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Tratándose de la práctica clínica, cabe mencionar el devenir histórico del modelo

cognitivo conductual donde en primera medida sucedieron las terapias de primera

generación, siendo estas conducidas por Wunt y Skinner en la resaltada observación de la

conducta. Así, en tanto Wunt (1878-1985) se manifiesta, se habla de que existen

estímulos que producen una conducta E-R, y así, un E.I. propende una R.I, un E.I y un

E.N produce una R.I, y un E.C. da lugar a una R.C., constituyendo un condicionamiento

clásico, mismo que se da gradualmente.

Skinner, en continuación, habla de un condicionamiento operante pues estudia la

generalización, discriminación y exgtinción de las conductas, por lo que afirma que la

conducta es susceptible de control al existir un estímulo, una conducta y una

consecuencia. En aplicabilidad de lo anterior, se hace mención de los reforzadores en

aumento de la conducta o castigos en disminución de la conducta, siendo estos positivos

o negativos. En la conducta operante, se hace locución a un modelamiento (imitación) o

moldeamiento (pasos a seguir). Hasta este punto, se habla de la modificación de la

conducta por medio del manejo de contingencias.

Ahora bien, en progreso a las técnicas interventivas, sucedieron las terapias de segunda y

tercera generación en las que se reconoce la existencia de un componente cognitivo y del

lenguaje, donde se busca modificar las creencias, ideas y esquemas que producen

alteraciones; lo que da lugar a las terapias cognitivo-conductuales que pueden abarcar

adicciones, VIF, abusos sexuales y referentes. Algunas de ellas son:

Terapia racional emotiva (TRE) de Ellis donde existe un ABC, A es el evento activador,

B el sistema de creencias y C la consecuencia. Dado lo anterior, la terapia se centra en


modificar las creencias otorgando una explicación al paciente del funcionamiento de las

mismas para su cuestionamiento.

La terapia cognitiva de Beck (1921) –sucedida del psicoanálisis- afirma que los esquemas

mentales propenden interpretaciones de la realidad de los individuos, mismos que

atribuyen significados a las situaciones. Así, las creencias que se conforman por mapas

internos son centrales de difícil cambio y periféricas de menor relevancia; los

pensamientos no son cuestionados y condicionan la conducta, por lo que los automáticos

reflejan el suceder cognitivo denotando una manifestación clínica de la conducta.

Las terapias de inoculación al estrés de Meichenbaum y Cameron (1974), tienen como

objeto enseñar al paciente a afrontar por medio de técnicas de autoobservación,

autoevaluación y autoregistro. Para esto plantea introducir en el paciente una visión de

emparejamiento, identificar la situación para reforzar la conducta, generar formas de

guiar su propia conducta y transferir las contingencias artificiales hasta eliminarlas para

así, disminuir la tensión y los pensamientos positivos. Para lo anterior se requiere

identificar las estrategias de afrontamiento que posee el individuo detectando los

pensamientos displacenteros.

La terapia de desensibilización sistemática o de exposición de Wolpe, propone una un

entrenamiento de relajación, construcción de la jerarquía de las situaciones estresantes,

una evaluación y práctica en la imaginación, para llegar a la desensibilización

sistemática. Jacobson (1929) propone unos ejercicios de relajación para un manejo de las

creencias y los contextos en dirección a la reducción de los síntomas; esto permite tomar

decisiones en pro de una solución apropiada a situaciones problema, ya que se da un


reconocimiento del problema, inhibición de las respuestas impulsivas, originando una

gama de posibles respuestas.

La evaluación psicológica recoge información, genera hipótesis, aplica técnicas,

comunica resultados, propone un plan de tratamiento, lo realiza y valora los resultados;

en la que se aplican estrategias como: entrevista, observación, autoinformes (información

cognitiva, motora y emocional), psicométricas, psicofisiológicas y proyectivas. En tanto a

la entrevista clínica se da la escogencia del modelo interventivo, misma en la que se

proponen los objetivos a alcanzar según las problemática. Dicha entrevista puede ser de

investigación, diagnostica o terapéutica.

De esta forma, se reconoce el suceder de las terapias cognitivo-conductuales y su clara

intensión de abarcar al individuo desde una perspectiva más integral en relación a las

terapias meramente conductuales o psicoanalíticas.

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