Control de lectura N°3 Kant. FMC. Primer capítulo A17-A24 y CRP Sección 4 Hacia el final del primer capítulo de la FMC y en la sección 4 de la CRP, Kant examina las posibilidades para que un ser racional piense sus máximas como leyes prácticas universales. Esto solo es posible si tales principios se acomodan a una legislación universal, lo cual implica el despojo, en la ley, de todo lo material o empírico que determina a la voluntad y de lo cual no resta sino la forma de una legislación universal. De lo contrario, si prevaleciera lo material del principio práctico-subjetivo, no podría surgir de allí una ley práctica universal, pues la voluntad sería objeto de representaciones determinadas por el sentimiento de placer y displacer. Determinar la forma que tendría una máxima acorde con la legislación universal es, según Kant, un asunto al alcance del entendimiento más común, pues basta con evidenciar cómo se autodestruiría una máxima que, en forma de ley práctica, estuviera movida por las inclinaciones individuales. En efecto, si son éstas las que determinan a la voluntad, ninguna de sus máximas estaría limpia de fundamentos empíricos, lo que provocaría un nivel de contingencia tal que cada sujeto preponderaría una inclinación distinta en cada caso, y esto llevaría a que proponerlas como leyes prácticas universales resultara imposible. Hay, sin embargo, un principio siempre a la vista, incluso del entendimiento común, que aporta la legitimidad de las acciones en general y el mecanismo para su enjuiciamiento: “¿Puedes querer también que tu máxima se convierta en una ley universal?” (FMC, A20). Si la máxima que mueve la acción no responde a esto, sería reprobable, pues estaría condicionada por consideraciones de perjuicios posteriores y, por tanto, no por deber. Estas máximas que, enfrentándose a este principio, pretendieran ser leyes universales, entrarían en este nivel en contradicción consigo mismas, provocando su autodestrucción. El hecho de que este principio esté siempre al alcance de los sujetos, hace que puedan guiarse moralmente pues sólo basta, como en la mayéutica socrática, el hacerlos caer en cuenta sobre un principio que ya se tiene, lo que posibilita, a su vez, una dialéctica natural en la que el sujeto enfrenta sus inclinaciones y deseos a las prescripciones inexorables de la razón. Esto es lo que permite a Kant señalar que la razón práctica y sus capacidades se desarrollan inadvertidamente hacia una filosofía práctica, incluso en el hombre de entendimiento común, lo que no sucede con el aspecto teórico.