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Paris 9 de enero de 1908, nací en el marco de una familia burguesa con una ética moral
cristiana muy fuerte.
Georges Bertrand de Beauovir, mi padre, fue un reconocido abogado y mi madre Francois
Brasseur una mujer muy religiosa y aferrada a la fe.
Desde niña, fue notable mi inteligencia y mi brillantez. Siempre fui la primera de la clase. Por
otro lado, en mi adolesencia, me rebele y decicií declararme atea, justificando que la religión
era una manera de subyugar al ser humano.
Después de la primera guerra mundial, mi abuelo Gustave Brasseur, presidente del banco de
la Meuse, presentó la quiebra, lo cual precipitó a toda la familia al deshonor y a la vergüenza.
Como consecuencia de esta ruina familiar, mis padres se vieron obligados a abandonar la
residencia lujosa donde vivíamos para trasladarnos a un apartamento oscuro, situado en un
quinto piso, sin ascensor.
A partir de esta situación, surgieron problemas maritales, de los cuales fui testigo y empecé a
ver como la relación entre mis padres se deterioraba poco a poco. En muchas ocasiones, mi
padre no me escondió el hecho de que le hubiese gustado tener un hijo para poder enviarlo a
estudiar a la prestigiosa escuela politécnica de París. Muchas veces me dijo: “tienes un
cerebro de hombre” y con mi madre, compartía la convicción de que con la mediocre situación
económica de la familia, la única esperanza social para mi hermana y yo, era la educación.
Desde siempre supe que quería ser escritora, y tras graduarme del bachillerato en 1925, me
dediqué a seguir estudiando para alcanzar mi sueño.
Funde la revista tiempos modernos junto con otros filósofos contemporáneos y también la liga
de los derechos a la mujer.
Mi mayor obra El segundo sexo, la cual mi compañero de vida Sartre explicará mas a
profundidad, surgió bajo la incognita de ¿Qué supone ser mujer en nuestra sociedad? Y
analicé la situación de genero desde distintas entidades: la historia, la biología, el psicoanálisis
y el marxismo. Destruí los mitos femeninos como el siguiente enunciado por pitagoras: Hay un
principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre y un principio malo que ha creado el
desorden, las tinieblas y la mujer.
Simone de Beauvoir escribió esta sentencia porque, culturalmente, la mujer sí parecía haber
nacido como "mujer". Pero, como mujer de aquella época. La mujer sentía tal como sentía,
pensaba tal como pensaba y actuaba tal como actuaba porque desde muy pequeña la cultura
en la que se veía inmersa le había dicho: sé así. Ni siquiera se le había obligado a serlo,
directamente formaba parte de la normalidad. Se le había inculcado su rol. Esto es lo que
llamamos el "eterno femenino". Este concepto, esencial en la obra de la autora, responde a la
condición que ha poseído la mujer a lo largo de la historia y que, sin duda, ha asumido.
"Se llega a ser"; se llega a ser mujer. Confirmamos pues, según la autora, que no se nace con
un "rol de mujer", sino con una cultura patriarcal que te lo impone. Pero Simone de Beauvoir no
pierde la fe. Ya que no se nace mujer, ya que sólo es cultura, la mujer tiene la posibilidad, el
derecho, la libertad, de llegar a serlo. Con llegar a serlo nos referimos a formar su propia
identidad, a deshacerse del peso de las costumbres, los prejuicios y los estereotipos. La mujer
es libre, como todo ser humano, y es dueña de sus propias elecciones, lo que le permite
formarse como individuo, ya no como un "otro" distinto al hombre, sino como propio sujeto.
Si a los 30 años me hubieran dicho que iba a escribir un libro sobre la condición femenina, me
hubiera sorprendido, quizás enojado. A los 40, lo estoy disfrutando muchísimo. Es un tema tan
evidente pero a la vez tan ignorado y a mi me interesa entender porque una mujer vive sus
sueños, sus decepciones, sus frustraciones diferente a un hombre.
De hecho, una mujer blanca se identificará mas fácilmente con un hombre blanco que con una
mujer negra. Una mujer burguesa se identificará más fácilmente con un hombre burgués, que con
una proletaria. Las mujeres no forman comunidad, las mujeres no dicen nosotras, porque viven
dispersas dentro de un grupo de hombres. Por doquier.
Al varón le resulta bastante satisfactorio, creerse y sentirse el rey de la creación. Incluso los
antifeministas, buscaron teorías en la religión, en la teología, en la biología, para explicar la
inferioridad de la mujer. En discusiones filosóficas varios hombres suelen interpelarme para
decirme: usted opina eso porque es mujer. Claro, como si por tener ovarios, utero, la regla y
hormanas se me anulara cualquier objetividad.
Lo que quiero es concientizar sobre estas experiencias y entenderlas. Compartir lo que entendí.
Compartir lo que entendí de porque la mujer se comporta diferente del hombre. Compartirles que
el comportamiento de la mujer no es determinado por su naturaleza, sino por la cultura. En otros
términos, no se nace mujer se llega a serlo.