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La vaca y la mosca

Érase una vez una vaca que pastaba tranquilamente por el prado cuando de repente se coló
una mosca en el interior de su oreja. Frenéticamente, la vaca agitaba su cabeza, levantaba el
cuerpo y se dejaba caer contra el suelo. Cualquier cosa que intentara el pobre animal era en
vano, pues la mosca, en lugar de irse, le provocaba unas cosquillas horribles cada vez que
se movía dentro de la oreja.

Dando zancadas bruscas, la vaca decidió salir en busca de su amigo el burro. “Debes hundir
tu cabeza en el barro hasta que la mosca no resista y se vaya”, le dijo el burro con toda
seguridad y acompañó a su amiga hasta el lodazal. Sin embargo, y aunque la vaca llenó su
nariz, sus ojos y sus orejas de lodo como le había indicado el burro, la mosca seguía
tranquilamente revoloteando en el interior de su oreja.

Desesperada por la situación, la vaca corrió junto con el burro en busca de su vecino el
caballo. “Ayúdenos, señor caballo” – dijeron los dos animales al unísono. “La solución es
evidente, si frotas tu cabeza en el pajar, asustarás a la mosca y se irá volando para siempre”.
La propuesta del caballo no era mala, y como no tenía nada que perder, la vaca partió con
sus dos amigos hacia el pajar más cercano.

“¡No funciona, no funciona!”, gimió la desdichada casi sollozando mientras estrujaba la


paja furiosamente con su cabeza. La mosca continuaba zumbando en su oreja, y por mucho
que aquel pajar se enredara en su cabeza, la vaca seguía sin poder salir de aquel problema.
El burro y el caballo la miraron con tristeza, pero nuestra amiga no se rindió, y decidió ir a
visitar a su primo el toro.

A toda velocidad, los tres animales atravesaron las montañas hasta llegar a una pequeña
granja donde el toro masticaba la hierba tranquilamente. “Ayúdanos, señor toro” – gritaron
al mismo tiempo la vaca, el burro y el caballo. “Es muy fácil. Sólo tienes que meter la
cabeza en el riachuelo. La corriente del agua entrará en tu oreja y la mosca no tendrá otro
remedio que salir de una vez”.

¡Qué idea tan genial! Así pensaron los cuatro animales y sin perder un segundo salieron con
toda la velocidad de sus patas hacia el río. Al llegar, la vaca sumergió toda su cabeza en el
agua, y como la corriente era tan fuerte, enseguida se empapó todo el cuello, la nariz, los
ojos y finalmente, las orejas.

“Me sigue molestando” – gritaba la vaca mientras hundía la cabeza una y otra vez en la
corriente del río. El burro, el caballo y el toro miraban con tristeza a su desesperada amiga
que no veía la hora de sacarse la mosca y dejar de sentir ese molesto zumbido en su oreja.

Como nada de lo que había intentado funcionaba, la vaca se sintió triste y agotada, así que
decidió tumbarse a descansar sobre el pasto y al cabo de unos segundos, quedó sumergida
en un profundo sueño. Los tres amigos que la acompañaban se quedaron a su lado apenados
y viendo como la vaca respiraba agitadamente.

Entonces, sucedió algo muy extraño, pues la mosca, atrapada en aquella oreja, por fin pudo
sentir algo de calma y fue entonces cuando exclamó:

“¡Vaya! Hasta que al fin se ha quedado tranquilo este animal. Desde que estoy encerrado
aquí no ha parado de moverse y saltar violentamente. Ahora que está en reposo podré salir
de este hueco oscuro y respirar aire fresco. Juro que jamás volveré a entrar, ha sido
terrible.”

Y levantando el vuelo desesperada, la mosca pudo por fin salir a la luz del día y huir para
siempre de la oreja de la vaca.

– ¡Por fin ha salido! – exclamaron los animales asombrados al ver a la mosca revoloteando
por los aires.

El burro dibujó una sonrisa y gritó orgullosamente: “Que idea tan genial he tenido con lo
del barro”, a lo que el caballo se apuró a añadir: “Y menos mal que he pensado a tiempo lo
de la paja”. Finalmente, el toro también habló: “Y lo mejor de todo es que se me hubiese
ocurrido lo del agua”.

“¡Qué listos somos!” – concluyeron vanidosamente los tres animales y comenzaron a bailar
alrededor de la vaca que dormía plácidamente sin enterarse de nada. Luego se marcharon a
festejar dando saltos de alegría.

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