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Domingo 16° durante el Año


Ciclo B.

Jesús, Buen Pastor, se compadece de sus ovejas

“Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de


ella” (Marcos 6, 34)

Pbro. Nelson Chávez Díaz


Texto completo: Marcos 6, 30-34.

1.- El agobio pastoral.


La perícopa que da inicio al evangelio de hoy (Marcos 6,30) es la
continuación del evangelio del domingo anterior (Marcos 6,7-13); los discípulos
(los Doce) ahora llamados “apóstoles” vuelven y le refieren a Jesús todo lo que
habían dicho y enseñado en su nombre. La respuesta de Jesús está expresada en
un gesto de delicadeza y sensibilidad que Marcos dibuja muy bien: Jesús invita a
sus discípulos a un lugar deshabitado para descansar un rato. El cansancio de los
discípulos se ve reforzado por la expresión del evangelista: “porque eran tantos los
que iban y venían, que no tenían ni tiempo para comer” (Mc 6,31). Frente al
agobio del trabajo pastoral y sus múltiples exigencias que puede terminar en una
verdadera alienación para el discípulo, Jesús pedagógicamente los invita a un
lugar desierto para recobrar las fuerzas y, sobre todo, para encontrarse con el
Maestro. Sin embargo, el viaje realizado en la barca a un lugar desierto para
descansar no sirvió de mucho ya que la muchedumbre que los seguía se les
adelantó por tierra; pareciera ser que el plan ideado por Jesús tendrá que verse
modificado por las necesidades de la gente. Sin duda toda esta escena va
preparando el relato posterior del milagro de la multiplicación de los panes que
será el evangelio del domingo siguiente en la versión del evangelista san Juan.

2.- Jesús atiende las necesidades de la gente.


La escena de Marcos 6, 34 es rica en significaciones. Desde luego tenemos
que reparar en dos actitudes de Jesús que no deben dejar de advertirse, a saber:
Jesús “ve” a la muchedumbre y luego, a partir de esa observación, siente
“compasión” por ella. El “ver” de Jesús no es sólo el “mirar”. En algunos lugares
del evangelio se destaca este gesto de la “mirada” de Jesús para poner de relieve
que su “ver” es mucho más profundo (recuérdese a propósito la frase de “El
Principito”: Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos).
También la expresión “se compadeció” (esplangkhmisthe, en griego) es de muy
rico significado. La traducción a nuestro idioma tiende a disminuir su alcance más
profundo ya que dicho término expresa una conmoción de las entrañas.
Comúnmente se traduce como “misericordia” que en latín se traduce como tener el
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corazón (cors) con los pobres (miseri). Sea como sea y más allá de
consideraciones lingüísticas Jesús se identifica con la necesidad de la gente, es
decir, se identifica y se involucra afectivamente con aquellos que están en
situación de necesidad.

3.- La praxis de Jesús: el “principio misericordia”.


Ha sido Nietzsche quien ha criticado el cristianismo como religión de la
compasión y la misericordia ya que se opone “a los efectos tónicos que
acrecientan la energía del sentimiento vital” (El anticristo). Según su filosofía,
quien se compadece de otro pierde fuerza; la compasión atenta contra el instinto
vital del hombre pues va en contra de la ley de la selección ya que “preserva lo
que debiera perecer”, esto es, los débiles y malogrados. En el pensamiento de
Nietzsche sólo importan aquellos que son fuertes, exitosos y sanos; las
experiencias de sufrimiento no sirven para encontrarse con esa condición lábil de
todo ser humano y que pueden suscitar la solidaridad con otros en el dolor
(compasión); más bien endurecen el corazón del hombre haciéndolo aún más
fuerte (o como dice Nietzsche “lo que no me aniquila me vuelve más fuerte”). En
contraste con estas ideas (llevadas a su cumplimiento perversamente por la
ideología nazi de Hitler) el mensaje del evangelio de Jesucristo propone el
“principio misericordia” como núcleo fundamental de la praxis cristiana: “Dichosos
los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos” (Mateo 5,7). El
“principio misericordia” practicado por Jesús se entiende a la luz de una acción
eficaz hacia quien está en situación de sufrimiento. La misericordia no es un mero
sentimiento de “compasión” entendida como “lástima” sino que es la actitud de
identificación afectiva con la necesidad del otro ante el cual no se reacciona con
indiferencia sino más bien advirtiendo el sufrimiento (ver) y prestando la ayuda
necesaria. La misericordia se transforma en “principio misericordia” cuando somos
capaces de abrirnos a las necesidades de los demás “condoliéndonos”
(compasión) con el dolor del otro para apropiarnos de su situación y realizar una
acción eficaz de ayuda y socorro. Jesús y su praxis inspirada en el “principio
misericordia” se convierte así para todo cristiano –y por qué no decirlo, para todo
hombre y mujer no necesariamente creyente- en modelo del hombre
misericordioso. La misericordia de Jesús brota –como bien lo dice hoy el
evangelio- de su corazón de Pastor que siente y percibe la desorientación y
desamparo en que se encuentran las personas que lo siguen (la muchedumbre).
Jesús, como Buen Pastor, se deja impactar por la situación de abandono de la
gente y su primera reacción fue enseñarles para luego ir en ayuda de las
necesidades más inmediatas y profundas de la gente y de todo ser humano. La
actitud de Buen Pastor de Jesús nos enseña que no sólo los sacerdotes en la
Iglesia sino todo discípulo y seguidor del Señor Jesús está llamado a vivir el
“principio misericordia” a través del cuidado y la protección de los más débiles;
llamado que hoy día se hace más apremiante en nuestra sociedad especialmente
con aquellas personas que viven procesos de inicio de la vida y de término de la
vida (tercera edad). Una sociedad no es más moderna ni más progresista y
tampoco se convierte en una sociedad desarrollada cuando se elevan los
estándares económicos; una sociedad se hace más progresista cuando es capaz
de tratar a los más débiles y frágiles (vida intrauterina, adultos mayores, etc.) con
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cuidado, respeto, dignidad y… misericordia. “!Dichoso el que cuida del débil y del
pobre!” (Salmo 41,2).

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