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hicieron parte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Hacen parte de ellos y los
comandan, entre otros, reconocidos integrantes de los grupos paramilitares supuestamente
desmovilizados.
4) Tipo de víctimas: Entre los presuntos victimarios identificados en nuestro registro, los grupos pa-
ramilitares son quienes más han asesinado a líderes y defensores de derechos humanos. El tipo de
víctimas de estos grupos además puede dividirse en las pertenecientes a sectores considerados
históricamente por la doctrina militar como enemigos internos (entre los que se encuentran
líderes/as sociales y defensores/as de derechos humanos) y las personas relacionadas con las
actividades propias de los paramilitares: algunos ganaderos y comerciantes que no pagan vacunas,
miembros de grupos rivales o integrantes que son considerados por estos como merecedores de
algún castigo, etc. La política de sus ataques es propia de las formas de operar de los anteriores
grupos paramilitares, que se han ocupado durante años de perseguir a la población civil, en
particular a quienes se organizan para exigir sus derechos y a las personas socialmente marginadas.
5) Relación con la fuerza pública y con los gobiernos locales, regionales y nacionales: Aunque no
parece que existan planes oficiales del alto mando de la fuerza pública para la eliminación de la
oposición política, ni se registran (como en décadas anteriores) operaciones conjuntas entre esta y
los grupos paramilitares, la relación con las autoridades debe analizarse regionalmente, sin perder
perspectiva nacional. En algunas regiones persiste la complicidad con sectores de la instituciona-
lidad civil y armada y algunas élites regionales. Según las denuncias de la sociedad civil y de
instituciones estatales, en determinadas regiones persisten vínculos y coordinación con la fuerza
pública: en la región del Urabá, el departamento de Chocó, los municipios de Tumaco y Mapiripán
el paramilitarismo continúa vinculado a una dinámica de control del territorio por medio de alianzas
con sectores agroindustriales, con algunos ganaderos, militares, políticos y empresarios. Se
mantienen los pagos de las AGC y otros grupos paramilitares a algunos mandos y miembros rasos
del ejército y la policía. Se continúan registrando quejas reiteradas por parte de las comunidades de
que las fuerzas armadas quitan los retenes cuando las AGC pasan por su área. Pero estas
complicidades han variado; como ya se explicó, no hacen patrullajes conjuntos. Por el contrario,
muchas de las acciones de la Policía Nacional han golpeado de manera contundente a las estruc-
turas paramilitares afectando a sus cúpulas. Desde febrero de 2015, se lleva a cabo en la región del
Urabá la operación Agamenón, fase I y fase II, que tiene como propósito el desmantelamiento del
Clan del Golfo (o AGC). Como resultados de esta operación la Policía Nacional repor- tó importantes
avances en capturas, incautaciones, destrucción de labo- ratorios y la muerte en combate de
importantes cabecillas. En ocasiones los paramilitares han atacado a miembros de la policía bajo la
modalidad del “plan pistola” y atentados con explosivos cuando estos realizan operativos que
afectan a sus intereses; por ejemplo, cuando acompañan procesos de restitución de tierras o cuando
las operaciones de la Policía Nacional Agamenón I y Agamenón II han dado resultados traducidos en
capturas o muerte de mandos y decomisos de cocaína, di- nero o armas. Sin embargo, las rela-
ciones de los grupos paramilitares con algunos miembros de fuerza pública persisten en
determinadas regiones y en varios niveles, incluso el Procurador General de la Nación afirmó ante
medios de comunica- ción que “Hay una cooptación de los agentes del Estado por organi- zaciones
criminales que están eli-
Asesinatos
La preocupación ha de ser mas por las dinámicas de inseguridad y criminalidad que persisten en el
departamento, y por la forma como en su geoestrategia se vinculan con las dinámicas de seguridad
nacionales.
La influencia paramilitar no ocurre solo en el noroccidente del departamento. También hay nexos
con los departamentos del Meta y Casanare. Así como la influencia de la región esmeraldifera del
occidente de Boyacá