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No nos damos cuenta que las mayores satisfacciones, encuentros, los mayores
detalles de amor y los milagros imperceptibles se encuentran en lo cotidiano, en
el día a día, a lo largo de una caminata. Nos abstraemos en las nuevas
tecnologías que permiten “comunicarnos” con todo el mundo, que olvidamos
mirar lo que está cerca de nosotros, fuera de esa computadora, celular, o
televisor. Hemos perdido la tranquilidad que nos brinda algún pequeño espacio
que nos pertenece, de alguna habitación, parque o casa, de un lugar llamado
hogar.
En la obra se expresa que la televisión nos quita los momentos en los que
podemos compartir con nuestros semejantes, y entonces no nos es posible
convivir humanamente, perdemos la sensibilidad y nos volvemos tontos. La
televisión quita las ganas de hacer algo productivo, vemos televisión porque
creemos que no hay nada mejor que hacer, aun así no encontremos en la
televisión algo interesante o a nuestro gusto. Vamos perdiendo la sensibilidad de
tal manera que cada día necesitamos de más intensidad, de más decibeles o de
mayor luz en las pantallas. De esa manera nos estamos convirtiendo en esclavos,
dependientes mentales de la televisión o computadora.
Entonces, ¿Qué hacer?, como se dice en la obra: “Hay que re-valorar el pequeño
lugar y el poco tiempo en que vivimos”.
Prestarle atención a los detalles de nuestra vida, a las cosas que parecen no tener
mayor importancia, a las pequeñas cosas que se han impregnado de nuestra
esencia, de nuestros sueños y que han estado ahí secretamente desde que
vivimos. Expresarnos para llegar a los demás, con nuestras palabras y
sentimientos.
Recordemos que siempre hay posibilidades de una vida más humana (como nos
dice Sabato), y que están al alcance de nuestras manos.
Segunda Carta: Los Antiguos Valores
Cómo el título de esta segunda parte lo indica, el tema que se desarrolla son los
valores, y más aún, la pérdida de los valores que actualmente parecen lejanos a
nuestra convivencia.
Sólo queda la esperanza de que retomen los valores que se fueron perdiendo poco
a poco, por los patrones que se nos han impuesto, por la globalización; y que se
elijan a estos valores como medios para una vida más libre y más humana.
Tercera Carta: Entre el Bien y el Mal
Sábato comienza esta parte hablando sobre su madre, acerca de cómo fue la
última vez que la vio sana. Escribe que él quería quedarse pero su sed de cumplir
con su “vocación más profunda” no lo dejaba.
Con esto, Sábato, nos quiere decir que vivimos constantemente con actividades
que no necesariamente buscamos, o de las cuales la mayoría no es nuestra
afición más honda. Es así que el hombre se encuentra entre lo que desea vivir y el
constante trajín que le embarga los sueños y metas, que le separa de sus
ilusiones y de la gente que ama y desea proteger, como a los padres, a los
abuelos, a esas personas que nos dieron la vida, y más que la vida en un sentido
biológico, una vida en sentido emocional; porque ellos han sido parte de nuestras
primeras experiencias, de nuestras primeras manifestaciones de amor, de tristeza
y de miedo. No debemos olvidarlos o tenerlos alejados a medida que crecemos en
todo los sentidos, hay que dedicarles tiempo, así como ellos dedicaron tiempo y
alma para cuidarnos y educarnos.
Esta educación que nos dan nuestros padres y abuelos va formando la manera en
como vemos el mundo desde pequeños, por eso es importante que no se “inyecte”
información, sino que se eduque al espíritu y corazón, de tal manera que desde
niños sepamos lo que es bueno, y no caigamos ante las malicias que nos rodean o
que podamos encontrar a lo largo de nuestra vida. Para esto, se debe enseñar a
los niños de este tiempo, sobre la situación, tal vez grave, en la que se encuentra
el mundo. Tratar de explicarle de una manera simple sobre lo que se está
perdiendo o degradando en la sociedad, y más aún, enseñarle a cómo desde sus
acciones puede ayudar a que este mundo y esta sociedad mejoren. Enseñarle,
sobre todo, que la educación no se trata de competencia, o de ver quién es el
mejor, no se trata de individualismo ni quién tiene el mayor alcance al poder; sino
de pura espiritualidad, una educación del alma. Recordemos que la única manera
de que se logre una vida más humana es dando una educación en su sentido más
integro.
La mayoría de veces, esta interpretación (que se considera lógica por ser acuñada
por un hombre “racional”), conlleva a una mala aplicación de ideas, degradando
la realidad y los valores como la justicia, la solidaridad y el respeto. Dándole así,
un sentido erróneo al significado de libertad, haciendo que las personas le teman
por el sentido que ha tomado esa palabra, y por la manera en cómo se realiza y
cuáles pueden ser las consecuencias de esa realización. Como un miedo a lo
desconocido, o tal vez a lo que mucho tiempo atrás conocieron, pero olvidaron.
Sábato trata de decirnos en esta carta, que el hombre de ahora le teme a muchas
cosas, como a la libertad y al fracaso, ¿Por qué? Por miedo a la exclusión, a
quedar eliminado, como nos dice en la obra.
Tiene que cumplir con horarios que le imponen que ha de hacer en determinado
tiempo, quitándole la oportunidad de disfrutar de los seres que ama, de una
charla, de una caminata, de una buena historia que le haga reflexionar. Camina
rápido, con temor y preocupaciones de trabajo en la mente, corre como si estas le
estuvieran persiguiendo o atormentando cual furias.
Esta especie de vértigo, como lo llama Sábato, es un grave problema, ya que las
personas se acostumbran a una miseria colectiva espiritual, en la cual, el miedo a
la libertad es el principal y mayor síntoma.
“De nuestro compromiso ante la orfandad puede surgir otra manera de vivir”, nos
dice Sábato en la obra.
Así pues, las decisiones que este tome a lo largo de su vida, serán pieza clave
para que el hombre viva con libertad y de acuerdo a su vocación, siendo la
fidelidad a sus sueños lo que le mueva por una opción u otra hacia lo que
considera su destino.
“Los Valores son los que nos orientan y presiden las grandes decisiones”
Valores, que, salen de nuestro interior y llegan a nuestros sentidos como una
buena nueva. Capaces de cambiar nuestro obrar y visión sobre el mundo, valores
que nos mantienen firmes ante toda precariedad.