Está en la página 1de 19

CEMENTERIO DE SAN LORENZO

El cementerio San Lorenzo fue el primer cementerio de la ciudad de Medellín,


fundado en el año 1828, lugar que para entonces estaba por fuera del casco
urbano de la ciudad. Luego de más de 180 años al servicio de la sociedad
antioqueña, fue clausurado y posteriormente demolido para crear espacio público;
los restos humanos que aún estaban en las bóvedas fueron exhumados y
trasladados al Cementerio Universal. En 1842, momento en el que se crea el
cementerio San Pedro por la Sociedad de Mejoras Públicas, éste fue denominado
como el cementerio de los pobres.
El día de su clausura, se generó un evento artístico para hacer su sepelio.
La comunidad de los barrios aledaños, de las Palmas, San Diego, El centro y de
toda la ciudad, acudieron masivamente, unos por interés en el arte, otros por
despedir a sus seres queridos y uno que otro por la romería.
Algunos asistentes prefirieron recorrer solitariamente los espacios del cementerio
por última vez, antes de su definitiva demolición, lejos del ruido y la romería.
Otros, en grupos de amigos y familiares, dedicaron su recorrido al reconocimiento
de las propuestas de arte de los artistas de Medellín.
Fue una jornada en la que artistas y periodistas trabajaron sin descanso para darle
un regalo a la ciudad y hacerle un tributo a los difuntos inhumados en los casi 180
años del cementerio.
Para la fecha del cierre, algunas de las galerías ya habían sido demolidas,
quedando en el horizonte solo el recuerdo silencioso en sus vecinos del barrio Las
Palmas, sobre la cuesta infatigable de la zona centro occidental de la ciudad.
Una de las propuestas para la clausura fue “Habitación Con Vista”, en ella se
pretendía representar una metáfora del habitante de la ciudad de la época, como
protagonista en la existencia del cementerio.
Su autor y encargado del montaje, Cesar Hernández, Maestro en Artes de la
Universidad Nacional de Colombia.
Además de ser el autor de la idea, trabajó con rigor y no dejó escapar detalle
alguno, revisando cada uno de los espacios de la galería en la que presentó su
propuesta.
Pero no estaba solo, fue acompañado por un grupo de apoyo logístico animoso y
lleno de ideas, quien lo acompañó desde la mañana, hasta pasada la media
noche.
Con martillo y puntilla, se hacían los últimos ajustes.
Llegada la noche, a lo lejos, se podía ver un bello espectáculo, en el que de
alguna manera, eran evocadas las ánimas del purgatorio por parte de los
visitantes.

Ya de cerca, se hacían otras lecturas.


El sepelio del Cementerio San Lorenzo fue algo nuevo para el imaginario de los
habitantes de la ciudad, durante toda la noche solo se vio el disfrute y la alegría.
Es el primer sepelio en el que no hay lágrimas de por medio, solo recuerdos y
nuevos anhelos por una ciudad que se transforma con el pasar de los años.
Al finalizar la jornada, un mensaje nos despedía… HABITAR, dejando preguntas e
ideas por lo que sería de aquel lugar para una ciudad que se reconstruye en la
empinada cuesta.

ANTIGUO CEMENTERIO NO TIENE


QUIEN LO ADMINISTRE. PESE A SU
REMODELACIÓN, PERMANECE
CERRADO
Hasta hace un par de años el cementerio San Lorenzo parecía cobrar vida.
Luego de más de dos siglos de existencia, y de convertirse en un lugar
estigmatizado y representar un peligro en el sector (comuna 9), este cambió su
cara.
Los restos que reposaban en sus miedosas fosas fueron trasladados, su
estructura fue intervenida con colores y murales, y se convirtió en un parque
abierto al público donde se realizaron actividades culturales como proyección
de películas y jornadas de lectura.
“Hubo unos meses que la gente venía y con la remodelación llegaban turistas
que querían conocer la historia del cementerio y su cambio. La gente empezó
a ver que era un sitio seguro”, cuenta Helena Posada, propietaria de un local
cerca al parque.
Para ese entonces el encargado de administrar dicho lugar era la Gerencia del
Centro. Sin embargo, con el cambio de Administración municipal y de
lineamientos, el Parque se quedó sin quien responda por él.
Jorge Iván Giraldo, gerente del centro, indica que quien administra el parque
es la Secretaría de Medio Ambiente, que a su vez indica que el bien es
manejado por Cultura Ciudadana, y esta dice que el responsable es
Planeación. Planeación, por su parte, sí tiene una serie de proyectos en la zona
de San Lorenzo y Niquitao, pero no es el encargado de manejar este
patrimonio histórico de la ciudad.
“Ese cementerio está sin doliente, lo volvieron a cerrar y no dejan entrar a
nadie. Todavía se ve muy bonito pero es como un cuadro porque nada se
puede hacer ahí”, dice José Morales, vecino del parque.
Así, con un mejor aspecto físico pero solo, la idea de resignificación del lugar
y de sede cultural ha quedado en veremos, con el agravante que ha vuelto a ser
una esquina para consumir droga y atracar.
El Plan Parcial de San Lorenzo
La Secretaría de Planeación viene formulando el Plan Parcial San Lorenzo,
para dotar el área que comprende el Parque Cementerio y sus alrededores de
espacios públicos y nuevas unidades habitacionales, usos comerciales y de
servicios.
Es Plan tendrá un área de planificación de 29 hectáreas, con una proyección
constructiva de 363.251 m2 en vivienda, para concretar 2.193 unidades,
18.163 m2 en comercio y servicios; 23.566 m2 en espacio público y 9426 m2
en equipamiento.
Estos dos últimos componentes apuntan a la consolidación de una nueva
centralidad que genere punto de encuentro entre las comunidades aledañas.
Para este Plan, la construcción del Colegio Héctor Abad y la restauración del
Parque San Lorenzo son los avances.
Hay trabajo social en los alrededores
La Gerencia del Centro trabaja actualmente en una intervención social para
atender los diagnósticos de la zona, es decir, en la zona de inquilinatos se
trabaja para sacar de allí las problemáticas de drogadicción, ventas ilegales y
prostitución.
Así mismo se trabaja en un componente enfocado en la niñez y en las
situaciones de riesgo para ellos en ese sector. Todo esto se efectúa
principalmente en el sector conocido como Niquitao.

La vida regresa al viejo


cementerio San Lorenzo
Hablar de cementerios es una referencia a la
tristeza, el dolor y la incertidumbre que nos produce
la muerte como acontecimiento inexorable. Sin
embargo, es en ellos donde reposa la memoria, la
identidad y la cultura de las ciudades y, por ende, de
los sujetos que las habitan.
En Medellín, el cementerio de San Lorenzo es testigo de todo lo que
ocurrió y ocurre en la ciudad. Su fundación, hace 181 años, respondió a
las reformas de la Ilustración que aseguraban que la proximidad entre los
vivos y los muertos era foco de contaminación y enfermedades.
Desde entonces, el cementerio, “ha sido un eje del proceso urbanístico”,
comenta Pedro Nel García, el antropólogo encargado de revivir cientos
de historias que permanecieron abandonadas por años en el sitio y que
hoy salen a flote gracias al Plan Parcial San Lorenzo.
El Plan es una iniciativa desde la administración local que pretende
recuperar el lugar de la indolencia en la que estuvo sumido, y convertirlo
en un espacio de encuentro para los habitantes de los tres barrios más
importantes del sector (Colón, San Diego, Las Palmas) y en un referente
cultural y patrimonial para todo Medellín.
El proyecto incluye la restauración del patio central del campo santo que
es considerado Patrimonio Nacional, la construcción del parque
recreativo, la extensión de la calle Girardot y un colegio.
Para iniciar las obras, los restos de los difuntos fueron trasladados en el
2006 al Cementerio Universal, al noroccidente de la ciudad.
Hoy, luego de dos años, se han invertido 11 mil 857 millones de pesos y
las obras siguen avanzando. Según la Gerencia del Centro, “la
restauración se entregará a más tardar en junio”. La gente ya comienza a
visitarlo.
Para Sonia Vásquez, gerente del Centro, la idea es lograr que la gente se
apropie del sitio y lo vea como un lugar de encuentro y un espacio digno
de ser visitado. “Finalmente las obras solo cobran sentido cuando no
están vacías”, dice.
Pronto la ciudad que por momentos se asfixia en sí misma, podrá contar
con un espacio renovado, un lugar diferente para aprender, divertirse,
encontrarse y comprender que el espacio de la muerte no es excluyente y
que, al contrario, también puede convocarnos a la vida

Sensaciones indescriptibles se sienten al llegar a un lugar donde su


infraestructura ya no es propiamente la de un cementerio, ahora sólo
quedan barricas de cemento que algún día fueron las pijamas de los
muertos, bloques de ladrillos postrados en lo rincones de este lugar
esperando para volver a ser reconstruido.
?xml:namespace prefix = v /

Los muertos y sus cenizas se marcharon, pero las historias aún siguen; se
fueron de paseo y ahora pertenecen a otro mundo similar al que llevaban.
Hoy en día, los osarios que anteriormente eran hijos del Cementerio San
Lorenzo, fueron adoptados por el Universal, osarios quizá abandonados,
otro no tanto, pero igual siguen teniendo su esencia eterna que los
caracterizó durante años.
Al iniciar una nueva vida, el cementerio los bautizó de nuevo, ahora son
llamados e identificados por códigos, que garantizan su organización dentro
de la nueva legitimidad.

Actualmente los únicos que visitan este cementerio son los arquitectos,
obreros y vigilantes que diariamente trabajan en lo que era anteriormente un
cementerio, ahora construyen una nueva identidad en la que las lágrimas
cambian por sonrisas, los gritos de dolor en gritos de alegría, ya no se
hacen visitas de malos recuerdos, sino que busca la construcción de nuevas
y mejores experiencias.

Ya se fueron los muertos, ahora se instalan los vivos, para continuar una
historia que comenzó al revés.

Las tradiciones fúnebres permiten hacer una lectura y caracterización de la


evolución histórica y social. Más recientemente indican costumbres y
fenómenos de desadaptación social.
La ciudad experimenta cambios sociales que trae el tiempo. En relación a
las fúnebres, los cementerios comienzan a experimentar en los años 70 la
transformación arquitectónica hacia los jardines y parques cementerios,
cuyo diseño consideraba elementos paisajísticos como extensas zonas
verdes para la recreación de los dolientes, las inhumaciones en bóvedas en
galerías dejaron de ser una costumbre y predominan desde entonces la
uniformidad en las lápidas. No obstante, esto en la actualidad sobre las
bóvedas los amigos pegan los emblemas de sus equipos de fútbol favoritos.
Al terminar el siglo XX estos jardines o parques cementerios, con la
masificación de la práctica de la cremación, empezaron a conocer su ocaso
para dar paso a panteones que guardaran sólo cenizas, es decir de las
bóvedas y criptas se pasó a los cenizarios.
El narcotráfico, en especial, introdujo cambios radicales en las tradiciones
funerarias de Medellín y su Área Metropolitana con actitudes irreverentes,
desafiantes y lesivas a la sociedad que se podían observar en los sepelios
de presuntos criminales.
Todo transcurría muy calmadamente en la otrora Villa de la Candelaria,
entre el respeto, la solemnidad, el dolor y la tradición. Luego, en la década
de los 80 el narcotráfico irrumpió en la sociedad medellinense y dejó sentir
sus terribles tentáculos en todos los aspectos de la vida social. Aparecieron
signos y síntomas que indicaron enfermedad social: clase emergente,
dinero fácil, aumento de las tasas de delitos y de la mortalidad violenta.

También podría gustarte