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VENDRÁ LA MUERTE

Y TENDRÁ TUS OJOS


33 P O E T A S SUICIDAS

Prólogo y Selección
Luis La Hoz
Carta abierta a un amigo suicida
Max Silva Tuesta

EDICIONES
DE L O S L U N E S
VENDRÁ LA MUERTE
Y TENDRÁ TUS OJOS

33 POETAS SUICIDAS

EDICIONES
DE LOS LUNES
OBRA AUSPICIADA POR EL CONCYTBC

Diseño de Tapa: Jaime La Hoz

Copyright: Luis L a Hoz.


Primera Edición: Noviembre 1989
Impreso y h e c h o e n el P e r ú .
VENDRÁ LA MUERTE
Y TENDRÁ TUS OJOS
PROLOGO Y SELECCIÓN

LUIS LA HOZ

CARTA ABIERTA A UN AMIGO SUICIDA

MAX SILVA TUESTA


Es mentira. Para los
suicidas siempre hay
un lugar en el Cielo.

El joven oficial de la policía


Se rasca la cabeza. Busca huellas (Las del
alma están lejos de su olido)
Indagando a los vecinos por las costumbres
del suicida.
Pues acostumbrado como está
A suicidios por amores contrariados
Bancarrotas
Y otras cosas terrenales
No comprende
Cómo diablos alguien puede largarse
Sin un mensaje
Escuchando sólo las voces [rías de la nieve.

Osear Aragón.
La Poesía es una voz que llega no sabemos de qué lugar. Tal vez
un perfume, un sonido, una palabra, una certeza o una equivocación
puedan hacer posible que esa voz, la de la Poesía, surja como un rio
tempestuoso o como una tranquila fuente. De alguna manera así tam-
bién aparecen las ideas.
A principios de los setentas, Armando Arteaga y yo caminába-
mos infinidad de calles, de día o de noche, hablando de poetas y de
Poesía, de versos que sabíamos de memoria, de anécdotas y cuentos,
de teorías literarias y de las otras. Una noche, recuerdo parlo-
teamos más de la cuenta y, asombrados, nos pusimos a reflexio-
nar acerca de los poetas que habíamos estado nombrando y que apre-
ciábamos mutuamente. Fue una especie de revelación. Nerval, Hart
Crane, Alfonsina, Esenin y Maiacovski, el loco de Berryman ¡Todos
estaban muertos y ellos mismos se habían lanzado al pozo! Y también
Paul Celan y el b e l l í s i m o Cesare Pavese y el tal Chatterton, ese chico
que Cortázar nos cuenta en su Ultimo Round. Claro, en nuestros gus-
tos también existían poetas que no estaban en el pozo, pero sí muchos
allí, ahora extrañamente resplandeciendo, unidos por "aquello". La idea
brotó entonces, inquietante, como una perla negra. Teníamos entre ma-
nos una selección de poetas, una posible antología de poetas suicidas.
Esa misma noche tomamos papel y lápiz e hicimos una primera
lista y confrontamos un primer resultado. Quedamos totalmente satis-
fechos con la idea y con las posibilidades del trabajo y con una sensa-
ción de poseer algo vivo, contradictoriamente, algo muy vivo.
Armando Arteaga inició el trabajo y luego me lo entregó. Desde
esos años hasta hoy mucha agua ha corrido bajo los puentes. La anto-

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logía tiene treinta y tres poetas. ¿Número cabalístico?. ¿La edad de
Cristo cuando murió y, por lo tanto, una suerte de fastidiar a la religión
cristiana y/o católica?. No lo sé.
El suicidio es un tema límite, siempre lo ha sido en cualquier tiem-
po y en cualquier lugar. Las religiones cristianas, y la católica básica-
mente, prohiben el suicidio dentro de sus consideraciones acerca de la
vida y de la muerte, haciéndolo aparecer como la extrema ofensa a Dios
y, por ende, pasible del peor castigo. Somos creaturas de Dios y sólo Él
tiene derecho a decidir sobre nuestra vida y sobre nuestra muerte. El
suicidio es pues aterrador, algo de lo cuál es mejor no hablar. Sin em*
bargo existe y vive frente a nosotros como, una espada filosísima e in-
visible.
Sería muy largo entrar a reflexionar acerca de esa espada. Quizás
otros- lo puedan hacer con adecuados afiladores. No obstante, recordé*
mos algunas palabras de Henry Miüer en su libro El Tiempo de los
Asesinos:..." En el caso del suicida no nos interesa saber si su muer-
te fue rápido o lenta, si su agonía fue breve o prolongada. Lo que nos
importa es el acto, pues súbitamente nos hace comprender que ser y no
ser son act:s, no verbos intransitivos que convierten en sinónimos la
existencia y ta muerte. El acto del suicidio posee siempre un efecto de-
tonante; nos golpea por un momento la conciencia. Nos hace ver que
estamos ciegos y muertos. ¡Y qué típico de nuestro mundo gobernado
por enfermos, que la ley juzgue estos actos con hipócrita severidad!.
No queremos que se nos recuerde lo que hemos dejado sin hacer; nos
acobardamos alnte la idea de que más allá de la tumba el dedo del pró-
jimo estará siempre señalándonos". Duras palabras, ¿verdad?. Más du-
ras todavía si quien se clavó en el pozo fue artista, un poeta. Pero,
¿acaso es diferente el suicidio de un artista al de una persona común
corriente?. Tal vez sí, tal vez no. De todos maneras, hay en estos
treinta y tres poetas varias cosas que los une, aparte de la decisión fi-
nal. Talento fuera de lo común, agudeza y sensibilidad exacerbadas; son
una especie de videntes:

Frío y mudo, sólo el tren de los instantes


viajando donde nunca primavera—
Ni nacimiento ni muerte ni tiempo ni sol
por respuesta (Hart Crane)

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Videntes buscando, bascando siempre a través de las más duras
exigencias, a través de neuróticos deseos de perfección:

Y tú cuerpo mió maldice ¡os sentidos


como un lisiado a sus muletas. (Rene Crevel)

Deseos exagerados de perfección que llevan a ocasionar conflictos


irresolutos con la -propia obra en algunos casos y siempre con la vida
y con el mondo:

Que los tímidos pies del alba corran en pos de mí:


me quedaré en este bosque de pinos,
porque he quitado el velo a la belleza
y lo que ella me ha contado en la oscuridad
está enterrado en el fondo de mi corazón.

(J.G. Fletcher).

Como el lector comprobará, todos los poetas incluidos en esta


antología son occidentales. Así fue decidido principalmente porque en
algunos países orientales, el Japón por ejemplo, el suicidio tiene diferen-
tes connotaciones ontolcgicas, digamos, otras maneras de entender la
vida y la muerte. Las implicancias vitales y literarias son obvias.
Por otra parte, hay poetas occidentales que no han sido considera-
dos, pienso en Heinrich von Kleist debido a la falta de información y

de material literario. La pobreza del Perú también llega a bibliotecas y


librerías. De todas maneras es posible que este trabajo sea perfeciona-
do y ampliado alguna vez con poetas orientales y con los occidentales
que han faltado.
Es importante decir que tas traducciones y versiones de los poe-
mas no escritos en español han sido trabajadas especialmente para esta
antología por el que escribe y por el poeta Luis Hernández que, desgra-
ciada o felizmente, valga el humor negro, se sumó a los antologados en
1977. Hernández tradujo principalmente los poemas escritos en francés
y en alemán. No sé si sea exceso de suspicacia pero recuerdo su entu-
siasmo cuando trabajamos la poesía de Attíla Joszeff. Hernández me

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c o n t ó que había estado una noche en el mismo lagar donde éste se ha-
bía arrojado a las ruedas de un tren. El peruano haría lo mismo en
Buenos Aires.
Quiero, para finalizar, dejar sentado algo que me parece funda-
mental. No veo esta antología como una simple reunión de poetas con
un factor común. Creo que es una obra completa en sí misma, a pesar
de que podría ampliarse; con un espíritu, una intención y una calidad
homogéneas. La imagino como un solo gran poema donde cada poeta
es un verso.
Por otro lado, ¿tiene que ver una obra así con el momento en que
vivimos y el lugar que habitamos?. Indudablemente es provocadora, in-
quietante, muestra aristas que usualmente no deseamos considerar o las
suponemos irinecesarias, poco revolucionarias. Pero, ¿acaso la revolu-
ción no se ha convertido ahora en un cliché comercial, en una adormidera?
Recordemos nuevamente a Miller:... "Cuando compadecemos al
suicida, lo que hacemos en realidad es compadecernos de nosotros mis-
mos por no tener el valor de seguir su ejemplo. No podemos soportar
demasiadas deserciones: nos desmoralizaríamos. Lo que queremos es
victimas de la vida, para que nos acompañen en nuestra desgracia. Nos
conocemos tan bien los unos a los otros, demasiado bien, que nos re-
pugnamos mutuamente. Pero seguimos observando la cortesía de los
gusanos-, Y tratamos de que así sea aún cuando nos estamos extermi-
nando los unos a los otros".
De ninguna manera, éste es un canto al suicidio o algo que se le
parezca. ¿O sí?. Supongo que el lector tomará de él lo que le conviene
o le interesa. Está aquí, ya lo dije, como una perla negra, brillando,
quizá al revés, pero brillando.

Luis La Hoz

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CARTA ABIERTA A UN AMIGO SUICIDA
Me voy porque ni el llanto
se ha dignado pedir que me quedara

César Calvo

i
Hubieras dejado por lo menos una clave para entender a quienes.
como tú, se van de aquí por su cuenta, de una vez por todas, fin im-
portarles un carajo dar o no con el camino de regreso. ¡Y de noche
todavía! Claro, esto no es un reproche. Aunque, de repente, si lo es.
"Todos no regresan de una fiesta a la misma hora": ese es uno de
los pocos argumentos tuyos que ha sido más o menos digerido por los
que mejor llegamos a entenderte. En cambio, a nadie convenció lo que
dices sobre tu psiquiatra. El pata ese no era tan pata como lo pintas.
Estaba en sus manos, por ejemplo, prevenirnos sobre el alto riesgo que
corrías habida cuenta la manera tenazmente contradictoria cen que
enfrentaba* las cosas desde hace un buen tiempo. En fin, debía habernos
advertido sobre lo que te esperaba en el más corto plazo. Pero, nada.
Donde sí estuvo muy mosca (hay que aplaudir este excelente sentido
práctico de que hizo gala) fue a la hora de cobrar sus honorarios. Co-
bró hasta el último centavo. Cobró incluso la última consulta que tu-
viste con él en la que, definitivamente, no logró ver lo que se veía ve-

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nir. C a s o , contrario, hoy por hoy, no estuviéramos llamándote "nuestro
recordado Pedro Efímero''.
En el barrio ya no se nos quiebra la voz al hablar de ti, tampoco me
tiembla la mano ahora que te escribo. Al parecer, las aguas han vuelto
a su nivel. Magdalena llora menos, Margarita sale más y, como tú di-
rías, la memoria tiene en la nostalgia a su mejor sucesora.
En tu casa, aparte del famoso vacío difícil de llenar, casi nada ha
cambiado. Todavía mandan a celebrar misas en tu nombré. Todavía
van al mercado para comprar las cosas del día. Todavía averiguan en
el banco el monto de su saldo líquido disponible. Todavía se esmeran
por mandar revisar sus carros. Todavía matan el tiempo hablando de
los buenos tiempos. Todavía acuden al cine a cambiar los rollos de su
propias vidas por los rollos de la película que está en cartelera. Todavía
celebran sus cumpleaños. Todavía planifican cómo van a pasar el pró-
ximo feriado. Todavía se desvelan porque los hijos no llegan hasta
bien pasada la medianoche. Todavía tienen fe en lo que cada uno en-
tiende por amor. Todavía lloran porque se les muere alguien que de to-
r
das maneras tenía que morirse. Todavía se confiesan los p imeros
viernes. Todavía van al psicoanalista y, si les falta dinero, donde el
sacerdote nomás...
Como verás, tu suicidio no sirvió para nada, si es verdad que te
mataste para cambiar el estilo de vida de tu familia. Disculpa que te
lo diga crudamente, pero es así.

Sólo ahora entiendo por qué te gustaba repetir tanto: "Esto era
pues, y nada más, la vida".
A propósito de versos, siempre te alenté —recuerda— para que
publicaras los tuyos. De no haber ido a parar cada uno de ellos al tacho
de basura porque, según tu criterio demasiado estricto, no te salieron
tan redondos como el sol que nos alumbra, ahora estarían reunidos en
un libro digno de sobrevivirte. Es más, ahora te encontrarías muy bien
ubicado en esta antología de Luis La Hoz, de la cual te hablaré detalla-
damente más adelante; o mejor, ahora, de una vez.

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Por tratarse de poetas suicidas, esta antología es, además, una
ontología. Así lo siento yo: una suerte de filosofía negra invitándonos
a hurgar, en algún secreto campo santo, la osamenta de cierta verdad.
En tu caso, la verdad relacionada con la siguiente pregunta: ¿por qué
diablos te regresaste en lo mejor de la fiesta y sin despedirte de nadie,
ingrato? La carta que dejaste no es suficiente, plegada de humor negro,
por lo demás. ¿De qué otro modo puede tomarse el hecho de pedir que
no nos olvidáramos de incluir en, tu ataúd un certero matamoscas?
A partir de lo que hiciste no dejo de preguntarme muchas, mu-
chísimas cosas. Sólo tú, desde luego, estarías en capacidad, de respon-
derme con conocimiento de causa, en caso de que eso fuera posible. No
sucede otro tanto con los l l a m a d o s expertos en suicidio. Sus innumera-
bles libros sobre la materia, en realidad, no valen lo que este libro de
Luis La Hoz.

¿Qué preguntas me hago desde que te fuiste? He aquí algunas:

2.1. De no haber tenido la fuerza que Caín tenia, en vez de ser


el primer homicida, ¿no hubiera sido el primer suicida de la humanidad?
Pregunto eso porque tu compañero de ruta, Cesare Pavese, en
E l o f i c i o de v i v i r , dice: "Los suicidas son homicidas tímidos".
2.2. ¿Qué quiso expresar César Valle jo cuando escribió: " ¡La
tumba es todavía / un sexo de mujer que atrae al hombre"? ¿Quiso de-
cir que la Madre Tierra, ella sí, acunándole en su seno, a fin de cuen-
tas, le dio la razón a Edipo?
2.3. ¿No será que, debido a ese fanatismo tuyo por la puntua-
lidad, a tu angustiado afán de estar a la hora exacta en todos tus com-
promisos, siempre impaciente, tampoco quisiste llegar tarde a la extra-
ña ceremonia que, cada vez más frecuentemente, la Nada organiza con
infinito hastío? Lo que quiero decir es que, en tu caso, la Madre Tierra
no fue la gran seductora. Fue, más bien, Cronos. El terminó empuján-
dote al negro lecho. Pienso así al recordar que, en una oportunidad,
vociférente y lleno de rabia, te escuché decir: "¡Cronos, aparta de mi
este tiempol"
2.4. En última instancia, ¿suicidarse no es faltarle el respeto
a la muerte, precisamente la Dama Negra que más respeto produce en

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la gente y, por lo tanto, produce también la más irreprimible tentación
de* quebrantar dicho extremado respeto?
2.5. Suicida que se respeta no debe pasar de los 59 años de
edad. ¿Es cierto? ¿Es verdad que un- viejo que se suicida es un suicida
verde? Pues, verás, de los 33 poetas suicidas que recoge estai antología,
cinco estaban en la t e r c e r a e d a d a la hora de matarse: Leopoldo Lugo-
nes {Argentina) tenía 6 0 a ñ o s ; Ernest Heminguiay (Estados Unidos)
y John Gould Fletcher (Estados Unidos) 6 4 años cada uno: Pablo de
Rokha (Chile) 72 años, y Henry de Montherlant (Francia), el más
cocho de todos, con 7 6 a ñ o s en su haber-.
El recuento de los 33 poetas suicidas, de acuerdo con la edad en
qué perpetraron contra sus vidas, nos informa que, transpuesta la edad
de los incendios y las incandescencias ( 8 poetas), la cantidad de sui-
cidas declina en la edad de la tibieza ( 5 poetas), para volver a incre-
mentarse llegada la edad de los apagamientos y las cenizas (9 poetas),

Cosa grave, dirás,


cuando ya no se busca el famoso sentido de la vida
y se rastrea en cambio
una razón para irse a otro mundo.

César Calvo

Luis La Hoz compara su antología con "una perla negra", con-


densando con esta comparación las posibles atingencias que podrían
hacérsele desde ahora. Sospecha, y no sin razón, de los que pueden
aducir que el suicidio constituye "algo de lo cual es mejor no hablar".
Sospecha asimismo de los que tai vez consideren a su antología "poco
revolucionaria". Sospecha, por último, de los que no vean en este libro
otra cosa que "un cantó at suicidio".
Coincidentemente, recordado Pedro Efímero, son las mismas sos-
pechas que borras de un plumazo en la carta que dejaste. Afirmas allí

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que "el revolucionario —el verdadero— es un suicida altruista", y con-
cluyes diciendo: ''vale la pena hablar de esto hasta que cada uno lo
aprenda de una vez".
Luego reiteras en usar metáforas pertenecientes al mundo de la
fiesta ("los suicidas dejan Ubre la pista de baile a los que saben bai-
lar"), porque para ti esta vida no diferia en nada de una interminable
fiesta. Sin embargo, por más alegre y concurrida y vistosa y movida
que sea, de un momento a otro, cualquier fiesta se convierte en una enor-
mísima monotonía. De ella entonces, según tú, hay que huir como de la
peste, huir por donde fuese, a como dé lugar, sin más remedio.
No creo que sea así en todos los casos. Cada suicida elabora poco
a poco un conjunto de razones para morir. Que el lector averigüe por
su cuenta si es posible, qué causas llevaron: a Cada poeta a tomar la
determinación fatal. Esa es otra incitación valiosa que produce la lec-
tura de este libro.
En tal averiguación encontrará, por supuesto, la mar de dificul-
tades. Es fácil ciertamente, descubrir el motivo final: una profunda de-
cepción, una pérdida irreparable, una hondísima melancolía, etc. Otra
cosa es descubrir las causas múltiples complejamente imbricadas en ca-
da drama que conduce al suicido.
¿Acaso, recordado Pedro Efímero, el hecho de haber roto con Mar-
garita y, a la vez, haber sido rechazado por Magdalena te indujo a ma-
tarte? ¿Acaso no venía acumulándose en ti rencores, los más bullentes
rencores, en relación con tu familia, a la que no perdonabas su medio-
cridad rayana en la más insulsa estupidez? Entonces Margarita y Mag-
dalena no fueron sino tas dos gotas de sangre que rebasaron el vaso de
bilis en el que, amargamente, te ahogabas día a día. ¿O qué otros fac-
tores estuvieron presentes en la última de tus horas?
Referente a los poetas de esta antología, pongamos por caso la
argentina Alfonsina Storni; ella, efectivamente, tenía cáncer. Pero su-
man miles los cancerosos que no buscan el auxilio del mar, como Alfon-
sina, para ahogarse allí dramáticamente. Miles de miles esperan que la
muerte haga de tas suyas con ellos. Sin embargo, ni estos resignados ni
Afonsina Storni, por eso, son mejores o peores-. Cada uno con su estilo,
y punto.

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Entre los demás poetas suicidas hay por lo menos uno de quien
se sabe muy poco, por no decir nada, sobre cómo hizo para irse de este
mundo, y por qué. Ante él y cualquier otro en la misma condición no ca-
be sino repetir estos versos de Osear Aragón: Cómo diablos alguien
puede largarse / Sin un mensaje I Escuchando sólo las voces [rías de
la nieve.

LOS UTENSILIOS PROPICIOS

Un árbol inocente, alguna cuerda.

César Calvo.

"Los hoteles no sólo sirven para hacer el amor, también ofrecen


excelentes espacios para ir a morir cómodamente. Ya no se trata enton-
ces de la m u e r t e c h i q u i t a , el orgasmo, sino de la muerte total y defini-
tiva, el m o r g a s m o " . Eso dices en tu carta, recordado Pedro Efímero.
aunque a decir verdad, en este terreno la mayoría no tiene preferencias,
con tal de no ser interceptado en su último designio.
Tratándose de los medios que empleaste para autoeliminarte no
dices una palabra, ni nadie de los tuyos, secreto de familia que comenzó
a dejar de serlo desde el momento que más de uno se preguntó: ¿por qué
elegantearon tu cadáver común fino pañuelo sobre tu cuello?.
En este tópico, como én el del escenario del crimen (o del suici-
dio), la variedad es la regla. Mejor dicho, no hay regla debido a la va-
riedad. Sin embargo, ta historia registra algunos detalles que vuelven
perdurable, por ejemplo, el hecho simple de pegarse un tiro. Así, fosé
Asunción Silva convence a su médico para que trace sobre la camisa
que lleva puesta los, contornos exactos del corazón. Allí fue a parar el
tiro que al día siguiente se disparó el poeta colombiano.
¿Cómo se sentiría pregunto yo, aguel médico que involuntaria-
mente colaboró con el poeta suicida? De repente, como las propias ro-

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sas, igual que tu psiquiatra, que no se inmutó al saber lo tugo. No obs-
tante, para ser justos, hay de todo en las viñas del Señor. Los médicos
también se suicidan. Ellos, los llamados a velar por la vida de los de-
más, ocupan un primerísimo lagar en la estadística de los profesionales
que optan por el suicidio. Los psiquiatras, a quienes se supone muy duc
ños de sí, no se quedan a la zaga. Sobre el particular, no está demás
anotar lo siguiente: Sigmund Freud debe haberse sentido muy mal al
constatar que de loa veinte primeros discípulos que tuvo, siete se mata-
ron: Marcus, Tausk, Stekel, Federn, Silberer, Kahane y Schrötte. Pare-
ce, pues, que en este humanísimo asunto, más que en cualquier otro,
nadie puede dárselas de bacán, o nadie puede cacarear muy orondo: de
esta agua no he de beber.
Yendo aún más lejos, César Vaüejo hablaba del "suicidio mo-
nótono de Dios", con lo que se cierra el círculo perfecto donde caen los
inexpertos en dar el salto mortal que es esta vida, por decir algo redon-
do al finalizar estas lineas, recordado Pedro Efímero, que quise deposi-
tarlas en algún buzón de cartas aún ine&Stentes. Mientras tanto, me-
jor no podrían estar que en e s t a antología de Luis La Hoz.
Recibe el más cordial de los abrazos de nuestro común amigo Cé-
sar Calvo, quien acaba de decirme:

Tal vez mis ojos duerman


algún día: yo no.

Max Silva Tuesta

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THOMAS CHATTERTON

Nace en Bristol, Inglaterra, 1 7 7 2 . A los 16 años compuso los


poemas de Rowley, haciéndolos pasar por manuscritos del siglo X V .
Descubierto el e n g a ñ o s e d e s a t a un gran e s c á n d a l o en la Albión de
entonces. Repudiado por todos, e n la miseria t o t a l , a c ^ b a su vida a
los 18 a ñ o s .

21
DESPEDIDAS

A d i ó s , Bristol, inmunda ciudad de ladrillos.


A m a n t e s de la riqueza, a d o r a d o r e s del engaño,
R e c h a z a r o n a puntapiés al niño que divulgó
viejas acusaciones,
Y que por aprender pagó con una fama vacía.
Adiós, Gobernador, sigue tragando idiotas
C o n tus eternas armas de corrupción,.
M e voy donde soplan himnos celestiales,
P e r o tú, c u a n d o m u e r a s , t e h u n d i r á s e n e l infierno.
H a s t a s i e m p r e . M a d r e : a c a b a , p o r fin, m i alma
angustiada.
N o permitas que me equivoque.
T e n misericordia, Cielo, cuando deje de vivir.
Y perdonen este último acto de miseria.
GERARD DE NERVAL

Nace en Montcfontaine, Francia, el año 1808. Su verdadero nombre


fue G e r a r d L a b r o u n i e . Perteneció a esa estirpe subterránea de ángeles
en la que podemos contar a S a d e . Lautreamont, Baudelalre, R i m b a u d ,
Artaud o Dauraal. Nerval representa un todo donde vida y obra se
runden en un m i s m o lenguaje, pertinazmente buscado. Hasta el fin,
en P a r í s , en 1 8 5 5 .

Bibliografía:

Elegías Nacionales. Odelettes. Las quimeras. Pandora. Los hijos del


fuego. R e t r a t o del d i a b l o .

25
EL DESDICHADO

Y o s o y l a S o m b r a , el V i u d o , el Inconsolable.
£ 1 Principe de Aquitania c o n su torre perdida.
M i estrella es la M u e r t e , mi luminoso laúd
B s el n e g r o s o l d e l a M e l a n c o l í a .

¡Oh! noche de tumba, sin consuelo.


D e v u é l v a n m e el P a u s í l i p o y el m a r d e Italia,
L a flor de mi c o r a z ó n prisionero,
Y el p á m p a n o d o n d e V i n o y R o s a s e a m a n .

¿Soy Eros o Febo?... ¿Lusignan o Birón?


A r d e m i frente por el b e s o d e u n a R e i n a .
Yo he soñado c o n la G r u t a de la S i r e n a .

Yo, radiante, crucé dos veces el Aqueronte,


Modulando suavísima la lira de O r f e o
C c n el l l a n t o d e la s a n t a y los g e s t o s d e l hada.
ARTEMISA

V u e l v e la T r e c e y a s í la primera.
L a única siempre, — ¿ o el último m o m e n t o ? .
R e i n a e r e s , | o h tul, ¿ l a p r i m e r a o l a última.?.
R e y t ú , ¿el s o l o y p o s t r e r o amor?

Amor enardecido desde la cuna al sepulcro,


E l que amo y me adora con ternura:
Ella, el m o r i r , la Muerte... ¡oh delicia, oh tonnentol
F l o r que n o es otra sino la M a l v a R o s a .

Santa napolitana con manos de luz,


R o s a de c o r a z ó n violeta, flor de Santa Gudula:
¿ D e s c u b r i r á s tu c r u z en el d e s h a b i t a d o cielo?

Blancas rosas, la Caída, insultandb nuestros dioses.


L a C a í d a , p á l i d o s f a n t a s m a s del a r d i e n t e cielo:
; L a S a n t a d e l A b i s m o c a y é n d o s e en m i s o j o s !

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fOSE ASUNCIÓN SILVA

Nace en Bogotá, 1865. Perteneció a una familia acaudalada. Guapo.


f i n o , m u y i n t e l i g e n t e , v i a j a a l o s 1 8 a ñ o s a E u r o p a y a s p i r a allí e l a l b a
el d e c a d e n t i s m o . T r a e de vuelta una maleta llena de corbatas exhube-
rantes y de libros: W i l d e , Verlaine, Schopenhauer, Fichte, D'annunzio,
N i e t z c h e ; e s d e c i r , l a f l o r a d e la e x q u i s i t e z , l a d u d a y el p e s i m i s m o . Silva
fue un e s t e t a e n t o d o s e n t i d o y , e n c i e r t o m o d o , s e a d e l a n t ó a l moder-
nismo. L a m u e r t e d e su h e r m a n a y el hundimiento financiero familiar
lo golpean espiritualmente. U n a noche v a donde su médico y hace que
le dibuje en l a c a m i s a el l u g a r e x a c t o del c o r a z ó n . Amaneció con un
revólver en la m a n o . 1896.

Bibliografía:

Poesía, con prólogo de Unamuno. Gotas Amargas. De Sobremesa.


Prosas.

29
NOCTURNO

Una noche
una n o c h e toda llena d e murmullos, de perfumes y de música de alas;
una noche
en q u e ardían en la s o m b r a nupcial y h ú m e d a las
luciérnagas fantásticas.
a mi lado lentamente, contra mi ceñida toda, muda y pálida.
c o m o si u n p r e s e n t i m i e n t o d e a m a r g u r a s infinitas
h a s t a el m á s s e c r e t o f o n d o d e l a s f i b r a s s e a g i t a r a .
caminabas';
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos e s p a r c í a su luz b l a n c a :
y tu sombra
fina y lánguida,
y mi sombra
por los r a y o s d e la luna proyectadas
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban,
y eran una,
y eran una,
y eran una sola sombra larga,
y eran una sola sombra larga,
y eran una sola sombra larga. . .
Esta noche
solo, el a l m a
llena d e las infinitas amarguras y agonías de la muerte.

31
s e p a r a d a d e ti m i s m a , p o r e l t i e m p o , p o r l a t u m b a y l a d i s t a n c i a ,
por el infinito n e g r o
donde nuestra voz no alcanza,
mudo y solo
p o r la s e n d a c a m i n a b a . . .
Y s e o í a n l o s l a d r i d o s d e los p e r r o s a l a l u n a ,
a la luna pálida
y el chirrido
de las r a n a s . . .
Sentí frío. E r a el frió q u e t e n í a n en t u a l c o b a
tus mejillas y tus sienes y t u s m a n o s a d o r a d a s ,
entre las blancuras niveas
de las mortuorias sábanas.
Era el f r í o del s e p u l c r o , e r a el h i e l o d e la muerte.
e r a el f r í o d e l a nada.
Y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada.
iba sola,
iba sola,
iba sola por al estepa solitaria;
y tu s o m b r a e s b e l t a y á g i l .
fina y lánguida,
como e s a n o a h e t i b i a d e la m u e r t a primavera
como esa noche llena de murmullos, de perfumes y de
música de a l a s .
s e a c e r c ó y m a r c h ó c o n ella,
s e a c e r c ó y m a r c h ó c o n ella,
se a c e r c ó y m a r c h ó c o n e l l a . . . ¡ O h las s o m b r a s enlazadasl
¡ O h l a s s o m b r a s d e l o s c u e r p o s q u e se j u n t a n c o n l a s
sombras de las almas!
¡ O h las s o m b r a s que se b u s c a n en las n o c h e s de
tristeza y de lágrimas!

32
EL MAL DEL SIGLO

el paciente
—Doctor, un desaliento) d e l a v i d a
Q u e en lo íntimo d e mi s e a r r a i g a y n a c e ,
el m a l d e l s i g l o . . . el m i s m o mal de Werther.
De Rolla, de Manfredo y de Leopardi:
U n cansancio de todo, un absoluto
Desprecio de lo h u m a n o . . . . un incesante
R e n e g a r d e lo vil d e l a e x i s t e n c i a
D i g n o de mi maestro Schopenhauer,
U n mn'estar profundo que se aumenta
C o n todas las torturas del a n á l i s i s . . .

el médico
— E s o es cuestión de régimen. Camine
D e mañanita; duerma largo; báñese;
B e b a bien, c o m a mucho, cuídese mucho;
L o q u e tiene usted es h a m b r e . . . I
I£OPOLDO LUGONiES

Artista perteneciente a las alturas d e Unamuno,


Lugones n a c e en Córdova, Argentina, el a ñ o 1 8 7 4 .
S u vida es una eterna pasión, un constante escándalo. Pertenece al
partido socialista, lo a b a n d o n a ; se hace anarquista, luego conservador,
fascista. Arrastra odios y enconos. Acaba su vida en 1 9 3 4 , en un
h o t e l u c h o en l a s riberas del r í o T i g r e .

Bibliografía:

Las montañas de oro. Los crepúsculos del jardín. Lunario Sentimental.


O d a s s e c u l a r e s . E l libro fiel. E l libro de los p a i s a j e s . Las horas do-
radas. E l romancero. P o e m a s s o l a r i e g o s . R o m a n c e s del r í o s e c o .

35
VENUS VICTA

P i d i é n d o m e la muerte, tus collares


desprendiste con trágica alegría,
y en su p o m p a fluvial l a p e d r e r í a
se ensangrentó de púrpuras solares.

Sobre tus bizantinos alamares


gusté infinitamente tu agonía,
a la hora en q u e el c r e p ú s c u l o s u r g í a
c o m o u n v a g o j a r d í n tras) d e l o s m a r e s .

Cinceladas por mi estro, fuiste bloque


sepulcral, en tu l e c h o de difunta;
y c u a n d o por tu seno entró el e s t o q u e

con argucia feroz su hilo de hielo,


brotó un clavel b a j o su fina punta
en tu n e g r o j u b ó n d e t e r c i o p e l o .
HOLOCAUSTO

Llenábase de noche las m o n t a ñ a s


y a la v e í a del b o s q u e a p a r e c í a
la estridente carreta que volvía
d e un v i a j e espectral p o r las c a m p a ñ a s .

Compungíase el viento tras las cañas,


y a s u m i e n d o la astral melancolía
las horas p r o l o n g a b a n su a g o n í a
paso a paso a través d e tus p e s t a ñ a s .

La sombra pecadora a cuyo intenso


influjo, a r d e tu a m o r c o m o el incienso
en apacible combustión d e aromas,

miró desde los sauces lastimeros


e n mi a l m a u n e x t r a v í o d e c o r d e r o s
y e n tu s e n o u n d e g ü e l l o d e palomas.

38
VACHEL LINDSAY

Nace en Springfield, EE.UU., 1879. Especie de rapsoda moderno,


viajó p o r su país, a d e l a n t á n d o s e a los beatnicks, predicando un evange­
lio e n t r e p o é t i c o y r e l i g i o s o , r e c i t a n d o y cantando sus versos a cambio
de hospedaje y alimento. S u producción está despreocupada de todo
rigor intelectual, pretendiendo traducir emociones y sentimientos uni­
versales . M u e r e en 1 9 3 1 .

Bibliografía:

General William Boothe enters into Heaven. The Congo. The Chinese
Nightingale. T h e Gplden W h a l e s o f California. Going to the Stars.
A H a n d y G u i d e for B e g g a r s . T h e T r a m p ' s E x c u s e and other Poems.
Rhymes to B e Traded for Breal. Rhymes in American Language.
Lythany of Washington. Street. Every Soul is a Circus.

39
A UNA MUCH ACH A DE PELO DORADO
EN UNA ALDEA DE LOUISIANA

E r e s una salida de sol,


s i una, e s t r e l l a s a l i e r a e n v e z d e l s o l .
E r e s una salida de luna,
si una estrella saliera en vez de la luna.
Eres la primavera,
si u n a c a r a b r o t a r a en vez d e flor d e manzano.
E r e s mi a m o r ,
si e s t a n s i n c e r o t u corazón
c o m o son tiernos tus ojos.
LA PALOMA DE NIEVE NUEVA

T e doy una c a s a de nieve,


te d o y la bandera del v i e n t o s o b r e e l l a ,
te d o y m o n t o n c i t o s de nieve
en l a r g a hilera,
te doy una paloma de nieve
y te pido
la ames.

La paloma de nieve entra volando


por la v e n t a n a de la casa de nieve.
E s un espíritu
y no echa sombra.
S u p l a ñ i d o es el p l a ñ i d o del a m o r
d e s d e el prado,
el p r a d o d e n i e v e e n q u e e l l a a n d a b a toda brillo.
el l u m i n o s o , a n g é l i c o prado.

42
LOS BÚFALOS QUE COMÍAN PLORES

Los búfalos que c o m í a n flores en primavera


en l o s d í a s de a n t a ñ o ,
corrían donde truenan las locomotoras
y las flores d e l a s p r a d e r a s y a c e n d o r m i d a s .
La ondulante, floreciente hierba perfumada
e s e x p u l s a d a p o r el t r i g o ,
ruedas y ruedas y ruedas van rodando
en la primavera que es dulce todavía.
P e r o los búfalos que comían flores en primavera
se fueron d e s d e a n t a ñ o .
Y a no cornean mas, y a no mugen más,
y a en las colinas no r o n d a n más:
con los P i e s n e g r o s y a c e n dormidos,
c o n los P a w n e e s y a c e n d o r m i d o s .
JOHN GOULD FLETCHER

Nace en Arkansas, EE.UU. el año 1886. Estudia en Harvard a princi-


pios de siglo. Pasa a Inglaterra y forma parte del grupo imaginista. En
1 9 1 3 vuelve a su ciudad natal y la Universidad de Arkansas le concede
el título de Doctor Honoris Causa. En 1 9 3 6 gana el Premio Pulitzer de
Poesía. Hoy está casi olvidado siendo un extraordinario poeta. Se ma-
ta e n 1960.

Bibliografía:

Irradiations. Sand and Spray. The Tree of Life, Dreakers and Granite.
Prelude and Symphonies. Parables. The Epics of Arkansas. South
Stars. The Burning Mountain.

45
VERDE SINFONIA

Las hojas brillantes de los rododendros


S e m e c e n y vibran en el a i r e f r e s c o .
Mientras que por el d é l o
Las nubes blancas se persiguen.

Como conejos se escabullen


A l g u n o s l a y o s de luz b a r r i e n d o el p r a d o
Y arrojan al pasar
Dibujos de sombra
Dorados y verdes.

Con largas cataratas de risa


L o s pájaros en celo se lanzan al c é s p e d :
E n t r e sus locos trinos
D e s t e l l a el s o l a l e g r e p o r l o s á r b o l e s .

Allá abajo hay lagos azul oscuro:


L o s a z a h a r e s c u e l g a n s o b r e el a g u a .
E n la torre del viento
S e sueltan todas las campanas
T o c a n d o al a l b a .
Finas y aladas flámulas de brisa
A z o t a n los arbustos que se mecen
Y en su pálida espera
L a tierra r e c i b e la lluvia o b l i c u a .

Yo soy una brillante gota de lluvia


A b r a z a d a e n el f r e s c o rododendro.
Soy una margarita que estrella
L a s exquisitas curvas d e la hierba cortada.
Las brillantes hojas del rododendro
S e a g i t a n c o m o l a s c u c h i l l a s v e r d e - a z u l d e la hierba.
Aleteando, crepitando, cayendo:
A s t i l l á n d o s e e n un m i l l ó n d e d e s t e l l o s .

El viento corre sonriendo por la loma


Desgarrando puñados de hojas húmedas
P a r a repartirlas a las caras de las gentes;
S e r e v u e l c a en el c é s p e d b o r d a d o d e m a r g a r i t a s .
S e a g a r r a a la luz del sol.
Brinca por la sombra.

Como perlas barrocas


Como nubladas esmeraldas,
N u b e s y árboles chocan:
G i r a n d o en remolinos
E n el tumulto
D e la primavera
Y del viento.

II

Los árboles salpican el cielo con sus dedos:


verde incesante tumulto de estrellas.

Jugando
m e c e n todas sus ramas:

48
p l a n o s d e luz y p l a n o s d e s o m b r a
pasan entre ellos
y se abren como abanicos al c a e r .

Ix>s árboles son como el mar:


se agitan,
tiemblan,
rugen,
chapalean,
lanzan sus verdes y brillantes frondas
manchadas d e r a m a s al cielo.

Los árboles son tejados:


cavernas huecas de azules sombras
arcos solemnes
en el a t a r d e c e r .
T o d o el v a s t o horizonte,
mirador tras mirador,
cumbre sobre cumbre,
levanta hacia el cielo
cordilleras de verde y verde.

Los árboles acarician los tejados con sus dedos,


se tienden s o b r e l o s ríos p a r a m i r a r adentro:
desafiantes, gesticulan
eji las cumbres de los Cerros;
se a g a c h a n j u n t o s en los valles,
suspiran en los c a m p o s .

Barnizadas cúpulas
se c a e n sobre l a hierba,
se quiebran y quedan como quietas ruinas.

Los árboles castigan el cielo con sus hojas.


III

D e s d e J e j o s m e llaman- l a s v o c e s d e l o s p á j a r o s l o c o s :
n o m e iré de este b o s q u e de p i n o s .
Cuando el v i e n t o s o p l a ,
bandido, a través del b o s q u e ,
me parece oír claramente
el i n m o r t a l r u m o r del mar.

Cuando la lluvia cae,


veo inclinarse lanzas de plata
en l a l a g u n a pálida del cielo
rodeada de oscuras (rondas.

Cuando el sol brilla


trenzo r a m a s distantes y h a g o c o n ellas a n c h a s c o r o n a s ,
oscilo a ritmo de las cumbres,
n a d o a placer en los profundos m a r e s del a i r e .

Abrazo la suave corteza de sólidas columnas


y con pinas que esparzo cuidadosamente
m a r c o la progresión de les cuadrante» de la sombra
que oblicuos se lanzan a través de la t a r d e .

El césped no es el césped:
es suave y s e c a alfombra
con oscuros bordados de aguja.
Estos árboles no son árboles:
son innumerables paraguas-pagodas emplumadas,
d e s g a r b a d a m e n t e e n v a r a d a s c o n el v i e n t o ,
meciéndose sobre sus troncos d e roja laca.

Al atardecer, escucho el susurro del viento,


m i e n t r a s la guerra del crepúsculo oscila y se d e s p l o m a detrás de mi;
llameantes almenas de gloria entre c h a m u s c a d a s comarcas de sol.

50
P o r la noche, los ardientes ruiseñores
lanzarán sus trinos a t r a v é s del s i l e n c i o :
v o c e s g r i t a n d o d e s d e un mar
de doncellas.

Tiempo hace, la luna anegó este templo.


L a s estrellas flotan c o m o peces de oro por encima de arcos negros.

Que los tímidos pies del alba corran en pos de mi:


me quedaré en este b o s q u e de pinos,
p o r q u e h e q u i t a d o el v e l o a l a b e l l e z a
y lo q u e ella m e h a c o n t a d o en la o s c u r i d a d
e s t á e n t e r r a d o e n e l f o n d o d e mi c o r a z ó n .

Ahora dejemos que las copas de los pinos mueran como las olas.

En el cielo gris
estas tumbas y t e m p l o s y a l t a r e s l o s i l u m i n a el s o l para mí.

51
ALFONSINA STORNI

Nace en 1892, en Suiza. Desde los cuatro años se incorpora a la vida


argentina. Viaja a Europa dos veces. S u poesía es conciencia ator-
m e n t a d a por l a pasión y la reflexión, a c a d é m i c a y a la vez erótica.
S u s v e r s o s son sabios pero c o n la pasión de todos los dias. O b s e s i o n a -
d a p o r la v i d a y p o r la muerte, el c á n c e r t o m ó su cuerpo, a p a r e c e flo-
t a n d o en a g u a s de una playa d e M a r del P l a t a , 1 9 3 8 .

Bibliografía:

Irremediablemente. Languidez. La inquietud del rosal. El dulce sueño.


D o s farsas pirotécnicas. M u n d o de siete pozos. M a s c a r i l l a y t r é b o l .

53
OLVIDO

L i d i a R o s a : h o y e s m a r t e s y h a c e ( r i o . E n tu c a s a
d e p i e d r a g r i s , tú d u e r m e s t u s u e ñ o e n u n costado
de la ciudad. ¿Aún guardas tu p e c h o enamorado,
y a que de a m o r moriste?. T e diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,


en l a t a r d e d e o t o ñ o fuma un c i g a r r i l l o .
D e t r á s d e los cristales m i r a el c i e l o amarillo
y la calle en que vuelan desteñidos papeles.
T o m a un libro, s e a c e r c a a la a p a g a d a estufa,
en el tomacorriente, al sentarse, la enchufa,
y sólo se o y e un ruido d e papel desgarrado.

Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho,


y a c a s o te r e c u e r d a . . . P e r o su b l a n d o lecho
y a tiene el h u e c o tibio d e otro cuerpo rosado.
A HORACIO QUIROGA

M o r i r c o m o tú, H o r a c i o , e n tus cabales.


y a s i c o m o e n tus c u e n t o s , n o e s t á m a l ; '
un rayo a tiempo y s e a c a b ó la feria. . .
Allá dirán.

No se vive en la selva impunemente,


ni c a r a al P a r a n á .
B i e n por tu m a n o firme, gran Horacio. . .
Allá dirán.

"Nos hiere cada hora —queda escrito—


nos mata la final".
U n o s minutos m e n o s . . . ¿quién te a c u s a ?
Allá dirán.

Sé que la mano obrera te estrecharon,


m a s n o , si A l g u n o , o s i m p l e m e n t e Pan.
q u e n o e s d e fuertes r e n e g a r d e su o b r a . . .
( M á s q u e tú m i s m o es fuerte quién dirá.)

56
EPITAFIO PARA MI TUMBA

A q u í descanso y o : dice Alfonsina


el e p i t a f i o c l a r o a l q u e s e i n c l i n a .

Aquí descanso yo, y en este pozo


pues que no siento, m e solazo y gozo.

Los turbios ojos muertos ya no giran


los l a b i o s d e s g r a n a d o s , no suspiran.

Duermo mi sueño eterno a pierna suelta;


me llaman y n o quiero darme vuelta.

El verano mis sueños no madura,


l a p r i m a v e r a el p u l s o n o apura.

El corazón no tiembla, salta o late,


fuera estoy de la línea de c o m b a t e .

¿Qué dice el ave, caminante?


T r a d ú c e m e su c a n t o perturbante:

"Nace la luna nueva, el mar perfuma,


los cuerpos bellos b á ñ a n s e de espuma.

Va junto al mar un hombre que en la boca


¡leva u n a a b e j a l i b a d o r a y l o c a :
Bajo la blanda t e l a el t o r s o q u i e r e
el o t r o t o r s o q u e p a l p i t a y muere.

Los marineros sueñan en las proas,


cantan m u c h a c h a s desde las canoas,

Zarpan los buques y en sus ciaras cuevas,


los h o m b r e s parten hacia tierras nuevas.

La mujer que en el suelo está dormida


y e n su e p i t a f i o r í e l a vida,

como es mujer grabó en su sepultura


una mentira aún: l a d e su hartura".

58
PIERRE DRIEU LA ROCHELLE

F r a n c é s , n a c e en 1 8 9 3 . Escritor de recio y áspero temperamento, en


su o b r a pueden apreciarse matices de C l a u d e l y A p o l l i n a i r e . A l parecer
c o l a b o r a c i o n i s t a d e los n a z i s , s e s u i c i d a e n m a r z o d e 1 9 4 5 a n t e la inmi­
n e n c i a del proceso.

Bibliografía:

Interrogaciones. Medida de Francia. Queja contra lo desconocido.


Ginebra o Moscú. Europa contra las P a t r i a s . La Comedia de Char-
leroi.

59
LA GRÚA

Árbol.
La fuerza de N a t u r a h a quebrantado su brote
S u r a m a principal sesga, se obstina y estira.
L a grúa, fuera del muelle, c r e c e .
N o a t o r n i l l a r a i c e s e n el s u e l o c o m o los árboles
que otras veces alabaron los hombres que han muerto.
R e s b a l a s o b r e r i e l e s l i s o s y su p e s o l a a d h i e r e
a l a t i e r r a q u e le d i o a l u z .
Yo t a m p o c o t e n g o r a í c e s . P u e d o l e v a n t a r en alto
mi p i e . Podría olvidar a mi m a d r e .
P e r o la tierra existe — d o n d e s o n a c o g i d o s los
g é r m e n e s — b a j o las piedras del muelle y antes de ser
t r a n s m u t a d o s p o r el h o m b r e , a n t e s d e sufrir las
andanzas q u e lo llevan del r e i n o mineral a l r e i n o
humano, e l m e t a l s e h a l l a b a e n el s e n o v i v i e n t e .
Pobremente ligado con otros elementos, esperaba
en a l g u n a parte, a l f o n d o del e s p a c i o .
¡ A l m a e s p e r a n z a d a q u e el a z a d ó n a c a b a d e g o l p e a r !
Sería preciso nombrar las generaciones del Hierro.
P e r o y a el m i n e r a l es la p r e s a del fuego.
La materia disuelta c e d e al tórrido abrazo.
Afinidades torrenciales se aclararon.
Y seres nuevos, de una gestación arrebatada, salen
c o m o l a carnada s a l e del v i e n t r e .
E l metal blanco ha nacido.
S u alma h a sido liberada.
P o r otros cruzamientos vienen al m u n d o el hierro
y el a c e r o .
E n el c o r a z ó n complaciente del calor, el metal
adulto de las m á q u i n a s - h e r r a m i e n t a s educa la flexible
fusión.
Y h e aquí q u e el S e r l a t e n t e e s l l a m a d o a l a
vida singular de las formas; —una mano rueda y elige.
L a línea impone una figura personal a la materia
anónima salida de los l i m b o s .
Y llega esta grúa como soy y o .
V a r i a s a l m a s c o h a b i t a n t e s h a y en su metal que
denuncian la fórmula, c o m o las almas de mis antepasados
y las de los educadores de mi a l m a .
Mañana ella e s t a r á entre los hierros viejos y yo
en el o s a r i o . O t r a s vidas serán descubiertas.
P e r o a h o r a . ( O h , el i n s t a n t e ! ¡ O h el e s f u e r z o ! su
e r e c c i ó n e s e v i d e n t e c o n t r a el c i e l o . L o s dedos de mis
pies a m a s a n m i s z a p a t o s y un c a l o r p r o s p e r a en m i v i e n t r e .
Deseos de convergencia eternamente vanos: mi vida de
carne arrebatada paralelamente a esa vida de hierro.
P a r á b o l a s que se quieren siempre recias y nunca
declinantes, parábolas que se encabriten.
Mi g r a t i t u d s e d e m o r a a n t e l a g r ú a ; y o la i n v i t a r í a
a i n c l i n a r s e e n f a v o r d e la v i d a c u y a p e s a d u m b r e colma
los b a r c o s y los t r e n e s .
Mueve ahora sus c a d e r a s , asidora.
G i r a s u a v e m e n t e e n el a c e i t e .
L a m a n d í b u l a d o m é s t i c a v o m i t a su b o c a d o en l a s
oscuras calas y en los v a g o n e s h u e c o s .
Y o apruebo ese gesto duro y perdurable y ericaz
hacia las cosas vivientes: hacia ese carbón cuyos
e s t r a t o s f i j a n c o m o l o s l ó b u l o s d e l c e r e b r o el p a s a d o
del mundo.
hacia esos saces c u y a envoltura es todavía la fibra
llena de savia del esparto.

62
Y o c o n o z c o los orígenes, en la tierra, y e n el
cerebro d e los h o m b r e s .
Su rigidez s e funde con mi fervor.
C o m o e n el r a y o del sol que recorta la s o m b r a de
un c u a r t o s e v e d a n z a r i n n u m e r a b l e s mundos, a despecho
d e l a s lineas que limitan ese empuje oblicuo; en ellas
yo veo el g i r o d e s b o r d a n t e de las moléculas apretadas
por la ley.
E l regocijo salta y grita ante la revelación.
¿Quién cantará, quién danzará ante el A r c a - d e - la
Alianza?, la A l i a n z a de todas las c o s a s que son.
V e d cómo y a nuevamente están acordadas las cosas que
se-mueven y las cosas-que-no-se-mueven-más.
E s el t i e m p o d e l o s p a c t o s a s o m b r o s o s .
S o b r e el s e l l o e n f u s i ó n de las nuevas aleaciones
el m a r t i l l o p i l ó n c a e y el s i g n o d e la f u e r z a chirría.
E l pueblo de los hombres se asió al tótem de los
titanes.
L a r u d a a l i a n z a c o n el h i e r r o s e r á oelebrada.
N u e s t r o h e r m a n o el h i e r r o s e r á a l a b a d o y c o n él l o
s e r á n s u s c o m p a ñ e r o s j u b i l o s o s : el V a p o r , l a E l e c t r i c i d a d
y todas las fuerzas-hermanas que estamos a la espera.
Q u é alegre irrupción.
Con honda e m o c i ó n el c o r a z ó n s e e n s a n c h a en el
b r i l l a r del c u e r p o e n o r m e q u e s e d e b a t e e n el r e c i n t o
del s o l .
En estos tiempos benditos, la tierra arroja
floración intrincada de las máquinas q u e se nutren del
cerebro.
Y o a c a r i c i o el h i e r r o d e l a grúa.
S u follaje abstracto adorna mis o j o s .

63
GEORGE TRAXL

A u s t r í a c o . N a c i ó en S a l s z b u r g o en 1 8 8 7 . U n o d e los representantes del


expresionismo alemán. S u s t e m a s s o n el o t o ñ o , la d e c a d e n c i a d e la v i d a
y el a n h e l o d e s a l v a c i ó n . E n 1 9 1 4 , después de la batalla de G r o d e k en
q u e a s i s t e a m á s d e un- c e n t e n a r d e h e r i d o s — T r a k l s e h a b í a g r a d u a d o
de f a r m a c é u t i c o — sufre un a t a q u e de l o c u r a . A los p o c o s d í a s s e le en-
cuentra muerto a causa d e una excesiva dosis d e c o c a í n a .

Bibliografía:

Geditche. Sebastiam im Traum. Die Dichtungen.

65
MELANCOLÍA DEL ATARDECER

E l b o s q u e , e x t e n d i d o c o m o un m u e r t o ;
sombras en torno, los s e t o s .
T e m b l a n d o el c i e r v o d e j a s u e s c o n d i t e ,
mientras un a r r o y o muy suave se desliza.

Y sigue a los heléchos y a las antiguas piedras.


y plateado pasa entre guirnaldas.
P r o n t o en n e g r o s a b i s m o s s e le e s c u c h a .
Q u i z á también y a brillen las estrellas.

La oscura planicie parece sin medida,


aledas dispersas, pantanos y estanques,
y a l g o que te confunde a n t e la h o g u e r a .
U n b r i l l o h e l a d o c o r r e p o r l a s challes.

En el cielo son los movimientos,


emigra u n a legión d e pájaros silvestres
hacia comarcas bellas, diferentes.
C o n a g i t a c i ó n a s c i e n d e y b a j a el j u n c o .
NOCHE DE INVIERNO

Ha Caído la n i e v e . D e s p u é s d e m e d i a n o c h e a b a n d o n a d a ,
e b r i a d e vino, l a o s c u r a r e g i ó n de los h o m b r e s , l a
l l a m a d e su hogar. ¡ O h , la tinieblal

Negra escarcha. La tierra es dura, amargo el sabor


del a i r e . M a l o s signos c o n f o r m a n tus estrellas.

Con petrificados pasos vas golpeando sobre el terraplén,


c o n ojos redondos, c o m o un soldado q u e asalta
una negra trinchera. [Avantil

¡Amarga nieve y Lunal

Un lobo rojo ahorca un ángel. Tus piernas tintinean


a l c a m i n a r p o r el h i e l a a z u l , y u n a sonrisa llena de
t r i s t e z a , y o r g u l l o , h a p e t r i f i c a d o tu r o s t r o y la
f r e n t e p a l i d e c e a n t e el p l a c e r d e l f r i ó .

O bien se inclina callada sobre el sueño de un


centinela, q u e se d e j ó c a e r en su garita d e e s t u c o .

Helada y humo. Una camisa blanca de estrellas quema


los hombres. L o s b u i t r e s d e d i o s d e s p e d a z a n tu c o r a z ó n
metálico.

68
O h , la pétrea c o l i n a . Silencioso y olvidado se v a
d e r r i t i e n d o e l c u e r p o en l a n i e v e p l a t e a d a .

Negro es el sueño. Largamente se escucha el rumbo de


l a s e s t r e l l a s p o r el h i e l o .

Al despertar sonaban las campanas de la aldea. Por la


p u e r t a o r i e n t e c r u z ó el d i a s o n r o s a d o .
SUMISIÓN DE LA NOCHE

| M o n j a ! , e n c i é r r a m e e n tu oscuridad,
en las m o n t a ñ a s frescas y azulesl
S a n g r a un o s c u r o r o c í o ;
l a c r u z s e a l z a e m p i n a d a e n el f u l g o r de
estrellas.

Purpúreas se destrozan boca y mentiras


en frescos aposentos derruidos;
b r i l l a a ú n l a r i s a , el á u r e o j u e g o ,
los tañidos postreros de una campana.

¡Nube de luna!. Negruzcos caen


p o r l a n o c h e los frutos del á r b o l
y e n t u m b a el e s p a c i o s e c o n v i e r t e
y en s u e ñ o e s t a e x i s t e n c i a humana.

70
¡OSE ANTONIO RAMOS SUCRE

Nace en Venezuela, el año 1890. Principal artífice de la literatura de su


patria y sin e m b a r g o i g n o r a d o h a s t a h a c e a ñ o s muy r e c i e n t e s . Adscrito
al surrealismo, su obra está signada por cielos y tierras americanos.
M u e r e en G i n e b r a e n 1 9 2 2 .

Bibliografía:

La Torre de Timón. El Cielo de Esmalte. Las Formas del Fuego.

71
LA CIUDAD

Yo v i v í a en u n a ciudad infeliz dividida p o r río tardo


encaminado al o c a s o . Sus riberas de árboles inmutables
v e d a b a n la luz de un cielo dificultoso.
E s p e r a b a el f e n e c i m i e n t o d e l día ambiguo, interrumpido
por los a g u a v i e n t o s . Sala d e mi c a s a d e s v i a d a en demanda
de la tarde y sus vislumbres.
El sol d e c l i n a n t e p i n t a b a la c i u d a d de l a s r u i n a s ultrajadas.
L a s aves pasaban a reposar m á s adelante.
Y o sentía las trabas y los herrojos de una vida impedida.
El fantasma de u n a mujer, i m a g e n de la a m a r g u r a , me
seguía con sus p a s o s infalibles de sonámbula.
E l m a r sobresaltaba mi recogimiento, socavando la tierra
en el secreto de la n o c h e . L a brisa desordenaba los médanos.
s e g a n d o los arbustos de un litoral b a j o , terminados
e n u n a flor e x t e n u a d a .
L a c i u d a d , a g o b i a d a p o r el t i e m p o y a c o g i d a a u n recodo
del continente, g u a r d a b a c o s t u m b r e s seculares. Contaba
a g u a d o r e s y mendigos, v e r s a d o s en proverbios y c o n s e j a s .
El m á s a v i s a d o d e t o d o s i n s t a b a mi a t e n c i ó n refiriendo
l a s e m e j a n z a d e un a p ó l o g o h i n d ú . C o n s i g u i ó a c e l e r a r el
c u r s o d e mi p e n s a m i e n t o , v o l v i é n d o m e e n mi a c u e r d o .
E l aura prematinal refrescaba esforzadamente mi c a b e z a
calenturienta, desenterrando l a s v o l a t e r í a s d e un sueño
confuso.
VLADIMIR MAIACOVSKI

Nace en Begdadi, Cáucaso, en julio de 1893. Poeta de eléctrica perso-


nalidad, abraza la revolución bolchevique y trabaja ardientemente para
ella. Da recítales, hace teatro, cine, d i s e ñ o gráfico. Interviene en el
futurismo ruso, c o m e n t e que es opuesta al futurismo fascista italiano.
S u fortaleza física va m e n g u a n d o por u n a serie de e n f e r m e d a d e s . Tal
v e z é s t a s e a la r a z ó n d e s u s u i c i d i o , c o m o l o a f i r m a Lila Guerrero. Se
mata en Moscú el 14 d e a b r i l d e 1 9 3 0 .

Bibliografía:

150'000,000. Lenin. Octubre. Aventura extraordinaria. Moscú en


llamas.

75
CONVERSANDO CON LA TORRE DE EIFFEL

París,
caminada por millones dé pies.
gastada por miles de llantas.
Y o ando errante por tus calles
s o l o , h a s t a el h o r r o r ,
ni un r o s t r o a m i g o
h a s t a el h o r r o r ,
ni un alma.
Alrededor mío,
los a u t o s f a n t a s e a n u n a danza.
Alrededor mío,
d e s d e sus fauces de d r a g o n e s - p e s c a d o s y luises,
s i l b a y c a e el a g u a d e l a s fuentes.
L l e g o a la P l a z a d e l a C o n c o r d i a ,
y espero q u e v e n g a a la cita,
cruzando la niebla,
surgiendo tras las casas apiladas.
L a T o r r e de Eiffel,
iChistl
Torre,
m á s despacio.
que la pueden ver.
L a luna, tema de guillotina,
asiste a nuestra cita,
M e a c e r q u é a ella,
susurrándole e n la r a d i o - o r e j a .
H e aquí lo que le d i g o :
— H e hecho propaganda a l o s e d i f i c i o s y a las c o s a s .
Nosotros!
sólo esperamos vuestro acuerdo.
Torre,
n o s o t r o s la e l e g i m o s j e f e .
Usted,
modelo d e genio y técnica,
no debe quedarse aquí,
ocultando sus contornos apollinarios.
N o es p a r a usted
este lugar de podredumbre,
París de prostitutas,
¡a Bolsa
y los " p o e t a s "
L o s metros están de acuerdo.
Los metros están conmigo.
Ellos arrojarán al público
de sus e m b a l d o s a d o s v i e n t r e s .
Y la sangre nueva
lavará las paredes
y los avisos de polvos y perfumes.
Ellas
—las paredes—
están convencidas.
E l l a s n o q u i e r e n ser e s c l a v a s de los avisos lujosos.
ellas saben que les asienta mejor a la c a r a
nuestros agudos cartelones de lucha.
¡Torre¡
¡ N o tenga miedo a las calles!
S i el m e t r o n o s u e l t a l a gente
la c a l l e lo c a s t i g a r á c o n los rieles.
¡ Y o l e v a n t a r é el m o t i n d e l o s r i e l e s !
¿Teme?
Los tractores vendrán en columnas,
nos defenderán

78
¡ N o tema]
Y a me puse de acuerdo con los puentes.
vadear los ríos
n o es fácil.
L o s puentes s e levantarán de golpe,
movidos p o r el encono,
cerrando las puertas de la ciudad
por todos los c o s t a d o s .
Al primer llamado,
se a m o t i n a r á n los puentes.
arrojando a los peatones,
con sus toros de piedra.
S e rebelarán todas las c o s a s .
Las cosas
ya no pueden soportar más
ese orden de cosas.
Pasarán quince o veinte años,
se a b l a n d a r á el a c e r o ,
y las mismas cosas,
se lo aseguro,
irán solas
a venderse por las ferias de Montmartre.
¡Torre, vamosl
V e n g a con nosotros.
Usted,
allá en casa,
nos hace más falta.
¡Venga con nosotrosl
L a recibiremos
c o n el b r i l l o d e n u e s t r o s a c e r o s .
L a recibiremos
con más ternura que al primer amante amado.
jVamos a Moscúl
Torre,
allá tenemos un lugar.
Usted
tendrá todas las calles que quiera.
Nosotros la cuidaremos
cien v e c e s al día,
lustraremos su a c e r o y su c o b r e .
Deje
que su ciudad
— e l P a r í s d e las] t o n t a s y l a s p i t u c a s ,
el P a r í s d e l o s b u l e v a r e s a b r e b o c a s —
se a c a b e sola,
enterrada e n el c e m e n t e r i o d e l L o u v r e ,
c o n e l v e j e s t o r i o d e s u m u s e o en l o s b o s q u e s d e B o u l o g n e .
IAdelante!
¡Marche!
¡ M a r c h e con sus cuatro patas poderosas.
remachadas según los planos de Eiffel.
p a r a q u e en nuestro cielo
asome su (rente de radio,
para que nuestras estrellas
a n t e usted se averguencen!
¡Decídase, Torre!
Hoy se levantan todos,
removiendo a París
desde la c a b e z a a los pies.
¡Vamos,
vebga con n o s o t r o s a la URSS!
¡ V e n g a con nosotros!
Yo
l e c o n s e g u i r é el p a s a p o r t e .

80
PABLO DE ROKHA

N a c i ó en Licantén, legión campesina de Chile, en marzo de 1 8 9 4 . E s t e


hecho signará su a m o r por las clases populares campesinas así como
s u a m o r p o r l a t i e r r a . T r a s l a d a d o a S a n t i a g o t r a b a j a r á e n el p e r i ó d i c o
radical L a R a z ó n . E l a m b i e n t e de la b o h e m i a capitalina le desagradará
y s e r á n f a m o s a s s u s p o l é m i c a s y su a n t i p a t í a p o r N e r u d a . S u libro L o s
G e m i d o s s e r á u n a p o r t e c l a v e en. el d e s a r r o l l o d e l a v a n g u a r d i a poé­
tica americana. En 1 9 6 5 l e f u e c o n c e d i d o el P r e m i o N a c i o n a l d e Li-
tratura. S e suicida, siempre de mal humor, en 1968.

Bibliografía :

Los Gemidos. Cosmogonía. Jesucristo. Escritura de Raimundo Con­


treras. Suramérica. M o r f o l o g í a del Espanto. Fuego Negro. Gran
Temperatura.

81
TONADA DEL ILUMINADO

E l graznido cosmopolita de los crepúsculos azota mis


angustias,
derrumbando árboles enloquecidos y las ideas oceánicas
d e los á r b o l e s e n l o q u e c i d o s . . .
Yo estoy botado
aquí,
c o n mis zapatos
y mis u n i v e r s o s ;
c o m o la m a r , s o n a n d o . . .
muerto, completamente muerto, y haciendo vida a lágrimas;
crecido de m o n t a ñ a s con las h o j a s marchitas.
y l a v o z d e los r u i d o s d i s p e r s o s y rodantes
e n la a u d a c i a n e g r a d e l c a n t o . . .

Ancho tubo de soles amarillos


las l á g r i m a s - l l u v i a d e l o s o b j e t o s ,
hondo tubo de mares asesinos,
a t r a v i e s a n l a r u i n a s o n o r a q u e e s la d e s g a r r a d u r a de mi corazón.
y las m i r a d a s serias d e las t u m b a s
se quiebran, t r o n a n d o en mis sesos
c o m o l a p a t a d a del tiempo en la muerte del h é r o e .

¡Ahí ventolera, inmensa ventolera


ríe l o i n f i n i t o
que me d e s h o j a s horrorosamente,
— ¡ a h ! v e n t o l e r a , i n m e n s a ventolera-—,
t o d o el c o s t i l l a r d e s p a v o r i d o . . .

Soy el hombre que viene errante


y murió
y anda andando
con- su j a u l a d e l e o n e s y a v e s s i n sentido,
sus a c o r d e o n e s y sus violines estupefactos,
vendiendo otoños maduros,
p o r el a l a m b r e q u e a t a l o s c i e l o s y los mundos;
y anda andando,
a b s o r t o en la v e r e d a colosal d e su espanto,
c o m o la a r a ñ a por la tela,
y los hijos por la infancia del padre.

La sabiduría lluviosa del silencio


e m p a p a l a s h i l a c h a s die m i s a c t o s
y, sin e m b a r g o , cuando caen, pasmados y alucinados,
s o b r e la b o c a absorta del misterio,
lloran c o m o los g r a n o s dorados y ruidosos
e n el g r a n e r o .

Lo mismo que un toro de oro


canto,
pienso
y derivo, r o d a n d o tierra abajo,
c o n mis p o e m a s e n el v i e n t r e ,
despedazándome
por las veredas y las ciudades.

La culebra geométrica de los últimos gritos


me muerde la garganta,
y un dolor varonil, c o m o de potro, clavado en la o s c u r a osamenta
me impele a obrar, a hablar
en gritos, en ladridos, en s i g n o s atropellados y
ensangrentados,
que m e arranco de las entrañas.

64
Parecido a un ciego vidente,
golpeo las puertas abiertas que están cerradas,
horriblemente cerradas, a lo irremdiable,
y pregunto por " D i o s " a las estrellas muertas.

Terremoto de paradojas,
levantamiento de volcanes sentimentales o filosóficos,
derrumbe d e dolores,
cataclismos de tristeza, cataclismo de belleza,
remecen la tronchada m a t e m á t i c a de mi s i s t e m a planetario;
h a y torvas lagunas de idiotez
y montañas de hierro de genialidad
s o b r e el p a n o r a m a c ó n c a v o de m i actitua ilimitada;
y las niñas azules y alegres de lo ingenuo
juegan con racimos de atardeceres felices,
vendimiando uvas de hierro en la m a q u i n i t a de las b o c a s mimosas,
e n c i m a d e los c l a r o s paisajes de miel y violetas innumerables,
que tiemblan colgados sobre mis abismos,
como tonadas de labriegos
al pie d e los m i t o s guerreros.

Los pájaros muertos de mi voz agraria y formidable,


oscura y formidable,
egregia y formidable,
c o m o u n b a t a l l ó n d e a s e s i n o s c r e p u s c u l a r e s d o m a n d o la a n c h u r a o c e á n i c a ,
los pájaros muertos de mi voz agraria y formidable
anidan en los tejados de los cementerios,
las herrerías,
los prostíbulos, los rascacielos,
las funerarias;
y una lúgubre significación les preside
cuando revolotean, enloquecidos y amargos, arriba del atardecer,
como guiñapos de planetas que rodasen estrellándose
contra la solidez aplastadora de las murallas invisibles.

Absorto en mis hundidas incertidumbres,


doblada la c a b e z a de h u m o inmóvil
s o b r e el e n o r m e c o r a z ó n m o n t a ñ o s o y cavernario.

85
solo,
con el tiempo del tiempo,
a n d o en t r a n v í a vestido de estrellas y sepulturas,
compro cigarrillos como catafalcos y estoy muerto,
h a b l o c o n el a n i m a l c o m e r c i a n t e , con el a n i m a l periodista,
c o n el animal vagabundo.
c o n el a n i m a l d e l o s g e s t o s c u a d r a d o s como retratos,
c o n el a n i m a l de los gestos polvorosos c o m o borricos,
c o n el a n i m a l d e los gestos nocturnos como sepulcros,
c o n el a n i m a l e s p a n t o s o q u e t i e n e b o t i c a ,
c o n el a n i m a l e s t u p e n d o y a r r a s t r a d o que conversa, que vive, que defeca,
y está absolutamente c a s a d o c o n d o s c i e n t o s kilos de c a r n e imbécil,
d e s d e el d í a p r i m e r o de las c o s a s .
y canta,
y llora,
y come,
y duerme,
y h a c e chiquillos sin cabeza,
y dice gruñendo: " l a l e y , la j u s t i c i a , la b e l l e z a d e los c i e l o s a b i e r t o s " ,
parado frente a lo intinito
con las m a n o s en los bolsillos
y el i d e a l e n l o s t e s t í c u l o s . . .

Yo vengo saliendo de las montañas


que aullan i n m e n s a m e n t e al o t r o lado del v e r s o al otro
lado del g e s t o y a l otro l a d o del horizonte,
d e s d e el d í a p r i m e r o de las c o s a s .
Mi corazón forrado d e pieles salvajes,
huele a p e u m o s y bo!do¿ lo m i s m o que los r u m o r o s o s
t a l l e r e s d e l o s c a r p i n t e r o s y el m u g i d o d e l a s y u r i t a s agrarias,
mi c o r a z ó n u n t a d o d e mieles rurales;
y en las g r a n j a s m a d u r a s d e mi e s p í r i t u
cantan los gallos, los mohosos gallos domésticos,
braman los t o r o s enamorados
y ladran los perros eternos, e n s a n g r e n t a n d o las viviendas y los caminos
apolillados;
un gran r u i d o d e j a g u a r e s y dte t o r r e n t e s enloquecidos.

86
aureolado de buitres feudales y anchos laureles luminosos y llenos
de esquilas y resplandor
me cruza los huesos ardidos...

Los juramentos desaforados y profundos


de mi c a r n e y m i sangre,
los instintos canallas, sublimes, idiotas, revolucionarios,
que ladran mordiendo mis dolores
lo m i s m o q u e c a r c o m a s d e s u e ñ o , lo m i s m o q u e gusanos de rabia,
las fuerzas violentas y despavoridas del universo
m e empujan de a b i s m o en abismo,
de angustia en angustia,
de espanto en espanto,
c o m o e l a m o r a l h o m b r e , c o m o el d o l o r a l mundo,
c o m o el e m p u j ó n fatal de lo desconocido
a quien a s o m a horrorizado
a la r e n d i j a inmortal d e los sepulcros.

.Pienso:
" h e ahí mis manos, m i s piernas,
y h e ahí mis pensamientos,
h e a h í las plazas públicas, los filósofos, l a s l e t r i n a s , lasi i g l e s i a s , e t c .
y querría huir,
huir, huir ladrando en pelotas,
gritando horriblemente, llorando horriblemente hasta la eternidad,
c o m o un individuo a quien l e m o s t r a s e n el r e t r a t o d e s u e s q u e l e t o ,
o a Dios cara a cara,
o u n a g r a n m a n o p e l u d a l e a p r e t a s e el c u e l l o e n lo o s c u r o ,
o el D i a b l o le s a c a s e la lengua
a la salida del cementerio.
lloviendo, a l a salida del c e m e n t e r i o , c a r a j o , a la salida del c e m e n t e r i o .

Y cuando voy trotando, loco, entre la luna y las tumbas,


me quedo atrás,
me quedo atrás, y digo:
"allá v a el tonto, el t o n t o ,
allá v a el t o n t o ,
a l l á v a el t o n t o , el t o n t o
de la chaqueta n e g r a . . . "
SERGUEI ESENIU

Nace en, Constantinovo, Rusia, en 1895. Hijo de campesinos. Fus el


c r e a d o r del imaginismo r u s o . C o m o Maiacovski, de recia y atronadora
personalidad. S e c a s a en 1 9 2 2 c o n la bailarina I s a d o r a D u n c a n , sepa­
rándose después, para volver a casarse con una nieta de León T o l s t o i .
Su poesía refleja el m i s t i c i s m o d e l p u e b l o r u s o . Abrazó la revolución
pero no p u d o asimilar la transformación industrial, siendo ésta una tra­
g e d i a i n t i m a p a r a el p o e t a . D e s i l u s i o n a d o , e n t r e g a d o a l a v i d a vagabun­
d a , s e m a t a en el H o t e l I n g l a t e r r a de L e n i n g r a d o en 1925.

Bibliografía:

Fiesta. Inonia. Moscú Tabernario. Las Confesiones de un Granuja.


Pugatchev.

89
CARTA A UNA MUJER

Usted se acuerda,
usted, claro, de todo se acuerda,
cuando andaba nerviosa
por la estancia
— y o pegado a la pared—
y me reñía con acerbas palabras.
Decía usted
que había llegado
la hora de separarnos,
que a causa de mis locuras
sufría mucho,
que iba a d e d i c a r s e a sus cosas,
y que yo estaba condenado
a rodar por la pendiente.
Querida:
Usted no me amaba.
Ignoraba
que entre aquella humareda,
en la fosca t o r m e n t a de la vida
sufría y o , sin comprender
lo q u e s e a v e c i n a b a .
D e cara a cara
n o s e v e el r o s t r o
L o g r a n d e s e ve a la distancia.
C u a n d o el m a r s e encrespa
c o r r e n r i e s g o las a v e s .

91
¡Y de pronto
s e c o n v i r t i ó la tierra
en navel
Alguien
empuñó majestuoso el timón
r u m b o a la nueva vida prodigiosa
por entre vendavales y tormentas.
¿Quién n o s e c a y ó e n la c u b i e r t a ?
¿Quién no vomitó y no maldijo?
Pocos hubo que no se mareasen.
que venciesen aquel torbellino.
Entonces,
entre un clamor salvaje,
sabiendo bien lo que m e hacia,
bajé a la b o d e g a
para n o ver v o m i t a r a la g e n t e .
Aquella bodega
era eso: la taberna.
Y o m e entregué al vino
para no padecer por nadie
y m e hundí en la e m b r i a g u e z .
Querida:
L a h i c e sufrir, es c i e r t o .
E n sus ojos cansados
se a s o m a b a la pena
al ver q u e y o , ostentosamente,
me consumía en escándalos diarios.
P e r o usted ignoraba
que entre aquella humareda,
en l a fosca tormenta d e la vida,
sufría yo
sin c o m p r e n d e r lo q u e se a v e c i n a b a . ..

H a n pasado los a ñ o s .
M i edad es o t r a .
A h o r a pienso de otro modo.

92
A h o r a b r i n d o e n los días d e fiesta
p o r el G r a n T i m o n e l .
M e embargan hoy
amables sentimientos.
AI r e c o r d a r su angustia
quiero apresurarme a decirle
lo q u e fui a n t e s ,
lo q u e a h o r a soy.
Querida:
M e c o m p l a c e decirle
nue n o rodé por la pendiente.
Vivo e n el T e r r i t o r i o S o v i é t i c o
como el m á s e n t u s i s a t a adherente.
N o soy ya
el d e a n t e s .
A h o r a no la haría sufrir
como entonces.
T r a s la b a n d e r a de la libertad
y del t r a b a j o luminoso
estoy dispuesto a ir a l fin
del mundo.
Perdóneme
S é que usted n o es la de a y e r .
Ahora vive
ron u n marido serio, inteligente.
A usted n o le h a c e n falta
nuestros duros que haceres
y yo tampoco
le h a g o la menor falta.
V i v o bajo
el s i g n o d e u n a e s t r e l l a ,
bajo una mansión renovada.
Id s a l u d a su a m i g o
que j a m á s la olvida.
HENRY DE MONTHERLANT

Fiancés de origen catalán, nace en 1896. Poeta, novelista y gran autci


teatral, s u r g e en los a ñ o s de la p r i m e r a g r a n guerra. Gana el Gran
Premio de la A c a d e m a F r a n c e s a en 1934 y es admitido e n ella en
1960. D e p r e c a r i a salud, se q u i t a la vida en 1 9 7 2 .

Bibliografía:

Los Bestiarios. Los Célibres. Un asesino es mi amo.

95
INCERTIDÜMBRE

H a y en m i recuerdo un patio d o n d e se ejercitan


muchachos, aireado, rectangular.
Alrededor, platicando, contemplando, caminamos
bajo un pórtico cubierto.
S o b r e el p ó r t i c o s e a b r e n s a l o n e s . S e e n t r e v é un
torso desnudo.
Las m á x i m a s inscritas en las paredes n o incitan
a la virtud.
U n altar de m á r m o l florece, para los jóvenes
muertos en la guerra.

Y busco, y no sé decir si era una palestra o un


c l a u s t r o ni q u é D i o s m e d a b a e s a d i c h a
c u a n d o e s c u c h a b a el r u m o r de la juvenil carrera
pasar y decrecer,
y el a i r e h u n d i d o p o r l a s v i d a s f r e s c a s r e f l u í a
sobre lo m á s sensible d e mi c o r a z ó n .
ERNEST HEMINGWAY

¿Quien no conoce al viejo Hem?. Nace en Oak Park, norteamérica, en


1898. S u obra enriqueció y transformó la sensibilidad literaria de toda
u n a é p o c a . H o y H e m i n g w a y e s un mito, t a n t o su vida c o m o su m a r a v i -
llosa literatura. M u e r e en 1 9 6 2 .

Bibliografía:

Tres historias y diez poemas. El sol también sale. Adiós a las armas.
P o r quién d o b l a n l a s c a m p a n a s . L a s n i e v e s del K i l i m a n j a r o . E l v e r a n o
peligroso. P a r í s e r a una fiesta, etc.

99
MONTPARNASSE

N u n c a h a y s u i c i d a s e n el c í r c u l o d e g e n t e q u e u n o c o n o c e .
N i n g ú n suicidio bien logrado.
U n chino se m a t a y está muerto,
(siguen depositando su c o r r e o e n el c a s i l l e r o ) .
U n muchacho noruego se mata y está muerto,
( n a d i e s a b e a d o n d e s e h a ido el o t r o n o r u e g o ) .
E n c u e n t r a n a una modelo muerta,
sola en la c a m a y bien muerta,
(le trajo al guardián la m a r de p r o b l e m a s ) .
V ó m i t o s , c l a r a de huevo, mostaza, jabonaduras y
lavados de estómago salvan a la gente que uno conoce.
T o d a s las tardes se puede encontrar a la gente que
uno c o n o c e e n el café.

101
CAMPS D'HONNEUR

L o s soldados nunca mueren bien;


c r u c e s i n d i c a n el l u g a r —
cruces de madera donde cayeron,
plantadas sobre sus cabezas,
Los soldados se caen, tosen y se retuercen-
el m u n d o e n t e r o ruge, los r o j o s y los c a m i s a s n e g r a s .
1
L o s soldados s e sofocan en las zanjas,
a s f i x i a d o s d u r a n t e todo el c o m b a t e .

102
OKLAHOMA

T o d o s los i n d i o s h a n muerto
(un indio b u e n o es un indio muerto)
o manejan carro.—
(los pozos petroleros, U d . sabe, todos son ricos)
M e p i c a n l o s o j o s c o n el h u m o .
R a m i t a s de álamo y estiércol
llenan el tipee d e h u m o gris
( o a c a s o es irritación d e mis ojos m i o p e s ) .
Los llanos son dilatados,
la luna brilla arriba,
los potros tiran de sus estacas,
e l p a s t o s e h a a n g o s t a d o e n el v e r a n o
( o es a c a s o mala c o s e c h a ) .
Saque la flecha:
si s e r o m p e
la herida cierra.
L a s a l es b u e n a también
y las cenizas.
E n la n o c h e los latidos martillan
( o acaso es la g o n o r r e a ) .
HART CRANE

Nace en 1899, Ohio, Estados Unidos. Su vida fue errante y atormenta­


d a . D e su o b r a , p o e t a s p o s t e r i o r e s h a n t o m a d o s u t e n s o e s t i l o , su pro­
funda y m o d e r n a espiritualidad. V i a j a a E u r o p a y después de una b e ­
c a p u d o v i v i r m á s o m e n o s e s t a b l e en M é x i c o . R e g r e s a b a a l o s E s t a d o s
U n i d o s c u a n d o el 2 7 d e a b r i l d e 1 9 3 2 s e a r r o j a a l m a r d e s d e el b a r c o
que lo conducía.

Bibliografía:

White Buildings. The Bridge: A poem.

105
RÍOS TRANQUILOS

M u y t e n u e e r a el r u m o r d e los s a u c e s .
E n e l p r a d o el v i e n t o bailaba una zarabanda.
Y o no recordaría
esa ebullición que o n d e a b a la superficie del pantano
si mi v i d a n o m e h u b i e r a l l e v a d o al mar.

Gladiolos, abrojos. Y el recuerdo de empinados


r i n c o n e s d o n d e l o s c i p r e s e s r e c i b e n el r i g o r
del m e d i o d í a , c a s i m e l l e v a r o n a l i n f i e r n o .

¡Qué no he tocado yo!. La sombría cañada


y todos los e x t r a ñ o s n i d o s en l a s l o m a s
d o n d e los castores a p r e n d e n a trabajar.
E l e s t a n q u e en q u e entré una vez y r a u d o salí.
E l c a n t o de los sauces de la orilla. ¡ C ó m o lo recuerdo!.
Y, f i n a l m e n t e , al e v o c a r e s t a s c o s a s l e s d o y v i d a .
D e s p u é s d e la ciudad q u e p o r fin d e j é a t r á s c o n sus
hirientes ungüentos y con sus dardos
humeantes
el m o n z ó n cortante del Delta
a l a p u n t a del G o l f o . . . M á s allá d e los diques

oí el viento laminar zafiros sobre el pasado Estío.


E l r u m o r de los sauces no p u d o ser m á s firme.

107
FUGA DEL MOMENTO

L a sifilítica v e n d e violetas y margaritas


j u n t o al puesto de periódicos del m e t r o
y sabe que
jacintos
ofrece esta m a ñ a n a de abril
en m a n o j o s a c a b a d o s d e cortar—
dando
a cada comprador
(del cielo tal vez)
sus ojos—.
C o m o arrojadas muletas contra un cristal
caen mudos y tiesos (después serán los lirios)
más allá d e la c a r n e que las rosas pueden traspasar.

108
AL NORTE DEL LABRADOR

Una tierra de vidrios inclinados


se arroja en la eternidad
abrazada silenciosamente
p o r los a r c o s p l o m o s d e l cielo.

"¿Nunca ha venido nadie a visitarte.


o ha d e j a r c o m o u n a leve o n d a
sobre tus p e c h o s deslumbrantes?.
¿ N o c o n o c e s l o s r e c u e r d o s , C l a r a S o m b r a ? ".

Frío y Mudo, sólo el tren de los instantes


viajando donde nunca primavera—
N i nacimiento, n i m u e r t e , ni t i e m p o , ni s o l
por respueta.
RENE GREVEL

Nace en París, en 1 9 0 0 . H a c i a los 2 0 a ñ o s s e adhiere al surrealismo.


I n i c i a d o r d e l o s e x p e r i m e n t o s c o n el h i p n o t i s m o , p a r t i c i p ó en todas las
manifestaciones y publicaciones colectivas, sin apartarse de los objeti-
v o s r e v o l u c i o n a r i o s f i j a d o s p o r el m o v i m i e n t o . L a s disenciones habidas
p o c o antes del C o n g r e s o de E s c r i t o r e s p a r a la D e f e n s a de la Cultura,
1935. provocaron la c r i s i s q u e lo l l e v a r í a a su final, l a v í s p e r a de la
inauguración.

Bibliografía:

Détours. Mon corp et moi. La mort Difficile. Babylone. Etes vous


f o u s ? . L'espirít contre la r a i s o n . P a u l K l e e . S a l v a d o r D a l í ou L ' a n t i o b s -
curantisme. L e clavecín du D i d e r o t . L e piéis dans le piat.

111
POEMA

L a elocuencia no basta
M i corazón oscila esta noche
Y s e d e s l i z a p o r el f i l o d e u n párpado
Lámpara de miseria
Q u e no basta para alumbrar mi noche
Hombre negro mas no de ónix
H o m b r e del c o l o r del despecho
Dudando e n la c i é n a g a de los odios mezquinos
Querrías
Cual una a l o n d r a su e s p e j o
U n sol d o n d e m o r i r c o n tu pena
1
Buscas mas te sobra angustia
Para h a l l a r tu p a r a d e r o
N a d a brilla
N i l o s o j o s n i el h i e r r o n i e l i m á n anónirnó
Q u e l i b e r a d e l o s mil c l a v o s
Tus penas
En l a s q u e el e n j a m b r e d e las m o s c a s de vuelo descendente
D e las m o s c a s con una sola ala
S e prenden c o m o miseras estrellas de sangre.
Juglar
Juglar de palabras
T u s versos se estrellan contra los muros
Tu angustia nueva cinta de frivolidad
Corona
U n cerebro que h a j u g a d o demasiado al juego de las equivocaciones
Las cartas de la esperanza

113
Esta noche
I g u a l e s s o n a l a s c a r t a s d e la d i c h a d e antaño
¿ Q u é diré entonces?
¿ Q u é te diré a ti?

Hermano nacido de mis pies


En u n a t i e r r a en la q u e s ó l o v i v e s p a r a espiarme?

Sendero que he seguido


P o r su m e n t i r a d e granito
O l v i d é q u e m á s allá, lejos, e s t a b a el mar
y huí del a g u a espejo de estrellas
P a r a c a n t a r a una- m a n o en o t r a m a n o
Río verde
Plácida infancia
Piedad para el h o m b r e q u e pasa
E l h o m b r e q u e m u e r d a su l a b i o
C o n sus l a b i o s
P o r q u e siente miedo de o l v i d a r el s a b o r d e l a b o c a
T i m o n e r o m o r e n o vestido de tela azul
C o n piel c o l o r cabello
Hola hermoso viajero
I b a s primero h a c i a el m a r
A h o r a marchas sobre las olas
Y y o b u s c o u n p o z o e n el c i e l o u n o j o d e b u e y
S o y el a h o g a d o d e l a s t i e r r a s
D i m e o h mi orgullo q u e n o es a ú n tarde
para j u g a r al faro
Y sobre el colchón de tiernas hierbas
D e r r a m a r s e en triángulos metálicos
E n vano g r i t a r á su mal mi corazón
C o n él h a r é t i r a s
Tiras que sabré teñir
O retorcer en forma de cifras
M á s definitivas
Q u e los h u e v o s e n s u s c a s c a r a s
Y l a s m o m i a s en s u s v e s t i m e n t a s d e oro
Y tú c u e r p o m í o m a l d i c e los s e n t i d o s c o m o u n l i s i a d o a sus muletas.

114
JORGE CUESTA

N a c e e n V e r a c r u z , M é x i c o , el a ñ o 1 9 0 3 . P o e t a y e n s a y i s t a l ú c i d o y d e
amplia cultura. D e su poesía, no muy abundante pero si i n t e n s a , se
dijo q u e e r a l a o b r a d e un h o m b r e c u y a finísima y cruel inteligencia l o
llevó a u n e x t r e m o i n a l c a n z a b l e en la b ú s q u e d a d e l a perfección. A b s o -
luta supresión d e l a s e m o c i o n e s , h e a q u í su m e t a . T a m b i é n l a f u e i z a y
debilidad de su o b r a . S e suicida en la ciudad de México 1942.

115
SONETO

E l a i i e , d e él m e d e s p o j a .
p e i o , en c a m b i o de su t a c t o ,
m e da a soñar su contacto
con la a m p l i a s e d d e l a h o j a .

Ya no en sí misma se aloja
l a d i c h a , i n f i e l a su p a c t o
con e l l a m i s m a , e n el a c t o
en q u e el árbol s e d e s h o j a .

Es el árbol quien apaga,


n o el aire m á s dilatado
la s e d q u e s e c o n s u m í a .

Exhausta la hoja, vaga,


suspensa de su pasado,
por la distandia v a c í a .
SONETO

S o ñ a b a h a l l a r m e e n el p l a c e r q u e a f l o r a ;
v i v e el p l a c e r s i n m i , p u e s p r o n t o pasa
S o y el q u e o c u l t a m e n t e s e r e t r a s a
y se substrae a lo que se devora.

Dividido de mí quien se enamora


y cuyo a m o r midió l a vida escasa,
s o y el residuo estéril de su b r a s a
y me gana la muerte desde ahora.

Pasa por mi lo que no habré igualado


después que pasa y que y a no aparece.
S u ausencia sólo soy, que permanece.

Y, Oh muerte, vasta para lo pasado,


me entregarás, mas cuando esté vencido.
el d e f e c t o q u e s o y d e lo q u e h e s i d o .

118
FRANCISCO LOPEZ MERINO

N a c e en 1 9 0 4 en L a P l a t a , A r g e n t i n a . P o c a s noticias se tienen acerca


de su vida. S e sabe que perteneció al moviminto ultraísta. S e suicida
muy joven, en 192o.

Bibliografia:

Tono Menor. Las Tardes.

119
EL ALMA SE ME LLENA DE ESTRELLAS

E l a l m a se m e llena de estrellas c u a n d o pienso


q u e moriré. I m a g i n o espirales de incienso
decorando la caja mortuoria; l u e g o el canto
triste de las c a m p a n a s . ( I g u a l q u e en viernes santo
llorarán l a s c a m p a n a s p o r q u e y o fui c r e y e n t e ,
porque yo hablé de Cristo melancólicamente).
Después, ese silencio divino q u e b u s c a b a
día a día en la vida, pero que no encontraba.
Después la paz profunda.

Y al poco tiempo, acaso,


se esfumarán m i s o f o s en el p á l i d o o c a s o
del recuerdo... Y e n t o n c e s el c o m p a ñ e r o amado
d i r á q u e fui u n a l l a m a d e luz q u e s e h a apagado.
Y la amiga lejana de mis días adversos
abrirá el cofrecillo lírico d e mis versos
y volcará las hojas pálidas de las rosas
que y o gusté ofrendarle e n las tardes hermosas.
Mientras tanto la m u e r t e n o l l e g a . . .
P i e n s o en e l l a
y en mi a l m a florece una emoción de estrella.

121
ATTILA ¡OZSEF

N a c e en B u d a p e s t , H u n g r í a , 1 9 0 5 . H i j o de u n o b r e r o y una criada. E n
su juventud fue porquero, vendedor de diarios y m u c h a c h o de botes.
Fue a París. S e hizo comunista. E l retrato de su vida es su propia poe-
sía: firme, desnuda, exacta. E n 1 9 3 7 , en lo que hoy es u n l u g a r de
camping, los p r a d o s alrededor del l a g o B a l a t ó n , Jozsef se lanzó a las
ruedas d e un tren.

Bibliografía:

El mendigo de la belleza. No soy yo el que grita, es la tierra que ruge.


N o t e n g o p a d r e ni m a d r e . El leñador. N o c h e de arrabal. Danzi del
oso. Duele mucho.

123
QUIZA DESAPAREZCA PRONTAMENTE

Q u i z á , c o m o l a h u e l l a e n el b o s q u e d e l a fiera
D e s a p a r e z c a un día
Y mis procesiones se esfumen
C o n el viento.

El cuerpo de un niño es igual a un capullo


Y será h u m o a m a r g o en un amargo tiempo;
Cuando veo m i s caminos
La razón me abandona
Y el temblor de mi corazón.

La fiera ha lanzado sus dientes en mi carne.


M u y temprano la vi l l a m e a n t e en mis dominios.
E s a h í q u e el r e c u e r d o m e d i j o :
¿ P o r qué esperaste diez años?

Madre habló y yo no comprendí.


F u i malo, o quizá, n o amado.
T a m b i é n reí d e los m a e s t r o s .

Tú, mi juventud, fuiste un verde bosque


Infinito, brillante y eterno.
A h o r a oigo llorando al viento
Y en él s e c o s crujidos,
Cada hoja caer.
SIN TRABAJO

Soy una ave a quien las alas han fallado


H a c e dieciocho meses que sobrevivo.

En las más profundas grietas del mercado


T r a t é de v o l a r e n t r e l a s s u c i a s c a n a s t a s y las cajas.

Al tomar en el puño los férreos cables del Danubio


M e encontré las manos de un asesino.

Intenté vender libros pero no vi oportunidad


N i en S h a w . ni C o c t e a u , ni en B a r b u s e , ni en Zola.

Hambrientos comerciantes de dorado grano


Vi quebrarse.

No tengo sopa, ni pan y ahí permanezco


D u r m i e n d o por l a s n o c h e s en un b a n c o , en el p a s t o d e l o s á n g e l e s .

1;26
SERÁN FUERTES Y TIERNOS

S e r á n fuertes y tiernos.
Quebrarán la acerada máscara d e la ciencia
P a r a c o n o c e r l i m p i a m e n t e el a l m a ;
B e s a r á n el p a n y el a l i m e n t o '
Y con las manos
T o m a r á n del espíritu m e t a l e s y hierro;

De las montañas harán ciudades


Sin odio;
Respirarán de tempestades y tormentas
Y en los o c é a n o s reposarán.

AI inesperado huésped siempre aguardarán


T e n d i e n d o p a r a él la m e s a y el corazón;

Cruzarán sin culpa el mar florido


Q u e se extiende entre nosotros
y su p r e s e n c i a .
CESARE PAVESE

Nace en 1908, en el Piamonte italiano. Poeta, narrador y teórico de la


poesía. P a v e s e planteó un p r o g r a m a de poesía narrativa y objetiva,
vinculada con la mitología popular y la poesía tradicional. Hombre so-
litario y s u m a m e n t e tímido, a c a b a su vida en un a l b e r g u e d e T u r í n , en
1 9 5 0 , c u a n d o su n o m b r e había alcanzado gran altura.

Bibliografía:

Trabajar Cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. A propósito de


a l g u n o s p o e m a s aún n o escritos. E l oficio de vivir. E l oficio d e p o e t a .
La playa. E l compañero. Masslnó.

129
VENDRA LA MUERTE Y TENDRA TUS OJOS

V e n d r á la muerte y tendrá tus ojos,


esta muerte que nos acompaña
d e la m a ñ a n a a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio a b s u r d o T u s ojos
serán una vana palabra,
un g r i t o c a l l a d o , u n silencio.

Así los ves cada mañana


c u a n d o s o b r e ti s o l a t e i n c l i n a s
en el e s p e j o . O h esperanza querida,
ese día sabremos también nosotros
que eres la vida y eres la n a d a .
TRABAJAR CANSA

Atravesar una calle para escapar de casa


lo h a c e sólo un m u c h a c h o ; pero este hombre q u e pasea
t o d o el d í a p o r l a s c a l l e s , y a n o e s u n m u c h a c h o
y no escapa de casa.
Hay en el verano
tardes e n q u e h a s t a las p l a z a s están v a c í a s , tendidas
bajo el sol p o r c a e r ; este h o m b r e , q u e l l e g a
p o r una avenida d e inútiles plantas, se detiene.
¿Vale la pena estar solo, p a r a estar siempre más solo?
D a n d o vueltas, las plazas y las calles
están vacías. H a y que detener a una mujer
y hablarle y decidirla a vivir juntos.
D e otro modo, uno habla solo. E s por eso que a veces
h a y un ebrio nocturno que comienza diálogos
y n a r r a los p r o y e c t o s de su t o d a su vida.

No es ciertamente esperando en la plaza desierta


que uno se encuentra a a l g u i e n , p e r o q u i e n p a s e a las c a l l e s
se detiene a c a d a t a n t o . S i fuese de a dos,
aún a n d a n d o por la calle, la c a s a estaría
donde está esa mujer y valdría la pena.

De noche la plaza vuelve a estar desierta


y este hombre que pasa, no ve y a las casas
entre las luces inútiles, n o alza m á s los ojos;

132
s ó l o siente el empedrado, que han hecho otros hombres
con las m a n o s duras, c o m o las suyas.
N o es justo quedarse en la p l a z a desierta.
Seguro que andará por la calle esa mujer
que, r o g á n d o l e , e c h e m a n o a la c a s a .

133
PENSAMIENTOS DE DEOLA

D e o l a p a s a l a m a ñ a n a s e n t a d a e n el c a f é
y ninguno la mira. A esta hora en la ciudad todos corren
b a j o el s o l t o d a v í a f r e s c o d e l a l b a . N i s i q u i e r a D e o l a
b u s c a a nadie, sólo fuma tranquila y respira la m a ñ a n a .
M i e n t r a s estaba en la pensión, siempre tuvo que dormir a esta hora
para reponer fuerzas: la estera de la cama
se la e n s u c i a b a n c o n los z a p a t o n e s de obreros y soldados,
los clientes que rompen la espalda. P e r o a solas, es distinto:
se puede hacer un t r a b a j o m á s fino, con poca fatiga.
E l señor de ayer la despertó temprano,
l a b e s ó y l a l l e v ó (me quedaría, contigo
en Turin, querida, si pudiera) hasta el t r e n
a desearle buen viaje..

Está atontada pero fresca esta vez,


y l e g u s t a s e r l i b r e , D e o l a , y b e b e r su l e c h e
y comer mcdiaslunas. E s t a mañana es c a s i una señora
y , si m i r a a l o s q u e p a s a n , lo h a c e s ó l o p a r a n o a b u r r i r s e .
A esta h o r a s e duerme en la pensión y h a y olor a cerrado
—la patrona salió d e p a s e o — es de estúpidas q u e d a r s e allí adentro.
P a r a r o n d a r de n o c h e los locales, h a c e falta presencia
y eni p e n s i ó n , a los t r e i n t a , s e h a p e r d i d o l o p o c o q u e resta.

Deola se sienta mostrando el perfil a un espejo


y s e m i r a en l o f r e s c o del v i d r i o . A l g o p á l i d o el r o s t r o :

134
no es que el h u m o se estanque. A r r u g a las cejas.
Harán falta las ganas que tenia Mari para durar
e n p e n s i ó n (porque, mujer, los hombres
vienen aquí para sacarse caprichos que no les dan
la esposa ni la novia) y M a r i trabaja
incansable, llena de brío y con buena salud.
L o s q u e p a s a n d e l a n t e del c a f é n o distraen a Deola
q u e sólo trabaja de noche, con lentas conquistas
en l a m ú s i c a de su local. E c h a n d o ojeadas
a u n c l i e n t e o b u s c á n d o l o c o n el p i e , l e g u s t a n l o s o r q u e s t a s
que la h a c e n sentirse u n a actriz en la escena de amor
con algún joven rico. P a r a vivir le b a s t a
u n c l i e n t e c a d a n o c h e , (Quizá el señor de ayer
me llevaba realmente consigo). E s t a r sola, si quiere,
d e m a ñ a n a , s e n t a d a e n el c a f é . Y n o b u s c a r a n a d i e .
MALCOM LOWRY

Básicamente narrador, nace en New Bringhton, Inglaterra, año de


1 9 0 9 . D e l o s artistas q u e d e j a n tras de sí una leyenda. Alcohólico y
errante. M é x i c o fue el e s c e n a r i o ideal p a r a su vida y su obra. Inten-
tó hacer una moderna Divina Comedia pero llena de alcohol. M u e r e en
1937.

Bibliografía:

Poemas. Bajo el volcán. Oscuro corrió la tumba donde yace mi amigo.

137
PARA BAJO EL VOLCAN

U n limón muerto c o m o una vieja encapuchada


a g a z a p á n d o s e e n el ( r i o .
U n pilón b l a n d o d e sal y m o s c a s
aterrizando sobre la m e s a naranja, lluvia, lluvia,
un león raspado
y una lapicera raspadora escribiendo palabras
encorvadas.
Guerra. Y a f u e r a l o s a u t o s d e cuello! r o t o
y un súbito pensamiento destrozado en la cara de
una niña de Hoboken.
U n a tortuga i n c l i n a d a m u r i e n d o lenta en la hendidura
del restaurant de mariscos, sangre
acordonando su b o c a y e l p i s o blanco-
lista p a r a los t o r n a d o s de mañana.
N o habrá mañana, mañana se terminó.

Trébol, olor de pasto


y salsa p a r a el p a v o d e I n g l a t e r r a
súbitamente, un pensamiento del hogar, pero entonces
los mariachis, discordantes, porque el pájaro
picudo
d e l m a g u e y e s t á e n e l a l a , el c a m a r e r o s o p o r t a
un fluido p a t o n e g r o de e m o c i ó n ,
la c a r a del peón es una m a s a corrupta.
D e s c a r t a m o s lo h o r r i b l e d e l a temperatura
en esta tierra lívida del hombre a medio enterrar
donde vivimos con C a n u t e , el reloj d e sol y la
punta del látigo rojo,
el l e p r o s o , e l a r r a s t r a d o , j u n t o s e n l a t o r r e
verde,
y e n el c r e p ú s c u l o t o c a m o s l a c a n c i ó n
en la flauta y l a guitarra
mundiales, la canción de la eterna espera
lo equivocado d e mi espera, la flauta de mi llanto
c a s a d o c o n el v a c í o vomitivo y l a raiz descarnada
y la lluvia a f u e r a e s el tren arrastrándose
arrastrándose,
ahora tan sólo vacío durmiendo en m i alma
donde alguna vez ensorbecidos tigres limonada
leprosos verdes de largo cuello
licores, peras, pimientos refregados y Leopardis
rellenos;
y el sonido del tren y la lluvia e n la mente...
( T a n lejos del g r a n e r o y del trampolín de Hart Cranel
L a muerte tan lejos de c a s a y mujer
me temo. Y r e c é por mi vida enferma—
" U n cadáver debe ser transportado en expreso"—
d i j o el Cónsul
misteriosamente, despertándose de pronto.

HO
A EL LE GUSTAN LOS MUERTOS

C u a n d o s e a c e r c a el p o b r e final
de c a d a día
él t r a t a b a de recontar sus cosas
queridas.
N i u n R o b e r t B r o k e n i un g r a n a m a n t e .
él,
r e c o r d a b a pocas c o s a s d e la simplicidad;
su a l m a n u n c a h a b í a e s t a d o v a c i a de
miedo
y la vendería dos veces por una jarra
de cerveza.
P a r e c í a n o h a b e r c o n o c i d o el a m o r , haber
valoradc» el m i e d o
por encima de todo sentimiento humano.
A él le gustaban los muertos.
E l p a s t o n o e r a v e r d e p a r a él n i s i q u i e r a
pasto;
ni e l s o l , s o l ; l a r o s a , r o s a ; e l humo,
humo; la pierna, pierna.
NOE STERN

N a c i ó en Lituania, 1 9 1 2 . A los dieciseis a ñ o s e m i g r ó a los E s t a d o s U n i -


d o s . S e g r a d u ó b r i l l a n t e m e n t e en H a r v a r d : . H i z o l a g u e r r a . H o y e s t á
casi olvidado. T o t a l m e n t e deprimido se suicida en 1 9 6 0 .

143
ENTIERRO DE MODIGLIANI

Italianos, franceses, españoles, judíos de Polonia.


Artistas, gendarmes, meretrices, chiquillos, tenderos.
Callejuelas retorcidas, bulevares, cielos y nubes.
Levitas de cocheros, vestidos de seda, trajes de etiqueta, andrajos.

Risas, gritos, silencio, sollozos, peleas.


Gris, rojo, negro, gris, negro azul.

El esqueleto seco del cadáver bajo el haz de las flores que refulgen.
L o s sobrevivientes de E s p i n o z a , los videntes, los canijos, los faltos d e todo.
L o s hijos de las proezas de V i l l ó n , los vividores, los delincuentes,
los que escriben poesia.
Las sombras de C h a u c e r de ojos claros, los adúlteros, las monjas.
E l torrente inunda la calle, de la carretera lisa al c a m p o d e h o j a r a s c a .
E l torrente b a r r e a M o d i g l i a n i d e l o t o ñ o del e s t e mundo.

145
fOSE MARÍA ARGUEDAS

Quizás el más grande novelista peruano y uno de los más prominentes


en Hispanoamérica. N a c e en A p u r i m a c el a ñ o 1911. Antropólogo. Su
vida y su o b r a nos m u e s t r a n el doloroso proceso d e confluencia entre
l a s r a í c e s q u e c h u a s y lo o c c i d e n t a l . S e s u i c i d a e n L i m a , e n 1 9 6 9 .

Bibliografía:

Katatay. Agua. Yawar Fiesta. Los Ríos Profundos. El Sexto, Todas


las S a n g r e s . E l Z o r r o d e A r r i b a y el Z o r r o d e Abajo.

147
ODA AL JET

| Abuelo mío! Estoy en el mundo de arriba,


sobre los dioses mayores y menores, conocidos y no
conocidos.
¿Qué es esto? Dios es hombre, el hombre es dios.
He aqui que los poderosos ríos, los adorados, que partían
el mundo, se han convertido en el más delgado hilo
que teje la araña.
El hombre es dios.
¿Dónde está el cóndor, dónde están las águilas?
Invisibles como los insectos alados se han perdido en el
aire o entre las cosas ignoradas.

Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo; no os encuentro,


ya no sois; he llegado al estadio que vuestros sacerdotes,
y los antiguos, llamaron Mundo de Arriba.
En ese mundo estoy, sentado, más cómodamente que en ningún
sitio, sobre un lomo de fuego,
hierro encendido, blanquísimo, hecho por la mano del hombre.
pez de viento.
S í . "Jet" es su nombre.
Las escamas de oro de todos los mares y los ríos no alcanzarían
a brillar como él brilla.
El temible filo de nieve de las sagradas montañas, allá
abajo resplandece, pequeñito: se ha convertido en
lastimoso carámbano.
El hombre es dios. Y o soy hombre. El hizo este incontable
pez golondrina de viento.
¡Gracias, hombrel N o hijo del D i o s P a d r e sino su hacedor.
Gracias, padre mió, mi contemporáneo. Nadie sabe hasta que
mundos lanzarás tu flecha.
Hombre d i o s : m u e v e e s t e p e z g o l o n d r i n a p a r a q u e tu sangre
creadora s e ilumine más.
¡ E l infierno existe! N o dirijas este fuego volador, señor
d e l o s s e ñ o r e s , h a c i a el m u n d o d o n d e s e c u e c e l a
carne humana;
q u e e s t a g o l o n d r i n a d e o r o d e los cielos fecunde o t r o s diosea
en tu c o r a z ó n , c a d a dia.

Bajo el suave, infinito seno del "jet", más tierra, más


hombre, m á s paloma, m á s gloria m e siento; e n todas las
1
flores del m u n d o s e han convertido mi pecho, mi rostro,
y rais m a n o s .
M i s pecados, mis manchas, se evaporan, mi c u e r p o vuelve a la
dulce infancia.
H o m b r e , S e ñ o r , tú h i c i s t e a D i o s p a r a a l c a n z a r l o , ¿o p a r a qué
otra cosa?
P a r a alcanzarlo lo creaste y lo persigues de cerca.
C u i d a d o c o n el f i l o d e e s t e " j e t " , m á s p e n e t r a n t e q u e l a s
a g u j a s d e hielo terrenas, te r o m p a l o s o j o s p o r l a
mitad;
es demasiado fuego, demasiado poderoso, demasiado libre,
este inmenso pájaro de nieve.
C u i d a d o q u e t u h i j o t e e n v í e el l a t i d o d e la m u e r t e : la
m a r i p o s a q u e n a c i ó d e tu m a n o c r e a d o r a p u e d e c o n v e r t i r
tu c a b e z a en ceniza.
O y e , hombre, ¡entiéndeme!
B a j o el p e c h o d e l " j e t " m i s o j o s s e h a n . c o n v e r t i d o en l o s
o j o s del águila p e q u e ñ a a quien le es m o s t r a d o por
primera v e z el mundo.
N o siento t e m o r . M i sangre está alcanzando a las estrellas;
los a s t r o s s o n m i sangre.

150
N o te dejes matar por ningún astro,
p o r este p e z celeste, p o r e s t e dios de l o s ríos q u e tus
manos eternas fabricaron.
Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, Dioses de la
montaña. Dios Inkarri: mi pecho arde. Vosotros sois
y o , y o s o y v o s o t r o s , e n el i n a g o t a b l e furor d e e s t e "Jet".
No b a j e s a l a t i e r r a .
Sigue alzándote, vuela m á s todavía, hasta llegar al confín
de los m u n d o s que s e multiplican hirviendo, eternamente.
Móntate sobre ellos,
dios gloria, dios h o m b r e .
A l dios que te hacia nacer y te m a t a b a los h a s m a t a d o ya,
semejante mío, hombre de la tierra.
¡Ya no morirás!

He aquí que el "Jet" da vueltas movido por la respiración de los


dioses de dioses que existieron, d e s d e el
c o m i e n z o h a s t a e l fin q u e n a d i e s a b e n i c o n o c e .

151
JOHN BERRYMAN

N a c i d o en 1 9 1 4 , en O k l a h o m a , EE.UU., Berryraan e s un verdadero


fundador de la p o e s í a m o d e r n a norteamericana. Con un estilo desen­
1
f a d a d o , sus m e j o r e s p o e m a s s o n largos, larguísimos circunloquios sobre
temas definidos y personajes. P o r o t r o l a d o , fue u n eximio sonetista.

Bibliografía:

Homage to Mistress Bradstreet. Dreams Songs. The Dispossessed.

153
EL POEMA DE LA PELOTA

¿Qué será hoy del chico que; perdió su pelota?


¿Qué, qué puede hacer?. Yo lo vi
Rebotándola feliz por la calle, y luego
Feliz.,. ¡Allí va. en el agual
De nada vale decir, "Oh, hay otras pelotas":
Una honda pena sacude, aprieta al chico
Cuando se detiene rígido, tembloroso, mirando a lo largo
De todos sus jóvenes días el puerto donde
Desapareció su pelota. No me entrometería con él.
Ni diez centavos ni otra pelota tienen valor. Ahora
El siente la primera responsabilidad
En un mundo de posesiones. La gente se adueña de pelotas,
Las pelotas siempre se perderán muchachito.
Y nadie vuelve a comprar una pelota. El dinero es exterior.
El está aprendiendo, tan lejos de sus desesperados ojos.
La epistemología de lo perdido, cómo ponerse de pie
Sabiendo lo que cada hombre debe saber algún dia,
Y lo que la mayoría sabe desde hace tiempo, cómo ponerse de pie.
Y gradualmente la luz vuelve a la calle.
Se oye un silbato, la pelota se pierde de vista.
Pronto una parte de mi explotará en el profundo y oscuro
Piso del puerto... Estoy en todas partes.
Sufro y me muevo, mi mente y mi corazón se mueven;
Con todo lo que me mueve, debajo del agua o silbando.
No soy un muchachito.
155
CANTAR DE ENSUEÑO

U n cantar, digo y o , debe ser ágil y matizado, cual colibrí.


y también duro c o m o metal de proyectil, é insólito
c o m o el m u n d o d e l a a n t i m a t e r i a
donde la gente pregunta: ¿ d a el t i e m p o m a r c h a atrás?
¿ q u é p e n s ó el p o e t a q u e es v e r d a d e r o y a l a d o , a l a par,
como una sonatina de Scarlatti?
¿sabe acaso Henry escribir?

Aniquilado, en peligros sumergidos, sacudió la cabeza una


vez y a su meditar t o r n ó . Y corrió la voz
d e s d e el m á s l e j a n o o e s t e
de que buscaban a H e n r y . ¿ S e libraría
de la horca a m e n a z a n t e y d e todo lo demás? ¿ P o d r á irse tranquilamente?
A él le p a r e c e q u e n o .

Y, por tanto, se estremece y no quiere ya cantar


y mucho menos cantares — c o m o y a dijimos—
alados, dúctiles, h o n d o s . Cavila entonces.
Repazá quizá el a ñ o f a t a l — f i n a l — y a transcurrido,
a la intemperie, enfermo.
—Feliz A ñ o N u e v o a ti, s e ñ o r d e l a calavera.

106
PAUL CELAN

S u v e r d a d e r o n o m b r e fue Paúl A n z c e l . N a c i ó e n R u m a n i a , en 1 9 2 0 .
V i v e e n P a r i s d e s d e 1 9 4 8 . E u p o e s í a , es v i d a del v o c a b l o m i s m o , d e s m a ­
terializándolo d e contenido concreto y real, búsqueda de un objetivo
allende lo humano. D e ascendencia hebrea, sufrió en carne propia
la p e r s e c u s i ó n n a z i . D e c i d e m o r i r en las a g u a s del S e n a en la primave­
ra d e 1 9 7 0 .

Bibliografía:

Arena de las Urnas. Fuga sobre la Muerte. Contraluz. Tallos de la


n o c h e . L a r o s a d e n a d i e . R e g l a s del l a n g u a j e . Luz a la suerza. Soles
filiformes.

157
EN ALTA MAR

París, el barquito, yace en el vaso, ante el ancla:


Así estoy contigo, veo por ti.
Y bebo hasta que mi corazón te oscurezca,
Y bebo hasta que París flote en sus lágrimas.
Hasta que lleguemos a los lejanos velos
Que nos oculta el mundo, donde cada tú es una r a m a
Y yo una hoja que calla y asciende.
NOCHE DE UMBRIA

Noche de Umbría
Noche de U m b r í a
C o n la plata de campanas y laurel
C o n l a p l a t a que tú t r a j i s t e
N o c h e de Umbría
C o n la piedra

Silencioso lo que la vida asciende


Silencioso
Llena los cántaros

Cántaro de tierra
C á n t a r o d e tierra
A quien las m a n o s
D e una sombra
P o r siempre cerraran
Cántaro de piedra
C o n el triunfo de l a sombra

Piedra hacia dónde miras piedra


D e j a a l a fiera entrar

Galopante fiera
G a l o p a n t e fiera en la nieve
A quien la m a n o desnuda tocó

;
16B
G a l o p a n t e ( l e r a a n t e l a palabra
Q u e en el silencio b r o t o
G a l o p a n t e fiera
Q u e devora su sueño

Brillo
A quien n o desea consuelo
Brillo.
Los muertos mendigan aún,
Francisco.
TENEBRAE

C e r c a estamos. Señor
Cerca y alcanzables.

Atrapados ya. Señor


U n i d o s c o m o si el cuerpo
D e cada uno
Fuera tu c u e r p o , Señor.'

Ruega Señor,
Estamos cerca.

Indinados por el viento anduvimos,


Anduvimos inclinados
Hacia páramo y mar.

Para beber anduvimos, Señor.

Era sangre
L o q u e vertiste, Señor.

Brillaba,
Nos a r r o j ó tu imagen a los ojos. Señor.
Ojos y bocas permanecen tan vacíos, Señor.

Hemos bebido, Señor,


La sangre y la imagen. Señor,
Ruega, Señor,
Estamos cerca.

162
ANNE SEXTON

Nació en los Estados Unidos el año 1928 y se mata, asfixiándose, en


1 9 7 4 . D e una personalidad hipersensible, sufrió c o m o n a d i e las e x i g e n -
cias de la vida moderna llevándola muchas veces a extremos de deses-
peración. G n n a en 1 9 5 7 el P r e m i o Pulitzer de P o e s í a .

Bibliografía:

To Bedlam Part Way Back. All My Pretty Ones. Live or Die.


Transformations, Book of Folly, T h e Death Notebooks.

163
AQUEL DÍA

E s t e e s el e s c r i t o r i o e n el q u e s i e m p r e m e s i e n t o ,
el escritorio d o n d e t e a m o demasiado,
y a q u í e s t á l a m á q u i n a d e e s c r i b i r , d e l a n t e d e mí,
d o n d e a y e r tu c u e r p o e s t u v o d e l a n t e d e mí,
con los hombros juntos c o m o en un coro griego,
c o n l a l e n g u a c o m o d e un r e y q u e inventa sus r e g l a s s o b r e la m a r c h a ,
con la lengua f r a n c a m e n t e c o m o l a d e un g a t o l a m i e n d o su l e c h e
c o n l a l e n g u a — l o s d o s e n r e d a d o s e n su e s c u r r i d i z o m o v i m i e n t o .

E s o fue ayer, aquel día.


A q u e l fue el d i a d e t u l e n g u a ,
tu l e n g u a q u e emergió de entre tus labios,
dos abrelatas, mitad animales, mitad pájaros,
a p r e s a d o s a n t e l a p u e r t a q u e l l e v a a tu c o r a z ó n .
A q u e l fue e l d í a en q u e seguí las r e g l a s del rey,
p a s a n d o p o r t u s v e n a s r o j a s y p o r tus v e n a s a z u l e s ,
m i s m a n o s b a j a n d o por tu espalda,
b a j a n d o r á p i d o c o m o l o s b o m b e r o s p o r su t u b o ,
las manos entre las piernas d o n d e t ú e x h i b e s tu c o n o c i m i e n t o i n t e r i o r ,
donde están enterradas minas de diamantes y otras emergen
para enterrarnos,
emergen más rápido que ninguna ciudad reconstruida.
S e completa en segundos, ese monumento.
L a s a n g r e corre por debajo a u n q u e l o que está pariendo es una torre.
U n edificio así debería c o n g r e g a r una multitud.
P o r un m i l a g r o alguien se p o n e en c o l a y tira c o n f e t t i .

165
Seguro que el periodismo está buscando los grandes titulares.
Seguro que alguien debe estar en la acera con una banderola.
Si se reconstruye un puente, ¿no es cierto que el alcalde corta una cinta?
Si aparece un fenómeno, ¿no deberían venir los magos repartiendo
regalos?
Ayer fue el dia en que llevé regalos para tu regalo
y salí del campo par encontrarte en medio de la calle.
Eso fue ayer, aquel día.
1
Ese fue el día de tu rostro,
tu rostro después del amor, junto a la almohada, un arrullo.
A medias dormido a mi lado dejando que la antigua mecedora se
detuviese,
nuestro aliento se hizo uno, juntos se volvieron el aliento de un niño,
mientras mis dedos dibujaban pequeñas oes sobre tus ojos cerrados,
mientras mis dedos dibujaban pequeñas sonrisas en tu boca,
mientra dibujaba T E A M O sobre tu pequeño y su batiente y
suspiré ¡Despierta! y tú murmuraste en tu sueño:
Ssh. Vamos rumbo a Cape Cod. Nos dirigimos al Bourne Bridge.
Estamos rodeando el Bourne Circle. ¡Bourne!
Luego te reconocí en tu sueño y oré por aquel tiempo nuestro
en el que yo quise ser penetrada y tú querías echar raíces en mi
y en el que yo pude dar a luz a los tuyos, pude darte a luz
a ti o al fantasma de ti en mi pequeño hogar.
Ayer no quise ser tomada en préstamo,
pero esta es la máquina de escribir que está delante de mi
y el amor está donde llega el ayer.

166
JEAN PIERRE DUPREY
Poeta, pintor y escultor. N a c e en Ruán, Francia, en 1930. Artista de
gran temperamento y vitalidad. C o l a b o r ó en las revistas neo-surrealis-
tas P h a s e s y E d d a . S e suicida en P a r í s , a los diecinueve a ñ o s .

Bibliografía:

Derriere son Doublé.

167
EL CORO-DECORADO DE LA MUERTE

L o s e s t u c h e s d e l a s l o m b r i c e s en' la t i e r r a
son serpientes que se cristalizan
y p a r a c a m b i a r el m a r en aire
a d q u i e r e n el c o l o r d e l T r a n s p a r e n t e y p i c a n .

Las lombrices de hierro se desarrollan


en los h u e c o s d e l a s lombrices de vidrio.
C u a n d o fluyen los hilos de la tierra
el a g u a s e c o n v i e r t e e n b a r r o de aire-cielo.

Tu sangre, agua de carne encendida.


n o e s t á e n tu d o b l e , p e r o t u s ojos
l a l l e v a n c o m o un h u e v o o una vena duplicada.
H a y s a n g r e e n r o j e c i d a en el f u e g o .

Y todo esto es un exterior


q u e f o r m a p a r t e d e tu i n t e r i o r .
S ó l o la muerte puede poner a l l í un c r i s t a l
— p i e d r a sin b r i l l o , p e r o t r a n s p a r e n t e e n el c o r a z ó n
y e s e d i a m a n t e d e a i r e s a n g r a e n ti y t o m a tu p e s o .
SILVIA PLATH

N a c e en Massachussets, EE.UU., en 1 9 3 3 . D e perfeccionista y con-


flictiva personalidad, asume la poesía c o m o un desencantamiento
c o n s t a n t e . G a n a varios premios y su f a m a de poeta c r e c e . S e c a s a c o n
rl poeta T e d H u g h e s y deciden vivir en Londres. T i e n e n dos hijos.
Después de la separación de su esposo, se e n c a r g a de la responsabili­
d a d f a m i l i a r . S e q u i t a l a v i d a a l a m a n e c e r del 11 d e f e b r e r o d e 1 9 6 3 .

Bibliografía:

El Coloso. A Través de Agua. La Campana de Cristal. Ariel. Arboles


del Invierno.

171
MUERTE Y CÍA.

Dos. C l a r o que son dos.


Ahora me parece perfectamente natural.
F J que nunca levantó la mirada — d e entrecerrados
y abultados ojos, c o m o B l a k e —
exhibe

marcas de nacimiento que son marcas registradas


la cicatriz de una escaldadura
el d e s n u d o
verdigris de cóndor.
S o y roja c a r n e . S u pico
s e c i e r r a d e g o l p e e n el v a c i o : a ú n no soy suya.
M e dice lo m a l que fotografío.
M e dicen lo lindo que s e ven
los b e b é s en su heladera
de hospital:

un holán al cuello,
y l u e g o los pliegues j ó n i c o s
de sus camisones funerarios.
y luego dos piececitos.
No s o n r í e ni fuma.

El otro sí lo hace.
T i e n e el cabello l a r g o y espeso:
hijo de tal
masturbando un espejismo.
Quiere ser amado.

Me quedo muy quieta.


La escarcha hace una flor,
el r o c í o h a c e un estrella.
L a muerta campana,
La muerta campana...

Alguien ha muerto.

174
GULUVER

S o b r e tu c u e r p o pasan las nubes,


altas, altas y escarchadas,
un p o c o a t e n u a d o su brillo

como si flotara sobre un vidrio invisible.


N o como cisnes:
sin r e f l e j o s pasan.

No como tú:
sin hilos q u e las aten'.
F r e s c a s , azules t o d a s . N o c o m o tú

tú, tendida de espaldas


m i r a n d o el c i e l o .

Te atraparon los hombres-arañas

enroscando, retorciendo sus redes mezquinas,


su s o b o r n o —
¡ T a n t o s hilos!

¡Cómo te odianl —
o r u g a s q u e c o n v e r s a n e n el v a l l e d e t u s manos
y querrían verte d o r m i d o en sus v i t r i n a s .

Tus dedos gordos, una reliquia.


Aprieta el paso.
R e c o r r e siete leguas (distancias recurrentes
como las de C r i v e l l i ) . intocable.
S e a este o j o un águila
y un abismo la s o m b r a de este labio.

176
ALEJANDRA P1ZARNIK

N a c e e n B u e n o s A i r e s en 1 9 3 9 . S u poesía y su vida h a n influido no­


t a b l e m e n t e en los escritores jóvenes de su p a í s . Octavio P a z nos dice
q u e el n e o - p a t e t i s m o d e su o b r a y l a e x a c t i t u d d e s u s p a l a b r a s le dan
una especia] dimensión poética en e l c o n t e x t o l a t i n o a m e r i c a n o . Muere
en 1 9 7 2 .

Bibliografía:

La Tierra más Ajena. La Ultima Inocencia. Las Aventuras Perdida».


Árbol de D i a n a . Los T r a b a j o s y las N o c h e s . E x t r a c c i ó n de la Piedra
de la L o c u r a .

177
CUENTO DE INVIERNO

L a luz del v i e n t o entre los p i n o s ¿ C o m p r e n d e s a c a s o


estos signos de tristeza incandescente?
U n a h o r c a d o s e b a l a n c e a e n el á r b o l m a r c a d o c o n l a
cruz lila.

Hasta que logró deslizarse fuera de m i sueno y entrar


en mi cuarto, por la ventana, en complicidad con
el v i e n t o d e l a m e d i a n o c h e .
PRIVILEGIO

Ya perdido el nombre que me llamaba,


s u r o s t r o r u e d a p o r mí
c o m o el s o n i d o d e l a g u a e n l a n o c h e ,
d e l a g u a c a y e n d o e n el a g u a .
Y e s su sonrisa la última sobreviviente,
no mi memoria.

II

El más hermoso
e n l a n o c h e d e los q u e s e v a n ,
oh, deseado,
es sin fin tu n o v o l v e r ,
s o m b r a tú h a s t a el d í a d é l o s d í a s .

18Ü
CANTORA NOCTURNA

L a que murió de su v e s t i d o a z u l e s t á c a n t a n d o . Canta imbuida de


nfuerte al sol de su e b r i e d a d . Adentro de su canción h a y un vestido
azul, h a y un c a b a l l o b l a n c o , h a y un c o r a z ó n t a t u a d o con los ecos de
l o s l a t i d o s d e su c o r a z ó n m u e r t o . Expuesta a todas las perdiciones
ella canta junto a una niña extraviada q u e es ella: su
amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla v e r d e en sus o j o s ,
su v o z c o r r o e l a d i s t a n c i a q u e s e a b r e e n t r e l a s e d y l a m a n o q u e b u s c a
el v a s o : E l l a c a n t a .

181
MARIA EMILIA CORNEJO

N a c i ó e n L i m a e! a ñ o 1 9 4 9 . S u o b r a es m u y corta y aún permanece


inédita, excepto alguno que otro p o e m a . Sin embargo podemos sentir
una poesia tersa, capaz de transformar l a a n g u s t i a , el d e s e n c a n t o , el
tedio, la a u t o d e s t m e c i ó n en p a r á b o l a s s o b r e el a m o r . S e suicida en
1972.

183
COMO TU LO ESTABLECISTE

sola,
d e s c u b r o que mi vida transcurrió perfectamente
c o m o tú l o e s t a b l e c i s t e .

ahora
c u a n d o la sensación d e a l g o inacabado,
inacabado y ajeno
invade de escrúpulos mis buenas intenciones,
sólo ahora
c u a n d o m e siento e n la m i t a d de todos mis caminos
atada a frases hechas
a c o s a s que se hacen por haberlas aprendido
c o m o se aprende una lección d e historia,
puedo pensar
que de n a d a sirvieron los c o n s e j o s
ni l a s i n t e r m i n a b l e s c o n v e r s a c i o n e s c o n tu madre,
y esas largas horas de mi v i d a
perdidas
en a p r e n d i z a j e s e x t r a ñ o s
sobre pesas y medidas
colores
y sabores
y
e n el v a n o i n t e n t o d e ir t r a s e l s o l
t r a s el v u e l o d e l o s p á j a r o s .
de repente quiero acabar
con m i b a ñ o de todas las m a ñ a n a s ,
c o n el c a f é p a s a d o ,
c o n mi agenda perfectamente estructurada
de citas y visitas
a las que asisto puntualmente;
pero es tarde
hace frío
y estoy sola.

186
SOY LA MUCHACHA MALA DE LA HISTORIA

soy
la m u c h a c h a mala de la historia
la que fornicó con tres h o m b r e s
y l e s a c ó c u e r n o s a su m a r i d o ,

soy la mujer
que lo e n g a ñ ó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la q u e l e quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
n e g r a y estéril,
s o y la m u j e r que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la c a m a

soy
la m u c h a c h a m a l a d e la historia.
JUAN O/EDA

Poeta peruano nacida en 1944. Una profundidad muy especial inunda


toda su obra, tiñéndola de amplios horizontes o de terribles abismos.
S u poesía, marcará, por ello, un t r a y e c t o vital q u e lo llevó h a c i a las
lindes de la demencia. A p a r e c e muerto, en una avenida: cierta m a ñ a -
na de 1974.

Bibiografia:

Ardiente Sombra. Elogio de los Navegantes. Eléusis. Crónica de


Boecio.

189
LE SOLEIL EST DEVENU .NOIR

" ¿ C ó m o es m i v i d a ? ¿ E x i s t e m i v i d a ? h e o í d o c l a m a r
E n los desiertos del tiempo, y era una v o z fina
C o m o v o l c a d a s o b r e sí m i s m a , a i r e d e s g a j a d o d e l a d e s e s p e r a c i ó n .
A l descender a suelos más tristes que la transparencia
Sólo se oye este renunciar á la vida, hay voces o músicos
Q u e te preguntan: " ¿ C ó m o es mi v i d a ? "
Y no podrías responder.
P o r q u e estamos urdidos de sueños y n o podemos despertar.

El mundo discurre cantando una patria oculta,


Y s o m o s e s t e g r a n s u e ñ o , estos* r o s t r o s q u e anhelan
Y convendría olvidarnos de nosotros mismos.
Porque heredar este sonambulismo es desangrar.

¿Desde dónde se erige nuestro idioma, tierra herrumbrada?


U n n i ñ o e l e v a s u s b r a z o s a l t o c a r el a i r e estricto,
P e r o el e s t r e m e c i m i e n t o e s r e c o r d a r .

Habrá un día gozoso, nuestros cuerpos serán ajenos


Y p o d r e m o s d e a m b u l a r sintiéndonos en nuestro propio borde.
Oh, alma mía, renuncia.
D i r e m o s e n t o n c e s q u e el a l t o fueg
S e nutría, ávido de perderse, de lastimadas l l a m a s .

¿No observas la quietud de los objetos.


E s e c o n t e n t a r s e en u n tierno espacio mudo?
E s q u e h e m o s p e r d i d o el s e n t i d o d e los s i g n o s .
E l mundo y a no habla.

¿Serenos yacen quienes percibieron?

A veces sorprendemos, pavorosos, la ciencia del orbe


En la conversación hastiada de las gentes ¿Sabrán?
A c a s o secretamente se angustian del mundo,
Y las fieras que erigen s o n m a n e r a s de un trato doloroso
P o r q u e e s t a r e n la v i d a , s a b e r s e , n u n c a e s n o m b r a d o .

Así, pues, destruyete aire o rostro impalpable


Y s o b r e e s t e c a m i n o q u e e s ir a nada
Reconcilia tus sueños, unta tus ojos
C o n l a n i e b l a d e l t i e m p o q u e e n el m u n d o s e d i s i p a .

Nuestra única sabiduría es el no saber


Y c o n t e m p l a r , t e n s o s , el v i v i r f u e r a d e la v i d a .

192
LUIS HERNANDEZ

N a c i ó e n L i m a , el 1 8 d e d i c i e m b r e d e 1 9 4 1 . M u e r e b a j o l a s r u e d a s d e
u n t r e n e n B u e n o s A i r e s el 3 d e o c t u b r e d e 1 9 7 7 . Médico, músico, po­
líglota, H e r n á n d e z fue m u y especial en su obra c o m o e n su v i d a . Sólo
publicó tres libros de p o e m a s . Su obra posterior, extensísima, la rea­
lizó en c u a d e r n o s de tipo escolar y a m a n o , ilustrándolos con tintas de
c o l o r e s . E s t o s c u a d e r n o s , o r i g i n a l e s y b e l l o s p o r sí m i s m o s , l o s fue r e ­
galando a cuanto amigo o conocido compartió momentos con él.

Bibliografía:

Orilla. Charlie Melnik. Las Constelaciones. Vox Horrísona.

193
ABEL

A b e l . A b e l , q u é h i c i s t e d e tu hermano,
Di, qué hiciste,
c o n el tallo d e tu cuerpo siempre pito
Las sandalias lustradas y tus veintes.

No mirabas las ubres de las vacas


N i el coloquio e s c o n d i d o d e tus perros.
S ó l o el h u m o de tu ofrenda que a s c e n d í a
C o m o ascienden l a s m o s c a s h a c i a el cielo.

Sin embargo
Y o h e visto a tu hermano y lo c o n o z c o
Persiguiendo la cólera entre vainas
Entre campos de trigo
C o n los sucios vapores d e tu llanto
Reposando en la tierra
C o m o p r o n o s c a d á v e r e s sin deudos.

Dime entonces qué hiciste


H o y q u e y a c e tu h e r m a n o t a n a l E s t e .
Tú que nunca pensaste que para otro
E r a duro de roer el P a r a í s o .
RECUERDAS

Recuerdas tú
La tarde reflejada
Y e n t r e el E s t í o
L a s grandes manchas
De asfalto
Los edificios las casas
Y las plantas
C e r c a d e la playa
B a j o e n el v a l l e
Recuerdas tú
Un sauce
Cerca de mf
Cerca de mí.
Y c e r c a d e ti
El maravilloso
Océano
Las bodegas
Los bares
I^as tiendas

196
TE REGALO

T e r e g a l o el v o d k a
Que bebió
Moussorgsky
T e regalo las adormideras
Que crecieron

Junto al Támesis
Para Samuel Taylor
Samuel T a y l o r Coleridge
T e r e g a l o el w h i s k y
Bourbon W h i s k y
De Edgar Poe
E l vino del R i n
L a patria Beethoven,

El sol del crepúsculo


Y el sol del a l b a
L a neblina la niebla
L a s nubes la bruma
E l verano
El otoño
Y así gradualmente
Te regalo la c e r v e z a
Q u e a l i v i a el d o l o r
Para soñar
La Antalgina
Te regalo
El océano
Las fresas
El humo.

198
D E D I C A T O R Í A

A todos los prófugos del mundo, a quienes quisieron contemplar el


mundo, a los prófugos y a los físicos puros, a las teorías restringidas
y a la generalizada.

A todas las cervezas junto al mar.

A todos los que. en el fondo, tiemblan al ver a un guardia

A los que aman a pesar de su dolor y el dolor que el tiempo hace fio.
r e c e r e n el alma.

199
Vendrá la muerte y tendrá №5 ojos,
selección de Luis La Hoz. se acabó de
imprimir en octubre de 1989, en los Talle­
res Gráficos de la Editorial L U M E N , Ca­
lle de la Pescadería 137, Lima ] , Perú.

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