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EL PROYECTO URBANO DEBE SER SOCIAL

DIEGO ARMANDO MAYORGA NIÑO, Abril 2019

El proyecto urbano debe entenderse como un acto que construye sociedad, no como el espacio que se
genera entre los edificios y el suelo, y que no es alejado de la situación socio económica y las
dinámicas actuales del lugar donde se desarrollará, ya que con los proyectos urbanos estamos
generando cambios abruptos e inmediatos en el tejido social construido a través de años y que afectan
a las personas que actualmente habitan el lugar y que debemos involucrar en la visión futura del sirio
y no como un efecto residual de nuestras intervenciones

Desde que se tenía la discusión de plan urbano, proyecto urbano y la arquitectura, se ha trabajado la
ciudad como un espacio inerte, o más bien, un espacio en donde las dinámicas sociales actuales eran
irrelevantes para el desarrollo a futuro de las ciudades; si lo vemos desde la óptica del plan urbano
estaríamos necesariamente hablando de las dinámicas sociales y económicas de la misma a una escala
mucho mayor y de una forma ordenadora de la ciudad sin tener en cuenta la puntualidad de lo que
pasa con las personas en los barrios o zonas en donde se traza un plan para el futuro; desde el proyecto
urbano, incluyendo la arquitectura, siempre hemos visto el sitio como un lugar por mejorar, si bien lo
podemos ver con hechos reales de zonas deprimidas de la ciudad que necesitan ser intervenidas para
mantener su vitalidad, verlo como un espacio que interrumpe la legibilidad de la ciudad o del sector,
también lo podemos ver solo como valorización o plusvalía del sector o, como una simple “visión”
que tenemos de ciudad que tiende a ser un poco caprichosa (al estilo modernista, tabula raza), entre
otros, y, si bien se realizan estas intervenciones pensando en un bien común, dejamos a un lado a las
personas que residen o trabajan actualmente en estos lugares, muchas veces sin escuchar si quiera su
opinión, sus necesidades o problemáticas internas

Hace ya algunos años se llegó a conclusión que el proyecto urbano era necesario debido a que las
ciudades y la sociedad estaban en una constante mutación, y por ende los espacios físicos debían ser
trabajados a una escala intermedia entre la planeación urbana y el objeto físico arquitectónico, y que
además, debían ser renovados para satisfacer los cambios generados por el paso del tiempo, sin
embargo, más allá de la ciudad histórica y de historias, muchas veces no tenemos en cuenta que los
habitantes de estos lugares pueden llegar a vivir muchos más años que la duración del espacio físico
en sí mismo en donde habitan, y que cualquier cambio físico que se plantee va a afectar directamente
esta población para bien o para mal, aunque como diseñadores urbanos siempre esperamos de buena
fé que sea para bien.
No basta con informar a la población sobre los cambios físicos que tendrá el territorio, la evolución
que tendrá el sitio a futuro, sino también deben tenerse en cuenta las afectaciones sociales y los
cambios en las dinámicas actuales; La mayoría de proyectos se están basando en el diseño
participativo como estrategia de vinculación de la población existente en los procesos de renovación
urbana y en los proyectos urbanos, sin embargo, esto se queda corto ya que en muchas ocasiones no
plantean soluciones a las problemáticas sociales recurrentes que se encuentran en los sectores, sino
que presentan un imaginario de ciudad en donde esta población ya no tiene cabida en el sector; esto
nos lleva a plantear soluciones para los pobladores se basan en el cambio de sitio de vivienda o trabajo
porque les ofrecemos dinero como alternativa o una vivienda de menor calidad sin pensar que con
estas acciones les estamos cambiando totalmente sus dinámicas de vida, y los pobladores se ven
forzados a aceptar porque no les queda otra opción; este último caso siendo el más práctico para
nosotros y el más recurrente entre las opciones entregadas, solo que en muchas ocasiones el dinero
ofrecido no alcanza a cubrir el valor comercial del inmueble o la rentabilidad que genera su negocio
a los pobladores, y a veces no alcanza a cubrir el valor del avaluó

El reto que nos presenta estas situación como diseñadores urbanos es ir más allá al desarrollar nuevos
proyectos urbanos, no solo debemos pensar o suponer como serán las dinámicas del sitio que
planteamos, o la forma que queremos darle a la ciudad o al sector con nuestras intervenciones, sino
también, como logramos generar un impacto positivo para la situación socioeconómica del sector;
lograr tener empatía con los habitantes del lugar a intervenir de forma que ellos sean partícipes del
mismo sin tener que verse forzados a abandonar y, de ser así nosotros debemos pensar en los planes
o soluciones que les vamos a ofrecer teniendo en cuenta que la vida de los pobladores gira en torno
al espacio que ocupan; como se desplazan en la ciudad, cuáles son sus sitios de recreación, las
actividades que desarrollan en los días laborales y no laborales, su presupuesto, tener en cuenta que
debemos mejorares la calidad de vida y no al contrario, si bien la solución es trasladarse de lugar, y
no que cada intervención urbana o proyecto de renovación traiga insatisfacción o molestia para los
pobladores y, que en vez de sentir que estamos cambiando la forma de la ciudad para mejorar sientan
que estamos atentando contra sus derechos, su dignidad o su bienestar. Nuestro es generar proyectos
urbanos socialmente responsables en todo sentido. Adicionalmente les quiero dejar este corto
documental (9 min) que se llama Dulce Hogar (https://vimeo.com/207910629) donde relata
justamente los alcances negativos que puede tener un proyecto urbano mal ejecutado sobre los
pobladores de un sector y, que seguramente tampoco es bueno para los costos del proyecto, ni para
los inversores o clientes o para la zona

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