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Dios Pan 7

me detuve frente a un polvoriento negocio sobre el cual la inscripción se había


borrado, donde los ladrillos de doscientos años se habían tiznado, donde las
ventanas habían acumulado el polvo de los innumerables inviernos. Vi lo que
necesitaba; sin embargo, creo que pasaron cinco minutos antes de que me calmara
y pudiera entrar y pedir con una voz tranquila y un rostro impasible. Creo que aún
así hubo un ligero temblor en mis palabras, pues el viejo que salió de la recepción,
tambaleándose lentamente entre su mercancía, me observó de un manera extraña al
envolverme el paquete. Le pagué lo que pedía, y me mantuve inclinado sobre el
mostrador con un extraño rechazo a tomar mi mercadería e irme. Le pregunté por el
negocio y me entré que las ventas no estaban buenas y que los beneficios habían
bajado deprimentemente; que la calle no era la misma que antes de que el tráfico
fuera desviado, pero eso había sido hace cuarenta años, "justo antes que mi padre
muriera" -dijo. Finalmente me alejé y caminé solemnemente; era realmente una
calle lúgubre y estuve feliz de volver a bullicio y al ruido.¿Quisieras ver mi
adquisición?

Austín no dijo nada, pero asintió suavemente con su cabeza; aún se veía pálido y
enfermo. Villiers abrió uno de los cajones de la mesa de bambú y le enxeño a
Austin un largo rollo e cuerda, nueva y resistente; y en un extremo había un nudo
corredizo.

-Es la mejor cuerda de cáñamo -dijo Villiers-, tal como las que se hacían antes,
según me dijo el hombre. Ni una sola pulgada de yuta de punta a cabo.

Austin apretó los dientes y miró a Villiers, palideciéndo cada vez más.

-No deberías hacerlo -murmuró finalmente. ¡Por Dios! No te ensuciarías las manos
con sangre -exclamó con una repentina vehemencia-, ¿no hablas en serio, Villiers,
eso te convertiría en un verdugo?

-No. Ofreceré la opción, dejaré a Helen Vaughan sola con esta soga por quince
minutos en una habitación cerrada. Si cuando entre la cosa no está hecha, llamaré
al policía más cercano. Eso es todo.

-Debo irme. No puedo quedarme ni un minuto más, no puedo soportar esto. Buenas
noches.

-Buenas noches, Austin.

La puerta se cerró, pero se abrió nuevamente en un momento. Austin estaba en la


entrada, pálido y cadavérico.

-Se me estaba olvidando -dijo-, que yo también tengo algo que contarte. Recibí una
carta del doctor Hardon desde Buenos Aires. Me dice que él atendió a Meytick
durante los tres meses anteriores a su muerte.

-¿Y menciona qué se lo llevó a la tumba en la flor de su vida? ¿No fue la fiebre?

-No, no fue la fiebre. De acuerdo al doctor, fue un colapso total del sistema,
probablemente causado por algún shock severo. Pero asegura que el paciente no le
mencionó nada, por lo que se encontraba en cierta desventaja para tratar el caso.

-¿Hay algo más?

file:///C|/WINDOWS/Escritorio/htlm/Arthur%20Machen%20-%20pan7.html (5 of 6) [09/12/2001 17:42:59]

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