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La polifonía semántica y académica sobre la sociedad civil organizada

Mauricio Hernández Pérez1

Esta primera parte del capítulo propone algunas líneas conceptuales sobre las nociones de sociedad
civil sin que con ello exista una pretensión teórica sino más bien una descripción y revisión del
asunto de manera no exhaustiva para, desde allí y desde la diversidad de enfoques, procurar
reflexiones conducentes a caracterizar la sociedad civil “en clave criolla”. En una primera parte se
hace una revisión a las concepciones “clásicas” sobre la sociedad civil para posteriormente
caracterizar la sociedad civil en Colombia y llegar así a unas conclusiones relacionadas con el papel
que tendrá la misma (tanto la organizada como la no organizada o “de corta duración”) en lo
concerniente a la ratificación de los acuerdos alcanzados entre las Farc-ep y el gobierno nacional a
través del plebiscito refrendatorio.

1. Sociedad civil: una noción mentada desde diferentes orillas

Con el concepto de sociedad civil sucede lo que con otros tales como participación, democracia y
derechos humanos: que son empleados excesivamente en la arena política, en los medios de
comunicación y en la academia sin que necesariamente exista una definición precisa ni una
delimitación exacta de sus atributos que permita, a quienes se refieren a ello, contar con certeza de
que se habla de lo mismo. Cada definición constituye un acercamiento, pero no es per se, un
concepto definitivo. En otras palabras, con la idea de sociedad civil si bien ha habido avances
teóricos interesantes, no deja de presentarse una incomprensión o, por decirlo en otros términos,
existe una comprensión imperfecta del asunto.

Mary Kaldor en su ya clásico estudio sobre la sociedad civil señala la particularidad que se tiene al
momento de procurar definir este término

la ambigüedad del concepto proviene de su significado mutable a lo largo del tiempo, que
surge de varios factores: el contenido o alcance cambiante del término; lo que no era; la
tensión entre las implicaciones normativas y descriptiva, idealista y empírica, subjetiva y
objetiva del concepto; y el énfasis relativo de lo privado y lo público o de lo individual y
lo social. (2005, pp.32-33)

1
Filósofo y Magister en Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia. Diplomado en Cultura de Paz de
la Universidad Autónoma de Barcelona (España). Docente de tiempo completo del Programa de Negocios y Relaciones
Internacionales de la Universidad de La Salle. Correo electrónico: mhernandezp@unisalle.edu.co /
mahernandezpe@gmail.com

1
Por esto mismo, “el teórico contemporáneo tiene un abanico de conceptos de los que derivar su
propia versión” (Kaldor, 2005, p.32). Si bien para la autora la expresión sociedad civil siempre ha
estado asociada a la formación de un tipo particular de autoridad política, lo que pareciera evidente
es que la sociedad civil aparece como un concepto que es resultado de su espacio y su tiempo; y es
por ello que se ha producido un prolífico bloque de literatura tanto a nivel nacional como
internacional que da cuenta de la vastedad del mismo. Es, por decirlo menos, un concepto “en
reciclaje” que se encuentran renovando y pensando constantemente, y por ello mismo cae dentro
del relativismo y de una suerte de polifonía semántica o lo que en política comparada se conoce
como “estiramiento conceptual”.

Sin ánimo de ser exhaustivos, al momento de pasar revista a algunas de las visiones sobre la
sociedad civil se hace posible desentrañar algunos de sus atributos.

Parte de los orígenes del planteamiento (siguiendo la idea de Kaldor en tanto que la Sociedad civil
guarda relación con un tipo de autoridad política) se podría encontrar en las ideas expuestas por
Platón en La República donde el Estado ideal cuenta, dentro de sus funciones, con el control de las
pasiones. Aristóteles hace lo propio en su reflexión sobre el zoon politikón en cuanto miembro de
la polis.

Los modernos (Rousseau, Hobbes y Locke) presentaron sus consideraciones sobre la sociedad civil
en términos de su teorización a propósito del estado de naturaleza, mientras que para Kant la
“insociable sociabilidad” planteaba algunas sobre la tensión humana entre su inclinación a
socializarse (asociarse) pero también a aislarse (atomizarse).

Pero quizás la reflexión más prolífica y profunda de lo que se podría entender por sociedad civil
fue presentada por Hegel en su Filosofía del Derecho en donde muestra la relación dialéctica entre
sociedad civil y Estado (distinción esta que previamente no se entablaba claramente y que fue
tomando mayor forma conforme el Estado-nación evolucionaba). Para Hegel, la sociedad civil no
aparece solo como el gran logro de la era moderna (como el telos de la historia) sino como el
escenario de la contradicción (Ortiz, 2008).

Esta idea de contradicción es reforzada posteriormente por Marx en su Crítica de la Filosofía del
Estado de Hegel, en donde la sociedad civil es concebida bajo la perspectiva de un campo de batalla
en el marco de las relaciones de explotación y dominación. La sociedad civil es vista como un

2
espacio de antagonismos que aparece en el teatro de la historia, pero como un estadio hacia el telos
de la historia misma: el comunismo (Ortiz, 2008).

Visiones contemporáneas de la sociedad civil y desde una perspectiva internacional, prestan


especial atención a las variadas formas de asociación, organización y manifestación como se
muestra a continuación:

Figura 1: sociedad civil – Formas diversas sectoriales y organizacionales

Fuente: Tongeren, et al. (2005, p.8).

Para el autor (como se observa en la figura 1), cada sociedad cuenta con sus propias formas sociales
de organización y en este sentido sugiere que el concepto de sociedad civil debe incluir otras
disposiciones organizacionales y no solamente ONG sino que estas contemplan un amplio espectro
que van desde instituciones oficialmente constituidas hasta pequeños grupos comunitarios. A este
sentido de asociación se suma la idea de capital social, toda vez que la agrupación se presenta en
la medida en que existen valores, tradiciones y redes de trabajo comunes que permiten la
cooperación y coordinación entre la gente y así, la sociedad civil comporta una visión
“maximalista” en la que se reconoce la pluralidad de opiniones, intereses y valores que existen
dentro de la sociedad materializada en la conformación de grupos y colectivos sociales (Tongeren,
2005).

3
Desde una perspectiva regional, se llegó a sostener que

Las organizaciones que surgieron a partir de los años sesenta ayudan a formar el cuadro de
instituciones y actividades extragubernamentales que los latinoamericanos llaman la
sociedad civil. Comprende una variedad de instituciones, desde asociaciones de
productores, cooperativas y juntas de acción comunal hasta sindicatos, fundaciones,
asociaciones de padres de familia, grupos vecinales y de pastoral social, y gremios. Estas
organizaciones actúan simultáneamente como amortiguador entre el Estado y el ciudadano
común, y como púlpito privilegiado desde el cual el ciudadano se hace oír al unir su voz a
otras que comparten sus preocupaciones. (Vance, 2011, p.27)

A partir de la revisión presentada se hace posible identificar a la sociedad civil como un escenario
de fragmentación (atomización) de la sociedad como un todo, y en el que se sucede la agrupación
(asociación) en relación a ámbitos de interés trayendo consigo variadas maneras de organización
conducentes a la búsqueda de propósitos dinamizados por orientaciones que guardan relación con
el Estado y en la que intervienen múltiples actores sociales.

2. Una sociedad civil “en clave criolla”2

Se ha vuelto un lugar común tanto por parte del ciudadano de a pie como desde ciertos círculos
académicos asegurar que si algo ha caracterizado a Colombia es su democracia (en comparación
con otros países de la región), muestra de ello se ve reflejado en el sistema de elecciones regulares,
la libertad de voto y el régimen de sistema de partidos que favorece la pluralidad. Por supuesto,
advertir que es un lugar común no significa que ello se corresponda con la realidad y, mucho menos,
que no sea objeto de debate.

Sin embargo pareciera que por ello mismo (y un poco desde la perspectiva de Keane, 1993), fuese
un lugar común señalar que los sistemas verdaderamente democráticos son aquellos que se
fundamentan en una cultura política de la sociedad civil; es decir, que las democracias sólidas se
evalúan en términos de cómo la sociedad civil actúa en las mismas.

Cuando se indaga por el papel de la sociedad civil en el contexto colombiano se asocia éste en
relación directa con el conflicto armado interno y con los múltiples actores (regulares, irregulares,
institucionales, etc.) que se encuentran involucrados en el mismo. Esto trae consigo que se

2
La expresión “en clave criolla” ha sido tomada del texto de Jaramillo y Torres (2015) en el que, a propósito de pensar
una Comisión de la verdad para Colombia, los autores acuñaron esta expresión para dar cuenta de las características
que la misma contaría para nuestro contexto.

4
desdibuje, minimice o relativice la función de la sociedad civil en las interacciones entre Estado y
sociedad a través de temas disímiles a la conflictividad armada de vital importancia y que guardan
relación con lo social, lo económico, la cultura, el medio ambiente, entre otros aspectos que
involucran a la ciudadanía. Esta situación se presenta por las particularidades de nuestra historia
política que se ha visto acompañada por una violencia directa y cuya manifestación a través de la
vía armada oculta una violencia de orden estructural y sistémica hasta ahora en deuda de ser
tramitada, y que ha impedido dar cuenta sobre el ser y el accionar de la sociedad civil en terrenos
diferenciados al del conflicto armado interno.

Mal haríamos en desconocer la ventana de oportunidad dispuesta por la Constitución política de


1991 que estableció instancias diferenciadas y complementarias de participación a través de su
título IV en donde no solamente se dispuso al plebiscito como mecanismo de participación, sino
que se instituyó la libre asociación a través formas que, en lo que llevamos hasta aquí descrito, se
identifican como parte de la sociedad civil a la criolla.3 Sin embargo la persistencia de un conflicto
armado interno ha impedido que la Sociedad Civil sea pensada en clave diferenciada en su reacción
a problemáticas derivadas de la guerra, y que tareas asociadas a la limitación del poder del Estado,
el ejercicio del control democrático, el suplir las deficiencias producto de la desidia estatal y en
definitiva, la defensa para que los intereses de los ciudadanos sean tenidos en cuenta sean vistas
como accesorias.

A este respecto valdría la pena traer a colación un trabajo crítico a propósito de la manera en que
los medios de comunicación tramitan e informan sobre la categoría “sociedad civil”. En este
ejercicio analítico se ha señalado que lo que ha venido ocurriendo, para el caso colombiano, es una
invisibilización y ambigüedad en la concepción de ésta pues las noticias que refieren a ello
muestran que cuando se comunica sobre sociedad civil

se le asocia con agrupaciones de vecinos, asociaciones (de pensionados, de mujeres), grupos


de campesinos, los clubes sociales, los centros de estudios de los partidos políticos,
negritudes, grupos étnicos, sectores (religiosos, comunitarios, viviendistas), sindicatos,
gremios, cámaras comercio, juntas de defensa civil, veedurías comunitarias. (Marín, 2011,
p.93)

3
Específicamente la carga magna en su título IV, capítulo 1 refiere: “asociaciones profesionales, cívicas, sindicales,
comunitarias, juveniles, benéficas o de utilidad común no gubernamentales” (Const., 1991).

5
pero que más allá de esto, se nombran otros actores que no son necesariamente organizaciones de
la sociedad civil como

las juntas administradoras locales, escuelas, consejos de rehabilitación, campañas… la Red


de Solidaridad, Naciones Unidas, el Departamento Nacional de Estadística, el Banco
Interamericano de Desarrollo, BID, la Unión Europea, el Programa por la Paz. De hecho,
algunas de las nombradas son instituciones del Estado a nivel local, otras nacionales e
incluso organizaciones intergubernamentales. (Marín, 2011, p.93)

En su momento, El Informe de Desarrollo Humano para Colombia consideró que por sociedad civil
podría referirse el

conjunto de asociaciones voluntarias que no son parte del Estado y sin embargo ejercen
alguna forma de poder social… los partidos políticos, los medios de comunicación, la
empresa privada, los gremios, los sindicatos, las iglesias y las ONG, en general se
consideran parte de dicha sociedad. (PNUD, 2003, p.447)

Lo anterior pareciera indicarnos tres cosas: primero, que existe una gran pluralidad sobre cómo
entender la sociedad civil en términos de su composición (casi que sociedad civil es el agregado,
la masa, la reunión de personas); segundo, que se hace difícil pensarla (y por ello mismo comunicar
o dar cuenta de la misma) en términos diferenciados al conflicto armado interno4 y, tercero, que no
por ser polifónico y elástico el concepto de sociedad civil este es vacío, retórico o carente de
sentido. Por el contrario, se trata de un concepto problemático, y por ello mismo, debatible, rico y
abierto a múltiples consideraciones, lo que lo convierte en un escenario de permanente reflexión y
construcción.

De todas maneras es innegable que en el caso colombiano la sociedad civil ha trabajado


activamente por la paz a través de diferentes formas y manifestaciones: “Comunidades de paz,
laboratorios de paz o territorios de paz, entre otras formas de asociación… con el apoyo de
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, nacionales e internacionales” (Ramírez,
2012, p.309).

4
Quizás una aproximación interesante hacia un intento de definición general la encontramos en Archila para quien la
Sociedad Civil puede concebirse como aquel espacio que “históricamente se va diferenciando del Estado, en el que
convergen individuos y grupos que desarrollan distintos intereses y diversas formas de interacción que van desde la
solidaridad y la cooperación hasta el antagonismo y el conflicto” (2006, p.10).

6
Si bien no es objeto del presente escrito realizar una crítica al trabajo de la sociedad civil se hace
necesario señalar, a guisa de inventario, que en ciertos escenarios se ha sostenido que el país cuenta
con una sociedad civil fortalecida y más exactamente que

Colombia tiene una sociedad civil dinámica que, en medio de la adversidad que se presenta
por la limitación de derechos fundamentales a la libre asociación, a la participación y a la
libertad de expresión, ha jugado un papel vital en el fortalecimiento de la democracia en el
país, la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos, la implementación de
iniciativas de desarrollo innovador y la lucha contra la corrupción. Ejemplo de ello, es que
una vez se inició en el año 2013 el diálogo entre el gobierno nacional y las FARC (Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia), para buscar una solución negociada que ponga fin
a más de 50 años de conflicto armado, las OSC han respaldado la salida dialogada al
conflicto y han gestionado espacios propios de reflexión y análisis para contribuir a un post
acuerdo. (Semana internacional de la sociedad civil, 2016, párr.3)5

En otros escritos hemos dispuesto que la presencia histórica de la sociedad civil en Colombia ha
sido tan fuerte como débil (Hernández, 2010) y que es mucho más apropiado referirnos a “oleadas
de la sociedad civil” a propósito de su trabajo e impacto en el quehacer frente al conflicto armado
interno.

Otros trabajos por el contrario (Ramírez, 2012), han sido mucho más críticos al momento de pensar
una eventual relación de causalidad entre sociedad civil y niveles de violencia indicando que el
papel de aquella es débil frente a la mitigación de éstos; y que si bien se reconoce la existencia de
una sociedad civil en Colombia, no es del todo clara su incidencia en la disminución del conflicto
armado interno lo cual es contrastable a través de estudios de caso en perspectiva comparada6.

En esta misma línea crítica, se ha sostenido que “La sociedad civil ha sido ignorada; tanto el Estado
como la insurgencia hablan en su nombre, pero nadie representa verdaderamente sus intereses”
(Ortiz, 2008, p.118); sin embargo, se destaca una creciente capacidad de convocatoria y
movilización7.

5
La Semana Internacional de la Sociedad Civil (ICSW), es una reunión mundial (la primera versión se dio en 2013)
para que líderes, innovadores y representantes de las organizaciones de la sociedad civil y la ciudadanía en general se
comprometan constructivamente en la búsqueda de soluciones comunes a los retos mundiales. Colombia, y
específicamente Bogotá, fue sede de esta reunión en su última versión desde el 25 y hasta el 28 de abril de 2016.
6
Para este caso en particular, el estudio se centra en el examen del trabajo de la sociedad civil en la disminución de la
violencia en el Magdalena Medio y el Valle del Cauca durante el periodo comprendido entre 1998 y 2001.
7
De esto da cuenta el loable trabajo del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) y su seguimiento sobre
las movilizaciones a través de su sistema de georreferenciación y base de datos DATAPAZ.

7
A este respecto, el maestro Jesús Antonio Bejarano, al momento de plantear sus reflexiones sobre
el concepto de sociedad civil, reivindicaba la idea de que más que procurar un concepto sobre la
misma lo que suele hacerse es referir lo que esta hace. En esta línea, planteaba que independiente
de lo que por ella se entienda, quedan aparentemente claras sus funciones (y con ello sus prácticas)
entre las que cabe mencionar:

mediación política; contrabalance de poder respecto del Estado; vehículo de participación


de los ciudadanos; promoción de la cohesión y la igualdad sociales; contribución al
fortalecimiento del sentido de comunidad y de pertenencia democrática; promoción de la
enseñanza, el aprendizaje y la socialización de normas y valores; estimulación a la
pluralidad y la convivencia; promoción de la capacidad de acción de grupos sociales.
(Bejarano, 2011, p.202)

Ante este recorrido se hace posible desprender la idea de que la sociedad civil (en clave criolla)
podría entenderse como un mecanismo conducente a incentivar la democracia (como deber ser y
en un sentido amplio) que permite a su vez, tanto a actores estatales como no estatales, responder
ante la sociedad por sus acciones (o inacciones). Sin embargo queda la dificultad expresa de que
aun cuando la sociedad civil exista, actúe y se fortalezca ello no implica que haya mayores niveles
de democracia.

3. ¿Y al fin de cuentas qué?

Lejos de las dificultades con las que nos podamos encontrar en el intento por comprender lo que
por Sociedad Civil debería entenderse, dificultad ésta desprendida de los contextos en los cuales la
misma tiene lugar, lo que parece claro es que esta convoca la idea de agrupación, reunión,
concertación de personas que propenden por un objetivo común y que en mayor o menor grado,
poseen y ejercen o pretenden ejercer un poder frente al Estado -para el caso de contextos ajenos a
conflicto armado - o frente a los actores (legales e ilegales) involucrados en dinámicas de
conflictividad armada.

Para el caso Colombia, en la gran mayoría de los casos, su sociedad civil se piensa en clave de
conflictividad armada, y quienes la componen -siguiendo un poco la visión maximalista propuesta
por Tongeren, et al. (2005) - tendrán papeles que cumplir ante un posible escenario de pos acuerdo.

Dentro de sus prolíficas reflexiones, Bejarano (2011) en su momento hizo explícito que pese a la
sobreabundancia de literatura sobre la sociedad civil, no hay trabajos analíticos que propongan una

8
reflexión entre sociedad civil y resolución de conflictos. En otras palabras, pese a que existe una
vasta producción académica en el que la sociedad civil ha cobrado especial interés, no se plantea
como tema de discusión lo que debería hacer la sociedad civil de cara a un escenario de posacuerdo.
Afortunadamente el balance a hoy día parecería distinto, gracias a lo obtenido en diferentes
escenarios de participación, tanto académicos como de incidencia política.

En este sentido, los partidos políticos y su representación legislativa deberán abogar por la
implementación de un paquete de reformas que además de responder a lo acordado en la Habana8
tiendan a cubrir las deficiencias históricas que en los niveles estructurales y sistémicos han sido
descuidados por nuestra clase política.

La empresa privada tendrá el reto de adquirir un papel relevante en la adopción y materialización


de estrategias productivas concretas generadoras de oportunidades frente a lo ofrecido en el pasado
por la violencia como medio y modo de vida.

La iglesia tendrá un fuerte compromiso ético en la construcción de paz en materia de reconciliación


para que los ciudadanos seamos capaces de aceptar y comprendernos en medio de la diferencia.

Las diferentes ONG, tendrán que redefinir un papel mucho más concreto en la consolidación de la
paz. Mientras tanto, los movimientos ciudadanos, tendrán a su cargo el fuerte compromiso de hacer
pedagogía a lo largo y ancho del territorio nacional sobre el contenido, análisis e implicaciones de
los acuerdos de La Habana.

El deber ser de los medios de comunicación entrará en consonancia con lo que inicialmente se
encuentran llamados a hacer: informar y abrir espacios de reflexión contrario a una desinformación
o creación de imaginarios para nada conducentes hacia la comprensión de los acuerdos de paz.
Tendrán la responsabilidad de evitar convertirse en “miedos de desinformación” y conducir hacia
la cohesión (que no división y polarización) entre los diferentes sectores que hacen parte de la
sociedad colombiana.

8
Los documentos sobre los borradores de acuerdo o acuerdos alcanzados (y que serán objeto de ratificación vía
plebiscito) son los siguientes: 1) Acuerdo sobre garantías de seguridad, 2) Acuerdo sobre cese al fuego y de
hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas entre el gobierno nacional y las Farc-ep, 3) Borrador conjunto
- Acuerdo sobre las víctimas del conflicto, 4) Borrador conjunto – solución al problema de las drogas ilícitas, 5)
Borrador conjunto – participación política y 6) Borrador conjunto – política de desarrollo agrario integral (Mesa de
conversaciones, 2016).

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Las anteriores roles, no exhaustivos de por sí, derivan de la función misma que actualmente ejercen
los diferentes sectores de la sociedad civil. ¿Cuántas acciones serán necesarias? Esto dependerá de
su capacidad de acción, de los recursos disponibles y del interés y voluntad dispuestos por parte d
todos los involucrados. En definitiva, tantas como posibles, pero también tan necesarias como
suficientes.

Lo anterior solamente será posible en el marco de lo que la sociedad civil logre hacer frente a lo
que el Estado y sus instituciones le permitan. No es un secreto que nuestras instituciones son débiles
y que no han logrado canalizar efectivamente los intereses ciudadanos. La sociedad civil será
efectiva en la medida en que el Estado cuente con instituciones fuertes, de lo contrario serán más
los tropiezos y dificultades que sus avances.

Siempre se tomará como un firme propósito la participación de la sociedad civil en el futuro de las
decisiones del país, máxime cuando este futuro dependerá de la aceptación de lo acordado en la
actual mesa de negociación ya casi ad portas de su culminación. Sin embargo, esto deberá traer
consigo el involucramiento de la sociedad civil organizada como de la no organizada (es decir, de
quienes no están agremiados o que lo están pero en términos de corta duración).

En definitiva, sea lo que se llegue a entender por sociedad civil en Colombia, lo cierto es que se ha
descuidado deliberadamente a los sectores no organizados y que indiscutiblemente, hacen parte de
la misma. Como sostuvo el informe de desarrollo humano para Colombia en 2003 en su momento:
“Como quiera que sea, la sociedad civil no debería olvidar que es un poder, que el poder existe
para ser usado y que usarlo bien es jugarse a la paz” (PNUD, 2003, p.459) pero jugarse a la paz, (y
jugársela bien), exige ser incluyente con aquellos con quienes no necesariamente se establecen
afinidades ideológicas o intereses comunes.

He ahí uno de los tantos retos del pos acuerdo: nos percatamos que gran parte de las reflexiones y
las preocupaciones se centran en quienes se encuentran organizados mediante redes, movimientos,
colectivos, o incluso mediante un grupo amorfo no necesariamente identificado. Pero de cara a la
ratificación de los acuerdos de paz, ¿qué hacer con los que no están interesados?; es decir, ¿la
sociedad civil no organizada? Este aspecto es el que ha quedado descuidado dentro del espectro
analítico y, sin embargo, ofrece retos no menos considerables frente al plebiscito refrendatorio que
definirá el escenario de los acuerdos de paz.

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¿Cómo ser incluyente con aquellos sectores de la sociedad civil que no están asociados? ¿Con los
no agremiados? ¿Con los escépticos o indiferentes? O simplemente con los que saben que algo está
aconteciendo en el futuro del país pero que no identifican con claridad exactamente de qué se trata
ya bien porque no les interesa o porque no les afecta. Más en profundidad, ¿qué debería hacer la
sociedad civil, tanto la organizada como la no organizada de cara al plebiscito? ¿Debe votarlo?
¿Cómo debería votarlo? ¿No debe votar? ¿Se hace necesario que la sociedad civil conozca a fondo
lo acordado para luego votarlo? O, por el contrario, ¿debe hacerlo desde el desconocimiento? ¿Es
quizás la apuesta por el plebiscito, la prueba de fuego para examinar si la sociedad civil organizada
de la cual hemos venido hablando existe y es efectiva en la consolidación de la paz?

Por lo pronto habría que ser claros en una cosa; el plebiscito refrendatorio no se trata de un
momento coyuntural para lanzar un canto idílico a la bandera y a la idea “amorfa” de paz; se trata
de la comprensión y aceptación de lo concertado en La Habana. El debate queda abierto.

Referencias

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