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El cloro es el reactivo más utilizado para la desinfección del agua. Posee un poder
oxidante remanente muy elevado, que favorece la destrucción de las materias orgánicas.
Su acción bactericida puede explicarse por la destrucción de las enzimas indispensables
para la vida de los agentes patógenos.
El cloro es más eficaz en medio ácido que en medio alcalino, puesto que su efecto
bactericida es mayor cuando se encuentra en forma HCIO. Su acción aumenta con el
tiempo de contacto entre el agua y el reactivo; un tiempo de contacto pequeño puede
compensarse con el empleo de una dosis mayor de reactivo.
Fig. 275.
Esto se debe a que el cloro, en una primera fase, se combina con las materias orgánicas
del agua y con el amoníaco libre o combinado en forma de aminas, formando
compuestos clorados (cloraminas), los cuales, en una segunda fase, se eliminan
mediante un aumento de la dosis de cloro. El punto crítico, o «break point», es la dosis
de cloro correspondiente al mínimo «m» de la curva para la cual sólo queda en el agua
cloro libre y trazas de cloraminas.
Como la causa de sabores desagradables son, sobre todo, los compuestos de adición
dorados, el punto critico es la dosis de cloro para la cual es menor el sabor y más
completa la eliminación de color.
Debe observarse, sin embargo, que algunas aguas no presentan punto crítico.
Los aparatos clásicos de dosificación de cloro gaseoso (ver pág. 560) se basan en los
principios acostumbrados en la distribución de gases.
Por razones de seguridad, la casi totalidad de estos aparatos funcionan en vacío parcial:
la presión en el cuerpo del aparato, inmediatamente después de la válvula de entrada, en
la que tiene lugar la expansión del gas a presión, es ligeramente inferior a la presión
atmosférica.
Sin embargo, existe siempre la posibilidad de fuga, incluso cuando se trata de aparatos
que trabajan en vacío, ya que éstos reciben, en su entrada, cloro a presión.
Para evitar que se produzcan corrosiones graves en los aparatos situados en las
proximidades (motores y aparellaje eléctrico), es aconsejable disponer los aparatos de
almacenamiento y distribución en un local independiente, instalado de acuerdo con la
legislación vigente.
Es muy importante prever medidas de seguridad para casos urgentes. Para ello, es
preciso disponer de una máscara anti-gas apropiada, preferentemente del tipo autónomo,
colocada en un punto fácilmente accesible, y que se encuentre fuera del espacio que
seria probablemente invadido por cloro en caso de accidente.
Por lo que se refiere a la toxicología del cloro, se admite que las reacciones fisiológicas
del hombre son las siguientes:
en ml/m3
Contenido admisible del aire respirado sin peligro durante 8 horas de trabajo 1,0
Olor perceptible 3,5
Irritación de la garganta a partir de 15
Tos provocada a partir de 30
Máximo para estancia de corta duración 40
Peligroso incluso en caso de corta duración 40 a 60
Rápidamente fatal 1000
• Primeros auxilios: Pueden adoptarse las indicaciones dadas por el lnstitut National de
Recherche et de Securité francés, 30, rue Olivier-Noyer, 75014 París, cualquiera que sea
el agente utilizado (cloro, bromo, ozono). En especial:
2.1. Cloraminas
Son antisépticos muy estables, cuya acción es menos rápida que la del cloro, pero que
subsisten en el agua durante un tiempo mayor.
El dióxido de cloro siempre se produce «in situ», por reacción en solución del cloro o
del ácido clorhídrico, sobre el clorito sódico.
En la práctica, se prepara una solución de agua clorada, con un pH inferior a 2,5, que se
mezcla con una cantidad conveniente de solución al 10 % de clorito sódico. Para evitar
que se inyecte al agua a tratar clorito sódico no transformado en dióxido de cloro, no se
prepara la mezcla en la proporción estequiométrica, sino que se utiliza siempre un
exceso bastante fuerte de cloro.
Puede reducirse este exceso a costa de una complicación suplementaria, reduciendo,
mediante adición de ácido sulfúrico, el pH del medio reaccional, a un valor inferior a 2.
En este caso, la alcalinidad del hipoclorito sódico precipita la dureza del agua de
dilución en los depósitos de preparación; como consecuencia de ello, pueden producirse
incrustaciones en las tuberías y en los dosificadores.
Esto se evita preparando la solución 24 h. antes de su empleo, para que los precipitados
formados tengan tiempo suficiente para sedimentar, o introduciendo en el depósito,
siempre que se proceda a su llenado, unos 50 g de hexametafosfato sódico por cada 100
l de agua. En el caso de aguas muy duras, puede ser necesario un desendurecimiento
previo.
• Control de la desinfección.
Como en el caso del tratamiento por cloro gaseoso, el control consiste, aparte de los
ensayos bacteriológicos, en garantizar la presencia, en el agua tratada, de un contenido
residual de reactivo.
3. ELECTROCLORACIÓN
3.1. Principio
en el cátodo
en el ánodo
El ozono es una variedad alotrópica del oxigeno, de fórmula O3. Es un gas de color azul,
cuyas principales características físicas son:
El ozono es un gas inestable, que se obtiene por la acción ionizante, sobre el oxígeno, de
un campo eléctrico creado por un potencial elevado. El fenómeno se manifiesta por la
aparición de un efluvio violeta.
Para esta concentración, y supuesta una buena desecación (punto de rocío comprendido
entre - 40 y 60 ºC) la producción de los ozonizadores actuales varia, según los modelos,
de 50 a 100 g por metro cuadrado de superficie de dieléctrico y por hora, si la frecuencia
de la corriente es de 50 Hz. En ciertas condiciones, pueden obtenerse valores superiores,
aumentando la frecuencia.
A. Ozonizadores de placas.
B. Ozonizadores tubulares.
El centrado de los tubos dieléctricos en sus tubos metálicos se efectúa por resortes de
acero inoxidable. No existen juntas, por lo que el dieléctrico no está sometido a esfuerzo
mecánico alguno debido a variaciones de temperatura.
Cada tubo dieléctrico puede estar provisto de un fusible individual de protección, que
permite el aislamiento de un tubo defectuoso, en tanto que los demás dieléctricos
permanecen en funcionamiento.
Los ozonizadores pueden alimentarse con aire o con oxigeno; la elección depende de la
aplicación considerada y de la posibilidad de disponer de oxigeno puro.
En un ozonizador determinado, y a igualdad de potencia aplicada, se obtiene
aproximadamente dos veces más ozono partiendo de oxigeno que partiendo de aire. Por
lo tanto, con oxigeno se reduce notablemente el costo de los equipos y el consumo
eléctrico. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el ozono se prepara a partir de aire.
En el caso de secado con regeneración por calor, tal como el que se describe más
adelante, y que se efectúa a baja presión, la presión de alimentación depende de la
presión necesaria para la puesta en contacto agua-aire ozonizado y de las pérdidas de
carga en los diferentes aparatos en línea. Es del orden de 0,7 bar, en cuyo caso es
suministrada por un compresor.
En el caso de secado con regeneración sin calor, efectuado a alta presión, la presión de
alimentación debe estar comprendida entre 5 y 10 bar.
Esta desecación se realiza, generalmente, en una fase a fuerte presión o en dos fases a
baja presión.
• Desecación en una fase por secadores «sin calor»: el aire comprimido, previamente
refrigerado en un intercambiador de circulación de agua, se envía a un secador que
contiene un material adsorbente, tal como la alúmina activada. Este aparato tiene dos
capacidades de secado, una de las cuales se emplea para la regeneración y la otra para el
secado del aire.
C. Ozonizadores DEGRÉMONT.
Estos aparatos cubren una gama de producción que va desde 0,250 kg/h hasta 10 kg/h.
Dentro de esta gama, existen aparatos monobloc que producen hasta 2,5 kg/h
(OZONAZUR A y MB).
Según la cantidad de ozono que haya de producirse, existen dos posibilidades para la
alimentación eléctrica de los ozonizadores:
En el caso de máquinas giratorias, éstas son del tipo alternador accionado por motor.
Fig. 288.- Frente de 3 ozonizadores tipo G.L. Nantes (Francia). Caudal: 30 kg/h de
ozono.
En algunos casos, sólo se pretende una acción oxidante del ozono (eliminación de hierro
o manganeso). En tal caso, se utiliza una cámara de contacto única, o un sistema de
recirculación del aire ozonizado residual (ver figura 291).
Fig. 291.- Torres de contacto en serie, con recirculación del aire ozonizado residual.
Debe estudiarse cuidadosamente la puesta en contacto del aire ozonizado con el agua,
ya que la elección de los valores de interfase gas-líquido y de la concentración de ozono
en la fase gaseosa condicionan el rendimiento de la operación de solubilización; desde
el punto de vista únicamente de solubilidad del ozono en el agua, es conveniente
aumentar al máximo la concentración de ozono en el aire ozonizado inyectado. Pero si
con una dosis de tratamiento constante, se eleva esta concentración, se aumenta el
consumo energético del ozonizador y se disminuye considerablemente la superficie de
intercambio agua-burbujas, por reducción del volumen de estas últimas, Por otra parte,
debe tenerse en cuenta que el rendimiento de disolución mejora cuando aumenta la
presión a la que se realiza la inyección, y especialmente cuando aumenta la profundidad
de la cámara de contacto. Con cubas de 7 a 8 m de altura, pueden alcanzarse fácilmente
rendimientos de disolución del 95 %.
Se utilizan diferentes métodos de puesta en contacto del ozono con el agua a tratar, entre
los cuales pueden citarse:
En la base de una torre de con tacto, se disponen unos difusores porosos con los que se
obtiene una división del aire ozonizado en burbujas muy finas. El agua a tratar se
introduce en la torre por su parte superior (fig. 289), obteniéndose así un contacto
íntimo a contracorriente de los dos fluidos. Pueden construirse torres de contacto de
varios compartimientos, con inyecciones parciales de aire ozonizado, efectuadas,
preferentemente, a contracorriente. Los difusores porosos son de tipo tubular o de disco.
Conviene evitar que salga al exterior aire demasiado rico en ozono. Si bien en ciertos
casos se procede a una simple dilución en la atmósfera, generalmente se elimina de
forma sistemática el ozono en exceso (método térmico, químico o catalítico). También
puede preverse una recirculación del ozono residual a la entrada del sistema de
contacto; sin embargo, este procedimiento da lugar a un notable consumo de energía
(nueva puesta a presión del aire que contiene el ozono residual o energía consumida por
una turbina de recirculación), y su resultado no es muy importante, especialmente en el
caso de aguas potables; la concentración en ozono residual del aire es pequeña (0,2 a 1
g/m3) y el rendimiento de disolución del ozono a esta concentración es muy bajo (50 %).
Por otra parte, esta recirculación no evita el que haya de eliminarse el ozono que
permanece finalmente, y cuya concentración final en el aire no debe ser superior a 2
mg/m3.
Debe tenerse en cuenta la distancia a la que se encuentran los primeros usuarios del
agua tratada por ozono. El ozono es un gas inestable en solución acuosa, pero, cuando el
contenido en ozono residual libre es de 0,4 g/m3 de agua a la salida de la torre de
contacto, todavía se detectan trazas en el agua, al cabo de más de media hora;
igualmente, cuando es corto el tiempo de contacto en el depósito de agua tratada, a
veces los usuarios próximos a la estación de tratamiento tienen problemas de
corrosiones. En tal caso, se recomienda neutralizar el ozono en exceso que contiene el
agua que ha de distribuirse.
También puede darse el caso de que el agua permanezca cierto tiempo en el depósito de
agua tratada y los usuarios se encuentren alejados de la planta de tratamiento. En este
caso, el contenido de ozono residual en la red es nulo. En ausencia de desinfectante
residual, pueden producirse desarrollos planctónicos o bacterianos en la red.
Por esta razón, suele ser conveniente, cuando tiene que tratarse un agua a temperatura
variable, combinar la acción del ozono con la del carbón activo.
• Método volumétrico: el ozono libera el yodo de una solución de yoduro potásico, yodo
que se valora seguidamente mediante una solución de arsenito potásico o de tiosulfato
sódíco.
A un litro de agua que haya de analizarse, se añaden 10 cm3 de una solución de yoduro
potásico al 10 % y un poco de tiodeno, o bien 4 cm3 de engrudo de almidón. Se agita
esta mezcla para hacerla homogénea. Por medio de una bureta, se vierte gota a gota una
solución N/35,5 de arsenito sódico o de tiosulfato sódico, hasta decoloración del líquido
valorado.
Nota: la valoración, por medio de una solución reductora, del yodo liberado, da la suma
de oxidantes presentes en el agua. En el casó de que el agua a analizar contenga además
cloro en solución, se procede a dos valoraciones: una sobre los dos oxidantes y la otra
después de la eliminación del ozono, mediante glicocola. La diferencia entre las dos
valoraciones da el contenido en ozono del agua.
• Método químico: consiste en hacer barbotar un volumen de gas, medido a la salida del
aparato de barboteo, mediante un contador, en una solución de yoduro potásico y
valorar a continuación, en medio ácido, el yodo liberado por una solución de tiósulfató
sódico.
5. OTROS PROCEDIMIENTOS
Este reactivo relativamente costoso (2,5 a 3 veces mas caro que el cloro) se utiliza sobre
todo, actualmente, en pretratamiento, para la eliminación del manganeso en solución en
el agua. Su acción frente al hierro y el manganeso es más eficaz que la del cloro, siendo
independiente del contenido de estos dos metales en el agua.
El permanganato potásico, debido a su escasa eficacia, no se utiliza como desinfectante
en estaciones de tratamiento de agua. Sin embargó, se emplea, a veces, a pesar de la
dificultad que presenta su disolución, para la desinfección, antes de poner o volver a
poner en servicio depósitos y tuberías de distribución, con una dosis de 30 g/m3 y un
tiempo de contacto de 24 horas cómo mínimo.
Los rayos ultravioletas se producen por lámparas de vapor de mercurio a muy baja
presión, cuya potencia puede alcanzar 200 vatios y cuya duración media de vida es de
2000 a 4000 horas. Las longitudes de onda están comprendidas entre 200 y 300 nm
(2000 y 3000 ángstrom) correspondiendo la máxima acción microbicida a unos 250 nm.
El agua a tratar debe circular por las proximidades de la lámpara, en una corriente del
menor espesor posible, ya que los rayos ultravioletas son absorbidos rápidamente por el
agua, la cual deberá ser completamente clara.
Una lámpara de 36 vatios puede desinfectar 3 m3/h, con un espesor de lámina de agua
de 15 a 20 cm. En la práctica, para que la desinfección sea suficientemente rápida, se
calcula que el consumo de energía debe ser de 40 Wh/m3.
El agua a tratar está generalmente a presión: se le hace pasar por el interior de un tubo
en cuyo centro se encuentra otro tubo de cuarzo que envuelve la lámpara emisora. De
esta forma, el agua que debe desinfectarse se encuentra expuesta a las radiaciones
germicidas en las condiciones indicadas de pasó en lámina delgada.