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APRENDIENDO CON LOS MITOS

Domingo Araya
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ÍNDICE
Introducción………………………………………………3
Dédalo e Ícaro…………………………………………….8
Psique……………………………………………………...10
Narciso…………………………………………………….13
Ariadna…………………………………………………….15
Eros…………………………………………………………17
Orfeo y Eurídice………………………………………….19
Perséfone………………………………………………….21
Pandora……………………………………………………23
Las Amazonas……………………………………………25
Tánatos…………………………………………………….27
Afrodita……………………………………………………..29
Gea…………………………………………………………..31
Hipno………………………………………………………..33
Heracles…………………………………………………….35
Hera………………………………………………………….37
Acteón y Diana…………………………………………….39
La locura del rey Midas…………………………………..41
Prometeo……………………………………………………43
El origen del ser humano………………………………..45
El suplicio de Tántalo…………………………………….47
Antígona…………………………………………………….49
Edipo………………………………………………………..51
Sísifo……………………………………………………….54
La edad de oro……………………………………………56
La edad de hierro………………………………………..58
Dionisos…………………………………………………..60
Deidades del agua……………………………………….62
Laocoonte…………………………………………………64
Zeus…………………………………………………………66
Apolo y Ártemis……………………………………………68
Hermes………………………………………………………70
Ulises y las sirenas……………………………………….72
Circe…………………………………………………………74
Afrodita y Adonis………………………………………….76
Atenea y Aracné…………………………………………..78
El origen del mundo………………………………………80
Pan……………………………………………………………82
Atenea………………………………………………………..84
Poseidón……………………………………………………86
3

Hefestos…………………………………………………………88
Ares…………………………………………………………….90
Hades………………………………………………………….92
Deméter……………………………………………………….94
Asclepio……………………………………………………….96
Conclusiones………………………………………………….98
Bibliografía…………………………………………………….99
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INTRODUCCIÓN

Los mitos griegos nos han formado. Toda persona medianamente culta ha oído o leído
algunos episodios de la mitología del pueblo griego, fundador de la cultura occidental. Del
mismo modo que las columnas y la arquitectura clásica están en todas partes de Europa y de
América, también están los mitos.

Muchas veces no conocemos directamente esos mitos por haber leído a Homero, a Hesíodo,
a Platón, a Ovidio o a otros compiladores de mitos, sino que nos han llegado un tanto
fragmentados y deformados por vía oral, precisamente como se transmitían en la época
antigua estos relatos anónimos.

No existe una versión original de algo que fue creado y contado por miles de personas a lo
largo de los siglos antes de que fueran escritos. Los mitos tienen el mismo desgaste que los
sueños y que las leyendas populares. Sin embargo, hay fuentes que podemos considerar
más fiables y auténticas, como las más arriba citadas.

Los pintores y los poetas de nuestra cultura han ilustrado estos mitos clásicos, y los
llamamos así, “clásicos”, en el sentido que Kant le daba a esta palabra: que no pasan con el
tiempo. Los mitos no dejarán nunca de ser importantes, mientras haya seres humanos
pensantes sobre la faz de la tierra o, incluso, en otros planetas.

Los estudios sobre los mitos griegos han proliferado desde que los arqueólogos e
historiadores descubrieron ruinas de ciudades y de tumbas que no se sabía si habían
existido ciertamente o eran engendros de la imaginación poética. Es en los siglos XIX y XX
cuando se producen los más importantes hallazgos y se desarrolla el estudio erudito de los
mitos.

También es en esta época cuando muchos etnólogos descubren y estudian los mitos de
otras culturas y surge la mitología comparada. También el interés que Freud y el
psicoanálisis posterior mostró por los sueños y los mitos contribuyó a aumentar la
importancia de esta rama del saber.

En nuestros días hay una escuela filosófica, la hermenéutica, que otorga primordial
importancia a los símbolos y a la facultad de donde salen los mismos: la imaginación
simbólica. Después de un período en el que el positivismo científico no dejaba lugar para
otros productos diferentes a los de la ciencia en cualesquiera de sus formas, ha habido un
despertar del interés y de la relevancia por todo aquello que produce la facultad mito-poética.

Junto a la racionalidad científico-instrumental que predomina en la actualidad, hubo en


Grecia un logos-eros mitológico presente aún en los primeros filósofos que, como el Oscuro
de Éfeso, dijo: “El Cosmos, juego de niño”. Incluso perdura en Platón, amigo de los mitos,
quien concibe al ser humano como “juguete de los dioses”. El padre de la filosofía, cada vez
que se topa con un tema fundamental prefiere abandonar la discusión analítica y recurre al
mito.

En los mitos se juntan todas las facultades humanas en ese libre juego en el que Kant vio el
máximo rendimiento de la razón. Inconsciente y consciente, sensibilidad e intelecto, sueños y
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vigilia se reencuentran en el “cuerpo calloso”, intermediario entre los opuestos, que es el


mito. Romanticismo y clasicismo, tragedia e Ilustración se dan la mano en la racionalidad
simbólica que supera tanto al cientificismo excluyente como al oscurantismo supersticioso.
Es, por fin, el advenimiento de ese Sócrates amante de la música que añoraba Nietzsche.

Gadamer, expresión preclara de la hermenéutica, nos recuerda que la ciencia moderna sigue
bajo el poder del mito y que los mitos nos interpretan y dominan desde la oscuridad. A
diferencia del discurso plano de la ciencia analítico-causal, la racionalidad mitológica
reivindica el símbolo, la imagen y la metáfora, al tiempo que se abre a lo sagrado o al ser del
que, según Heidegger, nos hemos olvidado de tanto atender a la manipulación del ente. En
los mitos no se trata tanto de la verdad cuanto del sentido entendido como “verdad de vida”.

El pensamiento simbólico presente en los mitos sintetiza lo que se separó a partir de


Aristóteles y que nos ha llevado a lo que Max Weber llamó “jaula de hierro” de la
racionalización y del desencantamiento del mundo operado por la ciencia-técnica. Del mito
nos dice Deleuze que es un pensamiento rotativo que convoca todos los sentidos y que
interrelaciona todos los flujos.

En los mitos aún palpita el primer nivel de la representación simbólica, el placer y el dolor, a
través del tono, del ritmo, del acento y de la melodía. A la musicalidad le sigue la imagen en
grado de fuerza y riqueza y conforman la base del símbolo, el cual se abre a lo numinoso o
sagrado. Siguiendo a Paul Ricoeur, los símbolos están ligados al cosmos y a una lógica de
correspondencias en la que “la tierra arable y el órgano genital femenino”, “el sol y los ojos”,
“el semen y las semillas”, “el nacimiento y la primavera”, “el entierro y la siembra”, encuentran
su afinidad.

Los mitos nos conducen a lo más profundo de lo real, al poder mismo de la vida, a lo que
más nos interesa, como son el movimiento de las estrellas y el ciclo de nacimiento y muerte.
Los mitos de las diferentes mitologías nos dan pautas de comportamiento y claves de
comprensión de lo que más nos incumbe.

Jung nos dice que la dificultad que tenemos para acercarnos a los mitos y los símbolos
radica, entre otros motivos, en su carácter abierto, indeterminado y ambiguo. Otra dificultad
proviene del temor a lo inconsciente por parte de un ser humano que ha identificado la
psique con la conciencia. El psicoanalista suizo nos dice que los arquetipos son acciones
numinosas que nos sirven como pautas de conducta. Estas imágenes del inconsciente
colectivo son un patrimonio común de la humanidad, restos de la experiencia arcaica y tan
necesarias como el aire y la luz.

Muchos arquetipos aparecen en los mitos como dioses o demonios y nos envían mensajes
vitales que solemos desoír. Entre las ideas puras y las cosas sensibles, según H. Corbin,
están las Ideas-Imágenes o Figuras-Arquetipos que actúan en los mitos. Frente a la cruda
realidad y a las ideas está este mundus imaginalis creado por la imaginación activa en la
que se reúnen lo sensible y lo espiritual. La imaginación creadora y simbólica entabla un
puente entre el Misterio y lo visible, entre lo material y lo ideal a través de lo imaginal.

Ernst Cassirer tipificó al ser humano como “animal simbólico”. En los mitos y sus símbolos
estaría tanto lo irracional como lo racional, tanto lo perceptual-emotivo como lo conceptual-
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intelectual. Sentimiento y pensamiento juntos en una racionalidad mitológica que nos exige
comprender con toda el alma y no sólo con la racionalidad analítica. Expresa una visión
simpatética del mundo basada en la solidaridad cósmica y en la indistinción entre vivos y
muertos.

Savater nos dice que los mitos nos sirven para acometer las acciones más difíciles y
peligrosas. Los dioses nos animan y ayudan a realizar las tareas más relevantes, nos
respaldan en las decisiones más cruciales. Cuando sufrimos, gracias a un dios, podemos
hacerlo con devoción; cuando gozamos, también. La mitología es una religión de acción más
que de creencia y nos permite “esperar, venerar y prometer”. Aumenta nuestro sentimiento
de poder para luchar contra la sumisión a la necesidad y a la utilidad.

Campbell, ese gran estudioso de los mitos, sostiene que la mitología sirve para “promover y
alentar a que la psique no despierta alcance la madurez, preparándose para enfrentarse al
mundo”. Los mitos nos despiertan las fuerzas inconscientes y nos guían en nuestro proceso
de salvación. Los mitos y sus dioses encarnan poderes de la psique comunes al espíritu
humano y que constituyen la sabiduría ancestral de la especie.

María Zambrano, la más original filósofa de España, nos habla de una matriz oculta y
misteriosa, de “un fondo último de la realidad”, de un centro más allá del principio de
contradicción, del misterio que escapa a las categorías intelectuales y que prefiere aparecer
en forma de dioses y mitos. Lo radicalmente otro y enigmático es lo que nos ha originado y a
lo que nos dirigimos, carente de finalidad, indiferente a lo humano y a sus procesos, y frente
a eso sólo nos queda el sobrecogimiento, la admiración y el pasmo.

Mircea Eliade, genial estudioso de la mitología, contrapone lo sagrado a lo profano, siendo lo


primero lo más real y pleno. Los mitos revelan lo sagrado, la vida de los dioses y sus
acciones. Imitando a los dioses podremos ser plenamente humanos.

Roger Caillois, “el hombre que amaba las piedras”, según Margueritte Yourcenar, dice que
los mitos son principios de acción. El instinto que mueve a la mantis religiosa a devorar a su
fecundador es un mito en acción y que en el ámbito humano se expresa en la mujer
demoníaca que aniquila a su amante. Los mitos tienen como finalidad inspirar la existencia y
la acción de los miembros de una comunidad. Las situaciones míticas revelan problemas que
el héroe resuelve y que nos invita a imitar. Dioses, demonios y héroes son imágenes de
poderes psíquicos, de fuerzas inconscientes con las que podemos aliarnos para triunfar
sobre lo que tiende a rebajarnos y destruirnos.

Lévy- Strauss, quien acaba de morir a los 103 años, dedicó lo principal de su obra al estudio
de los mitos. Todo su pensamiento, en la medida en que integra lo sensible en lo racional,
tiene la estructura de un mito. La etnología, entre las ciencias naturales y las humanas, como
los mitos, pretende suturar la brecha abierta entre la tierra y el cielo, entre la materia y el
espíritu, entre dioses y humanos.

Los mitos, como los sueños, nos conducen a lo inconsciente como fuente de significación.
Como la música, los mitos quieren anular el tiempo, es decir superar el sinsentido que
conlleva la muerte. El inconsciente es, ante todo, la función específicamente humana, la de
simbolizar pulsiones, emociones, representaciones y recuerdos. Los mitos y la música son
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lenguajes que revelan el inconsciente y que mueven raíces fisiológicas y sociales. Ambos
intentan suprimir el tiempo, alcanzar la eternidad a través del tiempo. Lo inteligible se
expresa mediante lo sensible tanto en la música como en los mitos; lógica y estética, espíritu
y materia, naturaleza y cultura coinciden en la mitología.

Según el antropólogo estructuralista, los mitos se expresan en un lenguaje intermedio entre


la música y el lenguaje articulado, es decir, son plenamente poéticos. En cuanto al contenido
de los mitos, en ellos aún no se operan las distinciones propias de una mente analítica. Vivos
y muertos, animales y humanos, mortales y divinos conviven y participan en un mundo
común. Tampoco están trazadas las fronteras entre los ámbitos cosmológico, psíquico, moral
y jurídico y la comunicación fluye libre entre ellos.

Los mitos fueron hechos por miles de personas anónimas a lo largo de siglos y utilizando los
materiales más elementales y combinándolos creativamente: animales, plantas y minerales.
Su función primordial es reunir lo que después la ciencia separará: lo sensible y lo inteligible,
la naturaleza y la cultura.

Sabemos que no existe una forma única y privilegiada de contar los mitos, como tampoco la
hay de los cuentos de hadas. No pretendemos en este libro hacer un trabajo de eruditos, sino
simplemente contar algunos episodios, presentar algunos personajes y hacer un comentario
libre y personal de los mismos. También proponemos algunas actividades creativas para
realizar por los lectores o alumnos, en caso de ser utilizado en el aula.

Hablaremos de las diivinidades principales, como Zeus, Hera, Poseidón, Atenea, Apolo,
Ártemis, Afrodita, Hefestos, Ares, Hermes, Demeter, Perséfone, Plutón, Dionisos, Pan,
Asclepio; semidioses y héroes que han adquirido celebridad por sus actos, como Ulises,
Teseo, Antígona o tantos otros. Presentaremos su perfil o los veremos actuar, buscando
siempre algo que sea relevante para nuestras vidas.

Al hablar de los mitos griegos tendremos la oportunidad de acercarnos a lo que funda


nuestra cultura y que está simbolizado en el monte Acrópolis de Atenas. Se trata de una
actitud ante la vida que pone a la persona humana en el centro pero sin envanecerla ni
entronizarla en un nefasto humanismo cuyas consecuencias se han visto en actos de
desmesura y de violencia inhumanos.

El gran estudioso de la cultura griega, Werner Jaeger, en su Paideia, nos dice: “La Acrópolis
del espíritu griego se alza como un símbolo de fe sobre el valle de muerte y destrucción que
por segunda vez en la misma generación atraviesa la humanidad doliente… El principio
espiritual de los griegos no es el individualismo, sino el humanismo, para usar la palabra en
un sentido clásico y originario… Significó la educación del hombre de acuerdo con la
verdadera forma humana, con su auténtico ser”.

El renacimiento de lo griego implica un acercamiento al núcleo más fuerte y propio de su


cultura: la mitología. Oigamos a Nietzsche en este sentido: “Coronaos de hiedra, tomad de la
mano el tirso y no os maravilléis si el tigre y la pantera se tienden acariciadores a vuestras
rodillas. Ahora osad ser hombres trágicos: pues seréis redimidos. ¡Vosotros acompañaréis al
cortejo dionisíaco desde India hasta Grecia!”
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Este libro sobre mitos y dioses griegos está hecho para ser trabajado en clases de filosofía,
literatura, historia de las religiones, historia de la filosofía, historia del arte o en alguna de
tema libre. Sería muy interesante acompañar los textos con diapositivas de cuadros que
ilustren los temas aquí tratados.
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DÉDALO E ÍCARO

Ícaro y Dédalo fueron hechos prisioneros en el laberinto. Dédalo era muy ingenioso e
inventó unas alas de cera para escapar de la prisión. Se las puso a su hijo y le advirtió
que no volara muy alto ni muy bajo.

Cuando emprendieron el vuelo, Ícaro se entusiasmó y quiso llegar al sol. El calor


derritió la cera de las alas y se despeñó en el mar.

Comentario:

Todos los humanos vivimos en un laberinto, es decir, en un mundo misterioso del que no
sabemos encontrar la explicación o salida. También todos tenemos un monstruo dentro al
que tememos y el que algunas veces puede llegar a derrotarnos. Cuando esto sucede,
sucumbimos a la locura o al menos nos amenaza y sentimos miedo.

El Minotauro, con su cuerpo de toro, simboliza lo animal, los impulsos primarios, el


inconsciente, lo sexual. Se parece a otras figuras híbridas, como los centauros y las sirenas,
y simbolizan esa ambivalencia de los humanos entre lo espiritual y lo natural.

Ahora no nos ocuparemos del mito del Minotauro, sino del vuelo de Ícaro. Nos dice el mito
que Dédalo, el padre de Ícaro, fue encerrado en el laberinto por haber ayudado a Teseo a
matar al Minotauro. Para escapar, el ingenioso Dédalo inventa unas alas de cera para
ambos. Las alas simbolizan la libertad, la posibilidad de volar, de superar las leyes de la
gravedad que nos obligan a estar pegados a la tierra. El cielo y poder volar han sido
aspiraciones permanentes de los humanos que, aunque han despegado sus manos y su cara
de la tierra, aún siguen atados a ella por los pies.

Dédalo representa la sensatez y la prudencia, es decir, la moderación, el no irse a los


extremos, el pensar antes de actuar y por eso le recomienda a su hijo que se mantenga en
una línea media, el famoso “término medio” del que hablaba Aristóteles. Esta moderación no
significa mediocridad, hacer lo que todo el mundo haría, sino que es la posición más difícil y
que exige de nosotros un gran esfuerzo.

Ícaro, en cambio, representa la imprudencia propia de la juventud, de la falta de experiencia.


Los jóvenes se fascinan ante las maravillas que nos rodean y eso no es malo, pero suele ser
peligroso si no se compensa con reflexión. La impulsividad juvenil suele llevarnos a la
precipitación, a correr riesgos innecesarios. Muchos jóvenes corren la misma suerte de Ícaro,
caer al abismo por no saber medir el peligro.

La ambición de Ícaro lo llevó a querer llegar hasta el sol, que simboliza lo infinito, sin saber
que para los humanos, esencialmente finitos, esto es imposible. Lo que puede ser infinito
para los humanos es la búsqueda de lo infinito pero jamás la consecución de eso que nos
rebasa infinitamente. La ambición es buena si es moderada, como sucede con casi todo. La
dosis con la que se ingiere un veneno puede hacer que se convierta en un remedio.
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La moderación y la prudencia son grandes virtudes que podemos aprender a través de una
educación adecuada, ejercitándonos en ellas, pues nadie nace prudente o moderado. Es el
ejercicio y el hábito los que nos harán actuar bien, y las consecuencias de esa manera de
actuar serán un bienestar y una paz propias de la felicidad.

Sería bueno compaginar armoniosamente el ímpetu juvenil y la prudencia que aporta la


experiencia, síntesis que fue plasmada en los templos griegos. Esta armónica
complementariedad entre fuerza y medida está simbolizada en las columnas griegas y en los
templos cuyas ruinas aún perduran. Esa bella síntesis está también en el carácter del ser
humano trabajado y que Aristóteles llamó “magnánimo”, es decir, grande y que no es más
que un ser humano sano y alegre, cuerdo y bondadoso. Dédalo era grande, Sócrates, por lo
que nos cuenta Platón, también, en cambio, Ícaro, no, le faltaba madurar y educarse.

También podemos valorar la pujanza juvenil que nos permite atrevernos con fuerzas
enormes y que nos lleva a realizar peligrosas aventuras, tareas que ninguna persona
cansada osaría emprender, y que es la causa de que haya cambios y de que lo nuevo
aparezca sobre el mundo, pero siempre teniendo presente la conveniencia de ese
complemento equilibrado que es la moderación.

Volar ha sido siempre un sueño de la humanidad y, finalmente, lo ha conseguido. La


inteligencia le ha permitido al ser humano vencer los obstáculos y colonizar el aire y el mar,
además de la tierra. Volar es la expresión de la voluntad de poder que lleva a los seres vivos
y a los humanos a ser siempre más. Este ímpetu podemos entenderlo también como Deseo.

Del mismo modo que Ícaro cayó al abismo por elevarse sin medida hacia el sol, por querer
ser el Sol, también nosotros debemos moderar la ambición y entender la voluntad de poder,
no como dominio sobre los demás y sobre la naturaleza, sino como voluntad de ser más.

Actividades:

1) Pinta a Dédalo, a Ícaro, el laberinto y al Minotauro, según los imagines.

2) Busca en alguna historia del arte alguna pintura que ilustre este mito.

3) Piensa si en tu vida hay momentos en los que hayas actuado como Ícaro o como Dédalo y
describe esas situaciones.

4) ¿Qué aspectos de tu actual educación te ayudan a ser moderado?


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PSIQUE

Psique poseía una belleza especial. Quienes la veían quedaban de inmediato


enamorados y llegaba a intimidar a sus pretendientes de tan bella que era. Eros,
enviado por Afrodita para castigarla, también sucumbió a su encanto.

Durante la noche de amor, en medio de la oscuridad, Eros le pidió que nunca intentara
mirarlo. Siempre, antes de que amaneciera, desaparecía.

Una noche no resistió la tentación e iluminó el rostro de su amado mientras dormía. La


belleza de Eros también era turbadora y Psique quedó fascinada. Pero, la
desobediencia de Psique trajo terribles consecuencias: desapareció el encanto y se
desvaneció el amor. Ella se encontró deambulando desconsolada por el Hades. Como
Blancanieves, se quedó dormida.

Eros acudió a los más altos dioses para remediar esta situación. Su petición fue oída y
tanto Zeus como Afrodita permitieron que realizaran su amor.

Comentario:

El alma humana es hermosa. Lo es porque allí están las imágenes que se han ido formando
a través de los siglos y que nos dan fuerza para seguir viviendo. También hay en ella
abismos peligrosos y monstruos horrendos, pero eso forma parte también de la belleza. En
el alma humana está todo lo que somos, los sueños, los pensamientos más importantes, los
sentimientos tiernos y destructivos. El alma o psique es profunda, insondable, inabarcable y
está conectada con todo lo que existe. El alma es mortal porque todo lo que vive muere.

En este mito aparece también Eros, el amor, otro ser muy especial y hermoso. Es hijo de
Poros y Penia en el festín de Afrodita, la diosa de la belleza, lo cual quiere decir que el amor
es bello y que donde él está también está la belleza. Eros se enamora de Psique, porque
ambos son bellos y se buscan. Pero también hay peligros en el amor y en el alma. El alma
está al borde de un precipicio donde le aguarda un monstruo. Ese es el peligro del alma, sus
abismos y sus monstruos. Eros, sin embargo, se enamora de la belleza de Psique y no la
mata, porque el amor quiere que el otro viva, no que muera. Es el amor quien salva al alma
de la muerte.

El alma humana sólo puede vivir bien en el amor, y eso está simbolizado en ese palacio y en
esos prados hermosos del mito. El amor está lleno de peligros y por eso requiere de muchos
cuidados, como todo lo bello que existe. El amor, Eros, ama sin ser visto y esto sucede
porque había sido enviado para matar a Psique, pero una de sus flechas de amor se clava
involuntariamente en él y se enamora. La voluntad no es la que se enamora, sino el corazón
caprichoso y ciego. Nadie puede decidir enamorarse sino que es algo que le cae y de lo cual
no puede desprenderse por vía racional.
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Ella no puede ver el rostro del amado, de la misma manera que Barbazul prohíbe a su
esposa que entre en una de las habitaciones de la casa. Siempre hay algo que no debemos
hacer, aunque no sepamos la razón. Pero Psique es tentada por sus hermanas y durante
una de las noches, enciende una lámpara y ve el hermoso rostro de Eros. Al no ser leal a su
promesa, Psique hace lo que no debía y viene la fatalidad. La pérdida de la confianza rompe
la armonía y surge el peligro.

Psique ve el bello rostro y además se clava ella también, sin quererlo, una flecha de amor,
con lo cual aumenta su enamoramiento. Pero Eros se despierta y desaparece, pues la
desconfianza ha roto el hechizo. También se esfuma el palacio y los bellos jardines y vuelve
el precipicio. La falta de amor es horrible y peligrosa. Sólo el amor nos salva de morir y de
vagar por el mundo como si una maldición cayera sobre nosotros. Psique desea morir e
intenta suicidarse, porque ha hecho algo que va contra el amor y la vida.

Psique, en la desesperación del desamor, topa fondo cuando baja al submundo donde las
potencias negativas son enormes y la empujan a la muerte. Es el momento más doloroso y
peligroso, el último círculo del Infierno. La vida sin amor no tiene sentido y ya parece todo
perdido cuando Eros la salva, la rescata de la muerte y la lleva al Olimpo, donde Zeus le
concede la inmortalidad. El amor vence a la muerte. Es su máximo poder y lo consigue.

Si el amor es tan importante para la vida humana, hay que aprender a amar y a cuidarlo
como lo más delicado. Porque olvidamos esta verdad es que nos pasa lo que a Psique, que
lo perdemos y sufrimos hasta límites extremos. Después de mantener la vida, el principal
mandamiento es amar bien. El amor bueno confía y es fiel.

Hay un momento del mito que coincide con algunos cuentos de hadas, en concreto con
Blancanieves. Bruno Bettelheim en su genial psicoanálisis de estos cuentos, interpreta ese
sueño o letargo como un adentrarse en el inconsciente para encontrar allí las fuerzas
necesarias para la realización de algo tan importante como es el amor.

Actividades:

1) Lee El arte de amar, de Erich Fromm.

2) Dibuja a Eros y Psique.

3) Busca en una Historia del arte alguna pintura en la que se ilustre este tema.

4) Piensa sobre tu forma de amar y escribe un elogio del amor.


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NARCISO

Narciso era tan hermoso que al mirarse en un estanque se enamoró de su propia


imagen. Quiso abrazarla y se ahogó.

Esto le sucedió como castigo por haber ofendido a la ninfa Eco, quien se enamoró del
bello Narciso, sin ser correspondida. La pobre ninfa estaba condenada a repetir cada
palabra que oía y eso, seguramente, no le gustó a Narciso.

Comentario:

En este mito con múltiples versiones hay algo en común que es lo esencial: que Narciso no
puede amar a Otro u Otra, sino sólo a sí mismo. Está encerrado en su propio ser y no
consigue darse ni recibir a alguien distinto, lo que le acarreará la muerte.

Como ya hemos visto en otro mito referido al amor, el de Psique y Eros, nada es más
importante que amar y sin amor la vida se convierte en desolación. La condición humana es
esencialmente amorosa, porque nacemos del encuentro de dos, por lo menos hasta ahora.
Digo esto porque con los métodos de fecundación in vitro actualmente en plena expansión,
esto podría cambiar, pero eso por ahora no sucede habitualmente.

La historia de los humanos es una historia de amor entre dos. Tal vez repetimos una historia
de amor cósmica, pues algunos mitos hablan de que Dios es Amor y engendra el mundo en y
por el amor. Si así fuera, la macro historia se repetiría en las infinitas historias individuales.

Somos concebidos por el encuentro amoroso de nuestros padres. Nos gestamos en el


cuerpo de nuestras madres y al nacer tenemos durante mucho tiempo una relación muy
estrecha con ese cuerpo materno. La familia en la que crecemos es también como un útero
que nos acoge y alimenta durante la infancia y juventud. Cuando maduramos, la dejamos
para repetir lo mismo y fundar nuestra propia familia. Siempre es con un otro con quien
interactuamos. Somos sociables y el aislamiento es antinatural. Muchos suicidas lo son
porque han perdido a su amado o porque no han podido encontrarlo o ya no tienen
esperanza de hallarlo.

El aislamiento es diferente de la soledad. El gran artista Rilke, en sus famosas Cartas a un


joven poeta, recomienda la soledad para crear y para encontrarse a uno mismo. Nos dice
que es muy perjudicial estar siempre alejados de nuestro interior y sólo atentos a lo externo,
al bullicio ensordecedor del mundo. El aislamiento, por el contrario, es estéril y doloroso y,
por lo mismo, peligroso. Dice Lévi-Strauss que cuando un chamán maldice a uno de los
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miembros de la tribu, éste muere a los pocos días y muere de pavor ante el aislamiento a
que lo someten los demás socios.

El pobre Narciso no puede amar a Otro, vive prisionero en su ego y muere por incapacidad
de amar, asfixiado por exceso de egoísmo. Dice el mito que Narciso era muy hermoso, y
algunas veces la belleza puede envanecer al que la posee, hacerle ciego ante la belleza de
los demás y desconocer que la más genuina belleza consiste en descubrirla –e inventarla- en
el ser amado.

Quiero comentar la presencia de Eco en esta versión del mito. Ella quiere amar, a pesar de
su dificultad para expresarse, y se entrega a Narciso, pero éste la rechaza y la condena a la
repetición de su soledad. La vida en el amor no es repetición del aislamiento, sino de la
creación amorosa entre dos y es la única salida del encierro y de la muerte.

Muchos autores coinciden en pensar que nuestra época fomenta el narcisismo. Vivimos
encerrados en un egotismo autista. En parte esto lo producen los nuevos medios de
“comunicación” que, en realidad, por el abuso que se hace de ellos, más bien son de
incomunicación.

Superar el narcisismo es la gran tarea de nuestra época, como diría Ortega y Gasset. El
amor a Otro es la única posibilidad de salvación. Aprender a desapegarnos, a desmontar el
Ego, a abrirnos y a entregarnos a otro ser humano es la gran sabiduría del amor y condición
de una buena vida.

Actividades:

1) Busca en un diccionario el significado de la palabra “narcisismo” y coméntalo.

2) Busca en una historia del arte alguna representación de este mito y haz tu propia versión.

3) Descubre en tu propia vida si ha habido momentos de narcisismo y descríbelos.

4) ¿Qué habrías contestado tú a la pregunta de Eco y porqué?


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ARIADNA

En Creta reinaba Minos y Ariadna era su hija. En esta isla había un laberinto habitado
por un terrible monstruo en su interior, el Minotauro. Este ser mitad toro y mitad
humano, se alimentaba de jóvenes atenienses.

El hijo del rey de Atenas, Teseo, decide enfrentarse al monstruo e impedir que sigan
sacrificando jóvenes. Se embarca para Creta, donde lo recibe Ariadna, quien se
enamora de él. Teseo ingresa en el laberinto y Ariadna le da un ovillo para que lo
desenrolle y pueda después encontrar la salida.

Teseo da muerte al Minotauro y consigue escapar del laberinto. Entonces, se casa con
su amada Ariadna.

Comentario:

Este bello mito que tanto gustaba a Nietzsche, llegando a firmar él mismo como “Teseo” en
algunos de sus aforismos, también tiene que ver con el amor. Este tema es fundamental
porque la vida y el amor están indisolublemente ligados, junto a la muerte. No hay vida sin
muerte y sin amor.

Volvemos también a encontrar el laberinto, ese lugar donde nos perdemos y no sabemos
encontrar la salida, el misterio que nos rodea y rebasa. Y dentro del laberinto el Minotauro,
un monstruo que puede devorarnos: la muerte. Tenemos los elementos esenciales para que
pueda darse una historia.

Teseo es el héroe solitario que arrostra el máximo peligro. Es valiente y generoso, pues se
ofrece voluntariamente para combatir al monstruo y así liberar a los jóvenes que cada cierto
tiempo la ciudad sacrificaba.

Ariadna simboliza el amor y como sabemos, Eros es ingenioso por su padre, Poros, rico en
recursos. Sobre el nacimiento de Eros hay otro mito que nos cuenta Platón en Banquete.
Ariadna esta poseída por Eros y por lo mismo, llena de imaginación creadora. Le da a su
amado un ovillo para que pueda encontrar la salida del laberinto después de haber
enfrentado al Minotauro.

Teseo mata al Minotauro y sale del laberinto gracias al amor de Ariadna. El amor nos salva
del desconcierto y vence a la muerte. Kant, un sabio alemán del siglo XVIII, dijo que nunca
podríamos conocer más allá de ciertos límites y que, por lo tanto, jamás sabríamos
ciertamente qué y cómo es el Universo en su totalidad. Apenas podemos conocer partes de
ese Mundo, pero el enigma es infinito. A pesar de esta limitación debida a la finitud de
nuestro entendimiento y a la infinitud del misterio, sí podemos ciertamente saber qué es
bueno y qué es malo, cuál es la Ley que debe regir nuestra acción y, por lo tanto, qué es
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digno de amor y qué de rechazo. Con nuestro corazón, aunque Kant decía “razón práctica”,
sí podemos amar el bien y aborrecer el mal.

Según esto, el amor es más potente que el entendimiento, no está sujeto a tantas dudas y, si
se lo permitimos, nos llevará por el camino seguro hacia una buena vida. Una buena vida es
aquella que está gobernada por el amor junto a la razón, como creía Aristóteles. Platón, a
diferencia de su discípulo, pensaba que Eros estaba por encima del Logos y que mediante el
amor se podía alcanzar lo máximo, el Bien, la Belleza y la Verdad juntos. En nuestros días,
Levinas piensa que un amor lúcido es el núcleo de la ética.

A pesar de la importancia salvadora del amor en la vida humana, tenemos muchas


dificultades para amar bien y por eso la mayoría permanecemos atrapados en el laberinto y
somos devorados por el Minotauro. Nos cuesta amar porque implica salir de uno mismo y
darse al otro, exponernos a ser heridos y este temor nos lleva a encerrarnos en nuestro yo.

Por todo esto, Erich Fromm en su bello libro El arte de amar nos dice que tenemos que
aprender este arte fundamental, pues nadie nace sabiendo amar, como nadie nace sabiendo
tocar un instrumento musical. El amor superior no es seguir las inclinaciones, las cuales nos
llevan a un placer egoísta y superficial, sino que es una actividad libremente elegida,
acompañada de alegría, que nos obliga a salir de nosotros mismos hacia el otro.

El amor hizo que el Uno se diera en una multiplicidad de seres que, en la medida en que se
re-unan, vuelven al origen y sienten la felicidad de recuperar la unión con la Madre. Ahí
donde hay amor, en cualquiera de sus formas, repetimos la historia del Uno. No hay otra
experiencia humana que resuma tan bien el sentido del universo.

Actividades:

1) Escribe un cuento en el que Teseo se enamora de Ariadna y hace una proeza.

2) Dibuja a Teseo en el laberinto y con el Minotauro esperándolo. No olvides el ovillo.

3) Piensas tú que el amor nos salva, da razones a favor o en contra.

4) Observa qué dificultades tienes tú para amar y escribe un breve ensayo sobre este tema.
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EROS

El dios del amor es uno de los dioses originarios. Hay diferentes versiones sobre su
nacimiento. Platón, en Banquete o del Amor cuenta, a través de Diotima de Mantinea,
que durante la celebración de una fiesta en honor de Afrodita, Poros, rico en recursos,
bello e ingenioso, se embriagó con el néctar y se durmió. Pasaba por allí Penia, una
indigente siempre necesitada y carente de lo mínimo. Se le ocurrió engendrar un hijo
con Poros y así nació Eros.

Otras fuentes dicen que es hijo de Gea y del Caos o del Huevo primordial cuya matriz
es la Noche.

Eros es un dios que está entre los humanos y los divinos, un semidiós, un genio o
daimón. Es mortal e inmortal.

Comentario:

Eros nace de Gea, la Tierra. También del Caos o del Huevo original que sale de la Noche. En
cualquier caso, el Amor está en el origen de todo. En el principio mismo, que el mito imagina
como un Huevo saliendo de la Noche y que se divide en Cielo y Tierra. La ciencia también ha
imaginado el origen como una explosión gigantesca y otros mitos de Oriente como una flor
que se abre. Observamos una constante en todas las versiones: de una matriz (Tierra, Caos,
Noche) salen dos que a su vez engendrarán a la infinita multiplicidad. El engendrar es un
acto de amor.

Sobre el nacimiento de Eros, nos dice Platón en Banquete: “Nació cuando se celebraba el
nacimiento de Afrodita; por inclinación natural siente amor por la belleza, y Afrodita es
hermosa. Por consiguiente, siendo como es hijo de Poros y de Penia, su vida es ésta: en
primer lugar es pobre y le falta mucho para ser delicado y hermoso como se lo figuran las
gentes. Es más bien rudo, miserable, va con los pies descalzos, no tiene casa donde
guarecerse. Y como no tiene lecho tampoco, duerme siempre en el suelo, recostado en las
puertas o en los caminos, bajo las estrellas… Pero por su filiación paterna, siente la comezón
de la intriga y de la asechanza ante las cosas buenas y bellas, es varonil, atrevido y
vehemente; siempre hábil cazador, urde continuas trazas, tiene la pasión de la inteligencia y
es ingenioso para salir de todas las dificultades”.

También se le consideraba un dios menor, un genio entre humanos y divinos. Este ser
intermediario es muy interesante pues por un lado está en todas partes, arriba y abajo, y, por
otra, une las partes que están separadas. Al estar entre humanos y divinos hace que el amor
sea un asunto universal. No es mortal ni inmortal, nace y muere en un día para volver a
renacer al día siguiente. Según la religión cristiana Dios es Amor y se encarna en Cristo, en
el Amor que vive y muere en los humanos. Dios existe en la medida en que haya amor entre
los humanos o como decía Plinio el Viejo: “es un ser humano que ayuda a otro ser humano”.
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Eros es un ser intermedio, ni rico ni pobre, ni sabio ni ignorante: es filósofo, un amante del
saber. Platón dice: “se pasa la vida filosofando, es un terrible impostor, hechicero, además, y
sofista”. Es plenamente humano y divino, un buscador permanente, pues los dioses no aman
ni filosofan, ni las bestias tampoco. El amor es exclusivo de ese mundo intermedio.

Este ámbito intermedio hace de Eros un mediador, “demoníaco” dice Platón. Es lo que hace
posible el deseo de las cosas buenas y bellas, de la felicidad en suma. Es lo que nos lleva a
querer engendrar en lo bello, tanto en el acto genésico como en la creación espiritual. Es el
amor el que hace procrear y crear, desear la inmortalidad y lo eterno. Es por el amor que los
humanos, siendo mortales, anhelamos y alcanzamos la inmortalidad.

Todo esto está expresado en un mito y dicho con símbolos, que son mucho más ricos que
los conceptos y además son comprensibles hasta por los niños. El amor, siendo endeble y
frágil, en extremo vulnerable, nos puede llevar a lo divino y por eso es digno de elogio. Junto
a Platón, nosotros también debemos alabar “la fuerza y el arrojo del Amor”.

En una página inolvidable de Opus nigrum, Marguerite Yourcenar dice, por boca de uno de
sus personajes, que tal vez no debamos imaginar a Dios como un ser todopoderoso, sino
como un ser impotente y desesperanzado y al que nosotros tenemos que engendrar y salvar
en sus criaturas, como si fuera “una llamita que nosotros tenemos que alimentar, sin dejar
que se apague”.

El mito cristiano recoge lo mejor del griego al poner el Amor en la figura de un ser humano y
divino a la vez que nace y muere y que es mediador entre dos ámbitos distintos, el material y
el espiritual. Es el Amor el que une y cohesiona estos mundos que de no ser así quedarían
definitivamente aislados. También como Eros, Cristo anda descalzo y no tiene donde reposar
la cabeza.

Gracias al amor los mortales humanos tenemos acceso a la inmortalidad, sea mediante la
creación artística o a través de la procreación corpórea. En ambos casos se engendra en la
belleza. El amor nos encumbra hacia instantes de eternidad.

Actividades:

1) Escribe un retrato hablado de Eros y dibújalo.

2) Explica con tus palabras por qué los dioses y las bestias no aman.

3) Relaciona la figura de Eros y la de Cristo.

4) Escribe un breve guión en el que se vea el nacimiento de Eros. Si fuera posible,


dramatízalo.
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ORFEO Y EURÍDICE

El mito de Orfeo y Eurídice es una de las más bellas historias de amor de la


imaginación humana.

Eurídice era una hermosa ninfa y Orfeo, su esposo, un poeta y músico enamorado de
su amada.

Cierto día, ella paseaba por un florido prado, cuando fue atacada por un fauno.
Durante su huida, fue mordida por una serpiente venenosa y murió. Orfeo la lloró
desconsolado y sus canciones se hicieron tristes y nostálgicas.

No se conformó y la pena lo llevó a ir en su busca al mundo de los muertos, donde


reinan Hades y Proserpina. En su descenso al Averno, convenció a Caronte, el
barquero que atraviesa la laguna Estigia, para que lo condujera al otro lado.

Una vez allí, entonando sus lamentos, conmovió a las divinidades del sub-mundo para
que se llevara a su amada Eurídice. Le pusieron una condición muy importante: que no
podía mirar hacia atrás, mientras subía hacia la luz.

Durante el ascenso, Orfeo cumplió fielmente la orden y solo miraba hacia adelante.
Cuando ya faltaba poco para salir a la luz del día, el pobre Orfeo sintió una fuerte
angustia acompañada de dudas imposibles de soportar. Pensó que había sido
engañado por los dioses de la noche y se volvió para ver si en efecto estaba allí su
amada. En cuanto incumplió la condición, su amada Eurídice volvió a morir y esta vez
definitivamente. Orfeo intentó volver a rescatarla, pero no fue posible.

Comentario:

Esta es una de las más bellas y tristes historias de amor. Parece que el dolor acompaña
siempre al amor, como las espinas a las rosas. Lo malo es cuando hay sólo espinas y faltan
las rosas que, con su belleza, lo compensan todo. Un gran autor, Denis de Rougemont, en su
libro El amor en Occidente sostiene que en nuestra cultura el amor y la muerte están tan
unidos que siempre culmina en tragedia. Esto lo vemos en las historias y leyendas de Tristán
e Isolda y de Romeo y Julieta, por nombrar sólo dos entre las más célebres. Un buen
antecedente de esta imposibilidad de que los amantes tengan éxito y consigan realizar
plenamente su amor lo encontramos en el mito de Orfeo y Eurídice.

Antes de comentar este mito, reflexionemos si sería posible, en otro contexto, que esto no
sucediera así y que el amor se consumara y no estuviera matizado por esta aureola trágica.
En tal caso, quizás nos iría mejor en los asuntos amorosos, pues los mitos nos viven a
nosotros, aunque nosotros creamos que somos nosotros los que los inventamos. Podría ser
que en nuestra cultura hayamos exagerado la importancia de la muerte y la hemos puesto
por encima del amor y así nos va.

Un filósofo francés muy interesante, André Compte-Sponville, en un bello libro intitulado


Pequeño tratado de las grandes virtudes, en el capítulo final, dedicado al amor, dice que
desde Platón se ha concebido el amor como falta o carencia que nunca se colma, lo cual
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acarrea un pesimismo y un quedar siempre vacíos. Nos propone también este pensador que
intentemos pensar el amor como lo hizo Baruch de Spinoza, quien lo entendió como potencia
y plenitud. Entonces, lo que acompaña al amor no es la tristeza de la carencia, sino la alegría
de la potencia.

Vayamos ahora al texto del mito. El poeta ama a su bella mujer y ella le corresponde. Pero
esto no puede durar y ella muere y se abisma en el Hades o mundo subterráneo. El amor lo
puede todo, o casi todo, y Orfeo va a buscarla y convence a Caronte y al mismo Hades, de
que le permitan llevarla otra vez a la vida. Los dioses de la muerte acceden porque el amor
es persuasivo, pero ponen una condición, que no mire hacia atrás. Siempre hay en los mitos
y a veces en la vida una prohibición que debemos observar pero que al mismo tiempo
tendemos a transgredir.

Va saliendo Orfeo del oscuro reino de los muertos y atrás va Eurídice, pero él no la siente y
duda, se vuelve y ella muere por segunda y última vez. Mirar hacia atrás podría simbolizar
volver al pasado, estar anclado en un tiempo anterior, tal vez infantil. Orfeo no confía, duda,
siente angustia y yerra. No habita en el presente, no se proyecta hacia el futuro, permanece
anclado al pasado y eso es mortal.

La incapacidad de amar bien a otra persona es, desgraciadamente, bastante habitual. Puede
deberse a no haber superado traumas infantiles, lo cual nos deja atados a esa situación
pasada y no avanzamos. La persona sana se mueve hacia adelante, digiere y cura las
heridas de los primeros tiempos, crece y es capaz de amar de nuevo. Este amor nuevo no
será para perderlo, sino para realizarlo, pues el buen amante consigue lo que quiere y quiere
lo que tiene, deja de anhelar lo que le falta y es imposible de conseguir.

Este mito nos cuenta las dificultades del amor humano. La muerte separa a los amantes,
quienes no consiguen la plenitud. La imposibilidad de realizar plenamente el amor es parte
de su condición humana, mortal y vulnerable. El amor es lo que nos aproxima a los dioses,
pero la mortalidad nos separa abismalmente de ellos. Al amar, como Orfeo, casi
conseguimos la inmortalidad, pero fatalmente caemos y esa plenitud nos es sustraída. No
somos inmortales, somos animales y el amor está entre la sexualidad y la espiritualidad, en
el alma.

Actividades:

1) Cuenta el mito con un final feliz.

2) Mira si hay alguna herida de amor infantil que te impide amar ahora.

3) Imagina a Orfeo saliendo del Hades con Eurídice y pinta esa imagen.

4) ¿Qué consecuencias traería una concepción diferente del amor para nuestra cultura y
para cada uno de nosotros en particular? Escribe un ensayo sobre esta pregunta.
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PERSÉFONE

Perséfone o Proserpina era hija del Cielo y de la Tierra. Hades, dios del sub-mundo, se
enamoró de su belleza. Un día en el que la bella recogía flores junto a sus amigas, en
el momento en que tenía un lirio en sus manos, Hades la raptó a través de una enorme
grieta y la condujo al Averno.

Deméter, su madre, montó en cólera y la nostalgia la hizo bajar al Hades para intentar
rescatarla. Su padre, Zeus, también se compadeció de su hija y pactó con Hades que
Perséfone estuviera seis meses en el Tártaro y los restantes meses del año regresara
con su madre a la superficie. Cuando así lo hiciera, la Tierra se cubriría de flores y de
fiestas, con el advenimiento de la primavera. Al bajar al Tártaro, por el contrario, la
Tierra se entristecería, se volvería yerma y la nieve cubriría su faz, es decir, vendría el
invierno.

Comentario:

La genealogía de los dioses, como la de los humanos, es importante. Perséfone era hija del
dios solar del Olimpo y de Deméter, diosa de la tierra. Es decir, en ella se unen el cielo y la
tierra, lo masculino y lo femenino, los opuestos que separados son estériles y que juntos
pueden formar una bella y fecunda síntesis. Nosotros también deberíamos sintetizar todas
las fuerzas contrarias que nos constituyen.

Hades, dios ctónico (subterráneo) es hermano de Zeus (celeste) porque los opuestos forman
lo real y tenemos que integrarlos en cada uno de nosotros. Hades rapta a Perséfone, lo hace
con violencia, la hunde en su oscuro abismo cuando tiene en la mano un lirio. Se ha
producido un desequilibrio que no puede quedar así, pues todo busca la armonía y la
proporción, pues vivimos en un mundo ordenado, justo, con leyes que no es posible violar sin
grave perjuicio.

Hecho el daño, viene la reparación, después de la negociación. No se trata de olvidar lo que


pasó, sino de remediarlo, compensando la falta cometida. En el mito, Perséfone estará un
tiempo con Hades y otro sobre la tierra, cerca del sol de su madre Deméter. Se llega a una
mediación. El regreso de Perséfone a la superficie de la tierra explica el florecimiento
primaveral, la vuelta de la vida después de un período invernal de esterilidad y de muerte.
Los mitos explican poéticamente los hechos y no son menos válidos que la ciencia y sus
fórmulas que tampoco nos convencen del todo.

El invierno, la primavera, el verano y el otoño, las estaciones de la vida y de la muerte, del


día y de la noche, de la rueda cósmica. Todo vuelve, todo se va, ciclo, órbita, eterno retorno
de lo mismo y de lo diferente. El mundo es un carrusel, dice Thomas Mann, nada es lo que
es, sino también lo que no es, su contrario. Ser y nada juegan y ruedan juntos.

El tiempo no es una línea, sino un círculo. En el origen está el final, los opuestos son
idénticos. Vivir, morir, tal vez soñar, dice Hamlet. La bella Proserpina, como llamaban los
romanos a Perséfone, muere, pero renacerá. No veamos sólo un lado de las cosas, sepamos
que hay otro oculto y que el frío invierno contiene en su seno el cálido verano. La bella
durmiente no ha muerto del todo, en el momento preciso, despertará.
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Los sabios de todos los tiempos y lugares nos lo han dicho: no reír, no llorar, comprender. La
mejor palabra es “quizás”, el claroscuro es la textura de lo real, ni exceso de luz ni total
oscuridad. También nosotros, como Perséfone, bajamos a nuestro Hades y recorremos ese
lúgubre Averno con amor, pues también es parte nuestra, pero luego emergeremos a la
superficie, caminaremos sobre la piel florida de la tierra y elevaremos el vuelo hacia el sol.
Nosotros también somos cíclicos, nacemos y morimos muchas veces.

Perséfone baja al submundo con un lirio y con él ilumina el fondo oscuro del alma y cuando
sube trae también regalos del fondo, reliquias perdidas en naufragios y vuelven embellecidas
por las algas y las sales, como muestra Marguerite Yourcenar en El tiempo, ese gran
escultor. Porque esa es la manera mejor de envejecer, embelleciéndose, como Perséfone
nos enseña.

El ciclo de las estaciones siempre interesó a los humanos. La primavera fue el momento del
renacer de todo y el invierno el de la muerte. El ciclo vida-muerte está presente en los mitos
de los pueblos agricultores y se expresa en muchos mitos. La proximidad de la vida y de la
muerte ha sido siempre una de las preocupaciones y enigmas del ser humano.

¿Por qué no hay solo vida o solo muerte? Leibniz lo expresó con la pregunta siguiente: ¿Por
qué hay ser y no más bien nada? Y lo que hay, nos dicen los mitos y después el
pensamiento religioso y filosófico es ser y nada, vida y muerte en un ciclo eterno, devenir.
Esta intuición llega hasta nuestros días, con las meditaciones de Nietzsche sobre el Eterno
Retorno de lo Mismo, de Bergson sobre la duración y de Heidegger sobre el Acontecimiento
o Evento del Ser.

También en las primeras pinturas, tal como nos lo dice Bataille, en el Pozo de Lascaux,
estaría expresado en imágenes, esta experiencia del vivir-morir y de su posible solución a
través del amor. También el mito cristiano de la Encarnación, Pasión y Resurrección del Hijo
de Dios expresa este tema fundamental de la conciencia humana.

Actividades:

1) Imagina un mundo plano y lineal, sin vida y sin muerte, sin contrarios. Saca todas las
consecuencias que puedas de esas premisas.

2) Dibuja a Perséfone en sus viajes de ida y vuelta.

3) Describe tus propios contrarios y cómo actúan en tu vida.

4) Escribe un ensayo sobre la frase de Spinoza: no reír, no llorar, comprender.


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PANDORA

Pandora equivale a Eva, es decir, la primera mujer, madre de la humanidad. Fue creada
por orden de Zeus y con el fin de castigar a los humanos, tras de que Prometeo les
hubiera regalado el fuego divino.

Cada dios le dio una cualidad y Hermes le puso la mentira. El dios del fuego la modeló
junto a Palas Atenea.

En una caja estaban guardados todos los males imaginables. Pandora quiso ver qué
contenía y la abrió, escapándose su terrible contenido por toda la tierra. En su interior
solo quedo la esperanza.

Comentario:

Pandora simboliza a la mujer según la concepción griega. No es una idea positiva, sino todo
lo contrario, muy negativa. No es raro que así fuera, dado que la sociedad griega, como casi
todas las culturas patriarcales, tiene una concepción nefasta de la mujer. Esto no es un
detalle sin importancia, puesto que según la idea que tengamos de la mujer así será nuestra
vida. A un psicoanalista le escuché la siguiente frase: “allí donde hay odio a la mujer, se da la
discriminación y el racismo”. No olvidemos que la sociedad griega, junto con sus logros y
genialidades, fue esclavista y androcéntrica.

Pandora fue modelada por el dios del Fuego y con ayuda de la Sabiduría, es decir, que está
hecha por excelentes artífices, aunque el fin es castigar a los humanos. Zeus quiere
vengarse del robo del Fuego hecho por Prometeo, quien se lo quitó a los dioses para dárselo
a los mortales. El Fuego simboliza el Logos, el Espíritu, algo que pertenece por esencia a los
dioses y de lo que carecían en un principio los humanos. El castigo lo trae la mujer, Pandora.
Ella tiene virtudes nada desdeñables como la belleza, la gracia, la persuasión y la habilidad
manual. Y también tiene defectos horribles, como la mentira y la falacia, que quiere decir la
habilidad para engañar.

Los trabajos y los días es el nombre de la obra de Hesíodo en la que están recogidos gran
parte de los mitos griegos. En ese libro se nos dice que había una jarra o una caja en la que
estaban contenidos todos los males y también la esperanza. Quizás la esperanza sea
también un mal, pues como han dicho algunos filósofos puede crearnos falsas expectativas
que nos impiden disfrutar del momento presente. Pandora, apenas vio la caja, la abrió, nos
dice el narrador y nos quiere decir que esa mujer es incapaz de esperar o de contener su
curiosidad. Y como consecuencia de esa imprudencia, se escaparon todos los males allí
contenidos.

La esperanza se quedó dentro y no nos dice si esto es mejor o peor, pero los males
inundaron el mundo y Pandora los introdujo con su falta de moderación.

El mito de Pandora tiene como enseñanza positiva que no hay que precipitarse y actuar
antes de pensar. A este modo irreflexivo de proceder lo llamó Aristóteles “imprudencia”. No
pienso que sea un modo de actuar típico de las mujeres, y en esto el mito refleja una
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mentalidad sexista que debemos corregir. La falta de moderación y la imprudencia son


defectos propios de los humanos indistintamente de su sexo y se deben sobre todo a la falta
de una buena educación.

Poner a la mujer como causa de los males del mundo es un procedimiento erróneo e injusto
que produce mucho daño y da origen a múltiples discriminaciones de diversa índole. La
misoginia es el odio a la mujer y tal vez se deriva del miedo y de la envidia que los varones
tenemos a las mujeres. Miedo y envidia por poder creador de la mujer. Más que envidia del
pene, como creía Freud que tenían las mujeres, los varones tenemos envidia del útero
engendrador de vida.

En tiempos muy remotos la mujer fue valorada como portadora de algo sagrado y de máxima
importancia: el poder de engendrar la vida. Entonces las mujeres fueron divinizadas y eran
las sacerdotisas por excelencia. Fue una época muy vitalista, en la que el valor de la Vida era
el más grande, y en la que la muerte y la guerra estuvieron eclipsadas por el erotismo. Fue la
época del matriarcado, anterior a las civilizaciones guerreras y conquistadoras. Poco
después, los varones se impusieron sobre la mitad de la humanidad y forjaron una cultura de
la muerte, en la que el asesinato fue valorado y preferido a la procreación.

Además de dominarlas y oprimirlas, las denostaron y desacreditaron como suelen hacer los
envidiosos y resentidos y les atribuyeron todo tipo de culpabilidades. El mito de Pandora es
un ejemplo de este proceso que Nietzsche denunció en su libro La genealogía de la moral.
Los más débiles, en este caso los varones, se unen entre sí en contra de las mujeres y se las
ingenian para rebajarlas. Esto ha sucedido también entre los pueblos y las culturas. Cuando
decimos “fuertes” no nos referimos a fuerza física o militar, sino a la verdadera fuerza, la que
engendra en el amor.

Pienso que sería muy bueno para la humanidad que iniciáramos una época de igualdad de
derechos y de oportunidades entre los sexos, valorando a cada sexo según su grandeza e
importancia. Si superamos el androcentrismo que privilegia a los varones y oprime a las
mujeres podremos construir juntos una humanidad que no excluye al Otro, que integra y que
apuesta por la vida.,

La esperanza, uno de los males de la caja, no salió de la misma, con lo cual queda claro que
la humanidad no tiene salvación. Es un mal porque nos impide, junto al temor, gozar del
presente.

Actividades:

1) Compara el mito de Pandora y el de Eva.

2) Da argumentos en pro y en contra de la esperanza.

3) Investiga sobre el matriarcado y haz un resumen de lo que significa.

4) Busca o inventa un mito en el que la mujer quede bien parada.


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LAS AMAZONAS

Según la mitología griega existe una estirpe de mujeres guerreras que se reclaman del
dios de la guerra Ares.

Vivían estas aguerridas féminas sin varón, a los que en caso de haberlos, eran
esclavizados. Para perpetuar la raza recurrían a extranjeros y solo criaban a las niñas.
Los varones eran mutilados y asesinados.

Se amputaban uno de los dos senos para mejor utilizar el arco y se autodenominaban
“sin seno” o “amazwn”.

Comentario:

Este mito, como los sueños, expresa la satisfacción de un deseo. Sería el deseo femenino de
ser soberanas e incluso superiores a los varones. La similitud de los sueños y los mitos ha
sido muy comentada, llegando a decir algún experto en el tema que los mitos son sueños
colectivos y los sueños, mitos privados. También recordemos que Freud, el primer intérprete
científico de los sueños, dijo que éstos eran satisfacciones de deseos inconscientes.

Las mujeres han sido oprimidas injustamente por los varones desde tiempos inmemoriales y
en este mito se rebelan contra esa barbaridad. Imaginan un reino de mujeres en el que los
varones son esclavos y simples medios para la procreación, justamente lo contrario de lo que
ha sucedido en los regímenes androcéntricos, es decir, bajo el dominio del varón.

En este mito, por el hecho de invertir el esquema sexista, no hay una auténtica superación
del machismo, sino tan sólo su inversión. Está bien como catarsis o liberación de rabia
contenida pero no como solución del problema de la discriminación sexista. Para ir en esta
dirección tan importante como deseable, hay que imaginar un mundo en el que varones y
mujeres conviven amorosamente.

Igualdad y diferencia, eso es lo que hay que conjugar con armonía y justicia. Varones y
mujeres deben tener igualdad de oportunidades, a pesar de ser diferentes en muchos
aspectos. Para empezar, anatómicamente, las diferencias son complementarias y lo mismo
en el orden psíquico. Es muy importante que cada sexo se complete con el otro y, juntos,
engendren hijos, sean de la carne o puramente espirituales. Tal vez entonces abandonen los
seres humanos esa agresividad que los lleva a la guerra y al exterminio del otro diferente.

El mito griego imaginó el reino de las Amazonas guerreras en regiones apartadas del mundo
conocido en esa época y después las proyectó en las selvas del Nuevo Mundo. Los
conquistadores españoles se enfrentaron a lo desconocido en el continente sin nombre que
no era el que ellos creían que era: las Indias Orientales. En medio de tantas confusiones, se
despertaron todas las fantasías y quimeras que latían en Occidente.

Según cuenta magistralmente un escritor colombiano, William Ospina, en El país de la


canela, buscando un bosque de canela, se internaron los aguerridos conquistadores en la
selva tupida que hoy se reparten varios países y encontraron un largo y caudaloso río que
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tardaron siete meses en recorrer navegando. No hallaron el apetecido bosque, pero sí


llegaron al país donde habitaban las Amazonas y de ahí el nombre que hoy lleva la selva y el
río de sus encantamientos.

La capacidad fabuladora del ser humano es más grande que su entendimiento, el cual
apenas le sirve para orientarse en el inmenso misterio que lo envuelve. La facultad más
poderosa es la “loca de la casa” de la que hablaba Ortega y Gasset, es decir, la imaginación.
Por eso, todo cuanto sentimos y pensamos está traspasado de fantasías y “nada es lo que
parece”. Ya en los animales superiores observamos que a veces la fantasía determina el
comportamiento de los brutos y que es más fuerte que la realidad, la cual queda difuminada
por la bruma imaginaria. Ilustro este caso con el de una perrita que se creía la madre de unos
cachorros que había tenido otra y a pesar de carecer de la leche nutritiva, insistía en
alimentarlos. De persistir en esta fantasía, las crías habrían muerto.

En el mundo humano este delirio lo inunda todo y eso le hace decir a Ortega, discípulo del
hidalgo manchego, que tanto la ciencia como la poesía pertenecen al reino de lo imaginario y
que Hamlet y un triángulo, tienen el mismo pedigrí. Esto no significa que lo real sea
inaccesible, como pensaba Kant, sino tan sólo que lo construimos con mezclas de diversos
materiales.

El mundo de las Amazonas, guerreras con un solo pecho, existe y es importante, a pesar de
ser imaginario, pues lo imaginario nos impulsa a actuar y vivir de una determinada manera.
No es una supuesta realidad absoluta, sin relación a nuestro modo de comprender, la que
nos guía, sino los sueños que tenemos durante el reposo, o las fantasías que inventamos
cuando estamos despiertos. Las Amazonas nos ayudan a salir de un mundo soñado por
varones arrogantes y misóginos, que no aman a las mujeres y las pretenden subyugar.

No temamos a los sueños y a las fantasías, no los expulsemos de nuestro mundo en nombre
de una ciencia falsamente contraria a los mitos, pues como dice una vez más el filósofo
español que nos acompaña en este comentario, Ortega, ¿no será la ciencia el mito de
Europa? En efecto, no podemos salir de ese ámbito esencialmente humano que forjan los
sueños privados o colectivos, ni conviene que lo hagamos. Permanezcamos fieles a esos
relatos que aquí estamos comentando sin pretender reducirlos a otro género más valioso.

Actividades:

1. Lee el libro de Ospina y dibuja las escenas que más te gusten.

2. ¿Qué harías tú si te encontraras con una Amazona?

3. Imagina un mito en el que se ve que varones y mujeres son iguales en sus diferencias.

4. Resume las ideas de Ortega aquí expuestas y relaciónalas con la obra de Cervantes.

5. Lee en los Ensayos de Montaigne el capítulo XX, “De la fuerza de la imaginación”.


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TÁNATOS

Tánatos es el dios de la muerte. Poseía alas con las que se desplazaba para trasladar
los cadáveres hasta el Averno.

Entregaba a Hades un trozo de cabello del muerto como tributo al dios del inframundo.

Comentario:

La muerte es también divina, sin ella no habría vida ni por lo mismo, humanidad. Pese a esto,
la tememos y rechazamos, sin darnos cuenta de que, al hacerlo, también negamos la vida y
todos sus encantos. Tenemos la tendencia a querer y aceptar sólo una parte de lo real, la
que nos conviene o nos gusta. Sabemos que el árbol sube hacia la luz porque sus raíces
están hundidas muy adentro en la tierra oscura.

Dice el mito que Tánatos era hermano gemelo de Hipnos, el sueño, pues la muerte y el
sueño se parecen mucho. Durante el reposo entramos en contacto con el alma profunda, que
habla en sueños. Casi la mitad de la existencia estamos dormidos, preparándonos para la
muerte. También podemos imaginar que la muerte es un sueño profundo.

Tánatos nos lleva otra vez al mundo de los muertos, de donde vinimos un día para habitar en
la tierra. No sabemos si nuestra patria más auténtica es el Hades, lo oculto y subterráneo, o
la superficie luminosa sobre la que caminamos durante un lapso de tiempo que llamamos
“vida”. Tánatos es nuestro guía hacia ese mundo ignoto e injustamente temido. No seamos
ingratos con aquel que viene a recibirnos y a introducirnos en algo desconocido pero que no
es necesariamente malo o dañino para nosotros.

Los muertos se van a ese mundo y los vivos los recordamos y algunas veces quisiéramos
entablar contacto con ellos y desentrañar su misterio, pero hay una incomunicación que nos
lo impide. Debemos conformarnos con su presencia difusa y no pretender anular los límites
que separan a vivos y muertos. Es como si quisiéramos eliminar la noche, iluminarla
completamente y negar así el día también. La noche, como la muerte, tienen su espacio y
poder soberanos que tenemos que aprender a respetar y a amar. Es un sueño infantil querer
que lo real sea como nos conviene en un determinado momento a cada uno y no tal como
son las cosas por la voluntad del Todo. No aceptar los designios del Todo o Tao nos hace
desgraciados.

La muerte tiene su genio amigo para los mortales, Tánatos, quien nos viene a buscar y a
conducirnos hacia lo nuevo. A lo mejor es un regreso a donde ya estuvimos algún día, al
centro luminoso de donde sale todo o al Todo que nos espera y acoge en su seno como una
madre amorosa.
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Mientras estamos vivos es bueno que amemos la vida y queramos vivirla bien, pero sabiendo
que la muerte nos espera y que hace que todo brille con una luz especial, como las sombras
hacen resaltar el brillo de los personajes en “La ronda de la noche” de Rembrandt.

Antes de ponerse el sol, una luz dorada bendice y embellece todo lo que toca. Nietzsche
decía en su Zaratustra que a esa hora hasta los pescadores más pobres reman con remos
de oro. Al final de la vida, también sería hermoso que sucediera lo mismo, que nuestra
mirada lo embelleciera todo con nuestra gratitud y aceptación. Entonces, la muerte tendría
ese sentido: aquello que hace que las cosas tengan esa luz cálida y bienhechora.

Es la muerte la que nos hace ver la vida como un prodigio y a amarla con lo bueno y lo malo,
aceptándola como un todo completo, no sólo en un aspecto. También Nietzsche llamó a esa
forma de ver las cosas y de aceptarlas amor fati es decir, ver como bello lo que de necesidad
tienen. Así como son, son perfectas, pues la imperfección es lo único que les faltaría para
serlo si no existiera.

La muerte es amable, debemos aprender a amarla bien, sin por ello apresurarnos o
precipitarnos en su seno. Si lo hacemos, negamos la vida, y eso estaría muy mal, tan mal
como negar la muerte. Y a los muertos dejémoslos ir, no les impidamos partir, pues no está
en nuestra mano decidir cuándo y cómo deben hacerlo. Sólo la aceptación de lo que debe
ser así como es sin querer cambiarlo, más aún, amándolo, es la verdadera sabiduría y fuente
de dicha para uno y para los demás.

Aprendamos a despedirnos de los que se van para no regresar, no los hagamos sufrir con
nuestros deseos ni con nuestra rebeldía. Lo que tiene que suceder, que suceda. Entonces, la
muerte cambia su rostro duro y gélido por el del buen Tánatos, un guía hacia la Luz. Como
en muchos cuentos infantiles, la bestia se convertirá en una bella criatura. Esa
transformación la consigue el amor al Todo, a la vida-muerte, con su doble faz, igualmente
necesarias y que juntas constituyen la belleza.

Aprender a morir no significa desear la muerte, sino amarla como la otra cara de la vida,
junto con la vida, como conjunto indivisible. Aprendamos a desprendernos de los seres
amados con la idea de que el Todo así lo exige para ser perfecto, aunque no lo
comprendamos cabalmente. Confiemos en que así debe ser, apostemos porque así es y
seamos consecuentes.

Actividades:

1. Dibuja a Tánatos llevando a un ser querido hacia la Luz.

2. Despidámonos de ese ser amado con alegría.

3. Imagina un mundo sin muerte y saca las consecuencias de ese hecho.

4. Escribe un cuento en el que el amor opera una transformación de un ser monstruoso en


alguien bello y amable.
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AFRODITA

Afrodita es la diosa de la belleza. Platón habla de una diosa del amor puro, Afrodita
Urania y otra del amor vulgar, Afrodita Pandemo.

Cuando el dios del Tiempo, Cronos, castra a Urano, su padre, los genitales caen al mar
y de su unión, nace Afrodita o Venus.

Hija del mar y del semen de dios.

Comentario:

Una vez más encontramos un mito sobre el amor, y esta frecuencia se debe a la importancia
de este tema en la vida humana, pues una vida sin amor, no es vida. También aquí aparece
vinculado a la belleza, pues el amor es bello y produce belleza. El padre de Afrodita es Zeus
o Urano, ambos dioses del cielo, de lo alto, lo que revela su carácter espiritual. En una de las
versiones, su origen es trágico, pues Cronos, el Tiempo, castra a su padre, Urano, y su
semen cae al mar, de cuya unión nacería Afrodita.

Esta última versión está llena de símbolos que hay que descifrar y que el gran artista del
Renacimiento italiano, Botticelli, ilustró en su célebre cuadro “El nacimiento de Venus”. El
amor sería hija del cielo y del mar, del fuego y del agua, de una herida que, sin embargo,
fecunda. ¡Qué cantidad de sugerencias evocan todos estos símbolos! Dejémonos llevar por
la imaginación creadora.

El amor también está ligado al dolor, aunque fundamentalmente lo está con el placer. Pero
en la vida humana y en el universo todo, nada está separado de su contrario, y si queremos
el amor porque es placentero, tenemos que aceptar su parte de dolor. Además, quien inflige
ese dolor es Cronos, el Tiempo que devora a sus hijos y castra a su padre. El Tiempo, ese
gran destructor, aunque, como dice Marguerite Yourcenar, puede ser también “un gran
escultor”.

El Tiempo lo roe todo, hasta el amor. Pero también puede embellecerlo, si sabemos ganarlo
para nosotros. ¿Cómo hacerlo? Tal vez, igual que a la muerte, aceptándolo y no huyendo de
él o negándolo. El Tiempo se ensaña con los que le huyen, en cambio protege a sus amigos.
Si somos suaves con él, nos embellecerá, pero tenemos que ser como el agua, dúctiles y
adaptativos. Lo peor es resistirnos y oponernos a su trituración implacable. Lo mejor,
aceptarlo.

El tiempo puede ser visto como aquello que nos permite superar los defectos y así,
perfeccionarnos. El amor entonces no tiene que destruirse por el tiempo, sino cultivarse y
crecer. Haremos de él, gracias al tiempo, una obra maestra, equilibrada y serena, más allá
de los vaivenes de las pasiones.

El amor espiritual frente al amor pasional, ágape y eros. Son dos tipos de amor muy
diferentes. Platón en su Banquete nos muestra la diferencia y son muchos los que después
han tratado este importante tema. El amor-pasión es trágico, no se pone de acuerdo con el
Tiempo y termina en dolor o en muerte, como le sucede a Ana Karenina, en la inmortal
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novela de Tolstoi. También les pasa a Romeo y a Julieta, a Tristán e Isolda, a Emma Bovary
y todos aquellos que viven el amor-pasión sin derivarlo o complementarlo hacia el amor
espiritual.

Desde Platón hasta Freud y más allá los pensadores nos han indicado la necesidad de
embellecer el amor para que el Tiempo no lo destruya. Pero no es una tarea fácil, porque la
fuerza de la pasión nos absorbe completamente y nos acercamos al precipicio de modo
temerario. Entonces viene la tragedia: morir por amor, las nupcias del amor y la muerte.

Spinoza habló de un amor potente y alegre, que desea el bien y se alegra con alcanzarlo,
alejado del dolor y de la muerte, es el amor de los sabios, de los que no quieren sufrir en el
amor sino gozar serenamente. Es verdad que en ese amor falta el abismo y sus tentaciones
románticas, pero es lo que nos hace más felices, hasta que…

Nunca estamos a salvo del arrebato pasional, por más que lo conjuremos. Siempre está ahí,
acechante, listo para herirnos de muerte y sucumbir en sus garras. Por eso somos humanos
y no divinos, aunque los dioses griegos no son un ejemplo de serenidad y contención.
Tampoco lo es el dios cristiano, crucificado por amor. Sólo el Buda, aniquilando el deseo,
llega a ese Nirvana que está más cerca de la muerte que de la vida y sus inquietudes.

El filósofo de Deusto, Ortiz-Osés ha escrito hermosas páginas sobre el amor platónico,


ascendente, y el cristiano, descendente; Sócrates y Cristo como símbolos de dos formas de
amor, opuestos y complementarios. En el alma, en medio del espíritu y de la sexualidad, se
reúnen estos dos tipos de amor. El amor humano, reúne lo que si no quedaría para siempre
separado. Ahí reside su vulnerabilidad y su grandeza.

El principio masculino y el femenino se unen en la belleza de Afrodita, en su ser mismo. Los


contrarios se complementan y solos no producen aquello para lo que fueron hechos. Es en la
conjunción de los opuestos cuando se inter-fecundan y engendran en la belleza. Esto tiene
que ver con el amor. Amor y belleza quedan entrelazados por su misma esencia.

Actividades:

1. Observa el cuadro de Botticelli y descríbelo.

2. Lee el comentario de Eugenio Trías a ese cuadro en Lo bello y lo sublime.

3. Piensa si has vivido alguna vez el amor- pasión y escribe tus impresiones.

4. ¿Qué solución encuentras al amor que culmina en la muerte?


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GEA

Gea es la diosa Tierra, la Matriz que todo lo engendra. Solo el Caos la precede. El Cielo
y el Mar salen de su seno.

Gea es también Deméter o Cibeles.

Es la madre cósmica de la que salen los hijos, que son abandonados en el mundo. Ella
conoce los destinos de los humanos y es inspiradora de los oráculos.

Comentario:

Gea es la Madre, la Mater-ia, una deidad femenina, engendradora de divinos y mortales, de


la que todo sale y a la que todo regresa. Le preceden las diosas de la fecundidad de la época
del matriarcado, de las primeras civilizaciones agrícolas. Es lo primero que divinizaron
nuestros antepasados y símbolo del valor fundamental que da origen a todos los restantes
valores: la Vida.

Es la primera Madre, Eva en nuestro imaginario cristiano. La madre del ser humano y
también de los animales y de los dioses. Sólo el Caos la precede, eso informe que aún no
tiene nombre y que Platón llamó “nodriza”, noche o “jora”. Incluso Eros es posterior a Gea.
Estamos en presencia de un gran misterio: el origen de todo.

Los humanos siempre hemos querido llegar a ese momento que llamamos “principio”, causa
primera o arjé. Nada es tan importante para nosotros como saber de dónde venimos y
conocer a nuestra madre. Los mitos de todos los pueblos indagan en este tema y dan
múltiples versiones. Aquí tenemos la de ese pueblo genial de artistas y filósofos y es muy
sencilla: todo sale de la Tierra, de Gea, que es la Materia, la cual sale del Caos.

Este materialismo no es en absoluto profanador sino que, por el contrario, le otorga una
dignidad a la Tierra que suelen quitársela los espiritualismos. Gea es una mujer que
engendra, junto al Cielo y con amor. No hay más… ni menos, claro. La materia es sagrada y
poseída por una fuerza creadora que la hace ser divina. Es el Élan vital del que hablaba
Bergson, un impulso creador de sobrecogedora belleza, una diosa artista engendradora de
infinidad de formas cuyo sentido es la belleza, esa otra cara del bien y de la verdad.

Estamos frente a un mito que podría explicar el sentido de todo arte, el cual, como decía
Nietzsche, no es un tintineo, ni una diversión, sino una actividad cósmica que busca la
perfección. No tenemos otra forma de comprender el fenómeno del cual formamos parte y
que precisamente en nosotros los humanos, y en el arte de modo privilegiado, se expresa
cabalmente: la creación metafísica.

Los grandes artistas de todos los tiempos hacen lo mismo que Gea: engendran obras de
acuerdo a un mandato interior ineludible. No saben muy bien por qué lo hacen, lo presienten,
pero es inevitable y sin eso, imperaría el absurdo y la muerte, es decir, lo que había antes de
Gea: el Caos.
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Cualquier ser humano que haga arte por otro motivo, dinero, inercia o fama, no sólo es un
profanador, sino que nada tiene que ver con la creación. Gea es la diosa de los artistas, la
que nos indica qué y cómo proceder. Ningún otro oficio puede estar más cerca de la vida y
del origen y sentido de todo.

Por el arte, como por Gea, aparece el sentido y todo lo que es digno de amor y admiración.
Sin el arte y sin Gea, el Caos hundiría todo en el sinsentido, en la muerte y en el mal. Lo que
nos redime es imitar a Gea, hacer como ella hace, sólo buscando expresar esa fuerza que
nos dio el ser y sin la cual nos detenemos o nos abismamos.

La verdad es la belleza y es el bien, inseparables del acto creador. Es Gea en acción y a


partir de ahí, todo lo que sigue. El arte creador nos justifica y nos hace estar cerca de la
matriz vital, de la madre sagrada, del secreto máximo de la existencia, de la flor de oro, del
centro primero y último, la rosa, el loto, el nardo…

Gea es virgen en cuanto engendra sola, por partenogénesis, pero Urano la cubre como el
mar y tal vez sin él, sin el principio masculino, no engendraría. Yin y yang engendran juntos,
en la polaridad fecundadora. Cielo y Tierra, Fuego y Agua, los opuestos engendran todas las
cosas, como dijo Heráclito.

Siguiendo a Nietzsche, permanezcamos fieles al sentido de la Tierra, digamos un sí enérgico


e incondicional a la vida, amemos a Gea como a la más importante diosa. Que nuestro amor
a Gea se exprese a través de la creación en todas sus formas. Dice Heidegger en “El origen
de la obra de arte”, que la obra abre un mundo desde la mortalidad y que en ella concurren
mortales y divinos, Cielo y Tierra.

La Matriz engendra y se retrae. Es el Ser frente al ente. Vida y muerte están presentes en el
acontecer del vivir-morir. Ella es la condición de la existencia, pero ella se repliega. Es el
juego del aparecer y ocultamiento que rige el existir. Ella da su Luz y se retira, pero sigue
iluminándonos.

Actividades:

1. Haz un paralelo entre el génesis hebreo y el griego.

2. Dibuja a Gea engendrando junto al Cielo.

3. Piensa en qué otro sentido puede tener la existencia humana aparte de crear belleza.

4. Escribe un ensayo o poema en homenaje a Gea.


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HIPNO

La Noche y el Averno han engendrado a Hipno, el sueño. El abuelo es el Caos. La


muerte tiene una genealogía oscura.

Como Tánatos, tiene alas para dormir a tantos seres necesitados de reposo. En un
cuerno lleva un líquido que adormece a los que toca.

Entre sus múltiples hijos está Morfeo, quien aparece en los sueños en infinitas formas.
Se le personifica como un anciano volador, silencioso y cauteloso.

Comentario:

Los sueños nos traen mensajes del alma profunda. Los humanos más perspicaces, siempre,
así lo pensaron y procedieron en consecuencia. En algunas etnias muy sabias tienen la
costumbre de contarse unos a otros los sueños antes de desayunar, como la más urgente
tarea del día. Y es que los sueños provienen de la noche, donde muy pocos quieren ir a oír y
a aprender.

La noche y los infiernos señalan un ámbito misterioso, cercano al Caos, de donde sale todo.
Los sueños hunden sus raíces en ese lugar olvidado y que muy pocos se atreven a explorar.
Tampoco sabemos si nuestra patria más propia es ésta que llamamos vida o aquélla que
llamamos muerte. Tanto Calderón de la Barca como Descartes, de diferentes maneras,
trataron el tema de la dificultad de saber cuál es la verdadera realidad.

En cualquier caso, los sueños nos ponen en contacto con algo muy hondo e interesante, algo
parecido a lo que significa la vida fetal intrauterina. Por eso se los desatiende tan
imprudentemente, como si fueran simples desechos de la mente. Si los escucháramos y
tomáramos en cuenta, quizás, viviríamos mejor.

Hipno es el Viejo Sabio o el Niño Sabio que desde lo oscuro nos puede guiar por los caminos
de la vida. Tiene mucho que decirnos, pero nosotros no lo atendemos, olvidamos sus
mensajes y si los recordamos no sabemos descifrarlos. Sólo prestamos oídos al intelecto,
desprovisto de todo fondo, y por eso nuestras vidas son carentes de profundidad y de
misterio.

Hipno nos dice muchas cosas, según las circunstancias, pero lo más importante lo constituye
su sabiduría universal, que es la misma que está en los mitos y en las obras de arte de todas
las épocas, en las religiones y en las filosofías. Este saber ancestral y divino aparece en
infinidad de formas, pero tiene unos pocos principios que se repiten en múltiples versiones.
Está en los mensajes de los grandes maestros, en los seres humanos más sencillos y que
han conservado la inocencia, en los niños aún a salvo de los adultos, en los artistas puros y
en algunos moribundos iluminados.
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Quien esto escribe apenas sabe algo de ese saber pues, como la inmensa mayoría, he
perdido el contacto con el Viejo-Niño Sabio y suelo olvidar los regalos que me trae Hipno en
su cuerno, pero creo recordar que uno de sus más importantes dicterios reza así: vive como
si cada instante fuera el último, el único, el más precioso. De esa manera se hará eterno y no
estarás desgarrado entre el pasado y el futuro.

También me viene a las mientes otro que dice: no te atormentes tanto con problemas
inventados por tu deseo de sufrimiento, busca la gracia de una vida inocente y libre, todo lo
cual se expresará en una sana alegría. La vida es simple y hermosa, estamos para disfrutarla
y para amar en todas sus formas. No te sientas culpable de existir, por el contrario, goza con
plenitud del privilegio de estar vivo y consciente, descubre los placeres más sencillos, como
mirar el cielo durante las noches despejadas, beber el agua de una fuente en la montaña o
tocar el pelaje de un animal.

El sabio de los sueños me ha dicho también, y en esto coincide con los grandes poetas, que
me desprenda de todas las telarañas de la superstición idealista y que ame el cuerpo y sus
deleites, que no lo oprima desde mi intelecto obsesivo, que vaya ligero y jovial, que no me
doblegue ante los prejuicios imperantes, que descubra a Dios en una piedra o en una flor,
que dé gracias a la vida y que aprenda a reír y a bailar.

Hipno me ha dicho una y otra vez que soy inocente y que la muerte no es un motivo de
tristeza, sino el horizonte sobre el cual brilla la dulce y dorada existencia; que la enfermedad
y el sufrimiento no son motivos para denostar la vida, sino para amarla aún más y que la
iluminación es darse cuenta de que todo es perfecto. Me ha dicho que me relaje y me
entregue en manos de Dios o del Tao, confiado y seguro.

En sueños he visto que casi todo lo que hacemos es inútil y contrario a lo que nos hace
felices, que hemos perdido el rumbo y nos hemos alejado de la fuente vital. Buscamos el
dinero, el poder y la fama como los bienes más preciosos y perdemos el tiempo. A veces, en
compañía de Baco, he creído escuchar palabras similares, pero también he olvidado su
mensaje y he regresado a la servidumbre utilitaria.

Actividades:

1. Recuerda un sueño importante que hayas tenido y escríbelo. Extrae su mensaje.

2. Dibuja a Hipno junto a Baco.

3. Busca el mensaje de algún poeta que conozcas y que coincida con esta visión del mundo.

4. Describe en qué consistiría una hipnoterapia.


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HERACLES

Hércules e Ificles eran mellizos, hijos de Zeus. Para ponerlos a prueba, mientras
estaban los hermanos en la cuna, se asomaron dos serpientes. Ificles se atemorizó.
Hércules las enfrentó y despedazó.

Hera sintió celos del fuerte y valiente infante y quiso asesinarlo. Le envió dos
monstruos que también fueron eliminados por el hercúleo niño.

Siendo mozo, con fuerza extraordinaria, se retiró para pensar sobre su vida. Fue
entonces cuando recibió la visita de dos hermosas mujeres. La Virtud y el Placer. Cada
una tenía características singulares. La Virtud era de una severa belleza; el Placer,
como su nombre lo indica, poseía un tipo de belleza sensual. Estas dos mujeres
intentaron, por diferentes caminos, seducir al héroe.

Hércules se decidió, como corresponde a su talante, por la Virtud. A partir de su


decisión, tuvo una vida marcada por el esfuerzo moral y se alejó de las inclinaciones
naturales.

Hera quería vengarse del virtuoso Hércules y lo envenenó, sin matarlo, pero
enloqueciéndolo. Bajo el efecto de la locura, cometió Hércules algunos gravísimos
crímenes.

Para expiar su culpa, le encomendaron unas arduas tareas, que cumplió a la


perfección. Se enfrentó al león de Nemea, a la hidra de Lerna, al jabalí de Erimanto, a
las aves de Stinfálidas, al toro de Creta y otros semejantes. Salió airoso de todas las
pruebas.

Comentario:

Hércules simboliza la fuerza. No sólo la física, sino la psíquica también. Es esta fuerza
personal la que lo lleva a emprender tantas y tan difíciles tareas y a hacer de su vida algo
muy logrado. Representa el entusiasmo en la acción, la eficacia y la resolución, es decir, la
excelencia. Muchas veces pecamos de irresolutos o de un exceso de precaución, como si
nos diera miedo actuar o precipitarnos.

El ser humano activo, por el contrario, se decide y se arriesga. De ellos es el reino de este
mundo, no de los contemplativos, que se ganan el otro. El ideal, quizás, sea el complemento
de ambos temperamentos, el equilibrio y la síntesis de Marta y María, según la simbología
cristiana.

Hércules hizo muchas cosas durante su provechosa existencia. Fue valiente desde muy
pequeño, no se acobardó ante peligros que hicieron huir a otros. Venció el miedo y se
sobrepuso a la pereza que nos lleva a una vida muelle e infructuosa.

Su descomunal fuerza no le impidió ser virtuoso y rechazó la vida voluptuosa y fácil. La


templanza fue otra de sus virtudes guerreras y ninguna pasión le impidió seguir su camino
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recto, como a tantos otros que las tentaciones nos llevan por caminos desviados. Eligió una
vida dura y austera, la mejor para realizar tantas tareas con eficacia.

Sin embargo, no fue inmune a la locura que nos lleva a confundir los molinos con gigantes.
Pero su desvarío tuvo que pagarlo y no se arredró en ello. Pagó con creces la falta cometida
y aceptó con entereza los castigos impuestos. No sólo demostró audacia y valor, sino
también generosidad. Dedicó su vida a enderezar entuertos, como el hidalgo manchego.
Liberó a Prometeo de su ejemplar castigo, por haber burlado a los dioses y favorecido a los
humanos.

Hércules es un héroe, es decir, alguien que prefiere las incomodidades de una vida activa y
peligrosa, pero entregada al servicio de los demás, a otra pasiva, cómoda y segura. Como
todos los héroes que en el mundo han sido, Hércules cumple una misión a la que está
destinado desde su nacimiento y antes incluso. Está dotado para cumplir su destino y si no lo
cumpliera, no sería el que fue y el que estamos admirando.

Hércules nos enseña a ser valientes y a arrostrar los peligros y riesgos que la
autorrealización conlleva. Solemos evitar este camino difícil porque implica un gran esfuerzo.
La pereza y la cobardía nos amedrentan, pero el valiente vence aquellas debilidades y se
sobrepone. Cada vez que necesitemos ánimo para realizar un trabajo que exija mucha
fuerza, pensemos en Hércules y emulemos su valentía y excelencia.

Los trabajos de Hércules eran tan difíciles como peligrosos. Los afrontó con la paciencia del
sabio y con la constancia del que no duda. Resuelto y firme, nuestro héroe es un ejemplo de
valor y de grandeza de alma, de los que no desfallecen ante grandes retos. También en las
pequeñas cosas hay una exigencia de fuerza y de perseverancia que podemos imitar de
Hércules.

En su elección de la Virtud frente al Placer, muestra Hércules la fuerza moral que lleva al
cumplimiento del deber, contra las inclinaciones. Podríamos decir que inspira la tradición de
los grandes filósofos, pues en su gran mayoría se han decantado en esta dirección. No es
solo el campeón de la fuerza física sino de una voluntad férrea.

Actividades:

1. Analiza tu personalidad y averigua si eres activo o pasivo.

2. Da ejemplos de la historia reciente y ve si hay héroes como Hércules.

3. Averigua en qué consistieron las tareas de Hércules más arriba nombradas.

4. De qué dependerá que seamos valientes y resueltos o cobardes y cómodos.


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HERA

Hera era hermana y esposa de Zeus. Era hija de Cronos y Rea. Cronos devoraba a
sus hijos y ella pudo salvarse de ese destino. Tuvo varios hijos, entre otros a Hefestos
y Ares.

Cuando Zeus venció a los titanes se casó con Hera. Zeus le fue muchas veces infiel,
por lo que ella era muy celosa, colérica y vengativa.

Hera fue la protectora de las mujeres casadas.

Comentario:

Observamos en este relato mítico cómo los dioses luchan también por el poder y atraviesan
por diferentes etapas. Cuando Zeus gana las batallas y se yergue como monarca absoluto
expresa algo que acontece en el alma humana: la unificación de las fuerzas de la
personalidad en un Yo poderoso que somete a las demás partes de la personalidad. Esto
sucede en la vida individual hacia los dos años y en la historia de la especie con el
surgimiento del monoteísmo.

De no acontecer esta identificación permaneceríamos en manos de los Titanes, es decir, de


fuerzas irracionales o pulsiones primarias. Los titanes son derrotados pero no aniquilados y
por eso siempre pueden volver, especialmente cuando Zeus, el Yo, se descuida. También en
la historia de las culturas hay momentos en los que los Titanes irrumpen y arrasan con todo
rastro de humanidad civilizada. Para Ernst Jünger, el Capital es uno de estos Gigantes
irracionales, lo mismo que la técnica. También el psicoanalista C.G. Jung habla del peligro de
las fuerzas titánicas que pueden llegar a subyugarnos.

Pero Zeus no es un dios perfecto y también él tiene aspectos irracionales. Es arbitrario y


engañador, vengativo y vanidoso. Pero es bueno que consiga imponer el orden en medio de
tantas fuerzas contrarias. De no hacerlo, seríamos presa de sobresaltos sin fin, de
incesantes vaivenes y de una incoherencia terrible. Equivaldría a eso que algunos engloban
con la palabra “locura”.

Pero es de Hera de quien habla este relato, la hermana y esposa de Zeus. Vemos cómo los
dioses se permiten transgredir el más universal de los tabúes: el del incesto. Quiere esto
decir que ellos están más allá del bien y del mal humanos, son amorales y asumen la culpa
que otras religiones achacan implacablemente a los pobres mortales. Por eso a Nietszche le
gustaba la religión griega: porque liberaba a los humanos de la culpa, que achacaban a los
divinos y hacía a los mortales más ligeros,

Hera es celosa, ambiciosa y vengativa, tres defectos nada bonitos y muy frecuentes no sólo
en las mujeres sino en todos los humanos. Es que vivimos al borde de un precipicio,
pendiendo de un frágil hilito y basta un leve traspié para que todo se hunda en la confusión y
en la oscuridad.

Tenemos que cuidar lo que hemos construido como el bien más preciado precisamente
porque es inestable y en extremo frágil. La cordura no es más que la moderación y la
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prudencia que nos impiden caer en esos horribles abismos que rodean la cuerda floja sobre
la que caminamos a tientas. Más allá del endeble e inestable hilillo sobre el que nos
balanceamos se abre el temible Averno.

La cultura es un jardín cuidado en medio de una selva inextricable y peligrosa. Más allá de
los setos fronterizos acechan toda suerte de monstruos, simas y desiertos. En el principio
está el Caos que, pese a todos los intentos por olvidarlo o negarlo, aparece sin cesar entre
los intersticios de nuestro apacible huerto. La brecha aparece y deja ver lo que no queremos
reconocer y que es bueno tener siempre presente a fin de amar y cuidar lo que hemos
salvado del desorden.

La individuación, según Jung, es esa lucha contra los Titanes que todo ser humano debe
emprender y ganar para tener una vida psíquica equilibrada. También las culturas deben
conseguir este triunfo sobre las fuerzas de la barbarie que amenazan constantemente a esos
islotes de civilización que hemos conseguido ganar al caos.

No se trata de erradicar esas fuerzas, sino de domeñarlas. Si las elimináramos también


mataríamos la energía necesaria para el desarrollo de la personalidad. También podemos
llamar pasiones a esas fuerzas y como lo dijera Descartes, no se trata de desconocerlas o de
reprimirlas, sino de ponerlas a nuestro servicio. Muy sabio es aquel que se hace amigo de
sus pasiones y juega con ellas, las usa en su provecho.

Como protectora de las mujeres casadas, Hera defiende la fidelidad. Es esta una virtud
fundamental en el matrimonio. Nada ofende tanto a una pareja como la traición de su
compañero. Suele ser más frecuente la infidelidad en el varón que en la mujer. Esto
podemos explicarlo por la cultura machista en la que vivimos desde tiempo inmemorial. La
educación sexual debería producir seres humanos cuidadosos de no herir al otro con la
infidelidad. Las relaciones de amor deben basarse en la sinceridad y nunca en el engaño.

Actividades:

1. Si la historia de los dioses tiene una base psicológica, da una explicación del politeísmo.

2. ¿Qué significa el monoteísmo?

3. ¿Por qué para Nietzsche los dioses griegos ayudaban a los humanos?

4. Da tu opinión, en este sentido, respecto del cristianismo.


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DIANA Y ACTEÓN

Acteón era un cazador formado por el centauro Quirón, célebre por su sabiduría.
Amaba la caza y solía recorrer los bosques acompañado por su jauría en busca de
ciervos.

Diana, la diosa virginal, de turbadora belleza, se bañaba en las puras aguas de una
fuente al pie de una gruta, acompañada por sus ninfas. El estanque estaba protegido
por una profusa floresta. Los verdes esmeraldas y azulados se reflejaban en la
superficie. La diosa entonaba una dulce canción. Las ninfas la custodiaban y
acompañaban con sus alegres risas.

El cazador, llevado por secretos designios, se acercaba al estanque. Hacía calor y


quería descansar en la cercanía del agua y de la tupida vegetación. Tras penetrar en el
umbrío recinto, vio a la diosa desnuda y quedó paralizado ante tanta belleza. Las
ninfas hicieron un cerco en torno a su señora, que se escondió entre los velos de sus
túnicas. Acteón estaba deslumbrado y no atinaba a moverse. Diana cogió agua en sus
manos y se la arrojó al cazador.

Entonces sucedió la metamorfosis de Acteón en ciervo. De su frente brotó una enorme


cornamenta y sus orejas se afilaron y crecieron; sus pies y manos se volvieron
pezuñas y su boca un belfo de animal.

Los perros de la jauría se lanzaron sobre el ciervo, que fue abatido entre mordiscos y
ladridos desgarradores.

Comentario:

La escena de caza y del baño de Diana en la floresta es de singular belleza. Lo primero que
haremos es recrearnos en este ambiente alegre y juvenil. El erotismo desborda por todos los
rincones del bosque y son muchos los pintores que han inmortalizado ese instante eterno. Y
Acteón embelesado con la visión del cuerpo desnudo, cual adolescente mirando por la
cerradura del baño.

Este mito trata de la mirada, es decir, de la pintura. La visión es el sentido más complejo en
los humanos. A su través percibimos la luz, las formas, los movimientos, su indecible misterio
y belleza. Si careciéramos de este sentido, nada sabríamos de las estrellas del firmamento y
quizás, por lo mismo, no habría metafísica ni astronomía. Una especie inteligente pero ciega
jamás habría indagado en los temas del origen, del infinito y del sentido. Como los topos,
reptaríamos en oscuras cavernas repletas de olores y texturas y no vislumbraríamos a los
dioses.

Como afirmaba Platón, la luz es la manifestación más directa de la divinidad y es la que nos
hizo levantarnos de la tierra hacia el horizonte lejano, la trascendencia. Ella resplandece
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sobre el oscuro manto de la noche eterna. La carne del ser se muestra en el cielo negro,
como Diana en el estanque donde se baña. Nada amamos tanto como esa luz que nos llega
del cielo y que es la expresión del amor de Dios. En la Tierra, rodeada de oxígeno, esa luz se
detiene y se refracta en muchos colores, para nuestro deleite. Nuestra gratitud se expresa en
la pintura.

Los pintores dan testimonio de la felicidad de ver. Los que miramos la pintura también somos
mirados por el pintor que nos guiña el ojo y nos dice: ¡qué maravilloso es ver! Y de esa
manera nos recuerda que no somos soberanos en el mirar, que tenemos que repartirnos la
luz. El mirón mirado, como Acteón, es devorado por su vana pretensión de creerse dueño de
su presa. El objeto mirado también nos mira y nos devuelve su poder de sujeto. Es la batalla
de las miradas que tan bien describió Sartre.

La pintura española, Sorolla para ser más preciso, registra la luz meridional; la holandesa,
Vermeer, por ejemplo, la brumosa luz del norte de Europa. Velázquez, en Las Meninas pinta
la mirada y Duchamp, en La cascada, nos sorprende mirando por un agujero y nos caza
como Diana a Acteón, según célebre comentario de Octavio Paz.

El mito nos dice que miremos con libertad y desprendimiento, sin querer acaparar ni tan
siquiera poseer por un instante. Miremos gozosamente, sabiendo que pronto no tendremos
ese privilegio, con fruición reverente. Quizás así miraba Acteón a la bella, pero ésta creyó
que la quería poseer y se enfadó. Podría haber comprendido su fascinación, pues la belleza
encanta e hipnotiza. Aunque en verdad, era un cazador y buscaba a su presa.

El mundo en su esplendor es Diana y nosotros, los que nos deleitamos mirándolo, somos
como Acteón. ¿Qué hay de malo en ese placer estético de la contemplación desinteresada?
¿Por qué vamos a ser castigados por tan inocente disfrute? Quizás porque Acteón es un
cazador y va tras su presa. Pero nosotros no queremos poseer la belleza, sino tan solo
amarla y relajarnos. Eso no lo comprendió Diana y por eso la historia terminó mal. Pero
nosotros aprendemos la lección: somos artistas, no cazadores.

Actividades:

1. Busca en una historia de la pintura algún cuadro sobre este tema.

2. Pinta tú la escena de Diana y Acteón.

3. Si prefieres la escritura, haz una redacción o poema sobre la escena del mito.

4. Compara la luz de un cuadro de Sorolla y otro de Vermeer. Describe tus impresiones.


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LA LOCURA DEL REY MIDAS

La leyenda del rey Midas es muy terrible y aleccionadora. Baco, el dios del vino y de
los impulsos primarios, le ofreció a Midas que pidiera un deseo y que él se lo
concedería.

El rey le pidió que le diera el poder de transformar en oro todo lo que tocase con su
cuerpo. Baco quedó compungido ante semejante imprudencia pero cumplió con lo
prometido.

Midas tocó una rama de laurel y en el acto se convirtió en oro. Levantó una piedra del
suelo y brilló el oro. Cuando llegó a su palacio, se bañó y el agua se convirtió en oro
líquido. Todo lo que tocaba su con cualquier parte de su cuerpo se transformaba en el
precioso metal.

Llegó la hora de comer y el pan que se llevó a la boca y el vino que tocaron sus labios
se trocaron en oro. En ese momento se dio cuenta de la locura que había cometido. Al
poco tiempo Midas murió de hambre y de sed.

Comentario:

El rico pobre, lleno de oro y falto de lo principal, esa es la tragedia de una gran parte del
mundo. La ambición desmedida por el dinero y por la fama lleva a muchos a un funesto
destino. El centelleante metal, el dinero, no es malo en sí, sino que puede serlo por el uso
indebido que hacemos de él. Es cuando lo preferimos a todo que nos pasa lo que al pobre
rico Midas.

El agua es tan bella como un diamante y una tosca piedra tan prestante como una brillante
gota de oro. El que sea más rara no le da poder absoluto ni es como para perdernos. El pan,
“bendita dádiva de Deméter”, expresión candorosa del amor de la madre tierra, es más rico
que el metal brillante que no tiene sabor ni puede alimentarnos.

Se equivocó el rey Midas por una desmedida ambición y prefirió lo inferior a lo superior.
Todos los sabios nos lo advierten: la felicidad no hay que buscarla en los bienes materiales
que, siendo buenos, no son lo mejor ni constituyen la felicidad. Midas confunde los medios
con el fin y este error le costará caro. Le faltó prudencia, es decir, sabiduría práctica y erró.

Lo que le pasó a Midas es lo que le pasa al mundo en la actualidad, cuando por conquistar el
mundo ha perdido el alma. La obsesión por el dinero ha llevado a guerras y a genocidios de
una crueldad sádica y todavía hoy escuchamos los gemidos de las víctimas. Nada justifica
ese dolor inútil, pero aún menos el dinero.

Nada hay tan ridículo como un rico que cree que ha conseguido la realización máxima y que
usa sus bienes para dominar y humillar a otros. Aristóteles decía que los bienes materiales
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son bienes y, por lo mismo, valiosos, pero no son el máximo bien. Por encima de ellos veía
los honores y más arriba el conocimiento verdadero que nos hace virtuosos. Llevar una vida
virtuosa gobernada por la razón es la auténtica felicidad o bien supremo, según el estagirita.

La razón nos dice que el dinero nos puede ayudar a auto-realizarnos, como un medio, pero
jamás como un fin. Desarrollar todas nuestras potencialidades de modo armónico, sabiendo
que nunca conseguiremos la completitud, que siempre estaremos en camino, con un fondo
de vacío y de inacabamiento, aceptando nuestra finitud y, sin embargo, contentos, eso es el
máximo bien.

También la capacidad de amar y de ayudar con generosidad y sin sacrificio falso es una
manifestación de un estado de gracia que nos aporta dicha. Midas erró completamente en su
petición absurda, del mismo modo que lo es la orientación general del mundo actual hacia
un desarrollismo puramente economicista. De no cambiar esta actitud, nos pasará lo que a
Midas: desembocaremos en un callejón sin salida.

La prudencia que nos lleva a pensar antes de actuar y a preferir lo mejor sobre lo peor es la
verdadera opción para individuos y naciones. Esa sabiduría práctica nos impedirá elegir la
muerte en lugar de la vida y nos llevaría hacia una mayor alegría. No es la riqueza la que nos
dará paz y satisfacción, sino esa olvidada y secreta phronesis o sabiduría práctica de los
griegos.

Midas terminó loco y arrepentido, como el ciudadano Kane cuando al final de sus días, solo
con sus millones, añora los días felices de la infancia con sus amigos cuando era pobre. Las
sociedades arcaicas, austeras y moderadas nos enseñan que la felicidad no está en la
posesión glotona y avariciosa, sino en cierta ligereza para caminar sobre la Tierra y en
armonía con los dioses.

Por encima del dinero y del poder, están el amor y el conocimiento. La belleza y la bondad
también son superiores al brillante metal. ¿Qué le faltó a Midas para elegir bien? Pensar.
Todos los pensadores de todos los tiempos nos advierten sobre este error tan común de
preferir lo inferior. También los mitos, el arte y las religiones.

Actividades:

1. ¿Qué le habrías pedido tú a Baco?

2. Compara el mito de Midas con algún cuento infantil que se le parezca.

3. ¿Cuál es para ti la salida al mundo actual?

4. Representa a Midas cuando ya ha recibido la maldición.


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PROMETEO

Prometeo es un semidiós, entre los divinos y los mortales. Tiene esa posición de
intermediario entre el Cielo y la Tierra que comparte con Hermes y con Eros. Junto a
su hermano Epimeteo, recibieron el encargo de formar a los animales y a los humanos.

En un principio los humanos tenían muchas cualidades pero no poseían la inteligencia


para servirse de ellas. En ese estado, habrían desaparecido como especie. Prometeo
se compadeció de estos seres incapaces de sobrevivir y les dio aquello que poseen
los dioses y que ningún animal tiene: el Fuego. El Fuego simboliza al Logos, al pensar-
decir, la inteligencia superior, el Espíritu. Hermes le dio, acto seguido, el sentido de la
justicia.

Los dioses se enfadaron con Prometeo por haberles robado el Fuego divino y
habérselos dado a los mortales humanos. Fue castigado sin piedad: atado a una
piedra, un águila le devoraba las entrañas, sin morir jamás.

Comentario:

Prometeo es un benefactor de la humanidad y un intermediario entre los dioses y los


mortales. Les dio el fuego que pertenecía a los inmortales y pagó muy caro su osadía.
Quizás sin ese don habría una total incomunicación entre Tierra y Cielo. Sin el magisterio de
Prometeo, seríamos bestias inconscientes. Es el protector y el defensor de los humanos por
lo que le debemos gratitud, respeto y veneración.

En este mundo diverso y misterioso muy poco sabemos de los mundos superiores y apenas
algo del nuestro y de los inferiores. Es con la imaginación creadora, la misma que construye
los mitos, con la que hemos vislumbrado angelicales espacios intermedios entre Dios y los
humanos. Podría ser que ellos sí supieran algo de nosotros y quisieran intervenir en nuestro
favor. Esta es la idea de los mediadores que aparecen en diferentes religiones, como Osiris,
Hermes, Cristo y en el caso que nos ocupa, Prometeo.

Prometeo es hijo de Titanes, es decir, tiene un rango inferior a los dioses y por eso está más
cerca de nosotros, encerrados en pequeños esquemas intelectuales y aún esclavizados por
pulsiones y pasiones. Los más grandes guías de la humanidad nos han querido conducir
hacia otro mundo, el espiritual, pero nos cuesta mucho despegar y continuamos aferrados a
la tierra o, peor aún, metidos en la caverna oscura de la que nos habla Platón. Nos resistimos
a salir y atacamos a aquellos que nos quieren salvar.
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El fuego que roba a los dioses y nos entrega a los humanos es el símbolo del espíritu, al que
también podemos llamar Logos y que es el pensamiento superior, algo más que la
inteligencia animal y que tiene, según Hegel, cuatro manifestaciones: el arte, la ciencia, la
filosofía y la religión. También puede ser el lenguaje y la técnica, es decir, todo aquello que
es exclusivo de los humanos en relación a los animales, nuestros ancestros.

Gracias a este regalo de Prometeo nos separamos de la animalidad y nos acercamos a los
dioses, llenando un espacio vacío sin el cual los mundos material y espiritual quedarían para
siempre incomunicados y el universo todo desmembrado. Este ser que permite la unión de lo
alto y lo bajo, de Cielo y Tierra no es otro que el Amor, quien en este mito adopta el nombre
de Prometeo.

Solo el Amor puede unir mundos distantes, del mismo modo que lo hace entre dos personas.
Lo que no sabemos es porqué Prometeo fue castigado después de un acto de amor
semejante. Tal vez al unir la tierra y el cielo se produce una contaminación mutua y los
celestes deben pagar con dolor ese movimiento. Pero nosotros debemos rendir culto a
Prometeo, pues nos ha abierto una dimensión divina.

El texto dice que Prometeo cogió el fuego del carro del sol y lo trajo a la tierra, después de lo
cual ardieron hogueras hacia el Cielo, lo cual quiere decir que los humanos despegaron de la
horizontalidad y se irguieron en la verticalidad, hacia “arriba”, que como dice Platón, no es
un lugar espacial, sino espiritual.

A partir de ese momento, los humanos no dejarán de aspirar a lo divino, de múltiples


maneras, pues el fuego es naturalmente una fuerza ascendente que vence la gravedad y que
tiene otras leyes que las que rigen lo natural. Con el fuego se inicia la aventura de conversión
de la vitalidad en espiritualidad, como lo vio con claridad Max Scheler.

Prometeo está en la encrucijada entre la vida y el espíritu y nosotros los humanos tenemos la
antorcha y la posibilidad de transformar la fuerza ciega de la vida en conciencia y darle a la
luz una potencia que le falta. Entonces se consumaría la boda de los opuestos
complementarios cuya fecundidad nos llena de esperanza.

Actividades:

1. Dibuja a Prometeo llevando la antorcha hacia la tierra.

2. Compara a Prometeo y a Cristo.

3. Lee el mito de Prometeo contado por Platón en su Protágoras.

4. ¿Qué relación hay entre el fuego y la técnica?


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EL ORIGEN DEL SER HUMANO

Prometeo infundió fuego en el barro. El humus recibió algo del Cielo, el Espíritu, y
forjó al ser humano. La creación. del ser humano fue el último paso de la formación de
los seres vivos. Limo, agua y fuego mezclados integran a este ser que reúne lo alto y
lo bajo, lo divino y lo mortal. Es el único ser vivo que comparte el fuego con los dioses
y esto gracias al don de Prometeo. Esta osadía le costó cara a este ser que también
había sido destronado por Zeus. También intervino Atenea, diosa de la Razón, en esta
creación del ser humano.

Comentario:

Asistimos en este relato mítico a la formación del ser humano por parte de Prometeo.
Pertenecía éste a una estirpe destronada por Zeus, es decir, alguien caído en desgracia y de
alguna manera marginal. Concretamente, era hijo de un Titán, por lo que algo maligno había
en Prometeo y, por consiguiente, en su obra, el ser humano.

Nos dice el relato que en el mundo anterior a la aparición de los humanos estaban los
animales en la tierra y en el aire y los peces en el mar. Imaginemos ese mundo primitivo sin
conciencia aún, con el ruido de las olas rompiendo sin que nadie lo escuchara. Los animales
vivían según las leyes que rigen su existencia en perfecta armonía, dentro de la violencia que
los caracteriza. En todas partes, los más fuertes devoraban a los más débiles. La vida natural
consiste en comer y ser comido.

Faltaba aquel bípedo implume capaz de pensar y de hablar en el que habita el espíritu o
Logos. Todos los animales viven pegados a la tierra, con sus hocicos a ras del suelo, con un
olfato muy desarrollado. Incluso las aves voladoras, tienen clavada su vista en la superficie
de la tierra.

Prometeo sabe que en el suelo está la semilla del cielo, lo que significa que la materia está
animada y que contiene en germen el espíritu, pero en forma potencial o virtual. Estaba
esperando para desarrollarse que se dieran las condiciones idóneas y que un agente externo
interviniera en su favor, tal como lo señala el mito. En lo más bajo está palpitando lo más
alto, pero hay que activarlo. Un sabio antiguo, Hermes Trimegisto, decía que “lo que es
arriba es abajo” y viceversa, con lo cual quería decir que todo está en todo.

El mito es claro cuando afirma que Prometeo hizo al ser humano a imagen de los dioses, es
decir, pensante y libre. Dice que fue hecho con arcilla y de ahí viene el nombre “humano”, de
humus o barro. Tenemos cualidades buenas y malas de todos los animales, con lo cual
estamos emparentados con todos los seres vivos del planeta.
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Así y todo, faltaba todavía el “hálito” divino, la sabiduría, y es Atenea, la diosa Razón, quien
la pondrá en los humanos, entusiasmada con la obra del hijo del Titán, es decir, de
Prometeo. La Razón es más que la inteligencia práctica, es la capacidad de volar por el
pensamiento y remontarse hasta los últimos rincones del Logos, hasta el centro mismo. En
los humanos, esta facultad divina se enraíza en las entrañas y por eso adquiere aún mayor
profundidad y amplitud. La Razón humana es, como dice María Zambrano, poética.

Los dioses quedaron maravillados con la obra de Prometeo y por eso Atenea colaboró con
su aportación fundamental. Sin el espíritu que aporta la diosa seríamos una especie muy
hábil, pero nada sabríamos de los dioses ni de ese ámbito espiritual que engendra el arte, la
ciencia, la filosofía y la moral. Sin espíritu habríamos construido ciudades y puentes, pero no
templos; habríamos hecho ciencia pero no arte; seríamos prudentes pero no filósofos.

El ser humano, salido del barro y con el cielo en su pecho, es un ser intermediario, anfibio, y
reúne en su cuerpo erguido todo cuanto hay. Es un microcosmos que une la tierra y el cielo.
Es obra del Amor y Amor él mismo, pues el amor es lo que une lo disperso. Es filósofo y
hermeneuta en cuanto amante y mensajero de lo distante con el fin de que se reúnan las
partes escindidas.

De todas las obras de arte del mundo conocido, es el ser humano la más prodigiosa porque
puede amar, crear y ser libre. Todo lo inferior se levanta con él hacia el cielo y lo superior
desciende sin perder nada. Es el espíritu encarnado o el hijo de Dios en el que se
encuentran caminos antagónicos. Es la encrucijada, la cruz en la que coinciden dos mundos
que, de no ser por Prometeo, permanecerían para siempre separados, como dos barcos que
se cruzan en alta mar.

En el hijo del limo, el ser humano, coinciden sexualidad y espiritualidad, instinto y moral, y en
su cuerpo como en su alma, apreciamos el Cielo y la Tierra, lo alto y lo bajo. Microcosmos
que refleja el macrocosmos y que repite la historia de amor del universo.

El ser humano está entre lo divino y lo vivo, entre el espíritu y la materia, en una mezcla que
podemos llamar alma. Ni ángel ni bestia, los humanos sentimos y sufrimos como los
animales, pero al mismo tiempo pensamos como los dioses.

Actividades:

1. Compara la creación del ser humano de la Biblia hebrea con el mito griego.

2. Imagina otra forma de explicar el origen de la humanidad.

3. Compara la versión científica y la de los mitos.

4. Distingue inteligencia y espíritu y escribe un ensayo sobre este tema.


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EL SUPLICIO DE TÁNTALO

Tántalo pertenece a esa categoría de seres mezclados, no plenamente divino ni mortal.


Era querido por los dioses, quienes lo recibían en el Olimpo como si fuera su propia
casa.

No fue fiel a las confidencias que le participaron los inmortales y comenzó a pasar
información secreta a los humanos. Les dio también el néctar y la ambrosía,
sustancias muy poderosas que si no son bien usadas pueden hacer mucho daño.
También cometió un crimen imperdonable: sacrificó a su hijo Pélope.

Los dioses lo castigaron con dureza. Fue atado en un estanque con el agua hasta la
barbilla, pero sin poder beber el agua. Sufría una sed espantosa. Tampoco podía
comer a pesar de haber frutas en los árboles. La frustración era total y encima tenía un
miedo insuperable a la muerte debido a una roca que pendía sobre su cabeza y que
amenazaba con caerle sobre su cabeza.

Comentario:

Tántalo tenía todo para ser dichoso, sólo que no quería serlo. Tal vez le perjudicó el ser tan
mimado por la suerte o el destino, su elevada alcurnia que no era pareja con su buena
educación. Era nada menos que hijo de Zeus y amigo de sus pares inmortales, pero no supo
corresponder a tales privilegios. Suele suceder a personas como Tántalo que en lugar de
aprovechar sus dones, los derrochan y se vuelven desgraciados.

Poseía un espíritu humano, es decir, vanidoso, que significa vano, frívolo, mezquino,
farsante, falso, mentiroso y traidor. Para colmo, como si todo lo anterior fuera poco, era
asesino, filicida más concretamente, pues mató a su propio hijo con tal de sobresalir y de
satisfacer su insaciable ambición. Lo de que robaba queda en nada frente a lo que hizo a su
hijo. Tántalo es uno de los más desgraciados personajes de la mitología.

No hay crimen sin castigo y si alguno escapa a la ley, él mismo se encargará de mortificarse,
tarde o temprano y si no lo hiciera, algún descendiente tendrá que pagar por él. Es inevitable
que se restaure el equilibrio roto por el criminal, pues así lo requiere la justicia universal.
Cuenta el gran escritor ruso Dostoievski que el joven Raskolnikov comete un crimen perfecto
por el cual culpan a un pobre pintor que trabajaba en el piso de abajo. Sin embargo, los
remordimientos le llevan a entregarse a la policía y a pagar en Siberia su asesinato. Bert
Hellenger, creador de las constelaciones familiares nos dice que es mejor que sea el propio
asesino quien expíe, porque si no lo tendrá que hacer algún pariente inocente. Esto se ve
también en las tragedias griegas, donde la justicia se restablece a veces en la cuarta
generación. Diké, la Justicia, manda y no se deja burlar.
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Pero vamos ahora al castigo que el ignorante y pérfido Tántalo recibirá: desear
fervientemente todo aquello de lo que está rodeado en abundancia y jamás poder aplacar el
deseo. Esto también es humano, demasiado humano. No conformarse con lo que tenemos
sino desear lo que no tenemos, no saciar nunca el deseo y esperar siempre más y mejor.
Además, a esta sed abrasadora, angustiante, le debemos sumar el terror a la muerte, que
nunca nos redimirá ni nos permitirá descansar.

Muerto de hambre en medio de los más apetitosos alimentos, Tántalo no encuentra la paz en
nada ni en nadie. Perpetuamente condenado a desear sin encontrar reposo ni satisfacción.
En las antípodas del sabio al pie del árbol, Buda, Tántalo desea con frenesí y sin tregua.
Ningún Nirvana le consuela, nada le conforma, siempre le falta todo, sediento, hambriento,
inquieto, ¡qué suplicio tan horroroso!

El filósofo Schopenhauer vio esto en todos los humanos y quiso ayudarnos a escapar de esta
tortura suspendiendo el deseo. Según el autor alemán somos parte de una Voluntad ciega y
absurda que no para de querer y es necesario, si queremos no sufrir, escapar de ella
negándonos a obedecer sus locos designios.

Sin llegar a esos extremos, pienso que hay un remedio más sencillo y no tan malo como la
enfermedad: querer lo que tenemos y lo que somos. Que lo que nos rodea nos sirva para
calmar nuestra ansiedad, aunque no sea el Todo ni la Perfección que, al parecer, nunca los
alcanzaremos. Con esta medida suspenderíamos la esperanza de tener algún día lo que hoy
nos falta, entregándonos al presente sin enturbiarlo con un futuro posible.

Aceptación, conformidad, que no conformismo, disfrute de lo que hay, sin por ello dejar de
pretender más, pero siempre que no me impida el goce del ahora. En el equilibrio de estas
dos fuerzas, el deseo y el goce, está la gran sabiduría que los antiguos llamaron moderación.
El budismo nos propone llegar al Nirvana a través del Samsara.

En relación al néctar y a la ambrosía, son sustancias sagradas, plantas maestras que


encierran poderes muy grandes y que, bien utilizadas, pueden ayudar a los humanos a
crecer. Si no se usan bien pueden ser profanadas y causar grandes males a los que abusan
de ellas.

Actividades:

1. Dibuja a Tántalo en su estanque.

2. Describe cómo te sucede a ti lo que padeció Tántalo.

3. Si la vida es deseo, cómo vivir sin caer en la locura de desear ansiosamente.

4. Escribe un diálogo entre Buda y Tántalo.


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ANTÍGONA

Eteócles y Polinices eran hermanos. Lucharon en guerra fratricida y se dieron muerte


mutuamente. El rey de Tebas y tío de ambos decretó que no se diera sepultura a
Polinices, bajo pena de muerte. A Etéocles se le enterraría oficialmente porque había
muerto defendiendo la ciudad.

Estos hermanos tenían dos hermanas: Antígona e Ismene. La primera no quiso


obedecer la orden de Creonte e intentó convencer a su hermana de enterrar juntas a
Polinices. Ismene tuvo miedo y prefirió acatar la ley del rey.

Antígona, por el contrario escuchó y obedeció la ley eterna que le mostraba su


corazón e intentó sepultar a su hermano. Fue descubierta, apresada, juzgada y
condenada a morir emparedada. Ella se defendió diciendo que había leyes divinas más
altas que las humanas.

Comentario:

Aquí tenemos con nosotros a una de las más grandes heroínas de la historia humana. No
importa que ella proceda de la imaginación creadora de los pueblos y en concreto del más
dotado de todos, el griego. También los seres imaginarios existen y actúan y, muchas veces,
son más eficientes que los de carne y hueso. El Quijote o Hamlet tienen más influencia sobre
la vida humana que millones de seres anónimos que pueblan la tierra. Alguien ha dicho que
son los mitos los que viven a los individuos y no a la inversa.

Antígona es imaginaria pero tan activa y actual como si fuera una agitadora de almas.
Cuando durante la dictadura argentina asesinaron y dejaron insepultos a cientos de personas
en fosas comunes o en lugares inhóspitos, unas mujeres, las madres de la plaza de Mayo,
como Antígona, protestaron y removieron las conciencias de sus contemporáneos hasta que
cayó el ilegítimo gobierno y comenzaron las investigaciones que finalmente aclararían los
hechos, culparían a los asesinos y sepultarían a las víctimas.

En el relato citado hay muchos símbolos que desentrañar. Creonte dicta una ley arbitraria
aunque para él justificada. Es una ley ilegítima, pues lo legal no siempre coincide con la
justicia. Ismene no se atreve a actuar contra la injusticia, pues es pusilánime, con demasiado
amor por su vida, lo cual la debilita. Antígona, por el contrario, conoce y obedece leyes
eternas y prefiere morir a ir contra su conciencia. Aquí está diferencia que distingue a los
héroes.
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La valentía y la seguridad con que procede Antígona no tienen origen en la parte natural del
ser humano, sino en la moralidad, que es compartida con los dioses. Ella dice no saber de
dónde proceden esas máximas; Kant dirá que provienen de la razón práctica y en cualquier
caso, no se pueden desatender. En caso de hacerlo, pueden suceder múltiples desgracias,
tal como el remordimiento que busca castigo y expiación.

El precio que pagará Antígona es el máximo: su vida. Será enterrada viva y morirá lenta y
dolorosamente. En la crueldad los humanos han desarrollado al máximo la imaginación. Pero
ese sufrimiento es menor que el de faltar a esas leyes o principios que son los axiomas de la
moral. Posteriormente se ha discutido si esas máximas provienen de Dios, de la Razón o del
acuerdo entre los socios. Tal vez no sea posible probarlo, pero sí queda claro que existen en
el corazón o en la conciencia humana y que son innegociables e ineludibles y que la mayor
locura consiste en no reconocerlas y desobedecerlas.

Por este acto, Antígona, una mujer valiente e impecable, sufre martirio y se inmortaliza.
Ismene vivió el resto de su vida hasta que la muerte la segó y no quedó nada de ella, sino el
recuerdo de su cobardía y de su egoísmo. Seguramente ella sufrió su falta de moralidad y se
castigó con el auto-desprecio.

Dice Kant que tanto el cielo estrellado en una noche despejada como la ley moral en el
corazón humano le producen idéntica admiración. Antígona ve y obedece a esa ley moral,
contra las leyes positivas del tirano Creonte. Puede ser que estas leyes morales
fundamentales también sean históricamente formuladas, pero eso no les quita su valor de
universalizables, pues han sido probadas a través de los millones de años. Que es mejor la
vida que la muerte, la valentía que la cobardía, la benevolencia que la crueldad tiene su
fundamento en Dios, la naturaleza, la razón o en el consenso de los que piensan y discuten.

Antígona tuvo el valor de obedecer a su convicción y la sabiduría de reconocer esos


principios fundamentales de la moral. La pobre Ismene, por el contrario, obedeció las
inclinaciones naturales que nos llaman a sobrevivir a cualquier precio. Tampoco la
culpamos, pero sí marcamos la diferencia.

Actividades:

1. Piensa en otro caso de la historia de Grecia en el que las leyes fueron injustas.

2. Aplica la idea moral de Antígona en el caso de la “obediencia debida” a un superior que te


ordena cometer un crimen.

3. Escribe un poema o un ensayo de elogio a Antígona.

4. ¿De dónde provienen las “leyes eternas”? Argumenta tu tesis.


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EDIPO

El rey de Tebas, Layo, estaba casado con Yocasta. Cuando ella quedó embarazada, el
oráculo le dijo al rey que su hijo lo mataría y que se casaría con Yocasta.

Al nacer Edipo, el rey ordenó que fuera atado por los pies y abandonado en el bosque.
El pastor que debía abandonarlo no fue capaz y lo entregó a una familia para que lo
cuidaran. Así, fue criado y educado como si fuera hijo de esos padres.

Cuando creció, Edipo consultó un oráculo, y supo que estaba destinado a matar a su
padre y casarse con su madre. Ante ese presagio, huyó de su hogar.

Llegó a una encrucijada y se topó con un carro, y su dueño lo apartó con violencia. Se
enfrentaron y Edipo mató al anciano Layo, su verdadero padre.

Siguió su camino y supo que un monstruo llamado Esfinge, con patas de león, pecho y
rostro de mujer y alas de águila, tenía amenazada a la región. Decía acertijos y quien
no supiera responderlos, moría asesinado.

Un decreto del rey decía que quien diera muerte a la Esfinge se casaría con su
hermana Yocasta.

El acertijo que le puso la Esfinge fue: “Cuadrúpedo por la mañana, bípedo al


mediodía, trípedo al atardecer, ¿quién es?

Edipo respondió: el ser humano. Primero gatea, luego va sobre sus dos pies y en la
vejez camina con ayuda de un bastón.

La Esfinge no soportó la humillación y se despeñó por un precipicio. Edipo se casó


con Yocasta, su madre.

Comentario:

Estamos ante el celebérrimo mito de Edipo que, según dicen los antropólogos, es universal,
es decir, está en todos los pueblos conocidos, aunque con otros nombres y ciertas
variaciones. Esta similitud podría deberse a que a todos los humanos tenemos los mismos
problemas y a que participamos en una sola mente.

La sociedad humana es posible porque se prohíbe el incesto, es decir, los matrimonios


endógenos, dentro del mismo núcleo familiar y es necesario buscar la pareja fuera, en otra
familia, produciéndose una alianza que es la base del tejido social. El mito de Edipo expresa
esa necesidad de la exogamia en la vida humana.
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Además de este tema principal que más tarde explorará Freud, el de la tendencia a desear al
progenitor del sexo opuesto y el de la prohibición del mismo por parte del otro progenitor, a
consecuencia de lo cual, una vez superado, se produce un enlace exogámico, hay muchos
otros temas en este mito.

Por ejemplo, la ignorancia como causa de los males. Edipo no sabe quiénes son sus padres
y eso le lleva a cometer lo que quiere evitar. Lo mismo le pasa a Layo, el padre, que no sabe
que su hijo es Edipo; tampoco Yocasta sabe la verdad y eso les lleva a todos a cometer lo
que quieren evitar. Cuando por fin saben, ya es tarde y no es posible rectificar. Podríamos
decir que en este mito se anticipa la idea socrático-platónica del intelectualismo moral, es
decir que el bien y el mal dependen del conocimiento.

También está el tema del destino que el oráculo conoce y transmite a los protagonistas,
quienes intentan sustraerse a su mandato y por ello, lo cumplen. El destino es implacable si
lo queremos evitar por lo que sólo nos queda conocerlo, aceptarlo y, acatándolo, controlarlo,
pero nunca desconociéndolo ni cambiándolo en aquello que es inmodificable. Me explico: si
tenemos una tendencia edípica y la reconocemos y vemos la imposibilidad de realizarla sin
sufrimientos y castigos, la acepto y al tiempo la corrijo, me decido a buscar mujer fuera del
grupo familiar y evito los males que se derivarían del desconocimiento.

¿Qué hacía Layo disfrazado en aquella encrucijada? La ignorancia y la mentira causan


todas las desgracias de los humanos. Vamos adonde no queremos ir y dejamos de estar
donde deberíamos por la inconsciencia. En otras ocasiones es la simple ignorancia la que
nos entrega a las fuerzas ciegas que rigen los sucesos y que llamamos “Destino”.

Después de matar a su padre, Edipo seguirá obedeciendo a esas fuerzas que pretende evitar
y continuará hundiéndose en la oscura sombra de la falta de libertad y de lucidez. Viene
entonces el episodio con la Esfinge, monstruo horrible que puede simbolizar todo lo
amenazante que hay en nuestras vidas y que tarde o temprano debemos enfrentar. La
Esfinge nos ofrece una posibilidad de salvación, pero hay que ser muy hábil y saber descifrar
enigmas. Los acertijos que plantea requieren de una gran perspicacia y de un penetrante
conocimiento de los símbolos.

Pero este conocimiento no es suficiente para escapar a las garras de la Necesidad y


alcanzar por fin lo único que nos redime y hace humanos: la libertad. A pesar de descifrar el
enigma, Edipo cumplirá la fatal predicción y se casará con su madre, con lo que llegará a la
sima de su perdición. Sólo más tarde, cuando sepa la verdad conseguirá escapar a los hilos
que han movido sus actos de marioneta y, aunque ya será tarde, al menos será dueño de su
existencia.

Dice el mito que el ciego Tiresias le revela la verdad y que Edipo se arranca los ojos y vaga
el resto de su vida por los caminos de Grecia guiado por Yocasta, su madre. Un ciego para
las cosas inmediatas sabe, sin embargo, lo importante y el vidente Edipo sólo sabrá quién es
cuando no vea con los ojos de la carne. Es en esta parte donde se esconde el secreto más
53

recóndito del mito de Edipo. Dicen también que al final de su vida, ya ciego, exclamaba: “todo
está bien”, pues lo importante es eso: saber lo que uno hace y hacer lo que uno realmente
quiere.

Edipo habrá pensado, mientras caminaba por los polvorientos senderos, que durante toda su
vida no había hecho sino lo que no quería hacer y que eso era como no vivir. Comprendió al
fin que el auténtico destino del ser humano es ser dueño de sí, es decir, la libertad y que para
serlo hay que afrontar en lugar de huir. Esto exige un fuerte grado de humildad para
escuchar las voces interiores, especialmente las más escondidas y que sólo son audibles en
un profundo silencio.

Actividades:

1. ¿Cuál es para ti el significado más importante del mito de Edipo?

2. Escribe un ensayo sobre el tema “Destino y libertad” basándote en este mito.

3. Dibuja a Edipo frente a la Esfinge.

4. Inventa otro acertijo para la Esfinge.


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SÍSIFO

Sísifo fue gobernante en Corinto. Era famoso por su ingenio. Se enfrentó a Zeus y fue
castigado severamente.

Zeus le envió a Tánatos y Sísifo lo enfrentó y ató. Ares, lo liberó.

El castigo por semejante atrevimiento consistió en que debía subir una pesada piedra
hasta la cumbre de una montaña y al llegar a la cima, la piedra se caía y Sísifo debía
volver a subirla y así por toda la eternidad.

Comentario:

Sísifo simboliza a todos los humanos, condenados a subir una pesada piedra que caerá en
cuanto lleguemos a la cumbre, para volver a intentarlo hasta el infinito. La condena no radica
en el peso de la piedra ni en lo escarpada de la montaña, sino en la inutilidad de subirla y en
la infinita repetición del intento.

Podría simbolizar la existencia humana, la vida y la muerte de los individuos que, como
hipnotizados, creen que su esfuerzo tiene sentido y lo realizan como si no fuera a caer. Nada
es más difícil de explicar que el sentido de la existencia finita, recortada por la muerte, que
está simbolizada en la caída de la piedra.

Después de arduos trabajos por construir una personalidad y unas relaciones, viene la
muerte y lo desbarata todo. Cuánto nos cuesta sobrevivir a tantos peligros y, si lo logramos,
cuánto tenemos que luchar para hacer algo mínimamente coherente y bello. Pero lo peor
viene después, al final, cuando lo hemos conseguido se desmorona y se reduce a nada.

El sabio Kant, quien pensó en todo lo importante que hay para pensar, dijo que la experiencia
de cada ser humano puede ser aprovechada por los demás y que no es tarea perdida lo que
cada cual conquista. Sea mediante la educación o por comunicación directa, los padres
transmiten a los hijos lo que han recibido y aprendido por sí mismos. Además, pensaba este
filósofo, que esta era una de las razones para esperar una vida después de la muerte: para
finalizar lo que en la breve existencia no se ha logrado concluir.

Otro gran pensador, Albert Camus, quien mucho sabía de absurdos y de esfuerzos, pues
vivió en medio de guerras crueles e inútiles, también pensó en el pobre Sísifo subiendo la
piedra para que vuelva a caer incesantemente. Se le ocurrió a Camus que la única manera
de superar este terrible suplicio era mediante una decisión radical: querer subirla como si no
estuviéramos condenados a hacerlo. Entonces, dice, la piedra se transformará en “mi cosa” y
ya no pesará sobre mis hombros, pues es el producto de mi querer.
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Todos los humanos tenemos que solucionar este problema, junto con otros igualmente
difíciles, como el de la soledad, el amor, la sexualidad, la locura o la pérdida de los seres
queridos. El problema de Sísifo es el del “inútil combate” en el que consiste la existencia
dado que vamos a morir. No pienso que haya que desanimarse, sino más bien apostar con
confianza a favor de la vida así tal cual es. Viviremos como si fuera coherente y con sentido,
pensando en que nuestras luces son insuficientes para comprenderlo todo y que “todo está
bien”, como dijo al final Edipo.

De la primera parte del relato destacamos que Sísifo era muy atrevido, pues traicionó al
propio Zeus a cambio de una fuente. Siendo hijo del Viento, era tan astuto y huidizo que fue
capaz de atar a la propia Muerte para que no hiciera de las suyas. Sólo la Guerra fue más
fuerte que Sísifo y liberó a la Muerte y se llevó a nuestro héroe a los infiernos para someterlo
a suplicio.

Schopenhauer pensaba que Sísifo simbolizaba la Voluntad ciega y absurda que está en la
raíz de todo y nos aconseja intentar liberarnos de sus garras desobedeciendo el mandato de
subir la piedra, haciendo objeción de conciencia. Llega incluso a recomendarnos suprimir
todo germen de deseo, y en esto se declara budista, buscando esa aniquilación a la que, de
todos modos, estamos destinados. No era partidario del suicidio, pues eso significaría querer
demasiado algo, aunque fuera la muerte. Más bien pretendía una abstención y una
abdicación suave, negándonos a procrear y serenando todo lo posible el querer frenético que
nos mueve a actuar.

No sé a quién dar la razón, si a Camus o a Schopenhauer. Quizás a Nietzsche, quien


rechazó el pesimismo del último y afirmó incondicionalmente el valor de la vida, más allá del
sentido que podamos encontrarle. Es el santo SÍ trágico que afirma la vida no porque sea
optimista, sino para escapar al nihilismo propio de seres cansados y derrotados.

Sísifo se enfrenta a la muerte y si bien no la elimina, por lo menos la ata. No es posible para
un humano desconocer el poder de la muerte, y solo cabe jugar con ella, como hace el torero
con el furioso toro. También en la genial película de Ingmar Bergman “El séptimo sello”, el
caballero juega una partida de ajedrez con la Muerte. Aunque la muerte es invencible, al
menos cabe retardar su triunfo.

Actividades:

1. ¿Cuál es tu propia opción frente al drama de Sísifo?

2. Contrapón la posición de Schopenhauer y la de Nietzsche.

3. ¿En qué lugar situarías a Camus?

4. ¿Qué otro sentido podemos darle a la muerte?


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LA EDAD DE ORO

También para los griegos, como para otras culturas, hubo una edad de oro. Ellos la
imaginaban como una época sin sufrimiento, sin enfermedades ni trabajos, en la que
los humanos disfrutaban permanentemente. En esa edad no había vejez ni dolor de
ningún tipo.

Hombres y mujeres eran libres y dichosos y vivían en perpetuos festines. Los dioses
los protegían y les daban todos los bienes necesarios y también los superfluos.

La muerte era un sueño suave y dulce en el que se sumían con plena alegría. Los
muertos se convertían en dioses que protegían a los vivos. La tierra daba frutos en
abundancia y nadie carecía de nada.

Comentario:

Los mitos de muchos pueblos hablan de una Edad de Oro que estaría en el comienzo de los
tiempos. En la tradición judeocristiana es el paraíso terrenal o Jardín del Edén. Podría ser
que este mito aludiera a la vida anterior a la conciencia, cuando aún éramos animales y
estábamos ajustados en la naturaleza. También, siguiendo teorías psicoanalíticas, podría
significar el período prenatal, intrauterino, cuando éramos uno con nuestra madre.

Se trataría de una idealización de algo que vivimos antes de tomar conciencia cabal de
nuestro desgarramiento y de nuestro desajuste con el mundo y con los demás. Creer que
hubo una edad feliz en la que no sentíamos la presencia de la muerte ni el antagonismo de
nuestros congéneres y demás animales sería entonces un consuelo de la imaginación.

También hay mitos que han puesto la edad de oro en el futuro, como el Cielo después de la
muerte en el cristianismo y en otras religiones. Esta posición suele ser más peligrosa por
cuanto mueve a la acción fanática con el propósito de alcanzar ese ideal. Todos los mártires
de las distintas religiones suelen auto-inmolarse en nombre de ese paraíso prometido.

Lévy-Strauss, el célebre antropólogo francés, en uno de sus más bellos libros, Tristes
trópicos, donde narra su experiencia en Brasil con los Nambikuara y otros grupos indígenas,
dice que la Edad de Oro está en nosotros, es decir en el presente. Echa por tierra, de ese
modo, todas las teorías escatológicas que nos invitan a postergar el hoy real por posibles
maravillas del mañana.

Popper también ve el origen de la violencia política en las utopías que nos hacen creer que el
fin es tan grande y bello que justifica los medios. Es tan atractiva esa imagen de la edad
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dorada que nos lleva a matar o a sacrificarnos por ella. Contra semejante quimera, nos dicen
algunos lúcidos pensadores que son los medios los que justifican el fin o, dicho con palabras
de Gandhi, “no hay camino a la paz, la paz es el camino”.

Si la edad de oro es el ahora, eso significa que tenemos que dedicarle al instante presente la
máxima atención y cuidado, vivirlo con intensidad y procurar que entregue todo lo que
contiene. El Cielo y el Infierno están en el instante que atravesamos, dependiendo de lo que
nosotros hagamos de él. En realidad son estados de nuestra alma.

Más allá de las utopías y de las ilusiones de un tiempo lineal progresivo con un fin final feliz
encontramos un presente pleno en el que poder habitar. Suspendemos entonces el frenético
explotar el mundo convertido en campo de experimentación y descansamos en el tiempo del
placer y del amor, el presente. No tenemos ningún reino que conquistar y, por lo mismo,
podemos relajarnos y abandonarnos en el goce del instante que nos abre su eternidad.

Este es el sentido del tiempo para la vida y no contra ella. La muerte, acechante en el paso
del tiempo ya no nos morderá dejando su huella de angustia. Estaremos conformes con lo
que nos corresponde: este fragmento de ser que, si bien no es el Todo es todo cuanto
disponemos. Más allá de una ambición desmedida que nos priva de todo, disfrutamos de
todo lo que tenemos delante.

Es el tiempo del amor en cualquiera de sus múltiples formas: el amor de los cuerpos, el de la
amistad, el de la pasión amorosa y el del amor caritativo. El amor lo puede todo, más de lo
que creemos, pero hace falta estar abiertos al presente, al dorado instante que nos regala su
néctar de eternidad. Entonces la tierra nos dará lo que necesitamos para ser plenamente
felices sin evadirnos a mundos ilusorios y enajenantes.

La edad de oro aparece cuando asentimos a lo que hay tal como es, sin pretender cambiarlo
pues es necesario que sea así, aunque eso no nos impide embellecerlo con nuestro disfrute
y con la magia de artistas creadores que somos. Este es el sentido del amor fati
nietzscheano.

Actividades:

1. Frente al tiempo lineal, imagínalo circular y saca las consecuencias de ello.

2. Escribe una redacción sobre esa Edad de Oro en el presente.

3. Pinta la alegría que brota de la superación del esfuerzo de postergar siempre el disfrute.

4. Describe cómo sería la vida de un ser humano instalado en el ahora.


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LA EDAD DE HIERRO

La edad de hierro, al contrario de la de oro, es una vida carente de muchos bienes y


llena de necesidades y angustia. Hay mucho dolor y discordia. Las generaciones y los
sexos se enfrentan en lucha violenta. Domina el más fuerte, astuto y cruel.

Los unos maltratan y humillan a los otros. Los justos son humillados y se honra al
malhechor. El derecho y la moral son derrotados. No hay moderación ni virtud de
ningún tipo. La envidia y la ira llevan a los pobres humanos a guerras sin fin.

La corrupción, la mentira y la maldad imperan en esta edad infame, triste y


desgraciada.

Comentario:

La edad de hierro es la que predomina a lo largo de toda la historia humana, salvo breves
islotes de paz y de ternura. Aún no ha comenzado la era de la civilización, seguimos
inmersos en la barbarie donde impera la ley del más fuerte y del más cruel. La fuerza del
amor, la auténtica fuerza, aún no ha dado frutos en la historia de sangre que hemos hecho.
Hay algunos testigos aislados, los guías de la humanidad, abandonados y traicionados por la
mayoría.

Miremos la historia humana: guerras sin fin, devastaciones, traiciones, crueldad, torturas,
dolor, agresiones, miseria, odio… El ingenio puesto al servicio del horror. El cálculo y la
técnica para pisotear la dignidad humana. Es la historia universal de la infamia a la que se
refirió Borges, de criminales mediocres que se hacen con el poder y que imponen el terror.

Vivimos en un mundo dominado por la más despiadada violencia. El arte, la ciencia, la


auténtica religión (no las iglesias) y la filosofía, es decir, las cuatro manifestaciones del
espíritu, escapan a esta ley aunque se verán envueltas también y persistentemente en las
garras del dominio violento. Hay continuos intentos por hacer del arte un negocio, de la
ciencia una técnica mortífera, de las religiones guerras santas y de la filosofía la más insulsa
pedantería académica.

El Derecho, la Política, la Medicina, bien vividas, son bálsamos capaces de curar heridas y
contribuir a una vida buena y justa. También ellos son enturbiados por la maldad enquistada
en el alma humana y se pervierten en instituciones corruptas y maléficas. Cuando le
preguntaron a Krishnamurti sobre qué hacer frente a estas calamidades, respondió: “Limpia
tu alma”.

Efectivamente, de eso se trata, de que cada uno vea en su alma lo que está ensuciando el
mundo y lo limpie. Es un trabajo consigo mismo, de curación y crecimiento personal, de
educación, de desarrollo armonioso de la personalidad. No podemos salir del pantano
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tirándonos de los cabellos, necesitamos de un punto fijo de apoyo externo, de una ayuda, de
un guía o maestro.

No es fácil encontrar maestros auténticos; es muy difícil. Podemos leer y buscar en las
escuelas, pero no basta. Necesitamos un terapeuta que esté curado y vea más que nosotros.
Tenemos que ponernos bajo su guía y custodia y ser humildes para seguir sus orientaciones.
Este trabajo dura muchos años. Una vez que estemos curados y desarrollados, como el que
sale de la caverna de Platón, debe ayudar a la salvación de los que así se lo pidan. No es
posible obligar a nadie a escapar de la esclavitud de la ignorancia. A lo más, podemos
impedir que los más crueles hagan lo que les dé la gana, mediante leyes preventivas y
castigos coercitivos. Pero el remedio más eficaz es la educación.

¿Cómo saldremos de la edad de hierro hacia la del amor? Tal vez la historia humana,
individual y social, consista en eso, en moralizarnos. Los humanos estamos a medias entre la
ley natural y la moral. El sentido del trabajo y de nuestra existencia podría ser contribuir al
advenimiento en nosotros de lo espiritual y a partir de nosotros irradiar a la sociedad. No será
acertado empezar por instaurar la moralidad en los demás, sino primero en nosotros mismos.

Nuestra vida servirá para civilizarnos y para aportar un granito de arena, como decía Albert
Schweitzer, en la montaña inmensa de la construcción de una humanidad espiritualizada.
Muchos pensadores han visto así el sentido de la vida y de la historia, como una entelequia
que se movería del caos hacia el orden, de la ausencia de bien hacia el bien, de la violencia
hacia el amor.

Teilhard de Chardin también pensó que ese era el sentido de la evolución, un abrirse paso
desde la materia hacia el espíritu. Casi todos los grandes guías de la humanidad ven así las
cosas. El cristianismo sería, más que un estado, un proceso de fomento del amor. El punto
omega o fin final sería la completa realización de la caridad. El sentido de la historia consiste
en espiritualizarnos.

La edad de hierro es la historia humana dominada por el egoísmo y la ignorancia. Es el


infierno de todos contra todos. La vida se torna difícil y dolorosa. Los gobernantes quieren su
propio provecho y nadie ayuda a nadie. Es una existencia sin alegría ni amor, dura como el
hierro. Se fabrican armas mortíferas y todos quieren dominar y esclavizar.

Actividades:

1. Imagina cómo será la edad de la ternura.

2. ¿Qué haces tú por construir esa nueva era?

3. ¿Crees que por ser tan insignificantes los individuos carece de importancia lo que
hacemos?

4. Revisa en tu vida reciente momentos en los que haya triunfado lo moral sobre lo natural.
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DIONISOS

Dionisos o Baco es el dios de la embriaguez. Se le asocia al vino y a la vegetación.


Hijo de Zeus y Sémele.

Fue criado por unas ninfas en los bosques umbríos. Siendo mozo, se fue a recorrer el
mundo con un grupo de sátiros, ninfas, faunos con orejas de animal, cuernos, patas
de cabro y otros espíritus del bosque.

Dionisos rendía culto al vino y a los viñedos.

Comentario:

Dionisos es uno de los dioses más importantes pues representa un aspecto fundamental del
alma humana: el Deseo. Nietzsche lo contrapuso a Apolo, dios celeste y luminoso, y lo
caracterizó como símbolo de lo inconsciente, de los impulsos sexuales y del lado oscuro del
corazón. No es posible imaginar un ser humano exclusivamente apolíneo o dionisíaco, sino
como la conjunción de ambos.

En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche concibió la vida misma como la síntesis de estos


dos dioses contrapuestos. Dionisos aparece como un macho cabrío aunque con torso y
rostro humanos. También los cuernos delatan su ingrediente animal. Podría corresponder al
elemento yin de los chinos, es decir a todo lo que no es intelectual, lógico o racional. Estaría
encarnado en el hemisferio derecho del cerebro y en el paleo o meso cerebro, es decir, en
las estructuras arcaicas y encargadas de lo impulsivo o afectivo-emocional.

Al parecer es una deidad de origen oriental y hace honor a esa raíz, pues Oriente es,
respecto de Occidente, dionisíaco. Tiene Dionisos un origen turbulento, algo de los Titanes
destrozados por Zeus y eso aparece en esa patas de cabro y en los cuernos en medio de los
bucles dorados y los pámpanos. Va siempre rodeado de ninfas, duerme de día y por las
noches toca el caramillo y baila bajo la luna, dispuesto a cualquier bacanal.

Este dios está presente donde la vida reverdece y florece, va por los valles y montes de la
Hélade entre los teatros y las tumbas llenas de tesoros. Se baña en las playas de rítmico
oleaje y seduce a las ninfas que lo acompañan, se interna en las grutas oscuras y deja oír su
siringa. Pan nos enseña a vivir bien, disfrutando del milagro de estar vivos, desbordando
gratitud por contemplar la belleza de la tierra.

Dionisos brota de las profundidades de la tierra y trae aromas de las entrañas, máscaras
doradas para cubrir la muerte y re-encantar la vida que vuelve. Nos trae mensajes de amor y
de afirmación, de confianza y de alegría, desbordando el cáliz voluptuoso de los cuerpos. No
se priva de nada en sus danzas y en sus juegos, pues lo suyo es recorrer las risueñas
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campiñas, los riachuelos custodiados por flores, los estanques en cuyas superficies esperan
hojas muertas el relámpago de la resurrección.

Dionisos es el dios de la música, como muy acertadamente viera Nietzsche, y la música


expresa el fondo primordial de donde brota todo. En la tragedia griega era el coro que
rodeaba al actor con sus cánticos misteriosos y sus voces anónimas. Es el inconsciente que
hunde sus raíces en “lo más genital de lo terrestre”, según dice Neruda, un poeta que sabía
mucho de Pan.

También está en el mar que golpea las rocas, en las olas que incesantemente insisten en
besar la arena y que antes de caer se yerguen altivas en una cumbre gozosa, como si
quisieran tocar el cielo, para enseguida morder la oscura profundidad de los abismos. Hay
mucho de lujuria en ese ir y venir, en ese vaivén interminable y rítmico, en esos colores
esmeraldas y de zafiro, en esa negrura que deja ver en cada movimiento el fondo abisal de la
Tierra.

Está en los campos sembrados de trigo, en los huertos umbríos donde penden frutos
jugosos, en los humildes ganados que pastan en apacibles lomajes. También está en las
grupas de los caballos que corren por las faldas verdes de las montañas y en las fuentes que
manan de farallones acerados. Allí donde hay misteriosos bosques cubiertos de follaje
espeso y donde las luces del sol penetran e iluminan los claros, en medio de las hojas
mustias, allí descansa Dionisos junto a una pantera de sus correrías nocturnas.

¡Alegre Dionisos, vuelve a nuestros prados y a nuestros hogares, haznos ligera la vida con
tus canciones y tus dulces melodías! No permitas que nos confundamos y nos sequemos en
áridos desiertos. Si falta el agua permaneceremos serenos jugando con los colores y con las
piedras, pero no desfalleceremos y no dejaremos de bendecir la vida y la tierra. Es Dionisos
quien nos concede la gracia de vivir con inocencia y pureza, como los animales y las plantas,
como las flores y las aves.

Escuchemos ahora la música telúrica que mana como una fuente del centro de la tierra y nos
invita a bailar, a seguir los ritmos cadenciosos y sagrados del universo. Oigamos cómo puja
la vida en sus intentos por expandirse y alcanzar el sol. En todas partes canta Dionisos su
historia de amor y de alegría, de crecimiento y de aceptación. Todo se levanta como una
llamarada verde y arde en el corazón de los humanos inspirados por la fuerza divina.

Helo aquí, sonriente, gozoso, dispuesto a la fiesta y a la resurrección, como todo lo que nace
y muere.

Actividades:

1. Dibuja a Dionisos con su siringa.

2. Busca cuadros en los que aparezca el dios Baco.

3. Escribe un poema en homenaje a este dios risueño.


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DEIDADES DEL AGUA

Entre las divinidades acuáticas están los dioses-ríos y las ninfas. Antiguamente todo
río era una divinidad masculina. Las ninfas eran hijas de Zeus que habitaban en
manantiales, riachuelos, ríos e islas solitarias y también en selvas y grutas. Se
distinguía entre náyades (ninfas de aguas y fuentes), dríadas (ninfas arbóreas),
oréadas (de la montaña), etc.

Comentario:

El agua ha sido siempre uno de los elementos sagrados y primordiales. En el principio estaba
el agua, la noche y el caos. Es un elemento originario, junto al fuego, el aire y la tierra, es
decir, los cuatro elementos. El agua está en el origen y simboliza la vida y el nacimiento.
Tales de Mileto, considerado el primer filósofo, sostuvo que todo era agua. No es extraño
entonces que haya divinidades acuáticas.

Los manantiales han sido siempre lugares de culto, pues brota el agua de la fuente del
mismo modo a como mana la vida de la materia, misteriosa y milagrosamente. El agua es un
elemento especial, sin el cual no puede darse la célula viva, envuelta en una piel llena de
agua. Sale del agua y es agua.

Por eso nos atrae tanto el agua en todas sus formas: océanos, mares, ríos, lagos,
manantiales. La vista se recrea ante la visión del agua y el alma descansa. También la lluvia
nos reconforta, pues entendemos que el agua vuelve a donde nació, en el ciclo del agua. La
contaminación de las aguas, por el contrario, nos duele y ofende, como si mancháramos
aquello que nos limpia y purifica.

El agua lava las heridas y lo que hemos ensuciado, nos vivifica y santifica, nos prepara para
emprender un nuevo día, nos renueva. El agua fluye y se adapta, es fuerte sin ser rígida.
Puede romper la roca sin inmutarse. Los sabios chinos decían que el agua lucha con la
máxima eficiencia sin alardear de su fuerza.

El agua de las selvas vale más que el oro y que el petróleo. Cuando se nos acabe el agua en
la Tierra tendremos que salir del planeta para buscarla. El agua es femenina y sensual, fluye
siempre con ritmo de mujer y se somete a la luna en las mareas. La sangre es agua roja y el
semen agua blanca.

El agua es sensible a las voces y a las actitudes humanas y por eso todo lo que sucede
repercute en nosotros, que somos agua organizada. Las moléculas de agua, con la máxima
sencillez, pueden mucho. La síntesis del hidrógeno y del oxígeno es una fórmula de extrema
simplicidad y potencia.
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Es verdad que el agua requiere de los otros elementos para constituir todas las cosas.
Volvemos así a la teoría de los cuatro elementos de Empédocles. Más tarde, los alquimistas
heredaron y prosiguieron esta concepción, siendo el oro la proporción exacta que produce la
armonía del universo.

El agua y el fuego son antagónicos y, en tanto que tales, se complementan. En las hogueras
primitivas nuestros antepasados jugaban orinando sobre el fuego y, como dice Freud en un
ensayo memorable, el agua apaga el fuego, no es posible orinar teniendo una erección. El
agua aplaca el deseo.

El aire y la tierra equilibran estas dos fuerzas, son intermediarias y permiten que la energía
circule. En una vida buena tendrá que fluir la energía por los cuatro elementos y ninguno
tendrá un protagonismo excluyente de los demás. Esta es la sabiduría del agua, que no
pretende usurpar los derechos de los otros elementos.

El agua calma el ánimo fogoso, pero no lo apaga del todo. Permite que vuelva a arder, como
en los sueños de agua y de fuego. En los estratos profundos, en el inconsciente puede darse
el agua ardiente, los licores fuertes que encienden el ánimo y que, bien usados, pueden
producir grandes beneficios a las personas y a las culturas. Como decía Platón, nadie que
no esté poseído por la sagrada locura puede escribir poesía y de hacerlo, produciría una
carcajada olímpica.

El agua sale de la tierra y también del cielo, de la piedra y del aire, aunque en realidad lo que
hay es un ciclo circular por el cual todo está en todo, como decía otro de los sabios antiguos,
Anaxágoras. Los poetas pueden entender estas cosas, como los piedracielistas que
experimentan la magia de las síntesis extrañas y que pueden unir los opuestos.

La afirmación del sabio de Mileto, Tales, de que todo es agua, no era una locura a la vista de
todo lo que estamos viendo y mostrando. Cuando experimentamos el exquisito sabor del
agua o su frescura en los ríos y mares, en la lluvia o en la tierra humedecida, comprendemos
que es un dios de múltiples formas.

Actividades:

1. ¿Podría existir la vida sin agua? Deduce las consecuencias de la respuesta que des.

2. Estudia químicamente el agua y averigua cómo se formó en la Tierra primitiva.

3. Lee lo que escribió Bachelard sobre el agua.

4. ¿Cómo podemos preservar el agua en nuestro planeta?


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LAOCOONTE

Laocoonte y sus dos hijos estaban en la orilla del mar rindiendo homenaje a Poseidón,
dios de las profundidades marinas, cuando fueron atacados por dos horribles
serpientes de mar.

Avanzaban los monstruos por la superficie del mar emitiendo unos desgarradores
silbidos.

Atacaron primero a los niños, desgarrando sus carnes con los afilados dientes
venenosos.

Al oír los gritos, Laocoonte acudió con la espada, pero nada pudo hacer contra la
fuerza titánica de los monstruos marinos.

Padre e hijos murieron por las mordeduras de las serpientes que, tras el ataque, se
refugiaron en el templo de Atenea.

Comentario:

Laocoonte se enfrenta en lucha a muerte contra las serpientes, símbolos de lo subterráneo,


de lo que repta a ras de suelo, de lo sexual y sucumbe a esos poderes más fuertes que lo
espiritual. Negar y reprimir es tan inútil como aniquilar, pues lo de abajo siempre es más
fuerte que lo de arriba. La lucha es desigual, por lo que no se trata de oponer otra fuerza sino
más bien usar el ingenio, como hace el diestro con el toro.

El episodio aquí narrado es muy enigmático y requiere de nuestra imaginación creadora para
descifrarlo. Podríamos encontrar una clave en el hecho de que un sacerdote de Apolo, dios
solar, fuera también designado por sorteo sacerdote de Poseidón, dios del Oceáno, lo cual
es bastante contradictorio. Además, estaba Laocoonte sacrificando un toro a este dios,
cuando aparecen las serpientes del fondo del mar.

Las serpientes son símbolos de lo ondulante y pérfido, de lo sinuoso y, de alguna manera,


del mal. La escena es terrorífica: los silbidos de las víboras penetran en los oídos y los
rasgan. Caen sobre los hijos de Laocoonte y empiezan a devorarlos. Tal vez fueron
enviadas por Poseidón como represalia por ser su padre sacerdote de Apolo. En todo caso,
las serpientes simbolizan lo peor de las profundas aguas, del fondo de los abismos, del
inconsciente.

Nuestro héroe sale en defensa de los amados hijos y lucha contra los monstruos. Se enfrenta
al mal sin importarle el precio que tendrá que pagar por su arrojo. Aquí rige aquello de que
más vale la muerte que la retirada. Con pocas posibilidades de vencer, no cabe más que
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afrontar la muerte. El héroe lo sabe y va lúcido a su encuentro. La decisión es clara, no hay


titubeo alguno. En efecto, sucumbirá a un poder mucho más grande que el suyo, pero lo hará
con dignidad y luchando hasta el final.

Tal vez, si en lugar de enfrentarse ciegamente lo hubiera hecho con sentido lúdico,
deportivamente, hubiera vencido. Pero la ocasión no se prestaba para ese juego y esa
distancia, sino que había que entregarse completamente, sin esperar la salvación, y así lo
hizo Laocoonte.

¿Simbolizan la muerte las serpientes? Si así fuera, la batalla está perdida de antemano,
porque la muerte es más fuerte que el héroe. Sin embargo, cabe jugar con ella y en eso el
torero es nuestro guía. No vence el diestro a la muerte, pero se entretiene con ella antes de
que la embestida final acabe con él.

Laocoonte va decidido a vencer, pues tiene que salvar a sus hijos, pero si no hubiera esa
urgencia, quizás, hubiera usado el humor y las tretas del ingenio para, si no vencer, al menos
burlar. Los hijos son rehenes de la vida, dice Marguerite Yourcenar y ahí no cabe más que la
decisión total, cueste lo que cueste. Por nosotros mismos no nos desvelamos tanto como por
nuestros vástagos. Son lo más querido de nosotros mismos y al tiempo algo ajeno. El
compromiso es total.

El torero juega con la muerte porque sus hijos no están en el ruedo. Puede hacer algo contra
el poder de la bestia negra porque sólo está en peligro su vida y él la ha entregado en
sacrificio al servicio de la vida. Con su traje de luces sale a la arena dispuesto a reírse de la
muerte.

Las serpientes provienen de ese mundo ctónico o subterráneo, oscuro y salvaje, donde
impera la muerte. La mejor manera de enfrentarse a sus garras es con libertad y ligereza,
como lo hace un bailarín, sin tomarse nada en serio. La humanidad, como Laocoonte, se
enfrenta a la muerte con las manos atadas, pues sus hijos son los rehenes de la bestia y no
podemos salvarnos solos. No podemos permanecer alegres en medio de una lucha tan
desigual y en la que estamos cogidos de antemano.

Tal vez con un exceso de imaginación, sabiendo que estamos perdidos, actuaremos como si
no nos importara el resultado, vengándonos de un destino cruel, jugando antes de ser
aplastados por la necesidad. En esos pases de extrema belleza reside nuestro desquite y
nuestro brillo, en medio de la oscura noche.

Actividades:

1. Contempla la estatua de Laocoonte y sus hijos, de la época helenística. Describe la


escena.

2. Busca algún ejemplo de tu vida en el que hayas bailado con la muerte.

3. ¿Crees que en las corridas se da este juego con la muerte?


66

ZEUS

Zeus es el máximo dios del Olimpo. Dios de dioses, rey del universo, también envía la
lluvia, el viento y el rayo.

Zeus rige el orden político y social de los humanos. Vigila el derecho e imparte la
justicia.

Protege a los extranjeros y castiga a los que contravienen sus designios. Cuida a los
desamparados.

Comentario:

Estamos ante el rey del Olimpo, señor de los cielos, con muchas caras, como corresponde a
su importancia. Es dios del tiempo, aunque él está más allá del mismo. Sólo con el
cristianismo podremos hablar de un dios temporal, de un dios que se hace tiempo y, por lo
mismo, vive y muere. Los griegos no concibieron así a sus dioses y menos aún al máximo
dios.

Cada pueblo se muestra a través de sus dioses y al mirar a Zeus vemos el esplendor de un
pueblo orgulloso, altivo, juvenil y en la plenitud de sus fuerzas. Nietzsche, con su amor
incondicional por la vida, vio en los dioses griegos una manera de creer en lo sobrenatural y
de no negar la vitalidad.

Dios aristocrático y altivo, soberano y amoral, dios de la fuerza que se impone sin pedir
permiso, servirá de modelo a los emperadores del mundo. Corresponde a lo que Nietzsche
llamaba “señores” contrapuestos a los esclavos o débiles. Esta separación nada tiene que
ver con lo económico o social, sino más bien con el temple anímico y moral. Los “fuertes” no
lo son por su poderío físico o militar, sino por la sobreabundancia de fuerza y por la
generosidad en la entrega.

El ideal aristocrático de ser humano que tenían los griegos, además de en los mitos y en
particular en la figura de Zeus, está en el libro VII de la República de Platón y en el perfil que
dibuja Aristóteles para ilustrar la magnanimidad. En esta línea trabajan Montaigne,
Maquiavelo y Nietzsche. La obra maestra de la educación sería la formación de un ser
humano que combinara este ideal griego con algunos elementos del budismo, algo así como
un Zeus budista.

Lo que el budismo le aportaría a ese Zeus radiante y dominante sería la serenidad y la


compasión suficientes para que no se exceda en su impetuosidad. Tendría la actividad y la
fuerza de Zeus suavizadas por un deje de escepticismo y de moderación. Sería un
complemento interesante pues le quitaría el furor a la acción sin por ello hacerle caer en la
pasividad o en la indiferencia apática.
67

Los griegos inventaron la filosofía como librepensamiento que no cede nada a la debilidad y
al miedo. Saber sobrio y soberano a la vez, alegre en el combate a las ilusiones y las
supersticiones que debilitan, implacable en su rechazo de las oscuridades que encubren la
ignorancia y el temor. Gay saber que no esconde ningún resentimiento ni venganza, hermoso
ejemplo de modestia y comedimiento.

Una muestra de ese Zeus corregido por el budismo sería el inolvidable hijo del orfebre y de
la partera del barrio ateniense de Alopeke: Sócrates. Resistente hoplita en Potidea, lúdico
conversador en el ágora, partidario de un amor ascendente, bebedor insaciable en los
festines filosóficos, penetrante polemista cuando le retan, amistoso y tierno con sus pares,
duro y arrogante con los soberbios, sereno a la hora de beber la cicuta… fue uno de los
mejores humanos de que tengamos noticia.

Pero hablemos del Zeus griego antes de conocer el budismo, imaginémoslo sentado en su
trono solar, con un cuerpo perfecto y una mirada impetuosa. Todo lo que se le pone delante
se somete a su poderío y él se jacta de ello, no siente culpabilidad alguna, aún sabiendo que
puede haber hecho mal. Lo que pasa es que está más allá del bien y del mal y cuando es
necesario delimitar estos reinos es él quien decide, según su conveniencia, lo que es bueno
y malo.

Zeus está satisfecho de sí mismo, nada le parece injusto ni vergonzoso, está conforme con el
orden del mundo, no le reprocha nada a la Necesidad. Cuando ve que el león mata al
cordero o que el leopardo salta sobre la cebra no siente compasión y piensa que así es como
tienen que ser las cosas, pues este mundo es perfecto así como es.

Si tuviera que escoger una mascota elegiría un águila que ve el mundo desde su alto vuelo y
quizás la completaría con la serpiente que repta veloz por la superficie terrestre y nadie se
interpone en su camino. También como el Zaratustra soñado por Nietzsche, piensa que la
virtud máxima es “la que hace regalos”, pues en él desborda la fuerza como la luz del sol.

La mirada de Zeus es limpia y fulminante, no esconde ningún recoveco turbio, más aún, ahí
donde penetra, quema los fantasmas del resentimiento que huyen despavoridos. Es como
una cumbre nevada que irradia la luz solar como una llamarada dorada sobre un cielo
despejado.

Zeus está muy lejos de la mayoría de los humanos, oprimidos por la pena y el remordimiento,
llenos de culpas inútiles y de deseos de venganza. ¡Te pedimos que nos ilumines con tu brillo
alegre y nos cures de nuestra melancolía!

Actividades:

1. Pinta al rey de los dioses en su trono solar.

2. Busca personajes de la historia o de tu vida que se le parezcan y descríbelos.

3. Compáralo con los dioses de otras religiones y escribe un ensayo sobre este tema.
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APOLO Y ARTEMISA

Apolo y Artemisa son hermanos gemelos. En un principio fueron divinidades


vinculadas a la muerte: Apolo mataba a los hombres con flechas que disparaba con su
arco de plata; Artemisa mataba a mujeres y se la representaba en forma de bella
cazadora, recorriendo montes y valles acompañada de ninfas. Con el tiempo, pasó a
ser la diosa de la caza. Apolo, también llamado Febo, era también dios de la sabiduría.
Pronunciaba sus oráculos en el santuario de Delfos, por boca de su sacerdotisa,
llamada Pitia, a quienes acudían a consultarle todos aquellos que querían saber algo
sobre su destino. Los adivinos recibían de Apolo el don profético y también regalaba
la gracia del canto y de la música, arte en el cual era maestro. Posteriormente pasó a
ser dios del canto, de la poesía y de la danza. También se le adoró como dios de la
salud. Por último fue suplantando al dios-sol, Helios. Artemisa se fusionó con la diosa
lunar Selene. Era también la diosa de la castidad, que guardaba cuidadosamente.

Comentario:

Hablaremos de Apolo principalmente, pero ligado a su hermana gemela, Artemisa, la diosa


cazadora, también llamada Diana y de la que ya hemos hablado en este libro. Son
divinidades de la muerte, en contraposición a Pan, dios de la vida. Apolo o Febo es también
dios de la sabiduría, pues es la muerte la que puede hacernos sabios y capaces de vivir bien.

En el oráculo de Delfos, dedicado a Apolo, la pitonisa nos aconseja cómo actuar, adivinando
lo que nos conviene. Pitia, la sacerdotisa de Apolo, habla desde las profundidades, se
adelanta al futuro, profetiza. Apolo evoluciona desde la muerte oscura hacia el sol y la salud,
pues se va levantando del pozo hasta salir a la superficie y elevar el vuelo.

Apolo representa el proceso de superación de la muerte hacia la vida, sin abandonar lo que
ha aprendido en el Hades. Supera integrando, como le gustaba decir a Hegel. Entre medio,
canta y baila, poetiza. Esto quiere decir que el más grande intelectual es el que comprende
desde las profundidades y que, como el árbol de alta copa, hunde muy abajo sus raíces.
María Zambrano decía que era “entender con las entrañas”.

Cuando Nietzsche pone a Apolo junto a Dionisos, como contrapunto inseparable de la


tragedia, quiere decirnos que el verdadero saber es completo, abarca toda la personalidad
debidamente integrada y desarrollada armoniosamente. No es bueno separar el
conocimiento de la emoción, de la sensibilidad, de la imaginación e incluso del vivir
impulsivo, sino que hay que conjugarlo en una bella síntesis tan difícil como rara. También
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Platón en República habla sobre este tema y dice que el conocimiento auténtico es darse
vuelta con todo el cuerpo, no sólo con la cabeza, hacia la verdad.

El gran problema de la humanidad es que ha separado a Apolo de Dionisos, creando una


ciencia mortífera, un arte desligado de la vida y una religión que huye de la Tierra. La
reunión de vida y razón era para Ortega y Gasset el tema y la tarea más importante del
momento actual.

Por otro lado, Apolo, como dios solar necesita el complemento vital que le da su propia
hermana gemela, Artemisa, diosa femenina y lunar. Lo masculino y lo femenino deben
complementarse, pues siendo opuestos, se necesitan y atraen. Es el Yin y el Yang de los
chinos, la síntesis de los dos hemisferios cerebrales y del neo-céfalo con el sistema límbico.
La separación de estos dos polos de lo real es muy perjudicial en la vida personal y social.
Equivale a la separación de Oriente y Occidente y funda el esquema de exclusión en el que
funcionamos neuróticamente.

En la vida individual y en la formación del psiquismo, Jung ha insistido mucho en las figuras
de Anima y de Animus, que habitan respectivamente en el varón y en la mujer y que no sólo
hay que reconocer sino sobre todo integrar. Esto quiere decir que somos masculinos y
femeninos y que no es conveniente que una parte de lo que somos sea excluida, pues se
volvería contra nosotros y nos destruiría.

Es muy interesante la evolución que sufren los dioses a través del tiempo. Estos cambios
corresponden a procesos del alma que los sueña, en este caso el pueblo griego. Apolo
empieza siendo un dios cercano a la muerte y termina suplantando al sol y vinculado a la
salud. Es el proceso por el cual los griegos han superado el sentido de la muerte como algo
separado de la vida y que la amenaza, para llegar a verla como parte de la vida y que
colabora con ella para su mayor realce.

Apolo es un dios proteico, es decir, de muchas caras. No es el dios del intelecto puro, sino
también de la música, la cual brota de las profundidades del alma. Es una divinidad muy
volcada a su opuesto y que busca la tragedia, entendida como esa síntesis que integra los
contrarios. Por eso también se le asocia a los sueños, a esas figuras y composiciones del
inconsciente que, como las voces del oráculo y como la música, tienen tanto que enseñarnos
y guiarnos. Es un dios al que tenemos que escuchar y obedecer. El problema es que no lo
dejamos hablar y cuando habla no lo entendemos.

Actividades:

1. Lee El nacimiento de la tragedia de Nietzsche.

2. Escucha la música de Beethoven y relaciónala con Apolo-Dionisos.

3. Pinta la danza de Apolo y de Dionisos.

4. Escribe un breve guión teatral en el que se muestre el tema de la síntesis trágica.


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HERMES

Hermes es el mensajero entre los dioses y los humanos. También dispensaba riqueza.
Con el tiempo se le veneró como dios de los caminos y del tráfico, protector de los
comerciantes, de los ladrones y de los estafadores. Era también el dios del sueño: con
su vara mágica cerraba y abría los ojos de los humanos. Guiaba al infierno las almas
de los difuntos.

Comentario:

Dios mensajero, puente, comunicador, lingüístico, hablador, dialogante, escritor, artista,


filósofo, hermeneuta, hermenéutico. Hermano de Eros en tanto que mediador que congrega
y reúne. Abre y cierra los ojos, guía al infierno, dios de los caminos, del tráfico, de ladrones y
estafadores. Es, a todas luces, un dios viajero, inquieto, emisario.

Cada vez que emprendamos un camino pongámonos en manos de este guía y cuando sea
un cambio en nuestra vida, nadie mejor que Hermes para llevarnos. Él nos dice que no
estamos quietos, sino en perpetuo movimiento, entrando y saliendo, abriendo y cerrando. Por
la fuerza de la inercia, tendemos a permanecer inmóviles y rechazamos las aventuras y los
viajes.

Al nacer, tenemos la primera gran experiencia de cambio y de fin de una etapa e inicio de
otra. Quizás en la etapa fetal ya hemos tenido otros cambios y Hermes nos ha acompañado
en esa remota y desconocida vida intrauterina. Durante la vida no cesamos de mutar y por
último, tenemos la última metamorfosis: la muerte. Hermes nos enseña a transformarnos, a
no tener pena de dejar atrás una etapa, por más bella que sea, pues lo que viene puede –y
debe- ser mejor aún. Sólo así haremos con alegría las maletas y abandonaremos la patria
para embarcarnos rumbo a lo desconocido.

Nietzsche, que tanto entendía de viajes y de cambios, hablaba de una “mirada alciónica”, del
alción, ave migratoria que atraviesa anchos océanos, y que podríamos entender como una
mirada amplia y valiente, confiada y arriesgada, serena y audaz. Con esa óptica nos
atreveremos a lanzarnos a lo nuevo con buen ánimo y sin nostalgia de lo pasado. En la bella
novela del japonés Murakami Kafka en la otra orilla, el joven que vuelve del bosque no puede
mirar atrás, como también le pasó a Orfeo y si tarda más de la cuenta en atravesar la
frontera, se quedará atrapado y morirá. Pues quien no cambia, muere.

Hay que matar lo que nos impide avanzar, del mismo modo que el ave rompe el cascarón
que le oprime para nacer. El pájaro de fuego no encuentra límites en su vuelo, como Altazor,
el alto azor soñado por el poeta Vicente Huidobro. También Hermann Hesse en muchas de
sus novelas, pero especialmente en Demian, insiste en que para vivir hay que morir. Hermes
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es el dios de los cambios vitales, incluyendo a la muerte, que es la consumación de la


existencia.

Hermes nos dice que tenemos que cerrar bien cada etapa para no quedar fijados en lo que
ya deberíamos haber superado. Pero desgraciadamente no oímos al dios y permanecemos
pegados en el pasado, repitiendo en lugar de innovar. Como el alción y el azor, debemos
mirar hacia adelante y seguros de que lo desconocido nos traerá sorpresas y regalos que
nos colmarán de dicha.

En relación a que Hermes es el dios de los ladrones, lo entiendo como robo para seguir su
andadura vital, como recurso necesario para sobrevivir. No se trata del ladrón de guante
blanco que se aprovecha de los demás con hipocresía, sino como aquel inolvidable Felix
Krull, de Tomas Mann, que le roba a su protectora y amante, para proseguir sus aventuras.
También en la película de Costa-Gavras, Edén al oeste el protagonista le roba a su amada
para continuar su viaje hacia el mítico París. Hay aquí una apología del robo cuando es para
vivir y porque lo devolverá centuplicado en otra ocasión.

Los ladrones y estafadores son traficantes, llevan mercadería y pasan las fronteras de
contrabando, porque no creen en la legitimidad de las fronteras. Muchas veces tendremos
que robar para cruzar y avanzar, para vivir y dar todo lo que tenemos dentro en potencia. No
es el robo para acumular y dominar a los demás, es el robo de un pan, que Wilchem Reich
justifica en el hambriento en aquel bello libro Escucha, hombrecito. También Jean Valjean, el
héroe de Los miserables, de Victor Hugo está en la cárcel por robar un pan.

Hermes es fundamentalmente el dios que media entre divinos y mortales y entre el espíritu y
la naturaleza : es el lenguaje-pensamiento, lo que en griego se dice Logos o Espíritu. Y como
Prometeo, da a los humanos algo divino y a los divinos lleva los mensajes de los mortales.
Es el mediador, como Cristo, el Hijo de Dios, la encarnación del Verbo.

Sin esta mediación, no participaríamos en lo espiritual, no habría contacto con lo superior,


como es el caso de los animales. Hermes está metamorfoseado en Eros y es filósofo
también. Dentro de la filosofía, la hermenéutica es una manera de vivir el pensamiento como
diálogo infinito por develar el sentido. Diálogo con uno mismo y con los demás, el sentido,
que es más que la simple verdad pues conlleva un valor, se juega en ese lugar intermedio
que es el lenguaje.

Actividades:

1. Di en qué se parecen Hermes, Eros y Prometeo.

2. Busca en una historia del arte imágenes de este dios. Haz tu propia versión.

3. ¿Cómo sería el mundo sin Hermes y sin lenguaje, un mundo mudo y sordo?

4. Compara a Cristo y a Hermes usando la hermenéutica o arte del sentido-valor.


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ULISES Y LAS SIRENAS

Las Sirenas eran ninfas que cantaban tan dulcemente que hechizaban a los
navegantes que las escuchaban, quienes se arrojaban al mar y morían ahogados.

Ulises se acercó a la isla de las Sirenas en su viaje de regreso a Ítaca. La maga Circe le
había recomendado tapar sus oídos con cera para no escuchar el hechizo. En caso de
querer escuchar el canto, le aconsejó atrase al palo. Ulises puso cera en los oídos de
su tripulación y ordenó que a él lo ataran al palo mayor.

Cuando la nave fue vista por las Sirenas, entonaron sus cantos con dulzura
irresistible.

Ulises, al escuchar el canto de las Sirenas, gritaba para que lo soltasen, pero nadie del
barco podía oírle.

Cuando se alejaron lo suficiente para no oír el hechizo, lo desataron y pudieron seguir


su periplo.

Comentario:

Este célebre pasaje de la Odisea de Homero se presta, como todos los símbolos y las
grandes obras de arte, a múltiples e inagotables interpretaciones. No pienses, querido y
desconocido lector, que la mía es la única ni la mejor. Espero que tú me superes y escribas
una recreación más bella, más erudita o más original.

Ulises vuelve a casa, a Itaca, donde le espera su amada, Penélope y su hijo. ¿Qué ha ido a
buscar a lejanas tierras, por qué ha dejado a su esposa y a su hijo? ¿Por qué no permaneció
en su hogar, en su patria y salió al ancho mundo en busca de aventuras? La vida es así, nos
empuja hacia lo desconocido y peligroso. Los más valientes no lo piensan dos veces y
abandonan el hogar lleno de seguridad y comodidad para perderse en caminos llenos de
ladrones, asesinos y, en el mejor de los casos, de encantadores, saltimbanquis y titiriteros.

Quien siente y ama mucho la vida sale disparado a inventarla de nuevo, sin escuchar los
prudentes consejos de los mayores que le dicen: no hace falta que salgas, aquí lo tienes
todo, busca en ti mismo, ahórrate tantos esfuerzos y riesgos, haz lo que hace la gente
normal… Pero los que son como Ulises no atienden estas prudentes palabras y se escapan
antes de lo previsto. Quizás también la presencia de la muerte hace lo suyo y los empuja a
desafiarla.

El caso es que Ulises salió al camino, como también lo hizo el hidalgo manchego, y helo aquí
en mares llenos de peligros, en este caso de encantadoras serpientes, quiero decir, sirenas,
ninfas de singular e irresistible belleza que, además, cantan embriagadores cánticos que
llevan a la muerte. Los varones somos especialmente sensibles a estas tentaciones, aún
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sabiendo que incluyen abismos insalvables en los que probablemente sucumbiremos. Es que
hay veces, y esto sólo lo saben los que, como Ana Karenina o Emma Bovary (pongo
ejemplos de mujeres para que se vea que el bello sexo no está excluido de pertenecer a este
peculiar grupo de enamorados locos), han sido cogidos por la pasión amorosa con la fuerza
de un huracán que los aniquila.

Ulises lo sabe, se lo ha dicho una bruja sabia, Circe, y le ha dado de paso el remedio:
taponarse los oídos. Pero él, si no fuera así no sería el que es, quiere oír ese canto
irresistible, no quiere privarse de esa experiencia límite y, aunque obliga a la tripulación a
hacerlo, él se hace atar al mástil del barco y espera. No tarda en llegar hasta él el
enloquecedor canto de las sirenas y en querer arrojarse al mar en busca de tanta belleza,
pide que lo desaten, ordena, maldice y amenaza, pero nadie le escucha.

Si el canto de las sirenas es la pasión amorosa, Ulises la padece, pero no sucumbe a ella y
hace lo necesario para sobreponerse y convertirla en una acción, en actos libres de amor.
Vive la pasión en el momento inicial, se estremece de goce y de abismal tentación, pero salta
a tiempo, justo antes de que sea demasiado tarde, antes de enloquecer y morir. La emoción
del amor se transforma en un sentimiento integrado en la personalidad completa, capaz de
abrirse y comprender al otro.

Las sirenas pueden simbolizar también los placeres sexuales o las pasiones voluptuosas,
pero también, como nos lo recuerda Blanchot, puede ser el arte que nos distrae de las
actividades “serias”, como el trabajo, que el severo Calvino pensaba que nuestro Creador
esperaba de nosotros, y nos empuja a vivir con su encantamiento la inutilidad del goce
estético.

Ulises quiere volver a su hogar y no sucumbir en el mar del placer. Su razón controla las
pasiones. La lucidez no es incompatible con el amor. El Yo y el Ello deben co-existir
integrados, complementándose, con el fin de no perecer en las aventuras. Decía Freud que
allí donde está el Ello debe estar el Yo, es decir, debe haber integración, sublimación o
simple buceo en el infinito océano de lo Inconsciente.

Actividades:

1. Pinta a Ulises atado al mástil mientras escucha los cantos de las ninfas.

2. Intenta una interpretación diferente y personal de este pasaje mítico.

3. Ahonda un poco más en la idea de Blanchot de que el arte son las sirenas.

4. ¿Cómo reaccionas tú frente al seductor canto de las sirenas?


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CIRCE

Circe era una hermosa maga y vivía en una isla a la que llegaron Ulises y sus
marineros. Estaban muy cansados y querían descansar. Envió Ulises a Euríloco con
veintidós de sus hombres a explorar la isla. Entonces, descubrieron un suntuoso
palacio donde vivía Circe, custodiada por lobos y leones.

Los navegantes se acercaron al palacio sin tener ninguna dificultad. Los lobos y
leones se les acercaron con mansedumbre. Después supieron que eran seres
humanos convertidos por la maga en animales.

La maga era una cantante maravillosa. Mientras tejía hermosos vestidos solía cantar
con un enorme poder de seducción.

Circe invitó a los exploradores a pasar a su palacio y ser atendidos como reyes. Les
hizo pasar a los hermosos salones y le dio exquisitos manjares con sustancias que
convirtieron a los aventureros en cerdos. Cuando solo podían gruñir, los encerró en
una pocilga y les dio bellotas.

Ulises tuvo que rescatarlos y para ello usar su poderoso ingenio.

Comentario:

Estamos frente a la maga Circe, capaz de toda suerte de encantamientos. Se trata de una
hermosa mujer llena de encantos y conocedora de pócimas secretas que terminan
aniquilando a sus admiradores. Tal vez simboliza a un tipo de mujer tan fascinante como
degradante, la mujer fatal, y de la cual nos conviene huir antes de ser convertidos en cerdos.

En las relaciones humanas hay que buscar aquellas que nos hagan crecer y que saquen de
nosotros lo mejor que tenemos. Hay personas que nos estimulan y que congregan y por el
contrario, hay otras que nos hacen perder fuerza y que disgregan. Lo curioso es que hay
quienes buscan y quedan pegados a estas últimas, hasta que ya no pueden recuperarse.

Circe, varón o mujer, pues en ambos sexos hay ejemplares de este peligroso tipo humano,
posee una enfermedad que la lleva a destruir el objeto amado. Es incapaz de amar y busca
más que una persona una presa para engullir o maltratar. Es una especie de mantis religiosa.
A su vez, hay quienes buscan a alguien que los maltrate y devore. ¡Extraña es la humanidad!

Con estos últimos Circe pierde menos tiempo y le resulta más fácil su labor destructora y va
coleccionando sus animales hechizados. Nunca se sacia en su labor y puede tener más de
uno al mismo tiempo. No es consciente de su maldad y por eso no se detiene, pues cree que
eso es el amor. Se percibe como una persona amorosa y benévola, como la mejor del
mundo.
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Quien cae en sus redes, si no escapa a tiempo, se verá enredado en una trampa letal, pero
antes le succionará el alma y lo dejará seco. La víctima creerá que está viviendo el amor y se
entregará de buen ánimo en el altar del sacrificio. Algunos, con ayuda de un terapeuta,
consiguen huir antes de que sea demasiado tarde o recuperan con mucho sufrimiento y
esfuerzo algo de lo que perdieron, pero nunca volverán a ser los de antes del
encantamiento.

Lo que más les daña Circe a sus víctimas es su capacidad de amar, pues quedan ligados al
dolor, a la humillación y confunden amor y sufrimiento. Circe les ha trastornado el corazón
hasta el punto de que si no sufren no están a gusto. Los psicólogos llaman a estas
relaciones “sado-masoquistas” y desgraciadamente son muy abundantes.

Intentemos ahora penetrar en el alma de Circe. ¿Qué la mueve a actuar así? Posiblemente
tiene una herida sin curar que la lleva a vengarse y a rebajar a su objeto-presa. Como las
serpientes que hipnotizan a su víctima, como la Esfinge amenazante o la Medusa de mirada
petrificante, Circe envuelve con sus encantos preparados para inmovilizar y para en seguida,
asestar el golpe de gracia.

Ahora miremos también a las personas que se acercan a Circe y se expone a sus malas
artes. También ellas están enfermas y necesitan expiar una culpa inventada, buscan un
castigo que le diga que han pagado la deuda. Quieren ser rebajados al nivel porcino o más
abajo, pues le gusta revolcarse en el barro, única forma de limpiar su culpabilidad.

Curiosa pareja ésta en la que sus partes se encuentran para entregarse a la destrucción, que
es lo contrario del amor, pues éste consiste en buscar juntos una vida mejor, más alegre y
más gozosa. Ulises, al parecer, no pertenece a este tipo humano, pues será quien libere a
sus tripulantes del nefasto hechizo. Para ello se enfrentará con astucia a la maga e incluso
obtendrá información provechosa para proseguir su viaje.

El amor enaltece, nunca degrada. Es lo contrario del dominio que esclaviza y somete. Jamás
convierte al amado en cerdo, símbolo de lo más bajo. Además, no engaña, sino que aumenta
la conciencia pues, como dice Finkielkraut, comentando el pensamiento de Levinas, el
verdadero amor es lúcido y no pretende ni se deja embaucar.

Actividades:

1. ¿Qué harías tú frente a Circe?

2. Averigua qué pasó con los amigos de Ulises convertidos en cerdos.

3. Busca otra explicación para semejantes conductas.

4. Describe alguna experiencia personal en la que hayas sido rebajado y compárala con
otras en las que haya sucedido lo contrario.
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AFRODITA Y ADONIS

Afrodita, Venus para los romanos, nació en el mar fecundado por trozos del escroto de
Urano. Era la diosa de la primavera y de las flores. Se enamoró de Adonis, un apuesto
cazador. La diosa le pidió que renunciara a esta actividad, pero Adonis se negó.
Durante una cacería fue muerto por un jabalí. Afrodita, buscando su cadáver, se arañó
con un arbusto y de las gotas vertidas nacieron las rocas. De la sangre de Adonis hizo
la diosa brotar las anémonas.

Afrodita consiguió con su llanto que Zeus permitiera que Adonis permaneciera en el
Averno una parte del año y el resto volviera a la Tierra y pudieran amarse.

Esta leyenda es un símbolo de la muerte y la regeneración de la Naturaleza.

Comentario:

Afrodita o Venus nació del mar fecundado por el semen de Urano. Este pasaje lo inmortalizó
el renacentista Botticelli en su cuadro “El nacimiento de Venus”. Admiremos por un momento
la belleza de su delicado rostro. ¡Qué dulzura, qué amor nos despierta, cómo nos mueve a
tocar su piel o a besar sus labios entreabiertos! Es la belleza encarnada que trastorna
nuestros sentidos y revoluciona nuestro corazón.

¡Qué afortunado Adonis, ser amado por semejante belleza! ¡Cómo serías tú también de
hermoso! Tanta perfección junta no parece gustarle a la Justicia, que siempre busca una
desgracia para compensar esa injusticia. Aparece la muerte, siempre presente ahí donde hay
vida y amor. El amor y la muerte, ¿no podrán separarse? Dice De Rougemont, que en
Occidente van siempre de la mano, pero que podrían desligarse y Eros triunfar sobre la
Parca.

En Grecia, los mitos y las tragedias nos dicen que el amor es deseo de lo que no se tiene, es
decir, brota del vacío y ansía la plenitud. Según esta concepción, nunca se satisfaría ese
anhelo de infinito y sólo la muerte pondría fin a la inquietud humana. Baruch de Spinoza,
pensó que el amor era un sentimiento de plenitud, de crecimiento de energía que producía
alegría y que nada tenía que ver con la muerte, sino, por el contrario, con el aumento de la
vitalidad y de la perfección.

Afrodita pierde a su amado, como también les sucederá a otros célebres amantes, a Julieta
y a Isolda; se los arrebata la muerte y los buscan desesperadamente. Ella quería que no
saliera de caza, pero eso es como pedir lo imposible. La belleza es como un imán y la vida
es esa fuerza que nos impele a salir de caza en busca de aventuras aunque en ello nos vaya
la muerte.

De la sangre salen rocas y anémonas. Es importante que la muerte no sea el fin final, sino un
momento del proceso vital. La muerte trabaja para la vida, es su colaboradora, no su
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antagonista y vencedora. La transformación del sufrimiento en belleza y en vida renovada es


el gran secreto de la sabiduría más auténtica. Nietzsche decía que artista es el que “danza
encadenado”, el alquimista capaz de convertir lo inferior en superior, lo vil en nobleza. Artista
es quien transforma un desierto en un jardín.

Zeus se conmueve con el dolor de Afrodita y transa en el regreso de Adonis por un tiempo,
como también sucedió con Proserpina. Con este episodio tocamos el meollo del asunto: la
vida vuelve tras su ocultación momentánea en la muerte. La vejez y la muerte suceden a la
juventud como el invierno llega después del otoño y del verano, para engendrar nuevamente
el renacer de todo en la primavera. Es el ciclo de la vida y de la muerte, la sagrada rueda, el
carrusel cósmico, el eterno retorno de lo mismo, el tiempo circular, el Volver perpetuo de lo
mismo y de lo diferente.

La vida eterna es ese volver del día y de la noche, de las estaciones y de las generaciones,
de los niños y de los ancianos, de nacimiento y muerte, del instante fecundo que entrega
todo de sí como las espigas y los soles, como los amantes que se dan sin retener nada,
diseminándose, desbordándose en el latir voluptuoso de las semillas y las flores, en el dulce
jugo de las frutas y en los cuerpos que se aman.

Afrodita ama a Adonis durante un tiempo, luego lo pierde, para volver a recuperarlo. El
tiempo, como la vida, no muere, aunque se vayan los instantes y los individuos, que son
siempre reemplazados por otros. Vivamos tranquilos gozando de nuestro momento,
sabiendo que somos la reencarnación de Afrodita y Adonis. Nosotros moriremos, pero ellos
son inmortales.

El universo en su totalidad es también un ciclo de nacimiento y muerte. Empédocles decía


que Amor y Odio construyen y destruyen los mundos en un ciclo eterno, como una
respiración incansable. Cada vez que expiremos rindamos culto a ese vaivén, flujo y reflujo,
sin estancarnos en uno de los dos momentos; pronunciemos el agradecido OM sabiendo que
hay dos caras igualmente importantes y necesarias.

Los campesinos conocen esta enseñanza sin necesidad de ir a la escuela. La tierra yerma en
invierno, con los surcos de tiernos terrones negros esperando la semilla que madurará
secreta y silenciosamente bajo la nieve y que despertará en la bella estación con fervor
cuando el sol haya dado la vuelta y se cubra de flores amarillas, rojas, blancas y azules, les
enseña este saber ancestral.

Actividades:

1. Dibuja el ciclo de la vida y la muerte según lo imagines.


78

ATENEA Y ARACNÉ

Atenea es la diosa de la sabiduría. Nace de la unión de Zeus con Metis, diosa de la


inteligencia. Como diosa de la sabiduría es también la protectora de las artes
pacíficas, de las labores artísticas femeninas y es la inventora de la construcción de
barcos. Enseñaba a las mujeres a hilar, coser y tejer. La ambiciosa Aracné quiso
superar el arte de Atenea y se presentó bajo la figura de una anciana y la retó a una
competición de tejido. Cada una tejió un tapiz y Atenea resultó vencedora por su
mayor habilidad. La envidiosa Aracné, ofendida, se negó a reconocer la superioridad
de la diosa y, furiosa por su derrota, se ahorcó colgándose de un hilo. En castigo,
Atenea la convirtió en araña.

Comentario:

Atenea fue una divinidad muy importante en Grecia, y dio origen al nombre de la ciudad de
Atenas. Fue en esta bella ciudad donde floreció el genio griego. En la cima del monte
Acrópolis construyeron el Partenón, símbolo de la Razón y dentro pusieron una enorme
escultura de la diosa de la sabiduría. Desde esa cumbre se domina el ágora y toda la ciudad,
hasta el Pireo. Desde cualquier rincón se divisa aquel templo a lo divino que hay en la
humanidad, el Logos. En el ágora, en los alrededores del templo de Hefestos, conversaban
los filósofos, siempre bajo la égida de la diosa de la inteligencia.

Es muy significativo que también esta diosa protegiera artes tan vitales como coser, hilar y
tejer. Significa que es propio de sabios procurarse una vida pacífica y próspera, aunque no
consumista. La construcción de barcos que abren horizontes e intercambian bienes y las
artes femeninas que construyen una vida buena fueron propiciadas por la lúcida Atenea.

Por el contrario, Aracné es una diosa ambiciosa e imprudente que siente envidia de la sabia
Atenea y pretende vencerla y humillarla. Se disfraza de anciana y Atenea intenta disuadirla
de su propósito, pero es inútil persuadir a quienes están obcecados por una pasión negativa
como es la envidia.

Aracné pierde la competición y el orgullo la lleva al suicidio. Estamos en presencia de algo


horrible, tal vez lo más horrible que pueda acontecer a un ser humano: auto-aniquilarse por
venganza. Es la hybris que se desborda y lleva a Aracné a inmolarse para agredir a su
contrincante. Debemos distinguir otras formas de suicidio, el suicidio por enajenación
motivada por la desesperación o como eutanasia ante una enfermedad terminal.

En el caso que nos ocupa, el suicidio está motivado por el deseo de venganza ante una justa
derrota. Dice María Zambrano, la filósofa española, que el ser humano se mide mejor que
nunca en el fracaso. Aracné se muestra pequeña, con un ego inflado y propio de los seres
79

ínfimos. Es el odio ante la grandeza del otro, la envidia, la que la lleva a preferir morir a
reconocer la superioridad de Atenea.

Es un acto de locura, pues la cordura es ser razonable y sano y nadie en su sano juicio
puede matarse por odio. El afán de dominio exagerado que demuestra aquí la suicida refleja
una enfermedad del alma, una incapacidad para sobreponerse a un traspié. La locura mala,
destructiva, es muy distinta de otra buena que reconoció Platón en los auténticos poetas, y
que engendra bellas obras. El resentimiento y otras pasiones tristes, por el contrario, se
caracterizan por debilitar a quien las padece.

Aracné pierde el sentido de la orientación y prefiere la muerte a la vida. También hay en ella
un escalofriante deseo de manipular a través de la muerte, de seguir ganando batallas
después de muerto. No tuvo Aracné la humildad de aceptar su derrota y su inferioridad, de
reconocer la excelencia de Atenea y se rebela contra esa evidencia, la niega y se mata.
Desgraciada Aracné, con lo fácil que hubiera sido que dijera: he perdido esta competición,
pero he ganado algo admirable: el ejemplo de Atenea.

En la raíz de este orgullo insano está el ego que tantas desgracias nos acarrea. El ego es
necesario y benéfico cuando está en su sitio y en su tamaño adecuado, pero es maligno
cuando crece e invade todo el territorio de la personalidad. Uno de los aprendizajes más
indispensables consiste en reírse del ego y en aprender a disolverlo cuando nos estorba.

Atenea la convertirá en araña, colgando de su hilo y condenada a tejer su tela, incapaz de


afrontar los problemas de la vida, siempre al acecho, retorcida, traidora, maligna, venenosa,
oscura y envidiosa. El signo más claro de la salud es la alegría y la benevolencia.

Velázquez, el gran pintor español del Siglo de Oro, pintó un cuadro con este motivo y lo tituló
“Las hilanderas”. Sería interesante que lo miraras, querido lector, pues en el segundo plano
está el tema mitológico, mientras en el primero hay unas mujeres del pueblo tejiendo. Nos
quiere decir que los mitos están presentes en la vida cotidiana de las gentes comunes y que
no son de otro mundo. Repito una verdad presente en varios lugares de este libro: los mitos
nos viven a nosotros y no al contrario.

Actividades:

1. Mira en una historia del arte alguna imagen del Partenón y de la diosa Atenea.

2. ¿De qué manera la razón puede ayudarnos a vencer la locura y la muerte?

3. Describe lo que ves en el cuadro de Velázquez “Las hilanderas”.

4. Haz una interpretación propia del mito.


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EL ORIGEN DEL MUNDO

Al principio estaba el Caos, un espacio abismal o una masa informe que contenía en
germen todo lo que más tarde tendría una existencia definida. Del Caos surgieron, por
una parte, Gea y Eros, y por otra, las Tinieblas y la Noche. Gea engendró a Urano, el
cielo estrellado, las montañas y el mar. De las Tinieblas y la Noche salieron el éter y la
luz del día. Pero la Noche es también madre de las divinidades de la muerte, del sueño,
de la vejez y de la aflicción.

Comentario:

Este relato cosmogónico nos habla de un Caos originario, anterior a las dualidades y a los
fragmentos o formas. Algo anterior a la diferenciación entre materia y espíritu, “algo” que es
tan material como mental, sólo concebible mediante imágenes y símbolos. Tomar contacto
desde nuestra individualidad con esa dimensión anterior a las formas y distinciones es el
cometido de la meditación de los budistas. Es una realidad anterior a las diivisiones como el
día y la noche.

Es interesante ver cómo la luz sale de la noche y de la tierra el cielo nocturno, pues todo
proviene de su contrario. Eros, el Amor, es un dios de la primera generación, pues sin él
nada se sostiene. El Amor es lo que une las partes e impide que todo se disperse y vuelva al
Caos. De la noche salen también el sueño, la vejez y la enfermedad, lo que nos duele y quita
la alegría. Pero es de sabios comprender que sin la noche no habría día, ni amor, ni vida ni
nada de todo lo que nos alegra.

De más está decir que nadie sabe ni sabrá ciertamente cómo fue el origen del mundo y que
sólo podemos imaginarlo. Cuando la ciencia nos habla de esa Gran Explosión que habría
sucedido hace unos 15 mil millones de años se parece bastante a los relatos mitológicos
como el que estamos comentando. ¿Por qué explotó ese punto inmenso que Borges llamó
“Aleph”? ¿Qué había antes? ¿Contenía ya en potencia lo que después se iría desarrollando?

Estamos condenados a no conocer nunca estos misterios insondables. Pero podemos


imaginar libremente lo que más nos apetezca o lo que creamos más probable. Elegiremos la
versión que más se ajuste a nuestros intereses, la que más nos ayude a dar sentido a
nuestra existencia.

Los griegos creían que el Caos estaba en el principio, una masa amorfa que, sin embargo,
contenía en germen el orden de las cosas que se desenvolvería a través del tiempo. Era un
Caos fecundo, lleno de todas las cosas, una especie de dios dormido que al despertarse iría
realizando toda la infinidad de seres y procesos. También en Grecia, uno de los primeros
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filósofos, Anaximandro, habló de un Infinito (Apeiron) material del cual saldrían las cosas y al
cual volverían al dejar de ser algo definido.

En palabras más actuales, se trata de una tesis materialista, aunque lo espiritual está
contenido en ese ser embrionario amorfo y material. Lo espiritual sale de la materia, no existe
independiente de ella, aunque si lo contiene virtualmente podemos afirmar que ese Caos no
es ni material ni espiritual exclusivamente. Es más bien una realidad anterior a todas las
dicotomías excluyentes.

Nada se nos dice en este relato mítico para qué ni por qué salen de ese Caos las restantes
realidades, pero podemos imaginarlo como un proceso de autodesarrollo que busca la
perfección, como un trabajo y un juego, una entelequia dirá más tarde Aristóteles, de Dios
hacia Dios. También podríamos hablar del azar, de una necesidad ciega o de un absurdo
infinito, según lo quiera cada cual.

Yo prefiero, porque es más estético y más tranquilizador, pensar que formamos parte de un
proceso cósmico, es decir, ordenado, hacia un fin de suma belleza y felicidad. Fue la idea de
Platón y la de todos los místicos orientales y occidentales. Platón decía que el Bien en sí
estaba más allá del ser y de la esencia y que todo convergía hacia esa “inefable belleza”. Si
así fuera, nuestra tarea en el tiempo y a través del trabajo y del vivir consistiría en cooperar,
en la medida de nuestras posibilidades, en esta enorme y sublime aventura.

A Nietzsche, anti-platónico observante, le parecía que esta concepción metafísica era falsa,
pues nos distraía de vivir plenamente y ponía el énfasis en un más allá inexistente. Para el
valiente y materialista Nietzsche no hay Dios ni Bien en ningún Cielo, estamos solos pues
“Dios ha muerto” y lo hemos asesinado los humanos al llegar a la edad de la razón.

Busquemos un camino intermedio, donde suele estar el mejor sentido. Algo tenemos que
hacer con nuestra existencia y para eso debemos imaginar un origen y un fin del mundo.
Aceptemos, siguiendo a Nietzsche y contra Platón, que no hay ningún Bien en sí en ningún
Cielo, salvo en nuestra fantasía de optimistas o aterrados mortales. Aceptemos con Platón
que aunque no exista, podríamos inventarlo para embellecer la vida y asignémonos la tarea
de realizarlo en la Tierra y durante la existencia en ella.

Actividades:

1. Compara esta idea del origen del mundo con otras concepciones.

2. Imagina y pinta el momento anterior al nacimiento del mundo.

3. Toma partido, argumentando, a favor de alguna concepción concreta entre las señaladas.

4. ¿Crees que se puede vivir sin tener una versión del origen del mundo?
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PAN

Pan es el dios de los montes y de los bosques, protector del ganado, de los pastores y
de los cazadores. Aparecía como un hombre barbudo, con cabello crespo, patas de
cabra y cuernos en la frente. Durante el día recorría los montes y valles en compañía
de las ninfas, a mediodía dormía y al anochecer, delante de su gruta, tocaba la siringa,
un caramillo inventado por él, compuesto de siete o nueve tubos dispuestos de mayor
a menor.

Comentario:

Pan se parece a Dionisos y es fácil confundirlos, tanto por su aspecto externo como por su
alma gozosa. Pan representa al Todo, al Cosmos mismo y es bueno imaginarlo cantando y
bailando con las bellas ninfas, despreocupado, inocente y juguetón. Corresponde al Tao de
los chinos el cual, como dijo Lao-Tse, es perfecto.

Pan no puede morir, aunque las malas lenguas digan lo contrario. No ha muerto, ni morirá,
pues es el Todo que incluye en su seno a la muerte, pero que a él no le toca. Son muchos
los que han querido ver su cara, como si así se le pudiera comprender, pero Pan cambia de
rostro y de canción. Es inabarcable para la mirada humana y es bueno que sea así, pues
significa que no lo podemos dominar ni manipular.

Pan va cantando por los montes y cuando pretendemos atraparlo, se pierde en el bosque y
se nos escapa. Pero escuchamos sus canciones y su embriagador caramillo con melodías
que nunca más podremos olvidar. Si no osamos controlarlo ni definirlo, tal vez se nos
aparezca y se nos entregue.

Veremos entonces que el mundo está lleno de vida, que es pura vitalidad, impulso vital decía
Bergson. Lo que creíamos inerte, como las piedras y las montañas, la Tierra misma, Todo,
vive. Las nubes también están vivas y pueden hablarnos y las plantas tienen alma, sienten y
nos dicen que la savia que las irriga es el mismo dios que late en nuestros corazones y en
los animales. Todo es Uno, nos dice Pan con su siringa y al comprenderlo, bailamos la
danza que nos enseña con sus patas de macho cabrío.

Cuando nos ponemos bajo su protección comprendemos que todas las escisiones son
artificiales y que más allá de ellas late el corazón del Uno como un sol de amor. Para verlo es
necesario salir de las categorías intelectuales aprendidas en las diferentes escuelas y
desaprender todo lo falso que encierran. Es un camino difícil que nos deja solos y a la
intemperie, pero una vez que sentimos esa solidaridad cósmica perdemos el miedo a la
muerte y a la soledad, pues estamos en y con el Todo.
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De todos los personajes de la mitología es Pan el que mejor cumple su papel de superar las
barreras terminológicas para entregarnos al flujo libre de la energía que mana del fondo
oscuro y llega hasta el cielo, inundando todo con su calor y su música. Algunos pintores lo
han reflejado en sus obras, como Van Gogh, Gauguin, Rousseau, Michaud o Pollock, entre
otros muchos. Músicos y poetas también lo han visto y han testificado a su manera. El arte y
la mística, la filosofía en sus momentos más lúcidos, como cuando Anaxágoras afirma que
“todo está en todo”, han experimentado también esa unidad en la diversidad.

Es terrible darse cuenta de que vivimos inmersos en un sueño que nos impide ver lo único
importante: a Pan cantando y bailando. Seguramente los moribundos lo ven en el último
instante, cuando ya es demasiado tarde y no pueden volver a vivir como si lo hubieran visto a
tiempo. Los niños sí lo ven, luego lo olvidan.

Todos los grandes espíritus de todos los tiempos lo han visto y nos lo han comunicado, pero
nos empeñamos en mirar para otro lado. La vida es sagrada e infinita, se diversifica en una
multiplicidad inabarcable y jamás dejará de crecer y multiplicarse. Nosotros formamos parte
de ese proceso poético y estamos llamados a darle un tono personal a la fiesta del ser. Pan
nos invita al banquete en el que celebramos la reunión de todo en uno.

Es importante tener una cosmovisión alegre y sentirse parte de esa alegría, pues eso nos
llena de gozo. Pan es despreocupado y seguro de sí mismo al tiempo que conoce y asume –
integra- su parte oscura, la Sombra. Si nos ponemos en sintonía con él, también nosotros
nos liberamos de las cargas pesadas de la culpa y de la tristeza. Como decía Schopenhauer,
a pesar de su pesimismo, la alegría es la coronación de la sabiduría.

Pan va ligero por montes y bosques, nada le atormenta, a pesar de que sabe, ¿cómo podría
desconocerlo?, que en su interior hay monstruos y abismos tenebrosos. No se abandona al
pánico de las tinieblas, como nos lo recomendaba Kant, y, por el contrario, danza sobre la
cuerda floja, como un clown olímpico.

El rostro de Pan esboza una sonrisa, como la de la Gioconda o la del Buda, con la que nos
quiere decir que está conforme con lo es y que ha alcanzado la gracia o iluminación. Esta es
la meta que tenemos los humanos y que Pan nos señala.

Actividades:

1. Intenta personificar el conjunto de los mundos como Pan.

2. Siéntete parte de ese gozoso Pan y describe lo que sientes.

3. Dibuja al divino clown entre los abismos, tocando la siringa.

4. Haz tú un número de mimo en el que eres el propio Pan.


84

ATENEA

La diosa Atenea nació de la cabeza de Zeus tras recibir un golpe de Hefestos, dios del
Fuego. Presenciaron el prodigioso evento varios dioses.

Niké le regaló una corona. Dionisos miraba a Helios, el sol, que se levantaba. Afrodita
miraba a Selene, la luna, a punto de desaparecer. En el monte Acrópolis Atenea con su
lanza compitió con Poseidón y su tridente, por ser protectora de la ciudad de Atenas.

Ganó Atenea gracias a la posesión del olivo.

Comentario:

¡Qué episodio tan hermoso y tan digno de ese evento! Nace la diosa de la sabiduría de la
cabeza de Zeus, como no podía ser de otra manera. Todo parto implica dolor, nada es
gratuito en el universo, ni siquiera en el Olimpo. Al conocimiento por el dolor, decía Esquilo;
todo lo bueno y hermoso es tan raro como difícil, sostuvo Spinoza. La sabiduría, el Logos,
sale del Uno con dolor, pues es un evento magnífico.

Un nacimiento es algo sorprendente, que nos llena de emoción y alegría, como sucede
también en el caso del Niño-Dios cristiano en el pesebre, rodeado de animales, pastores y
también de reyes con regalos preciosos. En este caso, está Niké, la Victoria, pues ha habido
un gran triunfo con el advenimiento del Logos. Se ha iluminado el universo con el
conocimiento y se ha expandido por la vastedad del firmamento, hasta los últimos rincones.

La bella ciudad de Atenas, en la actualidad llena de ruinas del esplendor pasado, tenía a esta
diosa por protectora. Tanto en el Partenón como en un templo dedicado a ella, estaban las
estatuas que el gran escultor Fidias concibió para representarla. Al parecer, ya que los
originales han desaparecido por la barbarie de los diferentes ocupantes de la ciudad, eran
muy bellas y llenas de encanto.

Desde el templo de Atenea Niké en el monte Acrópolis se ve el golfo Sarónico, la isla de


Egina, el Peloponeso, el Pireo, la isla de Salamina, el monte Aigaleos y el Poikilon, es decir
la diosa podía proteger la ciudad de cualquier peligro que viniera del mar. Se trata de un
bastión desde el cual también el rey Egeo divisó las velas negras en señal de duelo por los
jóvenes sacrificados al Minotauro y fue desde allí desde donde se arrojó al vacío cuando
creyó que su hijo Teseo también había sido vencido, aunque se trataba de un error.

Toda la roca de la Acrópolis estaba dedicada al culto de Atenea, quien poco a poco se fue
identificando a Niké (Victoria), representada sin alas para que no abandonara nunca la
ciudad. La sacerdotisa del templo de Atenea tenía que ser ateniense y nacida de padres
oriundos de la ciudad.
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El Partenón es la cámara de la diosa virgen Atenea, símbolo cultural y político de la


superioridad espiritual de Atenas, según expresión del propio Pericles. El escritor Ernest
Renan escribió una “Oración sobre el Acrópolis” en la que dice lo siguiente: “¡Oh nobleza!
¡Oh belleza simple y verdadera! Diosa cuyo culto significa razón y sabiduría, tú, cuyo templo
es una lección eterna de conciencia y de sinceridad, llego tarde al umbral de tus misterios…
El mundo no será salvado sino volviendo a ti”.

El Partenón o casa de Atenea es un templo dórico de 69,61 metros de largo por 30,86 de
ancho, con 8 columnas en cada una de las fachadas y 17 en cada lado; las columnas miden
10,45 metros con 20 canales perpendiculares cada una. Las columnas son más angostas en
la parte superior con el fin de darle más gracia, vivacidad y ligereza al edificio. También
tienen una inclinación para compensar la ilusión óptica que hace que las líneas horizontales
muy largas parezcan curvadas en el medio. En las metopas del lado este hay escenas de la
gigantomaquia, de la lucha entre dioses y gigantes; en las del lado sur, escenas de la
centauromaquia; en las del lado oeste, de la amazonomaquia y en las del lado norte,
escenas de la guerra de Troya.

Estas escenas representan la lucha contra los monstruos interiores y los peligros externos y
la victoria del derecho, la belleza y la democracia sobre las fuerzas oscuras, de la civilización
sobre la barbarie y la fealdad, en breve, de Atenea sobre Poseidón. Grecia, Atenas y Atenea
simbolizan la cordura que nos lleva por el camino de la sensatez y de la alegría. La
protección de la diosa nos impedirá caer en el caos de la locura, nos llevará hacia la mesura
sin perder la fuerza, como sucede en una columna dórica.

Atenea le gana a Poseidón la protección de la ciudad y lo consigue mediante la superioridad


espiritual, gracias a la pasión por la sabiduría y al amor por la belleza, simbolizada en el
olivo. Todo esto es lo que palpita en la Acrópolis que hizo llorar de emoción a Freud, quien
conocía bien los abismos del inconsciente y de la tentación de caer en ellos. Afirmó el padre
del psicoanálisis la conveniencia de que el Yo se sobreponga al Ello y pensó que la salud
consiste en sublimar los impulsos primarios.

Atenea brota de la cabeza de Zeus. Es el Logos divino, que compartimos los mortales. Surge
en presencia del Fuego, el Espíritu, y están presentes Dionisos y Afrodita, el sol y la luna, lo
masculino y lo femenino, la conjunción de los opuestos.

Actividades:

1. Mira un libro de arte en el que se vea el conjunto arquitectónico del monte Acrópolis.

2. Observa la figura de la diosa y siente su sabia y serena protección.

3. Escribe una oración de alabanza y gratitud por la razón.

4. Compara a Atenea con Poseidón y di quién te merece más confianza.


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POSEIDÓN

Poseidón era hijo de Cronos y Rea. En la mayoría de las versiones fue devorado por
Cronos, el Tiempo, al nacer pero luego fue salvado por Zeus. En algunas versiones de
la historia, Poseidón, como su hermano Zeus, fue salvado por su madre, que le ocultó
en un rebaño de corderos y simuló haber parido un potro, que dio a Cronos para que
lo devorase en lugar de a su hijo. Cuenta Homero en la Ilíada que el mundo fue
dividido en tres y que Zeus recibió la tierra y el cielo, Hades el inframundo y Poseidón
el mar.

Comentario:

Estamos ante una divinidad muy importante en el mundo griego, debido principalmente a la
que tiene el mar en esa región del mundo. Grecia es una península rodeada de mar y de
islas. Es un mundo marino y es indispensable tener un dios del mar, el cual es Poseidón. El
mar, como el cielo y la tierra, es un mundo esencial. Las raíces de Poseidón son tan
importantes como las de Zeus y Hades, los tres de igual rango.

Tan importante es el mar en Grecia que Poseidón y Atenea se disputaron la protección de


Atenas, ganando la diosa gracias al olivo y a las artes agrícolas, que son más vitales que el
mar. El mar aporta peces y nos lleva a otros mundos con otras culturas que pueden
enriquecernos y aportarnos claves de solución a problemas fundamentales.

Vemos en el relato que nos presenta a este dios cuántas vicisitudes tuvo que atravesar: fue
tragado por Cronos, como casi todo el mundo, pues el Tiempo lo roe todo. Salvado por su
hermano o por su madre, estuvo al borde de ser aniquilado. Todos los humanos atravesamos
por momentos difíciles que debemos superar para sobrevivir. Somos náufragos de múltiples
hundimientos y es necesario invocar la ayuda del dios del mar si no queremos perecer
ahogados.

La estatua de Poseidón que podemos ver en el Museo Arqueológico de Atenas es una de las
más bellas del mundo. En muchas fuentes de Europa encontramos otras versiones del dios
con su tridente. Hay algo terrible en este dios, cierta oscuridad que comparte con Hades y
que también tiene Zeus, aunque no se le note. Por vivir en el mar, en el fondo oscuro de las
aguas, Poseidón participa de las tinieblas y nos guía en ese submundo.

Debajo de la superficie luminosa y brillante del mar, se esconden luchas sin fin, una
oscuridad muy grande y un silencio sólo interrumpido por los aleteos de sus monstruos. El
mar se agita en su superficie, aunque hay corrientes y mar de fondo que una vez puestas en
movimiento no hay modo de detenerlas. Los que habitamos arriba debemos tener mucho
cuidado con este submundo y saber navegar en él.

Las fuerzas oscuras son tan importantes como las luminosas y conviene conocerlas para
utilizarlas en nuestro favor, como el marinero que conoce las corrientes submarinas. Lo peor
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es intentar desconocerlas o despreciar su potencia, pues un mar embravecido es algo


temible que puede hundir nuestras precarias embarcaciones. Tenemos que ser buenos
buceadores y acceder muy protegidos en su interior, pues la presión es inmensa. Pero
también es fascinante ese submundo marino, con cordilleras, abismos y repleto de seres
desconocidos.

En el fondo del mar hay civilizaciones sumergidas, como la Atlántida, barcos llenos de
tesoros que se fueron a pique en diferentes épocas, barcos de guerra aún cargados de
explosivos, seres humanos que naufragaron y se perdieron en la aguas u otros que eligieron
morir en el océano y se abandonaron entre las olas. Para Jung, el océano es el inconsciente
y esconde, en las fauces de un monstruo, la perla salvadora. El guerrero se hunde para
encontrarla. Desconocer estas profundidades y desligarse de ellas es la causa de las
neurosis.

Es bueno saber que debajo de las olas está Poseidón y que, llegado el caso, nos acogerá y
guiará por esos ignotos ámbitos atestados de monstruos. No por ser diferentes a nosotros
son menos dignos de existir y menos importantes. Tendremos que hablar con ellos y
acercarnos a sus fauces dentadas y si fuera necesario, ingresar en su interior, como le
sucedió al profeta Jonás. Tal vez posean claves que nos ayuden a vivir o a morir bien y que
nos aguardan desde siempre para sernos reveladas.

Poseidón pertenece a un mundo diferente y al mismo tiempo cercano, puesto que nosotros
tenemos también un fondo que casi nunca visitamos y que, por esa falta, perdemos. Ejerce
una gran atracción y temor pues en esas profundidades no hay luz y la presión es inmensa.
Poseidón es nuestro guía en los infiernos. Si nos habituáramos a ese medio podríamos estar
más cerca del centro, en otra dimensión, más densa, más profunda y más misteriosa.

La poeta uruguaya Alfonsina Storni fue a buscar algo al mar y con seguridad que Poseidón la
abrazó y condujo a su reino mágico. Quizás en la Atlántida yace sepultada una civilización
perdida y envuelta en el más absoluto silencio. Podría ser que estén allí encerradas las
fórmulas que buscamos para mejorar la nuestra. No sabemos lo que esconde el mar, aunque
nos fascina y horroriza, como lo sagrado.

Actividades:

1. Observa la estatua de Poseidón y cópiala con cerámica.

2. Imagina cómo será la Atlántida y qué esconde. Escribe lo que ves.

3. Inventa un diálogo entre Atenea y Poseidón para saber quién es más apto para proteger la
ciudad de Atenas.

4. Dibuja a Zeus, a Hades y a Poseidón en los tres mundos.


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HEFESTOS

Hefestos, Mercurio para los romanos, es el dios del fuego y de la forja así, como de los
herreros, los artesanos, los escultores, de los metales y la metalurgia. Era adorado en
todos los centros industriales y manufactureros, especialmente en Atenas. Hefestos
era feo, lisiado y cojo. Caminaba con la ayuda de un palo y en algunas vasijas sus pies
aparecen del revés. En la pintura se le representa cojo, sudoroso, con la barba hirsuta
y el pecho descubierto, inclinado sobre su yunque, trabajando en su fragua.

Comentario:

El dios del fuego es feo y cojo. Sin embargo, tenía suerte con las mujeres, pues nada menos
que Afrodita se enamoró de él. Como Sócrates y Sartre, compensa la fealdad física con un
encanto especial que muchos apuestos mancebos no tienen. La belleza física en los varones
los vuelve afeminados, narcisistas e ineptos para el amor. También en las mujeres puede ser
una trampa letal si se lo creen mucho. La belleza del cuerpo es un don de la naturaleza, no
un mérito personal, y sólo si se la recibe con humildad es verdaderamente buena.

Hefestos era fogoso y conocedor de las artes que utilizan el fuego, la forja de metales para
hacer armas y arados. El fuego es uno de los cuatro elementos y de los cuatro es el más
espiritual y activo. Fue Heráclito quien pensó que todo era Fuego, algo cambiante y que
jamás deja de transformarse y de transformar aquello que toca. El mundo es para este
pensador como un Fuego eterno que se enciende y apaga según medida en un ciclo
incesante.

Fue el fuego el que dio un giro a la historia humana, pues los metales llevaron la técnica a un
grado de eficacia cualitativamente superior a la de la piedra o la madera. Tanto en la guerra
como en el trabajo, los metales significaron una revolución. Los pueblos que fundían metales
conquistaron a los que no lo hacían y fueron desplazados. Se inició una era nueva, más
mortífera y agresiva que la anterior. La historia empezó a ser eminentemente sangrienta y
cruel.

Pero el fuego en sí no es violento, como no lo es ningún descubrimiento técnico, ni siquiera


la pólvora o la energía nuclear. El fuego fascinó a los humanos antes de que lo pudieran
dominar y vieron en él a un dios poderoso y protector. Quienes podían hacer fuego tenían
una superioridad sobre los otros que sólo lo admiraban y envidiaban. Producir fuego fue un
acto espiritual, como todos los descubrimientos técnicos.

El fuego fue un dios protector que daba seguridad en el hogar, el cual se constituyó,
precisamente, en torno a una hoguera. Las llamas hipnotizaban a los que las miraban
sobrecogidos de amor y de gratitud. Era el mismo calor que venía del sol, el padre celestial
que nos da la vida y que Platón comparaba con el Bien en sí. Es el máximo poder unido a la
máxima generosidad pues lo da todo sin ahorrar nada para sí.

En el útero femenino hay fuego pues ahí se gesta la vida humana y durante la gestación
recibimos ese calor que proviene del mismo origen del universo. Las mujeres tienen más
fuego que los varones y por eso, movidos por la envidia, las han rebajado y oprimido.
También en las semillas arde la luz del fuego vital. La luz vence a la oscuridad.
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En Atenas, en el ágora, está el hermoso templo dedicado a Hefestos. Desde el Partenón se


lo ve en medio de la vegetación, brillante, armonioso, poderoso. Desde abajo se divisa el
conjunto dedicado a Atenea. La luz de la razón, el fuego, resplandece en la altura y en la
planicie.

Muchos pintores, entre ellos Rubens y Velázquez, han pintado al dios del fuego, trabajando
en su fragua y constatamos que es un dios trabajador, técnico, entregado a su labor,
concentrado en su hacer. Es gracias a Hefestos que se han hecho grandes y benéficas obras
para la humanidad sufriente. La técnica puesta al servicio de la humanidad puede salvarnos.
La bomba atómica mató en Hiroshima y en Nagasaki a la humanidad y hoy nos toca
reconstruirla.

El universo entero parece componerse de Fuego y Nada. La materia es energía, es decir,


espíritu. Lo que late detrás de todo es el Fuego que ilumina la Nada. Cuando miramos el
cielo en una noche estrellada es eso lo que vemos: el fuego del Cielo en la oscuridad.
Hefestos está en el firmamento y en el corazón del ser humano, que es fuego puro

Es tarea de la humanidad mantener el fuego encendido y no permitir que se extinga en la fría


noche. Por eso, en la noche de San Juan, en el solsticio de verano se encienden las
hogueras en los campos, para que no se vaya el sol. El sol es la espiritualidad y los
campesinos de todo el mundo saben que en el cielo está el padre creador.

El fuego está en el amor y en todo lo que fomenta la vida. El calor de los cuerpos que se
atraen y buscan el encuentro sexual es fuego puro. También está en los sabios que piensan
y en los artistas que crean belleza. La pintura es color, luz, fuego. En Rembrandt la luz
resplandece de modo especial en medio de las tinieblas. En “La ronda de la noche” hay un
personaje que brilla en primer plano y que fascinaba a Yankelevitch, pues lo veía como
símbolo de la alegría vital.

El fuego consumirá nuestro cuerpo cuando ya no estemos en el mundo de los vivos. Arderá
la pira con fruición y crepitará la madera de nuestros huesos y nuestro corazón inerte habrá
ya dado de sí todo su jugo. El fuego de nuestro espíritu se reunirá, tras la muerte con el
Fuego eterno de Heráclito.

Actividades:

1. Enciende una hoguera y mira las llamas. Descríbelas.

2. Pinta el fuego y escribe un poema en su honor.

3. Ve lo que han hecho los pintores del fuego.


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ARES

Ares es el dios de la guerra. Es hijo de Zeus y de Hera. Siendo brutal y violento, amaba
a Afrodita. Provenía de Tracia, un territorio de bárbaros guerreros. A los griegos no les
gustaba este dios porque no siempre estaba de su lado, sino que a veces, en el bando
contrario. Lo consideraban veleidoso y caprichoso.

Era Ares un dios destructivo y agresivo que no se apiadaba de los sufrientes


humanos. También era quien enviaba plagas y epidemias.

Comentario:

El dios de la guerra entra en escena con ruido de metales y gritos de dolor. La humanidad no
conoce una paz duradera, pues ha estado siempre guerreando y asesinando. La era de la
civilización humana aún no comienza. Los muertos en combate son incontables, las viudas,
los huérfanos, los padres y madres con hijos asesinados también. De las guerras no ha
quedado más que dolor, aunque para algunos ha sido el modo de avanzar de la pobre
humanidad sufriente.

Heráclito el Oscuro, de Éfeso, uno de los pensadores más creativos y originales de nuestra
cultura, pensaba que la guerra es el padre-madre de todas las cosas. Quería decir que todo
está junto a su contrario y que esa dialéctica genera una estabilidad que hace que todo
devenga, fluya y cambie. Así, el día y la noche, la juventud y la vejez, se suceden en un ciclo
interminable y creador. La noche hace la guerra al día y viceversa.

También Empédocles decía que Amor y Odio son fuerzas antagónicas que construyen y
destruyen los mundos. Luchan estos dos adversarios pero no se eliminan, pues el fin de uno
implica el fin del otro. Es una guerra en la que no hay vencedor definitivo, sino más bien una
lucha eterna de contrarios igualmente fuertes. El equilibrio de los contrarios hace que no se
excluyan, sino que se necesiten y, en el fondo, se amen.

Polemos era también una deidad en Grecia y animaba las discusiones en el ágora. Sócrates,
ese incansable discutidor, decía que quien perdía una discusión ganaba una verdad, por lo
que no pretendía salir siempre vencedor. Agradecía a su contrincante si le regalaba una
certeza que antes de la conversación desconocía. Ese era el talante de los sofistas, esos
educadores magníficos que pensaban moviéndose y que no descansaban jamás en ningún
prejuicio o cliché.

La filosofía es una polémica constante con otros modos de pensamiento, pero no está
movida por la vanidad, sino por el juego y combate de las ideas. El filósofo camina ligero y, si
alcanza la maestría, danza. ¡Qué diferente a esos académicos sólo atentos a lucirse con su
erudición y sus pedantes citas! Incapaces de pensar por sí mismos, se limitan a repetir
pesadas frases de un saber muerto.
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Ernst Jünger, el guerrero filósofo, cuenta en sus diarios de guerra que para él siempre existió
un código de honor y que es propio de valientes evitar la crueldad y la venganza ciega.
Algunos personajes de sus novelas, como Teo, de El tirachinas, están poseídos por ese
ímpetu guerrero que no acepta una vida sedentaria y conformista. En este sentido, la guerra,
Ares, nos invita a crear y a superarnos.

Nietzsche es otro filósofo guerrero, en absoluto pacifista, aunque no partidario de la brutal


violencia, siempre cobarde; era amigo de las controversias que expresan y miden la fuerza.
¡Cuánto desconfiaba este pensador de los que se resistían a luchar! La vida, su principal
valor, es lucha que engendra el espíritu que se yergue hacia los dioses y quiere ser como
ellos. El solitario de Sils-Maria admiraba la fuerza que se despliega y que llamó “Voluntad de
Poder”.

Los más grandes y auténticos pacifistas, como Cristo, Gandhi o Luther King, han sido
incansables luchadores y han muerto en esa lucha. Gandhi hablaba de la lucha de los
pacíficos, que es más eficaz que la de los violentos atemorizados. En ellos no hay miedo ni
brutalidad, su fuerza brota de la seguridad y del amor a la vida. Este es el sentido que le
damos a Ares, el dios griego de la guerra.

Los Estados griegos no dejaron de luchar entre sí y contra los enemigos externos, como los
persas. Fue una guerra continua y muchas veces absurda en la que murieron y sufrieron
inútilmente miles de jóvenes. Este mismo panorama se vive después con Napoleón en
Europa y desemboca en la última gran guerra, con sesenta millones de muertos. En
nuestros días se dan guerras de exterminio tecnológicas, en las que los misiles caen sobre
poblaciones indefensas y cuyos efectos se han vuelto invisibles.

Las imágenes de Hiroshima tras la bomba atómica bastan para condenar la barbarie sin
nombre de las guerras y para decir claramente que no está ahí presente el dios de la guerra
Ares ni ningún otro dios. Lo que sucede en esas guerras es la muerte de dios en cualquiera
de sus formas y el surgimiento de la bestia cobarde y violenta. Hecha esta fundamental
distinción, sólo aceptamos como fecunda la dialéctica creadora de más vida y nunca la que
asesina seres indefensos.

Actividades:

1. Mira el cuadro de Rubens “Las consecuencias de la guerra” y compáralo con el


“Guernica”, de Picasso. Escribe un ensayo comparativo.

2. Di en qué consiste el auténtico pacifismo y el verdadero guerrero.

3. En la película de Alain Resnais “Hiroshima, mon amour” se ven imágenes tras la caída de
la bomba, compáralas con las del Holocausto o las de la guerra de Vietnam. Escribe un
ensayo contra las guerras de barbarie.
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HADES

Hades es hijo de Cronos, el tiempo devorador y de Rea. Estaba provisto de un casco


que lo hacía invisible y que los titanes se lo regalaron para sus combates. Con ese
poder pudo infiltrarse en el campamento de los Cíclopes y destruyó sus armas.

En el reparto del mundo, junto a Poseidón y Zeus, Hades recibió el infra-mundo. Este
espacio subterráneo recibía también a los muertos.

Comentario:

El señor del inframundo no debe atemorizarnos. También él puede ayudarnos a vivir y a


morir bien, a ser justos y a ennoblecer la muerte. Durante la vida sería bueno, como hace
Perséfone, descender al reino de Hades y familiarizarnos con lo que allí acontece. Incluso,
como le pasó a la hija de Deméter, llegar a amar a Hades. No es posible alcanzar una
elevada espiritualidad sin sumergirnos en las oscuras profundidades del mundo de abajo.

Los griegos lo entendieron bien: integrar la sombra es necesario para encontrar el equilibrio y
la salud. Normalmente, se la expulsa, se la niega y se la proyecta en el otro, en el que se
elige como “chivo expiatorio”, al que se le persigue y mata. Ese es el mecanismo de las
segregaciones y persecuciones étnicas. Sartre, con su habitual perspicacia y claridad, dijo
que el nazismo antisemita tiene miedo de su sexualidad y proyectan en el judío eso que
temen y odian en sí mismos. También se ha hecho con los negros, con los japoneses, con
los turcos, con los argelinos y actualmente con los inmigrantes sin papeles. También las
mujeres han sido objeto de proyección y de exclusión de lo que asusta a los varones.

Para evitar esto, es necesario reconocer la propia sombra e integrarla en la propia


personalidad, comprender que no es esencialmente mala ni perjudicial, más aún, que es
necesaria y buena para el conjunto, como lo son las raíces en los árboles y plantas. Para que
haya copa y frutos, debe haber raíces subterráneas. Dicho en palabras míticas: hay que
bajar al reino de Hades, hablar con él, ser su amigo y volver a la superficie renovados.

Dice el mito que Hades tiene un casco que le hace invisible y con eso alude al hecho de que
la muerte llega de improviso, nos sorprende y … nos mata. Esto sucede porque no hacemos
nuestra la muerte, sino que la excluimos, la olvidamos, la expulsamos y ella nos asalta. El
gran poeta Rilke nos invita, por el contrario, a acercarnos a la muerte, a vivirla y a saborearla
incluso.

Vivir nuestra propia muerte significa vivirla desde dentro y no como una extraña ladrona que
irrumpe desde fuera y nos arrebata todo. No se trata de mortificarse sino por el contrario, de
aceptar la muerte como parte inseparable de la vida, de vivificarla y de quitarle ese carácter
terrorífico.

Bajar donde vive Hades es como sumergirse en el inconsciente y buscar los tesoros perdidos
que hemos abandonado o perdido y que tienen claves de salvación para nuestras vidas. A
veces nos llegan algunos mensajes a través de los sueños, pero es conveniente bajar allí y
explorar esa morada oscura que, sin embargo, tiene otra luz. En muchos cuentos se expresa
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esta inmersión como un adentrarse en el bosque o extraviarse en él, pero siempre se sale
renovado y con bríos para afrontar la vida.

Hades, Poseidón y Zeus forman una cadena que une el mundo de abajo y el de arriba, como
la columna vertebral une los genitales y el cerebro. Lo importante es que la energía circule
por esa flauta cósmica y lo de arriba reciba el flujo de abajo y viceversa, con el fin de que se
llegue a vivir aquello la integración de los opuestos. Los hindúes situaron los chacras o
centros energéticos a lo largo de la columna, y piensan que es muy necesario que la energía
que proviene de los impulsos primarios, sexuales, ascienda hasta la coronilla y salga
convertida en luz. A su vez, esta energía espiritual debe descender y llegar hasta los
genitales para iluminarlos. Sobre esta alquimia los griegos fundaron su mitología y la
plasmaron en la piedra de las metopas del Partenón.

Señor de los infiernos, Hades, tú también eres digno de veneración y te pedimos que nos
guíes en nuestro proceso de crecimiento y de integración armónico. Mientras no
reconozcamos tu importancia, estaremos perdidos y sin fuerza para realizar una auténtica
espiritualidad. Eres tú quien también nos ayudas a luchar contra los Titanes destructores.

Orfeo, Proserpina, Adonis y Deméter bajaron al Hades y regresaron transformados. Son


intermediarios entre los dos mundos. Tan importante es entablar contacto con el Cielo como
con el inframundo. Toda la obra de Jung se dedica a mostrarnos la necesidad para los
humanos de escuchar las fuerzas del Inconsciente profundo. Están en ese sub-mundo los
Arquetipos numinosos que pueden salvarnos y ayudarnos en el proceso de individuación o
auto-realización.

El inframundo también puede interpretarse como el ámbito psíquico inconsciente que todos
compartimos y que muchos olvidan o desconocen. Los muertos habitan ese mundo que
también los vivos compartimos. Es una fuente inagotable de saber, pues ahí reside el Viejo
sabio, el Padre ancestral. También en el Hades están las fuerzas de la naturaleza que se
expresan en los impulsos primarios. También para nosotros es importante visitar este mundo
y pasar allí temporadas. El Olimpo y el Hades se complementan, como lo hacen la
espiritualidad y la sexualidad.

Actividades:

1. ¿Qué beneficios acarrea la integración de lo oscuro?

2. Dibuja la columna vertebral y ubica en ella a los tres dioses griegos.

3. ¿De qué manera se ha segregado a Hades en nuestra cultura?

4. Compara la visión griega con la cristiana en relación al mal.


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DEMÉTER

Deméter es la diosa madre. Inspira el ciclo de la vida y de la muerte en la agricultura.


Rige las estaciones que ora hacen nacer ora morir todo lo que vive. Es la protectora
del matrimonio que en la vida humana produce el ciclo de las generaciones.

Deméter y su hija Perséfone oficiaban los misterios de Eleusis. Estos ritos se


dedicaban a facilitar el proceso del nacer y del morir.

Deméter, como diosa de la agricultura, daba a los humanos el grano que germina,
muere y renace.

Comentario:

La diosa madre Tierra nos da la vida y el alimento; nos da su amor y nos recibe en su regazo
cuando sufrimos; por último, nos abraza al morir, nos acoge en su seno. De ella salimos y a
ella volvemos en el ciclo eterno de la vida y de la muerte. Es la madre tierra y la madre sol, la
que engendra en el amor. Ella nos provee de lo necesario para vivir, de los alimentos
terrestres. Su virtud principal es el don generoso de lo que ella posee, la vida y los nutrientes.

La madre es la vida misma que engendra a todos los vivientes. Es la primera célula en el
océano de la cual salieron todas las demás formas de la Vida hasta nosotros y más allá; es el
primer átomo que se abrió en la inmensidad del firmamento y que nos contenía a todos; es la
divinidad que se esparce en infinitos mundos y que juega en el devenir. Es cada semilla,
cada flor y cada hembra; es el campo que aguarda la simiente y que dará los frutos en
sazón, el árbol florido que atrae a los pájaros y a los insectos para la diseminación y la
fecundación.

La madre permanece divina a pesar del momento de desencantamiento y de cerrazón a lo


sagrado en el que vivimos. Hoy en día, en el que la mayoría se enorgullece de ser no
creyentes, aunque sólo creen en el dinero y otras ilusiones semejantes, el culto a la madre, a
Deméter pervive de formas soterradas. La Navidad en pleno solsticio de invierno rinde culto
de modo inconsciente al renacimiento de la vida, a la madre que engendrará una vez más al
Niño.

Deméter o Ceres es una deidad vinculada a las estaciones, a la siembra y a la cosecha, a la


espera y a la recogida, al cultivo de la tierra que nos entrega el grano. Es la diosa de la
agricultura y del ciclo de nacimiento, muerte y resurrección. Era este proceso de la vida-
muerte-vida el que inspiraba los rituales de los Misterios de Eleusis que, como su nombre lo
indica, han permanecido en el más completo secreto.

El más grande misterio es el de la vida misma. En medio de ese misterio estamos los
humanos, escribiendo y pensando y tú, intrépido lector que has llegado hasta aquí, leyendo y
pensando también en qué es esto tan extraño de encontrarse viviendo sin saber bien qué
hacer con la existencia y al mismo tiempo con la urgencia de encontrar un sentido a la
misma. Imagino, pues nadie lo sabe con certeza, salvo los que vivieron en directo aquellos
Misterios y que nada escribieron y no están aquí para preguntarles, que en aquellos ritos se
vivía algo parecido a las misas cristianas.
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El dios que muere y renace y que, además lo hace en la forma simbólica del pan y del vino,
corresponde a esos Misterios eleusinos, donde tal vez era la hija de Deméter, Perséfone, la
que moría y renacía junto con las estaciones del año. También en cada ser humano se
produce este proceso de forma espiritualizada y a lo largo de las diferentes etapas de la
existencia: en el nacimiento, en el paso de la pubertad, en la procreación, en el paso a la
vejez y finalmente en la última transformación, la muerte. En todo momento, vida y muerte
son las protagonistas que van entretejiendo el bello tapiz de la existencia.

Puedo imaginar que en aquellos misteriosos rituales se rendía culto a la vida y a su eterno
volver gracias a la muerte. Tal vez el vino o el cereal fermentado inducía a las sacerdotisas y
a los oficiantes en estados de embriaguez adecuados para la participación en ese proceso
de resurrección que implica la superación de la dualidad vida-muerte. Las bacanales en
honor del dios del vino eran también ritos de fecundación de la tierra y en ellas se realizaban
actos sexuales cuyo poder mágico contagiaban a la naturaleza para que no dejara de
renacer tras el invierno.

En La Montaña Mágica, genial novela de Thomas Mann, hay un episodio que tiene que ver
con todo esto. Hans Catorp ha subido al sanatorio a visitar a su primo enfermo y le
encuentran la misma enfermedad y esto le permitirá encontrar el sentido a su vida. Durante
una tarde de invierno, sale con sus esquíes a dar un paseo y le sorprende una tormenta de
nieve. Hay un momento en el que se extravía y teme lo peor. Estaba ya entregado a su
suerte cuando una alucinación lo salva: ve a una sacerdotisa sacrificando a un animal. Lo
hace en un templo griego, sobre un altar donde yace el animal ensangrentado y en el fondo
brilla el mediterráneo. Esta imagen le permite encontrar el camino de regreso al sanatorio y
salvar su vida. Como todos los grandes símbolos, permanecen enigmáticos aunque los
podemos interpretar y dar sentido. Entiendo que es la muerte la que le impele a revivir.

El mito de Deméter y de Perséfone nos ayuda a vivir, a morir y a renacer. Es lo que todos
los seres vivos tenemos que aprender a hacer. Las plantas y los animales lo hacen natural e
inconscientemente; los humanos nos animamos a hacerlo con el ejemplo del mito.
Perséfone se hunde en el Hades durante el invierno y Deméter la reclama hasta que regresa
en la primavera. ¿Por qué es así y no la vida eterna? La vida eterna no vive porque no muere
y es gracias a la muerte que hay renovación.

Ahora imaginemos un campo labrado de trigo o de viñedos. Los campesinos han acudido
para la cosecha. Hay mucho color y alegría. Se recogerá el regalo de la tierra, la
multiplicación de los panes, el milagro del don. Habrá fiestas y bailes en honor de la diosa
madre. Después todo quedará en paz y en silencio. La nieve cubrirá los surcos para que
descanse la tierra y se prepare la resurrección primaveral. He aquí el gran misterio.

Actividades:

1. ¿Qué similitud encuentras entre la Virgen María y Deméter?

2. Pinta un campo a punto de ser cosechado.

3. Escribe un poema en homenaje a Deméter.


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ASCLEPIOS

Asclepios, Apuleyo para los romanos, era el dios de la Medicina. El más importante
santuario de este dios estaba en Epidauro, donde se desarrolló una escuela de
medicina. Sus símbolos eran dos serpientes enrolladas en un bastón, piñas, coronas
de laurel, una cabra o un perro. El más común es el de la serpiente, animal que vive
tanto sobre la tierra como en su interior. Asclepios tenía el don de la curación y
conocía el poder de las plantas medicinales.

Comentario:

Aprovechemos para visita Epidauro, donde está el gran teatro y el santuario del dios de la
medicina. Quizás estas dos actividades estén relacionadas desde que Freud nos revelara la
realización simbólica como catarsis terapéutica. Pero antes de entrar en estos temas
espinosos, miremos el paisaje. Las montañas verdes y poderosas se levantan como senos
de Deméter hacia el cielo límpido. Nuestra alma se estremece al ver la cercanía de los
humanos y los inmortales en esa tierra “pobre, pero con alma”, como decía Machado de
Castilla. Grecia es eso, el encuentro de lo humano y lo divino en la Razón.

Páginas memorables escribió Henry Miller sobre este santuario griego en uno de sus mejores
libros, El coloso de Marussi. Allí, no por casualidad, recuperó la salud del alma que había
perdido en Nueva York y en París. En Grecia sintió la fuerza de la vida que busca el espíritu
y que celebra la boda entre los opuestos. Fue en Epidauro precisamente donde experimentó
esa alegría que se desprende de la reunión de lo que estaba escindido y por fin se
encuentran.

Volvamos al dios de la medicina y al sanador, al chamán que conoce las sustancias de la


tierra y sus poderes curativos, a esa figura benefactora de la humanidad dolorida inspirada
en Asclepios. Es una deidad supremamente importante pues cuando estamos aquejados de
un dolor, físico y psíquico, lo que más imploramos y valoramos es esa magia curadora. Si el
médico consigue aliviarnos sentimos su poder como el más dulce y si no lo consigue,
anhelamos que nos redima la propia muerte. Por eso Asclepios era también el dios de la
muerte, entendida como la mejor medicina en casos extremos.

Es célebre el episodio relatado por Platón en su Fedón en el que Sócrates a punto de morir
se descubre y pide a sus amigos que sacrifiquen un gallo a Asclepios. El gran hombre
comprendió que la muerte lo salvaría del dolor provocado por la decepción ante los hechos
que lo condenaron a muerte y vio a la Parca como una liberadora. Después, Nietzsche no se
lo perdonó y lo acusó de nihilista. Pienso que el sabio griego quiso rendir homenaje al poder
curativo de Asclepios, sea en la forma de remedio o de veneno, no tanto porque no amara la
vida –que la amaba-, sino porque sólo la muerte podía en ese momento realzar su valor.

Asclepios, simbolizado por una serpiente, conocía las plantas medicinales, pues las
serpientes reptan por la superficie y también van a las raíces. En las plantas hay todo cuanto
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necesitamos para vivir bien y en caso de necesidad, para morir bien, como le sucedió a
Sócrates con la cicuta. En el Amazonas hay todavía un universo por descubrir, aunque los
nativos conocen todo lo imprescindible para combatir enfermedades o para comprender
mejor el mundo, como es el caso del yagé, sustancia curativa y sagrada que sale de la
ayahuasca y que nos puede transportar a otros mundos para mejor vivir en éste. Hay plantas
maestras que nos ayudan a comprender la inmensa riqueza de este mundo.

El buen médico se deja guiar por Asclepios y su labor curativa es a través de la verdad y del
amor. La mayor parte de las dolencias humanas son debidas a la falta de estas dos
medicinas. Al engañarnos a nosotros mismos y al no permitirnos el amor en cualesquiera de
sus formas nos enfermamos y hacemos daño a los demás. Asclepios y sus oficiantes nos
devolverán la salud y la alegría, que brotan del amor y de la verdad.

Más arriba aludimos a la relación entre teatro y curación y ahora desarrollaremos esa idea.
Aristóteles sostuvo que la tragedia era una forma de catarsis o liberación de energía
contenida. Freud usó el método catártico para curar las histerias, deshaciendo el nudo
traumático que ocasiona el síntoma. La doctora Sechehaye en su libro La realización
simbólica, cura a una joven aquejada de esquizofrenia mediante la re-vivencia dramatizada
de su infancia.

Paracelso decía que sólo con y por el amor se puede curar. Si la enfermedad es un camino
hay que aprovecharla para crecer, abordando la crisis como una oportunidad para solucionar
la inmadurez. Sólo un buen médico, un artista y sabio sanador que conozca a fondo el alma
humana podrá guiarnos por ese camino de salvación. Los signos imprescindibles de salud
son la alegría y la capacidad de amar y estas cualidades debe tenerlas el buen médico.

Asclepios inspiró a Hipócrates, ese médico ejemplar que defendió la vida como el primero y
más importante valor. A partir de ahí hay que procurar una vida buena, que es la del sabio,
es decir, guiada por la razón vital. La cordura o razonabilidad es mucho más que la razón
utilitaria o instrumental, pues brota del fondo mismo del alma y de la vida.

Thomas Mann, en su Montaña mágica, nos enseña a ver la enfermedad como algo que nos
saca de la indiferencia de una vida plana y mecánica y nos puede llevar, si la sabemos vivir y
superar, hacia una mayor comprensión y libertad. Si no nos mata, nos hará crecer, y esto es
lo que un buen discípulo de Asclepios debe procurar.

Actividades:

1. Describe lo que consideras un estado saludable y los caminos que nos conducen a él.

2. ¿Has aprovechado alguna enfermedad de tu vida para crecer? Describe tus impresiones.

3. Infórmate sobre el código hipocrático y señala sus características.

4. Di si has conocido un verdadero terapeuta.


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Conclusiones:

Podríamos seguir indefinidamente comentando mitos o figuras de los mitos pero, igual que
en la interpretación de los sueños y del mismo inconsciente de las personas, conviene
detenerse para emprender otras tareas. Nos quedan muchos episodios y personajes
importantes que no hemos comentado, pero así dejamos espacio para que lo hagan otros,
quizás tú mismo, amable lector.

Hemos aprovechado lo principal de la mitología griega para explayar nuestras propias


fantasías y ocurrencias, como un ovillo interminable que vamos desenrollando. Como Teseo,
vamos así buscando la salida del laberinto, aunque parece que es infinito y que, por lo
mismo, no tiene salida.

Como Ulises, buscábamos llegar a la tierra de origen, Ítaca, donde suponíamos que
podríamos por fin descansar, pero nos hemos dado cuenta a tiempo de que es el camino lo
verdaderamente relevante y de que la patria perdida es irrecuperable. Son las múltiples
aventuras y desventuras que nos van sucediendo en las que consiste el humano deambular
por el mundo.

Cada mito nos ha abierto el horizonte para descubrir más de nosotros mismos y de la vida.
Sabemos que nunca sabremos todo, sino siempre a medias y que, por lo mismo, nuestro
viaje no terminará nunca. Los mitos son la mejor manera de navegar sabiendo que jamás
llegaremos a la claridad completa.

Hemos entrado en el laberinto, nos hemos extraviado y hemos constatado la ambivalencia y


la duda, hemos experimentado los encantamientos de Morgana y de Circe, hemos combatido
al Minotauro y, como Teseo, hemos sobrevivido. También nos han pasado cosas
maravillosas, como encontrar a Psique, ver a Diana en su baño, volar junto a Dédalo, realizar
hercúleas proezas, recibir la protección de Atenea y tantas otras que no es necesario
enumerarlas todas.

Reviviendo los mitos griegos hemos podido constatar que el mundo humano está hecho de la
textura de los sueños y que no es posible ni necesario salir hacia una realidad distinta. La
ciencia misma es mitología de otro tipo. Como la araña que habita su tela y no puede ni
quiere escapar de ella, los humanos vivimos envueltos en mitos. No es el entendimiento la
facultad más importante, sino la imaginación creadora, que lo incluye y supera.

Como conclusión quiero hacer mías las ideas de Edgar Morin en su libro Los siete saberes
necesarios para la educación del futuro, cuando afirma que “la verdadera racionalidad
conoce los límites de la lógica, del determinismo, del mecanicismo; sabe que la mente
humana no podría ser omnisciente, que la realidad comporta misterio; ella negocia con lo
irracional, lo oscuro, lo irracionalizable; no solo es crítica sino autocrítica.”
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Bibliografía

CAILLOIS, R. (1988), El hombre y el mito, México: Fondo de Cultura Económica.

CAMPBELL, J. (1994), Los Mitos, Barcelona: Ed. Kairos.

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WIKIPEDIA: algunos relatos de los mitos tratados están inspirados, resumiéndolos y


simplificándolos, en la información de la enciclopedia virtual Wikipedia.

ZAMBRANO, M., (1992), El hombre y lo divino, Madrid: Siruela.


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