Esto implica sin duda una sobre carga de trabajo y reducción del
tiempo disponible, aún más si estos servicios no están al alcance.

Por otro lado, las mujeres rurales acceden en menor medida a ser-
vicios de salud sexual y reproductiva de calidad y de intervenciones
oportunas, así como a cuidados pre y post natales. Producto de esto,
el embarazo adolescente sigue siendo una problemática más fre-
cuente en las zonas rurales que urbanas y la violencia contra la mu-
jer es una problemática oculta, donde se enfrentan más dificultades

23
para denunciar y acceder a servicios de salud mental.

Las cifras señalan que 1 de cada 5 mujeres (19,5%) entre 15 a 19


años ya es madre o está embarazada, lo cual es más acentuado entre
las mujeres de zona rural (26,7%), sin educación (55%), y de menor
nivel de riqueza (29,5%), que en aquellas que habitan en la zona ur-
bana (17,3%), tienen educación superior (10,5%) o están en el mayor
nivel de riqueza (7,4%) (De Cero a Siempre, 2013, p.19).

Tal como señala el Acuerdo Final, la implementación de acciones en este


pilar “debe considerar un enfoque diferencial y de género, que tenga en
cuenta los requerimientos en salud para las mujeres de acuerdo a su ci-
clo vital, incluyendo medidas en materia de salud sexual y reproductiva,
atención psicosocial y medidas especiales para mujeres gestantes y los
niños y niñas, en la prevención, promoción y atención en salud”.

Diagnóstico

• Identificación cobertura en salud sexual y reproductiva.


• Identificación tasa de embarazo adolescente.
• Afiliación al sistema de salud: cobertura en salud según
sexo, etnia, raza y edad.

Preguntas clave para el levantamiento de información en instancias


(veredales, municipales y/o subregionales)

• ¿Qué barreras de acceso y atención a los servicios de sa-


lud se identifican según sexo y edad? (demora en aten-
ción, distancia al centro de salud más cercano, distancia al
hospital, no afiliación al sistema, costos de acceso, centros
de salud no cuentan con personal o equipos).
• ¿Cuáles son las necesidades y demandas de atención en
salud sexual y reproductiva?
• ¿Cuáles son las necesidades y demandas de las mujeres

24
rurales en acceso, atención y trato en salud? ¿Existen ne-
cesidades específicas de las mujeres rurales, mujeres in-
dígenas, mujeres afrodescendientes?
• ¿Qué prioridades de salud de la comunidad se identifican?
¿Cuáles son las diferentes prioridades dependiendo del
sexo y la edad?
• ¿Qué acciones comunitarias se han realizado en temas de salud?
• ¿Cuáles son las prácticas culturales para la provisión de
salud? ¿Qué rol cumplen las mujeres en ello?

Pilar 4: Educación rural y primera infancia rural

Se refiere a las medidas y acciones que permitan brin-


dar atención integral a la primera infancia, garantizar
la cobertura, la calidad y la pertinencia de la educación
y erradicar el analfabetismo en las áreas rurales; así como promover la
permanencia productiva de los y las jóvenes en el campo, y acercar las
instituciones académicas regionales a la construcción del desarrollo rural.

Si bien el acceso a educación de las mujeres rurales ha ido en au-


mento, aún persisten brechas importantes. La distancia geográfica
respecto de los principales centros educativos, sumado a las muchas
horas de trabajo en la casa o el tiempo que emplean para el cui-
dado de algún familiar, constituyen barreras para que las mujeres
completen niveles de educación media superior, y más aún de estu-
dios técnicos, tecnológicos o profesionales. Asimismo, el embarazo
adolescente se presenta como una barrera para la culminación de
los estudios de las mujeres en general, y esto se acrecienta para las
mujeres rurales quienes tienen menor acceso a servicios de cuidado
para sus hijos.

A esto se suma que los programas de formación para el trabajo son


diseñados a partir de los estereotipos asociados a las mujeres, li-
mitando su desempeño en campos mejor remunerados. Estos roles

25
también determinan la poca participación de las mujeres en profe-
siones tradicionalmente no femeninas, lo que genera discriminación
laboral y salarial (CONPES, 2013).

Finalmente, son las mujeres quienes por lo general se hacen cargo


de la educación de los hijos/as y todos lo que aquello implica. Por lo
tanto, inversiones en educación impactarán directamente en dismi-
nuir la carga de trabajo de cuidado de las mujeres rurales.

Diagnóstico

• Niveles de educación de la población adulta según sexo,


edad y territorio.
• Análisis interseccional de brechas cruzadas: sexo, etnia, raza
• Años de escolaridad de la población según sexo, etnia,
raza, edad, territorio.
• Tasa de analfabetismo de la población según sexo, etnia,
raza y edad, territorio.
• Tasa de acceso a la educación superior según sexo, etnia,
raza y territorio.

Preguntas clave para el levantamiento de información en instancias


(veredales, municipales y/o subregionales)

• ¿Cuáles son las necesidades específicas de las mujeres


rurales para ingresar y permanecer en programas de alfa-
betización y nivelación de estudios?
• ¿Se identifica la existencia de programas de apoyo a la
finalización de estudios para madres adolescentes?
• ¿Cuáles son las necesidades insatisfechas de las mujeres ru-
rales para la garantía del acceso, la calidad, la permanencia,
la pertinencia y la adaptabilidad de la educación? ¿Existen
necesidades insatisfechas específicas para las mujeres rura-
les, mujeres indígenas y mujeres afrodescendientes?

26
• ¿Qué estrategias desarrollan las mujeres rurales para resol-
ver las problemáticas de cuidado cuando están estudiando?

Pilar 5: Vivienda rural, agua potable y saneamiento


básico rural

Corresponde a las acciones para garantizar el derecho


a la vida digna, mediante el mejoramiento de la vivien-
da rural, la dotación de agua potable y el desarrollo de soluciones para
garantizar el saneamiento básico, como elemento fundamental para la
prevención primaria y la mejora de la salud de los habitantes rurales.

Las acciones e iniciativas en este pilar deben dirigirse a ampliar la co-


bertura en acueducto y alcantarillado para garantizar el acceso de la po-
blación rural a agua potable bajo condiciones de calidad y suficiencia; y
mejorar las condiciones de habitabilidad. Es un ámbito estratégico para
las mujeres rurales, entendiendo que son ellas quienes invierten mayor
tiempo en la salud y alimentación del núcleo familiar.

En Colombia se estima que casi la mitad de las mujeres rurales no


tienen cobertura de agua potable y saneamiento. Para el caso de las
mujeres afrodescendientes e indígenas la situación es más crítica:
3 de 4 habitantes del Pacífico carecen en absoluto de cobertura de
agua potable y saneamiento, o los que existen se encuentran por
debajo de los mínimos aceptables (AECID, 2017).

En algunas zonas del país, son las mujeres las encargadas de asegu-
rar el abastecimiento de agua para el consumo humano y uso domés-
tico, tarea en la que invierten mucho tiempo (CONPES, 2014), por lo
que inversiones en agua potable podrían aumentar la disponibilidad
de tiempo de las mujeres y con esto la posibilidad que puedan dedi-
car más tiempo a actividades remuneradas.

Este pilar requiere un especial foco en la situación de las mujeres cabeza


de familia quienes están en una situación de mayor vulnerabilidad.

27
Diagnóstico

• Acceso a vivienda de las mujeres rurales con especial foco


en aquellas mujeres jefas de hogar.
• Déficit de vivienda rural y déficit cualitativo, con énfasis
en las demandas de las mujeres rurales y mujeres jefas
de hogar.
• Nivel de cobertura de acueducto y alcantarillado rural se-
gún sexo del jefe de hogar.
• Niveles de calidad y potabilidad del agua según sexo del
jefe de hogar.

Preguntas clave para el levantamiento de información en instancias


(veredales, municipales y/o subregionales)

• ¿Cuáles son las necesidades y demandas de vivienda que


es posible visibilizar de las mujeres rurales, en especial de
las jefas de hogar?
• ¿Qué acciones se han desarrollado en el territorio para
incrementar la calidad de las viviendas?
• ¿Qué opiniones se levantan desde distintos grupos acerca
del déficit cualitativo de vivienda?
• ¿Cuáles son las propuestas e ideas de las mujeres para
solucionar los déficits en vivienda?
• ¿Cuáles son los usos principales que se les da al agua en
el caso de mujeres y en el caso de hombres?
• ¿En cuáles municipios las mujeres rurales señalan que
presentan más dificultades para acceder a agua potable?
• ¿Cuál es el nivel de conocimiento que manejan las mujeres
sobre proyectos y subsidios en vivienda y agua potable?
• ¿Cuáles son los territorios en los que debieran focalizarse
acciones?

28
Pilar 6: Reactivación económica y producción
agropecuaria

Se refiere a los procesos para establecer y/o restablecer


las condiciones territoriales que permitan el crecimiento
económico y el desarrollo humano de manera sostenible. Esto supone la
implementación de procesos que mejoren las condiciones para el funcio-
namiento, la productividad y la competitividad de los sectores y/o activi-
dades económicas, que, en los procesos de planeación participativa, sean
identificados como los que tienen mayor potencial en el territorio.

A nivel nacional, la brecha de participación laboral entre hombres y mujeres


es de 20 puntos porcentuales. Esta brecha se replica en todos los territorios
PDET con distintas magnitudes, como se observa en el siguiente gráfico.

Tasa de participación laboral según sexo


por departamento.

Elaboración propia con base en Censo Nacional Agropecuario, 2014.

Esta brecha en lo laboral se relaciona estrechamente con la distribu-


ción del trabajo no remunerado entre hombres y mujeres. Las muje-
res participan más en las actividades no remuneradas y dedican más
horas semanales a este tipo de trabajo que los hombres, lo que redu-
ce su tiempo disponible para participar en actividades remuneradas.
Esta situación se exacerba para las mujeres rurales, quienes dedican
en promedio más horas semanales al trabajo no remunerado (42,1
horas) que las mujeres urbanas (32,3).

29
Tiempo promedio semanal (horas) dedicado al trabajo no
remunerado, según sexo y zona geográfica en Colombia

42.1
32.3

17.6
14.1

Colombia 2012
Zona Zona Zona Zona
Urbana Rural Urbana Rural
Fuente: CEPAL, 2016

Las mujeres rurales juegan un rol clave en la producción agropecua-


ria y en el dinamismo económico de las zonas rurales. Su participa-
ción como mano de obra agrícola ha ido en aumento; de hecho, la
participación laboral de las mujeres rurales en América Latina creció
en 45% entre 1990-2010 (OIT, 2012).

El trabajo de las mujeres rurales se caracteriza por la pluriactividad


pues combinan simultánea o sucesivamente actividades agrícolas y
no agrícolas, trabajos temporales en distintos rubros, trabajo agrícola
familiar remunerado o no remunerado, además del trabajo doméstico.

Las estadísticas oficiales suelen ocultar gran parte del trabajo que reali-
zan las mujeres rurales como trabajadoras familiares no remuneradas o
productoras para el autoconsumo por la incapacidad de las encuestas de
captar tales actividades y de distinguirlas de las tareas del hogar.

De este modo, el desafío es visibilizar el trabajo que las mujeres ya rea-


lizan, y los conocimientos que ellas manejan, además de ampliar sus ca-
nales de influencia en la economía del territorio. Por otro lado, es nece-
sario reconocer el trabajo no remunerado y avanzar en distribuir la carga
del trabajo doméstico de modo más equitativo entre hombres y mujeres.

30
Diagnóstico

• Datos desagregados por sexo respecto a la propiedad de


activos productivos: tierra, capital, tecnología, capacita-
ción, crédito, asistencia técnica.
• Perfil de las principales actividades económicas en el mu-
nicipio según sexo.
• Uso del tiempo de las mujeres y de los hombres rurales:
trabajo remunerado, trabajo familiar no remunerado, tra-
bajo de cuidado.
• Tipos y principales fuentes de empleo de hombres y mujeres.
• Calidad del empleo (formal e informal) según sexo.
• Mapeo de las actividades productivas, activos y recursos
específicos que manejan las mujeres.

Preguntas clave para el levantamiento de información en instancias


(veredales, municipales y/o subregionales)

• ¿Cuáles son las principales actividades económicas y


agropecuarias que realizan las mujeres rurales?
• ¿Cuáles son las actividades no remuneradas que realizan
las mujeres rurales?
• ¿Qué redes o asociaciones de mujeres rurales productoras
existen en el territorio?
• ¿Qué barreras se identifican para el acceso de las mujeres
rurales a activos productivos? ¿Existe barreras específicas
según raza, etnia, edad?
• ¿Qué barreras se identifican relacionadas la organización
del trabajo doméstico y de cuidado?
• ¿Cuáles son las barreras de acceso a canales de comercia-
lización de las mujeres rurales?
• ¿Cuáles son las necesidades y demandas de las mujeres
rurales para fortalecer su rol en la economía local y en el
desarrollo agropecuario?

31
Pilar 7: Sistema para la garantía progresiva del derecho
a la alimentación

Integra las acciones para garantizar el derecho humano a


la alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada,
la erradicación del hambre y el fomento de la disponibilidad, el acceso y el
consumo de alimentos de calidad nutricional y en cantidad suficiente.

Este pilar es transversal a la Reforma Rural Integral, pues implica el in-


cremento progresivo de la producción de alimentos; la generación de
ingresos; y la creación de condiciones de bienestar mediante los planes
nacionales de acceso a tierras, infraestructura, riego, vivienda y agua po-
table, asistencia técnica y capacitación, mercadeo, crédito, la promoción
de formas asociativas basadas en la solidaridad y la cooperación, y de-
más planes establecidos en el Acuerdo Final.

Las mujeres y los hombres del entorno rural desempeñan diferentes funcio-
nes en la garantía de la seguridad alimentaria de sus familias y comunidades.
Mientras que los hombres se dedican principalmente a los cultivos en el
campo, las mujeres suelen ser responsables de cultivar y preparar la mayor
parte de los alimentos que se consumen en el hogar además de criar anima-
les menores que aportan proteínas. A nivel nacional en la zona rural dispersa,
el 57% de las mujeres responsables de Unidades Productivas Agrícolas (UPA)
reserva una parte para el autoconsumo. En los territorios PDET de la zona ru-
ral dispersa se replica esta tendencia con distintos niveles, siendo el Pacífico
Medio la región donde las mujeres destinan mayor proporción de sus culti-
vos al autoconsumo y Urabá Antioqueño donde dedican menos (OACP, 2014).

Porcentaje de UPA lideradas por mujeres según autoconsumo

20% 23%

57%

Elaboración propia con base32


en Censo Nacional Agropecuario, 2014.
Porcentaje de UPA lideradas por mujeres según
autoconsumo en el Pacífico Medio y Urabá Antioqueño

11% 10%
23%

44%

33%
79%

Pacifico Medio Urabá Antioqueño

Elaboración propia con base en Censo Nacional Agropecuario, 2014.

Por lo tanto, la mujer desempeña una función determinante en la


seguridad alimentaria, la diversidad alimentaria, así como en la salud
infantil. Pero las desigualdades de género en el control de los medios
de vida limitan la producción alimentaria de las mujeres, de hecho,
en promedio, sólo el 18% de las explotaciones agrícolas en América
Latina y el Caribe son manejadas por mujeres (FAO, 2017).

Por otro lado, las necesidades fisiológicas de las mujeres embara-


zadas y lactantes también las hacen más susceptibles de padecer
malnutrición y carencia de micronutrientes. El doble de mujeres que
hombres sufren desnutrición y las niñas tienen el doble de posibili-
dades que los niños de morir de desnutrición (FAO, 2017).

De este modo, identificar las acciones y recursos que hoy en día mo-
vilizan las mujeres para garantizar la Seguridad Alimentaria y Nutri-
cional (SAN) en sus familias, y las barreras que enfrentan para lograr-
lo, permitirá promover la seguridad alimentaria para todos. También
promover el involucramiento de otros actores en la Seguridad Ali-
mentaria y Nutricional puede generar una mejora sustantiva en la
disponibilidad de tiempo de las mujeres rurales y en la sobrecarga
de trabajo no remunerado que experimentan.

33
Diagnóstico:

• Análisis comparativo del estado nutricional de mujeres y


hombres.
• Análisis interseccional de brechas cruzadas en el estado
nutricional: sexo, etnia, raza, edad, territorio.
• Estado nutricional de mujeres gestantes y en período de
lactancia.
• Condiciones para asegurar la SAN para las mujeres jefas
de hogar.

Preguntas clave para el levantamiento de información en instancias


(veredales, municipales y/o subregionales).

• ¿Cuáles son las necesidades y demandas de las mujeres rura-


les para garantizar la SAN? ¿Qué necesidades y demandas son
propias de las mujeres gestantes y mujeres jefas de hogar?
• ¿Cuáles son las principales problemáticas y barreas que
enfrentan las mujeres para garantizar la SAN en sus fami-
lias? ¿Se identifican barreras particulares en el caso de las
mujeres indígenas y afrodescendientes?
• ¿Qué otros actores del territorio se vinculan con la SAN?
• ¿Qué estrategias y recursos movilizan las mujeres para ase-
gurar la Seguridad Alimentaria y Nutricional en sus familias?

Pilar 8: Reconciliación, convivencia y construcción de paz

Se trata del conjunto de medidas y acciones para ga-


rantizar la no repetición del conflicto armado y la erra-
dicación de la violencia como medio para tramitar los
conflictos. Esto incluye implementar medidas para la
reparación de las víctimas del conflicto armado.

Las experiencias de la guerra y los impactos que ha tenido en las perso-

34
nas son múltiples y diversas. Varía no solo según el género sino según
variables como la edad, la clase, la etnicidad, la raza, la procedencia re-
gional, entre otras. De este modo, las acciones orientadas hacia la cons-
trucción de paz deben considerar esta diversidad de experiencias y los
efectos distintos que ha tenido en distintos territorios y personas.

La participación con incidencia de las mujeres en los procesos de paz


resulta clave para asegurar la sustentabilidad de los acuerdos. Va-
rias investigaciones sobre acuerdos de paz en el mundo señalan que
cuando las mujeres han participado de estos procesos, han hecho
aportes relevantes en las negociaciones y la implementación de los
acuerdos finales. Además, la participación de las mujeres se relaciona
positivamente con el hecho de que los acuerdos sean alcanzados e
implementados (Coomaraswamy, 2015; Bouvier, 2016).

En este sentido, es necesario romper con los estereotipos en torno


a las mujeres en las narrativas históricas de la guerra que solo las
ubican como víctimas o figuras pasivas frente a los conflictos y ocul-
tan el rol relevante que han jugado en la mantención de la paz y la
resolución de los conflictos.

Diagnóstico:

• Indicadores de participación electoral a nivel municipal


según sexo.
• Relación de medidas de protección para mujeres y sus or-
ganizaciones en la región.
• Identificar diferencias en la participación a nivel veredal y
municipal según sexo, y etnia.
• Mapeo de las organizaciones que trabajan por el desarro-
llo de liderazgos de las mujeres y organizaciones que han
aportados a los procesos de paz y resoluciones de conflic-
tos en los territorios.

35
Preguntas clave para el levantamiento de información en instancias
(veredales, municipales y/o subregionales).

• ¿Cuáles son las principales problemáticas y barreras que


se identifican en la participación política y ciudadana de
las mujeres? ¿Se identifican barreras y brechas particu-
lares para mujeres rurales, mujeres indígenas y mujeres
afrodescendientes?
• ¿Cuáles son las acciones y estrategias desplegadas por mu-
jeres y sus organizaciones para la paz y la resolución de con-
flictos? ¿Qué roles han jugado las mujeres en estos procesos?

36
37
4. CONSIDERACIONES
PARA LA PARTICIPACIÓN
DE LAS MUJERES Y
SUS ORGANIZACIONES
EN LAS INSTANCIAS
DE PLANEACIÓN
PARTICIPATIVA
Como ya se ha mencionado, en Colombia las mujeres han tenido una
menor representación en los espacios públicos y han tenido mayores
restricciones para la participación política. Además, existen diferen-
tes barreras estructurales para la participación de las mujeres en los
espacios de planeación territorial y de toma de decisiones sobre el
desarrollo local. En este sentido, el Acuerdo Final hace un especial
énfasis en la superación de las brechas de género y en la necesidad
de garantizar la participación de las mujeres en su implementación.

El proceso de diseño y ejecución de los PDET es una


oportunidad para reducir las discriminaciones históricas
de las mujeres rurales, fortalecer su participación
ciudadana y equilibrar el desarrollo territorial, mediante
la inclusión de las ideas y propuestas de las mujeres y sus
organizaciones.

38
Por otra parte, la participación ciudadana en estos procesos es fun-
damental para lograr diagnósticos más cercanos a las realidades de
la población y planear actividades pertinentes para cada territorio.
En consecuencia con lo anterior, las entidades responsables de lide-
rar los procesos de los PDET, así como de la elaborar e implementar
lo establecido en el PATR, deben promover espacios, mecanismos y
condiciones mínimas para la participación de las mujeres.

Se espera que las acciones y líneas estratégicas que sean acordadas


en los PDET y en los PATR incluyan la perspectiva de las mujeres
rurales y acciones específicas para atender sus necesidades.

Teniendo en cuenta lo anterior, a continuación se proponen algunas


recomendaciones que los y las responsables de liderar los procesos
de planeación y futura implementación, deben considerar para ga-
rantizar la participación e incidencia de las mujeres y sus organiza-
ciones en la ruta de planeación participativa. Estas recomendaciones
se establecen para cada una de las instancias de participación, en los
niveles veredal, municipal y subregional; y consideran tres criterios
transversales a la participación:

• Reconocimiento de las mujeres y sus organizaciones. El


primer elemento para garantizar la participación de las
mujeres es que las y los actores territoriales reconozcan la
importancia de las mismas, y lleven a cabo medidas afir-
mativas para que las mujeres y sus organizaciones hagan
parte de los espacios de planeación.
• Participación plena y efectiva. Los mecanismos y espacios
de participación deben tener en cuenta condiciones es-
peciales que permitan superar las barreras y dificultades
de las mujeres para participar. También, se deben generar
ambientes que garanticen un peso equitativo y condicio-
nes de igualdad de la participación de las mujeres, res-
pecto a la de los hombres.

39
• Incidencia. La materialización del equilibrio de género
implica que las mujeres puedan influir efectivamente en
todos los escenarios en donde se tomen decisiones y en
general en todas las iniciativas que tengan impacto en el
desarrollo de sus vidas. También, deben diseñarse líneas
estratégicas y acciones y destinarse recursos para atender
sus necesidades específicas.

Recomendaciones transversales para garantizar la participación


de las mujeres y sus organizaciones en la ruta de planeación

• Verificar si se han incluido a las lideresas comunitarias y organi-


zaciones de mujeres más representativas.
• Incluir a las mujeres que representan a grupos étnicos y tener en
cuenta sus perspectivas y aportes, de acuerdo con sus prácticas,
conocimientos y visiones culturales; como parte de la garantía de
la participación de los pueblos y comunidades étnicas en todas
las etapas del diseño y ejecución de los PDET, lo que constituye
el mecanismo especial de consulta para su implementación.¹.
• Generar ambientes de confianza y equitativos, que permitan la
participación de las mujeres en igualdad de condiciones a las
de los hombres, donde se valoren las opiniones de todas y todos.
• Promover que las organizaciones de segundo nivel de mujeres,
es decir aquellas que reúnen a varias organizaciones con carac-
terísticas similares, elijan de manera democrática a sus repre-
sentantes para las sesiones técnicas.
• Usar e incluir en cada fase los insumos aportados por las mujeres.
• Verificar que los intereses y necesidades de las mujeres, expre-
sados en cada nivel de planeación, se incorporen en los pactos.

1. Las condiciones para garantizar el mecanismo especial de consulta para la implementación de los PDET, cuya realización
esté proyectada para hacerse en territorios de comunidades indígenas y afrocolombianas, se especifican en el artículo 12
del Decreto 893 de 2017.

40
• Sistematizar aquellas demandas de las mujeres y sus organiza-
ciones que no hayan sido priorizadas, para que sirvan de insumo
para posibles ajustes en los diferentes niveles de PDET o sean la
base de nuevas acciones requeridas en los instrumentos de pla-
neación y gestión pública de departamentos y municipios.
• Armonizar dentro del proceso PDET aquellos instrumentos pro-
pios o de planeación local que contengan información relevante
sobre las necesidades de las mujeres rurales y sobre proyectos y
acciones en curso.

4.1. Etapa de prealistamiento. Estrategia de relacionamiento territorial

En esta etapa se prepara el proceso de los PDET y se incorpora el enfoque


territorial, mediante la identificación del contexto de cada municipio o
sub-región, que permitirá establecer relaciones con los actores y actoras
estratégicos y orientar los procesos de planeación participativa.

Algunas de las acciones para promover la participación plena y efec-


tiva de las mujeres rurales en todo el proceso y favorecer su inciden-
cia en las decisiones que sean tomadas son:

• Realizar una identificación amplia de las organizaciones


de mujeres y de las lideresas presentes en el territorio,
para posteriormente convocarlas a los espacios de pla-
neación veredales, municipales y sub-regionales.
• Socializar el desarrollo del PDET con estas organizaciones
de mujeres y lideresas y tenerlas en cuenta para elaborar los
cronogramas de trabajo.
• Contar con el apoyo de las lideresas y organizaciones de mu-
jeres para recopilar información inicial sobre el contexto te-
rritorial y las necesidades específicas de las mujeres rurales.

41
• Identificar las entidades locales afines al enfoque de gé-
nero o que entre sus funciones prioricen acciones dirigi-
das a las mujeres rurales, incluyendo instituciones aca-
démicas, centros de investigación, ONG, organismos de
cooperación internacional, organizaciones de la sociedad
civil, entre otros. Posteriormente, con estas entidades se
podrán desarrollar alianzas y articulaciones efectivas, efi-
caces y cualificadas.

4.2. Etapa de construcción del Pacto Comunitario Integrador para la
transformación regional (PCTR) Nivel Veredal.

En esta etapa es muy importante lograr una amplia identi-


ficación de las mujeres, sus organizaciones y las lideresas
presentes en todas las veredas del municipio, para lograr una
convocatoria amplia y diversa de mujeres, que incluya la parti-
cipación de mujeres desde una mirada interseccional, es decir,
con condiciones cruzadas de exclusión.

Las acciones que pueden facilitar la participación de las muje-


res rurales en esta etapa son las siguientes:

• Identificar las organizaciones de mujeres y los diferentes


espacios geográficos del municipio, para que se convoque
a mujeres y organizaciones de todas las veredas.
• Involucrar a las y los actores de los gobiernos locales en
la identificación de las mujeres rurales que ejercen lide-
razgo en los territorios, para garantizar su convocatoria y
participación en los espacios de planeación.
• Usar para las convocatorias todos los medios de comunicación
local disponibles, que sean asequibles a las mujeres en los espa-
cios que frecuentan, como centros de salud, instituciones educa-
tivas, centros comunitarios, plazas de mercado, entre otros.
• Promover en los escenarios guarderías o espacios para el

42
cuidado de hijos, personas mayores o con necesidades de
atención especial por parte de terceros, para que las mu-
jeres puedan permanecer en las reuniones.
• Es recomendable concertar días y horarios de reunión fa-
vorables para las mujeres, en consecuencia, con sus res-
ponsabilidades laborales y familiares.
• Desarrollar metodologías participativas que puedan ser com-
prendidas por mujeres con niveles básicos o nulos de escolaridad.
• Sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de contar
con representantes del grupo motor pertenecientes a dife-
rentes grupos poblacionales, entre ellos mujeres campesi-
nas, afrodescendientes, indígenas o víctimas del conflicto.
• Identificar conflictos entre organizaciones de mujeres, o
con otras organizaciones, para diseñar estrategias de con-
certación pertinentes a cada territorio.
• Integrar a las entidades responsables de la defensa terri-
torial, para que garanticen la seguridad y bienestar de las
mujeres y sus lideresas comunitarias.
• Elaborar diagnósticos locales que reconozcan e incluyan
las necesidades y demandas específicas de las mujeres.
• Incluir las expectativas y opiniones de las mujeres de di-
ferentes grupos poblacionales en la construcción de la
visión compartida de los territorios, que constituye el eje
orientador de los PDET.
• Es recomendable que se desarrollen actividades para for-
talecer el conocimiento y las competencias de las mujeres
para la participación ciudadana y sobre la planeación es-
tratégica participativa.

4.3. Etapa de construcción del Pacto Municipal para la Transformación


Regional –PMTR- Nivel municipal

Las condiciones y acciones para la garantía de la participación de las


mujeres mencionadas en la etapa anterior, también aplican para los

43
espacios de participación mediante los cuales se elaborará el Pacto
Municipal para la Transformación Regional. Adicionalmente, pueden
agregarse las siguientes para esta etapa específica:

• Mantener un diálogo constante con las entidades aliadas


del municipio², para articular intervenciones o acciones
que garanticen el enfoque de género.
• Considerar en el diseño de los PMTR las iniciativas y necesi-
dades de las mujeres incluidas en los PCTR, así como las vi-
siones de desarrollo territorial que integren sus expectativas.
• Verificar que en el trabajo por pilar realizado en la preco-
misión municipal se hayan incluido lineamientos para las
mujeres rurales, a partir de los insumos recopilados en el
nivel veredal.
• Incluir datos desagregados por sexo, siempre que se cuente
con información disponible, para visibilizar la situación par-
ticular de las mujeres y evidenciar la necesidad de imple-
mentar políticas, líneas estratégicas y acciones diferenciadas.
• Impulsar en la conformación de todas las mesas temáticas
que elaborarán el PMTR, la participación de las mujeres
y/o fomentar el conocimiento y la transmisión de sus ne-
cesidades y demandas por parte de los representantes
masculinos, de modo que queden incorporadas en las ac-
ciones priorizadas y líneas estratégicas.
• Establecer lineamientos y acciones con enfoque de géne-
ro para cada uno de los pilares.

4.4. Etapa de construcción del Plan De Transformación Subregional –


PATR- Nivel sub-regional

Las condiciones y acciones para garantía de la participación de las


mujeres mencionadas en los niveles veredal y municipal deben reto-

2.Las entidades aliadas son aquellas afines al enfoque de género o que en sus funciones priorizan acciones dirigidas a las
mujeres rurales, las cuales fueron identificadas en la etapa de prealistamiento.

44
marse para el momento de planeación sub-regional.

Adicionalmente, se pueden agregar las siguientes recomendaciones


específicas:

• Incluir en la fase de prealistamiento los insumos aporta-


dos en los niveles veredal y municipal, por las mujeres, sus
líderes y lideresas y organizaciones que las representan.
• Promover la participación de miembros que representen
a las organizaciones de mujeres para que sus necesidades
sean incorporadas en los procesos de planeación, a pesar
de las restricciones operativas que limitan el número de
delegados comunitarios.
• Incluir datos desagregados por sexo en el diagnóstico
sub-regional. Esta información permitirá orientar las lí-
neas estratégicas, proyectos y acciones orientadas a solu-
cionar las necesidades de las mujeres rurales.
• Verificar que en cada una de las mesas de trabajo por pilar
existan lineamientos con enfoque de género, a partir de
los insumos veredales y municipales.
• Incluir en la definición de las líneas estratégicas de los
PATR, las prioridades de atención y protección a las mu-
jeres establecidas en los Pactos Municipales, que a su vez
integran las demandas de las mujeres de las veredas.
• Mantener un diálogo constante con las entidades aliadas
del territorio, para la elaboración de los diagnósticos y
para articular intervenciones o acciones que garanticen el
enfoque de género.
• Visibilizar que las y los delegados de los municipios son
responsables de comunicar en las rondas de deliberación
las iniciativas y necesidades de las mujeres y sus organi-
zaciones, así como de elaborar mecanismos para comuni-
car a estas últimas los avances del proceso y las decisio-
nes tomadas.

45
Consideraciones para los mecanismos de rendición de cuentas y control
social específicos para las mujeres rurales.

Para garantizar los mecanismos de democracia participativa³, las au-


toridades locales competentes y los representantes de la ART deben
definir las estrategias para la rendición de cuentas sobre el proceso. En
este sentido, las entidades responsables de implementar los PATR al
considerar las barreras para la participación de las mujeres que se han
mencionado anteriormente, deben plantearse interrogantes como:

• ¿Se han adelantado acciones en el nivel local para que las


mujeres y sus organizaciones conozcan los mecanismos
de participación ciudadana?
• ¿Conocen las mujeres y sus organizaciones los mecanis-
mos de control social para el seguimiento a la elaboración
e implementación de los PDET?
• ¿La ART y las autoridades territoriales competentes acom-
pañan y orientan a las organizaciones de mujeres para la
conformación de veedurías ciudadanas u otros mecanis-
mos de control social?
• ¿Se llevan a cabo espacios de socialización y rendición de
cuentas sobre los avances del proceso, de los cuales ten-
gan conocimiento y a los que puedan asistir las mujeres y
sus organizaciones?
• ¿Las representantes de las mujeres socializan permanen-
temente los avances del proceso y decisiones tomadas
con sus representadas?

3. Los mecanismos de democracia participativa permiten que además de elegir democráticamente a sus representantes, las
y los colombianos puedan hacer parte activa en la toma de decisiones de la gestión y administración de las entidades del
gobierno nacional y territorial; por ejemplo, mediante acciones de control social.

46
REFERENCIAS
AECID, (2017). Agencia Española de Cooperación Internacional para
el Desarrollo. Fondo de cooperación para agua y saneamiento. Página
Web, URL http://www.fondodelagua.aecid.es/es/fcas/donde-trabaja/
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