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El Cambio de Nombre en la Legislacion

Peruana y la interminable espera del cambio


de mentalidad de la sociedad.
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Ramón Álvarez nació en 1981. Su nombre nunca le desagradó, al menos durante gran parte
de su infancia; sin embargo, a partir de 1993, estando en primer grado de secundaria, las
cosas empezarían a cambiar. Ramón, para aquella fecha de 12 años, empezó a ser
molestado continuamente en el colegio, más que por su nombre en sí mismo, por lo que
éste evocaba. Como muchos sabemos, en el programa cómico mexicano “El Chavo del
Ocho”, resalta la figura de Don Ramón, quien se caracteriza, entre otras cosas, aparte de
por su irresponsabilidad a la hora de asumir el costo por el arrendamiento de su vivienda,
por su notoria delgadez. En un inicio fue este último aspecto por el que se empezó a molestar
al delgado preadolescente; insultos como “tripa escurrida”, ”lombriz de agua puerca” o
“esqueleto” se hicieron comunes, insultos los cuales conforme pasaron los años, fueron
subiendo de tono para adquirir un carácter menos pueril y más ofensivo. Así pues,
empezaron a llamarlo, de forma sistemática y generalizada, vago, beodo, conchudo, cochino
y un sinfín de diatribas asociadas al personaje que hacía Ramón Valdez.

El personaje de nuestra historia, al sentirse violentado en extremo, a la vez que desprotegido


por el acoso del cual era víctima (en aquel tiempo, como increíblemente muchos aún lo
piensan, el acoso escolar era considerado un “juego de niños o jóvenes”), pensaba
recurrentemente en cambiarse de colegio, pero al considerar que al lugar que vaya, siempre
estaría “condenado” a ser llamado por su nombre, analizó otra posibilidad bastante más
drástica: el cambiarse de nombre.

El Código Civil peruano de 1984, respecto de lo señalado, enuncia:

Art. 29.- Nadie puede cambiar su nombre ni hacerle adiciones, salvo por motivos justificados
y mediante autorización judicial, debidamente publicada e inscrita.
El cambio o adición del nombre alcanza, si fuere el caso, al cónyuge y a los hijos menores
de edad.

En vista de lo citado, ¿qué opciones tendría nuestro amigo Ramón? Antes de absolver la
interrogante, pasemos a precisar algunos conceptos. En primer lugar señalemos que el
nombre viene a ser la designación mediante la cual se permite identificar a una determinada
persona y distinguirla de quienes la rodean, el mismo que posee dos componentes: el
prenombre y los apellidos, así por ejemplo, si mi nombre es Carlos Muñoz Inga, mi
prenombre será Carlos y mis apellidos las dos palabras siguientes. Complementando lo
dicho, el Tribunal Constitucional mediante sentencia de 20 de abril de 2006, contenida en el
EXP. N° 2273-2005-PHC/TC enunció una serie de características que ostenta el nombre,
cuales son:

1. Es obligatorio tenerlo y usarlo.


2. Es inmutable, salvo casos especiales
3. No es comercial, puesto que es personalísimo
4. Es imprescriptible, aunque se deje de usar, se haya empleado uno más o menos erróneo
o se utilice un conocido seudónimo
5. Permite la identificación, individualización y la pertenencia de una persona a una familia.
De lo antedicho, a primera vista pareciese que Ramón estuviera “sentenciado” a conservar
y obviamente a usar su nombre, no obstante, conforme a lo enunciado en el segundo
numeral en concordancia con el Art. 29 del Código Civil, podría modificarlo por motivos
justificados y mediante autorización judicial. Ahora bien, ¿qué debemos entender por
motivos justificados? Citemos nuevamente lo señalado por el máximo intérprete de la
Constitución en el expediente arriba citado, específicamente el vigésimo considerando: “Se
puede decir que una persona tiene un motivo justificado para realizar cambio de nombre
cuando se le ha asignado uno extravagante o ridículo, que sea móvil para la burla de terceras
personas, con la consiguiente afectación de su tranquilidad y bienestar. Asimismo, podría
proceder el cambio de nombre de una persona que es homónima de un avezado y famoso
delincuente o de una persona que ha sufrido escarnio público, pues tales coincidencias le
impedirían realizar normalmente sus actividades cotidianas, por las continuas
discriminaciones o temores de los que sería víctima”. Analizando la primera parte de lo
citado, tengamos presente que hay una serie de nombres que pueden recibir el calificativo
de ridículos o extravagantes; tan es así que en los Registros Civiles se han registrado, valga
la redundancia, nombres de superhéroes norteamericanos como Superman o Batman, de
terribles desastres nucleares como “Chernovil” (evidentemente mal escrito), de artistas
marciales (o eso creerían quienes los eligieron) como “Brusli” o “Chucnorris”, de síndromes
como “Sida” u otros de lo más pintorescos como “Reydripley”, “Gonometro”, “Garfield”,
“Ecologito”, “Obesita”, “Obeso”, “Papalindo”, “Papanoel”, “Papadiamantopo”,
“Santapaciencia” y el curioso caso de una persona a la que le pusieron “O”, así a secas. Si
bien en estos casos el cambio se ve justificado de forma indubitable, debe analizarse
también el contexto particular en el cual se desenvuelve y desarrolla una determinada
persona. Así pues, puede ocurrir que alguien se sienta conforme con un nombre excéntrico,
por ejemplo, el caso de una persona que tiene como prenombres a dos personajes de las
películas de Silvester Stallone, léase “Rocky Rambo”, y que se siente a gusto con los
mismos, muy probablemente debido a que no es víctima de ninguna clase de mofa.

Respecto de la segunda parte de lo citado por el Tribunal Constitucional, léase la homonimia,


traigamos a colación el caso de una persona que siguió la carrera de Filosofía y que se
especializó en la rama política de la misma, la cual una vez terminados sus estudios, a partir
de los años noventa se desempeñó como catedrático en varias universidades públicas tanto
de Lima como del interior del país; esta persona respondía al nombre de Abimael Guzmán
(homónimo del máximo líder de “Sendero Luminoso”), quien durante su etapa universitaria
en la violenta década de los años ochenta, vio vulnerados sus derechos fundamentales por
el Estado-a través del Poder Judicial, la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas y otros- al
considerar, pese a la notoria diferencia de edad, que se trataba del autoproclamado
“Presidente Gonzalo”, siendo detenido-u ordenado detener-en diversas ocasiones, sufriendo
cárcel efectiva, incomunicación, vejaciones, torturas y humillaciones.

A tenor de lo señalado, la Justicia como tal, no ha permanecido indiferente ya que mediante


Decreto Supremo Nº 015-98-PCM se aprobó el Reglamento de Inscripciones del Registro
Nacional de Identificación y Estado Civil, en cuyo Art. 33 se lee:

Art. 33.-

La persona no podrá tener más de dos prenombres. No podrán ponerse prenombres que
por sí mismos o en combinación con los apellidos resulten extravagantes, ridículos,
irreverentes, contrarios a la dignidad o al honor de la persona, así como al orden público o
a las buenas costumbres, que expresen o signifiquen tendencias ideológicas, políticas o
filosóficas, que susciten equívocos respecto del sexo de la persona a quien se pretende
poner, o apellidos como prenombres.
El Registrador es la persona autorizada para denegar las inscripciones que se soliciten en
contravención de lo dispuesto en el párrafo anterior de este artículo.

Podemos apreciar como a través del articulo transcrito, el Estado interviene directamente en
la esfera de los ciudadanos, a fin de cautelar la correcta asignación de los nombres; así pues
analizando la norma, nombrar a alguien “Cesar Augusto Valerio”, estaría prohibido al tratarse
de un nombre compuesto por más de dos prenombres; que a una persona que tenga como
apellido “Fuertes”, le pongan de prenombre “Dolores” estaría también prohibido por la
evidente y por decirlo menos risible combinación que claramente afectaría a quien lo porte.
Lo que si nos pareció confuso, es lo enunciado en las líneas siete y ocho, referido a la
prohibición de colocar nombres que expresen o signifiquen tendencias ideológicas, políticas
o filosóficas. Consideramos que una de las formas en que esto podría producirse, era que a
la persona registrada se le coloquen el nombre y el apellido de un personaje relacionado a
una tendencia ideológica (Karl Marx por ejemplo), política (Benito Mussolini) y/o filosófica
(Immanuel Kant), lo cual evidentemente evoca no solamente a las tendencias referidas, sino
y principalmente a la persona o personaje. Sin embargo, aquí más que un tema de fondo se
podría apelar a uno de forma pues si tomamos el ejemplo del autor de la “Critica de la Razón
Pura”, tendríamos el siguiente nombre: Immanuel Kant y los dos apellidos del nombrado,
tomando unos aleatoriamente tendríamos el siguiente nombre: Immanuel Kant Perez
Zuñiga, lo cual evidentemente iría en contra de lo enunciado en la primera oración del Art.
33, al igual que los otros dos ejemplos dados.

Si lo que la norma quiere evitar es lo ejemplificado, la misma nos parece correcta, así
también que se eviten nombres como “Democracia”, “Liberalismo” o “Existencialismo”, los
cuales, sobre todo el primero, que puede tener un propósito loable, podrían coadyuvar a la
befa hacia quien lo porta.

Retomamos la confusión que nos causa el Art. 33, en el sentido de qué nombres
podríanestarvetados.Así “Lenin”, “Trotsky”, “Stalin”, “Sadam”, “Mao”, “Suharto”, “Slobodam”,
“Pinochet” (este último apellido al igual que Stalin), no podrían ser registrados, en cambio,
hay otros que en principio sí podrían serlo pero que por un contexto determinado podrían
ser motivo de reparos por parte del Registrador. Así el nombre “Alan” o “Víctor Raúl”
estuvieron “censurados” durante el segundo quinquenio de los años ochenta debido al
desastroso gobierno aprista, así como no existe registrador que cuestione por qué los
progenitores tendrían la intención de colocarle “Abimael” a su hijo. En ambos casos, más
que por un tema legal, el funcionario público podría poner reparos en base a su experiencia,
al sentido común y también, vale decirlo, a causa de sus propios prejuicios. Por otro lado,
que pasaría si unos emocionados padres primerizos desean ponerle a su hijo “José Carlos”
por los prenombres de Mariátegui o “Alberto Kenya” por el ex presidente Fujimori, ¿el
registrador podría alegar que estaría vedado debido a que evocan a personajes de la historia
peruana que directa o indirectamente están ligados a una determinada ideología o postura
política? Nosotros consideramos que se trataría de una exageración, procediendo la
prohibición cuando se trate del prenombre y el apellido del personaje, tal como señalamos
en líneas precedentes.

En el Art. 33 se señala además que no podrán colocarse nombres “que susciten equívocos
respecto del sexo de la persona a quien se pretende poner, o apellidos como prenombres”.
Al quedar el segundo de los enunciados bastante claro, pondremos un pequeño ejemplo del
primero. Este es el caso de Priscilla Laguna, quien desde pequeña recibió una educación
sumamente religiosa. Al quedar embarazada de su primer hijo y al sentirse más identificada
que nunca con el catolicismo, ya que recientemente había sido captada por el Opus Dei,
decidió colocarle el nombre de la persona a quien más admiraba: Juan Pablo II, sin embargo,
muy respetuosa ella de las formas, al registrarlo decidió ponerle el nombre real del sumo
pontífice fallecido en 2005, es decir, Karol (por Karol Wojtila), lo cual llevó a que desde muy
temprana edad, Karol Serna Laguna, fuera víctima de innumerables y constantes burlas.

En esta línea de hechos, señalemos un caso bastante paradigmático. Se trata ahora de la


Sra. Espezua quien para honrar una promesa hecha a su mejor amiga de infancia y madrina
de bodas, decide ponerle el nombre de ésta a su primera hija- por eso es que los
primogénitos según los entendidos son considerados, a riesgo de ser especista, “conejillos
de indias” por parte de sus padres-colocándole el nombre de “Anita”; sin embargo la
primogénita no fue mujer sino un varón, por lo que la señora, quien siempre honraba sus
promesas, decidió ponerle “Anito”, o más bien dicho, intento hacerlo pues cuando se dirigía
a inscribir al recién nacido, el Registrador tuvo un particular reparo para con el nombre, pues
textualmente señalo: “Señora por favor, ¿cómo se le ocurre poner un nombre así?, ese
nombre es un diminutivo y no se pueden registrar, así que el nombre quedara como “Ano”.
Increíble, pero cierto.

Lo cierto también es que el artículo que hemos venido analizando de forma pormenorizada,
fue derogado mediante Decreto Supremo Nº 016-98-PCM publicado el 29 de abril de 1998,
lo cual generó muchas críticas, al señalar los entendidos que al no intervenir el Estado, a
pesar del evidente paternalismo, sobre una adecuada asignación de los nombres, los futuros
registrados se encontrarían en una evidente indemnidad frente a la enorme discrecionalidad
de sus progenitores, postura con la cual concordamos.

Retomemos ahora la pregunta planteada al inicio del presente texto: ¿Qué podría hacer
Ramón Álvarez para cambiar su nombre? En primer lugar y desde lo formal tendría que
presentar una serie de documentos cuales son:
1. Partida de nacimiento o en su defecto partida de matrimonio o de divorcio.
2. Copia del Documento Nacional de Identidad del solicitante (es decir de Ramón)
3. Documentos que vengan a acreditar de forma fehaciente y convincente el o los motivos
para cambiar de nombre.

Así pues, en la demanda a presentarse ante el Órgano Jurisdiccional, se tendrá que


argumentar en forma detallada las causales para cambiar de nombre. En este punto
detengámonos un momento. Si bien en el caso del hijo de la Sra. Espezua, el motivo del
cambio de nombre es más que evidente, en el caso de Ramón Álvarez no quedaría tan claro,
pues el nombre tal cual, no es en sí mismo ofensivo o extravagante, por ello, al accionarse
ante la Judicatura, en el escrito tienen que consignarse las razones por la cuales el nombre
“Ramón” significa un daño para el personaje de nuestro relato. Se deberá relatar entonces
el contexto en el cual se desenvuelve Ramón, la forma en la cual es víctima de burlas
sistemáticas y generalizadas, las consecuencias del acoso, pudiendo acreditarse esto último
con exámenes psicológicos firmados obviamente por un psicoterapeuta, demostrándose de
esta forma como son violentados sus derechos fundamentales como los contenidos en el
Art 2 de la Carta Magna, referidos al derecho de la persona a su identidad, a su integridad
moral, psíquica y a su libre desarrollo y bienestar (numeral 1), al honor y a la buena
reputación (numeral 7) y a la paz, a la tranquilidad y a gozar de un ambiente equilibrado y
adecuado al desarrollo de su vida (numeral 22).

Tengamos en cuenta también otro punto desde lo procesal, referido a la falta de una norma
que precisa la vía procedimental y el Juzgado competente para conocer de las pretensiones
de cambio de nombre lo cual ha originado la expedición de resoluciones judiciales
contradictorias, pues para algunos (tanto para los justiciables como para los encargados de
administrar justicia) el competente para conocer la referida pretensión era el Juez de Paz
Letrado, tramitándose la pretensión en la Vía de Proceso No Contencioso, mientras que
para otros, el competente era el Juez Civil; pese a ello, el Pleno Jurisdiccional Regional Civil
de 29 de marzo de 2008 vino a aclarar este tema al señalar que para el Cambio de Nombre,
es competente el Juez Especializado Civil en Vía No Contenciosa.

Finalmente, cuando es admitida la solicitud, el juez competente ordenará que se realice la


publicación en el Diario Oficial “El Peruano” y en un diario local autorizado para estos
efectos, por lo que el interesado deberá entregar como prueba los ejemplares del periódico
donde conste la publicación en el tiempo que ordene el juez. La fecha para la audiencia de
actuación y declaración judicial deberá darse en un plazo no mayor de 15 días útiles; una
vez que se lee la sentencia, el juez pregunta al solicitante si está de acuerdo y de ser
afirmativa la respuesta, entonces la sentencia quedara consentida.

En base a lo relatado y al ser el espacio escolar uno bastante problemático pues alberga a
seres en pleno desarrollo tanto físico como emocional, es fundamental el monitoreo por parte
de los maestros en colaboración con los propios alumnos a quienes se les debe enseñar a
no permanecer impasibles o neutrales cuando un compañero es maltratado.

Al ingresar a la universidad en 2000 a la carrera de Sociología, Ramón, aún de contextura


delgada, conoció a personas de diverso tipo, alternando más con un grupo de pares que
compartía su gusto musical por el punk rock. Al ser aquel, admirador acérrimo de “The
Ramones” muchos empezaron a relacionar su nombre con el vocalista de la banda, el
también delgado, Joey Ramone, aunque como podemos vislumbrar no lo relacionaban por
esta característica física. Es así que, en base a su nombre, una vez más, durante toda su
vida universitaria le llamaron también “Ramonero”, “Sedated” (en alusión a la canción “I
wanna be sedated” interpretada por el grupo), o “Punk” a secas, siempre de forma cariñosa
y de buena fe lo cual viene a reforzar lo ya señalado de como el medio ambiente puede
afectar de forma positiva o negativa el desarrollo de la persona

Actualmente Ramón tiene 32 años, está casado tiene un hijo y otro en camino. Su
primogénito tiene como nombre “Johnny” (mítico guitarrista de “The Ramones”) y al que
viene en camino, que ya sabe que será varón, le encantaría ponerle “Dee Dee” (bajista de
la banda punk), sin embargo el temor siempre presente de la burla por parte de “los otros” y
el comprobar que a pesar de tanto tiempo transcurrido, la sociedad en general pareciera no
aprender que burlarse de los demás no solo no es ético sino que también ilegal, parece
decantarse por el nombre de su suegro, “Mario”, a la espera que cuando tenga su tercer
hijo, aquella haya evolucionado o al menos haya intentado hacerlo.

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