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Fecha: 13/05/2018

Presentes: Carlos, Daniel, Enrique, Marisela, Nohe

Cuento colectivo

Había una vez un caballo que tenía crines de los colores del arcoiris pero un día perdió el
pelo, sus crines y colores, tomando agua en la laguna que reflejaba la luna llena.
La niña que vivía sola en el bosque consiguió las crines y las guardó en su cesta, las llevó a
su choza y se sorprendieron porque desde hace tiempo no veían colores. Lo que más le
gustaba era ver el sol a través de las crines a contraluz. Sonaban las visiones de las crines y
aliviaban su soledad. Pasaba horas mirando, y cantaba como no lo hacía desde hace años.
Con tanta belleza decidió que lo tenía que compartir, pero no sabía con quién.
Al mismo tiempo el caballo agonizaba porque las crines eran su fuente de vida. La luna veía
esto porque le gustaba reflejarse. El caballo murió y su cadáver yacía al lado del camino por
donde pasaba la niña buscando con quién compartir. La luna preguntaba al sol qué pensaba
de esto.
Después de mucho andar la niña fue a las montañas azules más allá del valle Siguiente
donde todo el mundo iba a llorar (de ahí viene la expresión “vayan a llorar al valle”). Le
encantaban las crines. La luna veía a las personas llorar y sus lágrimas les impedían ver los
colores de las crines.
La gente veía a la niña feliz y no entendían, pensaban que la felicidad manaba de las crines.
No entendían nada porque era gente salvaje pero empezaron a oír los cantos y los cantos les
hacían ver los colores. Las lágrimas se fueron secando.
El alcalde la había mandado a buscar hasta debajo de las piedras. Fue una persecución
feroz. El alcalde había tenido una niña tiempo atrás y por eso lloraba. Lloraba porque no
había agua y se bañaba con las lágrimas.
La esposa del alcalde quería más a la niña que al marido. La lanzó en una canoa: “―Huye
con tus crines”. Ella llegó donde yacía el cuerpo del caballo preservado por el influjo lunar.
Los esbirros del alcalde llegaron al mismo tiempo, pero la niña los deslumbró con las crines.
En ese momento la niña se dio cuenta, y sacó de su cesta aguja e hilo y cosió las crines al
caballo, que revivió.
Los esbirros del alcalde temblaron del susto y hasta el alcalde se contagió del temblor. Esto
ocurrió el día de San Vito. En ese momento la luna decidió actuar. Menguó para los esbirros
y se llenó para la niña y el caballo.
Se menguaron: tuertos, cojos, sin pelo, impotentes, feos y sordos.
La niña se subió al caballo y fueron a buscar a la alcaldesa con un personal del Ministerio de
Cultura y en gratitud por su buena acción la luna mandó…
La alcaldesa estaba aterrada por la posibilidad de contagiarse, la niña la tranquilizó y mezcló
agua de rocío (que sabía a arcoiris) y emulsión de Scott, y la alcaldesa y el resto del valle se
pintaron de colores.
Se creó un malsambitario donde reposó el alcalde con su cerco de confianza.

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