Está en la página 1de 3

El pajarito soplón

Cuando era niño creía que mi mamá lo sabía todo, que no había nada que pudiera ocultarle porque,
tarde o temprano, me pillaría en la mentira. Pero no. No es que lo supiera todo, ni que estuviera en
todas partes, o fuera transparente o me espiara detrás de las puertas. Nada de eso. Es que tenía un
informante y yo necesitaba descubrirlo.

Lo deduje porque cuando me reclamaba por hacer lo que no debía y le preguntaba, -¿Quién te lo
contó? Siempre respondía- Un pajarito, un pajarito me lo contó.

Según ella, un pajarito le decía que no me había lavado los dientes. Un pajarito, también le contaba
cuando no hacía las tareas o si me peleaba con mi hermana Sara. Eso sí, nunca le contaba cuando
ella era la que me golpeaba. En esos casos las cosas eran injustas porque mi mamá pretendía que
le pidiera disculpas.

El tal pajarito me delataba cada vez que me escurría por las escaleras a buscar leche condensada
antes del almuerzo. Mi mamá como castigo pretendía que comiera ensalada, esa cosa hecha de
hojas verdes y moradas, que sabe a pasto. ¡Por favor! Hay que ser muy viejo para comer ensalada,
como mi tía Vicky. Ella se puede comer un tazón repleto, dice que es sano y no engorda.

¿Habrase visto tanta tontería? Si pretendía que comiera cosas que no engordan, entonces para que
decían que estoy flaco y desnutrido. Comer bien es comer algo que engorde, como papas fritas,
helados o chocolatines.

Hace unos meses, un pajarito le contó que yo dizque le había hecho una tarjeta de felicitación para
el día de la madre. Eso fue lo máximo. Estaba convencido que el animalejo ese me denunciaba
cuando hacía cosas malas. Lo creía un peligroso enemigo que me delataría en mis travesuras.

Pero esta vez el pajarraco había sido mi aliado, me había salvado de un grave olvido pues no me
acordaba del día de la madre y no había hecho ninguna tarjeta. Es más, todavía no entiendo porque
existe ese día. Todos celebramos el cumpleaños. Ese día hay torta, nos felicitan, nos abrazan los
abuelos, las tías y hasta la vecina. Y, por supuesto, recibimos regalos.

También existe Navidad, cuando hay regalos para todo el mundo. Los que trae el niño Dios, los de
los papás, los de los abuelos, los de mi hermana y hasta yo daba regalos, aunque nunca sabía de
dónde salían.

Hasta ahí todo bien. Dos días al año recibíamos regalos, el día del cumpleaños y el de Navidad; pero
los papás recibían otro: el del día del padre y de la madre.

Por supuesto se me había olvidado todo, pero el pajarito soplón voló con su pico hasta donde mi
mamá y le contó, que dizque le estábamos haciendo una tarjeta. ¡Mentiras! No le tenía nada, por
eso me asusté cuando mi mamá antes de acostarme, me dio un sonoro beso, me miró sonriente y
me dijo:

- Se que me tienes una linda tarjeta para mañana. Que tú y Sara me van a hacer tostadas francesas
al desayuno. Gracias, mi muñequito lindo.
- ¡Qué sorpresa! De manera que el pajarito esta vez se equivocó. ¿Cómo iba a contar algo que no
había pasado? Yo sabía lo que me iba a responder, pero no me aguante y pregunté; ¿Quién te dijo
lo de la tarjeta?.
- ¿Quién iba ser, bobito? Un pajarito me lo contó.

Repitió el beso, apagó la luz y me dejó tan desconcertado que no pude dormir. Esperé a que todo
quedara en silencio para levantarme y me puse a dibujar una tarjeta de felicitación. Al día siguiente
Sara hizo tostadas francesas, le ayudé a preparar la bandeja que usamos para comer en la cama y
coloqué allí mi tarjeta llena de corazones amarillos. Después subimos a despertar a mi mamá.

Entonces Sara me recordó de un codazo el saludo que habíamos ensayado - Feliz día de la madre,
mamita, dijimos en coro.

Decidí tomar medidas. Tenía que encontrar al pajarito soplón para aclarar si era amigo o enemigo y
evitar que me espiara. Uno debe proteger sus secretos.

Me obsesioné con la observación de los pájaros que rondan por la casa. La lora que tenía mi abuela
fue la primera sospechosa porque hablaba como humano. Sin embargo la descarté porque mi abuela
me aseguró que no salía nunca de su patio.

Entonces pensé en los canarios de la vecina. Podían pasarle información a mi mamá si me expiaban
por la ventana. Decidí visitar a la señora que vive al lado. Le pedí permiso para buscar un avión que
había tirado a propósito a su balcón.

Ella no solo me dejó entrar, sino que me ofreció galletas con chocolate. Mientras iba a traerlas, revisé
el lugar donde tenía los canarios. Tampoco podían ser los soplones, estaban enjaulados. Bueno, al
menos gané una buena merienda.

Quedaban los pajaritos del parque. Tenían que ser ellos. Seguramente se la pasaban espiando por
las ventanas o siguiéndome cuando salía a jugar. Hice un plan de contrainteligencia. Consistía en
escoger un pajarito, registrarlo en mi cuaderno y en lo posible pintarlo para así reconocerlo. Después
estudiaba su comportamiento, miraba si se posaba en las ventanas o se acercaba a las personas.
-Amarillo, alas cafés, cabeza con antifaz negro. Nombre: Bichofue.

Lo de los nombres requería investigación en internet. No era difícil pues mi mamá no sospechaba
que estaba espiando al pajarito soplón, sino que hacía tareas.
- Cola larga, marrón, terminada en espátula, cabeza azul metálico, peca negra en el pecho, grande:
Barranquero.
-Veloz, no se le ven las alas por lo rápido que las mueve. Se detiene en el aire como un helicóptero.
Pico largo y delgado, verde: Colibrí.
- Café, sin mayor adorno, se la pasa en el suelo: Torcaza común.
- Grande, gris y blanca, pico corto, también se la pasa en el suelo, gorda: Paloma currucutú.

Así fui anotando los posibles soplones. El cuaderno se llenó de apuntes, describí y pinté sus nidos.
Unos pequeñitos, grisáceos para los polluelos de los colibríes, otros grandes, colgantes, para pájaros
bullosos y viajeros, otros sencillos, pero cómodos, los de las palomas.

Además aprendí sus hábitos. Los que comían garrapatas, los que chupaban flores, los que recogían
semillas y los que como el gavilán perseguían polluelos en la finca de los abuelos.
Como detective, fui un fracaso. Nunca descubrí el soplón entre tanto pajarraco. En cambio me volví
experto en aves, esos animalitos maravillosos que vuelan, cantan y seguramente chismosean con
las mamás...

Por: Margarita Londoño Vélez

También podría gustarte