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Tradiciones

La historia del obi como un elemento decorativo a la hora de vestir el kimono data de principios del
Período Edo (1603-1867). Hasta finales del Período Momoyama, en 1603, el obi fue un cordón fino
sin más, una tela que se enrollaba alrededor del kimono y cuya única función era más bien práctica:
evitar que éste se abriera. Entonces, tanto hombres como mujeres ataban sus obi al frente, a la
espalda, o incluso a un lado, según el gusto personal de cada uno y según las modas de la época. Sin
embargo, a partir de mediados del Período Edo (1603-1867), cuando el kosode tomó la forma que
tiene la vestimenta tradicional japonesa hoy en día y el obi empezó a ensancharse, y con ello su
importancia como un elemento estético dentro del conjunto empezó a hacerse más vital. Entonces
la moda cambió y el obi pasó a ser atado al frente, como aquellos que se mostraban en los dibujos
ukiyo-e.

La leyenda dice que el motivo por el que el obi se ensanchó tanto durante ese período fue porque
hubo un famoso onnagata (actor de kabuki especializado en interpretar papeles femeninos) que, al
ser muy alto, necesitaba un obi muy ancho para parecer más bajo de lo que realmente era. Otra de
las explicaciones que se dan fue que al crecer la longitud de las mangas y colgar casi hasta los
tobillos, el obi estrecho que se utilizaba entonces quedaba ridículo con un quimono así, por lo que
tuvo que ensancharse para que el conjunto siguiera manteniendo la estética y la proporción.

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