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Pensar el estado en México Hoy

Por Omar Villarreal Salas

Introducción

La pregunta general que guía mi investigación tiene que ver con el modo particular
en que el estado se hace efectivo en México hoy: cuáles son las prácticas que, articulándose
en estrategias complejas, le permiten sostener su legitimidad y su poder en medio de hechos
como los ocurridos en Iguala en 2014. Intento sostener que lejos de aparecer como un
“estado fallido”, el modo de darse del estado en México resulta eficaz en cuanto al control
territorial y poblacional, en una coyuntura en la que sus acciones u omisiones, resultan
productivas para el tráfico de drogas y de armas, y para la operación de otros negocios
transnacionales extractivistas de carácter legal.
Retomo el caso de Iguala como telón de fondo o como punto de partida, pues
aunque no es el único caso que me interesa, si es un caso paradigmático. Y esto es porque
los ataques de la noche de Iguala fueron perpetrados por un poder o fuerza altamente
centralizado y con gran capacidad de coordinación, que es capaz de combinar fuerzas
oficiales de coerción con fuerzas criminales –paraestatales, si se quiere- en la ejecución de
un tipo de violencia letal y masiva. La forma más o menos centralizada y coherente de
dicho poder se extiende al interior de las instancias judiciales de investigación e impartición
de la justicia que articularon una serie de prácticas que tácticamente permitieron el
encubrimiento de los hechos y de sus perpetradores, como sucede en muchos otros casos en
el país. El caso permite ver entonces la figura de un conjunto de prácticas ejecutadas
coordinadamente entre estas fuerzas, cuyas relaciones internas no conocemos. La unidad de
estas prácticas emana de un poder letal que combina una multiplicidad compleja de
recursos legales y extralegales, los cuales son puestos en práctica para controlar un
territorio y a su población con un alto grado de eficacia, manteniendo la opacidad en cuanto
a sus fines.
De manera que las fronteras entre lo legal y lo extralegal; entre cuerpos policiacos y
militares de múltiples órdenes y fuerzas del crimen organizado, se diluyen en una síntesis
que se constituye como anomalía en la economía simbólica del Estado de Guerrero. De allí
la relevancia de la frase Fue el Estado, que los padres de familia de los 43 desaparecidos y
las bases sociales que los acompañan han acuñado como consigna en la persecución de sus
demandas. Si bien esta frase hace visible uno de los puntos nodales de la cuestión: el del
involucramiento de fuerzas policiales municipales en los ataques; también requiere de una
explicación profunda. Al traer a cuestión esta consigna no pretendo descalificarla. Todo lo
contrario, creo que dentro de ella hay una profunda inteligencia, que no es mera sabiduría
popular fetichizada en algún tipo de folclor, sino que emerge de las experiencias de los
pobladores con aquello que llamamos el estado, con sus modos efectivos e históricos de ser
en sus vidas. Por eso mismo creo necesario acompañar esta consigna con mucha reflexión,
llevar al límite las implicaciones que ella contiene, para comprender no sólo el modo
particular en que se ejerce el poder y la coerción desde las instancias del gobierno; sino
también cómo son significadas y representadas estas prácticas de gobierno.
En términos generales y en una forma apenas preliminar, pretendo situarme en
perspectivas teóricas que abordan el problema del estado por fuera de las teorías clásicas de
las ciencias jurídicas y políticas. Acudo en primer lugar a la conceptualización general
acerca del poder que subyace en la obra de Michel Foucault, la cual se contrapone a la idea
de la soberanía estatal en su versión clásica, fundamentada en la ley y la ciudadanía
universales. Mi intención –no en este ensayo, aclaro; pero sí a lo largo de mi tesis- es poner
en diálogo las ideas de este autor acerca del poder con las perspectivas antropológicas y
etnográficas que en los últimos años se han producido alrededor del tema del estado. Acudo
en este sentido a las ideas de Philip Abrams, Timothy Mitchell y Akhil Gupta quienes han
destacado con sus planteamientos. Propongo que las nociones foucaultianas acerca del
poder podrían empatar con los planteamientos de la antropología del estado, y que en
conjunto podrían constituir una herramienta teórica adecuada para comprender el modo
efectivo de darse del estado mexicano hoy, en la coyuntura del caso Ayotzinapa.

La conceptualización del poder en la obra de Michel Foucault

En la primera parte de Vigilar y castigar, Michel Foucault da cuenta de una


redistribución en la economía del castigo, ocurrida en Europa y Estados Unidos entre los
siglos XVIII y XIX, la cual estaría asociada a la desaparición del suplicio. Él lo expondrá
en estos términos: “en unas cuantas décadas, ha desaparecido el cuerpo supliciado,
descuartizado, amputado, marcado simbólicamente en el rostro o en el hombro, expuesto
vivo o muerto, ofrecido en espectáculo. Ha desaparecido el cuerpo como blanco mayor de
la represión penal.” (Foucault, 2009, pág. 17). El autor apunta dos procesos: por un lado
desaparece el espectáculo punitivo, es decir, el castigo deja de teatralizarse; por otro lado se
anula –o mejor, se atenúa- el dolor infligido en los cuerpos en forma directa. Este doble
proceso daría pie al nacimiento de la prisión como institución punitiva privilegiada dentro
del marco de una nueva anatomía del poder que Foucault identifica con el surgimiento de
las disciplinas.
A pesar de estos procesos de atenuación –que Foucault estudia exclusivamente en
los centros del poder hegemónico colonial- cabe destacar cuán cuidadoso es el autor en
señalar que la práctica del suplicio y su espectacularización no han dejado de estar
presentes en estas sociedades, del todo. Y recomienda que:

“Hay que situar los sistemas punitivos en cierta “economía política” del cuerpo:
incluso si no apelan a castigos violentos o sangrientos, incluso cuando utilizan los
métodos “suaves” que encierran o corrigen, siempre es del cuerpo de lo que se trata
–del cuerpo y de sus fuerzas, de su utilidad y de su docilidad, de su distribución y de
su sumisión.” (Foucault, 2009, pág. 34)

Señalará que el cuerpo está directamente inmerso en un campo político. En otros


textos combatirá la idea de una supuesta naturalidad del cuerpo: dirá cuán impregnada de
historia está la experiencia corporal (Foucault, 1979, pág. 15); y reconocerá la emergencia
de una anatomopolítica del cuerpo humano (Foucault, 2011, pág. 129), que produce –a
partir de los dispositivos de saber acerca de la sexualidad, particularmente- una serie de
mecanismos disciplinarios cuyo propósito sería la fragmentación del cuerpo, su
reconstitución y la redistribución de sus fuerzas, para hacer emerger nuevas subjetividades
acordes al régimen que surge con la Modernidad, dando además el trazado de nuevas
técnicas de regulación que el autor identifica en conjunto como una biopolítica de la
población.
Ahora bien, esta gran redistribución en los mecanismos del poder sugiere una
trayectoria entre regímenes de poder, de la que el autor dará cuenta más adelante en sus su
curso en el Colegio de Francia de 1977 a 1978, publicado con el título de Seguridad,
territorio y población. Caracterizando los dispositivos de seguridad como última fase de
esa trayectoria distinguirá entre el sistema legal que rigió en la Edad Media, cuyo
funcionamiento penal consistiría en sancionar leyes y fijar castigos –el suplicio corporal
aquí incluido; el segundo sería el sistema disciplinario que pondría el acento en la
vigilancia y la corrección más que en el castigo corporal; y el tercero sería un sistema de
seguridad que en resumen basaría su actuar en el cálculo de costos y probabilidades de la
penalidad, fijando los límites de lo aceptable, más que una serie de castigos. Sin embargo,
una vez más la cautela del autor nos señala que entre estos tres sistemas o regímenes:

“No tenemos de ninguna manera una serie en la cual los elementos se suceden unos
a otros y los que aparecen provocan la desaparición de los precedentes. No hay era
de lo legal, era de los disciplinario, era de la seguridad. No tenemos mecanismos de
seguridad que tomen el lugar de los mecanismos disciplinarios, que a su vez hayan
tomado el lugar de los mecanismos jurídico legales. De hecho, hay una serie de
edificios complejos en los cuales el cambio afectará, desde luego, las técnicas
mismas que van a perfeccionarse o en todo caso a complicarse, pero lo que va a
cambiar es sobre todo la dominante, o más exactamente, el sistema de correlación
entre los mecanismos jurídico legales, los mecanismos disciplinarios y los
mecanismos de seguridad.” (Foucault, 2018, pág. 23)

En ese mismo texto, Foucault identifica cada régimen con sus propias técnicas de
control, así como con sus objetos privilegiados. De modo que al sistema de la ley le
corresponde la soberanía, el poder del soberano sobre un territorio; lo que este último sería
al poder soberano, lo sería el cuerpo para el poder disciplinario, con sus técnicas de
vigilancia y corrección; finalmente, y no sin el desarrollo de técnicas de saber que
emergerán de la economía política, estaría la población: objeto privilegiado de las técnicas
caracterizadas como dispositivos de seguridad y que darían forma a un poder
gubernamental. Siendo fieles a la cautela y a la meticulosidad que caracterizan al autor, se
puede decir que de la soberanía a la gubernamentalidad hay pues, un largo trayecto de
técnicas, saberes y objetos que se entrelazan unos con otros. Nunca se sustituyen, sino que
se encabalgan, resaltándose unos sobre otros en cada nueva fase, perfeccionándose como
prefiere decir el autor “complicándose”.

Aterrizando una pregunta de investigación con los conceptos de Foucault

Ahora bien, retomé aquí en estos breves párrafos algunos aspectos clave de la
conceptualización general sobre el poder en la obra de Michel Foucault con el propósito de
echar luz sobre la pregunta acerca del modo particular en la que el estado se hace efectivo
en México hoy en la conjetura prefigurada por los ataques en Iguala en 2014, por la guerra
anticrimen y por la militarización del país. Se trataría entonces de pensar el caso con estas
ideas, o pensar estas ideas a la luz del caso. Pues ambos trayectos son productivos: por una
parte, propongo aquí que las ideas de este autor acerca del poder pueden –tras una revisión
crítica- ser útiles para dar cuenta de cómo el estado mexicano es capaz de mantener su
legitimidad en medio de esta coyuntura caracterizada por graves violaciones a los derechos
humanos; por otra parte, el caso mexicano por las implicaciones contenidas en él,
habilitaría una reformulación conceptual importante de lo que se ha pensado en términos
generales acerca del estado y del poder.
Dentro de este marco, comenzaría entonces por apuntalar algunas preguntas.
Pensando en los trayectos que Foucault delinea, tanto para la evolución de la penalidad
corporal del suplicio al encierro, como para las técnicas y objetos implicados en este
trayecto, así como para el trayecto que va desde un régimen de soberanía a uno de
gubernamentalidad, cabría preguntarse desde México, desde la formación histórica de los
estados latinoamericanos, ¿cómo es este proceso de cambios e incorporaciones de técnicas
varias? ¿Cuáles son sus objetos y qué forma toma el concierto de técnicas de control y
regulación que se dirigen a ellos? ¿Cuál es la forma del poder soberano, del poder
disciplinario y del poder gubernamental en la historia de los estados latinoamericanos y
concretamente en México? Y mejor aún, ¿qué forma precisa toman sus encabalgamientos,
sus enlazamientos en la coyuntura actual? Y por lo tanto, ¿qué tipo de subjetividad con
respecto al ejercicio del poder emerge de dichos enlazamientos? Estas son sin duda
preguntas generales obligadas para un análisis profundo y con un corte histórico de larga
temporalidad. Debo decir aquí que no emprenderé un análisis así, sino que solamente las
apunto solo como marco general para situar mi propio proyecto, mi propia pregunta. En un
modo más concreto, ésta tiene que ver con las prácticas de gobierno que permiten a los
núcleos de poder –mencionados en la conjetura de esta investigación- controlar y regular
territorios y poblaciones en el medio de una economía delictiva, siendo el estado un
participante en ella y al mismo tiempo que sostiene el mínimo de legitimidad política al
exterior y al interior del país: ¿cuáles son las estrategias y tácticas que emplea en ello?
¿Cómo podrían clasificarse? ¿Qué tipo de cesuras podríamos introducir para dar cuenta de
ellas? Pues por un lado las hay del orden legal, tanto como las extralegales. Las hay del
orden coercitivo, tanto como las del orden exclusivamente discursivo. En ese sentido, la
conceptualización general del poder que subyace en la obra de Michel Foucault aporta una
clave: la posibilidad de pensar estas prácticas por fuera del candado que impone la
discusión sobre el estado desde las ciencias jurídicas y políticas, así como desde la
sociología. En este sentido, en Vigilar y castigar, él apunta que se trataría de “analizar los
métodos punitivos no como simples consecuencias reglas de derecho o como indicadores
de estructuras sociales, sino como técnicas específicas del campo más general de los demás
procedimientos de poder.” (Foucault, 2009, págs. 32-33).

Las prácticas que se pretende analizar

Para ponernos en contexto reproduzco aquí las palabras de un joven del estado de
Guerrero, cuya familia fue desplazada por la violencia que se vivía en su comunidad:

Del diario era uno, dos, tres muertos. Eran las seis de la mañana y ya el periódico
estaba anunciando que muertos en tal parte. En la región, en Coyuca de Catalán hay
un internado para los chicos de la sierra que está cerca: aparecían en las mañanas
hieleras, y hasta tenían miedo las personas de abrir las hieleras porque eran cuerpos,
partes de cuerpos. Los que sufrían más en ese entonces eran los taxistas. Diario eran
taxistas, colgados en no sé… en lugares públicos muy concurridos como los
puentes, como el centro de Altamirano. En ese entonces estaba La Familia y parte
de Los Caballeros Templarios. Había toques de queda. En la noche ya no podías
salir, por los grupos armados. Porque aparecían los cuerpos con pancartas, con
anuncios. Y ahí era dónde se decía: a partir de las nueve de la noche, no se podía. A
partir de las nueve de la noche ya no, no podías salir. Los que salían aparecían al
otro día decapitados. Normalmente era eso: decapitados. Y con el recordatorio.
También en lo que yo recuerdo… yo estudié en la preparatoria número ocho, de
Ciudad Altamirano. Era una prepa normal. Entonces una vez se llevaron a los chicos
así… los reclutaron para ser los llamados halcones. Se identificaba a un halcón
porque eran los únicos que podían tener una motocicleta Italika. Compañeros de
preparatoria, entre ellos una mujer. Que los reclutaron para ser halcones. A uno de
ellos se lo llevaron del campo de futbol. A la otra, no supe cómo la reclutaron,
pero… iba normal a la escuela; pero la terminaron matando los contrarios. El grupo
contrario. Ella estaba embarazada y la mataron a pleno día en el centro de
Altamirano. Le desfiguraron el rostro. La identificaron por los tatuajes que tenía. Y
a los otros dos los mataron enfrente de su casa, con el tiro de gracia. Así… no es de
que quisieras o no. Si entrabas ya sabías que en algún momento ibas a morir. Porque
era difícil entrar… permanecer… sin que los contrarios no te asesinaran. Y si no
aceptabas, pues en ese momento te mataban. Los halcones son los que cuidan
ciertos puntos de la zona. Y ellos indican qué tipo de coche, qué carro entra a la
zona. Si son hombres o mujeres. Si van acompañados, solos. O si entraron
contrarios a la zona. Llevan armas y también… en algunos casos el cambio de
mercancía. O sea, la venta de mercancía. Eran por pagos. Cantidades no las supe.
Cuando se quiso poner orden, estaba en ese entonces el PRD. Pero le llegaron
avisos al presidente municipal. Eso fue hace tres o cuatro años. Recuerdo que él fue
el que ha querido poner orden. No recuerdo el nombre del presidente, pero quiso
poner orden… duró en el poder en su presidencia, como un año y lo mataron. Por lo
mismo. Y se le llegó con ese aviso: que nadie puede poner orden más que el grupo
armado. Y lo mataron a él y a su cuñado. Y se avisó… o sea lo iban a velar normal.
Pero avisaron que no lo velaran porque si lo velaban, iban a llegar e iban a matar a
quien estuviera ahí. En Altamirano, en Coyuca de Catalán. Coyuca de Catalán ya se
estaba volviendo a ser ciudad. Pero cuando empezó eso de las cuotas, muchos
lugares cerraron. Hay muchas casas que están bonitas, grandes así... Pero ya no vive
nadie ahí. Locales… en Altamirano había un cine; pues igual… cerró. El cine cerró
por lo mismo de que las cuotas eran muy altas; terminaron matando a dos de los
hijos del dueño del cine y cerraron. Si va uno ahora a Altamirano ya son muy pocas
las personas que viven ahí. Los locales ya no son igual como antes. Ya hay menos
puestos y así. Y sí, dónde ven que tiene un puesto… no sé… una marisquería o algo
así… productos que se están vendiendo bien… es donde luego hay problema; donde
piden las cuotas.

Este breve relato da cuenta de una serie de prácticas que de algún modo procuran el
control del territorio y de la población en algunas localidades del estado de Guerrero y otros
puntos del país. De modo que entenderé aquí la ejecución pública y su espectacularización,
el levantamiento de personas con o sin desaparición forzada, el reclutamiento forzado de
jóvenes para actividades delictivas, la extorsión a funcionarios públicos de nivel local o a
personas comunes, el cobro de cuotas a negocios privados, que en conjunto derivan en el
desplazamiento forzado de poblaciones, como prácticas de control territorial y poblacional.
Prácticas coercitivas ciertamente, ilegales también se podría decir, pero que de alguna
manera se encabalgan con otras prácticas y estrategias que se emprenden desde las
instancias oficiales del estado, con fines de ocultar los núcleos de poder desde los cuales las
primeras emanan. Me refiero aquí al ocultamiento de pruebas en las instancias de
investigación ministerial, a la presentación de testimonios obtenidos al menos bajo
sospecha de tortura en procesos judiciales, a la desincentivación de la denuncia de muchos
de estos delitos –mediante prácticas de amenaza, velada o directa- por parte de funcionarios
públicos, al montaje de escenarios delictivos y siembra de pruebas en casos paradigmáticos
como el de Iguala.
Propongo que estos dos conjuntos de prácticas se articulan con propósitos de ocultar
el poder o el conjunto de poderes de los cuales emanan, ocultando así las relaciones que
hay entre ellos. Propongo además que un análisis de estas prácticas, de sus posibles
articulaciones y con los materiales empíricos adecuados, podría dar cuenta al menos del
contorno, de la figura que compone la articulación de poderes criminales y estatales, como
los que se pusieron en práctica en los ataques de Iguala y en el posterior encubrimiento de
los hechos y de sus perpetradores. Para este análisis, la perspectiva foucaultiana del poder
aparece sumamente útil, dada la clave esencial –señalada anteriormente- que nos permite
poner atención en los mecanismos efectivos del poder y sus articulaciones, más que en los
fundamentos ideales del poder estatal –la ley, por ejemplo. Por otra parte, las características
del caso mexicano nos ayudarían a emprender una reformulación de la teoría misma, la del
poder y la del estado. En primer lugar habría que dar cuenta de cómo poderes soberanos,
asentados en un territorio, con capacidad coercitiva extralegal, se articulan con un poder
gubernamental nacional, supuestamente fundamentado en la legalidad. ¿Qué forma toma
esa articulación? ¿A qué tácticas recurre para fundamentar su legitimidad? Propongo a
continuación algunos ejes analíticos que a lo largo de la investigación será necesario
abordar y clarificar con ayuda de las ideas del autor: las relaciones históricas entre
diferentes formas y grados de ilegalismo y delincuencia con los poderes de gobierno; la
noción de policía en Foucault nos lleva a pensar en qué medida el estado mexicano con la
presencia o ausencia de sus fuerzas coercitivas, en coordinación efectiva con grupos
armados paralegales pone en práctica recursos que incrementan su poder en los territorios y
sobre las poblaciones; cómo se confronta y relaciona el nacimiento de una biopolítica
articulada desde el poder gubernamental desde el periodo posrevolucionario de
institucionalización del país con la tanatopolítica de los poderes soberanos regionales o
locales –que yo llamaría microsoberanías- que al servicio o en relación con ese poder
gubernamental, son capaces de masacrar o desaparecer a poblaciones enteras en dichas
localidades; sin duda este último punto se articularía además con el problema de la raza, o
del racismo de estado, en el sentido de la línea que demarca quien vive y quien muere a
juicio del poder soberano, quién tiene y quien no tiene la ciudadanía plena. No queda
espacio aquí para resolver estos ejes. Son sin duda, el trazo de un plan maestro que queda
por resolverse.

Trabajos citados
Foucault, M. (1979). Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.
Foucault, M. (2009). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI.
Foucault, M. (2011). Historia de la sexualidad. La voluntad de saber (Tomo I). México: Siglo XXI.
Foucault, M. (2018). Seguridad, territorio, población. México: Siglo XXI.

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